Páginas Amigas

domingo, 19 de febrero de 2017

CAPÍTULO 25



CAPÍTULO 25

Antes de poder llevar a Votja con un psicólogo, sus padres tenían que autorizarlo, obviamente. Eso me hizo dudar un poco. ¿Debía ponerles al corriente de lo que había pasado? Claro que debía, pero no sabía cómo iban a reaccionar. En mi escaso tiempo en el internado, me había llevado una decepción con varios de los padres. No sabía si los de Votja eran de los que se preocupaban por su hijo o no. Con el teléfono de un especialista en un lado de la mesa y con el expediente de mi alumno justo al lado, respiré hondo y marqué el número de su casa.

Me atendió una mujer de voz dulce que apenas hablaba mi idioma, pero entendía lo suficiente como para saber que tenía que pasarme con su marido, que lo hablaba perfectamente. Apenas tenía acento, de hecho, y eso explicaba por qué Votja apenas cometía errores aunque no fuera nativo.

Descubrí con alivio que sí se interesaba por su hijo. Me preguntó cómo estaba, si se estaba adaptando bien al colegio, si había hecho amigos. Respondí con todos los detalles que supe dar, contento porque no se pareciera al padre de Benjamín.

-         Bueno… Supongo que no me ha llamado solo para contestar a mis preguntas. ¿Se metió Votja en algún lío? – me preguntó, después de un rato.

Pensé cuidadosamente mi respuesta. Realmente era algo que prefería hablar en persona, pero ni siquiera vivían en el mismo país.

-         No, no exactamente. En realidad, yo también tengo algunas preguntas… Verá, no hay una forma sencilla de decir esto. ¿Su hijo tiene….mmm… ha tenido alguna vez un comportamiento impulsivo?

-         ¿Impulsivo como qué?

-         Como…. coger cosas… acumular cosas, más bien…Cosas que no son suyas.

-         ¿Robar? ¿Está hablando de que mi hijo es un ladrón?

El enfado en su voz era evidente. No supe si contra mí por insinuar aquello o contra su hijo.

-         No, no. No digo que sea eso… Creo que es algo más… complicado.

-         ¿Cogió o no cogió algo que no le pertenece? – insistió el hombre.

-         Sí, pero nada de valor. Creo que su hijo tiene un problema y…

-         Oh, ya lo creo que lo tiene. – me interrumpió, con una risa sardónica. - Cogeré el primer vuelo disponible, estaré allí por la mañana.

-         ¡No, eso no será necesario! Es decir, si puede venir, estoy seguro de que Votja querrá verle y  le hará bien. Pero no le estoy diciendo esto porque crea que su hijo está fuera de control, lo que creo que necesita es ayuda. Por eso… quería pedirle su permiso para llevarle a un especialista.

El hombre guardó silencio durante un rato que se me hizo eterno. Tal vez me había extralimitado. Siempre me implicaba mucho en mi trabajo y cogía cariño con facilidad a mis alumnos, más con esos chicos que estaban a mi cargo en un lugar donde no tenían a sus padres. Pero a lo mejor aquél hombre veía con malos ojos que le estuviera sugiriendo cómo lidiar con el problema de su hijo.

-         ¿Está hablando de un psicólogo? – quiso aclarar.

-         Sí… - admití, cruzando los dedos para que saliera bien. En seguida me di cuenta de que había altas probabilidades de que me hiciera llevar a Votja al psicólogo de la escuela, algo que yo quería evitar por varias razones; la principal, que quería mantener al director al margen.

Sin embargo, me había olvidado del detalle de que a esa familia le sobraba el dinero y por lo visto también el orgullo.

-         Como le he dicho, mañana mismo estaré allí. Hablaré con Votja y si considero que tiene que ver a un psicólogo, lo verá. Pero no será ese medicucho que tienen en el colegio. Mi hijo irá al mejor especialista de la ciudad.

-         Por supuesto.

-         ¿Va a tener problemas en la escuela por esto? ¿Le van a expulsar?

-         No. Le aseguro que no.

-         Este chico…Ya me va a oír….- gruñó.

Me mordí el labio. No sabía qué decir, ni si debía decir algo.

-         Votja se pondrá muy contento al saber qué viene… Los primeros días en un internado son difíciles, se echa mucho de menos a la familia…

-         Yo le echo de menos también – admitió, más apaciguado.  – Espero que no haya hecho esto para hacerme ir. Sería propio de él.

Guardé esa información cuidadosamente en mi memoria.

-         No lo creo… pero si es así, tenga en cuenta que no deja de ser un niño… que hace cosas de niño.

El hombre soltó otro gruñido y se despidió hasta el día siguiente. Me despedí también y colgué el teléfono. Realmente me alegraba de que Votja tuviera a alguien que se preocupara por él. No todos los niños de aquél centro podían decir lo mismo.

Me acordé que había dejado a Votja solo y volví al cuarto para hablar con él. Me estaba esperando sentado en su cama, con las manos rígidas sobre las piernas y la mirada fija en la puerta, de tal forma que sus ojos me traspasaron justo cuando entré.

-         ¿Se lo has dicho al director? – me preguntó con preocupación.

-         ¿No te dije que no iba a decírselo? Yo cumplo mis promesas. Voy a manejar esto de otra manera.

-         ¿De qué manera? – murmuró. Dios, ese chico tenía miedo. Caminé hasta él, y me senté a su lado en la cama. Había dejado las cosas algo confusas cuando me fui, porque ni siquiera yo sabía lo que iba a hacer, así que entendía que Votja no supiera qué esperar.

-         Para empezar, he hablado con tu padre. Va a venir aquí mañana y, si lo cree oportuno, irás a ver a un especialista.

Pensé que Votja tendría preguntas al respecto del psicólogo y espere que tal vez hubiera un poco de resistencia por su parte, porque la gente que tiene un problema rara vez está dispuesta a admitirlo. Pero ignoró esa parte, y se quedó con lo primero que le dije.

-         ¿Mi padre? ¿Va a venir?

-         Mañana, sí, eso dije. – respondí y observé atentamente su reacción. Mayoritariamente estaba sorprendido, pero también le noté algo preocupado.

-         ¿Estaba muy enfadado? – preguntó con un hilo de voz.

-         Mmm. No lo creo. Me preguntó por ti ¿sabes? Quería saber cómo te iba todo.

-         Me la he cargado – suspiró. – Seguro que ya no voy a esquiar en las vacaciones…

-         Vamos, no digas eso. Queda mucho para las vacaciones.

-         Me lo advirtió, me dijo que si daba problemas podía olvidarme de ir a nieve.

Giré la cabeza y miré al frente. La habitación vacía parecía mucho más grande que cuando los veinte niños estaban dentro.

-         En realidad no es culpa tuya. Sé que sabes que no está bien robar y sé que no era tu intención hacerlo. Es por eso que creo que debes de ir al psicólogo. Tu padre lo entenderá también.

-         Eso no impedirá que me dé una paliza – se le escapó, y luego se ruborizó, al darse cuenta de lo que había dicho. Puse una mano en su cuello y froté su nuca en lo que pretendía ser un gesto reconfortante.

-         Tienes un padre muy estricto, ¿mm?

-         En realidad no… Siempre he tenido todo lo que he querido, incluso cuando la gente le decía que me estaba malquiandro. Me deja hacer muchas cosas, solo tiene unas reglas muy claras. Y nunca me va bien cuando las rompo.

-         Suena como un buen padre para mí – le dije. – Y no creo que te pegue mañana. No va a cruzarse medio mundo en avión solo para regañarte. Seguro que se muere por darte un abrazo.

Eso, por fin, le hizo sonreír.

-         No hace ni dos semanas que no me ve.

-         Un día sin ver a un hijo ya es demasiado – le aseguré y él me miró con curiosidad. Supe que quería preguntarme sobre los míos, pero no se atrevió. En lugar de eso bajó la mirada.

-         Siento haber cogido tu cartera. Por favor, perdón…

Su voz sonó muy dulce y vulnerable al decir eso y su fuerte acento y su gramática no del todo correcta solo contribuía a derretirme por dentro.

-         Estás perdonado, Votja. No pasa nada. No estoy enfadado. Solo… voy a estar un poco encima de ti, porque no sé si eres capaz de controlar ciertos impulsos.

Votja asintió y no dijo nada. Se miró las manos esperando a que yo añadiera algo más.

-         ¿Qué quieres hacer hasta la hora de la cena? ¿Tienes deberes? – le pregunté.

-         No, pero tengo que estudiar. Me cuesta mucho leer los libros. Hay cosas que no entiendo.

-         Yo te puedo ayudar. Es muy difícil estudiar en un idioma que no es el tuyo. Eres muy inteligente ¿sabías?

-         Estoy aquí por el deporte, no por las notas…

-         Eso no quita que seas inteligente. Además vi tu expediente, tus notas también son muy buenas.

Votja sonrió con timidez y se estiró para alcanzar su mochila. Sacó un libro de sociales y lo abrió sobre sus piernas, por una página en la que hablaba de la Edad Media.

-         Ah, haciéndole la pelota al profesor de Historia ¿eh? – bromeé, divertido porque escogiera justo mi materia para ponerse a estudiar. Me fijé en que Votja había señalado varias palabras del libro. No parecían exactamente las más importantes ni las palabras clave de cada epígrafe. - ¿Estas son las palabras que no entiendes? – aventuré, y él asintió.

Gran parte del resto de la tarde la pasé ayudándole con sus materias. Era un chico bastante aplicado, y no tuve ninguna duda de que le iba a ir muy bien en el ámbito académico.



***


Al día siguiente, Votja despertó bastante agitado. Apenas podía contener la emoción porque su padre iba a ir a verle. No era un día oficial de visitas, así que tenía que hablar con el portero y demás personal del colegio para avisarles, pero lo haría cuando todos estuvieran en clase.

-         ¿Sabes si vendrá antes de desayunar?

-         No lo sé, Votja, no lo creo, es un vuelo largo… - respondí, sin poder contener una sonrisa. Qué impaciente.

-         Yo también quiero que venga mi padre – protestó Óliver.

-         Y yo – se sumó José Antonio.

Con ese problema no había contado. Era normal que los demás se pusieran celosos, cuando a uno de ellos iban a verle fuera de plazo.

-         Ya lo sé, chicos, pero el padre de Votja viene de muy lejos, no siempre va a poder venir aquí en los días de visita.

-         Lo que pasa es que está en problemas, por eso viene – replicó Borja. – Seguro que le expulsan o algo así. Por ladrón.

Votja me había hecho caso y se había disculpado con ellos. Todos sabían ya quién había cogido sus cosas. En ese momento me miró con angustia.

-         Nadie le va a expulsar.  Y ten cuidado, Borja. No le llames eso. – le advertí.

-         ¿Por qué no? Es lo que es.

-         Borja…

-         Y debería decírselo también al director – añadió, con cierta arrogancia. Le agarré del brazo.

-         Escúchame bien. El primer día os dije que quería que fuerais buenos compañeros. Los compañeros no se traicionan.

-         Nos estás pidiendo que mintamos – dijo Borja, con petulancia.

-         No. Te estoy ORDENANDO que me dejes solucionar esto a mí. Y que no te metas.

-         Si el ladrón hubiera sido yo, se lo habrías dicho al director – replicó, y me dio la espalda. – Todos lo harían.

Se me pasó un poco el enfado al escuchar sus palabras.

-         No, claro que no. En esta habitación somos como una pequeña familia, chico. Nos cubrimos las espaldas. Todos.

Borja se giró para mirarme y guardó silencio.

-         ¿Tengo tu palabra? – pregunté, con intensidad. Seguía agarrando su brazo, así que no tenía forma de esquivarme. Finalmente, asintió. Solo entonces le solté y dejé que se alejara.



6 comentarios:

  1. Que linda historia, me encantaría que no tardaras tanto pero se que tienes demasiados pendientes y trabajos así que suerte con todo y que los termines pronto y puedas escribir de ellos muy pronto.

    Un saludo y cuídate mucho.

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  2. Me encantó. Espero la siguiente. Me encanta que escribes de una manera realista, casi académica. Saludos!

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  3. Y con académica me refiero a todos esos detalles (como la psicología y todo eso)

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    1. Yo me pregunte muchas veces si dram era psicologa y si tqndra contacto con niños y adolescentes de manera regular xq sus personajes son tan reales, lo que si es segura es que es buena observandoy tiene una gran imaginacion.

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  4. Espero que el padre que viene de visita tenga tiempo de calidad con su hijo que a leguas se ve que necesita ese pequeño.

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  5. Ya quiero ver como va a ser la visita del padre!!
    Se ve que si le importa su hijo!!

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