Chapter 24: Curando
y abriendo heridas
Los días siguientes
fueron algo cansados para Chris, que no llevaba de todas formas una época
especialmente sencilla. Se había propuesto básicamente ser el padre perfecto.
No iba a volver a permitirse un fallo como el de no reparar la ventana, o
acusar a Nick de algo que no había hecho. Quería además asegurarse de que Peter
no tenía ninguna clase de pensamiento suicida, y a eso le dedicó varias horas
de conversación. De hecho, dedicó muchas horas a conversar con todos sus hijos,
aunque al final siempre, por una cosa o por otra, terminaba hablando con Peter:
era agradable hablar con él, nunca parecía cansarse de su compañía al contrario
que Leo o Nick, y había, realmente, muchas cosas de las que conversar. Además,
el chico tampoco tenía gran cosa que hacer, dado que aun seguía castigado.
Chris se dio cuenta de que solía castigarles dos semanas, y antes de que
acabara el plazo ya se habían metido en otro lío. Era agotador. Pero, por suerte,
ninguno de los chicos se metió en problemas durante aquella semana. En ese
sentido, al menos, Chris pudo disfrutar de algo de relax. Si estaba cansado era
porque dedicarle todo tu tiempo a tres hijos hace que anheles el tener algo de
tiempo para ti. Pero sarna con gusto no pica, y él lo hacía desde su amor
paternal más sincero.
Una tarde de
principios de diciembre, Chris estaba intentando sonsacarle a Peter cómo eran
las Navidades en el orfanato. Él lo había imaginado como una época triste, pero
en realidad era por lo visto de las mejores, porque todo el mundo parece
acordarse de los huérfanos en Navidad. El chico estaba rememorando para él los
regalos que había recibido de pequeño cuando Nick entró al salón donde estaban
hablando, y volvió a irse sin decirles nada. Pero su gesto habló por él…
- ¿Está enfadado?
¿Se acabó la calma y ahora viene la tempestad? – preguntó Chris para sí mismo,
pero también para Peter.
- ¿Qué quieres
decir?
- Estos días ha
estado todo muy tranquilo.
- Siento haberte
dado tantos problemas.
- No te estaba
regañando. Además, estaba hablando de Nick. Pensé que todo iba bien, pero nos
ha mirado como si odiara a uno de los dos, o tal vez a ambos.
Peter guardó
silencio, y se acomodó mejor en el sofá. Tenía las piernas cruzadas, ocupando
muy poco espacio.
- No es difícil
saber lo que le pasa.
- ¿Ah no? – preguntó
Chris, pensando qué era lo que se había perdido.
- No. Lo que tienes
es envidia. Llevas días enteros hablando conmigo.
- Pero porque él no
quiere.
- ¿De qué has
intentado hablar con él?
- No sé. De
cualquier cosa.
Peter volvió a
quedarse callado. Chris notó que se había puesto serio, y esperó a que se
explicara.
- Prácticamente me
has acosado a argumentos en contra del suicidio. Alguna vez hemos hablado de
"mis últimos padres" y sí, a veces te cuento cosas de mi vida en el
orfanato, aunque no muchas. Hablamos de mí. A veces consigo que hablemos de ti.
Eso es lo que yo llamo una conversación. Con Nick, cuando no hablas de algo que
ha hecho mal, hablas de mí. Tiene que ser duro pensar que sólo consigues
atención cuando haces algo malo.
- Eso no es justo.
Le dedicó atención, y a Leo también.
- Hay algo que
tienes que entender….Antes de venir aquí, todo era al revés. Era Nick el que se
llevaba la atención de todos. Conmigo casi nadie hablaba, salvo él. Y él
siempre estaba metido en líos.
- Esa última parte
no me resulta difícil de creer.
- Hablo de líos de
verdad, Chr….papá. Recuerda que le denunciaron por vandalismo con tan sólo diez
años. Contigo es bastante bueno. Sé lo que sintió, porque yo sentí lo mismo:
pensó que contigo tenía una oportunidad.
- ¿Y entonces? ¿Cuál
es el problema?
- Él realmente lo
está intentando. Tú no te das cuenta, porque no le has conocido
"antes", pero Nick es un ángel, una joya comparado con lo que era. De
hecho, el que se está volviendo peor soy yo. – comentó Peter y, como vio que
Chris iba a interrumpirle, se dio prisa en continuar - En cualquier caso, él
pensó que contigo las cosas podían ser diferentes. Que podía conseguir tu
atención sin tener que hacer….las cosas que hacía.
- ¿Y no es así?
- Como te he dicho,
con él casi siempre hablas de mí.
- ¿Y tú cómo lo
sabes?
- Somos gemelos. No
puedes pretender que nos guardemos secretos. Todo lo que le digas a él yo lo
sabré de inmediato. Y viceversa.
Chris se tomó unos
segundos para reflexionar.
- Puede que hablemos
de ti de vez en cuando, pero con él paso muchas horas cocinando…
- ¿Cuánto hace que
no haces eso?
- ¿Qué?
- ¿Cuánto hace que
no cocináis juntos?
- Pues…pues…un par
de semanas – reconoció.
- Te diré cómo
funciona la mente de Nick, porque es un mecanismo muy sencillo: los cambios le
asustan. Como a todos. Y últimamente ha habido muchos cambios en nuestra vida,
aunque él se ha adaptado bien a ellos….Nick es completamente normal. No tiene
grandes complejos, aparte del sentimiento de abandono que supongo yo que sabrás
entender. Vino aquí, y todo eran atenciones para él. Pero después yo me puse
tonto, y dejé que te enteraras de ciertas cosas de mi pasado. Y adivina hacia
quién se giraron tus atenciones. Ya lo dijo Nick, el día en que Leo se puso
enfermo y tú nos confundiste: "El pobre y maltratado Peter, al que todos
tienen que querer y hacer caso, porque no está bien de la cabeza". Nick no
miente. Estaba enfadado, de acuerdo, pero dijo aquello porque en el fondo lo
pensaba de verdad. Es así como se siente, y es culpa mía.
- No te eches la
culpa – dijo Chris, que le iba entendiendo aunque no sabía bien a dónde quería
llegar.
- La tengo. Lo que a
Nick le pasa simple y llanamente es que tiene celos. Los estaba superando,
igual que yo, pero en estos días se ha tenido que enfrentar al hecho de que
incluso cuando él es el bueno y yo el malo, las atenciones me las llevo yo.
- ¿Qué quieres
decir? Peter, tú no has hecho nada malo. ¿Qué es toda esa tontería de "el
que se está volviendo peor soy yo" y "cuando yo soy el malo"?
- Nunca le habían
castigado tanto – dijo la voz de Nick, desde la puerta. Chris no supo cuánto
tiempo llevaba escuchando. Estaba apoyado en el quicio, con los brazos
cruzados, y el gesto serio. – Desde que está aquí y todos jugamos a las
casitas, ha batido su record. No lleva bien eso de ser humano y cometer
errores.
- Ahora no estábamos
hablando de mí – replicó Peter, ligeramente ruborizado.
- Siempre hablamos
de ti – dijo Nick, pero luego esbozó una sonrisa triste. – Está bien. No
importa. No es culpa tuya.
- Tampoco mía –
intervino Chris, que había tomado nota de aquella breve conversación. Descubría
mucho de cómo se sentían sus hijos al escucharles hablar entre ellos; en
especial cuando hablaban el uno del otro – No sabía que era así como te
sentías. Ayer mismo fui a hablar contigo y prácticamente me echaste de tu
cuarto.
- Soy un
adolescente. No esperes que lo que haga se corresponda con lo que piense – dijo
Nick, y se rió – Está bien, papá. No estoy enfadado, siento haberme ido antes
así. Lo que pasa es que vosotros dos os lleváis muy bien, y me da envidia, pero
de la sana.
- Sois mis hijos. No
me llevo ni bien ni mal con vosotros: os quiero, que es diferente.
- Aun suena raro.
- ¿El qué?
- Lo de "sois
mis hijos". Aun suena raro. – dijo Nick. – Quizá es porque eres muy joven.
- ¿Ahora soy joven?
¿Qué pasó con el viejo de arrugas en el ceño? ¬¬ Igualmente ¿qué quieres decir?
A veces pensaba que
los gemelos hablaban en otro idioma: eso explicaba por qué con tanta frecuencia
no les entendía.
- Los padres de
nuestros compañeros de clase les sacan como mínimo veinte años a sus hijos. La
mayoría, de hecho, unos treinta. No sé. Los padres de adolescente suelen tener
entre cuarenta y sesenta años, no treinta y tres. Quizá por eso es raro que
digas eso, cuando hasta podrías ser nuestro hermano mayor. O quizás es que hace
poco tiempo todavía. Apenas hace tres meses que estaba compartiendo cuarto con
Peter, pensando que siempre íbamos a ser sólo él y yo.
Chris se paró a
pensarlo.
- Parecen más de
tres meses.
- Lo sé – dijo Nick.
- Parece que llevemos aquí toda la vida. Aunque a veces ocurra algo que de
pronto haga que me dé cuenta que no es así.
- ¿Cómo qué?
- Como el hecho de
que tengas que preguntarnos cosas de nuestro pasado. Como el hecho de que mi
hermano me conozca mejor que tú, que eres mi padre.
Chris guardó
silencio. Aquellas palabras le molestaban, quizás porque eran ciertas. Además,
se había dado cuenta de que Peter tenía razón: pasaba más tiempo regañando a
Nick que hablando con él, y eso no podía ser.
- Es por eso mismo
que me gusta hablar con vosotros, y es por eso que tengo un problema: Peter no
suelta prenda.
Eso fue un intento
torpe de invitar a Nick a la conversación, pero además era cierto: Peter era
muy reservado. Nick suspiró, como diciendo "no puedo creer que vaya a caer
en una trampa tan mal construida", pero se sentó en el suelo, en frente de
ellos, cerrando un círculo.
- ¿Qué quieres
saber? – preguntó en tono de "qué paciencia hay que tener".
- Me ha dicho todo
lo que le regalaron por Navidad hasta los diez años, pero después de ahí, nada.
- Eso es porque no
le regalaron nada – dijo Nick, y Peter le fulminó con la mirada.
- ¿No? ¿Por qué?
- Porque él me lo
regalaba todo a mí.
Chris miró a Peter,
y su expresión le confirmó que era cierto.
- ¿Por qué hacías
eso?
- Porque a él no le
hacían regalos.
Chris no se lo podía
creer. Le había parecido que en el orfanato no les trataban mal. Vale, no era
una casa. Vale, les faltaba cariño, pero el señor Wright se preocupaba por
ellos.
- Pero ¿por qué? –
insistió Chris.
- Papá Noel no hace
regalos a los niños malos – respondió Nick con una sonrisa, e iba a dejarlo
ahí, pero no quería que pensara mal del señor Wright. De acuerdo que había sido
como un grano en el culo todos aquellos años, pero en el fondo Nick sabía que
se preocupaba por ellos – No había dinero suficiente – explicó. – No tenían
muchas cosas con las que castigarme, y yo siempre la montaba gorda para
Navidad. Mataban dos pájaros de un tiro.
Pese a esa
explicación, Chris frunció el ceño. Él jamás les dejaría sin regalos, por muy
mal que pudieran llegar a portarse. ¿Qué cosas podía hacer Nick para merecer
ese castigo? De pronto sintió lástima por Nick, y se debió de reflejar en su
rostro, porque éste dijo:
- Pero bueno, el que
se llevaba la peor parte era Peter. Al final, era él quien terminaba sin
regalos, porque se negaba a abrirlos, diciendo que eran para mí.
- Pensé que habíais
dicho que en Navidad mucha gente hacía donativos.
- Y los hacían. Pero
si tienes que elegir entre arreglar el techo o comprarnos caprichos, pues
eliges lo primero. Y con los juguetes, siempre donaban cosas de crío. Por lo
visto no se enteran de que no todos los huérfanos son bebés monos y berreantes
que juegan con peluches y muñecas. Créeme: prefiero que me dejen sin regalos a
que me den una muñeca.
- ¿Qué hiciste para
quedarte sin regalos? – tuvo que preguntar Chris, sin poder contenerse más.
Silencio total.
- Vamos, díselo. A
lo mejor hasta se ríe. Yo me reí. – le animó Peter.
- No creo que le
resulte gracioso. Y en cualquier caso, mañana es mi último día de castigo, no
quiero que añada dos semanas más.
- Nick, era una
pregunta inocente. No voy a castigarte por algo que hicieras con diez años. –
dijo Chris, rodando los ojos – No sé qué concepto tenéis de mí, vosotros dos.
Nick suspiró.
- Metí al gato del
celador en la lavadora.
- ¿Qué hiciste qué?
- Metí al gato del
celador en la lavadora. Se llamaba Limpio. Un nombre muy propio, porque limpio
te aseguro que se quedó.
Chris intentó no
reírse. Lo intentó de verdad, porque era consciente del triste destino del
pobre gato: no podría haber sobrevivido a un lavado, con jabón y todo. Pese a
todo, al final soltó una carcajada, al imaginarse la situación.
- Pues a Henry no le
hizo la menor gracia. Pensé que me mataba.
- Y con razón. Pobre
animal. Eso fue una salvajada – dijo Chris, consiguiendo dejar de reír. - ¿Por
qué lo hiciste?
- Porque me encontré
un perro en la calle, quería acogerle, y Henry no me dejó.
Nota mental: alejar
animales y seres vivos de un Nick enfadado. Caray, y eso con diez años. Chris
estaba asombrado.
- Espera, que no ha
terminado – dijo Peter, sonriendo.
- ¿Hay más?
- Henry tardó una
semana en descubrir el destino de su pobre gato. A éste – dijo Peter, señalando
a Nick - le dio un ataque de remordimientos y le dijo que se había escapado.
Total, que nos tuvo a medio orfanato buscando al gato…y…y…..
El resto de la frase
se ahogó en una carcajada. Peter trató de sobreponerse, pero le llevó unos
segundos.
- …y ¡no se le
ocurrió otra cosa que tenderle! Le puso una pinza en la cola y…."lo dejó
secar". Henry lo encontró así, y cuando descubrió la verdad persiguió a
Nick por el orfanato durante más de dos horas.
Peter se siguió
riendo hasta desahogarse, y poco a poco recuperó la seriedad.
- Vale, en realidad,
no tiene gracia – dijo, y Chris le miró como diciendo "pues bien que te
has reído" – No, en serio. Pobre gato. A mí me caía bien el bichejo.
- Pues eras el único
– dijo Nick. – Además, ¿por qué Henry podía tener una mascota y yo no?
- Imagina lo que
sería si todos los niños del orfanato hubiéramos tenido una mascota. Y Luz era
alérgica a los perros.
- Y yo era
"alérgico" a Luz, y tenía que aguantarla.
Chris se debatía
entre la risa y el horror. Prefirió no preguntar si la intención de Nick había
sido la de cargarse al gato desde el principio.
- ¿Y al año
siguiente? Dijiste "líos" en plural, y fue más de una vez que te
dejaron sin regalo.
- Lo del año
siguiente ya no tiene gracia ninguna – dijo Peter.
- No, es cierto – corroboró
Nick – Ahí me pasé.
- ¿Qué pasó? –
insistió Chris.
- No.
De pronto, Chris se
dio cuenta de que ya no bromeaban. Nick se había puesto muy serio, y Peter
también.
- Nick, puedes
confiar en mí. No voy a juzgarte.
- Sí, si lo vas a
hacer. Incluso puede que me pegues, y no podría reprochártelo.
- No, Nick, no voy a
hacerlo – le aseguró Chris, aunque se alarmó un poco. – Sea lo que sea me lo
puedes contar. Tenías once años: no pudo ser tan malo.
- Es lo peor que he
hecho en mi vida. Peor aún que intentar pegarte. Yo…Había un bebé, un
"recién llegado". Lloraba cada noche como si le fuera la vida en
ello. Un día, me habían castigado por cierto incidente con un lavabo, y me
había pasado todo el día en mi cuarto. Estaba realmente enfadado y ya había
roto la mitad de las cosas de mi cuarto que estaba dispuesto a romper, pero
estaba cerrado con llave, así que no podía salir. Sin embargo, por la noche me
abrieron la llave, por aquello de no hacerme dormir encerrado ya que podía ser
peligroso. Además, Peter dormía conmigo. Él llegó muy cansado de todo un día
haciendo deporte y se durmió enseguida, y aquello sólo hizo que mi enfado
aumentara por haberme perdido un gran día. Yo no me dormí. El bebé empezó a
llorar y yo…yo...yo fui a hacer que se callara. Me colé en el sector de los
recién nacidos, y encontré el bebé chillón. Pero si a un bebé le gritas, no
consigues que deje de llorar. Probé a mecerle, pero nada. Entonces…le…le cogí y
me lo llevé….y…y…recordé una amenaza que me decían de pequeño….nunca lo
cumplieron pero me decían "si te portas mal te dejaremos en la ventana,
para que venga el búho a llevársete". Así que yo abrí una ventana…y dejé
al bebé en el alfeizar. Podría haberse caído. Podría haberse muerto de frío.
Podrían haber pasado muchas cosas, pero por suerte dieron con él en poco
tiempo, y también dieron conmigo. Yo tenía once años. No era tan pequeño para
escudarme en mi edad. Lo que hice no tiene disculpa.
Chris entendió
entonces lo que había querido decir Peter con lo del "Nick de antes".
El chico estaba acostumbrado a vengarse de quienes le ofendían de alguna manera
y llegaba a extremos que iban más allá de las simples travesuras. Chris se
horrorizó por escuchar aquello, pero también pudo ver que Nick lo sentía de
verdad. Le pareció ver que tenía los ojos irritados y lamentó haber preguntado:
no porque estuviera decepcionado de su hijo, sino porque a él le dolía hablar
de aquello.
- De los errores
también se aprende – le dijo. – Ahora ni pensarías en volver a hacer algo como
eso, así que no debes sentirte culpable.
Nick asintió.
- Gracias.
- ¿Cómo que gracias?
¡Quiero un abrazo! ¬¬
Aquello bastó para
hacer que Nick volviera a sonreír. El chico se levantó y le abrazó.
- Recuérdame que no
te enfade – le dijo Chris, bromeando. – Yo no tengo gato pero tal vez la tomes
con mi colección de CD´s
- Para la música que
escuchas, tanto da – le dijo Nick, tomándole el pelo.
Deshicieron el
abrazo, y Nick se sintió un poco incómodo.
- Eh, un momento.
Aquí no soy yo el único cafre. Ahora le toca a Peter contar sus "genialidades".
- Pensé que habías
dicho que nunca le castigaban.
- Y es cierto. Pero
también te dije que él enfadado es peor que yo.
- ¿Tú qué hiciste,
echar laxante en la comida?
- Destrozar una
estantería a puñetazos. Y no tenías por qué contárselo. – le dijo Peter a Nick,
muy serio.
- Más bien se
destrozó las manos, y apenas melló la madera. – dijo Nick, ignorando la
protesta de su hermano.
- ¿Por qué?
- Porque le dijeron
que no podía salir sólo por la noche.
- ¿Qué? – exclamó
Chris involuntariamente. Aquello no le parecía un motivo de peso. Se esperaba
algo gordo, quizá que tuviera que ver con alguna de sus "malas
experiencias", pero era incapaz de imaginarse a Peter con un ataque
violento propio de Nick o incluso superior a los que éste tenía.
- Se me fue la olla
¿vale? Todos tenemos un mal día. Te dije que tengo problemas con mi ira.
- Pero yo no he
visto que los tengas. – dijo Chris, extrañado – Ni una sola vez.
- Y espero que sigas
sin verlo. Ahora, ¿podemos cambiar de tema?
Chris le contempló
con curiosidad. Sabía que había gente, adolescentes principalmente, que cuando
se enfadaban golpeaban las paredes con los puños y tenían otro tipo de
reacciones desproporcionadas. Pero no asociaba ese tipo de personas con Peter.
No. Eso tenía que ser una de las tonterías de su muchacho, de cuando le daba
por decir que era malo y no sé qué cosas más. Seguro que no era para tanto.
- Pues ¿de qué
quieres hablar, entonces? - dijo Nick. – A mí me parece un tema muy
entretenido. Tú perdiendo los nervios. Es algo digno de ser grabado.
- Siempre podemos
hablar de tus intentos de fuga. Si es por temas incómodos tú me ganas,
Nicholas.
- No uses mi nombre
completo. Y no seas puñetero, que yo no he tocado tus puntos sensibles.
- No soy nada de
eso, sólo me defiendo. Y no hace falta ser grosero.
- "No hace
falta ser grosero". ¿Qué tienes, cincuenta años? Odio cuando te pones en
plan padre conmigo, joder. Ya tengo uno.
- Sí, y no le gusta
oíros hablar así. – intervino Chris, en tono de advertencia.
- No me pongo en
plan padre, pero si juegas con fuego, te puedes quemar. Todos tenemos aquí
cosas de las que no queremos hablar. – dijo Peter, mirando a Nick directamente
a los ojos. Era inquietante verles hablar tan e cerca, como ver a la misma
persona desdoblada.
- Sí, pero tú tienes
más que nadie. Yo no he hablado de lo que sé que te duele.
- Pues yo creo que
sí. Chris lo sabe todo, y no siempre se lo he dicho yo.
- Eso es distinto.
- Claro, porque es
mi intimidad y no la tuya.
- No. Porque todo lo
que he dicho sobre ti ha sido con intención de ayudarte, y tú has mencionado
"ese" tema con la única intención de hacerme daño. – dijo Nick,
profundamente dolido.
- Yo…Lo siento.
Perdona.
Chris suspiró,
contento de que hubieran arreglado aquello de forma pacífica.
- ¿Por qué no
quieres hablar de eso, Nick? Ya sé que te escapaste un par de veces del
orfanato.
- No nos referimos a
eso – respondió Nick, algo huraño. Peter se había disculpado, pero ya era
tarde: había activado las alarmas de Chris. Suspiró. – Me vas a insistir hasta
que te lo diga ¿verdad?
- Puede ser. Tampoco
voy a obligarte a confiar en mí. Pero…sea lo que sea puedes decírmelo.
¿A qué venían tantas
reservas? Quizá era algo malo y tenía miedo de que se enfadara.
Nick meditó durante
un rato si debía o no compartir aquello con su padre. Peter ya no tenía
secretos con él. Tal vez el debería hacer lo mismo.
- Cuando me escapé
la primera vez lo planeé durante meses. Aprendí…aprendí algunos trucos. Tengo
cierta habilidad con las manos, y en fin, ya has visto lo que puedo hacer.
Pero….el primer día, cuando logré salir, me di cuenta que había muchas cosas
que no había pensado. ¿Cómo iba a ir al baño, por ejemplo? ¿Dónde iba a
ducharme? Sabía que hay albergues, pero no cómo dar con uno, ni se aceptarían…a
un menor. Así que eso estaba descartado. Viví en la calle. Y…¿sabes qué? No es
tan poético como puede parecer, ni tan bohemio, ni nada. Lo que es, es una
mierda. Literalmente: por inercia la gente se agrupa y…pues yo me agrupé con
vagabundos. Dormí en un paso subterráneo…y aquello olía a dignidad perdida. Y a
mierda. A veces creo que aún no me he quitado ese olor el todo. Estuve dos
semanas fuera. Robé, mentí, estafé y pase hambre, frío y miedo. No es una
experiencia que le recomiende a nadie. Lloraba por las noches, y me preguntaba
si sería capaz de volver a buscar a Peter, o si Peter tendría que ser el que me
encontrara a mí…o a mi cadáver. Me sentía sucio, por entro y por fuera, porque
lo de robar no me dejaba la conciencia tranquila. Al final, acabé volviendo al
orfanato, aunque aún no sé cómo encontré el camino. Peter estuvo sin hablarme
otras dos semanas, y sólo lo hizo porque al final le di pena. Yo…moría de
alegría por ver un cepillo de dientes, y te juro que no me quería separar del
váter. ¿Sabes? La gente se queda con lo de "se escapó, que susto nos
dio". Pero nadie suele preguntarme cómo lo pasé yo. El hecho de que fuera
mi culpa, por una mala decisión, no hizo precisamente que fuera más sencillo.
Chris se quedó
helado. No es que no hubiera pensado en ello, pero nunca lo había visto así.
Imaginarse a su niño sólo y asustado no era algo agradable, así que
interiormente se había imaginado un suceso alternativo…Tal vez durmiera en un
banco, y luego decidiera volver… No imaginó que Nick lo hubiera pasado tan mal,
porque nunca se lo había contado así. Se culpó por no haberle preguntado nunca
sobre el asunto.
- Jamás tendrás que
volver a pasar por eso – le dijo, abrazándole.
- ¿Cómo lo sabes? –
preguntó el chico.
- Porque si vuelves
a exponerte a ti mismo a algo así soy capaz de retenerte en casa aunque tenga
que esposarte a mí. Y que me denuncien por secuestro si quieren, que me da
igual.
- ¿Y si eres tú el
que me echa?
- La única razón por
la que podría decirte que te fueras de casa, es porque se esté cayendo a
pedazos sobre nuestras cabezas – le dijo, con vehemencia.
- Eso dices ahora
- Y lo diré siempre.
No hay nada que puedas hacer que haga que cambie de opinión. Ahora dime ¿hay
algún motivo racional por el que quieras irte de casa?
- No, claro que no.
- Bien. Pues
entonces la próxima vez que te escapes o que salgas sin avisar, vas a estar en
muchos problemas.
Nick tragó saliva.
¿Cómo era posible que Chris sonara amoroso y amenazante a la vez?
- Una charla
encantadora – dijo Peter que había permanecido al margen – pero será mejor que
me vaya a la ducha antes de que Leo se me adelante, o me tocará esperar durante
horas. Un día le van a salir branquias.
Así que Peter se fue
a una de las duchas, y Chris y Nick se quedaron hablando un poco más. Al cabo
del rato asomó por las escaleras la cabeza de Peter, envuelto en una toalla:
- Me he quedado sin
agua.
- Qué raro. Voy a
echar un vistazo.
Chris lamentó no
tener los conocimientos de fontanería y de bricolaje en general que tenía su
padre, porque tenían un problema de cañerías bastante considerable. Cuando era
pequeño decía que su padre "curaba los objetos", y muy lejos de la
verdad no andaba. Pero él no podía hacer eso. Aquello escapaba a sus
habilidades, así que le dijo a Peter que llamaría al fontanero al día
siguiente, y que se volviera a vestir. Pero luego pensó que quizás su padre
pudiera pasarse y arreglarlo en un momento.
- Papá – llamó, y
casi al instante Leo orbitó, alertado por sus sentidos de luz blanca.
- ¿Ocurre algo? –
preguntó algo preocupado, y le bastó un vistazo para saber que todo andaba bien
- ¿Por qué me has llamado?
- Me preguntaba si
podrías echar un vistazo a esto. Nos hemos quedado sin agua.
Chris le mostró el
problema y Leo dijo que podía arreglarlo.
- Si te he pillado
en un mal momento…
- No, qué va.
Piper y Leo se
pasaban el tiempo viajando: Leo la llevaba a los lugares más insospechados,
donde ni siquiera un avión podía llegar. Ventajas de poder orbitar. Leo aún
tenía asuntos de Anciano que atender, así que Chris, en realidad, no le veía
mucho.
- ¿Cómo andan mis
nietos? – preguntó Leo, mientras echaba un vistazo a las herramientas de Chris.
- Estupendamente.
Leo está enfrascado en uno de sus libros. A Nick le he dejado vagueando en el
sofá. Peter se está vistiendo, pero puede que haya terminado. Le diré que venga
a saludarte.
Fue a buscar a
Peter, que se mostró algo tímido. Chris pensó que era el momento ideal para que
pasara algo de tiempo con su abuelo, así que les dejó sólos.
- Hola – dijo con un
hilo de voz.
- Hola – saludó Leo
con entusiasmo.- Perdona que no te de un abrazo, tengo las manos algo ocupadas.
Leo estaba en plena
faena. Había desmontado la alcachofa de la ducha.
- ¿Quiere que te
ayude? – preguntó Peter, hablando para el cuello de su camisa. No conocía mucho
a Leo todavía, y se sentía algo cohibido ante su presencia.
- Sería estupendo –
dijo Leo, sonriendo - ¿Me sujetas esto?
Peter hizo lo que le
pedían y fue haciendo todo lo que Leo le indicaba. Trabajaban bien juntos. En
un determinado momento, tocaron algo que no debían y empezó a salir agua a
borbotones. Peter se empapó y Leo soltó una carcajada. Consiguió detener el
escape y contempló a su nieto, empapado desde el pelo hasta los pies.
- Bueno, ya te has
duchado – le dijo, y Peter sonrió. Leo sonrió también pero luego pensó que el
chico podría resfriarse, así que orbitó una camiseta. – Ten, sácate eso y
póntela.
Peter iba a irse a
cumplir lo que le pedían.
- Espera, no te
vayas. Llenaras de agua todo el pasillo. Póntela aquí.
Peter se quedó
inmóvil y Leo alzó una ceja.
- ¿Qué ocurre? No
tienes nada que yo no tenga.
- Eso lo dudo –
comentó Peter por lo bajo, pero Leo le escuchó.
- ¿Es que te da
vergüenza que te vea sin camiseta? ¿Por qué? Me giro si quieres, pero me parece
algo tonto.
A Peter le molestó
aquél calificativo. Qué sabía él de lo que era tonto o no…Aparte de su pudor
natural, no se sentía cómodo cuando los demás veían sus cicatrices.
- Más tonto me
parece a mí tener que cambiarme de camiseta y no te digo nada – le respondió.
- Eh ¿qué fue eso?
¿Por qué me hablas así? Vamos, quítate eso, que está empapado.
Peter seguía sin
moverse: Leo no se había girado.
- Peter, vamos.
Puedes resfriarte.
Leo pensó que el
chico no se quitaba la camiseta por testarudo, y no porque tuviera una razón
para no hacerlo. Por eso no se giró, y se quedó mirando para ver si lo hacía,
pero Peter seguía sin moverse.
- Que es una
camiseta, por amor de dios. ¿Es que tengo que quitártela yo? Si tengo que
hacerlo, haré más que eso…- advirtió, empezando a cansarse.
Nada.
- Peter, que te la
quites – espetó Leo, ya sin ninguna paciencia.
- ¡Que me dejes en
paz! – respondió el chico, harto y avergonzado. – Que no voy a quitarme nada
delante de ti, joder.
Leo se extrañó por
esa respuesta. No por lo maleducado de las palabras ni por la rebeldía que
denotaban (podía lidiar con eso, y de hecho estaba dispuesto a hacerlo), sino
porque el "delante de ti" le sonaba raro. Parecía más que una
negativa caprichosa. ¿Acaso el chico tenía algún tatuaje que no quería que él
viera? En cualquier caso, estaba dispuesto a enseñarle un poco de respeto.
- Lo siento – dijo
Peter, dándose cuenta de cómo le había hablado.
Leo le ignoró. Abrió
un armarito y cogió una pastilla de jabón. La desenvolvió y se volvió hacia
Peter, que le miraba con curiosidad.
- Abre la boca – le
dijo, y el chico entendió. Dio un suspiro, pero decidió hacer lo que le pedía.
Leo le metió la pastilla en la boca, y lo cierto es que sabía fatal. Le dieron
arcadas. Leo le sacó la pastilla, pero el sabor seguía allí, hecho espuma. –Dos
minutos – le dijo. – A ver si así muestras un poco más de educación. Luego
podrás enjuagarte la boca.
Decidió dejarlo ahí,
porque Peter le había pedido disculpas. Pero el chico seguía empapado.
- Y quítate la
camiseta de una vez.
Peter no quería
enfadar más a su abuelo, que había pasado de estar sonriente a fruncir el ceño,
pero no estaba dispuesto a quitarse la camiseta delante de él. Leo, harto de
esperar, se sentó en la taza del váter y colocó a Peter encima de sus rodillas.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- Si te digo que
hagas algo, lo haces.
Peter supo de dónde
había sacado Chris sus frases e cuando les castigaba: usaba el mismo tono que
Leo, y las mismas palabras. Calcadito.
PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- No sé a qué viene
esta rebeldía tonta, pero se va a acabar. Ahora levántate, enjuágate la boca, y
quítate la camiseta.
Peter obedeció,
sabiendo que aquello había sido una advertencia más que un castigo. Le había
dolido un poco, pero no había protestado. Pero sabía que si no le obedecía
volvería a la misma posición en un tris. Se sacó el horrible sabor del jabón e
hizo ademan de sacarse la camiseta, pero dejó las manos en sus costados y
agachó la cabeza.
- Peter ¿qué pasa? –
le preguntó Leo. Peter no le respondió, pero Leo se había dado cuenta de que no
había rebeldía en él. Decidió darle una oportunidad y le alzó la barbilla, de
una forma también muy similar a como lo hacía Chris. Parecía que Peter iba a
responder, pero en ese momento entró Chris.
- ¿Ha pasado algo? –
preguntó, no muy seguro de lo que había oído.
- El abuelo se ha
enfadado conmigo – respondió Peter de una forma que hizo que el corazón de Leo
se llenara de ternura.
Chris se fijó en la
pastilla de jabón que descansaba en el lavabo.
- Oh, y te ha lavado
la boca ¿verdad? Yo odiaba eso.
- He tenido que
castigarle un poco – dijo Leo, pero con voz dulce, dispuesto a hacer las paces
con su nieto. La forma en la que había dicho "el abuelo se ha enfadado
conmigo" le había roto el corazón. Le hacía parecer mucho más pequeño. –
Pero ha sido muy valiente: no ha llorado nada.
Peter esbozó una
media sonrisa.
- Me he llevado
palizas mucho peores. – dijo solamente. Leo abrió los ojos con cierta sorpresa.
- Chris, no serás
demasiado duro con mi nieto ¿verdad? ¬¬
Pero Chris, que
empezaba a conocer a Peter mejor que a sí mismo, había entendido:
- No se estaba
refiriendo a mí. Ya te comenté cuál era su historia, papá.
- Entiendo – dijo
Leo, asintiendo, y experimentó la misma culpabilidad que Chris la primera vez
que castigó a Peter – Siento haber tenido que castigarte, pero no has debido
desobedecerme. Y eso me recuerda que sigues sin quitarte la camiseta ¬¬
Peter suspiró.
Tendría que haber imaginado que su abuelo ya lo sabría. Por lo visto en aquella
familia no había secretos. De forma lenta, y con mucha vergüenza, Peter se
quitó la camiseta.
- ¿Lo ves? No era
para tan…¿¡pero qué tienes ahí!? – Leo se interrumpió en cuanto reparó en las
cicatrices, que se reflejaban en el espejo. Le rodeó y estiró la mano, como
para tocarlas, sin atreverse. Miró a Chris como pidiendo una explicación. Chris
se limitó a negar con la cabeza: sabía exactamente el horror que Leo estaba
experimentando.
- Es un regalo de mi
última familia – comentó Peter con cierta sorna. Pese a la dureza de sus
palabras, estaba temblando. Se sentía expuesto. Leo le alcanzó la otra
camiseta, la seca, para que se cubriera.
- Dios Santo…ven
aquí – le dijo, y le abrazó. Entendió por qué no quería quitarse la camiseta -
¿Por qué no me lo habías dicho?
- Me daba…vergüenza.
Leo le abrazó,
horrorizado por lo que tenían que haberle hecho para dejarle aquellas marcas.
Chris le observó: él también se sentía mal por su hijo, pero de pronto se le
ocurrió algo.
- Papá…¿tú podrías…?
Yo no, pero tú eres un Anciano.
Leo supo adivinar lo
que su hijo estaba pidiendo de forma implícita. Deshizo el abrazo con su nieto,
y le miró a los ojos.
- ¿Quieres que te
saque esas marcas?
- ¿Puedes hacerlo?
- Puedo intentarlo.
No tienes ninguna herida, puesto que ya está curado. Pero yo soy un Anciano.
Tal vez pueda….hacer algo.
Peter asintió. Sí,
claro que quería. Aquello era mucho más sencillo que una operación, con la
magia tendría la espalda perfecta, sin ninguna imperfección. Es cierto que
aquello formaba parte de lo que él era, pero era una parte de la que se quería
deshacer. Leo colocó su mano sobre la espalda del chico, y hubo un suave
resplandor. Peter sintió un cosquilleo. Cuando Leo bajó la mano él se subió la
camiseta con miedo de lo que pudiera encontrar. Pero ahí no había nada, salvo
una espalda. Una espalda normal, sin cicatrices. Sonriendo, Peter se quitó la
camiseta del todo, y abrazó a Leo. Hizo una serie de movimientos incoherentes,
y se miró varias veces en el espejo.
- Bueno, bueno, no
te vuelvas ahora un exhibicionista – dijo Chris contento de verle tan feliz. –
Lamento que no se me haya ocurrido antes. Yo no puedo quitar cicatrices, pero
tendría que haber pensado que mi padre sí. Por cierto…quítale también la de la
muñeca….
- ¿La muñeca? – dijo
Leo, y tomó el brazos de Peter. Frunció el ceño al ver el corte.
- No hagas preguntas
– dijo Chris, con algo e rabia en la voz. Leo se limitó a mirar a Peter como si
quisiera leerle la mente. Sin dejar de mirarle pasó su mano por la muñeca del
chico, pero la marca no desapareció. Confirmando sus sospechas, Leo le acusó:
- Esto te lo hiciste
tú.
- Sí – admitió.
- No puedo curar
heridas auto infligidas. Peter, eso fue una tontería. ¿Cómo se…?
- Papá ya me dio la
charla. – interrumpió Peter.
- No es lo que
piensas, papá – intervino Chris. – Es largo de contar, pero Peter no es un
suicida.
Leo se confirmó con
eso, por el momento.
- Será mejor que
termine de arreglaros esto – dijo, refiriéndose a la ducha.
- Y yo voy a
contarle a Nick que ya no…que mi espalda está bien.
Peter estaba más
contento que un niño en la mañana de Navidad. Leo se sumó a la lista de personas
cuyo corazón había sido tocado por Peter Adam Haliwell.
Nick se alegró por
su hermano, le escuchó cómo se lo contaba una y otra vez y le ofreció la mejor
de sus sonrisas. Pero en su interior, estaba triste: aquél había vuelto a ser
"el día de Peter".
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