Páginas Amigas

sábado, 30 de julio de 2016

CAPÍTULO 16:



CAPÍTULO 16:

Ahí estaba yo, delante de veinticuatro chicos de diecisiete años, que me miraban fijamente. Años atrás, cuando di mi primera clase, dudé sobre sí debía escribir mi nombre en la pizarra como en algunas películas. Ya no tenía esas dudas, porque había superado varios primeros días, pero seguía sintiendo un hormigueo entre nervioso y tímido cuando tenía que presentarme.

-         Bueno… como ya sabéis me llamo Víctor Medel, y seré vuestro profesor de historia este año - comencé, y me di cuenta de que ninguno me estaba prestando verdadera atención. Todos seguían con la mente puesta en lo que había pasado en el gimnasio.

Yo también. Lucas no había llegado, y no sabía si al final asistiría a la clase dado que le había dado permiso para no hacerlo. No dejaba de preguntarme si estaba bien. Estaba tan cabreado con el director…  Pero tanto… Quería hacerle pagar su soberbia…

-         Quería explicaros algunas cosas sobre la asignatura, pero creo que hay otro asunto más urgente que deberíamos hablar. – continué – Como lo que ha ocurrido hace unos momentos con vuestro compañero.

Recibí varias miradas de curiosidad, porque no se esperaban que sacara el tema.

-         Aunque aún nos conozco, estoy muy orgulloso de vosotros por no haberos reído de Lucas. Espero que no lo hagáis cuando le veáis y que continuéis con esa actitud de buenos compañeros.

-         ¿Pero por qué le castigaron? – dijo un chico rubio, en la última fila. – No me he enterado bien, pero me han dicho que no hizo nada…

-         ¡Es que no hizo nada! – intervino otro. – Pero aquí te pegan y luego preguntan.

-         El director es un hijo de puta… - expresó un tercero. Después todos se sumieron en el más absoluto silencio y me miraron con preocupación, especialmente el chico que había soltado el improperio, como si acabara de recordar mi presencia. – Ay… madre mía…lo…lo siento…yo….

-         Cuida ese lenguaje – le regañé, suavemente. – No quiero volverte a oír nada como eso.

-         No, no señor…

-         Víctor, llámame Víctor. Y, entre nosotros, yo también he tenido ganas de decirle eso que le has llamado. Porque tenéis razón: Lucas no había hecho nada.  Nada tan grave, al menos.

Escuché varios jadeos y exclamaciones de asombro. Con mis chicos del dormitorio no me hubiera permitido ser tan franco, pero estos ya eran mayores, prácticamente adultos y merecían que fuera abiertamente sinceros con ellos.

-         Pero… entonces…¿por qué le castigó? – insistió, el mismo que había insultado al director.

-         Porque es un dictador, por eso – respondió otro.

-         Un tirano.

-         Un…. bueno, mejor me callo. – añadió otro, mirándome. Los demás se rieron.

Esbocé una media sonrisa que no tuvo nada de alegre, y me giré, para mirar a la pizarra. Cogí un trozo de tiza y escribí las palabras “dictador” y “tirano”.

-         ¿Qué es un dictador? – les pregunté, volviéndome hacia ellos.

-         ¡El que abusa de su autoridad!

-         ¿Y un tirano?

-         ¡Lo mismo!

-         ¿Sí? ¿Así que tenemos dos palabras que significan absolutamente lo mismo? – seguí preguntando. Los chicos se miraron confundidos, intuyendo que mi pregunta iba encaminada a obtener un “no” como respuesta.

-         Un dictador llega al poder sin tener derecho… Un tirano puede llegar con derecho, pero luego abusa de su poder… - dijo un chico con gafas, de la primera fila.

-         Sí, hoy en día las usamos en ese sentido. Pero si miráis el diccionario os pondrá otra cosa. Y…. si miramos la historia – les dije, y volví a girarme para escribir en la pizarra – veremos que precisamente un tirano es el que obtiene el poder sin derecho, y un dictador, en la época de los romanos, era un magistrado supremo y temporal, que se nombraba en tiempos de peligro para la república. Así que el dictador tiene “legitimidad” para gobernar y el tirano no. ¿Por qué pensáis que los romanos nombraban un dictador en tiempos de peligro?

Durante unos segundos nadie respondió. Después, el mismo alumno de antes, el de las gafas, levantó la mano. Le di la palabra con un asentimiento de la cabeza.

-         Porque en tiempos de crisis no se pueden perder el tiempo en discusiones… No se puede discutir una ley, o reunir a un parlamento… Alguien tiene que tomar una decisión, y la tiene que tomar rápido… Por eso hoy en día los países tienen un solo presidente….

-         Ah, pero el dictador de los romanos era un cargo temporal, no te olvides. Más temporal de lo que son muchos presidentes hoy en día, cuyo cargo puede durar varios años. ¿Por qué crees que era temporal?

-         Porque… porque si fuera el jefe supremo para siempre, se convertiría en un tirano. – respondió el muchacho. Le sonreí.

-         ¿Cómo te llamas, chico?

-         Ja…Jacobo.

-         Muy bien, Jacobo, has dado justo en la clave. En respuesta a vuestra pregunta, el director castigó a Lucas porque alguien le dio legítimamente el poder, pero lleva demasiado tiempo obstentántolo.

Se escuchó un “uuuuh” que fue subiendo de volumen, y uno de los alumnos alzó la voz por encima del resto.

-         ¿Está diciendo que es un tirano?

-         Estoy diciendo que lleva tanto tiempo acostumbrado a tener razón que no se ha dado cuenta de que no siempre la tiene. Por eso es necesario que algunas decisiones se consulten con otras personas, y para ello hay que ser capaz de escuchar a las otras personas. En esta clase veremos a muchos reyes, emperadores y presidentes, que cometieron el error de creer que estaban por encima de los demás. Y el tiempo les puso en su sitio.

La clase se sumió en completo silencio. Me di cuenta, demasiado tarde, de que había caído casi en el adoctrinamiento, y de que no debía hablar así del que era su director. Pero como estaba seguro de que ese hombre ya me odiaba lo suficiente como para querer despedirme a la primera ocasión, pensé que si me iba debía hacerlo por la puerta grande.

Justo en ese momento llamaron a la puerta, y Lucas asomó la cabeza. Le invité a entrar con un gesto de la mano y le sonreí, lo más acogedoramente que pude.

-         Pasa, Lucas. Iba a hablarles a tus compañeros del programa de la asignatura…Pero antes, les estaba haciendo reflexionar sobre el poder, y las personas que lo obstentan. Entonces, ¿creéis que nadie debe tener más poder que el resto, para que así no haya dictadores ni tiranos?

-         Mmm… No estoy seguro – dijo Jacobo. Se le notaba entusiasmado con la conversación. – Pero creo que a veces sí es necesario que alguien tenga la última palabra. Y que alguien… bueno, sea el que dé las órdenes. Como en una clase ¿no?  Creo que el problema no está en el “poder” sino en la forma de ejercerlo. Hay que entender el poder como una responsabilidad y no como un derecho, y así no será “quiero que se haga esto” sino “debe hacerse esto”. No se darán órdenes inútiles, sino cosas que beneficien a todos, o al menos a una mayoría… ya que complacer a todo el mundo me parece imposible...

Miré a Jacobo con cierta admiración.


- Esto, amigos míos, es un buen ejemplo de lo que me gustaría que pasara en esta clase. Respuestas razonadas, que demuestren que no solo memorizáis la historia, sino que la entendéis. Reflexionaremos sobre las distintas épocas, sobre los hechos que ocurrieron y en ocasiones os plantearé qué habríais hecho vosotros de estar en aquél lugar, en aquél momento. La respuesta puede parecer sencilla, pero no siempre lo es. A la vista está, o la humanidad no seguiría repitiendo los mismos errores. 

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