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sábado, 30 de julio de 2016

CAPÍTULO 21: ENTRENAMIENTOS ABURRIDOS



CAPÍTULO 21: ENTRENAMIENTOS ABURRIDOS

La recuperación de Aronit había avanzado a pasos agigantados. Arturo sospechaba que influía el hecho de que fuera un mago, y que debía de haber utilizado algún hechizo o poción  para recuperarse tan pronto.  El druida retomó su labor de instruir a los niños en el arte de la magia, aunque Arturo notó algunos cambios en su proceder. No usaba una magia tan agresiva como al principio, sino que les enseñaba cosas como crear ilusiones o mover objetos. El rey no supo si aquello era una respuesta a sus inquietudes sobre la peligrosidad de la magia, pero internamente agradeció que les estuviera enseñando habilidades no destructivas.

Los niños no estaban tan contentos con aquellas tareas nuevas, pues les parecían muy aburridas. Merlín ya dominaba el asunto de mover objetos por medio de la magia, y sentía que no estaba aprendiendo nada con aquello. Sin embargo Aronit quería trabajar su resistencia, y le tenía practicando durante horas seguidas, para conseguir que cada vez aguantara más y más tiempo utilizando su magia sin cansarse.

-         Quiero hacer otra cosaaaaaa – protestó Merlín, después de llevar toda la mañana haciendo levitar una roca pesada. Aronit no le permitía dejarla en el suelo ni un segundo.

-         Ya sé que esto es fácil para ti, Merlín, pero este ejercicio no tiene que ver con la complicación, sino con ver cuánto puedes resistir.

Mordred, mientras tanto, batallaba con una estaca pequeñisima, la cual tenía que mover con su mente para pasarla por unos aros colgados de un madero. Le estaba costando bastante, y eso le frustraba, porque él normalmente movía objetos con mucha facilidad… cuando estaba enfadado. Su magia, al igual que la de Merlín, estaba fuertemente ligada con sus emociones y Mordred tendía a dejarse desbordar por ella. Aronit quería que trabajara su precisión. Para el niño hubiera sido mucho más fácil desintegrar la estaca que introducirla por los aros.

Después de un rato, Merlín terminó de hartarse y dejó caer la roca contra el suelo.

-         Ya no lo hago más – bufó.

-         ¿Se te ha caído? – preguntó Aronit, para ver si aquél era el límite de la resistencia de su magia.

-         ¡No! ¡Pero ya me cansé, no quiero seguir!

-         No puedes acabar cuando tu quieras. Vamos, levántala de nuevo.

-         ¡Qué no! – replicó Merlín, cabezota, y echó a correr rumbo al castillo, para hacer algo más entretenido, como mirar el libro que había encontrado con Arturo.

Aronit suspiró y se quedó con Mordred hasta que el rey bajó a los jardines para ver cómo les estaba yendo. Se sorprendió de no encontrar a Merlín junto a su hermano.

-         Eso parece difícil, Mordred – alabó Arturo, con cierta torpeza. Ni se le daban bien las alabanzas ni entendía de magia, así que en realidad no sabía si había dicho una tontería. - ¿Y Merlín dónde está? – le preguntó al druida.

-         No quería practicar más. Estaba cansado.

-         ¿Qué?

-         Se hartó del ejercicio, y le entiendo, pero no puede irse así… Luego hablaré con él – dijo Aronit.

-         No, vos no. Yo hablaré con él – replicó Arturo, entrecerrando un poco los ojos. Cuando sus hombres faltaban un solo día al entrenamiento sabían que debían enfrentarse a la furia del rey, que no consentía que los caballeros fueran haraganes. Tampoco estaba dispuesto a consentirlo en su hijo.

-         Majestad, no os enfadéis. Merlín siente que sus habilidades están siendo desperdiciadas, es normal. Aún no entiende la importancia de lo que pretendo, pero ya lo hará, solo es un niño – intercedió Aronit.

-         Con más motivo debió obedeceros y seguir con su práctica. Sois su maestro, no puede irse hasta que vos le deis permiso – declaró Arturo, y regreso al castillo con zancadas furiosas.

Aronit le observó irse con el ceño fruncido. No es que le hubiera gustado la forma en la que Merlín se había ido, pero en su opinión lo que iba a hacer el rey era un error. Había escuchado cosas por los corredores, cosas que Arturo parecía demasiado ocupado como para escuchar.

El rey subió al aposento de Merlín, decidido a buscar allí en primer lugar. Tuvo suerte, porque el niño estaba justo ahí, tumbado en su cama, con el pesado libro sobre la almohada, pasando una hoja tras otra con avidez.

-         Si te permití abandonar el entrenamiento con la espada fue porque pensé que ibas a esforzarte si te traía un mago que te enseñe hechicería. Pero si lo que sucede es que eres un holgazán, yo eso lo arreglo rápido – le dijo Arturo.

Merlín había estado tan enfrascado con su libro que no se había dado cuenta de la entrada del rey. Se sentó en la cama y le miró algo contrito por el regaño.

-         Padre… yo…

-         La práctica se termina cuando lo dice tu maestro. No antes.

-         Sí padre… perdón…

Arturo había estado bastante enfadado en el momento que entró en la habitación, pero ahora que tenía a Merlín allí delante, mirando al suelo y pidiéndole disculpas, se había calmado un poco. Él también, cuando era pequeño, se había escapado de algún entrenamiento. Claro que luego había tenido que vérselas con su padre y su horrible mirada de decepción. Se esforzó por no echarle a Merlín nada parecido a esa mirada.

-         Tienes suerte de que Aronit no esté enfadado contigo. Pero yo si lo estoy.

Merlín puso una cara de tremenda tristeza, a punto de llorar, y Arturo terminó de conmoverse.

-         Al jardín. Ahora – ordenó, sonando ya menos enfadado. Merlín se levantó y Arturo le dio dos palmadas rápidas cuando pasó por su lado.

- ¡Ay, ay!

-         Y que no te vuelva a ver aquí mientras tu hermano y Aronit están abajo practicando.

-         No, padre…

Arturo le observó marcharse y poco después salió él, pero casi se le para el corazón al ver a Aronit esperándolo tras la puerta.

-         ¿Qué hacéis aquí? – preguntó, recuperándose del susto. – Acabo de decirle a Merlín que baje.

-         Os lo agradezco. Pero quería hablar con vos.

-         ¿Sobre qué?

-         Sobre cómo reprendéis a los muchachos. – respondió Aronit. Era un hombre bastante directo, poco acostumbrado a dar rodeos.

Arturo alzó una ceja y le miró con cierta arrogancia. ¿Le estaba cuestionando?

-         Eso no es asunto vuestro.

-         No, no lo es, ni de nadie del castillo, pero el caso es que todo el mundo lo comenta. Los sirvientes, los guardias, los cocineros… Todos saben que los príncipes tienen un origen plebeyo… Y que son castigados como tales. Y me he enterado de que varias princesas os han sido ofrecidas en matrimonio recientemente.

-         ¿Y eso qué tiene que ver? – preguntó Arturo, confundido. – Ahora estoy viudo. No voy a casarme de nuevo, pero entiendo que quieran intentarlo.

-         ¿No habéis notado que casi todas ellas son jóvenes, demasiado jóvenes para vos?

-         Solo tengo treinta y dos años – respondió Arturo, ofendido. – Entiendo que os habéis criado en el bosque, druida, y tal vez lo desconozcáis, pero es habitual que las esposas sean más jóvenes que sus maridos. En el caso de la realeza, a veces la diferencia es abismal. Mi padre, por ejemplo, era veinte años mayor que mi madre.

-         No lo entendéis. ¿Qué padre querría casar a su hija de trece años con un rey que ya tiene heredero? ¿Acaso no preferiría reservarla para alguien que pudiera hacer rey a su nieto?

Arturo vio la lógica en aquél argumento.

-         Es cierto… Pero sigo sin entender qué relación tiene eso con….


- Pues que ni el castillo ni los reinos vecinos piensan en Mordred y en Merlín como príncipes. Tenéis que dejaros ver con ellos en público. Acudid a banquetes, recibir invitados…y tratarles como los príncipes que decís que son. De lo contrario todos los reyes del mundo seguirán pensando que Arturo Pendragón sigue necesitando un heredero. 

2 comentarios:

  1. Ya había leído anteriormente las actualizaciones, pero hoy recién pude darme un tiempo para comentar. Me encanta leer de Arturo. Es una hermosa historia y me gusta lo que va pasando. Espero ansiosa por más, sí? Escribes tan lindo

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  2. Que bueno que el Rey no se enojó mucho con Merlín!!!
    Que bueno leer de estos dos príncipes traviesos!!

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