lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 60: Escuela de magia



 


Chapter 60: Escuela de magia
 
Paul miró a su padre preguntándose por qué ese hombre no le odiaba. Ahí estaba él, en el salón de los Haliwell, enterándose de que era un asesino, un fratricida. Y su padre, pese a toda la brutal indiferencia a la que le había sometido desde hacía tiempo, no le odiaba. De hecho, le estaba mirando con compasión, mientras dejaba a que Paul terminara de asimilar lo que le había dicho. Le llevó un tiempo. Pudo entender por qué le culpaba de la muerte de Jason: porque había sido, por lo visto, el ejecutor.
No. No podía ser cierto. Él era muchas cosas. Era un capullo, un matón, un egoísta, un irresponsable, un superficial, un idiota, y un largo etcétera, pero no un asesino. Y menos… menos de su hermano…de su hermanito…
Pero entonces, ¿por qué aquellas palabras habían disparado una alarma en su cerebro? ¿Por qué una parte de él sabía que eran ciertas? ¿Por qué había sabido siempre que Jason no iba a despertar y lo había aceptado con una resignación casi fría? Paul había reflexionado muchas veces sobre lo que haría si alguno de sus otros hermanos sufría el destino de Jason. Había llegado a la conclusión de que él se moriría. Ni siquiera tendría la posibilidad de consumirse en vida como sus padres, porque simplemente dejaría de existir. ¿Cómo había sido capaz de superar lo de Jason? Realmente no… no había sido consciente de hacerlo. No había sido consciente de levantarse un día y decir "hoy voy a seguir adelante". Simplemente… había seguido.
Miró a su padre con inseguridad, exigiendo una explicación.
- ¿Qué quiere decir que yo maté a Jason? No… no fue así… el camión… yo levité….yo…lo…lo vi.
- Modificar recuerdos, Paul. Alterarlos. – insistió Patrick, con paciencia. – Eso es lo que puedo hacer y eso es lo que hice.
- ¿Qué… qué pasó de verdad?
- Te dijimos que fueras a por Jason, de su entrenamiento, y tú lo hiciste, aunque no te agradó mucho la idea. No estabas de buen humor, y él, por lo visto, tampoco, porque su equipo había perdido. No sé quién empezó, pero os peleasteis…
- Para – dijo Paul, aunque más bien fue una exigencia. – No quiero que me lo cuentes. Yo tendría que saberlo…Es mi recuerdo. Mío. No tenías derecho a quitármelo.
- No vamos a discutir eso ahora…
- ¡Sí, sí que vamos a hacerlo! ¡No voy a seguir hablando contigo hasta que admitas que has sido un padre de mierda! – gritó Paul. Aquella era la primera conversación "de verdad" que tenía con su padre en varios años, y antes de nada necesitaba que él supiera lo mucho que le odiaba. Necesitaba que lo supiera. Como si decir "Papá, te odio" fuera el equivalente a decir "Papá, te quiero". Quería que si padre entendiera una mínima parte de lo que le había hecho sentir durante toda su vida. Y quería, por una maldita vez, hablar con un hombre y no con una máscara. Paul no hablaba ya en términos de amor, sino en términos de odio. Le daba igual qué sentimiento le inspiraba a su padre: lo que quería era inspirarle alguno, y no…indiferencia.
Patrick le sostuvo la mirada. Algo le pasaba a su padre: esos ojos de hielo no eran de hielo ya, sino que parecían fuego…fuego azul, abrasador y ardiente a la par que muy, muy profundos, como si guardara muchos, muchos secretos. A Paul sólo se le ocurrió que aquello quería decir que su padre estaba volviendo a la vida. Los suyos no eran ya los ojos de un muerto, sino de alguien vivo. Alguien vivo y muy enfadado.
"Eso es un emoción" se dijo Paul "Está enfadado contigo, eso es una emoción".
Paul, pese a sentir que el único con derecho a enojarse era él, se sintió aliviado. Su padre sentía. No era una estatua. Sentía, y él era el que había provocado aquél sentimiento. Bien. Era bueno saber que podía enfadar a su padre. Aunque quizás no muy sensato…
- Para ser un padre de mierda primero hay que ser padre, Paul, y tú has crecido sin uno – le dijo Patrick, pese a todo con una exasperante tranquilidad. "No, no. Estás enfadado. Grita. Quiero que grites."
- Eso...-empezó Paul, pero su padre no había terminado.
- No obstante, entre las muchas e innumerables cosas que lamento, no está el haberte quitado esos recuerdos. Así que si estás esperando una disculpa por eso puedes esperar sentado.
Aquello multiplicó la rabia de Paul.
- ¡Devuélvemelos! – exigió, y vio a su padre vacilar. Oh. Su enfado se esfumó de pronto, sustituido por esperanza. – Así que es posible. Los recuerdos…los verdaderos… pueden volver a mí.
- Es posible – reconoció Patrick, que parecía contrariado.
- Hazlo. – dijo Paul, y fue una orden. – Dame mis recuerdos. Son míos. Los quiero.
Hubo otro pulso de miradas, y ésta vez ganó Paul, y se sintió triunfante.
- Te va a doler…-avisó su padre. Paul dejó escapar una risa sarcástica.
- Podré soportarlo.
Pero… no pudo. Su padre, poco a poco, levantó la mano, y le tocó la mejilla. Aquello fue tierno, e inesperado, y un hecho histórico, porque nunca, jamás, en toda su vida, había sido tocado por su padre. Sin embargo, no tuvo tiempo de disfrutar del contacto. Cuando los dedos de su padre le rozaron, un dolor punzante atacó el cerebro de Paul. Y todo en lo que pudo pensar fue en el dolor.
Dolor.
Dolor.
Dolor.
¿Dolor?
No. Ya no había dolor. ¿Cuánto había pasado? ¿Un segundo? ¿Un minuto? ¿Un año? ¿Una vida? En alguna parte dentro de él, fue consciente de que estaba gritando. Su mente se había separado de su cuerpo, y su cuerpo seguía gritando. Pero su mente ya no sentía dolor.
Entonces, vinieron las imágenes. Luces, flashes, a cámara rápida. Voces. El sonido de su vida. A su alrededor, girando, envolviéndole. Rostros, colores, olores, sabores. Era una sensación embriagadora. Y de pronto las imágenes se detuvieron. Y Paul recordó.
 


Era un bebé. Una cosa pequeña y rosada envuelta en ropa suave y metido en una cuna. Ella dormía a su lado. Él lo sabía. Sabía que ella, que le daba calor y le acercaba a su pecho cuando tenía hambre, estaba a su lado. Hizo gorgoritos, feliz ante la idea. Feliz…
Entonces, algo feo entró en su cuarto. Sintió frío, y no le gustó. Lloró, y ella despertó. Paul no lo entendía. ¿Por qué no lo cogía en brazos? Estaba llorando. Llorar solía funcionar. Significaba atención inmediata, y mimos. ¿Por qué ella no venía? … La cosa fea estaba con ella. Sujetaba a…a…¿cómo era la palabra que "él y ella" decían todo el rato? Mamá. Sujetaba a mamá, y no la dejaba acercarse. Mamá-ella estaba llorando.
Enseguida vino él. No-mamá también significaba calor, así que a Paul le servía. Lloró con más fuerza, a ver si No-mamá le hacía caso. Hubo mucho ruido, y muy fuerte, y eso a Paul no le gustaba. Su mente lactante no entendía lo que estaba pasando, pero de pronto estaba en brazos de No-mamá. Ya no tenía frío, así que fue dejando de llorar.
- Tranquilo, bebe. Estás con papá – decía "No-mamá". Él no entendía las palabras, pero el sonido era suave, y le gustaba. Aunque No-mamá estaba mojado. Estaba llorando también.
El recuerdo se detuvo. Su primer recuerdo. Se lo habían borrado, pero lo había recuperado. Más que eso: ese recuerdo había sido salvado. Era muy pequeño para acordarse de aquello, pero al quitárselo su padre lo había conservado, intacto, impidiendo que se perdiera en su memoria junto con los demás recuerdos infantiles. Paul estaba admirado, su mente adulta analizando las imágenes confusas que habían guardado sus ojos de bebé. Pero no tuvo tiempo para más, porque había más recuerdos.
- Paul, no se pega – le dijo su padre, muy serio. Se empeñaba en hablarle de aquella forma estúpida, como si tuviera cuatro años en vez de nueve. Aunque le gustaba que estuviera ahí agachado, hablando con él en vez de con sus hermanos como solía hacer, Paul estaba enfadado. ¿Por qué sólo le hacía caso cuando se portaba mal? Paul se limitó a mirar a su padre, esperando a que se cansara, pero Patrick pareció darse cuenta de esta actitud. – Está bien, dame la videoconsola, vamos.
- ¡No!
- Es la tercera vez que tu profesor nos dice que te has peleado. Te lo advertí. Dame la dichosa maquinita.
Paul lo hizo. Siempre hacía caso a su padre, sobre todo cuando le miraba de aquella forma tan "soy grande y doy miedo". Se sacó la Nintendo del bolsillo y se la dio, aunque puso mala cara.
- Ahora a tu cuarto.
Enfurruñado, Paul se giró para irse, pero sintió rabia. Cuando el criajo, Jason, hacía algo mal y le regañaban, estaban más tiempo con él. Su padre le había dedicado sólo dos minutos, como si no quisiera estar cerca de él. Y llevaba dos días sin verle ni hablar con él: quería más de dos minutos. Así que, enfadado, se enfrentó a su padre y le golpeó con el puño en el pecho, que es a donde llegaba porque su padre medía la friolera de un metro noventa y cinco, mientras que él medía aún un metro cuarenta.
- Quédate la máquina, no la quiero. ¡Idiota!
Patrick le cogió del brazo, agarrándole de la chaqueta, y pareció algo alarmado.
- ¡Loreen! – llamó, y entonces entró su madre. – Agárrale, no quiero tocarle.
El enfado de Paul se esfumó, y empezó a llorar. Su padre no quería tocarle. Era tan malo que ni tocarle quería. Debía darle asco. Nunca le tocaba, pero jamás lo había dicho así, en voz alta. "No quiero tocarle". Paul se enfrentó a un rechazo muy doloroso, el rechazo de su padre, y se dejó llevar por las lágrimas. Y de pronto, se encontró en los brazos de su padre.
- Mi niño – le dijo.
- ¿Por qué no me tocas? No me creo lo que me ha dicho mamá. No tienes miedo a tocar a otros, a ella la tocas y a Jason también. Es a mí a quien no tocas.
- Te estoy tocando ahora, Paul – le dijo Patrick. – Pero te va a doler, así que nunca volveré a hacerlo.
Y dolió. Dolió mucho. Y recordó. Ese primer recuerdo de él siendo un bebé. Entonces, su padre le tocó de nuevo, y le dejó de doler. Y, con el contacto, Paul olvidó las confusas imágenes de un bebé, y olvidó también lo que estaba haciendo en aquél cuarto, con su madre y su padre ahí, mirándole intensamente.
- ¿Qué? – preguntó. - ¿Por qué estáis tan preocupados?
- No es preocupación, es enfado. Es la tercera nota que traes de tu profesor – dijo Patrick tras un momento de silencio y Paul recordó. Oh, sí, la nota. – Vete a tu cuarto.
Paul se fue, sin mirar a su madre. Al menos podía contar con que ella luego fuera a darle un beso de buenas noches. Ella sí le tocaba. Su padre no. Él no le tocaba nunca. Nunca lo había hecho.
El recuerdo terminó, y Paul sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Le había tocado. Le había abrazado. Y, efectivamente, había dolido. Pero era un dolor que abrazaba con gusto como pago por saber que su padre… le quería.
Sintió que su mente se sumergía otra vez. Más recuerdos.
Puñetero enano. ¿Por qué tenía que ir a por él? ¿¡Por qué!? A su padre se le estaban acabando los castigos; se estaba quedando sin ideas. Usarle de chófer había sido la última, pero el jodido había dado en el clavo, porque le molestaba. Y mucho. Se le ocurrían sitios mucho mejores a los que ir con el coche, antes que el maldito campo de fútbol. Y encima eso: le hacía ir a por Jason para que el enano pudiera restregarle bien su victoria. Como si lo viera. Llegarían a casa, y entonces "Enhorabuena, Jason. Seguro que algún día serás un gran jugador" ¡Ja! ¿Un gran jugador? ¿Y por qué él no podía serlo? Oh, sí, porque su padre ni siquiera sabía que le gustaba el fútbol. Seguro que ni siquiera sabía el curso al que iba. Repasó sus últimas conversaciones con él. Por lo de la ventana...ahí le convirtió en chofer. Antes que eso, por lo del alcohol. Ahí le dejó sin paga, pero le dio una bronca especialmente larga. A Paul le gustó, tal vez lo hiciera más a menudo, lo de beber, si conseguía que con eso su padre levantara la vista de los papeles y le mirara.
No pudo seguir reflexionando, porque llegó al campo. Estacionó el coche, y le hizo una señal a Jason, que estaba con un grupo de chichos de su edad. Jason pasó de su culo, y Paul salió del coche, cerrando de un portazo.
- Sube – le dijo – No estoy de humor, así que entra ahí, y ahórrame los detalles de tu flagrante victoria.
- Hemos perdido – masculló Jason – Y si quieres ser un matón, no uses palabras tan cultas. Te traicionan tus modales de niño rico, y tu ropa de marca.
Paul le miró echando chispas, pero luego se rió. Sólo su hermano se atrevía a decirle esas cosas a la cara. Jason no le tenía ningún miedo. Cómo adoraba a ese pequeñajo. Le revolvió el pelo.
- Ay, suelta – bufó Jason. – No me toques el pelo.
- No te lo dejes tan largo. Vamos, sube, anda. Quiero llegar a casa.
Jason subió y se puso en el asiento del copiloto: desde que la ley le permitía ir ahí, por tener doce años, aprovechaba cada oportunidad. Paul se sentó a su lado, y arrancó el coche. Durante los primeros minutos, aquello fue muy silencioso. Paul pensó que el que tenía que estar de morros era él, rebajado a taxista sin sueldo, así que le chocó que Jason estuviera molesto. Encendió la radio y tamborileó con los dedos sobre el volante. El tráfico no avanzaba: estaban en un atasco. Observó a Jason, que miraba por la ventana, y le golpeó el antebrazo con el puño.
- Vamos, man. Roma no se construyó en un día. Sólo es un partido. Habrá más.
Jason se frotó el brazo y le miró con resentimiento, pero luego sonrió. Paul le devolvió la sonrisa. Entonces, por fin, el tráfico se movió y Paul pisó el acelerador. Por la derecha, a todo gas, se cruzó un gilipollas con un camión blanco enorme.
- ¡Imbécil! – gritó Paul, por la ventanilla, aunque sabía que no podía oírle - ¡Podrías habernos matado! ¿Te das cuenta de lo que podía haber pasado? – le dijo a Jason – Joder, menudo imbécil.
Jason se encogió de hombros, dándole su silencioso apoyo. Luego alargó la mano y sincronizó otra emisora en la radio: los deportes.
- Jae, no pongas eso, que me distrae. – regañó suavemente, y volvió a cambiar de emisora. La música de fondo era un ruido inocente al que estaba acostumbrado: el locutor de deportes dando el resultado de los equipos a los que seguía le hacían querer prestar atención, y no poner todos sus sentidos en la carretera. Pero Jason volvió a cambiar de emisora.
- Qué te va a distraer.
- Lo hace, Jae. Estoy conduciendo. Quítala.
- Oblígame.
- Jason, vale ya – dijo Paul, olvidando el cariñoso "Jae". Cuando su hermano se ponía pesado…Estiró el brazo para cambiar de emisora otra vez, pero Jason no le dejó. – Se acabó. Sin radio entonces. – sentenció Paul, y la apagó. Pero Jason volvió a encenderla.
Manteniendo la calma, Paul detuvo el coche en el arcén.
- ¿Qué haces? – preguntó Jason.
- No voy a arrancar hasta que te comportes, dejes la radio quieta e impida que nos matemos.
- Eres un exagerado.
- Un exagerado que quiere mantenernos con vida. Hace sólo tres meses que tengo el carnet, está lloviendo y es casi de noche. No quieras arriesgar peligros a mi conducción.
- Tu manera de conducir ya es un peligro en sí misma. Vas tan lento que no sé cómo no te arrea el de detrás.
Paul apretó los dientes.
- Lamento si no te gusta, pero soy tu única opción para llegar a casa ahora mismo, así que cierra el pico. Ahora voy a arrancar, y la radio se queda apagadita.
Dicho y hecho, Paul arrancó. Pero su hermano era un testarudo y encendió la radio, poniendo los deportes.
- ¡Jason! – gritó Paul y volvió a detener el automóvil ladeándolo en el arcén. - ¿Qué pasa contigo?
- Quiero oír los deportes.
- Te esperas a llegar a casa.
- Cuando papá conduce…
- ¡Ahora papá no está conduciendo! El "señor muy importante y con mucha práctica en la carretera" tenía mejores asuntos que atender y me envió a mí. Si te molesta, bienvenido a club, pero tranquilo, que cuando lleguemos a casa te felicitará aunque hayas perdido, le dará igual. Seguirás siendo el favorito y el niñito de papá. Pero eso será si te callas, y me dejas llevarte a casa.
Jason le miró aún testarudo, pero con algo de compasión.
- No soy…
- Ni te molestes en negarlo. Claro que eres su favorito.- dijo Paul, tajante, pero luego fue más suave - No es culpa tuya, Jae. Papá era frío conmigo incluso antes de que nacieras.
- Tal vez, si no dieras tantos problemas…Quiero decir, si te metieras en menos líos…
- Entonces ni siquiera le vería. Tiene tanto trabajo que no come en casa, que es el único momento en el que está obligado a compartir habitación conmigo. El resto del tiempo lo pasamos separados, salvo cuando me llama a su despacho para echarme la bronca.
La compasión en los ojos de Jason se hizo más palpable.
- ¿Qué te dice? – le preguntó con curiosidad, y también para distraerle un poco. – Cuando te llama allí. ¿Qué te dice?
Paul le sostuvo la mirada un rato, antes de relajar los labios en una media sonrisa.
- ¿Han cruzado apuestas sobre eso? ¿Ya estás desplumando a los enanos y metiéndolos en el juego? – preguntó, divertido. A Jason le encantaba apostar – No me dice gran cosa. "Lo que has hecho es inadmisible, bla bla bla" "Estás castigado tres semanas, bla bla bla".
- ¿No te grita?
- Nunca.
- Qué raro. Papá me grita siempre.
- Querrás decir, que te grita cuando te lo mereces. Yo haría algo más que gritarte si llego a enterarme a tiempo de que haces pellas.
Jason se quedó callado. Hacía un mes había faltado a clase, y eso puso el grito en el cielo en casa. Todos, incluso Paul, sacaban buenas notas allí y se tomaban el colegio muy en serio. No en vano un padre era médico y otro tenía una exitosa carrera política. Quisieran o no, los Anderson estaban obligados a ser exitosos. Sus padres se encargaban de ello.
- ¿Te cuento un secreto? – dijo Jason, tras un rato.
- ¿El qué?
- Por qué falté a clase.
- Para no hacer el examen ¿no?
Eso era lo que había dicho.
- No. Estuve en la estación abandonada…
- ¿En la PELIGROSA estación abandonada, con hierros, basura y alambres? Como papá se entere…
- No lo hará si no eres un chivato. Estuve allí, probando algo.
- ¿Probando el qué?
Jason abrió el coche.
- Jason, ¿qué haces?
- Tú sal, y te lo enseño.
Tras dudarlo un poco, Paul lo hizo. No podían entretenerse mucho, ya llevaban un rato parados. Jason esperó a que saliera, y entonces se puso bajo la luz de los faros, para que le viera bien. De pronto, hizo algo con las manos, un movimiento raro, y un árbol detrás de Paul estalló en pedazos. Paul se agachó, para impedir que le dieran los trocitos.
- Joder, ¿qué fue eso? ¿Alguien puso un petardo?
- No, Paul, he sido yo.
- ¿Tú has puesto un petardo?
- Nada de petardos. Lo he hecho con las manos.
- ¿Qué?
Jason volvió a hacer ese movimiento, y otro árbol estalló. Paul asoció el movimiento de Jason con los estallidos.
- ¿Qué narices…?
- Alucinante ¿verdad?
- ¿Tú haces eso? – preguntó Paul, con incredulidad. Sin responderle siquiera, Jason siguió emprendiéndola con la pobre vegetación. Al principio, Paul observó anonadado, algo asustado, impresionado, incrédulo…convencido de estar loco…Pero luego reaccionó. - ¡Jason, detente! Vale, ya entendí, explotas cosas, ahora para.
- ¿Por qué? ¡Es divertido!
- ¡Puedes hacer daño a alguien!
- ¡Qué va! – dijo, y apuntó hacia él. Entonces Paul sintió un inmenso dolor en el codo. Gritó. - ¡Paul! ¡No sabía que funcionaba en personas, de verdad que no! ¿Estás bien? ¡Dios mío!
- ¡Antes de meter el tiro, se comprueba si el arma está cargada, idiota! – siseó Paul, agarrándose el brazo herido. – ¡Deberías haber comprobado antes si funcionaba o no en la gente!
- Tienes razón. Lo siento.
- ¿Lo sientes? No, ¡yo lo siento! ¡Me has hecho daño! ¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo explico ésta herida? ¿Qué le digo a papá?
- La verdad…
- "Papá, tu hijo explota cosas con las manos…" Pero, ¿tú quieres acabar de exposición en un zoo? ¡No puedes decírselo a nadie! ¡Despierta, lumbreras, pon ese cerebro a funcionar!
- ¿Ni a papá?
- Se asustará. Joder, enano, yo estoy acojonado. Mira sé…sé que eres mi hermano pero ahora mismo…
Paul no quiso decir las palabras en voz alta, pero Jason le entendió igual. "Ahora mismo me das miedo, y quiero huir de ti". Paul pudo ver la mueca de su hermano, con los sentimientos heridos, pero pudo ver también cómo se sobreponía.
- Hay que llevarte a un hospital.
- ¿Y qué decimos? ¿"Me ha explotado el codo"?
- Baja el sarcasmo, Paul. Así no se solucionada nada.
- ¡Esto no tiene solución! Joder, ¿te das cuenta de lo que pasa?
- No es para tanto. Exploto cosas. Ya está.
- ¡Eso no es normal! Pero…¿qué narices eres tú?
La pregunta fue brusca y algo cruel, y como es natural, no fue bien recibida. Jason le empujó.
- ¿Qué soy? ¡No soy una cosa! ¡No soy un monstruo! – gritó su hermano, mientras le seguía empujando.
Paul tenía problemas de autocontrol. Estaba todo el día metido en peleas y saltaba a la mínima provocación. Le dolía el brazo, y, enfadado, reaccionando por instinto, estiró el brazo sano y empujó a Jason a su vez. Era mayor que él, y más fuerte, así que le tiró al suelo. Jason se levantó, y fue a por él de nuevo. Le agarró el codo herido y Paul gritó. Furioso, le dio un puñetazo a su hermano con todas sus fuerzas. Se alarmó cuando vio que no se levantaba.
- ¿Jason? ¿Jae? Vamos, no juegues. Levanta. ¿Jae? – preguntó Paul, con angustia. Se acercó a él, y le movió un poco. Comprobó con horror que, al caer, Jason se había golpeado la cabeza contra una piedra. Sangraba.
"¡No! Joder. Joder. Joder Joder. "
- ¡JASON! Vamos, man. Ey, hermanito. Vamos, levanta. Eres fuerte. Yo sé que eres fuerte. Venga enano, levántate.
No supo cuánto tiempo estuvo intentando inútilmente que se levantara, pero al final, todo lloroso y medio histérico, entendió que no iba a levantarse. No sabía si estaba vivo o muerto, pero podía ver que se había roto el cráneo. Algo rosáceo le salía de la cabeza además de la sangre, y Paul entendió que se había, literalmente, abierto la cabeza. Estaba viendo el cerebro de su hermano. Vomitó. Luego, sacó el móvil. Se lo cogieron al tercer pitido.
- ¿Si?
- Mamá. Mamá, soy Paul. Hemos…hemos tenido un accidente. Mamá, no se despierta. Jason no se despierta.
- ¿Qué?¿qué ha pasado? ¿¡Dónde estáis!?
Su madre sonaba desesperada.
- No lo sé. En la carretera del Este, aún cerca del campo. Mamá, está muy grave…
- Paul – habló la voz fría, segura y autoritaria de su padre. La voz de un médico.
- ¡Papá!
- Paul, ¿qué tiene tu hermano? ¿Os habéis chocado con el coche?
- ¡No! Se ha… se ha golpeado en la cabeza. Yo… yo le pegué…él…Papá ¡lo siento!
- Eso no importa ahora. ¿Has llamado a una ambulancia?
"Joder, qué idiota".
- No.
- Yo lo haré. Paul, necesito que respondas a una pregunta, hijo.
- Dime.
Lo que fuera. Le diría lo que fuera.
- ¿Tiene pulso?
No, eso no. Dios santo, no. Paul se agachó y tomó la mano de su hermano. Se veía tan…frío. No pudo tomarle el pulso. No sabía hacerlo. ¿Por qué era tan inútil? ¿Por qué no sabía hacer algo tan sencillo? El latido, joder, no era tan difícil. ¿O es que no lo tenía?
¿Es que su hermano estaba... estaba muerto?
Había matado a su hermano. Dios mío, había matado a su hermano. Vagamente fue consciente de que su padre decía algo al otro lado del teléfono, pero no le escuchó. Entonces, Paul sintió vértigo, y que las piernas le fallaban. Sintió que el estómago se le subía a la garganta, y decidió sentarse no fuera a desmayarse… pero al mirar al suelo lo vio muy lejos. Vio a su hermano, abajo, tirado de cualquier manera como un muñeco roto. Y el subía, y subía….Se le cayó el móvil. Y, de pronto, bajó. Se desmayó antes de llegar al suelo.
Despertó con un dolor sordo en el codo, oyendo un "bip" rítmico que venía de alguna parte en su derecha. Abrió los ojos. Estaba en un hospital. Movió la cabeza, y en su rango de visión apareció su madre. Al ver que estaba despierto, se abalanzó sobre él.
- Mamá... – trató de decir, pero tenía la voz pastosa y no supo si se le entendió.
- Sshhh, mi vida. Todo irá bien, cariño. Voy a buscar a tu padre.
"No me dejes sólo, mamá", quiso decir, pero no lo hizo. Su madre parecía enloquecida. Le dio miedo verla así, y supo que estaba sufriendo. No era buena idea llevarle la contraria en ese momento. Además, seguro que le odiaba. Tenía que odiarle. Debía odiarle.
Antes de que tuviera tiempo de sentirse sólo, vino su padre.
- Paul. – dijo, y Jason pensó que aun debía de estar medio grogui. Ese no podía ser su padre. Esa no podía ser su voz. Tan…llena de sentimiento. Tan… cariñosa. Era la voz que destinaba a sus hermanos, no la voz que ponía con él. Quiso levantarse y abrazarle, pero sólo pudo estirar el brazo. Aquél si debía ser su padre, porque, una vez más, no le tocó. Le rechazó, aunque no se apartó del todo. – Paul, no tenemos mucho tiempo. La máquina dirá que te has despertado, y en seguida vendrá el médico que te atiende. Tienes que decirme lo que pasó.
- Yo…fui a por Jason… perdió su partido…nos peleamos por… por la radio, y frené el coche. Y luego… luego…
- ¿Qué? ¿Luego qué, hijo? Tienes que contármelo todo
No podía decirle a su padre lo de Jason explotando cosas. Se enfadaría con él… Jason…
- ¿Cómo está él?
- Vivo. En coma. – respondió Patrick, con frialdad profesional, pero sin poder ocultar el dolor que esas palabras le provocaban. Dejó que el alivio se extendiera en Paul, pero sólo durante unos segundos - ¿Qué pasó? – insistió.
- Le…le golpeé. Se dio contra una roca. Papá, yo…
- No es eso lo que te estoy preguntando, hijo. ¿Qué pasó? Los árboles estaban destrozados. El coche intacto. Las cámaras grabaron algo… Te vi caer del aire, y cómo te frenabas en el último momento. Tendrías que haberte matado, a esa altura. Y apenas tienes una herida en el codo. ¿cómo te la hiciste?
Paul abrió mucho la boca. Cierto, él estaba en el aire, y se cayó. Por lo visto, se frenó antes de matarse. ¿Las cámaras lo habían grabado? ¡Oh, no! Miró a su padre. No parecía asustado, al menos no por eso. Ni enojado. ¿Sabría también lo de Jason?
- Yo… levité…Papá…me alcé….me alcé en el aire.
- Con que ese es tu poder.
- ¿Poder?
- Paul, no hay tiempo. Robé la cinta de seguridad. Estampé el coche. Es vuestra coartada. Oficialmente habéis tenido un accidente. Ese es el recuerdo que voy a implantar en ti.
- ¿Implantar? ¿Papá, qué…?
Su padre le tocó el brazo, y entonces Paul sintió mucho dolor. Le vinieron a la memoria imágenes de las que no se acordaba. Sucesos que no habían pasado, o que él no recordaba que hubieran pasado…Y luego, nada. Olvidó eso, y olvidó también su pelea con Jason. Se durmió en el sueño de la inconsciencia.
Bip. Bip. Bip. Despertó en un hospital. ¿Qué hacía allí? Oh, el accidente de coche. Le dolía el codo. Tenía la garganta seca. Giró la cabeza, para pedir un vaso de agua. Pero en la habitación no había nadie. Estarían con Jason. Por alguna razón, tuvo un enorme sentimiento de culpa, a pesar de que ese imbécil del camión blanco había sido el que se chocó con ellos. Pero se sintió culpable. ¿Por qué? ¿Por sobrevivir? Tal vez. ¿Le culparían también sus padres? ¿Estaba Jason vivo?
 


El recuerdo se esfumó, y ya no vino ninguno más. Paul, el Paul de 19 años en el salón de los Haliwell, estaba llorando. Alguien le zarandeaba. Abrió los ojos, y vio a su padre, que forcejeaba con Chris.
- ¿Qué le ha hecho? ¿Por qué gritaba? – decía Chris, alarmado.
- Le he devuelto sus recuerdos.
- Papá…
Los dos hombres dejaron de discutir, y le miraron.
- Paul – dijeron a la vez, con sincronía total. De no tener padre, de pronto había pasado a tener dos. Y entonces, quizá porque si no lo hacía iba a volverse loco, Paul se rió. Pero no fue una risa alegre, y acabó convirtiéndose en llanto.
- Papá… - repitió, ésta vez sonó como una súplica. Se lanzó para abrazarle, pero Patrick se apartó.
- ¿Cómo puede hacerle eso? ¡Su hijo le necesita! ¡Necesita que le abrace! – gritó Chris, que no se podía creer lo que estaba viendo. Había oído gritar a Paul, y había bajado corriendo. El chico estaba en una especie de trance, y lloraba, y gritaba a partes iguales. Se había sentido impotente. ¿Qué le había hecho ese hombre al que llamaba "padre"? Y ahora, ese tipo, después de decir no se qué incoherencias sobre devolverle los recuerdos, le negaba un abrazo a su hijo, que, lloroso, le necesitaba.
- Es la costumbre. – murmuró Patrick – Ya…ya puedo tocarle. Ya…recuerda.
Y entonces, padre e hijo se fundieron en un abrazo. Chris se sintió incómodo. Sintió que sobraba ahí, pero no se atrevía a dejar sólo a Paul. No después de lo que había visto. Se limitó a observar, durante los dos minutos que duró aquél intenso abrazo catártico, durante el cual Paul se fue relajando poco a poco.
- Le maté, papá. Le maté….
- Sshh. Paul, me llevó un tiempo entender que no lo hiciste. Fue un accidente.
- Le maté…
- Ssssh. Ya está, PJ. Ya está.
Paul casi sonrió. PJ. Su padre no le llamaba PJ. Eso lo hacían sus hermanos pequeños.
- Fue un accidente…Yo recuerdo un accidente….Todo el mundo cree que fue un accidente.
- Limpié las pruebas, hijo. Estrellé el coche. Extraje de tus verdaderos recuerdos cosas lógicas. Culpé al temerario del camión, y te hice decirle a los policías que se dio a la fuga. Jamás le encontraron, porque eran datos falsos, claro.
- ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué cambiaste mi recuerdo?
Paul se preguntaba si era para evitarle el dolor de saber que había matado a su hermano. Pero…
- No quería que descubrieras vuestros poderes. Era peligroso. Sin embargo, por alguna razón, no pude hacer que olvidaras que levitaste. Cuando…cuando me lo dijiste días después…Yo….no sabía qué hacer….te hice pensar que estabas loco. Era mejor…. Era mejor que dejar que supieras. Que ponerte en peligro…
Y entonces, Paul lo supo: su padre sentía. No era una estatua. El hombre inexpresivo había quedado muy lejos. Aquél era el hombre que le sostuvo siendo un bebé. El hombre que le abrazó siendo un niño. El hombre que le había ocultado sus poderes durante toda su vida, al parecer para protegerle. Pero…
- ¿Por qué…. Por qué no me tocabas? – preguntó con la voz temblorosa. Necesitaba saberlo. ¿Es que no le quería como hijo?
Como sintiendo sus inseguridades su padre le acarició la mejilla. Aquella vez Paul sí pudo disfrutar del contacto, porque no le acompañó ningún dolor.
- Cuando aquél demonio te atacó en la cuna, tu madre me hizo prometer que no volvería a suceder de nuevo. Ella sabe lo que somos, todos nosotros, pero se sintió impotente al no poder defenderte. Ella no tiene poderes. No quería ver a su hijo indefenso de nuevo. No quería que tú pasaras miedo… No quería que soñaras con ese ser, que tuvieras pesadillas…Los Ancianos no me dejaron atar tus poderes, así que supe que, si quería mantenerte a salvo…Si quería que crecieras sin la sombra de miles de demonios tras de ti…tenía que hacer que no usaras tus poderes. Que no supieras que los tenías, y que nada te lo pudiera recordar. Sobre ti hay una profecía, Paul. Los Ancianos me lo dijeron. Es mucha la gente que desea tu muerte, para que no se cumpla. Tuve que tomar… tuve que tomar una decisión difícil, Paul. Mis poderes tienen consecuencias. Sí…. Si toco a la persona cuyos recuerdos he modificado…los recupera. Y, como has comprobado, le duele. Yo no quería que recuperaras la memoria, ni quería causarte dolor. Así que no iba a poder tocarte… nunca. Borré todo recuerdo del demonio que pudiera tener tu mente infantil y te mantuve alejado de la magia. Pero el precio fue muy alto… Te alejabas de mí…. Yo tenía que ser frío con un niño de cuatro años que quería abrazarme y darme un beso…Tenía que quitarle las ganas de querer hacerlo… y lo conseguí. Pero aquél día, con tu hermano... Yo sabía lo de Jason. Sabía lo que podía hacer, explotar cosas…. Pero no quise hacerle… no PODÍA hacerle lo mismo que te había hecho a ti. Decidí observar, y ver….y resultó ser un error. Descubriste su poder. Te desveló la magia a ti, antes de que estuvieras preparado para ello. Modifiqué tu recuerdo…pero aun así recordabas tu propia magia. Eso me enfurecía. Me había costado mucho mantenerte alejado de ella…Y….cuando el señor Haliwell…- continuó, y Chris se vio sorprendido de verse incluido en la conversación – cuando él me llamó, y me dijo que te culpaba de la muerte de tu hermano supe que…que tenía razón. Es lo que hemos estado haciendo, tu madre y yo, estos años. Pero no fue tu culpa. Paul, cuando te has ido…he creído… he creído que había perdido otro hijo….no podía soportarlo. No puedo dejar que pienses que te culpo de nada. No es tu culpa. Ni siquiera recordabas lo que había pasado. Fue cruel mantener alejado de mí, cuando tú sólo recordabas un accidente de coche. No entendías… no debiste de entender lo que pasaba….Yo…he cometido tantos errores…Alejándote de mí…Dejándote sólo…
La voz de Patrick se quebró, y Paul tuvo lo que siempre había necesitado: una muestra de debilidad, un sentimiento intenso de su padre. Una prueba de que sentía algo por él. Paul le abrazó con fuerza, y permanecieron así mucho rato.
Un rato después, Chris observó un cambio. Padre e hijo, los dos a la vez, se separaron, y se pusieron rígidos. Parecía incomodarles su muestra de afecto. Los dos hombres blandos que se creían duros… Le recordaron a Wyatt. Le contaron a Chris toda la historia, y Chris, a su vez, puso al día al padre de Paul. Ese hombre nunca le caería bien: había hecho demasiado daño a su hijo con su frialdad y sus malas decisiones, pero entendía por qué había hecho lo que había hecho. Los demonios no atacan ni se dejan ver a quienes no tienen poderes. Al hacer que Paul desconociera la magia, le estaba protegiendo. Le estaba impidiendo meterse en líos y le estaba haciendo crecer de forma inocente, sin sufrir. Pero…Chris no lo aprobaba. Leo lo había pasado mal con la muerte de su madre, y él hubiera hecho cualquier cosa por ahorrarle ese dolor, pero jamás le borraría el recuerdo de su muerte. Como Peter solía decir, limpiar el desastre no cambiaba lo que había pasado. Paul debería haber crecido recordando a ese primer demonio. Debería haber crecido con la pesadilla de un ser que quería hacerle daño. Eso le habría traumado, pero hubiera sido mejor que lo que había pasado. Patrick le hubiera podido tocar, y posiblemente las cosas no se habrían desmadrado tanto como para que Jason muriera. O quizás sí, quién sabe. Pero Paul lo habría recordado. Habría recordado la verdad, tal cual fue. Los recuerdos son de uno y nadie…nadie tenía derecho a cambiarlos. Chris valoraba sus recuerdos por encima de todo. Allí había personas que ya no estaban y buenos y malos momentos. Era irónico que aquél hombre quisiera crear un tipo duro, capaz de cumplir una profecía, y le hubiera hecho crecer como alguien débil, en una jaula de cristal, protegido de la verdad. Dudaba que eso hubiera sido lo correcto. Si Paul tenía una profecía que cumplir – algo que por cierto investigaría próximamente – tenía que estar preparado para ello. Pensar eso le llevó a proponer algo, una vez convenció a Paul y a su padre para que se quedaran a cenar. Con sus hijos delante, le habló directamente a Paul, casi ignorando a Patrick.
- Paul, hay una escuela… La dirige mi padre…. La escuela de magia. Una de mis tías también trabaja allí. Asistir no es… nunca ha sido obligatorio… Pero puede ser muy…. útil. Chicos – dijo, ahora mirando a Nick y Peter – no os lo había dicho antes, porque últimamente han pasado muchas cosas que no me han dado tiempo para pensar, y porque aun era demasiado pronto para vuestros recién descubiertos poderes, pero me gustaría que fuerais allí. Habéis crecido sin magia, y hay cosas que necesitáis aprender. Yo… en fin, no lo sé todo. Y sobre todo, allí hay gente, profesores, con vuestras mismas habilidades. Compañeros…otros brujos.
- ¿Tú fuiste? – preguntó Peter, y Chris asintió.
Peter y Nick intercambiaron una mirada. Una larga mirada.
- De acuerdo.
- ¿De verdad? – preguntó Chris. No esperaba una aceptación tan rápido. Pensó que les llevaría días decidirse.
- Sí, claro. Tiene que ser guay. Muy de novela fantástica, y todo eso. Escuela de Brujos. Mola.
Chris les dedicó una sonrisa. Luego hablaría con ellos al respecto, en privado y más tranquilamente, pero estaba feliz por la buena acogida. No obstante, había sacado aquello principalmente por…
- Paul…Soy tu luz blanca, y mi deber es aconsejarte. Y mi consejo es que… aprendas todo lo que puedas sobre la magia. Creo que deberías ir a esa escuela también. Creo que es así como debes prepararte para lo que se supone que tienes que hacer. – dijo, con seriedad. Para aligerar la tensión, añadió – Además, ya le has caído en gracia al director. Mi padre quedó fascinado por tus buenos modales.
Paul le dedicó una media sonrisa, y luego miró a su padre. Chris supo que no le iba a dar una respuesta inmediata al ver su indecisión. Pero indecisión estaba bien: no era un no.
- Ahora, a cenar todos, que se enfría.
Fue… una buena noche. Una noche normal, cenando normal, después de tanta cosa extraña. Gracias a Patrick, Chris conoció un poco más sobre los Anderson. Era extraño saber que en una ínfima parte de su genética eran familia. También era extraño tener a ese hombre en su mesa, al lado de Paul, sabiendo el daño que se habían hecho mutuamente… Aunque Chris no podía culpar a Paul por el accidente de Jason, pese a que intuía que el chico se culpaba a sí mismo.
Finalmente, llegó el momento de despedirse. Paul y su padre se fueron, a reencontrarse con su familia. Una familia que podía empezar a funcionar, pasito a pasito, ahora que Patrick había decidido por fin hacer algo más que lamentar la muerte de uno de sus hijos. Sin embargo, Chris pensó que aquél hombre sabía más de lo que decía.
Como si el destino quisiera confirmar sus sospechas, cuando estuvieron a solas, Patrick habló a Paul de ésta forma:
- No te encariñes mucho con ellos.
Paul le miró atentamente. Ante sí volvía a tener al hombre frío y calculador, aunque al menos, le agarraba posesivamente con un brazo. Entendió entonces que la personalidad de su padre no iba a cambiar. Iba a tocarle, pero era un hombre frío por naturaleza, acostumbrado además a tratarle desde la distancia. Aceptó esto, porque era el menor de sus problemas en aquél momento.
- ¿Qué quieres decir? ¿Qué sabes?
Patrick no le respondió.
- ¿Qué es lo que no me estás contando? ¿Por qué no debo encariñarme? ¿Qué va a pasarles a los Haliwell?
Su padre le miró a los ojos, y por un segundo Paul creyó que iba a contárselo.
- Vamos a casa. Aunque sabe que estoy contigo, tu madre tiene que estar preocupada.
 


Cuando Chris cerró la puerta, y Paul y su padre se fueron, suspiró.
- A este ritmo moriré joven – dijo.- Me va a estallar la cabeza. Creo que necesito hacer un croquis con todo esto. Ramas familiares perdidas, recuerdos falsos, ataques demoníacos en sueños…
- Todo ha sido muy extraño – concordó Peter – Pero me alegro por Paul. Parecen que las cosas van a ir mejor para él.
- Sí, pero porque peor ya no pueden irle – comentó Nick.
- ¡Basta ya de hablar de Paul! – protestó Leo. – Quiero saberlo: ¿vais a ir a la escuela de magia?
- Pues… sí. – dijeron a la vez.
- Habéis aceptado muy rápido – dijo Chris. – Esperaba que lo pensarais un poco más.
- El abuelo me habló de la escuela, pero me olvidé de ella. Cuando descubrí mis poderes en lo último que pensé es en que podía ir a ese lugar. Además era un demonio peligroso y todo eso. Pero ahora puedo controlarlo y es algo que realmente me apetece hacer – dijo Nick.
- Me alegro. Pero… no podéis dejar el colegio. El normal. Vais a…tener dos vidas. Puede ser estresante. Y va a requerir cierto esfuerzo de vuestra parte.
- Haremos lo que sea necesario – dijo Peter, y a Chris le sonó demasiado intenso.
De repente sintió que los motivos de Peter para querer ir a la escuela no eran los mismos que los de su hermano. Frunció el ceño, pensativo, pero realmente no tenía ningún hilo del que tirar. Se limitaría a estar atento, simplemente, porque la expresión concentrada de Peter le daba mala espina.
- Ahora todos a la cama. Ha sido un día largo, y mañana hay cole. Chicos, hablaré con mi padre, y tal vez podáis empezar en la escuela de magia la semana que viene.
Se fueron a dormir, y Chris pasó a despedirse de cada uno con un beso y un abrazo. Ver la relación que Paul tenía con su padre le hizo valorar más la que tenía con sus hijos, y se olvidó de toda inquietud respecto a Peter, feliz porque sus hijos fueran felices.
Sin embargo, Chris había tenido razón al sospechar de Peter. El chico vio en la escuela de magia una oportunidad única para convertirse en alguien más poderoso. Alguien que se pudiera defender… y causar estragos en el inframundo. Porque, dijera lo que dijera su padre, era lo que tenía que hacer. Toda su vida se había dicho que no valía para nada. No era más que un niño roto y rechazado por la sociedad y la buena suerte. Junto a Chris, encontró una forma de ser feliz. Y con sus poderes, encontró una forma de ser útil. Se esperaba de él que destruyera demonios. Y eso es lo que iba a hacer. Se durmió pensando en esto.
 


Chris le había dicho a Peter que ellos no recibían entrenamiento. Entrenamiento no, pero sí instrucción, tal como comprobaron los gemelos una semana después, cuando empezaron en la escuela de magia. Su padre les orbitó, puesto que la escuela de magia no se ubicaba en ningún lugar accesible por medios "normales". Allí se llegaba por medios mágicos, y orbitar era el más rápido.
Era extraño que Leo y Paige trabajasen allí. Pero lo hacían. Dirigían la escuela juntos, y ambos daban clase. Los chicos se sorprendieron de la cantidad de jóvenes brujos como ellos que había por el mundo…
- Cada vez más – explicó Chris – Por eso mi padre quiere que mi hermano y yo seamos profesores aquí.
- ¿Por qué no aceptas?
- No tengo tiempo – dijo Chris, pero había un brillo de anhelo en los ojos. Aquél lugar siempre le había gustado mucho. No era una escuela para él, nunca lo había sido. Él y su hermano habían vivido buenos y malos momentos en aquél lugar, lleno de recuerdos. Cambió su expresión nostálgica cuando vio llegar a su padre. – Oh, aquí viene el director – bromeó.
Leo lucía una gran sonrisa. Eran los primeros de sus nietos en ir allí, puesto que los demás eran aun muy jóvenes. Aunque Victoria, la hija mayor de Wyatt, no tardaría mucho en acudir también. Tal vez un par de años…
Chris se despidió de ellos y les dejó con su padre. Nick y Peter alucinaban con cada cosa que veían. ¿Un chico había atravesado la pared? Una chica cambiaba de forma ante ellos a placer. Su abuelo les explicaba todo a su paso, y respondía encantado a sus preguntas. Nick y Peter acordaron tácitamente llamarle "Leo" allí. "Señor Wyatt" era demasiado formal, y "abuelo" demasiado cariñoso. Sin embargo, se dieron cuenta inmediatamente de que todos allí sabían quiénes eran: los nietos del director. Pues qué bien. Adiós vida social en tres…dos… uno…
Fue increíble. Nick era feliz. Peter no tanto. La magia le seguía incomodando un poco, pero no hacía aquello por placer, sino por utilidad. Absorbía cualquier cosa que le pudiera valer para ir al inframundo, sabiendo que no podía contar con el apoyo de su padre.
Tres días después de empezar en la escuela de magia, Peter hizo su primera visita al hogar de los demonios. En uno de los libros de la inmensa biblioteca de la escuela, leyó un hechizo de transporte. Se suponía que aun no estaba preparado para lanzarlo, pero el Libro de las Sombras tenía razón: Peter no era un brujo cualquiera. Realizó aquél hechizo, y apareció en una superficie rocosa que empezaba a conocer. Nada más aparecer, como si hubieran sentido su magia, se vio rodeado por una horda de demonios. Y lamentó no haber llevado consigo ninguna poción…aún no sabía hacerlas. Pensando rápido, adoptó su forma de demonio. Y empezó el baile.
Peter era rápido con los rayos, imparable en una carrera, y sigiloso a la hora de hacerse invisible. Se dio cuenta de que esas cualidades siempre habían estado dentro de él. Siempre había sido muy rápido, y Chris decía que sus pasos no hacían nada de ruido. Saber eso le hizo sentirse más a gusto consigo mismo. Le hizo aceptar que realmente ser demonio era parte de él. Que él era Vraskor, y Vraskor era Peter.
Aquél día, derrotó a cinco demonios. Lanzó el hechizo de transporte una segunda vez, y regresó a casa. Se había ido de noche, de madrugada, y había regresado cuando casi amanecía. Estaba agotado, y no había dormido nada. Se sentía como si hubiese muerto cien veces. Dios, qué cansancio…
En clase, se durmió varias veces. Nick desistió de tener una conversación fluida e inteligente con él, porque sólo respondía con pequeños "Mmm" y "ya veo", como si su mente estuviera en la cama. Y, por la tarde, cuando fueron a la escuela de magia, Peter no era persona. Estaba tan, pero tan cansado… Tenía tantas agujetas por correr, saltar, y esquivar demonios… Estaba en la clase que daba su tía Paige, y se durmió sobre el pupitre. Con la diferencia de que ahí eran menos que en el colegio, de que se notó, y de que su tía no se lo tomó demasiado bien, porque estaban en medio de un conjuro y podía ser peligroso. Cuando pasó una segunda vez en la misma hora, le echó de clase. A Peter jamás en la vida le habían echado de clase, y que fuera su tía abuela Paige quien lo hiciera sólo lo hacía más…vergonzoso.
Más tarde, cuando su padre fue a por ellos le contaron lo que había pasado. Chris orbitó con ellos a casa, y Peter empezó a disculparse.
- Papá, lo siento… No te enfades, por favor…
- Peter, tienes que tener más cuidado. Dormirse en una clase mágica puede ser peligroso. Algo puede estallar, quemar o quién sabe qué. Aparte del hecho de que dormirse en clase no está nada bien, claro. Paige se ha molestado.
- Lo siento…
- Está bien, no te preocupes – dijo Chris y le frotó los hombros. Le notaba agarrotado - ¿Tienes sueño? ¿Has dormido mal? Puedes echarte ahora un rato, si quieres.
Y así, Peter apenas vio a su padre aquél día, porque tras el colegio normal y el colegio mágico, durmió hasta la hora de la cena. Aquella noche no salió. Tenía que ser prudente para que no le descubrieran, e intuía que su padre iba a pasarse por su cuarto de noche para ver si dormía bien. Efectivamente lo hizo, y Peter dormía como un angelito.
Al día siguiente, Peter ideó otro plan. Una forma de salir sin correr el riesgo de que su padre se despertara y viera que no estaba en casa. Un hechizo de duplicación. Dejaría una copia suya en su cama…Un ser totalmente inanimado, fruto únicamente de la ilusión óptica de un hechizo, pero bastaría para hacerle creer a su padre que estaba ahí, durmiendo. Así que esa noche volvió al inframundo. Y volvió a ser un éxito. Parecía hecho para aquello. Descubrió además que, en su forma de demonio, se autocuraba, lo cual resultó muy útil cuando le hicieron una pequeña herida. Sólo peleaba como demonio, de hecho, ya que si no robaba ningún poder apenas podía hacer nada como brujo. Y robar poderes era algo que quería evitar, por cuestión de conciencia y de ser prácticos. El dueño de dichos poderes se daría cuenta en seguida. Aunque, si tenía que hacerlo, se había fijado ya en un par de sus compañeros que podían hacer cosas muy chulas…No, definitivamente, robar poderes no. No estaba bien. Chris le había insistido mucho en eso. Él no quería hacer un uso indebido de la magia. Hacía eso porque era su misión. Era lo que estaba destinado a hacer. Ni siquiera se paró a pensar si le gustaba. Desde luego, era un subidón de adrenalina, y para descargarse no estaba del todo mal, pero era demasiado violento para su gusto. Vraskor era….estaba…sediento de sangre. A Peter no le gustaba verse dominado por los impulsos demoníacos, y lo que más le costaba era luchar contra sí mismo. Pero era fuerte, tenía que serlo, y podía hacerlo.
Como la vez anterior, llegó a casa cuando casi amanecía. Quitó el hechizo-holograma (así lo había bautizado) y se preparó para ir al colegio sin haber dormido nada. No rindió mucho, y tampoco lo hizo en la escuela de magia, donde tiró un caldero. No dormir le ponía de mal humor. Nunca había dormido mucho, pero de ahí a no dormir nada, sobretodo de algo tan cansado como una vista al inframundo, había un gran paso. Cuando el profesor de aquella clase le dijo que tuviera más cuidado, no le contestó con la mejor de las educaciones. No dijo nada especialmente descarado, pero no fue un tono que al hombre le gustara. Se lo comentó a Leo, el director y el abuelo de los chichos, y Leo habló con Peter en privado.
- Siéntate, Peter – le dijo, y el chico prácticamente se dejó caer en la silla. - ¿Estás cansado?
- Muerto – reconoció, y Leo frunció el ceño.
- Eso puede explicar que se te cayera el caldero pero…¿por qué le hablaste así al señor Stole?
- Lo siento, abue…lo siento, Leo – respondió Peter, ligeramente ruborizado.
- Puedes llamarme abuelo, Peter. Y me parece bien que lo sientas, pero no puede repetirse de nuevo ¿entendido?
- Sí. Perdón.
- Vale. Pues ya está. Ahora vete a dormir antes de que empieces a roncar aquí mismo.
Aquella segunda vez Chris no se lo tomó tan bien. Había ido aquella noche a ver si Peter dormía, y le vio durmiendo, al igual que la noche anterior. En realidad, vio una ilusión óptica, pero él no podía saberlo. El caso es que creía que Peter dormía, y no entendía por qué estaba tan cansado. Y no le gustó enterarse de que había sido descortés con su profesor.
- Has de comportarte como haces en el colegio, Peter, o incluso mejor, porque allí pones al abuelo en un compromiso.
- Lo siento, papá. No volverá a pasar.
Chris gruñó.
- Bien. Ahora duerme si quieres, pero antes haz deberes, si los tienes.
Así que una vez más, Peter y Chris apenas cruzaron unas palabras. Chris se pasaba las tardes, cuando volvían de la escuela de magia, hablando con Nick que le contaba lo alucinante que era todo. Pero le parecía que a Peter no le iba tan bien. A lo mejor ir a dos escuelas era demasiado para él…
Esa noche Peter volvió a dejar su holograma. Se sentía frustrado por ser incapaz de llevar una triple vida, y pagó su frustración con los demonios. Aquello, efectivamente, servía para descargar. Pero no dormir durante dos noches seguidas y agotarse de aquella manera le pasó factura. El colegio fue un desastre, le llamaron la atención varias veces. Se durmió incluso mientras comía, en casa, y Chris casi le prohíbe ir a la escuela de magia. Al final fue, pero lo hizo todo mal. Las letras se le juntaban, leía mal las instrucciones…y fallar, cometer errores, era algo que nunca había llevado muy bien. Se frustraba consigo mismo. Y frustrarse consigo mismo hizo que se frustrara con los demás…y de pronto, y sin entender muy bien por qué, hablando el sueño por él, se enfadó y tiró un libro al suelo. Y, por segunda vez en su vida, le echaron de clase.
Al volver a casa, sabía que Chris iba a echarle la bronca…
- Te han echado de clase, OTRA VEZ. Por tirar un libro, y éste no se te calló.
Peter asintió. Había sido básicamente así, tampoco podía decir mucho en su defensa. Chris caminó hacia él y le dio cinco azotes.
- No sé qué te pasa, pero no puedes tener esas reacciones. – le dijo, algo enojado. Peter agachó la cabeza, y Chris se la volvió a subir, respirando hondo. - ¿Por qué estás tan cansado? A lo mejor es mucho para ti. Ir a clase por la mañana, y a la escuela por la tarde es un ritmo de vida muy complicado. Lo sé, yo lo hice, y sé que puede ser agotador. ¿Quieres dejarlo?
- ¡No! – dijo Peter, horrorizado. Así, ¿cómo iba a hacerse más poderoso? Aun había muchas cosas que no sabía, aunque aprendía rápido, sobre todo por su cuenta.
- Nick no parece tan agotado. No quiero verte así, hijo, hecho polvo. Ya ni hablamos, vienes hecho un zombie.
- No, papá, me esforzaré más, controlaré mis reacciones, pero por favor, quiero ir…
- Está bien – accedió Chris, y le dio un beso en la frente.
La cosa siguió más o menos igual por dos días. Las noches transcurrían en el inframundo para Peter y los días eran cada vez más frustrantes y agotadores. Peter llegó a obsesionarse con lo de matar demonios, y ni siquiera descansó en el fin de semana. Se volvió en algo envolvente, adictivo…su única razón de vivir… lo único para lo que era útil…
Llevaba una semana sin dormir, o durmiendo de una a tres horas y sobrecargándose físicamente. Se estaba acostumbrando a ese ritmo de vida, pero se engañaba si creía que podía seguir así mucho más. Chris no sabía si estaba agotado o deprimido y estresado, porque Peter parecía obsesionado con algo, y además dormía. O él le veía dormir. Decidió hacer algo que pudiera animarle. Peter le había pedido ir a ver a su tío Thomas una vez al mes, pero en su estado zombie ni siquiera se había acordado de eso. Así que Chris decidió darle una sorpresa, y les llamó para que fueran una tarde…
Esa tarde, Peter había fallado en un hechizo que había puesto en peligro a su clase. Lo sabía, y eso le enfurecía. No podía permitirse esas cosas. Se enfadó consigo mismo y se fue de la clase dando un portazo. Cuando le fueron a buscar, reaccionó de mala manera, empujando a Nick y a su profesor, que le habían seguido, preocupados. Peter sabía que aquellos empujones iban a salirle caros…
Chris estaba en el salón, con Leo, Thomas y su familia, cuando su padre le llamó. El hecho de que lo hiciera por teléfono y que no orbitara o le hiciera orbitar le extrañó, pero su padre estaba ocupado en la escuela…estaba ocupado porque el piso se había inundado, porque Peter falló su hechizo…y luego empujó a su profesor y a su hermano. Chris se enfadó y se preocupó a partes iguales. ¿Qué estaba pasando con su hijo?
Apenas puso controlarse cuando fue a por ellos a la escuela, disculpándose un segundo con Thomas y los demás. No dijo nada después que saludarles, y esperó hasta estar en casa. No quería montar una escena con Peter delante de su familia… El chico reaccionó muy feliz al ver a Thomas allí, y estuvo muy atento con sus invitados. Pero estaba mortalmente cansado, peligrosamente cansado, y se estaba durmiendo en el sofá.
- Peter, vete a la cama – dijo Chris, cuando lo notó.
- Aún es pronto, papá…- protestó Peter. Notaba que su padre estaba enfadado con él, e intuía que la presencia de Thomas, Melinda, y sus hijos, influía mucho en el que no le estuviera gritando. Quizás no era el mejor momento para poner objeciones…
- He dicho a la cama. Y mañana no vas a ir a la escuela de magia – decidió.
- ¿Qué? ¡No! ¿Por qué?
- ¿Por qué? Porque llevas días muerto en vida, agotado. Porque estás torpe y se te caen las cosas, como si no durmieras. Y porque te has ido de clase, has empujado a tu profesor, y a tu hermano – concluyó, con una voz de "sabes que aun tenemos que tratar sobre eso" que a Peter no le gustó nada.
A Peter le avergonzó ser regañado en público y estaba muy cansado para ser diplomático.
- Se pusieron en mi camino – respondió.
- ¿Qué se pudieron en tu camino? Mira Peter, sube a tu cuarto, antes de que te suba yo.
- ¡No me hables así!
- ¡Te hablo como te mereces! – dijo Chris, estallando por fin. - ¿Sabes la vergüenza que he sentido cuando me ha llamado mi padre para decirme que mi hijo va por ahí empujando a sus profesores? No me gustan las agresiones de ningún tipo, y ¡menos a tus maestros!
- No fue una agresión, sólo le empujé un poco… - protestó Peter. Tal como Chris lo decía sonaba muy mal, y se acercaba peligrosamente a algo que él no quería ser. Chris abrió mucho los ojos.
- Peter, tú, entre toda la gente, no debería usar como escusa él "solamente le empujé un poco".
- ¡Basta, ellos no tienen por qué escuchar! – gritó, mirando a Thomas, Melinda, sus hijos, Nick, y Leo. Aquello entraba ya en lo personal. Su padre le estaba insinuando, duramente aunque con razón, que las trampas en el lenguaje eran algo que también usaban los maltratadores…
- ¡Ni yo tengo por qué escuchar que mi hijo olvida cómo comportarse en la escuela! Si hubieras subido a tu cuarto como te dije no habrían escuchado. Vete ahora mismo, porque te estás ganando la azotaina de tu vida.
Peter se fue, finalmente, y Chris se arrepintió un poco de haberle hablado así, y más delante de "testigos". Pero, él no saber qué le pasaba a su hijo le sacaba de sus casillas.
En el salón, todo fue muy tenso de repente. Todos miraban para otro lado, y Chris tuvo claro que no debería haber hablado así con ellos delante. Lo hecho, hecho estaba, y no podía volver atrás. Estaba pensando cómo destensar aquello, cuando Emma caminó desde el suelo donde estaba sentada hasta su madre. Debió de hacer una pregunta con su mente, porque Melinda la cogió en brazos y asintió.
- Eso es, pajarito. Peter ha sido muy muy malo, y por eso el tío Chris le va a calentar el culete.
Sin saber por qué, Chris se ruborizó al escuchar aquello. Su hermana probablemente sabía que eso era, literalmente, lo que iba a hacer. Se preguntó si lo decía así precisamente para avergonzarle y demostrarle un poco de la vergüenza que había sentido su hijo. Probablemente. Melinda siempre había tenido un lado retorcido-dulce-inocente que de pequeños a Chris le sacaba de sus casillas. Y de mayores también, para qué engañarse.
- Pobre Peter – intervino Leo, que estaba tumbado en el suelo, leyendo. – Encima de que tiene sueño por llevar una vida demasiado cansada, se le castiga por no poder con esa vida demasiado cansada.
Chris abrió mucho la boca. ¿Encima ahora él iba a ser el malo? Ah, no, por ahí no pasaba.
- Ese no es el problema. Sé que está cansado, y por eso quiero que mañana no vaya a clase, y duerma. Ya le he dicho que si quiere dejarlo, pero dice que no. Es su decisión. Lo que no voy a permitirle es que empuje a sus profesores, ni a su hermano. Así que búsquese otro cliente a quien defender, Señor Abogado de Causas Perdidas, porque éste está condenado.
Tras un rato más con su familia, se despidieron para irse. Thomas iba a volver a viajar, pero volvería en un par de semanas, si todo iba bien. Chris cerró la puerta tras ellos, y se preparó para lidiar con Peter. ¿Cómo quería mostrarse? ¿Firme pero razonable? ¿Intransigente? ¿Condescendiente? Decidió, simplemente, que iba a ser sincero con su hijo, y que no iba a representar ningún papel. Llamó a su puerta antes de entrar.
- Adelante – escuchó desde dentro.
- Ya se han ido – dijo Chris. - ¿Has dormido algo?
- Un poco.
- Bien. Como te he dicho, mañana no irás a la escuela de magia, y te quedarás descansando al volver del colegio.
- Vale – respondió Peter, en un tono de "no me gusta, pero supongo que no era una pregunta". A Chris le gustó aquella actitud, así que decidió empezar él.
- Siento haberte avergonzado delante de todos. No ha estado bien, pero, como te he dicho, nos lo habríamos ahorrado si hubieras subido aquí cuando te dije.
Peter asintió.
- Sólo quería estar un poco más con el tío. Pero tenías razón, estaba cansado. Ah, y gracias por traerle. Me alegro mucho verle.
"¿En serio? Pues nadie lo diría" pensó Chris. Peter lucía apagado de puro agotamiento, y él de verdad que no entendía por qué.
- Peter, sé que estás cansado, que eso hace que las cosas te salgan mal, y que eso no te gusta, pero no puedes coger e irte de clase, ni empujar a tu hermano ni a tu profesor.
- Lo sé…
- Pues, en ese caso, levántate de la cama, vamos – le urgió, y se sentó en su lugar. Quería acabar con aquello cuanto antes. Le bajó el pantalón y le colocó en sus rodillas.
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- No puedes irte de clase cuando se te antoje. Si quieres dejar la escuela de magia, lo hacemos, pero si vas a ir entonces te comportas.
- Sí, papá.
Peter estaba muy cansado, y se dejó vencer por las lágrimas enseguida.
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- No puedes empujar a tu hermano – dijo, y le pegó con un poco más de fuerza, para recalcar el mensaje.
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- Y no puedes empujar a tu profesor. Le debes un respeto.
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Notó que Peter lloraba más que otras veces, y lo achacó al cansancio. De nuevo se sintió preocupado por su hijo. ¿Qué le estaba pasando?
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Chris se detuvo y le incorporó. Le dio un abrazo y le colocó la ropa. Le sostuvo mientras se calma, lo que en realidad no le llevó mucho. Estaba preparando todo un discurso sentimental y sincero, sobre lo mucho que le estaba preocupando cuando notó que Peter se había dormido. Suspirando, le metió en la cama, y le dio un beso.
Esa noche Peter no bajó al inframundo, porque no se despertó. Durmió doce horas de un tirón. Aun así estaba cansado, y además de cansado estaba triste, porque estaba fallando. Las cosas le salían mal, y su padre se estaba enfadando, y con razón. Pero…¿cuántos demonios eran suficientes? ¿A cuántos tenía que derrotar para cumplir con lo que se esperaba de él? Peter o lo sabía, pero consideró que aun no bastaba…
Aquél día en clase (en el colegio "normal") estaba cansado y distraído, y su profesor ya tuvo suficiente. Escribió una nota diciendo que Peter llevaba días así, y que no podía permitir que se durmiera durante la clase. Peter la guardó en su chaqueta. Genial, más problemas con su padre.
Decidió no darle la nota. Podía falsificar su firma, pero finalmente decidió que tampoco iba a hacer eso, por honradez. Se limitó a dejar la nota en su chaqueta. Tras mucho suplicarle a su padre, repetirle que había dormido doce horas, y que aquél día tenía clase con su abuelo y era su favorita, al final le dejó ir a la escuela de magia. Pero, mientras estaba allí, Chris hizo la colada, y puso a lavar su chaqueta. Vació los bolsillos para meterla en la lavadora, y vio la nota. Se enfureció. Y eso no fue nada respecto a cómo de enfadado estaría al final de aquella tarde.
Peter trataba de atender. Lo cierto es que era cierto que aquella era su clase favorita. Su abuelo era buen profesor y sabía mucho. Quería que se sintiera orgulloso de él, y últimamente no había sido precisamente ejemplar. Así que lo intentó en serio. Pero el brazo derecho le dolía horrores, lleno de más agujetas de las que podía soportar, y dejó caer el contenido valioso de un frasquito.
- Peter el torpe de nuevo – comentó por lo bajo uno de sus compañeros, que llevaba días observando cómo lo tiraba todo y lo hacía todo mal. – Seguro que está aquí únicamente por ser nieto e hijo de quien es.
El chico se llevó un puñetazo. Así, simple y llanamente. Peter no estaba de humor para que le tocaran lo que no le tenían que tocar….Pero su abuelo tampoco.
- Peter, a mi despacho. Ahora.
Y Peter voló, porque aquél tono no le gustó nada. No sonó a Leo el director, sino a Leo el abuelo muy muy enojado.
No le hizo esperar demasiado. Leo entró en su despacho con cara de pocos amigos.
- ¿Qué demonios ha sido eso? ¿Has perdido el juicio? ¿Crees que puedes liarte a puñetazos porque sí, en una de mis clases?
- No fue porque sí. Me llamó torpe. Y me dijo que estoy aquí sólo por ser tu nieto.
- Me da igual. – dijo Leo, pero suavizó un poco la voz. - Tú sabes que no es cierto. Estás aquí porque tienes poderes y vales para ello. Peter, lo que has hecho…. Podría expulsarte por eso ¿sabes?
Peter abrió mucho los ojos, y se quiso morir.
"No. No, no, no"
Leo reparó en su cara de espanto, y decidió tranquilizarle.
- No lo voy a hacer. Pero no pienses que vas a salirte de esta sin castigo. – dijo Leo, y se sentó frente a él. Luego, estiró su mano con la palma hacia arriba, y orbitó el cepillo. Y Peter entendió. Se acercó a él con la cabeza gacha, y Leo pareció sorprendido de que no se resistiera. Ocultó su sorpresa y cuando le tuvo cerca le bajó el pantalón. Luego le puso sobre sus rodillas.
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Peter sollozó. Oficialmente, estaba cansando a todos los miembros de su familia.
- No voy a dejar que te pegues con nadie, y menos en mi escuela, y menos en mi clase
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Leo se detuvo, y le levantó. Era consciente de que Peter aun tenía que enfrentarse a Christopher y de que éste estaría muy enfadado. Frotó la espalda del chico mientras le dejaba llorar.
Peter por su parte pensaba en muchas cosas. Cada vez que se convertía en Vraskor gastaba muchas energías, y luchar a muerte no ayudaba precisamente a estar más descansado. No entendía por qué estaba tan exageradamente agotado, pero intuía que la magia tenía algo que ver en eso. El sueño hacía que no se pudiera controlar, y además últimamente se sentía más violento. ¿Era por pasar tanto tiempo como demonio? ¿Estaba influyendo en su personalidad? Quería pedir ayuda, pero no podía... no podía hacerlo. Tenía que ser fuerte. No podía permitirse fracasar...
- Ya pasó, ssh. Anda, deja de llorar.
Pero Peter negó con la cabeza y le abrazó. Estaba fracasando, estaba fracasando… Leo le devolvió el abrazo con ternura.
- Eres un buen chico. Deberías hacer caso a tu padre: tal vez todo esto está siendo demasiado para ti. Estás como apagado…
Peter se dejó llevar por lo de "Eres un buen chico". Oír cosas como esa le hacía bien, aunque fueran algo infantiles. Tras un rato siendo consolado por su abuelo, éste le orbitó a casa. Aun faltaba una clase, pero se hizo evidente que Peter no iba a asistir.
Leo le contó a Chris lo que había pasado. Chris ya tenía su propia dosis de furia con lo de la nota, y encima aquello…Decidió respirar hondo, para no estrangularle. Le mandó a su cuarto mientras hablaba con su padre, y en menos de dos minutos subió él también.
- He visto la nota de tu chaqueta. Así que en la escuela de magia no es el único sitio donde te has estado durmiendo. ¿Cuándo pensabas darme la nota?
Peter no respondió. No se esperaba un ataque tan directo, ni tener que responder por tantas cosas. Sólo esperaba lo del puñetazo…Decidió ser sincero.
- No… no pensaba dártela. Lo siento.
- ¿Lo sientes? Bueno, parece que tú lo arreglas todo con una disculpa ¿no?
Eso a Peter le dolió. Chris se dio cuenta y decidió dejar de hablar antes de hablar de más por estar enfadado. Se acercó a él y le bajó el pantalón. Hizo una mueca. Aun se notaba el castigo de Leo.
- Has tenido que enfadarle mucho para que te castigue allí. Conmigo nunca lo hizo. Separaba escuela de casa.
Peter cerró los ojos con fuerza, para no llorar. Tenía que ser fuerte. No podía llorar o se derrumbaría, y le contaría todo a Chris, y él no le dejaría seguir yendo al Inframundo.
Chris, por su parte, suspiró. Le puso sobre sus rodillas, pero sólo le dio dos palmadas. No tenía fuerzas para castigarle. Llevaba días hablando con él sólo para regañarle y castigarle, y siempre por lo mismo. Además, ya se había llevado una buena lección por parte de su abuelo.
- Levanta – le dijo – Vamos a hablar.
Peter se incorporó, y tuvo que hacer un gran esfuerzo por mirarle a la cara.
- ¿Por qué? – preguntó Chris - ¿Por qué te empeñas en seguir, si es evidente que no puedes? Te veo dormir, y aun así luces mortalmente cansado. ¿Cuál es el caso? ¿Continuar hasta morir de agotamiento?
Peter no respondió. El caso era morir de agotamiento o matar a los demonios en el intento. Preferiblemente lo segundo. Pero no podía decirle eso a su padre. Chris se exasperó porque no le respondiera.
- ¿Y por qué te pegas con la gente, te escapas de clase, y empujas a tus profesores? Se te ve frustrado, hijo. ¿No te gustan las clases? Habla conmigo, Peter, porque te juro que no lo entiendo. Todo parece indicar que no eres feliz allí, pero te empeñas en seguir como un descosido.
Más silencio. Chris odiaba que no le respondieran, y estuvo a punto de dejarse llevar por su enfado, pero se controló. Era evidente que Peter no iba a hablar con él.
- Está bien. Te quedarás en tu cuarto el resto del día, durmiendo preferiblemente. Cualquier intento de salir y me sacaré el cinturón, como parece que has estado pidiendo con tu actitud estos días. Vas a dejar esa escuela o a ser feliz en ella Peter. A mí me da igual. De una forma u otra esto va a terminarse.
"Dios ¿qué acabo de decir? ¿Quién era ese que ha hablado por mis labios?"
Chris se giró para irse, sin abrazos, sin besos. Si lo hacía sería incapaz de seguir siendo tan duro con Peter y tenía que serlo. Tenía que serlo, porque no podía dejar que su hijo siguiera vagando como un alma en pena, sufriendo, golpeando, embestido, embistiendo. No obstante, cuando estaba saliendo, Peter le agarró la mano.
- No estés enfadado conmigo – suplicó. Aprovechó el contacto para tomar los poderes de Chris y se odió por ello, pero trató de que no se le notara en los ojos cuando su padre le miró. Chris ladeó la cabeza, suspiró, y puso una mano en su mejilla, tiernamente.
- No estoy enfadado. Estoy muy, muy preocupado. Veo que te estoy perdiendo, hijo. Y no entiendo por qué. Pensé que estábamos bien. Pensé que confiabas en mí. ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Qué necesitas? ¿Esto es sólo una fase rebelde? No puedo dejar que destroces tu vida. No puedo dejar que te agotes hasta el punto de no rendir en los estudios, ni en la magia, lo cual puede ser peligroso y costarte la vida. No puedo y no voy a hacerlo. Haré que entrés en razón de una forma o de otra. Tú eres cabezota pero yo lo soy más.
Con esto, Chris se fue y Peter se quedó sintiéndose muy vacío, pese a estar lleno de los poderes de su padre.
Aquella noche dejó su holograma, y orbitó al inframundo con los poderes de Chris. Se alegró de haber tomado sus poderes: pensó que así, al no tener que transformarse, se cansaría menos. Además, no quería luchar más como Vraskor. Quería luchar como Peter, porque era Peter el que se sentía una mierda. Era Peter el que necesitaba patear algo, porque se estaba pateando a sí mismo. Peleó como nunca, desenvolviéndose bien con los poderes de su padre, que le quedaban como si estuviesen hechos para él. Pero el agotamiento le pasó factura, y comprendió que su padre había tenido razón al decir que todo era experiencia: los demonios no iban a ir a por él siempre en grupos poco numerosos. Se había extendido el rumor de que algo les estaba atacando, y estaban dispuestos a defenderse. Peter se enfrentó a un grupo mucho mayor que el de las otras veces, de unas doce criaturas. Y venía de luchar con otro grupo, estaba ya rendido. Una bola de energía lo derribó, y sólo en el suelo sintió el dolor de la quemadura. Gritó. Tenía que transformarse en Vraskor. Tenía que hacerlo y se curaría….Vraskor podía autocurarse… Pero, antes de lograr transformarse, se desmayó.
Chris se despertó en mitad de la noche. Fue a beber agua, y observó dormir a sus hijos. Vio a Nick y a Leo, y por último fue al cuarto de Peter. El chico estaba durmiendo, y él no le quería despertar…Pero sentía que había sido muy duro con él… ni siquiera había ido a darle las buenas noches por no despertarle, y no quería que pensara que estaba tan enfadado como para no querer hablarle. No quería convertirse en un Patrick dos. No sabía nada de Paul, pero le estaba dejando su espacio…a Peter también había intentado dejarle su espacio, pero no estaba funcionando. Entró en el cuarto, y le dio un beso…y besó el aire. ¿Eh? Pasó la mano y se dio cuenta que eso no era su hijo. Era una ilusión. Y de golpe entendió por qué estaba tan cansado… no dormía…¿cuánto tiempo llevaba haciendo eso? ¿Cuánto tiempo llevaba escapándose en la noche?
Gruñó. ¿Dónde estaba? ¿Dónde podía estar? Intentó sentirle. Su hijo ahora era un brujo, y él era un luz blanca. Tenía que poder sentirle, aunque fuera mínimamente. Sobre todo si estaba en peligro. Pero no sentía nada. Y aquél holograma seguía ahí, burlándose de él. Intentó hacerlo desaparecer, pero no pudo…
¡Los poderes! ¡Peter se había llevado sus poderes! Mierda. Mierda. Mierda. ¿Dónde estaba? ¿Dónde coño estaba y haciendo qué? Chris deseó que estuviera en algún lugar bebiendo y haciendo cosas de chicos. Lo deseo de verdad, porque la otra opción era simplemente demasiado dolorosa.
De pronto, alguien orbitó en la habitación…y Peter apareció, tumbado en el suelo, con sangre. Había logrado orbitar. Se había…se había salvado. Estaba entre la consciencia y la inconsciencia, pero supo que iba a vivir en cuanto vio unos pies que reconoció muy bien. En cuanto vio los pies de Chris. Cerró los ojos, sintiendo el alivio de quien sabe que ha escapado de la muerte.
Christopher murió de mil formas diferentes cuando vio a su hijo herido, a sus pies. Caminó hacia él y no sabía si era mejor levantarle o si no debía moverle. No le podía curar. No tenías sus poderes. Gimió. Se oyó gritar a sí mismo, aunque no fue consciente de hacerlo. Y llamó a su hermano. Wyatt orbitó frente a él sabiendo que algo iba mal, o su hermano no le habría invocado despertándole en medio de la madrugada.
- Cúrale – suplicó, y Wyatt se agachó, sin saber si confortarle a él primero, o curar a Peter. La gravedad de las heridas del último le hicieron hacer lo más lógico y le curó.
- ¿Por qué no lo has hecho tú? – preguntó, mientras veía cómo sus heridas se cerraban.
- Tiene mis poderes – musitó Chris. Ya se estaba haciendo una costumbre. Pero le daba igual: se los regalaba todos, se los daba para siempre con tal de que se pusiera bien.
Wyatt terminó de curarle, pero Peter no se despertó.
- ¿Por qué no se despierta? – preguntó, como si Wyatt tuviera la respuesta.
- Agotamiento, creo. Déjale descansar.
- Ah, sí. Creo que ha estado días enteros sin dormir. – dijo, con voz impersonal, medio shockeado. Cogió a Peter y le puso en su cama, sorprendido de poder hacerlo. Luego, le contó a Wyatt lo que había estado pasando. Peter agotado sin saber por qué, frustrado, torpe…Le habló de cómo había descubierto el holograma, y sospechaba que Peter venía del inframundo, aunque desde luego cuando despertara le tendría que contar los detalles.
Chris no se despegó de Peter ni un segundo. Se sentó en la cama del chico y se quedó allí, junto a él, por minutos. Por horas. Amaneció. Llegó la hora de despertar a Nick y a Leo pero Wyatt lo hizo por él. Cuando se enteraron los dos fueron a ver a su hermano. Chris fue vagamente consciente de esto, y también de darle un beso a Leo, pero parte de él no estaba ahí, en el mundo real. Wyatt obligó a sus hijos a ir al colegio. Chris se quedó con Peter. Wyatt volvió. Chris seguía con Peter.
Y, por fin, Peter despertó. Abrió los ojos despacito, y se encontró con los ojos de su padre, que le miraban fijamente. Chris le estrechó en un abrazo que casi le asfixia.
- Peter…- susurró. Su padre tenía esa habilidad de hacer que su nombre sonara como algo especial, algo querido y valioso.
- Me salvaste.
- Por muy poco. En realidad, lo hizo Wyatt. Y yo… te vi… te vi ahí, en el suelo y…
- Estoy bien.
Chris dejó escapar las lágrimas mientras abrazaba a Peter posesivamente. Luego, le soltó, para mirarle, y cerciorarse de que de verdad estaba bien. Lo estaba.
- Ahora mismo, no sé si matarte y darte un beso... o darte un beso y matarte.
- Bueno, ya que parece que voy a morir igual y lo que se discute es el orden, quizás pueda tener una Última Cena…mmm…. Un Último Desayuno. Ayer no cené y pelear con una horda de demonios abre el apetito.
- Así que es eso lo que has estado haciendo.
- Sí. Desde hace casi dos semanas. O sea, desde que empecé en la escuela de magia.
- Mejor te traigo el Último Desayuno, porque si me quedó aquí un segundo más te mato antes de que comas.
Chris se fue, y Peter miró la puerta. Bueno, estaba muerto. Chris no sólo estaba enfadado, sino también preocupado. Y Chris preocupado era peor que Chris enfadado. Mucho peor. Se preguntó cómo de malo era lo que le esperaba, y supo que no quería saber la respuesta.
Chris volvió antes de lo que parecía posible con una bandeja llena de comida. Más comida de la que Peter podía comer, pero hizo su mejor esfuerzo. Chris hizo una mueca al ver que no se lo terminaba, pero no dijo nada y apartó la bandeja.
- Desembucha – ordenó, en un tono de "y mejor no te dejes nada".
- ¿Qué quieres saber?
- ¿Cuántas veces has ido al inframundo?
- Casi todas las noches.
Chris palideció.
- ¿Dejabas siempre hologramas aquí?
- Menos la primera noche.
- ¿Cómo sabías hacer un hechizo tan poderoso?
Peter se encogió de hombros.
- Lo leí, lo hice, funcionó.
- ¿Has combatido con algún demonio?
- Seis por noche, aproximadamente. Salvo hoy. Lo de hoy ha sido…una emboscada. Me esperaban, creo.
- Nosotros no hacemos esto. No bajamos allí a luchar con ellos. Esperamos a que ataquen primero. No atacamos sin provocación.
- ¿Por qué no?
- Porque nosotros somos los buenos.
- Pero…¡son demonios! ¡Se supone que yo tengo que cazarlos!
Y entonces, Chris estalló. Peter estaba bien, y había contenido su enfado por demasiado tiempo.
- ¡Se supone una mierda! Te lo dije, cero demonios para ti.
- Pero...yo...
- ¡Sin peros! ¿En qué cuernos estabas pensando? ¿Cuándo y cómo dejaste de pensar? ¿Quieres que te maten? ¿Es eso lo que quieres? ¡PORQUE HAS ESTADO A PUNTO DE CONSEGUIRLO! Lo que has hecho no te lo voy a perdonar en la vida. – dijo Chris, gritando y bajando la voz con escalofriante facilidad. De pronto se puso de pie, y se quitó el cinturón. Peter le observó estupefacto sin poder moverse. – Durante un eterno segundo te creí muerto. Te vi en el suelo, lleno de sangre en la espalda…Te creí muerto…
Peter no podía hacer ni decir nada. Sólo miraba a su padre. Había tenido razón: Chris preocupado era peor que Chris enfadado. Cómo odiaba tener razón. Y cómo iba a odiarlo en los próximos minutos.
- Túmbate sobre la cama – le ordenó.
Chris pensó que iba a negarse, como Nick, pero Peter se levantó, se bajó la ropa, y se tumbó sobre la cama. Luego abrazó la almohada, y por sus movimientos fluidos Chris supo que ya le habían castigado así antes. No quiso pensar en eso. Dobló el cinturón, cogió la hebilla con la mano para no lastimarle y empezó con una de las cosas más difíciles de toda su vida.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- Te dije que no podías ir al inframundo. Te lo dije.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- Te castigué por amenazarme con que irías, y te lo prohibí.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- Podían haberte matado. De mil formas diferentes. Podían haberte matado.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
Peter no pudo más. Lo había intentado, de verdad que sí, pero no pudo más. Se levantó y trató de salir corriendo, pero Chris le agarró con un solo brazo y se lo impidió.
- Ahí – dijo solamente, señalando la cama. Peter negó con la cabeza. Dolía mucho. Le ardía y sólo quería llorar. Pensó que Chris se enfadaría, y empezaría a pegarle con rabia, pero se limitó a manejarle como si fuera un muñeco, y le colocó otra vez sobre la cama. – Ahí – repitió.
Espero a que se colocara. Se hizo sordo ante su llanto.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- Te dije que no podías salir de este cuarto.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- No puedes, bajo ningún concepto, poner un imagen tuya en tu lugar. ¿Es qué no sabes que eso te cansa más? Evidentemente, no lo sabías. Y eso es sólo una prueba de que aun no estás preparado.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- Tu truquito te absorbía tus energías y tú mientras luchando ZAS con demonios ZAS medio dormido ZAS y sin decírselo a nadie que te pudiera ayudar si pasaba algo.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- Y te llevaste mis poderes por lo que no podía buscarte, no podía curarte, ¡Y NO PODÍA HACER NADA MÁS QUE VERTE TUMBADO EN EL SUELO!
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- No puedes coger mis poderes. Te lo he dicho muchas veces ya.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
Peter lloraba con fuerza, luchando por quedarse quieto. Entonces Chris empezó a pegarle en la parte baja del muslo, y ahí dolía más. Además luego seguro que le costaría sentarse…
- No puedes ZAS
- Auuu
-… poner en peligro tu salud. ZAS
- Auuu
-…pasándote días sin dormir. ZAS ZAS ZAS
- Ow, papá, no lo haré más.
- Eso te lo aseguro.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
Chris tiró el cinturón bien lejos, y sintió que las piernas le fallaban. Su hijo había bajado al mismo infierno varias noches seguidas a enfrentarse directamente con criaturas peligrosas. Él sólo. Sin ayuda. Por la noche. Llevándose a extremos peligrosos de agotamiento por malgastar su energías en hechizos varios. Eso era lo que le había estado pasando, y él pensaba que sólo estaba sobrecargado o tal vez rebelde.
Le escuchó llorar muy fuerte. Poco a poco se acercó a él. Peter se apartó, y Chris pensó que eso era todo. Peter le odiaba y siempre le odiaría. Pero entonces se dio cuenta de que sólo le estaba haciendo hueco para que se sentara. Chris lo hizo, y empezó a mimarle la espalda. Fue increíble cómo Peter se calmó sólo porque le tocara. Lloró entonces de forma mucho más controlada, con la cabeza enterrada en la almohada.
- Si te hubiera pasado algo…yo...No. Te pasó. Te pasó algo. Te hirieron. Y quiero cargarme a ese hijo de puta…
Era impactante escuchar a Chris hablando así.
- Ya lo …snif… lo hice yo. Me…sniff … me cargué a todos los hijos de puta. Les preguntaba. Le decía… ¿perdón, tú eres un hijo de puta o no lo eres? Y si no lo era, pues le dejaba en paz.
- ¿Eso es un chiste?
- Un intento. La verdad es que me cargué a todo el que se ponía en mi camino.
Chris ya le había explicado que los demonios no "morían". En primer lugar porque no tenían alma. Y en segundo lugar, porque algunos encontraban la forma de volver. Como Barbas.
Estuvieron en relativo silencio un rato más. Peter respiraba agitadamente, llorando sin ruido, y Chris le acariciaba el pelo.
- ¿De verdad no me vas a perdonar por haberte desobedecido? – le preguntó Peter, con voz triste.
- A la mierda eso, tesoro. Casi te matan. Es eso lo que no te puedo perdonar. Y aun así, ya sabes que te he perdonado. Soy un blando.
- Permíteme que no esté de acuerdo con esa última afirmación. – replicó Peter. Pese a la situación, pese a lo mal que se sentía, Chris tuvo que sonreír. Peter volvía a ser el de siempre, más o menos. Había echado de menos el sarcasmo suave de su hijo. Llevaba días sin oírlo. Le acarició con cariño.
- ¿Por qué Peter? ¿Por qué has ido al inframundo? Sabes que no estaba bien. Por eso te escondías de mí.
- Sabía que me lo impedirías, pero no estoy seguro de que "no esté bien". Es lo que tengo que hacer. Es…para lo que sirvo. Mi misión. Para eso…para eso estoy aquí.
- ¿Aquí dónde?
- En el mundo. Por fin sé que sirvo para algo.
- Peter…Estás tan equivocado…No es tu misión. No tienes que imponerte eso. Sirves para tantas cosas…Dejando a un lado tus MUCHOS talentos, como la música, yo… te necesito. Esa es tu función en el mundo. Ser mi hijo. Ser el hermano de Nick y de Leo. Ser el padre de tu propia familia, algún día.
Peter sacó la cabeza de su escondite, y le miró con gratitud.
- ¿Y si decido meterme monje y no tengo hijos?
Chris le dedicó una sonrisa torcida.
- Entonces esa será tu función en el mundo. Pero yo quiero nietos – protestó, e hizo un puchero.
- Y yo una chica.
Eso sonó tan de chico de 17 años que Chris tuvo que reírse.
- La tendrás…Te quedan tantas cosas por vivir…Eres tan joven…Por eso es tan absurdo que te arriesgues así.
Peter no dijo nada. Chris le levantó un poco y le hizo de almohada, mientras Peter seguía tumbado, de lado. Estuvieron así mucho tiempo, en silencio. Chris llegó a pensar que Peter se había dormido, pero se dio cuenta de que no cuando le oyó suspirar.
- Esta vez no voy a decirte lo de "no puedes salir". Tu castigo se extiende a "nada de diversión durante el resto de tu vida"…pero pongamos que…durante un mes. Así que todo lo que se te ocurra hacer, la respuesta es no. Sólo puedes estudiar, dormir (mucho) y comer (mucho también). – dijo Chris en tono autoritario, pero luego le dio un beso, contento de poder hacerlo, contento de que su niño estuviera vivo y de saber por fin lo que le había estado pasando. Su pobre niño. Peter se había puesto tanto peso sobre sus propios hombros…Le estrechó con fuerza. – Pero eso es a partir de esta tarde. Ahora ¿qué quieres hacer?
- Quiero estar contigo – dijo Peter.
- No voy a ir a ningún sitio. Estoy contigo. Siempre lo estoy, y siempre lo estaré. Y nunca acabaré de pedirte perdón por no haber sabido entenderte… no haber sabido por qué estabas tan cansado…
- ¿Cómo ibas a saberlo si yo te lo ocultaba?
- Mi trabajo es saberlo.
- Tú único trabajo es quererme. Y espero que lo sigas haciendo.
Esa forma de decirlo le resultó extraña a Chris.
- Te quiero, claro que te quiero.
- Bien.
- Nunca lo dudes, tesoro.
- El abuelo y tú os cansasteis de mí, de mi torpeza, y de mi mal humor.
- No. El abuelo y yo nos preocupamos por ti, por tu cara de zombie, tu tristeza, y tu continuo estado de frustración.
Peter le miró a los ojos y se dijeron muchas cosas en esa mirada. Luego sonrió.
- La cara de zombie es genética. No me la puedo quitar.
- ¡Eh! ¿Cómo que genética?
- Yo dije genética, podía ser cosa de mamá. Si te diste por aludido, por algo será…
Peter se rió, y Chris fue doblemente feliz, por ese sonido, y porque Peter hubiera dicho "cosa de mamá", de esa forma dulce, y no con el resentimiento con el que solía hablar de ella. A veces parecía que no, pero poco a poco iban avanzando.
Después de un rato, Wyatt, que tal vez se hubiera quedado en la casa todo el rato o tal vez no, quién sabe, entró en el cuarto.
- A ver, vosotros dos, ¿vais a seguir haciendo el vago ahí todo el día?
- Suena bien – dijo Peter, que estaba muy cómodo recostado sobre Chris. Se echó la sábana encima, sin embargo, con algo de pudor, aunque sabía que Wyatt sabía perfectamente lo que había pasado.
- Yo, en realidad tendría que ir al baño…- comentó Chris, que odiaba la idea de tener que levantarse y separarse de Peter.
- Pues ale, ve. – dijo Wyatt – Por el amor de Dios, son dos minutos. No va a pasarle nada. Me quedo yo con él, y no le dejaré hacer ninguna tontería.
Cuando estuvieron a solas, Wyatt se sentó en la cama, y le dio palmaditas a Peter en el hombro.
- Te ha dado el padre de todos los castigos ¿no?
Peter asintió.
- Te lo mereces.
- Lo sé. Gracias por curarme.
- Eso no se agradece. Vamos, sal de la cama. Me parece que Chris va a hacerte dormir muchas horas al día, así que aprovecha y pasa las que puedas despierto.
Peter negó con la cabeza, e hizo una mueca. Con eso quería indicar que le dolía.
- Tan mal ¿huh? – preguntó Wyatt en tono comprensivo. – Déjame ver
- ¡No! – respondió Peter, muerto de vergüenza. Se ruborizó.
- Oye, Peter, he estado ahí más veces de las que crees. Quiero ver si te ha hecho daño.
- Papá nunca me haría daño. – respondió, con una fe que le sorprendió hasta él. De pronto sonrió, comprendiendo que era cierto. En eso volvió Chris.
- Chris, tu hijo es idiota. Aquí le tienes, sonriendo, como si nada, después de todo lo que ha pasado.
- Pues déjale. Me gusta verle sonreír. Y no le llames idiota, que somos dos contra uno.
- ¡Ja! ¿Y con eso qué?
Entonces, Chris hizo algo que hacía años que no se permitía. Se tiró a por Wyatt como cuando eran niños.
- ¡Iros a un hotel! – protestó Peter.
- Ssh, que están hablando los mayores – dijo Wyatt, y de pronto estaba encima de Chris.
- No vale, eres más grande.
- Papá, por favor, que eres un adulto.
- Eso está por demostrar, Peter – dijo Wyatt. – Pero no te hagas tanto el estirado, que aún me sobra una mano. Ven aquí, ven.

Y se pusieron a jugar los tres. Y Peter pensó que su padre tenía razón. Aquella podía ser su función en la vida; aquél, su lugar en el mundo. Desde luego, era su casa. Aquella era su casa, y no el inframundo. Vraskor, dentro de él, no estaba de acuerdo. Se preguntaba por qué no volvían a jugar allá abajo…Pero, de momento, era Peter el que tenía el control. Y no iban a volver a bajar. Por su bien, por el de su padre, y por el de su trasero.

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