Chapter 79: Aprender autoperdón
REALIDAD 2
Christopher aporreó
la puerta de la habitación, su escasa paciencia extinguida. Había repetido esa
misma acción quince veces a lo largo de aquél día, pero aquella iba a ser la
última. Como que se llamaba Christopher Perry.
- Chico, tienes que
comer algo. ¡Ya!
Ni siquiera recibió
respuesta. Sólo más llanto silencioso, perceptible sólo porque Chris tenía muy
buen oído. Christopher se preguntaba si el chico no era una especie de mutante
acuático. Es decir, el ser humano es tres partes de agua, pero es que tras
veinte horas llorando Peter tenía que estar drenado por completo.
- Peter Adam
Haliwell, si no sales de ahí y bajas a comer entraré yo, y te aseguro que eso
no va a gustarte.
Más silencio.
Christopher dio un golpe en la madera, pero esa vez no fue para llamar a la
puerta, sino para dejar salir su frustración. Sintió la tentación de echar la
puerta abajo, o simplemente de orbitar al interior del cuarto, pero como todas
las demás veces en las que tales pensamientos le habían rondado, los controló.
Estaba claro que Peter no quería hablar con él, y forzarle quizá no fuera la
mejor opción. Sobre todo porque Chris y había demostrado su completa inutilidad
para consolarle…
Todo había ocurrido
muy deprisa. Christopher dejó que el chico se peleara con aquél tipo, con
curiosidad e inquietud a partes iguales. Por un lado, le preocupaba que aquella
"buena acción" influyera en el equilibrio entre ambos mundos. Por
otro, quería ver de lo que Peter era capaz. Y lo cierto es que el muchacho no
le decepcionó.
Al principio Peter
perdía en su pelea, negándose a utilizar sus poderes porque "el otro tipo
no podía, y eso no hubiera sido una pelea justa". Christopher estaba
seguro de que eso era moralmente estúpido hasta en el mundo del muchacho. Así
que, harto de ver cómo se dejaba golpear (y algo le dijo que Peter se dejaba
golpear a menudo), orbitó su ballesta y atravesó con una flecha el cuello de
aquél tipo. Chris no tenía nada en su contra, pero los enemigos de Peter eran
sus enemigos, y por lo visto al chico le había molestado que se metiera con la
prostituta rubia con retraso. Lamentablemente, su puntería no debía de estar en
su mejor momento, porque el disparo no fue mortal, y cuando Peter se dio la
vuelta aquél tipo le clavó una navaja en la parte baja de la pierna. Antes de
poder hacer nada, vio como Peter se transformaba en un demonio, y pensó que
aquél mortal era hombre muerto. Se imaginó toda una batalla en la que Vraskor
(que con su nueva altura recién adquirida y sus cuernos imponía más que nunca)
lanzaría a aquél tipo por los aires hasta partirle todos los huesos, pero en
lugar de eso bastó un solo toque. Un solo toque por parte del demonio y el
humano se murió. Christopher parpadeó. Lo que acababa de ver tenía que ser cosa
del demonio de la Muerte...En su mundo era al revés. En su mundo, Peter era el
demonio de la Vida.
- Woaoh, Peter. ¡Eso
ha sido increíble! – había dicho Chris con mucho orgullo. El semidemonio volvió
a su forma humana justo a tiempo de ver cómo Hope huía despavorida.
- Eso…eso ha sido
asesinato – respondió él, y ya no había dicho nada más. Lo siguiente que hizo
fue vomitar. Lo siguiente fue orbitar a su habitación (o a la del Peter de
aquella realidad) y no salir de ahí en toda la noche, ni en el día de después.
Chris había respetado
sus deseos de estar a solas. Tan sólo había tomado precauciones, porque era más
astuto y mal pensado que el Chris de su otra realidad: él contempló la
posibilidad de que el chico quisiera suicidarse, así que había quitado de su
alcance todo lo que pudiera usar con esos fines, y había atado sus poderes. Por
lo demás, le había dejado tranquilo, salvo alguna visita ocasional en la que
nunca había llegado a traspasar la puerta, cerrada para él. Una de aquellas
veces le había dicho que no tenía por qué sentirse mal, al contrario debería
sentirse orgulloso, pero por lo visto aquello no era lo que Peter necesitaba
oír, y le hizo sentir peor. Estaba claro que veían el crimen capital desde
perspectivas diferentes. Peter parecía incapaz de perdonarse a sí mismo, y
Chris era incapaz de decirle nada que le sirviera de consuelo. Así que ahí
estaba Christopher, intentando hacer que el chico saliera al menos para
alimentarse. Y nada.
- Peter, ya he sido
amable, ya he intentado que vieras que no tienes que sentirte mal, ya te he
dado tu espacio y ya te he amenazado. Se me acaban las opciones. ¿Qué se supone
que tengo que hacer? – preguntó Christopher desde el otro lado de la puerta.
"Abrazarme"
respondió el corazón de Peter, desde el otro lado "Mi verdadero padre lo
hubiera sabido. Sólo necesito que tires esa puerta abajo y vengas a darme un
abrazo".
Eso decía su
corazón, porque era lo que necesitaba, pero su mente pensaba otra cosa. Su
mente pensaba que Christopher, el de verdad, le odiaría si algún día llegaba a
saberlo. Le odiaría tanto que ya no querría llamarle hijo y Peter no podría
culparle. Lo que había hecho era una de esas cosas que no se perdonan. Una de
esas cosas que, de todos modos, no está en manos de un padre perdonar. No es
como si se hubiera escapado de casa o le hubieran expulsado del colegio. Había
matado a alguien.
Peter se había
pasado horas enteras abrazándose las piernas, tumbado de lado sobre la cama
hecho un ovillo. Se limitaba a llorar e intentaba dejar la mente en blanco,
pero no siempre lo conseguía. El recuerdo de lo sucedido le invadía una y otra
vez, y con él ese sabor a bilis en su boca, que le hacía querer vomitar de
nuevo.
Lo peor no era en sí
el propio hecho de haber puesto fin a la vida de otro ser humano, sino el hecho
de haber…deseado hacerlo. Peter tocaba a mucha gente a lo largo del día. Les
tocaba también cuando se transformaba en demonio, y nunca había matado a nadie
por eso. Aquél tipo no habría muerto si él no lo hubiera deseado. Sólo su deseo
había bastado…porque él era el demonio de la Muerte.
Sí, Peter lo había
descubierto. Él no sabía lo que él y su hermano podían hacer. Él no tenía los
recuerdos de Nick/Adramelech, pero después de haber matado a aquél hombre,
simplemente lo supo. Supo lo que era, lo que podía hacer, y lo que había hecho.
Era el puñetero demonio de la Muerte. Y ni siquiera podía excusarse en su lado
demoníaco. No podía decir que todo era cosa de Vraskor, que él no le había
podido controlar…porque Peter le había controlado perfectamente. Vraskor y él
eran uno. En su cabeza no había dos voces, como pudiera haberla en la de Nick
cuando se transformaba. Peter estaba en perfecta comunión con su lado demoníaco
y era plenamente responsable de sus actos. Él lo sabía, y por eso sabía también
que no tenía perdón.
Por si no se
sintiera lo suficientemente mal, Chris le había dicho que estaba orgulloso de
él, de lo que había hecho. ¡Había matado a una persona! ¿Quién podía sentirse
orgulloso de eso? ¿Quién le podía felicitar por algo así? Hope había salido
corriendo…El asco, el miedo, el terror en el rostro de la chica era sólo una
mínima punzadita en todo lo que Peter sentía. En todo el auto odio y
autodesprecio que se estaban empezando a generar en él.
Peter siempre
intentaba ser el mejor en todo lo que hacía porque sentía que debía compensar
al mundo por tolerar su presencia. Él no era bueno para nadie, Derek se lo
había dejado muy claro, y no se merecía que le trataran bien. Para ganarse que
le trataran como a los demás debía ser perfecto. Así había pensado hasta
encontrar a Chris. Cuando le conoció, y él empezó a actuar como su padre, Peter
se fue relajando. Se permitió fallar, y vio que no pasaba nada por hacerlo. Que
los brazos amorosos de su padre estaban siempre dispuestos a recogerle al final
del camino. Un camino a veces duro, con caídas, tropiezos, y meteduras de pata,
y generalmente sentía impulsos de sentirse culpable y odiarse para el resto de
su vida, pero su padre no se lo permitía. Como Chris le había dicho en alguna
ocasión, era él quien se encargaba de castigarle y a fe que lo hacía bastante
bien…Lo que Chris no había dicho en voz alta, porque no hacía falta, es que
también era él el que cogía su culpa y la tiraba a la basura. El que cargaba
con sus mierdas y las borraba del libro. Christopher era su salvador, en el
sentido más bíblico de la palabra. Hasta ese punto llegaba la confianza que
tenía en su padre: Christopher le perdonaba, y cuando él lo hacía Peter sentía
que podía perdonarse a sí mismo.
Pero Christopher no
estaba allí para perdonarle, y aunque estuviera Peter sabía que aquella vez no
podría hacerlo. Que había cruzado una línea. Que uno no puede "pedir
perdón" después de cosas tan gordas, y que aunque lo pida este no se le
concede. Y que aunque se le conceda no sería real, porque aquella vez con el imposible
perdón de Christopher no bastaba. Peter necesitaba el perdón de la persona a la
que había matado. Peter necesitaba el perdón del…del universo.
Peter no tenía muy
claras sus creencias religiosas. Siempre se había considerado creyente, y
cristiano, y desde luego esos temas le importaban mucho más que a su hermano.
Pero al mismo tiempo estaba enfadado con Dios por haberle dejado sólo durante
toda su vida. Por haberle dejado conocer a Derek. Cuando encontró a Chris, se
sintió agradecido, pero también enfadado por haber tardado tanto en conocerle.
Después su enfado aumentó al saber que era su verdadero padre. Le parecía una
broma cruel del destino, o de Dios. Así que su relación con el Gran Jefe estaba
un poco al filo de una navaja. Todo eso de la magia… le daba motivos para estar
más seguro de Su existencia, y al mismo tiempo para dudar de ella. ¿Qué clase
de Dios permitía ciertas cosas? ….Y pese a su enfado, Peter siempre encontraba
una respuesta: a clase de Dios que da libertad a sus creaciones. La bondad o la
maldad es sólo el resultado de las decisiones que uno toma. Es fácil culpar a
Dios en vez de a la humanidad, porque de alguna forma el ser humano se cree en
posición de exigir a Dios, como si fuera un genio de la lámpara que aparece
cuando le llamas. Mientras que la humanidad son muchas personas, cada una con
sus propios intereses, y asumir que el hombre tiene la culpa supone asumir que
el hombre no es perfecto, y que tiene que cambiar. Y aunque la raza humana
cambia a lo largo de los siglos, hay ciertas cosas que se repiten en la
historia. Ciertas cualidades, buenas y malas, inherentes al hombre. En el
momento en el que toda la humanidad ponga en la cima de su pirámide de
objetivos el amor, en el momento en el que todos acepten eso de "haz el
amor y no la guerra", entonces, dejaría de haber gente como Derek.
Entonces, dejarían de hacerse daños unos a otros. Así es como pensaba Peter, y
por eso en el fondo creía que era su deber ser una buena persona. Él tenía que
poner su granito de arena en ese mundo que intentaba construir. Y en lugar de
eso, se había convertido en un asesino. En un demonio asesino destinado a ser
el causante de la muerte de su padre y de quién sabe cuántas cosas más. Todos
esperaban de él que hiciera algo grande. Algunos con confianza, otros con
miedo. Peter el poderoso. Peter el Hijo de las Brujas. Peter el que salía en el
Libro de las Sombras…Bien, pues ya les había demostrado a todos lo que siempre
repetía, sin que nadie le creyera: él no valía un céntimo. Por fin todos lo
entenderían y entonces empezarían a odiarle, porque era lo único que se podía
hacer con alguien como él. Su padre le odiaría. Dios le odiaría. Casi esperaba
que un Ser Supremo bajara desde las alturas para castigarle. Pero hasta donde
él sabía los únicos seres supremos dispuestos a mover el culo eran los
Ancianos, y él ya no sabía si eran buenos o eran malos. Tampoco sabía cuál de
esas dos opciones era él.
Estos, y otros
pensamientos aún más complejos, peligrosos, profundos y depresivos eran los que
habitaban en la mente de Peter durante aquellas horas. Estas ideas alimentaban
sus lágrimas, y poco a poco fue siendo consciente de que lo único que quería
hacer, lo único que podía y debía hacer, era morirse. Pero por más que pensó en
su muerte y por más que la deseó, esta no vino. Dios no debía de existir, o
debía de preferir dejarle con vida, para que sufriera.
- Tesoro, por favor.
Peter gimió, a la
par que su corazón se encogía. Eso sonó tanto a su padre…¿por qué ese hombre
tenía que llamarle "tesoro"? No era justo. Ese era un juego doloroso
y cruel. Le hacía pensar que estaba en casa. Le hacía desear levantarse de la
cama, abrir la puerta, y tirarse a los brazos de aquél hombre. Pero no lo hizo,
porque sabía que no se encontraría con Christopher, sino con una pobre imitación.
Una pobre imitación que rebosaba de felicidad porque él se había convertido en
un asesino.
- Peter, ya vale. Me
estoy enfadando.
"Se supone que
deberías estar enfadado. Se supone que deberías haberme echado de tu casa y
haber llamado a la policía." pensó Peter, amargamente. Quería pesar que el
enfado de Chris se debía a que por fin estaba reaccionando aquello de forma
lógica, pero sabía que no era así: Christopher sólo estaba molesto porque le
estaba ignorando. Eso parecía enfadarle más que el hecho de que hubiera matado
a alguien.
Hubo entonces unos
minutos de silencio, en los que Peter siguió con sus pensamientos
autodestructivos, pero entonces, Christopher usó el truco más bajo, sucio,
rastrero…y efectivo.
- ¿Peter? – preguntó
la voz de Leo - ¿Peter no quieres comer conmigo? Papá dice que tú y yo no somos
hermanos, que no eres mi Peter y yo no sé qué significa eso del todo. Pero
somos familia ¿no? Si te sientes mal es en nosotros en quien debes apoyarte.
Papá siempre lo dice.
"Mi Christopher
nunca se apoya en su familia" pensó Peter. "Les adora por encima de
todo, pero quiere resolverlo todo sólo. Pero aquí repite todo el tiempo lo que
Leo acaba de decir. Y la verdad es que su forma de portarse con su familia es
lo único que hace pensar que hay algo bueno en él."
No respondió, pero
Leo siguió hablando.
- ¿Es porque te
abracé? A mi Peter tampoco le gusta que le toque, pero pensé que a ti no te
había importado. Sé que no nos conocemos, pero yo pensé que tú eras él y…hace
mucho que no le veo y…yo…yo no sé si él está bien o si…si…Papá dice que no ha
muerto, pero yo…Si a él y a Nick les pasa algo…
La voz de su
no-hermanito sonaba rota, y Peter se sintió como si le apretaran el corazón.
- Yo les echo de
menos. Pensé…que tal vez….tu echaras de menos a los tuyos. A tus Nick y Leo. Sé
que yo no soy tu hermano pero…tal vez…Nick y tú aquí siempre decís que sois dos
mitades. Tal vez podríamos ser tres trocitos…tres trocitos de una misma
persona. A ti te faltan dos, y a mí también.
Peter abrió mucho
los ojos. Si algún día volvía a ver a su Leo lo primero que haría sería decirle
que eran tres tercios.
Lleno de más
emociones de las que podía soportar, Peter se levantó de la cama y fue a abrir
la puerta. El rostro de aquél Leo oscurecido se iluminó, y en ese momento fue
como ver a su propio hermano. Peter se arrodilló junto a él, le abrazó, y lloró
sobre el niño.
No supo cuánto
tiempo estuvo así. Sólo fue consciente de que en algún momento Chris les separó
con delicadeza y ocupó el lugar de Leo. No dijo nada, pero tal vez fuera mejor
así: cualquier cosa que pudiera decir le recordaría a Peter que no era su padre
mientras que así, abrazados solamente, Peter se sentía reconfortado.
Sintió que Chris le
arrastraba a algún sitio. Sus pies se movían solos, siguiendo a Chris, que
tiraba de él. Algún lugar pequeño en el cerebro de Peter registró que bajaban
las escaleras. Se dirigían a la cocina. Fue ver la comida y Peter sintió
náuseas otra vez, pero no estaba dispuesto a soltar la mano de Chris, que
envolvía la suya como si fuera un niño pequeño que necesitara ayuda para
caminar. Sólo por eso se quedó en la cocina y se sentó, como un niño bueno,
frente a un plato de comida. Registró vagamente que era la primera vez que
comían todos juntos. Generalmente desde que estaba allí Chris comía en el
desván, sólo, y Peter se hacía su propia comida. Eso explicaba por qué había un
enorme filete en su plato.
- Soy vegetariano –
dijo Peter, sin emoción en la voz. – No me lo digas: tu Peter no.
Chris cerró la boca,
porque iba a decir justo eso. Se quedó a cuadros. Vegetariano, ¿en serio?
Parpadeó, sin saber qué decir. No eran esas las primeras palabras que esperaba
escuchar del muchacho.
- Es igual. No tengo
hambre de todas formas.
- Tienes que comer.
- ¿Por qué?
- Para…estar sano.
- ¿Quién te ha dicho
a ti que quiera estar sano?
Christopher no entró
al trapo, y siguió en sus trece.
- Come. Si quieres
te hago otra cosa. ¿Los vegetarianos coméis huevos?
Peter no respondió.
No tenía hambre, se le había cerrado el estómago. Chris resopló, cogió el
plato, se deshizo del filete, y se levantó a prepararle otra cosa.
Leo comía en
silencio sin dejar de mirar a Peter. Masticaba con la boca abierta y
prácticamente destrozaba la comida. No tenía, por así decirlo, los mejores
modales en la mesa, pero eso no era algo que a aquél Christopher pareciera
importarle.
- Tienes que comer
para ser fuerte – argumentó el niño, recordando lo que a él le habían repetido
tantas veces.
- Creo que ya soy lo
suficientemente fuerte – murmuró Peter. – Demasiado fuerte, en realidad, o
habría muerto ya hace mucho, que es lo que tendría que haber hecho…
Entonces vio el
cuchillo encima de la mesa, reparando en él por primera vez. Miró de reojo a
Christopher. Sabía que tenía sólo una oportunidad. Un corte y todo acabaría,
pero no podía fallar. Cogió el cuchillo, pero la rapidez del movimiento hizo
que no fuera sigiloso. Christopher se dio la vuelta rápidamente, le miró
horrorizado, y orbitó el chuchillo lejos de su alcance.
- ¿Qué haces,
idiota? – preguntó Christopher, tirando la sartén.
Peter le ignoró, e
intentó orbitar el cuchillo, pero no pudo.
- ¡Mis poderes!
- ¡Los he atado! Y
por lo visto he hecho bien. ¿Se puede saber qué pretendías?
- Está muy claro,
¿no? – gritó Peter, comenzando a llorar de nuevo. No sabía bien de qué lloraba
si de ira, de frustración, de desesperación o de tristeza.
- Leo, déjanos solos
un momento, por favor. Puedes llevarte el plato a tu cuarto.
Leo se fue y
Christopher se acercó a Peter y le obligó a abrazarle. Le sostuvo mientras se
estremecía por los sollozos y entonces, cuando le notó más calmado, le hizo
erguirse.
- Pensé que había
sido más que claro la última vez: el suicidio no es la solución, nunca.
Christopher no dijo
nada más; no hacía falta. Se sentó en una silla y puso a Peter encima de él. Le
bajó la ropa.
- Voy a asegurarme
de que entiendas esto, aunque tenga que hacer esto cada semana o todos los
días. Me da igual. Tu vida es lo más importante. Morir no soluciona nada. Tú no
puedes suicidarte.
Dicho esto, comenzó.
SWAT SWAT SWAT SWAT
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SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
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Peter no había
dejado de llorar en ningún momento, y no se resistía. Se limitaba a seguir
llorando, como si lo que hiciera o dijera Chris no le importara.
- Siento tener que
hacer esto, pero no me has dejado más remedio. Sé que por alguna razón estás
destrozado, y estaba más que dispuesto a ser paciente contigo, pero que
intentes acabar así con tu vida OTRA VEZ es algo que no voy a permitir.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- No puedes coger un
cuchillo cada vez que tengas un problema.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- Si piensas que la
otra vez fui duro contigo eso es porque aún no entiendes lo mucho que he
llegado a preocuparme por ti, chico estúpido. Puede que no seas mi hijo, pero
estoy dispuesto a cuidar de ti como si lo fueras y por eso no voy a dejar que
te hagas daño a ti mismo. – dijo Christopher, y orbitó el cepillo. Le pegó con
bastante fuerza: más de la que solía usar pero menos de la que creía necesaria
para causarle un daño permanente.
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK
- ¡Aah! – gritó
Peter, sin poderlo evitar. Había aguantado más de lo que Christopher había
esperado.
- Mm. ¿Con que te
duele? ¿Y pensabas que el tajo que pretendías hacerte no iba a doler? ¿Pensabas
que no iba a dolerme a mí? ¿PENSABAS QUE NO IBA A DOLERLE A TU PADRE, Y A TU
LEO, Y A TU NICK?
En ese punto el
llanto de Peter se hizo más intenso. Apenas estaba pensando en si a su padre le
dolería de verdad si él se moría cuando el rostro de Nick le asaltó a traición.
Había evitado pensar en él. ¿Qué pensaría Nick si llegaba a saber lo que había
hecho? Le odiaría. No querría seguir siendo su hermano. Peter estaba seguro al
cien por cien de eso, y de que a Nick ya no le importaría si él vivía o moría.
Eso le hizo llorar aún más, hasta el punto en el que respirar empezó a ser un
problema. Christopher lo debió de notar, porque detuvo la mano en el aire,
dejando de pegarle.
- Tú también tienes
asma, claro, joder. ¡Inhalador! – dijo Chris, y orbitó el aparato, contento de
haberle dicho a Peter que lo guardara en el mismo sitio siempre, para saber así
dónde estaba y poder orbitarlo. No necesitaba decir el nombre del objeto que
orbitaba aunque a veces lo hiciera, pero era imprescindible conocer el lugar
donde estaba.
Hizo que Peter se
incorporara y le adivinó al segundo: no quería coger el aparato que le ayudaría
a respirar bien otra vez, en un nuevo intento de provocar su muerte.
- Vas a coger el
inhalador y vas a respirar por él si no quieres que te castigue hasta que se me
canse la mano y te de una paliza diaria durante una semana.
El tono y el
contenido de la amenaza hubieran valido para convencer a cualquiera, pero no a
Peter. El chico se negó a respirar y entonces Chris le taponó la nariz con una
mano, para obligarle a abrir la boca. Cuando lo hizo, le metió el inhalador,
aunque sabía que eso no era suficiente: que había una forma correcta de
respirar por ese aparato y que él podía hacer todo por Peter salvo respirar por
él.
- Peter, puedo
asegurarte que te acordarás toda tu vida de esto. Respira. Joder, respira.
Chris supo que Peter
no iba a hacerlo. Le conocía como si le hubiera parido. Tal vez llevara sólo
una semana con él, pero Peter no era tan hermético como se creía. No con él, al
menos. Además, tenía muchas cosas de su propio Peter, y aquello era algo que
ambos compartían: unos peligrosos instintos suicidas en momentos de crisis. El
resto del tiempo pensaban que la vida merecía la pena y no se planteaban
semejante tontería, pero a veces se les cruzaban los cables.
Como le conocía
tanto, sabía que no iba a hacerlo. Y él no podía simplemente dejar que se
muriera. Joder, llevaba sólo una semana con él y ya había estado a punto de
morir tres veces. Tenía que ser una especie de record. A Christopher se le
llenaron los ojos de lágrimas.
- Peter, por favor.
Estés pensando lo que estés pensando, esta no es la solución. Todo se puede
arreglar, salvo la muerte. Si es culpabilidad lo que sientes esto en realidad
es la opción fácil. No puedes huir de ese sentimiento. Y menos de esta manera.
Por favor, Peter, por favor. Usa el inhalador. Por mí, por tu padre, por quien
tú quieras, pero hazlo. Te lo suplico.
Y, tal vez por las
lágrimas que inundaban aquellos ojos claros, tal vez porque no quería morir sin
ver a su familia otra vez, Peter le hizo caso, y respiró por el aparato.
Christopher le dio unos segundos hasta que vio que se recuperaba y después le
dio un abrazo tan grande que casi se asfixia otra vez. Se sorprendió al ver que
no era el único que lloraba: Christopher lloraba como un niño pequeño agarrado
a él, y no parecía dispuesto a soltarle.
El abrazo y el
llanto curativo se prolongó durante cinco eternos minutos. Finalmente,
Christopher se fue serenando poco a poco y pasó a preguntarse cuál era el
siguiente paso. ¿Qué iba a hacer? ¿Matar a Peter a golpes para impedir que se
matara? No, evidentemente no. Pero parecía que el tema de NO SUICIDARSE no
había quedado claro.
- ¿Te encuentras
bien? – le preguntó.
- Sí.
Christopher le
observó. Físicamente, al menos, sí parecía encontrarse bien. No había estado
mucho tiempo respirando mal, así que no le había pasado nada.
- Peter, sube a tu
cuarto y espérame.
Peter, cansado,
agotado, abatido y derrotado, no tenía fuerzas para luchar, así que asintió y
se fue, sabiendo que eso significaba que Chris iba a cumplir su amenaza y le
iba a dar un gran, gran, gran castigo.
Cuando Christopher
subió, diez minutos después, Peter estaba tumbado boca abajo sobre la cama. No
llevaba pantalones, pensando seguramente que no los iba a necesitar, y deseando
evitarse la molestia de que la tela le rozara, porque lo cierto es que aún
tenía el trasero bastante rojo. El chico no dijo nada cuando Christopher entró,
y tampoco dijo nada cuando se acercó a la cama. Chris fue a un cajón, sacó unos
pantalones de pijama, y se los puso a un Peter demasiado dañado
psicológicamente como para asombrarse si quiera. Después, Chris le empujó un
poquito para hacerse un hueco, y se tumbó a su lado. Comenzó a mimarle el pelo,
y así estuvo durante un buen rato, tumbado a su lado acariciándole.
- ¿No me vas a
castigar? – preguntó Peter, con más curiosidad que alivio.
- Sí. Si voy a
hacerlo y va a ser muy duro para los dos.
Christopher habló
con calma. Peter pensó que llevaba varios minutos pareciendo su padre más que
nunca. ¿Dónde estaba el hombre rudo y brusco que amenazaba y delinquía?
- Entonces, ¿por qué
estás aquí tumbado conmigo? – preguntó Peter al cabo de otro rato de más mimos
silenciosos. Si le iba a castigar, ¿por qué le estaba acariciando?
- Es lo que hago
normalmente antes de castigar a mis hijos. Es la única forma de que no tengan
miedo. Estoy con ellos todo el tiempo que necesitan para…tranquilizarse. No lo
he hecho antes contigo porque… al principio tus sentimientos me daban un poco
igual y sólo quería evitar que te mataras…Además me he dado cuenta de que
contigo normalmente no es necesario. Tú sí soportas que te toquen.
Peter tragó saliva.
- ¿Eso significa que
debería estar asustado? ¿Qué esta vez no debería ser como
"normalmente"?
- Nunca debes tener
miedo de mí. Pero nunca vas a intentar suicidarte de nuevo. No es una
intención: es un hecho. Y yo voy a encargarme de que lo sea.
Peter tragó saliva
otra vez. Christopher parecía muy decidido y eso sonaba muy muy mal para su aun
adolorida parte trasera. Tanto que pensaba que la muerte era el peor castigo y
a lo mejor iba a ser peor el seguir vivo. Iba a ser peor, porque eso le daba a
Chris la posibilidad de matarle.
Chris siguió
acariciándole el pelo durante un rato, pero Peter sabía que los mimos se iban a
acabar muy pronto.
- ¿Tu padre te ha
llevado al psicólogo? – le preguntó Chris.
- Sí. Sobretodo
antes de que mis problemas tuvieran que ver con el mundo mágico. Hace tiempo
que ya no voy, en realidad. No puedo sentarme en un diván y decir
"doctora, un demonio ha intentado secuestrarme".
Chris asintió,
indicando que entendía.
- ¿Sirvió de algo?
- Para entender que
a Chris le importo de verdad, y que los psicólogos no son una raza a odiar sólo
porque Derek lo fuera.
- Pero no te ayudó
con tus… peculiares pensamientos.
- Yo… no solía tener
impulsos suicidas…Alguna vez lo he pensado pero… nunca lo había hecho…En
realidad sólo … sólo…
- ¿Sólo? – animó
Chris.
- Sólo lo hago
cuando me siento culpable: como cuando hice daño a mi padre, cuando me enteré
de que iba a provocar su muerte y…y…ahora que soy un…un…
Peter no pudo acabar
la frase porque empezó a llorar otra vez intensamente y Chris tuvo que empezar
de nuevo con todo el ritual de consuelo. Peter entendió entones que no le iba a
castigar hasta que estuviera tranquilo, y aunque sabía que eso le daba la
opción de prolongar su llanto para demorar su sentencia, no quiso hacerlo.
Luchó por dominarse y por dejar de llorar.
- Papá dice que… que
la culpabilidad es un sentimiento que no sé manejar.
- Coincido con él.
- Me prohibió
sentirme culpable.
- O sea, que además
de ponerte en peligro deliberadamente dos veces en un mismo día, le has
desobedecido.
- ¡Pero yo no puedo
evitar sentirme culpable! ¡No estamos hablando de haber dicho una palabrota,
estamos hablando de haber matado a un hombre! ¡Se supone que debo sentirme
culpable!
- Peter, creo que ya
te has dado cuenta de que yo no puedo servirte de consuelo en esto. No sé lo
que necesitas oír, porque no pienso como tú. Yo no creo que lo que hayas hecho
sea malo, y a decir verdad creo que mucha gente en tu mundo tampoco lo vería
así: has matado a un maltratador que pretendía agredir a una chica que era
importante para ti. Yo mataría, después de torturarle apropiadamente, a
cualquiera que osara hacerle daño a cualquier miembro de mi familia o círculo
social. La gente importante para mí es sagrada, y que tú también lo veas así no
es algo malo. No estamos hablando de asesinar a cualquiera. Entiendo que tú eso
jamás lo verás como algo bueno. Lo entiendo y lo respeto, tal vez más de lo que
crees, porque estás haciendo algo conmigo, muchacho, y ya no soy lo que era.
Pero matar a alguien en defensa propia (porque ese tipo te clavó una navaja) no
es algo que merezca que te odies así a ti mismo. Además, no le mataste a
golpes. Usaste…usaste tu poder…Un poder que, si no me equivoco, no habías usado
nunca. No sabías lo que iba a pasar. Deseaste su muerte, y ocurrió. Fue… un
error. Eso es todo lo que puedo decirte al respecto. Yo he matado a más
personas de las que puedo recordar y aunque todas se lo merecían de una forma u
otra, lo hubiera hecho también por una buena recompensa de no habérselo
merecido. Yo no puedo entender todo este llanto por lo que ha pasado, pero aun
así no te estoy diciendo que no llores. Enciérrate en tu cuarto, llora, patalea,
haz lo que quieras, pero come, y mantente a salvo. Sigue con vida. Es lo único
que te pido. Es lo único que te exijo.
Peter no respondió,
pero se sintió un poco mejor, sólo un poquito. Chris le estaba diciendo que no
era un asesino. No se lo creía, pero quiso creérselo. Lentamente, Chris se
levantó de la cama. Y Peter supo que el momento había llegado.
Cuando le había
advertido que aquél castigo iba a ser fuerte, Peter se imaginó que eso
significaba más dolor. Pensó que podía soportarlo. Él sabía que esa zona era
muy sensible, y por eso dolía, pero sabía también que ahí estaban los músculos
más fuertes del cuerpo, y que para hacer un daño real era necesario ser
un…animal. Peter sabía que su padre no lo era, y tenía fe en que aquél Chris
tampoco. Aun así, se preparó mentalmente. Se tensó al escuchar cómo se quitaba
el cinturón, y se negó a mirarle. Con eso si podía llegar a hacerle daño. Si le
pegaba mucho, o muy fuerte, podía hacerle daño…Pero pronto entendió que iba a
ser "duro" en otro sentido.
- Quiero que cuentes
cada uno y prometas cuidar tu propia vida. Si no oigo la réplica no contará.
Van a ser cincuenta.
Peter suspiró.
Bueno, había soportado más. Su padre le había dado unos pocos más la única vez
que le pegó con el cinturón, y aquél Chris había sido aún más duro que su
padre. Podía con eso. Y en lo que a él respectaba respondería lo que él
quisiera…
Lo que Peter no
podía saber es que aquello fuera tan…difícil. Chris se acercó a él y le bajó el
pantalón. Luego, tras unos angustiosos segundos, comenzó.
ZAS
"Responde
Peter, joder, responde."
Era extraño. No era
exactamente orgullo, aunque también. Pero era, simplemente, que la perspectiva
de contar los azotes se le hacía imposible…Lo hacía todo mucho más real…Le
hacía parecer más culpable…Le hacía querer llorar desde el principio. Se sentía
más que nunca como una sentencia. Normalmente no sabía cuánto le iban a
castigar. Chris lo hacía así para que no intentara "resistir
orgullosamente hasta que acabara" y eso fue precisamente lo que Peter
intentó. Pensó que podía resistir aquellos cincuenta, pero no pudo. Empezó a
llorar desde ese primer momento, pero aun así respondió.
- Uno. No volveré a
ponerme en peligro deliberadamente.
Christopher suspiró
con alivio. Por un segundo pensó que el chico iba a mostrarse testarudo y que
iba a complicar el asunto intentando absurdamente no responder.
- Di mejor que no te
pondrás en peligro a secas. He notado que tienes complejo de héroe.
ZAS
Peter cerró los ojos
con fuerza, pero ni aun así pudo contener las lágrimas. Saber cuánto quedaba
pata terminar lo hacía mucho más horrible. No podía dejar la mente en blanco y
esperar simplemente. Tenía que estar atento para contar.
- Dos. No volveré a
ponerme en peligro.
ZAS
- Tres. No volveré a
ponerme en peligro.
Chris se mordió el
labio. Apenas habían empezado y Peter estaba llorando mucho. Estaba seguro de
que no le estaba dando fuerte. No era una caricia, pero no era fuerte. Quizás
fuera porque le había castigado recientemente y aun le dolía.
ZAS
- Cuatro. No
volveré….snif… a ponerme en peligro.
Siguieron así hasta
el número veinticinco, cuando Peter soltó un grito, el primero, y Chris decidió
darle una tregua. Aprovechó para repetirle algo que estaba seguro de que Peter
ya sabía. Ahora sólo quedaba que estuviera dispuesto a hacerle caso:
- No puedes coger un
cuchillo sólo por sentirte culpable, y tampoco puedes negarte a utilizar el
inhalador. El asma no es una enfermedad grave pero te empeoras tú sólo haciendo
esas tonterías. Se acabaron las tonterías. Nunca más harás nada que suponga
algún peligro para ti.
Peter no respondió,
pero Chris sabía que había escuchado. Tras unos segundos continuó:
ZAS
- Veintiséis. No
volveré a ponerme en peligro.
ZAS
- Veintisiete. No
volveré a ponerme en peligro.
Chris rogaba porque
Peter lo tuviera en cuenta en el futuro. Consideraba lo que el chico hacía como
algo muy egoísta. "Me siento mal, bwa bwa, voy a matarme para dejar de
sufrir". Y a los que se quedaban ahí, que les dieran. Todos lo habían
pasado mal. Él había perdido a sus gemelos. Podía haberse rendido, pero en
lugar de eso había usado lo que sentía para buscarles con más energía. Y quería
pensar que sus chicos no se habían rendido tampoco. Uno no se rinde. Que la
vida es una mierda, pues vale. Lucha para que deje de serlo o conviértete en
mosca. Morir no soluciona nada. Solo hace que la vida de los que se quedan sea
más mierda aun si cabe. Estaba dispuesto a lograr que Peter entendiera eso de
una vez por todas, o si no al menos que dejara de hacerlo al saber que habría
un castigo si volvía a intentarlo. Por eso continuó dejando caer el cinturón, a
veces con más fuerza y a veces con menos, pero con cada golpe Peter se
estremecía.
ZAS
- Cuarenta. Snif…No
….snif… volveré….a ponerme ….snif… en peligro.
ZAS
- Cuarenta y uno.
Chris, ya no más.
Chris esperó. Y
siguió esperando. Luego suspiró, dispuesto a ser firme, y el siguiente fue algo
más fuerte.
ZAS
- ¡Ah!
- Cuarenta y uno –
contó por él y Peter entendió el mensaje: la respuesta completa.
- Cuarenta y uno. No
volveré a ponerme en peligro.
ZAS
- Cuaren…cuarenta y
dos. No volveré …a ponerme….snif… en peligro.
ZAS
- Au. Cuarenta y
tres…. No volveré…. a ponerme en… peligro.
ZAS
- Cuarenta y cuatro.
No… volveré a ponerme … en peligro.
ZAS
Peter no respondió,
deshecho en llanto.
ZAS
Sin respuesta de
nuevo.
ZAS
- Si no me respondes
empezaremos de nuevo.
- He…snif… He
perdido la cuenta.
- Cuarenta y cinco.
Y ya lo digo yo por ti: no volverás a ponerte en peligro.
Dispuesto a terminar
ya con aquello, Chris dio los que faltaban sin ninguna pausa, sin esperar
respuesta.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
Después, soltó el
cinturón, se acercó a él, le colocó la ropa, y empezó a mimarle. De nuevo se
hizo un hueco en su cama y se tumbó a su lado. Peter escondía la cabeza en sus
brazos para que no le viera llorar, pero Chris deshizo su escondite poco a poco
tirando de su brazo. Luego le dio un beso en la frente, y le siguió mimando.
- Mañana otra vez
¿verdad? – preguntó Peter, cuando se calmó un poco.
- Qué chico tan
inteligente eres. Te dije que te pegaría durante una semana si no usabas el
inhalador. ¿Y qué hiciste tú?
- No usé el
inhalador – respondió Peter con un suspiro. ¿Sentía algún placer perverso por
obligarle a decirlo?
- Soy un hombre de
palabra.
- En mi mundo
también. Contaba con que aquí no.
Christopher rió un poquito.
- Pues ya ves que
sí. – dijo, y le dio otro beso en la frente.
Peter ya había
dejado de llorar. Era un chico fuerte. Generalmente le llevaba más tiempo
calmar a sus hijos.
- De acuerdo, chico
duro, hora de dormir.
- ¿Qué? ¡Pero si aún
es la hora de la comida!
- ¿Has dormido esta
noche? – preguntó Chris, alzando una ceja. Peter suspiró, reconociendo su
derrota, y Christopher sonrió. – Lo que imaginaba. Aprovecha y duerme un rato.
A no ser que quieras comer…
- No tengo hambre…
- Está bien. Pero
vas a cenar – dijo Chris, y no era una pregunta. – Y ahora a dormir.
- ¡No! – dijo Peter,
en tono de infantil desafío. A Chris le quedó claro que estaba jugando. Durante
unos segundos quedó en silencio, asombrado. Peter no estaba enfadado,
ni…triste. De hecho parecía mucho más animado, como si de alguna forma Chris le
hubiera quitado un peso de encima. No estaba acostumbrado a que las cosas
fueran así. Castigar a sus hijos solía implicar horas de llanto y días de
enfado. Y no ese tono infantil y mimoso…
- ¿No? – preguntó,
fingiendo sorprenderse y enfadarse. - ¿Me desafías?
- ¡Sí!
- Mmm ¿y qué debería
hacer yo con un chico tan desobediente?
- ¡Quedarte aquí
para asegurarte de que me duermo! – respondió Peter con mucha seguridad. Chris
soltó una carcajada y se dio cuenta de que últimamente se reía mucho más.
Sentaba bien, reír así. Volvió a sentarse en la cama, y le envolvió con un
brazo.
Peter se
sentía…extraño. Esa era la palabra. Para empezar, iba a tirar el maldito
cinturón por la ventana. Decidido, haría eso, algún día. Pero, si dejaba de
lado la molesta sensación del castigo, se encontraba… mejor. Así, envuelto por
los brazos de Chris, se sentía protegido. Y había algo mucho más importante:
Chris le había dicho que no era un asesino. Había usado argumentos realmente
convincentes. Era cierto que aquél tipo no era trigo limpio, y que él, en
realidad, se había limitado a desear su muerte…Él no había sabido que al
desearlo iba a suceder. Claro que quería matarle, pero Peter quería creer que
no lo habría hecho. Que se habría detenido a tiempo, de haber podido. Pero no
había tenido ocasión porque su deseo había sido mortal…
¿Cuántas veces había
deseado la muerte de Derek? Y Chris decía que eso no era algo malo. Que era
simple instinto de autopreservación. A Peter no le gustaba odiar a nadie…era un
sentimiento que no le hacía sentir bien…pero era un sentimiento humano y lógico
cuando alguien te jode tanto como le habían jodido a él. Peter aún se sentía
mal, y probablemente siempre tuviera esa fea sensación dentro de él, esa
sensación de haber hecho algo horrible e irreparable, pero Chris le había
enseñado cuál era el camino para empezar a perdonarse…
Realmente Peter no
quería morir. No sólo porque primero quería reencontrarse con su familia, sino
porque aún era joven, y tenía muchos sueños que cumplir. Los sueños era algo
que nadie le podía quitar. A uno podían quitarle el autoestima, la familia, y
por lo visto hasta el universo, pero no los sueños. Y él aún tenía un libro que
publicar, un disco que grabar, una película que rodar, una familia propia a la
que amar….Era estúpido acabar con todo eso por propia voluntad. Había demasiada
gente que le quería muerto como para que él les ayudara. Christopher tenía
razón: no podía pensar en suicidarse cada vez que ocurría algo malo. Era
evidente que mientras hubiera magia de por medio iban a ocurrirle muchas cosas
malas, así que no le quedaba otra que irse acostumbrando.
Él ya sabía todo eso
sabía que morir no solucionaba nada, pero a veces necesitaba que se lo
recordaran. Y Chris lo había hecho demasiado bien. Tragó saliva.
- ¿Esto todas las
noches? – preguntó, con voz lastimera.
- Y me estoy
quedando corto – respondió Chris en tono de "no me das pena".
- ¡Malo!
- Precisamente. –
replicó Chris, y se rió. Peter movió un poco la cabeza para mirarle a los ojos.
- No eres malo –
dijo, hablando ya completamente en serio. – No lo eres.
- Algo me estás
haciendo, chico. No sé lo que es, pero es algo que haces tú…
- A veces uno sólo
necesitan que le digan que es bueno. Papá me lo dice todo el tiempo – respondió
Peter.
- Tú no lo
entiendes, Peter. Para mí ser bueno es algo malo. Es como si alguien volviera
malvado a tu padre. En este mundo yo soy así: yo tengo que ser así.
- ¿No te cansas de
que te digan cómo tienes que ser? Primero alguien decide que tengas magia.
Luego, te dan un cargo. Después, planifican toda tu vida para que tengas dos
hijos, los pierdas y los recuperes. Y ahora…
- Alto alto alto.
Rebobina. ¿Qué es todo eso de una vida planificada?
Peter le miró con
asombro.
- Papá habló con los
Ancianos. Ellos prácticamente admitieron en su cara que todo en nuestras vidas
había sido planificado…Todo, para que él terminara siendo el luz blanca de Paul
y para que yo…para que yo hiciera lo que el Libro dice que tengo que hacer.
- ¿El Libro habla de
ti? – preguntó Chris, visiblemente impactado.
- Sí. Bueno, de
Vraskor. ¿El vuestro no? Tal vez eso sea diferente aquí. El de mi mundo dice
que… dice que …que los demonios me temerán…y que conmigo terminará la guerra
entre la luz y la oscuridad…
Christopher se
levantó de la cama inmediatamente. Peter le miró sin comprender esa reacción.
- ¿No lo entiendes?
¡Por eso te quiere Barbas!
- Sí, ya lo sé. No
hay que ser un genio: quiere que en vez de combatir a los demonios me una a
ellos. Quiere separarme de mi padre. Ya lo intentó una vez.
- ¿No ves lo que
pretende?
Peter parpadeó,
totalmente perdido.
- ¡Quiero que yo te
transforme! Por eso me dijo que me hiciera cargo de ti, hasta que te
necesitara. Quiere que yo te vuelva…como yo. Y eso es justo lo que yo he estado
intentando…- dijo Chris, horrorizado. No quería hacer nada con lo que Barbas
estuviera de acuerdo. Allí no había bien y mal, había bandos, y Barbas estaba
en el bando contrario. Pero luego se calmó – Menos mal que no lo he conseguido.
Más bien tú me estás cambiando a mí.
Peter se
ensombreció.
- Yo… no estaría tan
seguro. No te culpo, de verdad que no te culpo por… lo que he hecho. Es sólo
culpa mía, pero lo cierto es que me he convertido en un asesino.
- ¿Otra vez con eso?
- Es lo que soy,
Chris. Es lo que he hecho. Más me vale aceptarlo. Y aprender a vivir con ello,
ya que parece que tú no estás dispuesto a dejar que me muera.
- Ni lo menciones. –
dijo Chris, y volvió a abrazarle de forma posesiva. Peter se dio cuenta de
pronto de que era importante, realmente importante para aquél hombre. Como si
Chris le adivinara, añadió. - Al igual que te digo que tienes un don para que
la gente quiera gritarte…tienes un don para que la gente te quiera.
Peter respiró hondo.
- Yo… también te
quiero, Christopher. Por eso… por eso tengo que pedirte que…no hagas daño a mi
padre. No me pongas en la situación de… eres como un segundo padre para mí,
Chris. Pero si tocas a mi Chris…te mataré. Y será el único asesinato que no
lamente en toda mi vida.
Era mentira: lo
lamentaría por siempre, pero quería sonar imponente, y al parecer lo consiguió.
- No creo que sea
capaz de hacerlo. Ya no. – admitió Chris, y suspiró. – Pero tengo que encontrar
a mis hijos. Eso lo entiendes ¿verdad?
- Por supuesto.
- Entonces yo tengo
que pedirte algo también.
- ¿El qué? –
preguntó Peter con curiosidad.
- Que confíes en mí.
Peter lo meditó.
¿Podía confiar en él? El hombre se había ganado su confianza. Prácticamente
había admitido que ya no era el mismo: no debía temer que estuviera planeando
algo malo. Al menos, no quería temerlo. Quería confiar en él.
- Está bien – dijo
al final, y se sintió como si hubiera firmado alguna clase de documento
notarial. Uno mediante el cual le daba plena potestad a Christopher para hacer
lo que estuviera planeando. Porque le quedó claro entonces que el hombre estaba
fraguando un plan.
Profundamente lejos
de allí, en ese lugar sin ubicación exacta que era el inframundo, el otro Peter
aguardaba su destino. Le ataron a un camastro de madera y ahí fue cuando le
quedó claro que le iban a torturar. Vio que Barbas se acercaba a él con un
cuchillo, y ahí fue cuando Peter empezó a resistirse, dándole igual las
amenazas previas. Luchó contra las ataduras, sin éxito. Necesitaba ser más
fuerte… Como si le adivinara, Barbas le advirtió:
- Si te transformas
en demonio esas cuerdas te quemarán.
Peter bufó. ¿Qué se
suponía que debía hacer? ¿Dejar que lo desangraran para que no hicieran daño a
su hermano? ¿Y quién le garantizaba que no le harían lo mismo a Nick una vez
terminaran con él?
- ¿Qué es lo que
quieres? – preguntó, con odio.
- Tu sangre. Es
fundamental para el conjuro.
- ¿Qué conjuro?
- El que te hará
viajar a otro universo.
¿Qué coño…?
- Tu padre selló el
portal, pero los brujos no sois los únicos con un truquito bajo la manga. –
explicó Barbas - Yo vine aquí en primer lugar, y no usé un portal para eso. Los
demonios usamos otros métodos. Tú eres medio demonio, así que contigo también
debe funcionar. Ahora cállate, y escucha algo de información básica. Algunas
diferencias entre este mundo, y el otro. Cosas que necesitas saber. Ah, por
cierto, vamos a cortarte el pelo.
Y dicho esto,
empezaron horas y más horas de explicaciones, y de cambios de look. Barbas le
hizo un cortecito en la mano y recogió varias gotas de su sangre. El conjuro
estaba casi listo. Barbas empezó a dibujar algo en el suelo…
- ¡No pienso
hacerlo! – gritó Peter, cuando terminó de entenderlo todo. - ¡No puedes
obligarme!
- Lo gracioso es que
sí que puedo, muchacho. Y cuando estés allí, te harás pasar por el otro Peter,
si sabes lo que te conviene. Porque si no, si algún día consigues volver aquí,
no habrá papi, ni hermano, ni familia feliz. Ellos son prescindibles para mí, y
a tu padre le debo varias flechas.
Peter rugió, y
Barbas dejó caer algo en un cuenco. Leyó unas palabras mientras Peter gritaba,
y tiraba de las cuerdas como si la vida le fuera en ello…y de pronto sólo hubo
silencio. Peter miró a su alrededor y no vio ningún demonio. Ya no estaba
atado. Y supo que había pasado: aquél ya no era su inframundo. Estaba en otro
universo.
REALIDAD 1
Nick permaneció
abrazado a Chris durante horas. Se negó a dormir sólo y Chris tampoco se lo
planteó como una posibilidad. Aunque ninguno de los dos durmió demasiado.
Estuvieron en el cuarto de Nick, y por eso Amy fue a verles nada más despertar.
La mujer se ocupó de Nick mientras Christopher se aseaba y se encargaba de Leo.
- Ya, mi niño ya.
Shhh, shhh. – repetía ella, acariciándole. Le habían contado lo que había
pasado y lo sentía mucho por Nicholas. El chico se mecía hacia delante y hacia
atrás, demasiado agotado para seguir llorando. – Todo se va a arreglar, ya lo
verás.
- ¿Cómo? ¿¡Cómo se
va a arreglar!? ¿Vamos a viajar al pasado y cambiar lo que ha hecho Peter?
- Nick, aun no sabes
lo que ha hecho Peter. No sabes por qué lo ha hecho, ni en qué circunstancias.
Tal vez fue durante una pelea…Para salvarse…
- ¡Lo hizo usando
sus poderes! ¡Sus poderes de demonio! Por eso yo siento que los míos se han
activado. Yo puedo traer a alguien de vuelta porque él ha hecho que alguien se
vaya.
- Aun así, no le
juzgues.
- ¡Claro que le
juzgo! ¡Él lo era todo!
- Y lo sigue siendo,
cariño.
Amy se moría al
oírle hablar así. Poco a poco la tristeza de Nick se iba transformando en
rabia. El chico estaba furioso y frustrado, y empezó a pagarlo con sus cosas.
Tiró todo lo que tenía sobre la mesa.
- Nick, eso no es
necesario – dijo Amy.
Él la ignoró, y
siguió con el destrozo. Cogió la almohada y golpeó la pared con ella una y otra
vez.
- Nicholas, ya vale.
De pronto la
almohada no le pareció suficiente, y Nick decidió golpear la pared…con la mano.
El resultado fue que se hizo mucho, mucho daño.
- ¡Nicholas!
Amy se levantó, le
cogió la mano, y miró a ver si se había hecho algo serio. No parecía tener nada
roto. Sin pensarlo, le giró un poco y le dio cinco azotes sobre el pantalón.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS
- Lo que menos
necesitamos ahora es que tú te rompas algo. Eso no va a solucionar nada.
Nick la miró muy
sorprendido. No se esperaba que ella fuera a pegarle. Jamás lo habría
imaginado. ¿Con qué derecho? Se frotó el trasero y la miró mal. No había dolido
mucho pero le parecía injusto. ¿Quién era ella para hacer eso?
- ¿No te has parado
a pensar cómo lo estará pasando él? No tenemos ni idea de lo que le está
pasando a tu hermano, pero dudo mucho que esté en una montaña rusa en el parque
de atracciones. Por si no lo has notado tu padre está haciendo lo posible por
no caer en el pozo de la depresión más absoluta, así que no colabores con los
que quieren hundirle. No te hagas daño, ni hagas pataletas absurdas. Eso no
sirve para nada.
Amy le habló de
forma dura, y no con su tono dulce habitual. Tal vez fue eso lo que hizo que
Nick rompiera en llanto otra vez. Ella le volvió a abrazar, dulce de nuevo.
- Sssh. Verás como
todo mejora.
- Pero…snif… porque
peor…sniff…. peor ya no puede ir.
Amy se puso de
puntillas para darle un beso en la mejilla y le siguió consolando con caricias
y palabras suaves. Sin embargo algo la dijo que en aquella familia las cosas
siempre podían ir peor…
En ese momento
llamaron al timbre. Chris, que estaba encargándose de que Leo terminase de
desayunar, fue a abrir. Y en la puerta…En la puerta estaba Peter. Sin poderlo
evitar, Christopher estalló en llanto mientras le abrazaba.
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