CAPÍTULO
4: Y POR FIN, PRESENTE.
Aunque Goku había entendido que su trato con
sus hijos debía ser algo más que entrenar juntos, la lucha era una parte
esencial de la vida de un sayan y por
eso empezó a entrenar con Goten por las mañanas. Le sorprendió lo bien que Chi-Chi le había enseñado en su ausencia:
su mujer también conocía las artes marciales y por eso su hijo tenía cierta
técnica.
Le había costado un poco que el niño
accediera a entrenar con él, pero poco a poco se iba ganando su confianza e iban
aprendiendo a pasar tiempo juntos. Con Gohan, en cambio, no había tenido tanta
suerte. Cuando no estaba en el instituto o haciendo deberes, se escapaba con
Videl. Sí era cierto que de vez en cuando usaba sus habilidades para frenar
algún atraco o atrapar un delincuente, pero eso no era verdadero entrenamiento.
Goku no podía evitar frustrarse al ver que su hijo desperdiciaba su poder, pero
no quería obligarle a luchar si no quería hacerlo. Vegeta le hubiera llamado
blando por eso, pero él quería ser fiel a la promesa que le hiciera a Gohan en
su día: la de que no tendría que pelear cuando no fuera necesario para proteger
a la gente de la Tierra.
Tenía que buscar otra forma de pasar tiempo
con su hijo mayor, pero no sabía cómo. ¿Qué hacían los padres para pasar tiempo
con sus hijos? Su única fuente de
información era Vegeta, y por alguna razón
sentía que no debía seguir su ejemplo en aquél asunto.
-
¡Ah, papá, no estás atento! – protestó Goten. Estaba
intentando aprender el Kame-hame-ha de su padre, y aquella vez había conseguido
crear una pequeña bola de ki.
-
Tienes razón, hijo… Estaba pensando en tu hermano.
Como no viene a entrenar con nosotros, apenas le veo.
-
Si no le
gusta entrenar, ¿por qué no haces algo que le guste a él? – sugirió Goten.
-
¿Cómo qué? – preguntó Goku. En realidad no conocía
mucho a su hijo. No a su versión adolescente, al menos.
-
A él le gusta estudiar – dijo Goten, poniendo una
mueca de desagrado, porque a él no le gustaba lo más mínimo.
-
Pero yo apenas sé leer. Eso no sirve.
-
Pues prueba con otra cosa que te guste a ti y
también a él. – replicó Goten, encogiéndose de hombros.
Goku meditó por un segundo qué cosa podía ser
esa. Lo cierto es que no se le ocurría nada. Nada excepto…
-
Bueno, a los dos nos gusta comer. A todos los sayans…
Comemos mucho. Supongo que… algunas familias van fuera a comer, ¿verdad? En
restaurantes, y eso.
-
¡Genial! ¿Podemos comer hamburguesas?
-
¿Hamburguesas? ¿Por qué no? ¿Crees que a Gohan le
gustará?
-
¡Seguro!
-
Perfecto entonces – aceptó Goku, y se subió a Goten
al hombro para regresar a casa. – Vamos, le diremos a tu madre. ¿Cuándo vuelve
tu hermano de sus clases?
-
No debe faltar mucho.
Volvieron a su hogar y Goku le contó su idea
a su esposa mientras Goten sonreía entusiasmado por el plan.
-
¿Tú que opinas, Chi-Chi? – le dijo Goku, al final,
porque su esposa había estado muy callada. Goku sabía que no les sobraba el
dinero y que, con lo que comían él y sus hijos, la aventura de comer fuera
podía salirles muy cara. Pero por un día no pasaría nada…
-
Me gusta que quieras estar con los niños, pero yo no
puedo ir – dijo Chi-Chi al final – Podéis ir vosotros, de todas formas
necesitan estar a solas con su padre.
-
¿Por qué tú no? – preguntaron Goku y Goten a la vez,
en el mismo tono de infantil desilusión.
Chi-Chi suspiró. A cualquier otra persona no
tendría que explicarle el por qué. Se señaló la abultada barriga.
-
Porque en esta semana salgo de cuentas y estoy
cansada, me duelen los pies y solo quiero tumbarme en el sofá hasta que el niño
nazca. Tú no te das cuenta de lo lejos
que está la ciudad porque siempre vas volando, pero si fuéramos en coche
tardaríamos tres horas en ir y otras tres en volver.
-
Bueno, está bien – aceptó Goku, que no había tenido
en cuenta que Chi-Chi no sabía volar, ni hubiera podido hacerlo en su estado.
-
Pero nosotros si vamos ¿verdad, papá? – preguntó
Goten, preocupado.
-
¡Claro que sí! Es más, mejor vámonos ya, a buscar a
tu hermano a la salida de su clase.
Goten no necesitó que se lo dijeran dos veces
y, tras darle un beso de despedida a su madre, alzó el vuelo.
-
¡Goten, espera a tu padre! - gritó Chi-Chi, angustiada.
-
Tranquila, enseguida le alcanzaré – dijo Goku.
-
Ten cuidado no le pierdas de vista, la ciudad es muy
grande y él no suele ir.
-
Pero Chi-Chi, si va hasta la casa de Trunks él solo.
No pasará nada. Volveremos enseguida. ¡Adiós! – se despidió rápidamente, antes
de que su mujer pudiera cambiar de opinión, porque veía en su cara que empezaba
a dudar de la conveniencia de dejarle solo con los niños.
Chi-Chi les vio alejarse con el corazón en un
puño. Pensó, una vez más, que Goku no era la clase de hombre que tiene
consideración hacia su esposa. Mira que dejarla sola y embarazada… Pero así
era, y así le quería, aunque a veces le estrangularía con sus propias manos.
Goku y Goten disfrutaron de un agradable
vuelo hasta Satan City y una vez allí buscaron el ki de Gohan porque no sabían
cuál era su instituto. Habían llegado pronto, así que esperaron en la puerta a
que sonara la campana.
Gohan salió después de una larga mañana de
clases, en algunos sentidos más cansado que cuando luchó contra Bubú. No estaba
acostumbrado a estar tantas horas sentado. Cuando estaba escolarizado en casa,
salía a dar una vuelta cada hora y media, más o menos y no se le hacia tan
pesado. Además de exhausto, estaba
hambriento, por lo que se dispuso a buscar un parquecito en el que comer. Le
hubiera dado tiempo a ir a casa y volver para las clases de la tarde, pero
tenía que mantener las apariencias para sus compañeros de instituto. Ellos no
sabían ni debían saber que podía volar, y no hubieran entendido que le diera a
tiempo a ir, comer y volver en menos de una hora. No cuando el primer día les
había dicho dónde vivía, porque no había estado rápido de reflejos. Así pues,
se llevó la mochila con su tartera y salió con desgana del instituto, pero
cuando llegó a la puerta se llevó una sorpresa al ver a su hermano y a su
padre.
De haberse tratado de Chi-Chi, quizá se
habría sentido avergonzado. Que tu madre te venga a buscar con determinada edad
es humillante. Pero al tratarse de su padre lo que sintió fue una incipiente
alegría. Durante siete años soñó con algo así, aunque sabía que era imposible
puesto que estaba muerto. Y cuando volvió no parecía mucho más probable que
algún día fuera a buscarle, porque Goku no mostraba interés por cosas como el
instituto.
Durante un segundo temió que hubiera pasado
algo malo o que su madre se hubiera puesto de parto, pero de ser así le habrían
sacado de clases y no estarían allí esperándolo tranquilamente. Se acercó a
ellos con confusión y con una sonrisa.
-
¿Tan tarde sales de clase, hijo? – le preguntó Goku,
cuyo fuerte no era la paciencia.
-
No es tarde, es la hora de comer. Luego tengo más
clases. – le explicó.
-
¿Más clases? Pero ¿cuántas horas necesitas? –
exclamó Goku, con asombro.
-
Si quiero ser científico, muchas.
-
¡Vamos a comer hamburguesas, Gohan! – interrumpió
Goten, aburrido de la conversación.
-
¿Hamburguesa? – se extrañó, y miró a su padre para
que se lo confirmara, ya que no solían comer fuera de casa. Goku asintió con
una sonrisa y el estómago de Gohan rugió en respuesta. - ¡Genial! No le digas a
mamá, pero empiezo a estar cansado de su almuerzo a base de verduras. Dice que
tengo que comer brócoli y frutos secos para estudiar mejor. – dijo, con una mueca de desagrado, mientras
se lo enseñaba a su padre.
Goku inspeccionó la tartera de su hijo y
probó un poco. Después se comió lo que quedaba casi de un bocado.
-
No está tan malo – dijo con la boca llena. A él le
gustaba cualquier cosa que se pudiera comer y más si la hacía Chi-Chi – Es
mejor que la comida del Kaio del Norte.
-
Pero una hamburguesa es mejor – replicó Gohan, y
Goten y Goku estuvieron de acuerdo.
Claro que, tratándose de ellos no iba a ser
solo “una”. Cuando llegaron al restaurante
de comida rápida, Goku quiso probar todo lo que había en la carta y sus hijos
no fueron menos. Aun así era probable que repitieran. Los pobres dependientes
sirvieron las más de cincuenta hamburguesas con una combinación de extrañeza y
temor, pensando si era algún tipo de broma o si realmente pretendían comerse
todo eso.
Mientras comían, apenas hablaban y a decir
verdad sus modales en la mesa dejaron bastante que desear. Prácticamente
engullían, como si no hubieran comido en semanas. Al acabar, Goten se recostó
en su asiento y Goku se relajó, saciado y contento.
-
Hacía mucho que no comía tan bien – exageró Goten.
Chi-Chi siempre hacía comida para un ejército con la calidad de un chef
profesional. .
-
A mí me gustan más los fideos – respondió Goku,
amante de la comida tradicional japonesa. – Pero esto estaba bastante bien.
-
El otro día vine aquí con Videl – dijo Gohan. – Ella
solo pidió dos hamburguesas, y no se las terminó. Estaba preocupada porque
decía que tenía muchas calorías. Se indignó porque los sayans no tengamos que
preocuparnos de eso. Me dijo que era un
extraterrestre.
-
Tú naciste en la tierra, el extraterrestre soy yo –
se extrañó Goku, sin entender del todo la broma.
-
Sí, eso ya lo sabe. Tiene una lista de preguntas que
algún día te quiere hacer, pero no se atreve. No me escucha cuando le digo que
no recuerdas nada de tu vida antes de venir a la Tierra.
-
Ella te gusta mucho ¿verdad? – preguntó Goku. Gohan
se ruborizó. – Nunca pensé que pudieras salir con la hija de Satán.
-
Satán no es malo y además ella no es como él. Es
mucho más fuerte y no la interesa el dinero.
-
Pero lo tiene, por eso le gusta a tu madre – apuntó
Goku, comiéndose la última patata de su bolsa.
-
A mí no me gusta por eso. No lo sabía cuando la
conocí. Al igual que ella tampoco sabía lo que yo era capaz de hacer. Pero
ahora lo sabe, y no la importa, ni me trata como un bicho raro.
Goku miró a su hijo por unos segundos. Él
nunca había ocultado su fuerza, aunque también era cierto que no se relacionaba
con muchos humanos normales. Todos sus amigos eran luchadores fuertes que le
conocían desde niño. No tenía que llevar una doble vida, como Gohan. No
entendía del todo por qué su hijo quería ocultarlo, pero sí se dio cuenta que
para él era importante no tener que ocultárselo a Videl.
-
Videl también sabe pelear, ¿no? Tú la has entrenado.
En el torneo me pareció que no lo hacía mal, para ser una humana. Tal vez pueda
entrenar con nosotros algún día.
Gohan sonrió, sabiendo que esa era la torpe
manera de su padre de decirle que le gustaría conocer más a su novia.
-
Te acabaría exigiendo que le enseñaras a usar la
teletransportación, o el Kame-Hame-Ha. No soporta quedarse atrás, quiere
aprender todo lo que pueda. La molesta no saber hacer todo lo que hago yo. Quiere ser más y más fuerte.
-
Eso me gusta.
-
Y si no lo consigue, lo pagará contigo. Tiene el
carácter de mamá – murmuró Gohan y a Goku le entró la risa. Por alguna razón,
todas las mujeres que conocía tenían mucho carácter.
Cuando ya fue la hora de que Gohan regresara
a sus clases, Goku se mostró un poco decepcionado. Se le había hecho muy corto.
-
¿No puedes faltar, aunque sea un día?
-
Ya falté cuando atacó Bubú, papá. Y en clase todos
me llevan ventaja, ninguno ha estudiado en su casa como yo.
Goku no tuvo más remedio que aceptarlo, pero
cuando estaba despidiéndose de él, les interceptó Krillin.
-
¡Por fin os encuentro! ¡Bulma me ha enviado a
buscaros, tu hijo está naciendo, Goku!
-
¿Qué?
Goku miró a su amigo con desconcierto. ¿No
había dicho Chi-Chi algo así como que aun quedaba una semana? ¿Es que acaso los
bebés no sabían respetar los plazos? Repentinamente, se puso nervioso. Iba a
ser padre de nuevo. Miró a sus dos hijos y, sin decir nada, los tres alzaron el
vuelo, con Krillin siguiéndoles de cerca.
Conforme se acercaba a su casa, percibió en
ella el ki de Vegeta. Bulma y él estaban con Chi-Chi. Cuando llegaron, Goku
alcanzó a escuchar un llanto de recién nacido. Entró sigilosamente y entonces
vio a Vegeta con el bebé en brazos. El orgulloso guerrero no daba muestras de
estar enternecido, sin embargo su semblante silencioso era para quienes le
conocían una señal de que sus instintos protectores se habían activado.
Al ver la imagen, Goku sintió, quizá por
primera vez en su vida, una punzada de
envidia. Apenas había llegado al nacimiento de Gohan. Por motivos obvios, se
había perdido el de Goten. Y la primera persona en sostener a su tercer hijo,
era Vegeta. Empezó a entender las consecuencias de lo que significaba compartir
la paternidad. Significaba que también su tercer hijo podía verle como un
extraño, si no se andaba con cuidado.
-
Goku – saludó Chi-Chi, con el rostro lleno de paz y
cansancio. – Dile hola a Chiyo.
Goku volvió a sentir una punzada. Chi-Chi
había elegido el nombre sin él. Sin tenerle en cuenta. Sin continuar con la
tradición de que el nombre de sus hijos incluyera parcialmente el nombre del
propio Goku. Como si no fueran suyos. Como si su mujer se hubiera acostumbrado
a no contar con él para criar a sus hijos.
-
Sigo pensando que el nombre es estúpido, mujer. – le
oyó a decir a Vegeta. – No es propio de un guerrero.
Vegeta, seguramente incómodo ahora que tenía
público y poco dispuesto a que le vieran con un bebé en brazos, depositó al
pequeño bruscamente sobre los brazos de Goku. El bebé comenzó a llorar
suavemente, molesto porque le movieran.
Goku contempló la pequeña criatura que tenía
en brazos, fascinado una vez más porque algo tan pequeño pudiera convertirse
algún día en alguien tan grande como él.
-
Todo él es impropio de un guerrero. Es mucho más
pequeño de lo que Trunks fue. Es débil – protestó Vegeta.
-
No hables así de mi hijo – murmuró Goku, entre
dientes. A todos les sorprendió la furia que se desprendía de sus palabras,
porque sabían que Vegeta siempre decía cosas como aquellas aunque en realidad
no las pensara, o pensándolas, pero no por ello queriendo menos al niño que
llevaba su sangre.
-
No es solo tuyo, Kakarotto – le recordó Vegeta –
Aunque ahora entiendo por qué es débil: eso es lo que ha sacado de ti. Espero
que tenga lo suficiente de mí como para convertirse en un guerrero poderoso.
Ya nació el bebé!
ResponderBorrarSanto Dios comen un montón esos guerreros!!...
Me encanta Goku!! Pero Vegeta uuff es único!!