Páginas Amigas

martes, 19 de julio de 2016

CAPÍTULO 5:




CAPÍTULO 5:

Mientras los chicos seguían en clase, yo le daba vueltas a lo que había pasado con Benjamín. ¿Había sido demasiado blando? Realmente el chico no había hecho nada tan malo. Pero… ¿y si creaba un precedente? ¿Y si ahora iba diciendo a sus compañeros que me había enfrentado al director por él y que conmigo no tenían que preocuparse, que no tenían por qué hacerme caso? Benjamín no parecía de esos, pero tampoco le conocía tanto.

El colegio tenía un estúpido aunque quizá no innecesario protocolo cuando un profesor administraba un castigo, y es que era necesario realizar después cierto papeleo. Tenía que quedar constancia de cuál había sido la infracción del alumno, y ahí fue donde vino mi dilema. Si ponía “salir del internado sin permiso” y alguien lo revisaba después, podrían exigirme que le abriera un expediente al niño, contándolo como intento de escape. Me parecía tan absurdo que busqué otra forma de poner lo mismo sin que sonara tan grave. Finalmente lo dejé en “pasear por los terrenos del colegio en horas de clase”. Estaba terminando de rellenar el informe cuando llegó Enrique a la sala de profesores, que había estado vacía hasta entonces. Tenía el pelo mojado, y deduje que se había dado una ducha después de la clase de educación física.

  • Hola – me saludó, con una sonrisa.

  • Hola. ¿Benjamín llegó a tiempo a tu clase? Estaba hablando conmigo, así que si se demoró es culpa mía.

  • Llegó a tiempo – me tranquilizó. Luego miró con curiosidad lo que estaba haciendo, y el color amarillo del formulario debió de darle una idea – Ya veo qué tipo de conversación tuvisteis – comentó, poniendo una mueca.

Los partes y las expulsiones iban en un papel azulado. Las restricciones de visitas, en un papel blanco. Y los castigos físicos, en amarillo. Los castigos menores no requerían ningún formulario. Así que Enrique se hizo una idea bastante clara de lo que había pasado con Benjamín.

  • No era la forma en la que esperaba comenzar aquí – suspiré. Enrique puso una mano en mi hombro, para darme ánimos.

  • Cuanto antes, mejor. Creo que si no después se hace más difícil. Yo tardé dos semanas en castigar a un alumno, porque dejé pasar demasiadas cosas… Después me costó hacerme con ellos. ¿Quieres contarme qué pasó?

  • Benjamín salió del internado para… dar un paseo – dije, omitiendo al gato en el último momento porque aún no sabía hasta qué punto podía confiar en Enrique – No se quería escapar, ni nada, pero fue durante la clase de Lengua. Llegó tarde y todo se complicó… Yo quería tratarlo con él después, pero de pronto el director estaba involucrado y quería… simplemente iba a ser excesivamente duro con él. Me opuse y, francamente, creí que me iba a despedir, pero al final no. El caso es que castigué al chico, y ahora estoy rellenando esto.

  • No tienes que hacerlo con cada castigo ¿sabes? – me informó, leyendo por encima de mi hombro.

  • ¿Ah no?

  • No. Solo si usas algún objeto. Aunque la verdad, casi todo el mundo por aquí los usa. Me ha parecido leer que tú no.

  • Con los de primero, no. – respondí, firmemente. – Al menos no por tonterías. – añadí, sabiendo que en algún momento harían algo más grave que salir a dar de comer a un gato.

Enrique asintió, como indicando que me entendía, aunque no supe si estaba de acuerdo. Estiró un poco el brazo y cogió uno de los formularios amarillos. Le miré con extrañeza, y se explicó:

  • Esta mañana dos de mis chicos me la armaron. Estaban haciendo el burro en el cuarto y rompieron una ventana.

No le pedí más implicaciones, y rompí mi papelito en dos. Era un alivio saber que no tenía que rellenar aquello, me parecía bastante odioso dejar constancia de eso, como si alguien llevara la cuenta, o algo. Claro que a lo mejor se hacía de cara a los padres, por si tenían alguna queja…

  • ¿Alguna vez algún padre se ha quejado de ti como guardián? – le pregunté a Enrique. Comenzaba a sentir que él era la persona adecuada a la que acudir si tenía algún problema.

  • Uff, así de veces – respondió, haciendo un gesto de “mucho” con las manos. – Pero no por lo que te puedas pensar. Creo que nunca ha venido nadie a decirme “es que usted ha sido demasiado duro con mi hijo”. Generalmente es por lo contrario.

  • ¿De verdad?

  • Aquí hay mucho niño rico, de familia importante, cuyos padres no aceptan menos que todo sobresalientes. Cualquier cosa por debajo de eso es inadmisible. Les tienen bien rectitos, y claro, luego vienen aquí, donde ellos no están, y se te descontrolan. – comentó. - Aunque a ti no creo que eso te pase mucho. Lo de que se te quejen los padres, digo. Tienes bastantes niños de fines de semana ¿no?

  • Nueve.

  • Esos no suelen dar problemas. Son los que vuelven a su casa los que vuelven siempre con algún reclamo.

Interesante información.

  • ¿Y… alguna vez…se te han quejado por castigarles con la mano? – seguí preguntando, tras dudar un momento sobre cómo lo iba a plantear. Las palabras del director me habían inquietado.

  • Que yo sepa solo he hecho eso un par de veces, y no tuve ningún problema. Pero si quieres quedarte más tranquilo, habla con ellos. De todas formas, tendrás que reunirte con los padres alguna vez. Y con Benjamín no tendrás problemas, sus padres no se preocupan por él lo más mínimo. Tiene un hermano mayor en el último año, y conozco bien su historia, porque yo fui su guardián. No les verás el pelo nunca.

Fruncí el ceño. Por eso no me gustaban los internados. Pobre chaval… Sentí curiosidad por el hermano de Benjamín, y pensé que si sus padres no hacían acto de presencia, tal vez podía acudir al mayor si tenía algún problema con el pequeño. Si estaba en el último año, iba a ser su profesor. Le conocería al día siguiente.

  • Estúpidos formularios… - murmuró Enrique, acabando el suyo, y metiéndolo en un cajón que cumplía ese propósito.

  • En los colegios en los que he estado no se hacía esto… No se rellenaba ningún papel.

  • Bueno, comprobarás que aquí vamos un poco al revés que en otros sitios, es parte de lo que nos hace especiales – comentó, con algo de sarcasmo – Lo de los formularios se hace desde un incidente que hubo hace un par de años. Es una forma de asegurar que nadie se pasa de la raya.

  • ¿Qué quieres decir? – tuve que preguntar.

  • Pues mira, fue precisamente por el hermano de Benjamín: Lucas. Se metió en un lío, no recuerdo bien por qué, y le castigaron bastante fuerte… El problema es que apenas una hora después el chico se negaba a sentarse en clase, seguramente porque le dolía, y ese otro profesor también le castigó. Debieron de hacerle mucho daño. Nadie en su sano juicio le da a un chico dos zurras con la paleta en un mismo día. Pero como él no tiene a quién quejarse, porque apenas habla con sus padres una vez al mes, la cosa se quedó ahí. Dos días después tuvieron que llevarle al médico porque no podía andar bien, se le había inflamado un músculo. Entonces se decidió que los castigos quedarían registrados en estos formularios y así, antes de usar esa dichosa cosa, se mire a ver si el chico no acaba de ser castigado. Y aun así no te creas que todos lo miran. Lo que pasa es que normalmente de eso se ocupa el guardián, y él ya sabe a quién ha castigado y a quién no. Pero a veces otro profesor también lo hace, y en fin…

  • Vale, vale…. No quiero saber más. Todo esto me pone enfermo – murmuré. – No sé si esto es un colegio o un… circo de sádicos que se desquitan con los niños. No pienso usar esa cosa en la vida – sentencié, refiriéndome a la paleta.

Enrique me miró con curiosidad.

  • ¿Malos recuerdos, eh? ¿Eras de los niños problemáticos? – se rió, pero luego se puso serio. – A lo mejor no te queda más remedio. Si te traen una tarjeta roja… Y con Damián. Con ese chico ten mucho, mucho cuidado. Con él no te aconsejo que vayas de bueno y de suave.

Mi expresión tuvo que ser un poema. Ya era la segunda persona que me advertía sobre el mismo chico que a mí me había parecido encantador. Damián había despertado mi ternura en muy pocos segundos, y no entendía que podía haber en él que exigiera tantas precauciones.

1 comentario:

  1. Me encanta la historia! La estoy leyendo despacio y por partes, para poder saborearla mejor.

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