Chapter 57: El demonio de los celos
N.A.: Un poco de
historia brujeril. Esto se dice en algunos capítulos de la serie, pero es
materialmente imposible que alguien recuerde todos los detalles, porque yo por
ejemplo no me acordaba de casi nada y me vi la serie varias veces xD
Si pongo esto es,
evidentemente, porque voy a hacer referencia a ello y/o porque es importante
para algo que va a suceder en los siguientes caps ^^
MELINDA WARREN
Nacimiento - 31 de octubre de 1670,
Virginia
Muerte - 1 de marzo de 1692 - Salem, Massachusetts
Parentesco - Matriarca de la línea Warren, madre de Prudence Warren, abuela de Cassandra Warren y Tátara, Tátara, Tátara, Tátara, Tátara abuela de las Halliwell
Estado Civil - Una vez casada. Amante de Matthew Tate
Poderes - Telequinesis, inmovilización molecular, clarividencia (incluyendo premoniciones)
Muerte - 1 de marzo de 1692 - Salem, Massachusetts
Parentesco - Matriarca de la línea Warren, madre de Prudence Warren, abuela de Cassandra Warren y Tátara, Tátara, Tátara, Tátara, Tátara abuela de las Halliwell
Estado Civil - Una vez casada. Amante de Matthew Tate
Poderes - Telequinesis, inmovilización molecular, clarividencia (incluyendo premoniciones)
Biografía - Melinda Warren nació en
Halloween de 1670, hija de Charlotte y Lawrence Cutler. Durante su vida Melinda
se casó (con un esposo desconocido), y en la ceremonia usó una copa bendecida
que, desde entonces, ha sido pasada a través de las generaciones Warren y usada
en otras ceremonias importantes de la familia Halliwell - incluyendo la boda de
Piper Halliwell.
En los últimos años
de su vida, Melinda se mudó a Salem donde conoció a su amante Matthew Tate.
Melinda tuvo una hija llamada Prudence, y no se sabe si es hija de su esposo o
de su amante.
Sin embargo, Melinda
descubrió que su amante, Matthew Tate, era en realidad un hechicero. Él había
estado usándola para copiar sus poderes. Una vez que fue capaz de ello, acusó a
Melinda al juez de Salem (famosos juicios de las brujas de Salem, esto es
histórico en verdad y no sólo en la mundo creado por la serie) quien la arrestó
y juzgó por brujería. Melinda Warren fue sentenciada a muerte y quemada en la
hoguera el 1 de marzo de 1692. Mientras se quemaba, Melinda juró que cada
generación de brujas Warren sería más y más fuerte, culminando con la llegada
de las elegidas (y esas elegidas, son las Embrujadas, o sea, la madre y las
tías de Chris)
Antes de su muerte,
Melinda fue capaz de hechizar a Matthew Tate por la eternidad en un relicario
de peltre, uno que solo podría ser abierto por una bruja Warren. En una carpeta
de la historia familiar, mantenido en el ático de la mansión Halliwell, se lee
lo siguiente: "Y porque el hechicero había robado su amor, ella lo hechizó
dentro de un corazón de peltre, donde podría pasar la eternidad sufriendo el
escozor de la traición"
Melinda fue famosa
por crear el Libro de la Sombras y legárselo a sus descendientes. Ella misma
tiene un pasaje en el libro así como en varios libros y álbumes que existen en
la mansión.
El fantasma de
Melinda Warren fue convocado una vez por la hermanas Halliwell (Piper, Phoebe y
Prue. Prue era la tercera Embrujada, pero murió, y fue sustituida por Paige. En
verdad Chris tendría tres tías, pero nunca conoció a Prudence/ Prue, murió
antes de que él naciera) para hechizar a Matthew Tate, por segunda vez, después
de ser liberado accidentalmente del relicario de peltre. Ella se convierte en
el "ancestro favorito" de las hermanas y fue capaz de predecir el
nacimiento de muchas más "hijas" Warren en el futuro. Piper llamó
Melinda a su hija en su honor.
Chris apareció en la
cocina y soltó a Paul, que parecía un poco impactado. Le observó para ver cómo
se encontraba.
- ¿Mareado? -
preguntó.
- ¿Tendría que
estarlo?
- No lo sé. Yo
empecé a orbitar antes de saber caminar. Mis hijos tampoco se marean.
- No estoy mareado.
– dijo Paul, aunque seguía sin moverse.
- Bien. Voy a hacer
café. Esta noche va a ser larga.
Caminó hacia la
encimera de la cocina, y sacó la cafetera de un armario. La llenó de agua, puso
el café, la cerró y la puso al fuego. Cuando terminó de hacer esto y se dio la
vuelta, Paul seguía en el mismo sitio, sin moverse, y mirándole muy fijamente.
Chris se apoyó en la encimera, algo cohibido por ese escrutinio intenso y sin
reservas.
- ¿No vas a dormir?
– preguntó Paul, por fin.
- Te dije que era
mejor que hoy permanecieras despierto.
- Sí, pero el que
tiene que tener cuidado con monstruos en los sueños soy yo, no tú.
- Voy a quedarme
contigo – dijo Chris con seguridad, entendiendo que eso era lo que Paul quería
saber.
- Gracias. Iba a ser
muy aburrido si no.
Chris le sonrió.
Paul se moriría antes de admitir que lo que tenía era miedo. Le habían atacado
mientras dormía, dentro de su cabeza para ser más exactos. Chris contaba con
que estuviera algo asustado y con que tuviera preguntas que hacerle. Pero el
chico parecía necesitar mostrar esa seguridad autosuficiente de
"no-necesito-que-se-preocupen-por-mí-porque-ya-soy -adulto". Esa
actitud le era muy familiar y por eso soltó una risita involuntaria.
- ¿Cuál es el
chiste? – le preguntó Paul, con curiosidad.
- Es sólo que me
recuerdas a Peter. – respondió Chris, y luego frunció el ceño – Y a mí.
Entendía demasiado
bien lo que era creer que uno podía sólo con todo, y que era mejor no pedir
ayuda y no molestar. Pero él era el luz blanca de Paul, y su misión era justo
esa, así que ya se podía ir acostumbrando.
La cafetera empezó a
hacer un ruido que indicaba que el café ya estaba casi listo. Cogió dos tazas y
apagó el fuego, y de pronto se le ocurrió preguntar algo que tendría que haber
preguntado antes:
- ¿Te gusta el café?
- Sobrevivo gracias
a él – respondió Paul, sonriendo. Chris asintió, y repartió el líquido entre
las dos tazas.
- A Nick y a Peter
no les gusta.
- ¿Vas a estar
comparándome con tus hijos a cada rato? – preguntó el chico con algo de
fastidio.
- Lo siento. No
puedo evitarlo.
- Ellos son más pequeños.
- A mis ojos aun
eres un niño, Paul.
- Ni que tú fueras
matusalén. Tú mismo lo dijiste: me sacas sólo catorce años.
En eso tuvo que
darle la razón. De todas formas, le recordaba a sus hijos por algo más que por
su juventud: los tres habían tenido una vida complicada. Los tres se habían
perdido una etapa de su vida: Nick y Peter la infancia; Paul la adolescencia.
Cogió su taza y dio un sorbo. Ahí estaba, a la una y pico de la madrugada,
tomando café con el amigo de sus hijos. Y se sentía cómodo. Como si estuviera
con un amigo. Pues vale. Se dijo que tenía que actualizar sus relaciones
sociales, o lo siguiente sería salir a divertirse con un niño de guardería.
- ¿Cómo es que...?
En fin, ¿qué te llevó a adoptar a los gemelos? – preguntó Paul tras un rato de
silencio.
- Quería adoptar un
bebé. Tras varios meses de papeleo, correos, y llamadas telefónicas, fui por
fin al centro a conocer al director y ultimar detalles. Me crucé con Nick
cuando intentaba escaparse. Me fijé en él. Una recepcionista me contó su
historia, y supe lo que tenía que hacer. Luego le vi junto a Peter y no tuve
ninguna duda. Fue… impulsivo… visceral…TENÍA que hacerlo. Ahora sé que estaba
destinado a ello. No adopté dos hijos: me reencontré con ellos.
- Eso de que sean
tus hijos biológicos es tan raro…
- No tanto.
¿Recuerdas a Los Ancianos? Te los mencioné cuando te hablé de tus poderes, de
los míos, y de mi familia. Ellos movieron algunos hilos, y las cosas ocurrieron
como tenían que suceder. O como ellos querían que sucedieran. Eso…te incluye.
Querían que yo fuera tu luz blanca.
- ¿Y qué han podido
hacer ellos para que eso ocurra?
- Son ellos los que
designan al luz blanca de un brujo. Eso no es raro. Lo extraño es que nos
hayamos conocido previamente.
- ¿Y eso lo hicieron
ellos?
- No existen las
casualidades. En la magia no. Si fui a ese centro, donde estaban mis hijos, y
no a otro, no fue coincidencia. Tampoco puede serlo el que les llevara al mismo
colegio en el que justamente estabas tú, ni que les pusieran en tu clase. Ni
que os hicierais amigos.
- ¿Cómo supiste que
eran tus hijos, tus hijos de sangre?
Chris se sentó, le
indicó que hiciera lo mismo, y se lo contó. Le habló de Barbas, de lo que había
hecho, de sus ataques, y de lo que había pasado en la última ocasión. Paul
escuchó sin interrumpirle, cosa que Chris agradeció. Daba gusto hablar sin que
le cortaran a la mitad. Cuando acabó, se levantó para hacer más café. El reloj
marcaba las dos y media y aun quedaba mucho para que amaneciera.
- Cada vez que me
cuentas algo me das más preguntas que información – le reprochó Paul, mientras
observaba sus movimientos. - ¿Nick y Peter son demonios?
- Medio demonios.
- ¿Y brujos?
- Medio brujos.
- Ya. Y seguro que
eso es muy habitual. – repuso con sarcasmo.
- Técnicamente, está
prohibido. Nuevamente, esto obedece a los planes de Los Ancianos.
- ¿Qué interés iban
a tener ellos en que sean medio demonios? – preguntó Paul con incredulidad – Me
has dicho que esas criaturas son vuestros… nuestros… enemigos.
- Hay… una profecía
sobre Peter. El Libro de las Sombras…
- ¿Libro de las
Sombras? ¿Qué es eso, magia negra?
- No. Es un libro
hecho desde hace siglos por mi familia. Es muy valioso. – dijo Chris, y vaciló
antes de añadir – Si quieres te lo enseño.
Paul asintió. Chris
dudó aun un instante antes de orbitar el libro. Ese objeto era muy importante y
codiciado. Muchos brujos lo querían. Y muchos demonios también. Era la razón de
muchos de los ataques que sufría su familia. El libro tenía su propio sistema
de autoprotección. Nadie con intenciones "oscuras" podía tocarlo. El
objeto les repelía. Con el libro en las manos, y conteniendo la respiración,
Chris lo acercó a Paul. El chico lo cogió sin problemas. El libro le
consideraba bueno. El alivio de Chris fue casi palpable.
- Pesa mucho –
comentó Paul, mientras acariciaba las solapas, de un verde oscuro y un material
antiguo. - ¿Qué es esto? – preguntó, tocando el símbolo que aparecía en la
portada
- Una triqueta –
respondió Chris, recordando una de las muchas lecciones de su sabio padre.
- Me dejas igual.
- Es el símbolo de
mi familia. La triqueta es un talismán de origen celta que simboliza la vida,
la muerte y el renacimiento. Alude a la triple dimensión de la divinidad
femenina: doncella, madre y anciana. También representa la igualdad, la
eternidad e indivisibilidad. Y plasma la filosofía celta según la cual el Todo
tiene tres niveles: físico, mental y espiritual. La primera bruja de mi familia
era celta – explicó Chris – Y el símbolo del tres es muy importante para los
brujos Warren. En mi madre y sus dos hermanas se cumple también una profecía, y
tienen lo que se llama el poder de Tres.
- Algo de eso me
dijiste.
- Esto representa el
Poder de Tres. Y ese "tres" son mi madre y mis tías. Cada óvalo
representa a una de ellas y el círculo es la unión entre las tres. Si ellas se
separaran por algún motivo, éste símbolo se separaría y el Poder de Tres
dejaría de funcionar. Gracias a eso o precisamente por eso mi familia ha estado
siempre muy unida.
- Y…¿cuándo ellas
mueran? ¿Ese poder pasará a ti?
Chris negó con la
cabeza.
- Yo tengo dos
hermanos, pero son un chico y una chica. El poder de mi familia en teoría había
pasado sólo a las mujeres. Cada bruja Warren poseería al menos uno de los tres
poderes de la original: la telequinesis, la inmovilización molecular, y la
premonición. Pero sólo las chicas. Mi hermano y yo fuimos la primera excepción,
sospecho que porque mi padre es un Anciano. El hijo de mi tía no tiene poderes.
Los hijos varones de mis hermanos, y los míos, sí. Así que a partir de nosotros
la magia se transmite de generación en generación a hombres y mujeres. Pero el
Poder de Tres tiene lugar sólo entre tres hermanos o tres hermanas. Eso apunta
directamente a Nick, Peter y Leo. Mis hermanos y yo no tenemos ese poder,
aunque mi hermano tiene su propia profecía. Él es el Dos Veces Bendito, y es
jodidamente invencible.
Paul guardó
silencio. Chris le notó algo abrumado. Quizá le intimidaba conocer el poder de
su familia.
- ¿Y éste libro?
¿Quién es el dueño de éste libro entre tanta gente poderosa?
- Toda mi familia.
Es nuestra herencia. Son…los conocimientos almacenados por mis padres, mis
abuelos, los padres de mis abuelos, y un largo etcétera. Mi padre incluyó una
sección para futuros luces blancas, por si a él le pasaba algo y no había nadie
que nos enseñara a mi hermano y a mí. En teoría la unión entre un brujo y un
luz blanca también está prohibida. Como ves, con nosotros se hacen muchas
excepciones.
Más silencio. Paul
siguió mirando la portada del libro como quien observa algo terrible y a la vez
asombroso.
- Ya no sé si quiero
abrirlo – comentó. – Todo esto suena…es demasiado.
- Este libro tiene
cosas muy importantes y un poder muy especial. Te ha aceptado. Significa
que…que no considera apto, no un enemigo de mi familia. Repele a todos aquellos
que quieran usar la magia para dañar a mi familia o a otras personas. A veces
repele por precaución a todos los desconocidos. Pero a ti te ha aceptado. Yo
tomaría eso como una señal de que debes abrirlo.
Paul pareció dudar
aun un poco más.
- ¿Yo vengo también
de esa primera bruja de la que me has hablado? ¿Soy un "brujo
Warren"?
Chris iba a decir
que no, pero entonces abrió mucho los ojos, con una idea repentina. Miró a Paul
con renovado interés.
- ¿Cómo se llaman
tus padres?
- ¿A qué cuernos
viene eso?
- ¿Cómo se llaman? –
insistió Chris con impaciencia.
- Patrick y Loreen
Anderson.
- Patrick. ¿Y tú
abuelo? El padre de tu padre.
- Paul, como yo.
- P, P y P. ¿Me
atrevería a decir que el nombre de tu bisabuelo también empezaba por P?
- Oí a mi abuelo
comentar que se llamaba Philip, pero no le conocí.
Chris soltó una risa
nerviosa.
- ¿Qué ocurre? ¿Qué
importancia tienen los nombres de mi familia? ¿Qué tiene eso que ver con lo que
estábamos hablando?
- Todos empiezan por
P – dijo Chris, como reflexionando en voz alta. Luego, miró a Paul, dispuesto a
explicarse – Hay una tradición en mi familia…Todos tienen nombres que empiezan
por P. Piper, Phoebe, Paige, Prudence. Mi abuela Patricia. Mi bisabuela Penny.
Mi madre rompió esa tradición con mi hermano Wyatt, pero él era chico. Él ya
rompía una tradición en sí mismo, porque hace varias generaciones que sólo
había Haliwell chicas. Luego nací yo, y también la rompieron conmigo, aunque a
mí me pusieron "Perry" de segundo nombre.
- Vale, entiendo tu
punto. Todos vuestros nombres empezaban por P, y los de mi familia también. ¿Y
qué? Coincidencia.
- ¿No te he dicho
que las coincidencias no existen? ¡Tienes magia! A ver cómo te lo explico…todos
los nombres de mujer en mi familia empiezan con P. Todos los nombres de hombre
en la tuya empiezan por la misma letra. Cuando me has preguntado si eres un
Warren…Dios, necesito a mi padre.
Chris no podía
evitarlo: aquello le encantaba. El juego de las preguntas y respuestas. Unir
piezas que parecían no poder unirse. En definitiva, de nuevo en juego su
intuición. Siempre había sido un hombre de sensaciones. Empezó a dar vueltas
por la habitación, mientras Paul le miraba como si estuviera loco.
- Los Ancianos
querían que fuera tu luz blanca. Arriesgaron mucho para eso. Era mucho trabajo
por un simple brujo, y no te ofendas. Tenía que haber algo más. Tiene que haber
algo más. ¿Qué hora es? ¡Diablos, casi las tres de la mañana! No puedo llamar a
mi padre ahora. Déjame ver el libro.
Chris prácticamente
le quitó el libro a Paul y empezó a buscar algo que sólo él sabía. Paul no
entendía nada, pero supo ver que Chris no iba a darle respuestas hasta que
obtuviera las que él mismo estaba buscando. Se limitó a observar, con
paciencia. De pronto, Chris se olvidó de que Paul estaba ahí. El chico estaba
acostumbrado a que se olvidaran de él, así que se limitó a apoyar la cabeza en
sus brazos mientras observaba el hipnótico pasear de Chris hacia un lado y otro
de la habitación, siempre con el libro en la mano, y murmurando incoherencias.
- Melinda Warren….
su hija Prudence...Cassandra, la hija de ésta. Beatrice. Brianna, todas Warren.
Aquí empezó a cambiar al apellido, y empezó también la tendencia a la P… Pearl
Russell, Phoebe Bowen, Priscilla Baxter…Ah, por fin llegamos a la bisabuela:
Penelope Halliwell, luego Patricia, y luego mamá, la tía Phoebe, la tía Paige,
y Prue, la tía Prue. ¿Quién las añadió el libro? Debió de ser Wyatt, o tal vez
ellas mismas. Le preguntaré a mamá. Esta es toda mi familia, Paul – dijo Chris,
sin dejar de mirar al libro. – 300 años de historia familiar en éste libro.
Ahora necesitaría tu árbol genealógico. No tendréis por casualidad uno ¿verdad?
– preguntó, distraído. No obtuvo respuesta. - ¿Paul?
Chris giró la cabeza
para ver por qué el chico no le respondía, y entonces vio con horror que se
había dormido sobre la mesa.
"Pero qué
imbécil eres, Chris" se autoinsultó, y dejó el libro en la mesa. Empezó a
sacudir a Paul, sabiendo que no lograría despertarlo. Se había dejado llevar
por lo que creía haber descubierto, y había descuidado a Paul, que se había
visto vencido por el sueño. El chico se movía inquieto, seguramente en peligro.
Chris sabía que podía oírle, así que, a la desesperada intentó llegar a él de
esa forma.
- Paul…Paul, tienes
que despertarte.
No obtuvo respuesta,
pero le pareció ver que el rostro de Paul se tensaba. Si tan sólo pudiera
hablar con él…pero ¿cómo hablas con alguien que está dormido?
Aquél debía ser el
día de Navidad, y Papá Noel regalaba ideas brillantes. Echando un último
vistazo preocupado a Paul, orbitó, y apareció justo en el piso de arriba, en la
habitación de Nick. Despertó a su hijo con toda la delicadeza de la que fue
capaz, dado el momento.
- ¿Papá? – preguntó
el chico medio dormido, frotándose los ojos. - ¿Qué hora es?
- Es muy tarde,
Nick, o muy temprano. Necesito tu ayuda.
- ¿Mi…(bostezo)… mi
ayuda?
- Es Paul. Está
abajo.
- Ah. – dijo Nick
como si aquello fuera algo normal, y volvió a echarse sobre la cama. Luego
abrió los ojos otra vez. - ¿Paul está abajo? ¿Por qué?
- Es largo de
explicar, pero necesito que vengas conmigo y le leas la mente.
Sin perder más
tiempo Chris orbitó con él y le sujetó, porque Nick aún tenía las ideas en la
almohada. Normalmente hubiera sonreído, enternecido al verle tan dormido, pero
en ese momento le necesitaba bien despierto.
- Vamos, Nick,
cariño. Luego puedes dormir todo lo que quieras. Como si quieres pasarte el
Domingo en la cama. Pero ahora te necesito aquí. ¿Ves a Paul? Necesita tu
ayuda.
- Sólo está dormido,
papá. Que es justo como quisiera estar yo.
- No se le puede
despertar. – respondió Chris, a punto de perder la paciencia. Sin soltar el
brazo de Nick, como temiendo que se durmiera él también si lo hacía, se estiró
hacia la mesa y cogió el Libro de las Sombras. Lo abrió y extendió la palma de
su hermano sobre él pasando las hojas mágicamente, hasta encontrar lo que
quería. En la hoja de podía leer en letra manuscrita muy elegante, "El
Brujo de los Sueños". – Algo como esto – le dijo a Nick, enseñándoselo
–Fue de los primeros enemigos que tuvieron tu abuela y sus hermanas, pero
resultó no ser un brujo sino un doctor al que le faltaba un tornillo. No sé a
qué se está enfrentando Paul ahora, pero sea lo que sea hace lo mismo que ese
tipo: se cuela en los sueños de la gente haciendo que sean…reales. Si ahora es
como entonces, Paul puede morir mientras duerme.
Aquello bastó para
despejar del todo a Nick. Recordaba aquella entrada del libro. Nick se lo había
leído entero y había memorizado muchas cosas.
- ¿Quieres que me
meta en la mente de Paul?
- Quiero que me
digas que está soñando.
Nick asintió, y
frunció el ceño, concentrándose. Cerró los ojos.
- No está en una
habitación corpórea. Es como…nebuloso. Y de tonos naranjas. No es un sitio
real. Hay un tipo. No es como el del libro. Este es un demonio: tiene la cara
extraña y los ojos sin pupila. Se ha presentado a sí mismo como el Demonio del
Sueño. No es muy original, permíteme decirte. Tampoco parece muy listo.
- Nick, concéntrate
– reprendió Chris, con suavidad – Lo estás haciendo muy bien, hijo. ¿Qué está
pasando?
- Está peleando con
Paul.
- ¿Peleando con él?
¿Cómo?
- Con empujones y
puñetazos. Hay…hay un borde…Están altos, puedo verlo…¡Están en una nube! El
demonio quiere tirar a Paul, es lo que está intentando. Quiere hacer que Paul
se caiga de la nube.
De pronto, la cara
de Nick se contrajo en una mueca.
- Nos están oyendo.
– musitó.
- La gente percibe
estímulos externos mientras duerme – dijo Chris. – Es normal que nos oigan.
¿Nos entienden?
- Creo que no. Pero
el Demonio está nervioso: sabe que hay gente cerca y tiene miedo de que logres
despertar a Paul.
- Lamentablemente no
puedo. Ya lo he intentado. No es un sueño normal, sino un sueño inducido.
Necesito que ahora le digas algo a Paul, y tienes que intentar que sólo lo oiga
él. Dile que deje que le arrastre al borde.
- ¿¡Qué!? – preguntó
Nick, horrorizado.
- Hazlo, Nick. Que
le lleve al borde, y que le tire, pero que caiga con él.
- ¡Se matará! Si
muere en su sueño morirá en la vida real.
- Paul puede
levitar. Este es el momento de probar su poder. Sólo tiene una oportunidad. Si
el demonio cae será derrotado.
Nick le miró con
muchas dudas, pero decidió confiar en él. Buscó en el cerebro de Paul. Ya había
aprendido a hacerlo. Sabía cómo tenía que hacer para comunicarse
telepáticamente.
"Paul"
"¿Nick?"
"El mismo"
"¿Tú también
estás en mi sueño? ¡No te veo!"
"No, Paul. Yo
estoy fuera. Telepatía ¿recuerdas?"
"¿Estás en mi
cabeza?"
"Algo así.
Paul, vamos a sacarte de esta"
Paul le dio un
puñetazo al demonio e hizo que retrocediera. El chico iba ganando, pero
empezaba a notar el cansancio y el demonio, en cambio, no parecía agotarse.
"¿Vamos?"
"Mi padre está
conmigo"
"¿Y por qué
rayos no me ayuda? ¿No se supone que es mi perro guardián?"
Paul empujó a su
atacante, y jadeo. Nick percibió su miedo.
"Mejor que él
no te oiga llamarle así. Te está ayudando. Yo soy la ayuda. Ahora calla, y
escucha. Tienes un poder: utilízalo. Haz que ese cerdo se caiga. Tiraros los
dos"
"Estás
sugiriendo un suicidio, man"
El miedo de Paul
alcanzó cotas paralizantes. No entendía bien lo que estaba pasando. Nick le
entendía perfectamente: él se había sentido igual en sus diversas experiencias
demoníacas.
"No si levitas.
Vamos Paul, saca esas alas mariposa y vuela para que yo te vea"
"¿Alas de
mariposa? Cuando salga de aquí te voy a dar una paliza"
"Eso es lo que
quería oír"
Paul gruñó, pero
hizo lo que le pedía. Alcanzó el borde de la plataforma nubosa en la que se
encontraba y se abrazó al demonio. Forcejearon, y luego ambos cayeron al vacío.
Y cayeron….y cayeron….
"¡PAUL!"
Justo cuando ya
temía por la vida de su amigo, vio que la caída de Paul se detenía. Y al
segundo siguiente, Nick se vio expulsado de aquél sueño. Los dos jadearon a la
vez cuando Paul se despertó.
Chris había asistido
a todo esto con una creciente impotencia. No sabía lo que estaba ocurriendo en
la cabeza de Paul, pero se sentía inútil por no poder hacer nada. Aquél debía
de ser un demonio menor…hasta Leo se había enfrentado a uno una vez y venció.
Pero Paul era un brujo menor también, al menos de momento, y era evidente que
no sabía cómo enfrentarse a esa clase de enemigos. Se tranquilizó mucho cuando
le vio despertar. Abrazó a Nick.
- No puedes hacerte
una idea de lo orgulloso que estoy de ti ahora mismo – le dijo, sin soltarle, y
casi sintió la sonrisa de su hijo. Luego miró a Paul, y tras dudar un segundo,
le abrazó a él también. – Siento que hayas pasado por esto. En mi defensa diré
que en éste plano nunca he sido luz blanca. Esto es nuevo también para mí.
- ¿En éste plano? –
preguntó Paul, que se sentía muy extraño porque le abrazara. Era incómodo y no
del todo natural. Pero básicamente era bueno.
- Mi yo de un mundo
alternativo viajó al pasado y bla bla blá. Aun no estás preparado para entender
todo eso, pequeño padawan.
- Si yo soy el
padawan…¿tú eres el jedi? – preguntó Paul, siguiendo la broma. Era un gran fan
de Swar Wars, así que la pilló enseguida.
- Yo soy Joda, por
supuesto.
- ¿De qué narices
estáis hablando? – preguntó Nick, notando que de pronto, y por alguna razón,
Paul y su padre parecían amigos de toda la vida. Además, se dio cuenta de que
Chris tenía mano con las personas. Sabía cómo tenía que tratar a cada uno: si
Peter hubiera estado en la situación de Paul ahora no estarían gastando bromas,
sino diciéndose tonterías tiernas y tranquilizadoras. Lo mismo habría hecho de
ser el propio Nick el que se hubiera visto atacado. Pero Paul no era de esos, y
Chris parecía haberlo entendido en seguida.
- ¿No has visto Star
Wars? Chris, tu hijo es un hereje.
Vale, aquello
empezaba a molestar. Nick supo que no era el momento de tener celos, pero le
molestó la repentina camaradería entre esos dos. Paul era SU amigo, no el de
Chris. Y Chris era SU padre, no el de Paul. Que se llevaran así era
antinatural.
- ¿Seguro que estás
bien? – preguntó Chris entones, como para confirmar, aunque en realidad no
había llegado a preguntarlo una primera vez. Nick pensó que se lo estaba
diciendo a él, pero luego entendió que hablaba con Paul y sintió una punzada de
escozor.
"No has sido tú
quien casi se muere" se recordó, pero su sentido común y sus sentimientos
no conectaban muy bien en ese momento.
- Perfectamente,
aunque me duelen las costillas. Es…como una prueba de que ha sido más que un
sueño. Ha ocurrido físicamente y no sólo en mi cabeza.
Chris extendió
entonces su mano, para curarle, y aquello fue más de lo que Nick pudo soportar.
Su padre les curaba a ellos…A Leo, a Peter y a él, porque eran sus
hijos…Sintió…celos…de que lo hiciera también con Paul. Abandonó la habitación
de forma brusca. Por desgracia, Chris tenía demasiadas cosas en las que pensar
como para darse cuenta de que su hijo estaba dolido.
- ¡Wow! ¡Eso ha sido
increíble! ¡Es verdad que puedes curarme! – exclamó Paul, asombrado. - ¿A dónde
ha ido Nick? – preguntó luego, viendo cómo se alejaba.
- A dormir,
seguramente. Eso me recuerda que tú deberías hacer lo mismo. Ya nada va a
atacarte mientras duermes. Mañana va a ser un día interesante. Creo haber
averiguado muchas cosas, y no veo el momento de compartirlo.
- Será mejor que me
vaya a casa, entonces.
- Estás tonto si
crees que voy a dejar que te vayas tú sólo a las tres de la mañana.
- Confiaba en que me
orbitaras.
- Estás tonto si
crees que voy a orbitarte y a dejarte sólo en tu casa a las tres de la mañana –
insistió Chris.
- Bueno ¿pues
entonces? – preguntó Paul, exasperado.
- Te quedas aquí,
por supuesto. Tenemos una habitación de invitados o si le prefieres en el salón
hay un sofá-cama.
Paul le miró con
infinita gratitud.
- El sofá-cama suena
bien.
Así que, un rato
después, Paul dormía plácidamente en el sofá de la mansión Haliwell, más
contento que en mucho tiempo. Y esa felicidad no tenía nada que ver con la
euforia de haber derrotado a un demonio, sino con el hecho de que Chris
Haliwell había entrado en su vida.
A la mañana
siguiente, Leo fue el primero en despertar. Hacía mucho tiempo que eso no
pasaba: Peter siempre se levantaba antes que él y por lo general era su padre
quien le despertaba. Aun en pijama, y con sus pasitos de pajarito, fue a la
habitación de Chris para ver qué hacía. Vio que su padre dormía y se acercó tiernamente
a darle un beso. Dudó sobre meterse un ratito en la cama con él, pero no quería
despertarle. Decidió entonces ir a la habitación de Peter. Su hermano dormitaba
en la cama, pero Leo sabía que no estaba dormido del todo: Peter hablaba en
sueños y también se movía mucho. Efectivamente, cuando se acercó y se puso casi
junto a él, Peter abrió los ojos de golpe, dándole un buen susto. Leo soltó un
grito y una risita.
- ¡Qué susto me has
dado!
- Eres tú el que se
ha colado en mi cuarto con la discreción de un asesino, peque. – respondió
Peter, sonriendo también, y sentándose en la cama. Le hizo un hueco y le sentó
junto a él. - ¿Has dormido bien?
- ¡Casi trece horas!
– dijo Leo, como si fuera un record. Peter miró el reloj: eran las once de la
mañana.
- Caray, eso sí que
es dormir bien. No sé si yo he dormido tanto alguna vez. ¿Tienes hambre?
Leo dijo que sí con
la cabeza, y Peter escuchó el sonido de su estómago, como haciéndose eco del
suyo propio. Los dos rieron a la vez.
- ¿Papá sigue
durmiendo? – le preguntó al niño, que asintió. – Estará cansado. Nick ayer
volvió un poco tarde. ¿Quieres que yo vaya haciendo el desayuno?
- ¿Puedo ayudarte?
- ¡Claro!
¿Despertamos a Nick? Con lo que tarda en levantarse, si le despertamos ahora
tal vez bajé a desayunar para esta noche – bromeó Peter, y Leo se rió.
Fueron al cuarto de
Nick y le encendieron la luz, para que se fuera espabilando. Peter, sabiendo
que ya estaba despierto pero que se hacía el dormido, se acercó y le susurró al
oído:
- Esta es mi
venganza por el susto que me diste a noche. Si tienes sueño te aguantas.
Además, ya va siendo hora, que son las once pasadas.
Peter no podía saber
que la noche anterior había sido "especial". Nick había mal dormido
después de lo de Paul, carcomido por la envidia y los remordimientos por sentir
esa envidia que sabía que era injustificada.
Leo y Peter le
dejaron tranquilo, para que se fuera levantando y bajaron a preparar el
desayuno. Nick siguió en la cama un poco más, pero empezó a oír risas en el
piso de abajo, y acabó por salir de las sábanas y empezar a vestirse.
Peter y Leo se
asombraron por ver a Paul en el sofá. Se quedaron quietos y luego pasaron por
detrás del mueble rumbo a la cocina, intentando no despertarle. Irónicamente,
teniendo en cuenta lo difícil que había sido despertarle aquella noche, Paul
tenía el sueño ligero, y abrió los ojos. Se sentó en el sofá, y recordó por qué
estaba ahí. Sonrió, y entonces escuchó una voz a sus espaldas.
- ¿Paul? ¿Qué haces
aquí?
- Oh. ¡Hola Peter!
¡Hola enano! ¿Sabéis que aun estáis en pijama?
Peter se encogió de
hombros, pero aquello le hizo notar que meses atrás no se le hubiera ocurrido
bajar sin vestir. Sonrió.
- ¿Por qué has
dormido aquí? – preguntó Leo con curiosidad.
- Resulta que ayer
un demonio me hizo una visita en sueños. Vuestro padre me dijo que me quedara.
Es una larga historia. Luego os la cuento pero…¿hay algún baño que pueda usar
ahora?
- Claro. En éste
piso hay uno; en el de arriba hay otro. Si te vas a duchar usa mejor el de
arriba: tiene bañera y es super cómodo. Hay toallas en el armario. – indicó
Peter, algo extrañado por hacer de anfitrión. Nunca había tenido amigos a quien
invitar a dormir de niño ni la oportunidad de hacerlo debido a que su casa era
un orfanato. Y resulta que la primera vez que alguien se queda a dormir a su
casa, es porque le invita su padre. Raro, sin duda.
Paul le sonrió, y
subió las escaleras. Había estado una vez en aquella casa y más o menos se
acordaba de la distribución. Peter y Leo le observaron, aun sorprendidos.
- ¿Ha dicho que un demonio
le visitó en sueños? – preguntó Leo.
- Sería una metáfora
– respondió Peter. Leo le miró con cara de no entender – Me refiero a que…es
una forma de hablar. Digo yo. Ya nos contará. Ahora vamos a la cocina, que me
muero de hambre.
Mientras ellos cocinaban
y reían, Paul se duchaba y Nick se vestía. Cuando acabó de vestirse, Nick fue
al baño a lavarse la cara y a aliviar algunas necesidades. Abrió la puerta…y
vio a Paul, envuelto en una toalla. Quizá porque estaba de mal humor porque le
hubieran despertado cuando aún tenía sueño, quizá porque aún le duraba la
sensación de celos del día anterior, o quizá porque aquella era SU toalla, Nick
estalló.
- ¿Qué haces aquí? –
le preguntó, con el tono más borde que pudo emplear. Paul pareció sorprendido
por la intrusión y por aquella forma de hablar.
- Eh…acabo de
ducharme. Iba a… iba a vestirme.
- Esa es MI toalla.
- Ah. No… no lo
sabía. Tu hermano dijo que había toallas en el armario…
- Mi padre debió de
meterla ahí por error. Es mía. – dijo Nick, en el mismo tono venenoso.
- Bueno, vale…Lo
siento, Nick, pero…ya…ya la he cogido. ¿Ibas a usarla?
- ¡SI!
Paul parpadeó, sin
entender qué mosca le había picado. Se colocó un poco el pelo. Como lo tenía
corto no hacía falta que se lo secara.
- Gracias por lo de
ayer – dijo, para intentar aplacar un poco el mal humor de su amigo.
- No te habría
ayudado de haber sabido que te ibas a quedar a dormir.
- Me lo dijo tu
padre…
- ¡PUES TENÍAS QUE
HABERLE DICHO QUE NO!
- Nick, ¿cuál es tu
problema? – preguntó Paul, cada vez más confundido.
- ¡Mi problema eres
tú! – gritó Nick.
- ¿Yo? ¿Y yo qué te
he hecho?
Buena pregunta. ¿Qué
había hecho Paul? Entrometerse en su vida. Llevarse bien con Chris. Usar su
toalla.
- ¡Existir! – bufó,
al final.
En ese momento,
atraído por los gritos, un recién levantado Chris, con su pelo de recién
levantado y su pijama de recién levantado, apareció por la puerta.
- ¿Qué ocurre?
- ¡Esa es mi toalla!
– espetó Nick, señalando a Paul. El aludido le miró con cara de "¿Pero qué
le pasa a tu hijo?"
- Pues déjasela, y
listo. Será por toallas.
"¿Y qué será lo
próximo? ¿Mi habitación? ¿Mis cosas? ¿Mi padre?" pensó Nick con amargura.
- Esa es la mía, y
no se la dejo.
- Nick, creo que tus
modales se quedaron en la cama. Ve a por ellos y discúlpate.
- ¡Que se disculpe ÉL
por coger MI toalla!
- ¡Nick! – avisó
Chris, tan molesto como sorprendido. Nick no era excesivamente egoísta. ¿Toda
esa rabieta infantil por una toalla? Tenía que haber algo más, detrás.
Justo entonces
apareció Ariel, meneando el rabo, buscando alguien que la hiciera caso.
Juguetona, empezó a lamer los pies descalzos de Paul, que se rió porque le
hacía cosquillas.
- ¡NO TE ACERQUES A
ELLA! – chilló Nick, y apartó a la perra de forma brusca. Tan brusca que la
hizo daño. Ariel se revolvió y le dio un mordisco. No apretó, era más como un
mordisquito de advertencia, pero Nick retiró la mano, con perplejidad. Chris se
la agarró y la examinó, para ver que no tenía herida.
- Nick, vete a tu
cuarto ahora mismo. – ordenó Chris.
- Ni hablar.
- ¡Que te vayas! –
repitió Chris, elevando la voz.
Ese "que te
vayas" le sonó a Nick como otra cosa. Como que no era una compañía tan
bien recibida como Paul. Se fue, lleno de rabia y, aunque lo escondía bien,
dolor.
Paul se agachó y
acarició a la perrita, algo incómodo por la tensa situación. Chris se giró
hacia él y vio que el chico aún estaba envuelto en la toalla.
- Te dejaré para que
te vistas. ¿Necesitas ropa limpia? Puedo dejarte algo de Nick, o de Peter.
- Será mejor que no
use nada más de nadie, por el momento. – musitó Paul, muy bajito, concentrado
en el cachorro. – No necesito nada, muchas gracias.
- Siéntete como en
casa – dijo Chris, y salió del baño.
Entró en el cuarto
de Nick bastante molesto. Paul se sentía mal, y con razón, después de cómo Nick
le había tratado. Era su invitado, y un amigo. ¿Por qué le había tratado así?
Nick no siempre era amable y educado, pero solía tener un motivo para ser
descortés. Paul no había hecho más que usar una toalla. Eso no era un motivo
válido. No para Chris. Fulminó a su hijo con la mirada.
- ¿En qué mundo
crees posible que yo te permita que le hables así a un invitado? – le preguntó,
con enfado.
- ¡No es mi
invitado!
- Es el mío, y tu
amigo. Has sido borde con él y…¿es esa forma de tratar a Ariel? – dijo Chris,
enfadándose más. - ¿Dónde has aprendido a tratar de esa forma a un animal
indefenso?
- En el orfanato
–musitó Nick, y Chris recordó sus antecedentes. Lamentó haber hecho aquella
pregunta. No iba en ese sentido. – Pero no quería hacerla daño.
- ¡La has apartado
de Paul como si fuera contaminante! No vuelvas a tratarla así en tu vida, Nick,
porque ese no eres tú. Si te hubiera hecho daño al morderte me hubieras puesto
en una situación en la que no quiero estar. No puedo permitir que ella os haga
daño.
Nick entendió lo que
estaba insinuando.
- ¡No papá! ¡Ariel
no es peligrosa!
- Pero puede serlo.
Los perros no son malvados, hijo. Son como les tratan. Últimamente apenas la
hacéis caso y si vas a empezar a tratarla mal, entonces no te extrañe que un
día te muerda, y te haga sangre. Si te has cansado de ella...
- ¡No, no, no! –
negó Nick casi llorando, y enfatizando con la cabeza. – La trataré mejor, te lo
prometo.
- Bien. Y ahora, ven
aquí – dijo Chris, sentándose en la cama. Nick se acercó a él, suspirando.
Chris le bajó la ropa y le puso sobre las rodillas.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- No puedes ponerte
así por una estúpida toalla, Nick.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
Chris le levantó, le
colocó la ropa, y le obligó a mirarle. Nick tenía los ojos húmedos.
- Considera esto una
advertencia. Si no vas ahí y te disculpas ahora mismo te daré la versión
completa. ¿He sido claro?
Nick asintió, y
parpadeó, pero al hacerlo no pudo luchar más contra las lágrimas y dejó que
cayeran, imparables, por su rostro. Casi al momento empezó a sollozar. Chris le
abrazó, sin entender qué estaba sucediendo. Decidió que tenía que ser culpa
suya e hizo por suavizar su tono y sus palabras.
- Sólo quiero que
seas amable, Nick. Sé que sabes hacerlo, corazón. Sé que Paul te cae bien,
además, así que no entiendo por qué te has puesto así contra él.
Nick le devolvió el
abrazo y lloró un ratito más, sintiéndose mejor al hacerlo, como si lo que
necesitara fuera desahogarse un poco.
- Él te cae muy
bien. Puedo ver cómo os habláis, cómo bromeáis, y… y… le curaste. Y le
invitaste a dormir. Y luego usó mi toalla…
Nick siguió
llorando. Chris intentó leer a través de sus palabras. Su hijo trataba de
decirle algo. Se esforzó por ver qué era.
- ¿Te molesta que me
caiga bien? – preguntó, con voz dulce. Nick sabía que su forma de sentirse no
tenía mucha lógica pero no podía evitarlo. Aun así, tenía que lograr no sonar
como un estúpido.
- Tu hijo soy yo… -
dijo, muy bajito. En respuesta, Chris le besó en la frente. Por fin entendía de
qué se trataba todo.
- Claro que eres tú,
cielo. Tengo tres hijos estupendos y nada ni nadie va a cambiar eso. Me
preocupo por Paul, como luz blanca y…tal vez, tal vez como amigo. Creo que
necesita ayuda y tal vez yo pueda ayudarle. No tienes motivos para estar
celoso, corazón. Mi vida eres tú. – le aseguró, y le dio otro beso. – Además,
Paul es más bien como el hermano pequeño molesto y preguntón. El que tendría
que tener envidia en todo caso es Wyatt.
Con eso último
consiguió lo que quería, y Nick sonrió un poco.
- ¡No quiero tener
que llamarle tío Paul!
- No,
definitivamente no. Suena fatal. – dijo Chris, y deshizo el abrazo. - ¿De
verdad has pensando que tenías algo que envidiarle a Paul?
- Sé que… sé que no
es lógico pero… yo me…me sentía así.
- ¿Y ahora?
- Ahora tal vez no.
¿Yo también soy como el hermano pequeño molesto?
- No. Tú eres el
hijo celosón y desobediente – respondió, y le revolvió el pelo – Pero con un
corazón así de grande. – acabó, enfatizando con las manos. – Ahora, si ya has
terminado de decir tonterías, será mejor que bajemos. Hay que desayunar y
quiero hablar con todos vosotros, hijos y hermanos postizos. Ayer averigüé
algo.
El brillo de
entusiasmo en los ojos de su padre picó la curiosidad de Nick. Chris parecía un
niño que había descubierto un juguete fantástico. No solía verle así con nada,
y por eso se levantó y salió de la habitación, impaciente por ver qué les tenía
que decir.
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