Chapter 50: Metamorfosis
N.A.: Sé que éste
fic lo lee gente que no ha visto la serie. Por eso a veces hago aclaraciones
que pueden parecer obvias para los que sí la han visto. Pensando de nuevo en
ellos, voy a hacer una lista con los miembros de la familia Haliwell y sus
poderes. ¿Qué quizá tenía que haberlo hecho al principio? Pues sí. Pero nunca
es tarde si la dicha es buena xD Perdón por el tochazo que viene a
continuación. Algunas cosas me las invento, porque la serie no llega a
proporcionar datos más allá de su existencia xD
Piper Haliwell: bruja. Madre de Chris.
Aparte de los poderes básicos de una bruja, como recitar hechizos y hacer
pociones, Piper posee los dones de aceleración molecular y éxtasis temporal. Es
decir, hacer estallar en pedacitos las personas y los objetos (salvo a los
luces blancas, que luego se vuelven a recomponer) y congelar en el tiempo a
todos aquellos que no posean magia.
Leo Wyatt: luz blanca, Anciano,
Avatar. Esposo de Piper. Tiene poderes de luz blanca (orbitar, metamorfosis,
telepatía con sus protegidos, percepción extrasensorial, sanación y levitación
"orbital"); pero además como Anciano puede hacerse invisible, lanzar
rayos y orbitar a otras personas sin establecer contacto físico (los luces
blancas sí precisan el contacto físico). Y como Avatar puede crear ilusiones,
contener los poderes de otros seres mágicos sean del bien o del mal, revertir y
paralizar el tiempo y revivir a los muertos (esto último en circunstancias muy
especiales. Además los poderes de avatar precisan de la intervención de toda la
raza). En la serie se queda sin poderes al final del todo, y se vuelve a
convertir en un humano normal, pero yo eso me lo he saltado a la torera porque
sí, porque me apetecía. Si queréis que le busque una justificación, pues me la
invento xD
¿Qué quiere decir
que Leo es un Anciano? Los Ancianos (en otros países conocidos como
Superiores/Mayores/Elders) son un Consejo de Guías Blancos que vigilan la magia
buena, principalmente a las brujas. Los Guías o Luces blancos son sus
mensajeros y sus agentes. Aunque un luz blanca tiene prohibido matar, un
Anciano tiene poderes de ataque como los rayos. Leo dice alguna vez que los Ancianos
son como los reyes, ellos puede tener cualquier edad, pueden ser muy jóvenes o
viejos. Hay Ancianos de todas las edades, seres mortales o inmortales con magia
del bien. Generalmente los Ancianos no viven en la Tierra y por eso los luces
blancas son mensajeros, ya que las bujas no pueden subir "al cielo".
Como grupo, los Ancianos prefieren mantenerse al margen y permanecer sin ser
vistos cotidianamente ni siquiera entre la comunidad mágica. Esto no es una ley
obligada, sin embargo, y Leo por ejemplo no lo hace, ya que toda su familia
está en la Tierra.
¿Qué quiere decir
que Leo es un Avatar? Los Avatares son un grupo antiguo de seres mágicos,
extremadamente poderosos, que pueden cambiar la estructura del tiempo. Su poder
es a veces descrito como la habilidad de manipular el tiempo y el espacio. Al
contrario de los brujos, demonios, guías blancos, Ancianos, y otros seres
mágicos, se dice que su poder es ilimitado, más allá del bien y del mal. Los
Avatares no pueden ser categorizados como buenos o malos; son neutrales. Su
deseo es cambiar el mundo en base a su diseño haciéndolo perfecto. Quieren
conseguir una Utopía y harán cualquier cosa para mantener ese mundo a salvo y
sin violencia, aunque ello requiera eliminar a personas
"conflictivas". Los Avatares están mágicamente conectados unos con
otros. Si un miembro del colectivo muere, afecta a todos los Avatares,
haciéndolos más débiles y menos poderosos individualmente y como grupo. Su
magia es en cierta forma colectiva también: hacen magia muy poderosa, pero para
ello requieren la energía de todos los miembros del grupo. Aunque se les
considera seres pacíficos, demonios y brujos se aliaron para acabar con ellos
una vez, haciendo una poción que les mataba puesto que no tienen límite a la
hora de conseguir su "Bien Mayor". El mundo no está preparado para su
Utopía, así que permanecen en le sombra.
Wyatt Matthew Halliwell: mitad brujo, mitad
luz blanca. Hijo de Leo y Piper. Hermano mayor de Chris y Melinda. Aparte de
los poderes básicos de un brujo, como recitar hechizos y hacer pociones, Wyat
tiene muchos pero que muchos poderes, que a menudo combina su lado de brujo con
su lado de luz blanca: campo de fuerza en forma de burbuja, telekinesis,
orbitar, proyección astral, conjurar a los muertos, sentir a sus protegidos,
curar, habilidad de usar a excalibur (espada mítica), bolas de energía,
combustión molecular (como Piper), conjurar a otros seres (aunque sean
ficticios) y lanzar energía calorífica para calcinar demonios (aunque no a
demonios cuyo poder sea calcinar, por razones obvias. De ahí que Barbas enviara
a un demonio de fuego a por él). Wyatt es el Dos veces Bendito, lo que le
convierte básicamente en uno de los más poderosos seres mágicos que han
caminado sobre la Tierra. En él se cumple una profecía, y en realidad sus
poderes pueden ser más y no saberlos. Parece que sus habilidades están muy en
comunión con lo que siente. Por ejemplo una vez cuando era bebé y Piper y Leo
estaban peleados, intercambió sus cuerpos sin necesidad de usar un conjuro.
Linda: humana. Esposa de Wyatt.
Organizadora de eventos. Sin poderes [Me la he inventado por completo, y si
queréis ponerle cara viene siendo como Elisabeth de la serie White Collar, o
sea Tiffani Thiessen]
Victoria Johanna Haliwell: bruja. Hija de
Wyatt y Linda. 10 años. Aparte de los poderes básicos de una bruja, como
recitar hechizos y hacer pociones, Victoria puede mover objetos con la mente.
Alexander Haliwell: brujo, con poderes
de luz blanca. Hijo de Wyatt y Linda. Aparte de los poderes básicos de un
brujo, como recitar hechizos y hacer pociones, Alexander puede orbitar.
Christopher Perry Haliwell: mitad brujo y mitad
luz blanca. Hijo mediano de Piper y Leo. Aparte de los poderes básicos de un
brujo, como recitar hechizos y hacer pociones, Chris puede mover objetos con la
mente. Y tiene algunos de los poderes de un luz blanca: puede orbitar, curar y
sentir a sus protegidos.
Leo Haliwell: brujo. Hijo pequeño de
Chris. Aparte de los poderes básicos de un brujo, como recitar hechizos y hacer
pociones, Leo puede mover objetos con la mente.
Melinda Prudence Haliwell: mitad bruja y mitad
luz blanca. Hija pequeña de Piper y Leo. Aparte de los poderes básicos de una
bruja, como recitar hechizos y hacer pociones, Melinda puede mover objetos con
la mente. Puede orbitar y sentir a sus protegidos, pero no puede curar.
Thomas: humano. Esposo de Melinda.
Odia la magia. [Otro que me invento. En mi cabeza es como el actor Eion Bailey,
o "Pinoccio" en Once Upon a time]
Thadeo Haliwell: brujo. Hijo mayor
de Melinda y Thomas. 9 años. Posee los poderes básicos de un brujo, como
recitar hechizos y hacer pociones.
Patrick Haliwell: humano. Hijo
pequeño de Melinda y Thomas. 7 años. Sin poderes.
Emma Haliwell: bruja. Hija pequeña de
Melinda y Thomas. 3 años. Se presupone que puede lanzar hechizos y hacer
pociones, aunque aún no tuvo ocasión de hacerlo. Es telépata.
Phoebe Bennet Haliwell: bruja. Hermana de
Piper. Medio hermana de Paige. Aparte de los poderes básicos de una bruja, como
recitar hechizos y hacer pociones, Phoebe posee los dones de premonición,
levitación y empatía. Es decir, tiene visiones de escenas que van a ocurrir en
el futuro, puede elevarse por encima del suelo haciendo frente a la ley de la
gravedad, y canaliza los sentimientos y los poderes de los demás.
Coop: ser mágico, concretamente
un cupido. Esposo de Phoebe. Tiene 200 años. Sus poderes son: autocuración,
teletransportación por el espacio y el tiempo, eterna juventud, sentir el amor
y ralentizar el tiempo. Todos estos poderes están ligados a su anillo. Si
alguien le coge el anillo podrá usarlo para viajar en el tiempo.
Penélope Haliwell: bruja. 31 años.
Hija mayor de Phoebe y Coop. Aparte de los poderes básicos de una bruja, como
recitar hechizos y hacer pociones, Penélope puede levitar.
Patricia Haliwell: bruja. 28 años.
Hija mediana de Phoebe y Coop. Aparte de los poderes básicos de una bruja, como
recitar hechizos y hacer pociones, Patricia tiene premoniciones.
Pandora Haliwell: bruja. 25 años.
Hija pequeña de Phoebe y Coop. Aparte de los poderes básicos de una bruja, como
recitar hechizos y hacer pociones, Pandora tiene empatía (canaliza los
sentimientos y los poderes de los demás)
Paige Matthews-Halliwell: mitad bruja-mitad
luz blanca. Medio hermana de Paige y Phoebe. Aparte de los poderes básicos de
una bruja, como recitar hechizos y hacer pociones, Paige posee los dones
típicos de un luz blanca: orbitar, metamorfosis (puede tomar la forma física de
otros), telepatía con sus protegidos, percepción extrasensorial, sanación y
levitación "orbital".
Henry: Humano. Esposo de Paige.
Agente de policía. Sin poderes.
Henry Haliwell: Humano. 28 años. Hijo de
Paige y Henry. No tiene poderes.
Samantha y Silvana Haliwell: Brujas. Gemelas.
Hijas de Paige y Henry. 26 años. Poseen los poderes básicos de una bruja, como
recitar hechizos y hacer pociones.
¿Quiénes son las
Embrujadas? Phoebe, Piper y Paige. Usan el Poder de Tres, que es la magia más
fuerte que exista. Al lanzar un hechizo las tres juntas, hacen uso de un gran
poder. Es un vínculo que las une y hace su magia más poderosa, hasta cierto
punto de forma similar a los Avatares.
Días después,
concretamente dos semanas después, la tensión era casi insoportable. Chris
había rodeado la casa de cristales protectores, había lanzado quinientos mil
conjuros, no dejaba que estuvieran solos en ninguna habitación, y cualquier
ruido, sombra, o soplo de viento le hacía pensar que Barbas por fin lanzaba su
ataque. Ninguno de los chicos se había metido en ningún lío, pero porque no
tenían la oportunidad: su padre y a veces su tío, estaban encima de ellos todo
el día. No podían hacer nada solos, así que no podían hacer…nada. Por si tanta
seguridad no fuera exasperante, se acercaba el día del juicio de Derek. Chris
tenía pensado resolver cada cosa a su tiempo. Después del juicio, reuniría a
toda su familia, y dejarían de esperar a que Barbas les atacara: aquello era la
guerra y Chris sabía que tenía que ganarla.
Una de las cosas que
Chris había conseguido en los últimos meses es que la vida de sus hijos fuera
todo lo normal que podía ser dadas las circunstancias. Aquellos días, con su
paranoia, sus planes, y su necesidad de ser fuerte e invencible, ese efecto se
había perdido. Cuando jugaba con Nick, Leo y Peter, no estaba únicamente
jugando con ellos: estaba manteniéndolos a los tres en la misma habitación para
evitar que algo pudiera atacarles mientras estaban solos. No era rudo, ni
borde, pero si empezaba a ser ligeramente militarizante. Era más de lo que
Peter podía soportar. Peter, que odiaba que le controlaran y estaba siendo
sometido a un control excesivo. Peter, que amaba la soledad y llevaba días sin
tener un momento a solas. Peter, que tenía una relación de amor-odio con la
magia y tenía que aguantar que cada vez que iban a salir de casa hubiera que
deshacer varios conjuros que impedían la entrada y la salida de cualquiera. Al
menos, Chris había tenido la decencia de explicarles el por qué de todo
aquello: en sus incursiones en el inframundo, había averiguado por qué Barbas
tardaba tanto. Necesitaba conseguir algo. Algo que le faltaba para lo que
quería hacer con sus hijos. Chris sólo podía imaginarse alguna clase de tortura
inimaginable, y en vista de que el demonio había reunido más
"soldados" de los que ellos podían combatir, Chris estaba dispuesto a
conseguir que nadie pudiera acercarse a menos de treinta metros. Peter entendía
los motivos, pero empezaban a parecerle pocos para tantos inconvenientes.
Además, Chris casi estaba relegando a un segundo plano el problema del juicio,
y para Peter declarar contra Derek era casi peor que enfrentarse a un demonio.
Estaba nervioso, tenía miedo, y le frustraba que fuera imposible hablar con
Chris de algo que no fuera mágico. Quería que su padre fuera el de siempre. Lo
necesitaba. La paciencia de Peter estaba llegando a su límite. Una tarde, estaban
jugando al trivial y Nick se levantó de la mesa:
- ¿A dónde vas?
¡Siéntate ahora mismo! – dijo Chris, en ese tono que empleaba últimamente, que
provocaba ganas de cuadrarse y hacer el saludo militar.
- Voy…voy al baño.
- Irás luego, entre
las 19.50 y las 20.00
Chris había puesto
horarios para TODO, para saber dónde estaban en cada momento. En ese punto,
Peter resopló, y empujó el juego hasta tirarlo al suelo.
- ¿Ahora vas a
controlar también cuando vamos al baño? Ya basta, papá. Casi prefiero que ese demonio
nos ataque. – dijo Peter.
- No digas eso ni en
broma. Controlaré hasta cuándo respiráis si con eso impido que os hagan daño.
Es lo que hay. Ahora cálmate, y recoge lo que has tirado.
- No, no es lo que
hay, es lo que tú has elegido. Pero yo ya estoy harto de vivir con miedo. Lo
bueno de vivir contigo es que no tenía que hacer eso, y no pienso empezar a
hacerlo ahora. – dijo Peter mientras recogía el juego - ¿Y sabes qué? Me voy a
mi cuarto. Sí, a otra habitación. Y voy a cerrar la puerta. Y voy a estar sólo.
Y no va a pasarme nada salvo que probablemente recobre mi salud mental, porque
¡vas a volverme loco!
- Sé que todo esto
es agobiante, pero en cuanto acabe el juicio…
- Exacto, papá, el
juicio. Ese es el verdadero problema aquí. Sinceramente, me da igual tu
estúpido demonio. Creo que tienes miedo por nada. Sí, nos atacó, pero lleva
semanas sin dar señales de vida.
- Ese es justo el
problema, hijo. Eso es lo que me asusta. Sé que piensas que no es peligroso
pero no lo entiendes. Barbas no es un demonio como los demás. Ni siquiera
habita el inframundo. Se ha aliado con nuestro bando en alguna ocasión. No está
con nosotros ni contra nosotros. Hace tiempo que aprendió que no puede con mi
familia. Nosotros le dejamos en paz, y él nos deja en paz. ¿Por qué nos ataca
ahora? Hay algo que quiere de ti, hijo, de vosotros, y no puedo dejar que lo
consiga. Si no, hace tiempo que le habría invocado y pateado de vuelta a…
- ¿Invocado? ¿Puedes
invocarle? ¿Puedes hacer que venga?
- Sí.
- ¿¡Y por qué no lo
has hecho!?
- No sirve de nada
invocar a un demonio que se puede desaparecer – intervino Leo – No puedes matar
a Barbas. Puedes enviarle al inframundo, y en algunos años conseguirá salir.
Pero no puedes matarle, tan sólo torturarle. A papá no le gusta hacer eso, y dado
que Barbas no está sólo no conviene que lo haga. Además, papá también tiene
miedos ¿sabes? Y él si es brujo. Barbas podría matarle muy fácilmente, pero
podría hacer algo peor: quitarle sus poderes. No es buena idea provocar un
enfrentamiento directo entre ellos dos. Ya has visto con qué facilidad hace que
creas cosas que no son ciertas. Es su poder. Si le incapacita de alguna manera
no podrá defendernos. Solo tú has demostrado ser inmune a él, Peter, y eso es
realmente muy extraño, aunque puede que se explique porque no eres brujo. Como
te he dicho, papá si lo es. Pero también es un luz blanca. Sólo ataca cuando
nos atacan. Aun así, no nos estamos escondiendo y no debes pensar que hemos
escogido la opción cobarde. Estamos esperando a que pase el juicio. Entonces,
probablemente, nos enviará a los tres lejos de aquí, y ésta casa se convertirá
en un campo de batalla. Cuando deje de preocuparse por nosotros, podrá
preocuparse por sí mismo. Nos dejará en casa de la tía Melinda seguramente y él
se quedará aquí luchando contra todo aquél que se le ponga por delante. Es algo
que en realidad no queréis ver. Además, no seríais de ninguna ayuda. En
realidad seríais un obstáculo, porque sois dianas andantes que no podéis
defenderos. Así que no, el verdadero problema no es el juicio, sino lo que va a
ocurrir después de él.
Chris estaba
alucinando porque Leo lo hubiera entendido sin que se lo llegara a explicar. Su
hijo demostraba mucha inteligencia y aunque él había evitado decirlo había dado
en el clavo: en cuanto el juicio pasara pensaba enviarles lejos, donde
estuvieran a salvo. Estaba a punto de decir algo, pero Leo no había terminado.
- Por eso creo que
tienes que devolverme mis poderes, papá. Soy bueno con los conjuros, y si me
enseñas puedo ayudarte. Yo no soy una diana. Yo soy un arco. Dame una flecha, y
se la lanzaré.
Chris sostuvo la
mirada de su hijo, y por una vez Leo no fue el primero en apartar los ojos. Se
dio cuenta de que sus hijos habían estado pensando sobre todo esto, y cada uno
había llegado a sus propias conclusiones. Leo parecía muy decidido.
- Te devolveré tus
poderes, Leo, porque es algo que ya había pensado, pero no lucharás conmigo. Te
irás con tus hermanos.
- Tú estás
suponiendo que puedes apartarnos sin que nosotros te lo impidamos – dijo Peter –
Yo no voy a ir a ningún lado.
- Irás, si yo digo
que lo hagas. Ya estarías fuera, de no ser por el maldito juicio.
- El "maldito
juicio" es pasado mañana. ¿Cuándo pensabas decirnos que ibas a mandarnos
fuera?
- Pasado mañana. –
respondió Chris, con toda la tranquilidad del mundo, y algo pagado de sí mismo.
En realidad, estaba acojonado. Jugar al fuerte militar no era nada: lo peor
sería cuando empezaran a volar las balas. Para entonces sus hijos tenían que
estar a kilómetros de allí. Vamos que sí. Como que se llamaba Christopher Perry
Haliwell.
Peter le miró como
si quisiera asesinarle. De pronto el juicio dejó de parecerle tan importante.
Como Leo había dicho, importaba más lo que iba a suceder justo después.
Pantalones de traje,
americana, y corbata. Así es como uno se tiene que vestir para decir
públicamente que el hombre que te llamaba "hijo" te amenazó intentó
secuestrarte, te apuntó con un arma, y te disparó. Peter se miraba al espejo
cuatro horas antes de subir al estrado. Se miraba al espejo y no se reconocía.
¿Quién era ese chico engominado, alto, y trajeado, que aparentaba estar
haciendo lo correcto, pero que por dentro estaba lleno de dudas y temores?
- ¿Estás bien? –
preguntó Chris, detrás de él. Le estaba "dando su espacio", aunque no
dejaba de estar en la misma habitación. El único motivo de que Nick y Leo no
estuvieran allí también es que estaban abajo con Wyatt. Su padre, su gemelo y
su tío también tenían que declarar en el juicio, porque eran testigos
presenciales como él. Pero Peter sabía que al que iban a acribillar a preguntas
era a él.
- Sí – respondió de
forma seca.
- ¿Sabes lo que
tienes que decir? El abogado está dispuesto a repasarlo una vez más si…
- Tengo que decir la
verdad y no dejarme nada – cortó Peter- No es algo de lo que pueda olvidarme
fácilmente, así que eso no será un problema.
Chris suspiró. Se
puso de pie, y se acercó a él. Le apretó los hombros con cariño.
- Siento mucho todo
esto, cielo. Y siento que todo se haya juntado. También lamento haber estado
tan neurótico, pero prefiero pasarme de precavido a cometer un descuido
imprudente.
Peter no dijo nada,
y se abrochó los botones de las mangas. Estaba serio. Era difícil decir si
estaba enfadado, pero Chris sabía que algo molesto sí que se sentía. Molesto
contra él.
- ¿Quieres que
hablemos?
- ¿Ahora quieres
hablar? ¿No hay ningún conjuro que quieras lanzar, o alguna puerta que tengas
que comprobar que está bien cerrada?
- No te he dejado de
lado, tesoro. Sé que piensas que no le doy importancia al juicio, pero te
equivocas. Es que, en un orden de prioridades me preocupaba más que no llegaras
vivo a él.
Peter sabía que
Chris tenía razón y en cualquier caso, en ese momento no quería discutir con
él. Quería tenerle a su lado. Así que se comió su enfado, y dejó que le
arreglara la corbata.
- ¿Por qué crees que
Barbas no ha atacado todavía? ¿Por qué no hizo nada cuando fuiste al inframundo
y averiguaste quiénes estaban de su lado? ¿Tanto tarda en conseguir eso que
necesita?
Chris le miró y supo
que tenía que ser sincero.
- Creo que está
jugando con nosotros. Que está esperando a que cometa alguna tontería, y os
deje solos.
En ese momento sonó
un móvil. Chris lo cogió sorprendido pues no esperaba ninguna llamada.
- ¿Dígame?
- ¿Chris?
- ¿Tía Phoebe?
¡Hola!
- ¿Habéis salido ya?
- ¿Hacia el juzgado?
No.
- No lo hagáis.
- ¿Qué? Tía,
tenemos…
- He visto a Barbas
llevándose a tus hijos, a los gemelos. En plena calle.
- ¿Una premonición?
Tía ¿estás segura?
- Por completo.
- Gracias. Luego te
llamo – dijo Chris, y colgó.
Miró a Peter sin
saber qué hacer. Bueno, sí, sí lo sabía: no iban a ir al juicio, claro está.
Pero tampoco podía decirle a su hijo que Barbas por fin se había decidido a
atacarles. Peter ya tenía demasiada presión encima, y eso en parte era culpa
suya.
- ¿Quién era?
- Phoebe.
Peter hizo un
esfuerzo de memoria. No es que no recordaba a la mujer: la había visto varias
veces y había hablado con ella alguna vez por teléfono. Es que a veces le
costaba recordar los parentescos. A veces simplificaba diciendo "tía
Phoebe" pero en realidad era su tía abuela.
- ¿Qué quería?
Chris guardó
silencio, mientras intentaba pensar en una respuesta.
- Dime la verdad,
papá – le pidió, adivinando que quería ocultárselo. Chris suspiró.
- Ha visto algo. Con
sus poderes. Piensa que ir al juicio es peligroso. Que….que Barbas os
encontrará por el camino.
- ¿O sea, que no
vamos?
- No voy a poneros
en peligro.
- ¿Es legal?
- Me da igual si lo
es o si no.
Peter le miró,
pensativo.
- Me dijiste que las
premociones engañan. Que son imágenes sueltas.
- ¿Qué quieres
decir?
- Si es cierto que
Barbas está acostumbrado a luchar con vosotros, conocerá todos vuestros
poderes. Sabe lo de las premociones.
- Lo sabe – le
confirmó Chris.
- ¿Y si es una
trampa?
Chris maldijo
interiormente. Entendía el punto de Peter. ¿Y si lo que Barbas quería era que
se quedaran en casa? Las premoniciones mostraban caminos, pero no resultados.
Interpretarlas era tan importante como conocerlas. No sería la primera vez que
cometían un error por suponer algo que no era ante una visión del futuro. Pero
entonces…¿qué podía hacer?
- Hay una solución
muy sencilla – dijo Peter.
- ¿Ah sí? – preguntó
Chris, que no la veía.
- Phoebe ha visto
que nos atacaban mientras íbamos al juicio ¿no? Pues orbitemos. Aparezcámonos
en los alrededores del juzgado, y así su visión no podrá cumplirse. De todas
formas, sabes tan bien como yo que tenemos que ir, papá. Uno no puede
simplemente ignorar una citación.
Tras unos segundos
de meditación, Chris se dio cuenta de que Peter tenía razón.
- Orbitaremos.
- Peter
Adam Haliwell, ¿jura decir la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad
con la ayuda de Dios?
- Lo juro.
- ¿Entiende que
faltar a la verdad podría considerarse obstaculizar la justicia y penalizarse
como un delito de complicidad?
- Lo entiendo.
Llegar al juzgado no
había sido ningún problema. Efectivamente, orbitaron, y no pasó nada.
Peter casi deseó que
sí hubiera pasado. Lo deseó con todas sus fuerzas en cuanto se cruzó con Derek.
Fue sólo durante unos segundos, pero se sostuvieron las miradas. Derek iba
esposado y custodiado por la policía. Y aun así, Peter tuvo miedo. Y fue
plenamente consciente de que, en gran medida, el destino de aquél hombre
dependía de él. Peter se dio cuenta de que pensaba en él como si fuera un
desconocido. Que había pasado más tiempo con ese hombre que con Chris, y aun
así era al segundo al que sentía como un padre. Era al segundo al que agarraba
en busca de fortaleza. Se dio cuenta de que por Derek no sentía ya ningún
afecto. Que quizás nunca lo había sentido, y lo que había tenido era más bien
"ganas de quererle". Pero por muchas ganas de querer a Derek que
hubiera tenido, y por mucho que hubiera deseado que Derek le quisiera a él, su
relación se había basado en el miedo y la dominación. Chris tampoco había
sabido bien cómo tratarle al principio, pero luego había cogido el hábito de
decirle que le quería, y eso era algo que a Peter le encantaba. ¿Tanto le
hubiera costado a Derek decir lo mismo alguna vez, aunque no fuera cierto?
Peter se dio cuenta
de que le habían hecho una pregunta. Ya no estaba en el pasillo, sino en el
estrado declarando, y no se podía permitir esas distracciones. Aquél era el
momento que había temido durante semanas. El fiscal le miraba a la expectativa,
pero él no se había enterado.
- Lo siento, ¿puede
repetir la pregunta?
- ¿Reconoce al
hombre que está sentado en el banco de los acusados?
- Sí, señor. Es
Derek Franklin.
- ¿Qué clase de
relación tiene con él?
Peter lo pensó bien.
Cada contexto requería una respuesta. Si se lo hubiera preguntado Chris hubiera
respondido que ninguna, pero no estaba en casa con su padre, sino en un juicio,
ante un fiscal y muchos desconocidos.
- Me adoptó hace
cuatro años.
- Pero ahora no vive
con él.
- No, señor. Vivo
con Christopher Haliwell. Mi padre.
Decir aquello le
sentó muy bien, y pudo ver, al desviar la mirada un segundo, que a Chris le
sentaba igual de bien desde el banco que compartía con Nick, Leo y Wyatt.
- Así que ya no vive
con el señor Franklin…¿Es más feliz ahora? -preguntó el fiscal, mirándole con
aprobación. Esa clase de respuestas le gustaban a aquél hombre, cuya misión era
conseguir que encarcelaran a Derek.
- ¡Protesto,
señoría! – intervino el abogado de la defensa - ¡La pregunta pretende dirigir
la respuesta del acusado!
- Se admite. – dijo
el juez. - Reformule la pregunta, fiscal.
- ¿Cuál es el motivo
de que no viva con el señor Franklin? – preguntó entonces el fiscal.
- Le quitaron mi
custodia.
- Por malos tratos.
¿Es eso cierto señor Haliwell?
A Peter se le hacía
raro que le llamaran "señor Haliwell" y casi esperó a que respondiera
su padre. No tuvo ocasión de decir nada, sin embargo, porque el abogado de la
defensa volvió a intervenir.
- ¡Protesto! La
causa a sobre escrito.
- Denegada. Responda
a la pregunta, señor Haliwell.
- Sí, señor, le
quitaron mi custodia por malos tratos.
- Y le enviaron a la
cárcel. ¿Ha mentido algún contacto con él desde entonces? ¿Por carta, o con
alguna visita?
- No, señor.
- ¿Ha vuelto a verle
desde entonces hasta el día de hoy?
- Sí, señor. Hace un
mes, y dos semanas.
- ¿En qué
circunstancias?
- En Nueva York, en
un viaje familiar, con mi tío y mi hermano gemelo.
- ¿Está seguro de
que fue en Nueva York?
Peter sabía que la
pregunta era importante, porque implicaba que Derek había violado la
condicional.
- Sí, señor. En
Disney Land.
El fiscal sonrió un
poco.
- ¿Y está seguro de
que al hombre al que vio era Derek Franklin?
- Sí, señor.
Totalmente.
- ¿Habló con él?
- Sí, señor.
- Tengo aquí una
transcripción de su conversación, según lo que usted declaró en el juzgado de
instrucción previo a la vista del día de hoy. Voy a leerle algunas líneas. ¿Le
dijo el acusado "si vienes ahora conmigo, no les haré nada"?
- Sí.
- ¿A quiénes se
refería?
- A mi hermano
Nicholas, a mi padre, y a mi tío.
- ¿Le dijo el
acusado "me las pagarás por esto"?
- Sí.
- ¿Lo interpretó
usted como una amenaza?
- Sí.
- Pata acabar, señor
Haliwell, y gracias pos su paciencia, ¿le amenazó el señor Franklin con un arma
de fuego?
- Sí.
- ¿Le disparó con
ella?
- Sí.
- No hay más
preguntas, señoría. - dijo el fiscal, muy pagado de sí mismo. Se giró hacia el
abogado de la defensa, y le dijo – Su testigo.
Peter apretó las
manos alrededor de la tela de su pantalón. Ahí venía la verdadera prueba. El
hombre que iba a hablar con él a partir de entonces iba a intentar que declararan
inocente a Derek. Para ello seguramente iba a ponerle trampas y a intentar que
dijera algo inapropiado. Peter miró a su padre para reunir valor.
El abogado se acercó
a él, y se puso a muy poca distancia del estrado en el que estaba sentado
Peter. Le sonrió.
- Muchacho, ¿te han
explicado tus derechos? ¿Te han dicho que no estás obligado a declarar?
Con que iba a
intentar ser su "amigo". Peter le miró con frialdad.
- Conozco mis
derechos a la perfección, gracias por su interés.
- De nada. Es solo
que me sorprende ver a un hijo declarando en contra de su padre. Eso no está
nada bien, chico.
- Protesto, señoría
– intervino el fiscal. – Pretende claramente dirigir al testigo, y eso ni
siquiera ha sido una pregunta.
- Denegada, pero
vaya al grano, abogado.
- Derek no es mi
padre. Mi padre es Christopher Haliwell. – respondió Peter, masticando las
palabras. Sus ojos evitaban cuidadosamente la figura de Derek, pese a que le
tenía en frente.
- Lamento
desilusionarte, muchacho, pero me temo que eso no es así. El señor Haliwell es
tu padre de acogida. Aún no has sido adoptado.
- La burocracia es
lenta – respondió Peter, con calma, y aquello hizo reír a alguna de las
personas de la sala. El abogado pareció impacientarse. No le interesaba que
Peter se ganara al jurado.
- En cualquier caso,
mi cliente sí llegó a adoptarte formalmente.
- Y luego le
quitaron mi custodia.
- Protesto, señoría.
¿Va a hacer alguna pregunta? – intervino de nuevo el fiscal, con voz teatral y
gesticulando. En aquél teatro que era el juicio, ese hombre tenía el papel
principal. Peter pensó que era una suerte que estuviera de su parte.
- Pregunte algo al
testigo o déjele bajar del estrado, abogado. – dijo el juez, casi von voz
aburrida. Peter decidió que aquél hombre no le caía bien. ¿Cómo podía aburrirse
si estaban decidiendo si el hombre que le había destrozado la vida merecía ir a
la cárcel?
- Intentaron
adoptarte varias veces, Peter. – prosiguió el abogado de la defensa, toda
actitud amistosa extinguida – Pero tú no querías separarte de tu hermano, así
que te negaste a comer hasta casi enfermar. Y conseguiste lo que querías
¿verdad? Te devolvieron al orfanato. Mi cliente sólo quería darte un hogar,
pero tú no estabas dispuesto a vivir sin tu hermano. ¿Cierto?
Peter apretó los
puños hasta hacerse daño. Entonces, aquello fue un caso, por unos segundos. El
fiscal y el abogado de la defensa hablaron a la vez, a gritos, tapándose
mutuamente.
- ¡Protesto,
señoría! ¡No es al testigo a quien se está juzgando!
- ¡El testigo es
menor de edad! ¡Es un niño ahora, y lo era entonces! No quiere vivir con mi
cliente, y está dispuesto a lo que sea para conseguirlo.
- Orden, orden en la
sala – exclamó el juez, golpeando con el mazo. – Retire su pregunta, abogado, o
desestimo toda la declaración.
- Aún no he preguntado
nada, señoría.
- ¡Pues hágalo de
una vez! – ordenó el juez, y a Peter empezó a caerle un poquito mejor. El
corazón le latía a mil por hora. El abogado estaba insinuando que todo aquello
era una vendetta suya contra Derek, que puede que incluso nunca hubiera sido
maltratado. Hubo un tiempo en el que Peter se pensaba que se merecía el trato
que Derek le daba, pero aquello había quedado atrás. Peter tenía muy claro que
se estaba defendiendo, que había sido tratado injustamente, y que aquél hombre
quería hacerle quedar como un idiota para darle una oportunidad a Derek, que de
otra forma no la tenía.
- ¿No es cierto,
Peter, que mi cliente te abrazó nada más verte? ¿Qué actuó como un padre que
lleva años sin ver a su hijo? ¿Es cierto o no?
- Es cierto, pero…
- ¿No es cierto que
no te guardaba rencor por haberle enviado a la cárcel?
- ¡No le envié a la
cárcel! – gritó Peter, sin poder contenerse más - ¡No me hable como si fuera un
niño que se ha portado mal y ataca a su padre para salirse con la suya! ¡Ese
hombre me maltrató! Casi me mata. Por eso le encarcelaron. Salió de la cárcel y
vino a buscarme. Pretendía secuestrarme.
- Bueno, bueno,
Peter. Cálmate. Veo que tienes mucho carácter. – dijo el abogado, y por alguna
razón sonreía. Peter entendió que había pretendido precisamente eso: enfadarle.
- ¿Fue ese mismo carácter lo que te llevó a atacar a mi cliente hasta llevarle
al hospital? Tiene secuelas, Peter. Está ciego de un ojo ¿lo sabías?
Peter no lo sabía.
Se quedó congelado, sin decir nada, y por primera vez en todo el proceso, miró
a Derek. El hombre rubio le observaba con las manos entrelazadas y expresión
seria. El mismo hombre que le había dicho que la próxima vez que se vieran, le
mataría. Peter supo que no debía sentir compasión de él. No debía, porque si
por alguna razón Derek no iba a la cárcel, Barbas no iba a ser el único ser
maligno en querer acabar con él.
- Los niños tienen
mucha imaginación. – prosiguió el abogado – Y…
- Protesto
encarecidamente, señoría. – dijo el fiscal, y a Peter le pareció que ya no
estaba jugando al juego de los actores. Que a aquél hombre le movía por primera
vez el sentido de la justicia y que iba a defenderle con todas sus armas – Ese
no es el motivo de ésta vista, y ya se demostró que el acusado era culpable de
haber maltratado al testigo. Hay documentos, fotografías, y testigos que lo
sostienen, y al ponerlo en duda el abogado sólo pretende desprestigiar al menor
para que su declaración no sea tomada en serio. Sabe que su teoría es
insostenible, pero no le importa, con tal de calumniar al testigo.
- Se acepta. Le
sugiero a la defensa que replanteé su estrategia y que vaya concluyendo.
Hubo un momento de
silencio. El abogado intercambió una mirada con Derek y luego se giró de nuevo
hacia Peter.
- Tal como declaró
mi cliente, puede que cometiera un error contigo en el pasado. Ya pagó por
ello. ¿Pretendes vengarte de él, cuando es ya un hombre reformado?
- No está reformado.
Puede que ni siquiera sea un hombre – respondió Peter, con odio. – No es una
venganza. Si fuera una venganza le habría matado por intentar secuestrar a mi
hermano y amenazar a mi familia, pero mi tío me lo impidió. Eso fue una
venganza. Esto es justicia.
- Que conste en acta
que el testigo ha amenazado de muerte a mi cliente.
- Que conste en acta
que el testigo no se ha dirigido al acusado, por lo que no se puede considerar
una amenaza, y que el cliente del abogado es un desalmado que aterrorizó,
amenazó, hirió y humilló al testigo.
Hubo otro momento de
silencio. El abogado respiró hondo, y continuó.
- ¿Es cierto que
fuiste a ver a mi cliente al hospital?
- Sí.
- ¿Es cierto que
allí le amenazaste?
- No.
- Mi cliente dice
que sí.
- Su cliente miente.
Usted también ha intentado mentir antes, intentando hacerme quedar como si el
agresor fuera yo. El que me amenazó en ese hospital fue él. Me dijo que si
volví a verme no fallaría el tiro. Tiro que, por cierto, es el motivo de éste
juicio, según creo. La defensa lo está obviando, pero ese hombre que sostiene
que es mi padre me disparó.
- Después de que le
metieras una paliza.
- Después de que
intentara secuestrarme. Si quiere le enseño fotos de las palizas que me metió
él a mí.
- Suficiente. La
defensa ha terminado con el testigo – declaró el juez. – La fiscalía puede
llamar a su siguiente testigo.
Cuando Peter bajó del
estrado, le temblaban las piernas. Chris subió para ocupar su lugar, así que
Peter se sentó junto a Wyatt y dejó que le rodeara con el brazo. Lo cierto es
que apenas se enteró de lo que declaraba su padre, ni de lo que luego declaraba
su hermano aunque éste último debió de decir algo importante sobre su propio
secuestro, que hizo que Derek se hundiera en la silla. Peter no dejaba de mirar
la espalda de Derek, por mirar a algún sitio.
Derek fue declarado
culpable. Sorprendentemente, Peter no sintió ningún alivio. No sentía nada, en
realidad. Apenas fue consciente de que salían de la sala, ni de que Chris le
acariciaba el brazo, cariñosamente. Sólo pareció reaccionar cuando, en las
puertas del juzgado, le abrazó.
- Lo siento, papá.
Fue lo primero que
dijo. Chris le miró sin comprender.
- Siento haber
perdido los papeles.
- Peter, has estado
más calmado de lo que lo habría estado yo. Ese hombre ha intentado manipularte
y ha dicho muchas mentiras. No tienes nada que sentir ¿me oyes? Estoy muy, muy
orgulloso de ti. Has hecho lo correcto. Tienes que estar contento: Derek ya no
será un problema. Esta vez pasará mucho tiempo en la cárcel, y tiene una orden
de alejamiento que ni siquiera permite que esté en ninguna cárcel de San
Francisco. Van a tener que trasladarle a otra ciudad. Se acabó, Peter. Derek no
está. Has ganado.
- ¿He ganado? ¿Y por
qué me siento como si hubiera perdido? ¿Qué es lo que he ganado exactamente?
- Has aprendido una
cosa muy importante: que el bien, al final, siempre triunfa. Que Derek se merece
esto, y mucho más. Ya no hace falta que me creas a mí o a ti mismo: sólo tienes
que creer al juez. Nada de lo que te dijera Derek tiene que volver a
atormentante, porque sus palabras quedan anuladas por sus propios actos. Nunca
más puedes dudar de que el único culpable es él.
Peter abrazó a su
padre, y luego Nick se sumó también. Y Leo. Y Wyatt. Poco a poco, Peter se dejó
inundar por la felicidad, o al menos por la paz, que se suponía que tenía que
sentir. El sentimiento le duró muy poco, porque supo que su padre no tardaría
en decirles que tenían que irse, que había otro problema del que se debían
ocupar. Que era el momento de hacer frente a Barbas. Debido al miedo que Peter
había pasado, pudo entender una cosa: Barbas era el "Derek" de Chris.
Si había algo a lo que su padre temía, era al miedo. Y lo mismo le pasaba a
Wyatt. Confiaban tanto en sus poderes que les daba miedo verse inutilizados
para usarlos. A su padre le quedaba un duro trabajo y él no iba a soportar
estar lejos de él mientras esto sucedía…
Como para alejar
estos pensamientos de la mente de todos, Chris quiso llevarles a tomar helado.
Hacía mucho que no salían de casa para algo que no fuera "necesario".
Aquellas dos semanas Chris ni siquiera había dejado que Peter paseara a la perrita,
sino que lo hacía él mientras Wyatt cuidaba de sus hijos, o viceversa. Pasear
tranquilamente les hacía bien…
-Una familia feliz.
– dijo una voz, a sus espaldas. Christopher se estremeció. Antes de girarse,
supo que era Barbas. Y entonces tuvo mucho miedo, aun antes de que el demonio
usara su poder. Tuvo miedo por lo estúpido que había sido: Phoebe había visto
que les atacaban en la calle, cerca del juzgado…pero no AL ENTRAR, sino…AL
SALIR. Habían orbitado para evitar que la premonición se cumpliera, pero no habían
evitado nada.
De pronto se vieron
rodeados. En medio de llamas demoniacas, empezaron a aparecer seres con mayor o
menor forma humana. La gente normal que paseaba por la calle, gritó y se alejó.
- Barbas, ¿te has
vuelto loco?
- Los limpiadores lo
arreglarán. – dijo el demonio – No sería la primera vez que tu familia les da
algún trabajito.
Los limpiadores eran
seres mágicos que "limpiaban" los desastres que los brujos u otras
criaturas organizaban al usar su magia delante de quien no debía. Pero llegar a
ese punto de imprudencia tenía sus consecuencias. El brujo podía ser juzgado, y
podía perder sus poderes, como poco. Wyatt de bebé había traído algún que otro
problema a su familia, respecto a eso. Generalmente tanto un bando como otro
evitaba llegar a eso: los demonios no dejaban testigos vivos de sus ataques, y
los brujos intentaban que no hubiera testigos.
- Si estabas
dispuesto a atacarnos en la calle ¿por qué has esperado tanto? – preguntó
Wyatt, en posición de alerta. Parecía estar evaluando todas sus posibilidades.
- Es divertido
haceros esperar. Necesitaba la luna llena. Y necesitaba ciertos…utensilios…-
dijo Barbas con aquella voz melosa, y se sacó algo del bolsillo. Era un
colgante. - ¿Lo reconoces, Christopher?
Chris lo miró con
extrañeza al principio, con inseguridad después y con incredulidad al final.
Sí, lo reconocía.
- Ese colgante es
mío.
- No, Christopher.
Era. Era tuyo. Se lo regalaste a alguien ¿recuerdas?
Chris recordaba.
Hacía diecisiete años de lo había dado a una mujer. Su primera mujer. Un
huracán de rizos rojos, pecas, y cierta picardía. Aquella había sido la primera
mujer con la que se había acostado. La única, además de Bianca. ¿Por qué tenía
Barbas aquél colgante? ¿Cómo lo había conseguido? ¿Y que tenía eso que ver
con…nada?
- ¿Qué es ese
colgante, Chris? – preguntó Wyatt con aquella voz grave que ponía justo antes
de empezar a patear demonios. Wyatt era el único de los presentes que no estaba
asustado por el hecho de estar rodeados por dos docenas de seres dispuestos a
matarles. Que lo intentaran. Con él no iban a poder.
- No es nada. No
tiene ningún poder, que yo sepa.
- Tienes razón, en
sí mismo no es nada. Y es bastante feo, si me permites el comentario. No sé
cómo se te ocurrió regalarle esto a una chica. Oh, pero es precisamente el
hecho de que se lo regalaras lo que lo hace tan importante.
- ¿Qué quieres
decir?
Chris sólo intentaba
ganar tiempo. Aun no entendía nada, pero daba igual. Tenía que sacar a Nick, a
Leo y a Peter de allí. Y después empezarían los fuegos artificiales.
- Pronto lo
descubrirás. En realidad, no estoy aquí para hablar contigo. – dijo Barbas, con
calma, y cogió el colgante. Eran las ocho y media de la tarde. Aún no había
anochecido del todo pero se veía la luna. Efectivamente, era luna llena. El
demonio miró el colgante como si fuera un objeto delicado, y dijo sólo una
palabra: - Vraskor.
Wyatt, por instinto,
proyectó un escudo protector. Lamentablemente, con él sólo pudo cubrirse a sí
mismo y a Leo, que era a quien tenía más cerca. Sujetó al niño y esperó a ver
qué ocurría…A ver qué clase de ataque era aquél…
Pero no fue ningún
ataque. Segundos después de decir esa palabra, Peter soltó un grito. Chris
corrió hacia él, pensando que Barbas le había hecho algo. Que le estaba
torturando o provocando alguna clase de dolor. Pero entonces vio sus ojos.
Rojos, como el mismo fuego. Sin pupila. El cuerpo de Peter comenzó a temblar,
sin que Chris pudiera hacer nada. Aumentó de tamaño, de musculatura…Estalló su
camiseta…y se volvió rojo, con franjas negras. Christopher lo supo: lo que
tenía delante era un demonio. Y uno de los que veías y te daban ganas de poner
calle de por medio. El demonio gruñó.
- ¿Qué le has hecho
a mi hermano? – gritó Nick, mientras Chris aún estaba alucinando. Wyatt quitó
el escudo, pero instintivamente colocó a Leo detrás de él. Miró al "nuevo
Peter", pero tampoco quitaba el ojo a la horda de demonios que les
rodeaba, en espera de que atacaran.
- Le he liberado,
Nick. Como voy a hacer contigo – dijo Barbas, y acto seguido volvió a tocar el
colgante, y susurró otra palabra – Adramelech.
De forma idéntica a
lo que había sucedido con Peter, Nick gritó, y luego comenzó a aumentar de
tamaño, hasta estallar su camiseta. Su piel adquirió el mismo color rojo y
rayas negras, pero sus ojos eran amarillos, sin pupila.
- Saluda a tus
hijos, Christopher – dijo Barbas, y se rió – Vraskor y Adramelech. ¿Qué se
siente al saber que te acostaste con una de los nuestros?
Christopher no podía
apartar la mirada de lo que hasta hace un segundo habían sido sus hijos. Apenas
escuchó a Barbas, y desde luego no le entendió. ¿Acostarse con una de los
suyos? ¿Con un demonio?
"El colgante.
¿Por qué ha necesitado el colgante? ¿Qué tiene que ver con quién me acostara o
me dejara de acostar?"
- ¿Necesitas un
traductor? – dijo Barbas - Chicos, saludar a vuestro padre. No quiero ser yo
quien impida éste reencuentro, ahora que por fin habéis descubierto quién os
concibió.
Chris abrió mucho
los ojos.
"¡Mis hijos!
¿Dice que son mis hijos? ¿Que su madre era un demonio y yo me acosté con ella?
¿Que le di el colgante a un demonio….y ahora lo ha usado para…devolverles su
verdadero ser? ¡Nick y Peter son demonios! ¡Y son mis hijos!"
Chris entendió de
golpe muchas cosas. Demasiadas.
Por qué podía sentir
a Nick y Peter, cuando estaban en peligro. Si eran sus hijos, eso quería decir
que eran mitad brujos.
Por qué había
sentido que el mundo se paraba al mirar a Nick a los ojos. No es que hubiera
adquirido un nuevo hijo, es que había encontrado al que ya tenía. Lo mismo
sintió más adelante con Peter.
Por qué eran tan
parecidos a él físicamente.
Por qué compartían
gustos. Por qué se parecían a Leo. Recordó que una vez había dicho en broma si
Nick no era su hermano biológico, porque aborrecía las mismas comidas.
A Chris le dio igual
que fueran demonios. Se olvidó de ese detalle, y pensó únicamente en que eran
SUS hijos. Y él no había estado para ver cómo crecían. Él era el capullo al que
Peter odiaba, al que él mismo odiaba por haberles dejado solos. Era su padre.
¿Cómo es que no lo había sabido?
No tuvo mucho más
tiempo para dedicarle a estos pensamientos, ya que Nick y Peter, o Vraskor y
Adramelech, mejor dicho, habían hecho caso a Barbas y querían
"saludarle"…lo que se tradujo en un ataque en forma de rayo que Chris
esquivó por los pelos. ¿Peter acababa de atacarle? Christopher no lo podía
asimilar.
"No es Peter.
Es un demonio de ojos rojos. Ahora mismo no es tu hijo".
- ¡Chris, apártate!
– le gritó Wyatt. Chris vio que su hermano se preparaba para lanzar un ataque.
- ¡No les hagas
daño!
Wyatt le ignoró, y
lanzó una bola de energía contra Barbas. Sin perder un segundo, orbitó a Leo,
haciéndole desaparecer en un montón de luces azules. Wyatt podía orbitar a la
gente sin contacto. Wyatt podía hacerlo todo. Y en ese momento lo demostró.
Como si hubieran recibido una señal, todos los demonios que les rodeaban se
lanzaron a por ellos. Wyatt detuvo ataques alzando su mano derecha y los
devolvía a sus dueños, pero cuando un demonio ardía, otro aparecía en su lugar.
Hizo estallar a otros demonios, pero venían más, quién sabe de dónde salían.
Chris por su parte
se vio atacado por sus dos hijos, y no hizo nada por defenderse.
- ¡Chris, aunque te
cueste creerlo, necesitaría una ayudita! – le dijo Wyatt, sin dejar de moverse.
Invocó su espada, invocó a Excalibur, aunque no solía luchar con ella. Empezó a
quitarse de encima a los demonios con patadas y mandobles.
Chris empujó a Nick,
el de los ojos amarillos, y trató de razonar con él.
- ¡Nick! ¡Nick,
mírame, soy yo, soy papá! ¡Nick!
- No te molestes,
Chris. No sabe quién eres. Y si lo supiera quizá querría matarte igual. Al fin
y al cabo ahora sois enemigos. – dijo Barbas, observando desde la distancia.
- ¡Mi único enemigo
eres tú! - gritó Chris, que, a la desesperada, orbitó y volvió aparecerse en el
mismo sitio, para esquivar un rayo que sus hijos le habían lanzado. Barbas se
lo había montado muy bien. En ese momento no tenía ninguna poción, y los
poderes de Chris eran más bien de defensa y no de ataque. Además, jamás haría
daño a sus hijos, y eso era algo con lo que Barbas ya contaba.
Chris oyó gritar a
su hermano. Una bola de energía debía de haberle alcanzado. Vio que Wyatt
estaba en apuros, pero él en ese momento no podía hacer mucho.
Entonces, escuchó el
tintineo que anunciaba que alguien orbitaba. Y allí apareció toda su familia.
Piper congeló la escena, y todos los que no eran brujos se quedaron como
estatuas.
- ¿Por qué esos no
se congelan? – preguntó, moviendo las manos hacia Peter y Nick tratando de
congelarlos varias veces, sin éxito.
- Porque son Nick y
Peter. Y son mitad brujos. – respondió Chris.
- ¿Qué hacéis aquí?
– preguntó Wyatt, respirando con fatiga. Su padre podría haber sentido que
estaban en problemas, pero lo dudaba: como Anciano estaba conectado a mucha
gente, así que solía "silenciar" su capacidad para sentir a los
demás, para no volverse loco.
- Leo nos avisó –
respondió Paige.
- Adoro a tu hijo –
dijo Wyatt. – Le adoro de verdad. No estaba seguro de si le había enviado a
casa o al desierto de África. No tuve mucho tiempo para pensar a dónde le orbitaba.
No había mucho
tiempo para hablar, sin embargo. Los demonios no tardarían en descongelarse.
Chris observó a su familia.
Estaba Piper, estaba
Leo. Estaba Melinda. Estaba Phoebe, y estaba Paige. Estaban Pandora, Patricia y
Penélope. Estaban Samantha y Silvana. Coop debía de estar protegiendo a los
miembros no mágicos de la familia, y a los niños. Eran doce, contándoles a él y
a Wyatt. Los doce brujos y luces blancas más poderosos que él conocía, sobre
todo juntos. Y aun así no se sentía seguro. Porque ellos no le podían ayudar.
No con sus hijos, ya que no iba a permitir que les hicieran daño.
- Hay que llevarles
a casa – dijo. – A Nick y a Peter. Hay que llevarles a casa.
Wyatt estaba
sujetando a Peter, y Leo a Nick, pero no parecían capaces de resistir durante
mucho tiempo.
- Sí, claro, ahora
mismo – dijo su tía Paige, con sarcasmo.
- ¡Son mis hijos!
- ¡Son demonios!
- No creo que sea el
momento de discutir ahora – dijo Leo, forcejeando. - Todos vosotros sois
brujos. Devolvedles a su forma humana.
- ¿Cómo? El Poder de
Tres no…- empezó Piper, que sufría al ver sufrir a su hijo.
- Pues usad el Poder
de Once.
Nunca lo habían
hecho. Nunca habían combinado los poderes de tanta gente. Pero alguna vez
habían usado el Poder de Cinco en el pasado y sabían que podía hacerse. Leo y
Wyatt soltaron a los demonios, y todos los brujos allí presentes se dieron la
mano, haciendo un círculo entorno a las dos criaturas.
- El Poder de Once
nos hará libres – invocaron al unísono, y lo repitieron once veces. Los dos
demonios se quedaron quietos, y con cada repetición Chris pudo ver cómo la
magia hacía efecto. Cayeron al suelo y recuperaron su forma normal, aunque
quedaron inconscientes.
No hubo tiempo para
celebraciones, porque la horda de demonios que Piper había paralizado volvió a
moverse. Aquello se convirtió en una confusión de bolas de energía, rayos,
gritos, y bolas de fuego. Un demonio acertó a Piper en el hombro, y esta soltó
un grito.
- Vale, ya está, ya
me han cabreado. – dijo Wyatt. Extendió la mano y de pronto tres demonios se
calcinaron ante sus ojos. - ¿Quién es el siguiente? – preguntó. Los demonios se
acobardaron, y se quedaron quietos. Wyatt calcinó también al demonio que estaba
sujetando a Samantha en ese momento. - ¿¡Quién es el siguiente?! – volvió a
preguntar. Uno a uno, los demonios se fueron desapareciendo. Eran muchos menos
de los que habían venido.
Leo se acercó a
Piper y le curó el brazo. Chris observó sólo el tiempo necesario para
cerciorarse de que su madre estaba bien, y de que ya no quedaba ningún demonio.
Después, corrió hacia sus hijos, tirados en el suelo, y les examinó para ver
que no les pasaba nada. Respiraban bien, y no parecían heridos. Chris orbitó
con ellos a su casa, y le dio igual todo lo demás. Apareció en el salón.
- ¡Papá! – gritó Leo,
su hijo. Chris soltó a Nick y a Peter sólo para abrazarle. - ¿Estás bien? –
preguntó el niño. – Papá, ¿estás bien? ¿Están bien ellos? ¿Están bien todos?
- Sí, Leo, todo el
mundo está bien. Gracias a que tú les avisaste a todos. Muchas gracias, hijo.
- ¿Qué les ocurre a
Nick y a Peter? ¿En qué…en qué se transformaron? ¿Eran demonios? He buscado en
el Libro de las Sombras, papá. Creo que les he encontrado.
- Luego me lo dices,
campeón. Ahora tengo que asegurarme de que están bien.
- Papá…¿es verdad lo
que dijo Barbas? ¿Eres su papá, pero del todo?
- Eso creo.
Chris les acarició
la cara, y esperó a ver si despertaban. Pero entonces…el gran olvidado…Barbas,
que se había escabullido de la batalla sin que se dieran cuenta, en cuanto
había llegado toda su familia, se apareció en aquél salón.
- Tanto esfuerzo por
reunir al padre con los hijos, y tú has tenido que estropearlo – dijo Barbas. –
En fin, si no querías una foto de familia sólo tenías que decirlo.
Barbas desapareció,
y volvió a aparecer, justo delante de Peter.
- Me llevo a éste,
si no te importa – dijo, y entonces lo hizo: tocó el brazo de Peter y antes de
que Chris pudiera impedírselo se desapareció con él. La mano de Chris quedó
suspendida en el aire durante unos segundos. Luego Chris soltó un grito, y golpeó
el suelo con el puño. Se le había llevado. Se le había llevado delante de él.
- ¡Vuelve aquí, hijo
de puta!
Leo se había
acercado a él, y de pronto se alejó.
- ¿Papá? – preguntó,
algo asustado por oírle hablar así. Chris se recordó que tenía otros dos hijos:
uno inconsciente, y otro con miedo. No podía dejarse llevar por el dolor del
fracaso. Lo que había pretendido evitar finalmente había sucedido. Y él no
había podido hacer nada. Abrazó a Leo, y por primera vez lloró delante de su
hijo pequeño.
Wyatt y Leo I le
encontraron así, cuando orbitaron.
- ¿Cómo están? –
preguntó Wyatt, y entonces se fijó en que Chris lloraba, y en que faltaba uno -
¿Qué ha pasado?
- Se lo ha llevado.
Barbas se lo ha llevado. Me lo ha quitado. Me lo ha quitado – repitió, y ya no
dijo nada más.
Leo I se puso a
atender a Nick, y Wyatt intentó llevarse a Leo II, que estaba impactado por ver
llorar a su padre. El niño sin embargo no se quería ir del lado de su padre.
- Papá – suplicó
Chris. – Papá…no puede pasarle nada…¿Qué quiere de él? ¿Qué quiere de él?
- ¡Te lo he dicho,
papá! – intervino Leo, su hijo. - ¡Te he dicho que les he buscado en el Libro!
Yo sé lo que Barbas quiere.
- ¿Qué? Pero eso es
imposible, Leo – dijo su abuelo. – En el Libro sólo aparecen los demonios con
los que se ha cruzado nuestra familia a lo largo de los años. Nick y Peter son
"recientes", no pueden aparecer ahí.
- Pues aparecen. A
Peter le llaman "El Esperado". Dice algo así como que es el Hijo de
las Brujas, destinado a causar terror en el inframundo. Dice que los demonios
van a temerle.
- Si eso es así,
¿por qué iba a quererle Barbas? – preguntó Wyatt, frunciendo el ceño.
- Para impedirlo.
Como intentó hacer contigo. Quiere conseguir que Peter se ponga de su lado, con
la diferencia de que él es un demonio. – respondió Leo I, pensando en que
tendría que ir próximamente a hablar con los Ancianos.
- ¡También es un
brujo! ¡Es mi hijo! – dijo Chris, que odiaba que hablaran de Peter como si
fuera malo.
- Por supuesto –
asintió Leo. – Por eso lo vamos a recuperar. Hay que ponerse manos a la obra.
Peter abrió los ojos
y estaba en un sitio que no reconocía. Era todo de roca y arena. Era…¿una
cueva? ¿Y qué hacía él en una cueva? Trató de levantarse, y se dio cuenta de
que no podía. La cabeza le dolía horrores, pero no era por eso. Estaba…estaba
atado, sí, era eso. Estaba atado a una mesa de piedra. Su cerebro poco a poco
empezó a recordar todo lo que había pasado. El juicio ya había terminado, pero
de pronto se vieron rodeados de muchos demonios. Y él…él…algo le había pasado.
Aquél demonio dijo algo de un colgante, y luego pronunció una palabra y…Peter
se acordaba de todo, se acordaba de cómo había atacado a su padre, pero al
mismo tiempo no era consciente de haberlo hecho. Era como si le hubiera pasado
a otra persona.
Dios…había atacado a
su padre…Le había…¿le había lanzado un rayo? ¡Había atacado a su padre! ¿Estaba
Chris bien? ¿Y Nick? Pensó que debía dejar de pensar en lo que había sucedido,
y empezar a pensar en lo que estaba sucediendo. Estaba atado a una mesa en un
sitio que desconocida. ¿Por qué?
"Perdí la
consciencia" recordó. "Perdí la consciencia y me trajeron aquí"
También recordó a
toda la legión de brujos que formaba su familia uniéndose…contra él y Nick.
¿Ellos le habían llevado allí? ¿Le tenían atado porque era peligroso? Bueno, sí
era así, no se lo reprochaba. Odiaba estar atado, le recordaba a cuando Derek
hacía eso mismo, y le daba miedo, pero aguantaría un tiempo: el suficiente para
que Chris averiguara lo que le pasaba. Estaría allí como un buen chico, hasta
asegurarse de que no era peligroso para su familia. Podía hacerlo, claro que
podía.
Oyó pasos. Trató de
estar tranquilo. Entonces ocurrió algo extraño…Durante un segundo vio entrar a
Barbas…pero tras parpadear se dio cuenta de que no era Barbas, sino Chris.
¿Cómo había podido confundir a su padre con aquél demonio, si se parecían tanto
como la leche y el café? Peter sacudió la cabeza. Lo que él no podía saber es
que su primera impresión era la correcta, y que aquél demonio había creado una
ilusión para él, haciéndole ver a su padre, que en ese momento estaba muy
lejos, buscando la forma de encontrarle. Chris-Barbas se acercó a él, con el
ceño fruncido y Peter sólo veía a su padre.
- ¡Papá! – dijo
Peter, con alivio - ¿Qué ha pasado? ¿Qué…qué me pasó?
- Pasa que tenías
razón todo este tiempo, Peter. Hay algo malo dentro de ti. Algo muy malo.
Peter cerró los ojos
con fuerza. Debía de ser cierto, porque había atacado a su familia. Cada vez
que lo recordaba Peter sentía que se ponía enfermo. Lo sabía, siempre lo había
sabido: había algo "estropeado" dentro suyo. Y por fin se había hecho
visible. No sólo para Chris, sino para todo el mundo.
- Papá, yo…
- No me llames así,
Peter. Ya no. A un padre no se le hace lo que tú me has hecho. Me has atacado,
como también atacaste a Derek.
Mil puñales se
clavaron en el cuerpo de Peter, desgarrándole desde dentro hacia afuera.
- ¡No! Yo no…¡No era
mi intención!
Chris se acercó a él
y comenzó a desatar las cuerdas que lo retenían contra la mesa. Peter trató de
abrazarle, pero Chris se apartó.
- Papá…
- ¡Te he dicho que
no me llames así! – gritó Chris.
- Tienes que
perdonarme…Papá, tienes que perdonarme.
- Esta vez no puedo
perdonarte. Por fin entiendo a Derek. Él se dio cuenta de que sólo hay una
forma de tratar a la gente como tú.
Y entonces, Chris le
empujó. Con fuerza, con ira. Le tiró al suelo. Peter le miró desde abajo y dudó
si debía levantarse. Lo hizo, y Chris le empujó de nuevo. Esta vez Peter estaba
prevenido, y mantuvo el equilibrio.
- Pa…papá – dijo,
con miedo. Había visto a Chris enfadado muchas veces, pero nunca así. Chris
siempre se controlaba. Tenía autocontrol, y le hablaba bien. Eso era lo que le
diferenciaba de Derek.
"Le has
atacado. Has intentado matarle, con esos rayos que no sabes de dónde has sacado.
Venga Peter, espabila. ¿Qué esperabas, qué te iba a recibir con los brazos
abiertos? Abiertos, sí, ¡pero para estrangularte!".
- ¡TE HE DICHO QUE
NO ME LLAMES ASÍ! – rugió Chris, y le dio un puñetazo. Aquella vez Peter se
quedó en el suelo, tocándose la mejilla. Se agazapó, lleno de miedo. Su cuerpo
sabía cómo reaccionar, porque su cerebro estaba apagado o fuera de cobertura.
Era como volver a vivir una pesadilla, sólo que ésta era mil veces peor, porque
quien le estaba haciendo sentir tanto miedo era…era Christopher.
- Yo pensaba que tú
tenías arreglo, pero me he dado cuenta de que no – decía Christopher, y Peter
vio cómo cogía algo que tenía colgado de la cintura. Se le abrieron mucho los
ojos cuando vio lo que era.
"No, eso
no" se dijo. Chris no montaba a caballo ¿verdad? Derek sí lo hacía, y por
eso tenía esa…esa cosa…Peter no sabía cómo se llamaba, pero se asemejaba lo
bastante a un látigo como para poder llamarle de esa manera.
- Papá…
- ¡QUE NO (dejó caer
con fuerza uno de los extremos del objeto, que impactó en el brazo de Peter) ME
LLAMES (otra vez) ASÍ! ¿Es que no aprendes nunca? ¡No eres mi hijo, nunca lo
has sido, y nunca lo serás! ¡Yo jamás tendría un hijo como tú, bueno para nada,
inútil en todo menos para traer problemas!
A partir de ese momento
Peter recibió un golpe tras otro. El cuero le mordía la piel y le arrancaba
gritos, le dolía mucho, y se encogía en el suelo rezando porque terminara.
Mientras sentía que quería morirse, y maldecía al cielo por no concederle su
deseo, Peter pensó, con orgullo, que al menos no estaba llorando.
Media hora después,
Peter se veía a sí mismo en el suelo, con sangre en los brazos, en la cara, y
la espalda. Pero en realidad seguía atado a aquella mesa. Nadie le había
golpeado. Todo había sucedido en su cabeza, y no era más que una alucinación de
Barbas. Peter, sin embargo, lo sentía, lo vivía y lo sufría como si fuera real.
- ¿Has tenido
suficiente? – decía Chris, en su cabeza. Peter no respondió. No había dicho
nada en todo el rato, aunque nunca nadie había llegado tan lejos con él. Ni
siquiera Derek. Él parecía saber dónde estaba su límite, y salvo aquella última
vez nunca lo había pasado. Pero Chris le estaba matando. Peter ya se sentía más
muerto que vivo, y sintió que volvía a perder la consciencia. Antes de hacerlo,
sin embargo, escuchó una última frase – No quiero volver a verte nunca, Peter,
porque sólo mirarte me da asco.
Uno de los objetos
más valiosos de la familia Haliwell era un cristal especial que servía para
localizar a las personas. Si un brujo balancea ese cristal encima de un mapa,
el cristal señala el punto exacto donde se encuentra la persona a la que se
busca. Eso estaban haciendo Chris, Wyatt y los dos Leos, aunque les estaba
llevando más que de costumbre. En eso estaban, cuando Nick despertó.
- ¡Nick! – exclamó
Chris, que no había dejado de lanzar miradas en su dirección cada poco tiempo.
- ¿Estás bien? – preguntó con ansiedad.
Nick se incorporó
poco a poco, tratando de ordenar en su cabeza las cosas confusas que recordaba.
- Papá…yo…¡te
ataqué! – dijo, recordándolo. Se miró las manos, para comprobar que eran
normales, y no rojas como habían sido cuando….cuando…¿qué le había pasado? Se
había transformado en algo. En algo que…que quería hacer daño a su familia. –
Papá, lo siento, yo…
Chris no le dejó
acabar y le ahogó en un abrazo.
- Estás bien. Menos
mal que estás bien.
- Papá, siento tanto
haber…
- Tú no has hecho
nada. No es tu culpa.
- ¿Qué…qué fue lo
que me pasó?
- Luego te lo
explico – esquivó Chris, que tenía que buscar la forma de hablar con sus hijos
de…de todo. Nick frunció el ceño, tratando de recordar.
- Barbas dijo algo
sobre…sobre mi madre…sobre el colgante…y…y…sobre
concebirnos…Insinuó…Insinuó…Eres mi padre, ¿verdad? – le preguntó – El
biológico. Y mi madre era un demonio. Tú le regalaste ese colgante a ella.
Nick sonaba más
seguro que sorprendido, como si cada cosa que recordara confirmara su teoría.
- Sí, Nick. Creo que
sí.
- Entonces…¿soy tu
hijo?
- Tengas mi sangre o
no la tengas, eres mi hijo – le dijo, muy convencido. Nick sonrió lentamente al
principio, y luego se rió.
- ¡Peter! Peter, ¿le
has escuchado? …¿Dónde está Peter? – preguntó de pronto, dándose cuenta de que
su hermano no estaba. Chris no supo qué responderle, y guardó silencio - ¿Dónde
está? – insistió.
- Según esto, en el
inframundo – dijo Wyatt, sosteniendo un extremo del colgante del cual pendía el
cristal, que por fin había dado con Peter.
- ¿Qué hace mi
hermano allí? – preguntó Nick, asustado.
- El abuelo te lo
explicará todo ahora. Yo voy a buscarle – dijo Chris, y le dio un beso en la
cabeza.
- Y yo voy contigo,
por supuesto. – dijo Wyatt, y gracias al cristal orbitaron al lugar exacto en
el que estaba Peter.
Chris vio a su hijo
atado a una mesa de piedra, y montó en cólera. Se enfadó más al ver a Barbas de
pie a pocos metros de él. Y entró algo así en un estado de odio total cuando
entendió que Peter estaba sufriendo. Supuso que estaba viendo algo que él no
podía ver. Algo que sólo sucedía en su cabeza, y que el demonio había creado
para él.
Sin mediar palabra,
Wyatt, a su lado, lanzó una bola de energía hacia el demonio, que la esquivó.
- Pero ¿qué pasa con
vosotros? ¿Nadie os ha enseñado buenos modales? – regañó Barbas.
- ¿Qué le has hecho
a mi hijo? ¿QUÉ LE HAS HECHO?
- Darle motivos para
que quedarse conmigo le parezca una buena opción. Voy a hacer de él un gran
demonio. Ya lo es, en realidad. ¿Has visto cuánto miedo tiene? ¿Cuánto odio? Tu
hijo es una bomba nuclear, y yo sé apretar los botones correctos.
- ¡Voy a matarte!
¡Con mis propias manos! – dijo Chris, y se lanzó a por él, dispuesto a hacerlo.
Su tía Phoebe le había enseñado artes marciales. Él no tenía poderes de ataque,
pero sabía atacar. Orbitó un pedazo afilado de piedra, y se dispuso a
clavárselo a Barbas, pero el demonio era rápido y escurridizo.
- Chris – dijo Wyatt
con calma, extendiendo una mano. – Chris, aparta, por favor.
- ¡No! ¡Es mi hijo!
Quería ser él quien
acabara con el demonio…
- Por eso mismo,
asegúrate de estar vivo para cuidarle. Y ahora quita.
Wyatt invocó a
Excalibur, su espada, y Chris notó que era la segunda vez que la usaba aquél
día. En vez de empuñarla, Wyatt lanzó la espada contra Barbas. Cuando el acero
se clavó en él, el demonio echó a arder sin remedio. Sabían que aquella no era
la victoria definitiva, porque no se le podía matar, pero le habían derrotado.
Tardaría un tiempo en volver y, si alguna vez lo hacía, le derrotarían de
nuevo.
Chris no perdió
tiempo en regocijarse en la victoria. Se acercó a Peter, le desató, y trató de
calmarle. Su hijo parecía estar en una especie de pesadilla viviente. Chris
puso una mano en su mejilla, notándole frío y sudoroso a la vez, y entonces
Peter empezó a gritar.
Allí estaba Chris
otra vez. ¿Pero no se había ido? Peter gritó, y se cubrió, para protegerse.
Chris le susurró algo, pero él no lo entendía, no le escuchaba, no quería
oírle. Sólo quería irse…irse para siempre. Ya no le importaba a Chris, así que
morir era una buena idea. Y nadie se lo impediría. Sí, morir….pero…¿Y Nick? No
podía dejarle sólo. ¿Y Leo? ¿Leo seguía siendo su hermano, aunque Chris ya no
quisiera ser su padre? Chris…Chris le estaba tocando el brazo. Peter se
estremeció, pero entonces se dio cuenta de que no tenía nada en el brazo. ¿Y
las marcas? ¿Y las rayas rojas y ensangrentadas que habían surcado su brazo y gran
parte de su cuerpo hasta hacía un segundo? Peter se dio cuenta de que nada en
su cuerpo le dolía. Pero el corazón le seguía latiendo a mil por hora.
- Peter, Peter,
tesoro. Peter, tranquilo. ¿Wyatt? ¿Qué le pasa? Es como si no me viera…
- Pues yo creo que
te ha visto perfectamente, y ese es el problema. Está aterrorizado.
- ¿De mí? ¿Tiene
miedo de mí? ¿Por qué?
- Por lo que sea que
Barbas haya hecho que vea.
- Tesoro, tranquilo.
Todo está bien. Estoy aquí. Todo está bien, Peter. Cálmate, mi vida.
Peter le miraba
aterrorizado. ¿Qué era aquello? ¿Un juego? ¿Ahora le acariciaba? ¿Es que
finalmente le había perdonado? No, sería una trampa. Tenía que ser una trampa,
y tenía que tener cuidado con no volver a llamarle "papá" de nuevo.
Entonces Peter reparó en Wyatt. Wyatt era hermano de Christopher. ¿También
querría hacerle daño? Peter decidió arriesgarse, y se tiró a sus brazos. Wyatt
le envolvió con cariño, y le acarició mientras le decía cosas suaves.
- ¿Por qué te abraza
a ti y no a mí? – preguntó Chris, desconcertado. - ¿Está bien?
- No parece tener
nada, aunque tiene las pupilas dilatadas. ¿Tienes miedo, Peter? – preguntó
Wyatt. Tuvo que repetir la pregunta, porque Peter no pareció oírle. - ¿Tienes
miedo?
- Sí – casi gimió.
- ¿De qué?
- ¡De él! – gritó
Peter, y señaló a Chris. – No dejes que me haga nada, tío, por favor. No
volveré a daros problemas, pero dile que pare, que voy a ser bueno, que no…que
nunca…
Peter rompió a
llorar todo lo que no había llorado hasta entonces, y Wyatt le estrechó entre
sus brazos. Le meció y le acarició el pelo.
- Ahí tienes tu
respuesta, Chris. – le dijo, sin dejar de acariciar al chico. – Nunca he visto
a nadie tan asustado. Está temblando, madre mía. Peter, Peter, no tienes que
tener miedo ¿me oyes? No pasa nada. No era real.
- Pero…- empezó
Peter, mirando a su tío. – Me…me…Él…Yo…
Se llevó una mano en
la mejilla, donde tendría que tener un cardenal por el puñetazo. Pero al igual
que había pasado con las marcas de su cuerpo, tampoco tenía nada en el rostro.
- Sea lo que sea lo
que hayas visto, no ha ocurrido. – le dijo Wyatt sin dejar de acariciarle el
pelo. – Te desmayaste ¿recuerdas eso? Te devolvimos a…a tu verdadera forma, y
te desmayaste. Chris te llevó a casa, pero luego Barbas te trajo aquí. Todo lo
demás ha ocurrid sólo en tu cabeza.
Peter le miró
deseando creerle, pero era muy difícil diferenciar entre verdad y mentira
cuando las personas pueden orbitar y los chicos normales convertirse en
monstruos rojos que lanzan rayos.
- Que no me pegue
más. Me portaré bien, pero que no me pegue más, tío, por favor.
Chris lamentó
entonces el haber acabado con Barbas tan deprisa. Tendrían que haberle hecho
sufrir más. Tendrían que haberle torturado lentamente, hasta que suplicara
clemencia, del mismo modo que su hijo ahora estaba suplicando muerto de miedo.
- Tesoro – se aceró
a él despacito. – Tesoro, no te asustes. Soy yo, ¿vale? Soy papá. Lo que has
visto no es real. Vamos, mírame. Tú lo sabes ¿verdad? ¿Verdad que lo sabes?
Peter le miró, con
miedo al principio, y luego, poco a poco con esperanza. Decidió probar,
aferrándose a Wyatt, temblándole el labio…
- ¿Papá? – preguntó,
y luego se encogió. Pero Chris no se enfadó porque le llamara eso. Al
contrario, pareció alegrarse, porque sonrió. Le abrió los brazos y Peter, muy
despacito, soltó a Wyatt y abrazó a Chris. - ¡Papá! – exclamó y se hundió en su
pecho. Sí, ese sí ese su padre. Esos sí eran sus brazos, hechos para él, y
siempre dispuestos a acogerle. Lloró de alivio, lloró de miedo, lloró de…de no
sabía qué pero cuando abrió los ojos estaba en casa de nuevo, en el salón.
Debían de haber orbitado.
- ¡Peter! – dijo
Nick, y se lanzó a abrazarle. – Peter…¿estás bien? ¿Te ha hecho algo?
- Estoy bien –
respondió Peter, pero Nick le miró con ojo crítico.
- No, no lo estás.
Estás muerto de miedo.
- Las alucinaciones
de Barbas pueden ser muy reales – dijo Chris. – Pero ya no será un problema
para nosotros durante mucho tiempo.
Christopher abrazó a
sus tres hijos a la vez, y no se separó de Peter en ningún momento. Tampoco es
que Peter quisiera separarse de él. De hecho, no parecía capaz de hacerlo, y
tampoco dejaba de mirarle, como esperando que Chris sufriera una metamorfosis.
Como esperando que volviera a hacerle daño.
Se pusieron al día,
se contaron todos los detalles, y cuando iban a llegar al punto de "pues
sí, soy vuestro padre", dos hombres vestidos con traje blanco se
aparecieron en el salón.
- Limpiadores –
adivinó Chris. – Papá…¿puedes encargarte tú?
Leo asintió, y fue a
hablar con aquellos hombres. El hecho de ser un Anciano le daba autoridad
frente a ellos. Habían borrado la memoria de todos los testigos, y si tenían
alguna intención de hacer algo más…radical…como era propia de ellos (algo así
como eliminarles a todos por haber puesto en peligro el secreto ante gente
no-mágica) Leo les disuadió por completo. Wyatt fue también a dar a su padre su
apoyo moral y a dejar caer cuántas veces su familia le había salvado el culo a
la comunidad mágica.
Y así, Chris, Peter,
Nick, y Leo, disfrutaron de un momento de intimidad.
- ¿Somos tus hijos?
– preguntó Nick. - ¿Hijos biológicos?
- Hay una forma de
comprobarlo ahora mismo. Algo más rápido que un análisis de sangre. Y, dado que
en la nuestra debe haber algo muy chungo, algo más seguro.
Los chicos le
miraron con expectación, y Chris les pidió a todos que subieran al desván. Una
vez allí, cogió el Libro de las Sombras, y se lo dio a Leo, abierto por una
página que había buscado previamente.
- Leo quiere
recuperar sus poderes ¿verdad? – preguntó, con una sonrisa, y el niño asintió,
sonriendo también. – Si sois mis hijos biológicos, tenéis que tener poderes. Sé
que los tenéis, porque no os habéis congelado con el poder de mi madre. Es
posible que vuestros poderes estén atados, como los de Leo. Si leéis éste
hechizo los tres juntos, y vosotros dos sois mis hijos biológicos, nos
enteraremos enseguida. Pero, antes de nada, quiero que sepáis que, pase lo que
pase, sois mis hijos ¿entendido? Los tres. Mis hijos. Y os quiero.
Los chicos
asintieron. Chris le señaló lo que quería que leyeran, y se apartó un poco.
Observó con nerviosismo. A esas alturas estaba casi seguro de que Nick y Peter
eran sus hijos. Lo que entonces le preocupaba era otra cosa: ¿Y si Peter y Nick
eran mitad demonios y mitad brujos? ¿Había precedentes para eso? ¿Qué iba a
implicar? Dejó de pensar cuando escuchó las voces de sus tres hijos recitar al
unísono:
Escucha ahora las
palabras de los brujos
los secretos que
escondimos en la noche
Los dioses más
antiguos son invocados aquí
¡Llamamos al antiguo
poder!
Danos el poder a
nosotros los tres hermanos
¡Queremos el poder!
¡Danos el poder!
La casa entera
comenzó a temblar.
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