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jueves, 30 de marzo de 2017

Ansias de libertad Capítulo 3: Un habitual castigo



Ansias de libertad
Capítulo 3: Un habitual castigo
Perspectiva de Josué     
Iba en nuestra camioneta regresando con mi familia del centro comercial. Yo estaba muy emocionado mientras abría el nuevo celular que tenía en la caja. Era un Android sencillo ¡pero era un smartphone! Por fin podría descargar Instagram.
-         ¡Ya tienes tu nuevo celular Joshua, dame el mío ahora! – Samuel, mi hermano, estaba igual de emocionado porque por primera vez a sus trece años le iban a dejar tener celular. Es que en nuestro grupo religioso son muy perspicaces con la tecnología pues dicen que puede ser una herramienta del mal para perdernos.
-         Voy solo déjame hacerle un par de ajustes para dejártelo como nuevo – le dije aunque en realidad tenía también que borrar un par de mensajes de texto que aunque no eran malos, no sería lo mejor que Samuel los descubriera y se los enseñara a mis papás.
-         Ya sabes las reglas Josué – me advirtió en tono natural mi papá desde el asiento delantero – sin contraseña, Internet solamente con permiso y no cuando estés solo. Y está prohibido el Facebook. – recalcó con hincapié. El Facebook es considerado uno de los peligros más grandes en nuestra iglesia porque muchos adolescentes se pierden en romances propiciados por esta red social. No pude evitar pensar en que Josué, el nuevo chico de la iglesia, no tenía que seguir estas reglas y que probablemente se le harían estúpidas.
-         ¡Te estaba hablando Josué! – la voz de mi papá me volvió en seco a la realidad .
-         Sí, sí, perdón. Sí me acuerdo perfectamente de las reglas.
-         Pues más te vale hijo. – todos respiramos la amenaza que quedó flotando en el aire. .
Unos días después
Estábamos en el patio de la escuela jugando retas de basketball. Cuando nos sacaron nos fuimos a las gradas a tomar agua y un descanso mientras esperábamos nuestro próximo turno. Pero el juego se extendió y yo y dos de mis compañeros samos los celulares y nos pusimos a ver Instagram.
Uno de los chicos lo había descubierto y como no era Facebook varios lo habíamos descargado, aunque lo usábamos con cierta precaución pues si bien no estaba prohibido tampoco estaba permitido. En ese momento acabábamos de descubrir la cuenta de una tenista rusa, que además no tenía fotos indecentes (la pornografía e incluso las imágenes sugerentes eran tan condenadas como el asesinato), y babeábamos como solamente chicos de 16 años y totalmente aislados de la sociedad pueden hacerlo. Yo veía una imagen y en cuanto empezaba a sentir algo, mariposas en el estómago, corría la imagen pues no quería caer en inmoralidad mental.
-         Préstenme sus celulares, chicos – Estábamos tan metidos que no nos dimos cuenta cuando llegó una de las maestras.
-         Sí maestra. – le dijimos mientras tratábamos de cerrar la aplicación
-         Déjenlos así – nos dijo con tono tranquilo pero serio – quiero ver lo que estaban viendo
Como estábamos en la escuela de la iglesia, y los maestros tenían ahí una autoridad casi eclesiástica, no nos quedó más que obedecer. De lo contrario avisarían a nuestros padres de nuestra rebeldía y las consecuencias serían mucho peores.
La maestra se llevó nuestros celulares y casi inmediatamente nos tocó el turno para jugar basket pero no duramos más de dos minutos pues ya se nos habían quitado las ganas de jugar.
Cuando íbamos a salir de clases el director llegó a nuestro salón y le dijo a la maestra que yo, Josafat y Ezequiel fuéramos a su despacho al final de clases.
-Hijo ¿para eso te acabo de comprar un nuevo teléfono? – fue la voz de mi padre lo primero que me recibió al entrar a la oficina del director, sonaba serio, calmado y casi dolido. – en la casa hablamos – dijo antes de despedirse del director y de los papás de mis compañeros.
El viaje camino a casa fue silencioso
Cuando llegamos, al entrar mis peores temores se materializaron en una vara que descansaba sobre la mesa del comedor. Era una vara de sauce recién cortada y le habían limado los nudos, probablemente mi mamá la había preparado a petición de mi papá.
Él tomó la vara y sin decir nada más se dirigió a mi cuarto volteando a ver si lo seguía. Lo que hice pues no tenía ninguna otra opción. Mi hermano se sentó a hacer la tarea en el comedor y solamente me dirigió una mirada que mezclaba curiosidad, conmiseración e indiferencia.
 - ¿Porqué descargaron esa aplicación sin permiso hijo? – dijo mi papá cerrando la puerta del cuarto – sabes que no te dimos el teléfono para eso. Y luego ¿viendo chicas? Ya te hemos dicho que en su momento tendrás una esposa, pero mientras no está bien que estés pensando en eso. Y además trataron de engañar a la maestra y borrar lo que estaban viendo. Sabes que todo esto no es correcto y que amerita corrección hijo.
Yo solamente asentí, la verdad es que me sentía un poco culpable, sabía que no había pedido permiso y por dentro algo me decía que estaba engañando a mis padres. Además cuando sentía esa, atracción, hacia las chicas que salían en las imágenes, la conciencia me remordía.
-         Bájate el pantalón – me indicó mi papá
Yo lo mire negando con la cabeza como pidiéndole que no, pero el solamente negó con la cabeza y señaló con la vara remarcando su indicación.
Aunque estés algo acostumbrado, a los 16 años siempre viene un poco de vergüenza cuando tienes que hacer esto. Desabroché el cinturón que sujetaba mi jeans y después dejé caer mi pantalón deslizándose por mi bóxer negro hasta que cayó en mis tobillos.
Traté de mantener la calma y prepararme para el castigo, pero al parecer mi papá todavía no me consideraba listo o al menos en condiciones óptimas porque tocó con la punta de la vara el elástico de mi bóxer mientras me indicaba:
-         Esto también, necesitas recibir bien la lección de esta corrección.
Tardé unos momentos en comprender lo que me estaba pidiendo, probablemente no me había castigado desnudo desde que tenía catorce, osea hace unos dos años.
-         No Pa, please
-         Sí hijo
-         Por favor
-         Por favor hijo, no lo hagas más difícil, hazlo e inclínate en la cama.
Finalmente entendí que no tenía opción, aunque tarde en armarme de valor para desnudarme totalmente. Finalmente me alinee a la cama y  baje mi bóxer y me incline rápidamente en la cama sobre mis brazos cruzados, pues esa era la posición. Me sentía demasiado vulnerable y expuesto. Sentí que la vergüenza de estar desnudo frente a mi padre me corría por el cuerpo como el aire en mi parte posterior.
Siento la mano de mi papá apoyarse en mi espalda para sujetarme.
JUAS
Un dolor agudísimo penetra, donde la vara muerde mi vulnerable piel.
JUAS
Un segundo varazo antes de poder procesar el primero .
Ahhh! – el grito de dolor y sorpresa me sale inevitablemente
JUAS
JUAS
JUAS
Seguido de un segundo y tercer dolor igual de terrible
Aggrh!
JUAS

JUAS
Un cuarto y quinto que se acumulan, el dolor, ardor y escozor son ya insoportables.
JUAS
JUAS
Auuuu!–Las lágrimas luchan por salir, y algunas lo logran
-Ya por fav…..
JUAS
JUAS
–Ayyyy!–   –¡ya no aguanto!
JUAS
JUAS
Aaaauu! -¡pOr FAVOR! ¡Yaaa!
JUAS
JUAS
Toda mi voluntad está concentrada en no meter las manos y en no levantarme antes de que termine el castigo, lecciones aprendidas a través de decenas de ocasiones sobre las rodillas de mi padre o inclinado en la cama por no tener ese dominio propio.
JUAS
JUAS
Aayaay! – ya por favor pa, ya -snif- no lo voy -snif- a volver a hacer
Mis protestas se trasforman en un llanto quebrado
JUAS
JUASsss
Auuuu! – yaa -snif- aaa
―Eso espero hijo,  que no lo vuelvas a hacer – mi padre termina el castigo, pero yo apenas y me doy cuenta. – es por tu propio bien. Queremos lo mejor para ti y es nuestro deber protegerte de las tentaciones, y corregirte cuando cedes ante ellas. – Yo me quedó sollozando unos momentos en la misma posición. Hasta que me acuerdo que estoy con el trasero desnudo frente a mi padre. Y entonces me levantó rápidamente subiéndome la ropa interior e inmediatamente el pantalón vaquero, haciendo muecas de dolor cuando el pantalón roza las recientes marcas producidas por la vara pero no permitiendo que mi dignidad se vea vulnerada ni por un instante adicional.
-         No se te olvide confesarte en tu oración- dice mi padre al salir cerrando la puerta.

Yo hago mi oración de confesión. De niño la hacía con mi papá después de los castigos pero desde los 13 años la hacemos nosotros solos. Después me acuesto tratando de aliviar un poco mi magullado trasero. Tengo que admitir que me siento más tranquilo, el castigo ya pasó, estoy perdonado por todos y soy nuevamente un cristiano verdadero, un elegido. 

1 comentario:

  1. uuufff que horror me da pensar que hay lugares así!!
    Que interesante se me hizo también!!

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