Páginas Amigas

domingo, 21 de octubre de 2018

Paseo familiar





Bueno, en resumen, en estas últimas temporadas al Chema Venegas le salió un hijo, Leonardo, de una mujer de su pasado, y desde que se enteró quien es su padre, el muchachito estuvo insistiendo para conocerlo. Con un poco de ayuda de Mónica, al muchacho se le cumple y llega a la casa del Chema, quien tampoco se esperaba la noticia para nada.

En esta historia, Leonardo tiene casi 13 años y no ha pasado mucho desde su llegada a la casa del Chema.

.

-¡Déjame salir!-

El Toro rodó los ojos y gruñó por lo bajo. De todas las cosas desagradables que le había tocado hacer a lo largo de la carrera, esa era la peor…

-¡Te estoy hablando, maldito lavaperros!- definitivamente, andar de niñero de pubertos era lo peor que había tenido que hacer alguna vez.

Uno de los cojines de la cama del chiquillo le golpeó directo en la cara, logrando que maldijera por lo bajo. Hace algunos años, cuando el Chema se había llevado a vivir con ellos al Humbertito, el Toro erróneamente había pensado que cambiar pañales era lo peor que le podía pasar… Jamás se imaginó que años después llegaría el otro hijo de su patrón a demostrarle cuan equivocado estaba. Qué no daría justo en ese momento por mejor estar cuidando bebés.

-Mira, Leo…-

-¡¿Qué?!-

El Toro se abstuvo de poner los ojos en blanco. Si el chamaco no era pesado todo el tiempo, sólo cuando se ponía en ese plan.

-Yo ya te dije que, sin el permiso de tu papá, yo no puedo dejar que salgas a ningún lado-

-¡Me vale madres lo que diga el pendejo de “mi papá”!-

Al hombre casi se le cae la mandíbula al piso, y vaya que gracias a Dios el Chema había salido desde en la mañana.

-Bájale al griterío, chamaco- echó un vistazo a la puerta sólo por si acaso- No puedes andar diciendo eso-

-¿Y por qué no? Es la verdad, a mí lo que diga ese tipo me viene valiendo madres. Muévete y déjame salir-

-Mira, Leo…- no sabía ni qué decirle ya- Luego le pides permiso y vemos- salió del cuarto tan rápido como pudo.

-¡Toro!- el escuincle trató de seguirlo, pero el jefe de seguridad de su casa cerró la recámara con llave por fuera- ¡Toro, abre la puerta!-

El hombre respiró tratando de reunir valor. No sabía qué podía más, el miedo al Chema si se le escapaba el chamaco o el miedo a los destrozos que el escuincle pudiera llegar a hacer ahí encerrado.

-¡Estúpido calvo de mierda!- eso casi logró que el Toro abriera la puerta y callase al chiquillo de una bofetada.

-¿Qué fregados pasa aquí?- el Toro maldijo para sí al escuchar al Chema acercándose.

-Pues ya sabes, Chema, lo de cada fin de semana-

El capo de los túneles gruñó por lo bajo mientras caminaba hacia la fuente de tanto alboroto. No sabía exactamente qué se había esperado al llegar el huerquito a su casa, es decir, con el Chemita nunca había batallado para nada, pero ciertamente no se había esperado pasar por ese tipo de escenitas y rabietas cada viernes y sábado. Al parecer el Leonardo había decidido que quería irse a vivir con él, pero eso no significaba que fuera a olvidarse de andar queriendo salir con sus amigos de la escuela cada pinche fin.

-Que hueva, me cae…- el hombre sacó sus llaves.

-Me dijo calvo, Chema- matón y lo que fuera, pero el Toro tenía sentimientos.

-Ah caray… Ni le hagas caso, Toro. Escuincle igualado, neta…- puras vergüenzas con ese chamaco.

A pesar de que el Toro se esperaba algún tipo de justicia divina, nunca se hubiera imaginado el tenis que voló directo a la cara de su patrón tan pronto como éste abrió la puerta. Ni la cara de espanto del chiquillo valió la pena contra la furia en la expresión del tipo…

-Con permiso, Chema- salió lo más rápido que pudo de la vista de ambos.

-Yo…- el chiquillo comenzó antes de que su “padre” le tomase de la oreja y se la jalara con fuerza- ¡Aaauuuu!-

-¡¿Pues qué fregados te pasa, escuincle?!- el Chema había tenido un día bastante pesado como para aparte andar con escenitas.

-¡Fue un accidente! ¡Ayy!-

-Ah, ¿entonces las cosas de este cuarto empezaron a aventarse solas?-

-Nooo, yaaa- gimoteó tratando de quitar la mano del tipo de su oreja, le dolía mucho eso.

-Ya tú- jaló más fuerte- Me estoy hartando de estas bronquitas pendejas tuyas- ya había tenido bastante ese mañana como para que aparte le anduvieran cayendo zapatos en la cara.

-Peerdooon- el hombre lo soltó de malas con tal de no aguantar una escenita peor.

-Le bajas a tu pedo de una vez, porque ahorita al rato vienen Rutila y tu hermano a comer y no quiero estar batallando-

El chiquillo no pudo evitar verlo inconforme.

-Esque… yo quería salir- quizás su mamá también había sido narcotraficante, pero no era una profuga. Leonardo estaba acostumbrado a salir con sus amigos aunque llevase escoltas a cuestas, y viviendo con su papá ni eso podía hacer. Seguía viendo a sus amigos en la escuela, pero el tipo era tan paranoico con el tema de la seguridad que ni salir lo dejaba si no era acompañándolo, y no es como que Leonardo se fuera a llevar al Chema Venegas al cine con él y su grupo.

-Bueno, nimodo, es viernes y nos toca con tu hermano- la verdad es que Rutila no tenía problema con que Leonardo viera al Humbertito todas las veces que quisiera, pero era un poco más quisquillosa con el Chema, tanto que en ocasiones insistía en estar ella presente durante las visitas… Y bueno, tampoco es que al Chema le molestase la idea.

-Pues quédate con él, yo estoy muy aburrido- quería salir y ver gente.

-Pos no, nos vamos a quedar y ya te dije, así que ni empieces con tu jeta- de todos los días en los que podía ponerse de rezongón, ¿por qué escogía precisamente el único día de la semana en el que podía estar con el Humbertito?

El chamaco puso una mueca de fastidio, pero no dijo nada. Le gustaba mucho la idea de estar con su hermanito y con la Rutila, que siempre lo había tratado muy bien, pero es que tampoco era justo que nunca pudiera hacer nada. Aparte, cuando su hermano iba de visita, Leonardo no se la pasaba exactamente bien… con él sí, pero el Chema se la pasaba ignorándolo, es decir, más que de costumbre.

Antes de que pudiera pasar cualquier cosa, la gente de la entrada le marcó al Chema para informarle de la llegada de su ex mujer y su hijo pequeño. algo le decía a Leonardo que ese día no iba a ser ni la mitad de divertido de lo que esperaba…

…. …. ….

Resulta ser que el muchacho estaba en lo cierto… si bien se había entretenido un rato jugando videojuegos con el Humbertito y, milagrosamente, con su papá, las cosas dieron un giro del más inesperado cuando el más pequeño se aburrió.

-Ya me cansé de estar en la tele… ¿No podemos salir o algo?- se quejó el Humbertito.

A pesar de que el cerebro de Leonardo estaba completamente listo para la misma respuesta terminante de siempre, el muchachito no pudo con su cara de estupefacción cuándo en lugar de eso escuchó clarito un “Sí, mijito, ¿Pos a dónde quieres ir?”. Y vaya que no es que le molestara, al contrario, de tonto reclamaba, sólo que no se lo esperaba tan fácil después de todo lo que él tenía que rogar usualmente para simplemente poner un pie afuera.

A pesar de lo inusual de la situación, no mucho después los cuatro ya estaban en un pueblito cercano que el Chema y su gente tenían comprado de la policía. Al hombre le gustaban ese tipo de lugares y aparte la gente lo quería ahí, entonces le era muy tranquilo para andar caminando libremente como si fuera un ciudadano ejemplar. Además, era muy práctico porque tenía un mercado y varios lugares y cosas para tener entretenido al Humbertito y a la vez pasar el rato con la Rutila. Sirve también que al Leonardo se le quitaba el estar diciendo que quería salir y estaba aburrido de la casa, a ver si así ya le bajaba a su pedo…

Pero el muchacho no estaba tan de acuerdo. Aunque a lo mejor en otra ocasión se la habría pasado de lo lindo yendo de aquí para allá con su hermanito, ese día extrañamente no estaba de humor… Si se dejaba arrastrar de la mano del Humbertito por medio pueblo, pero la jeta nadie se la quitaba… Si el Chema podía andar libre y soberano por ahí, ¿Por qué nunca lo había llevado? Siempre se la pasaba diciendo lo aburrido que estaba y al tipo le valía sorbete, ah pero no lo dijera el Humbertito porque luego luego “¿A dónde quiere ir, mijo?”. No era justo… De por sí muchas veces parecía que el Chema nada más lo tenía ahí porque tenía qué, cuando el Humbertito iba y pasaban esas cosas era casi casi como si a Leo le restregara en la cara que ya tenía un hijo que sí le gustaba tener, que muchas gracias…

-Hey, ya te dije que quites esa carota- el Chema le advirtió cuando estaban comiendo, y esque por lo general cuando ese tipo de situaciones pasaban Leo trataba de no molestarse para no hartar al hombre aún más, pero justo en ese momento no podía evitar sentirse molesto.

Leonardo muy apenas se abstuvo de rodar los ojos, y esque no era culpa de su hermanito, pero estaba tan inconforme que prefería regresarse a la casa a la de ya.  

-Espérate, Chema, ¿que no ves que puede que se sienta mal?- intervino Rutila y le tocó la frente, la cual se sentía normal- ¿Te sientes bien, Leo?-

-Sí, gracias- se recargó un poco en la mano de Rutila. A veces preferiría estar emparentado con ella y no con su papá.

-Pos entonces quita esa jeta, Leonardo, neta que contigo no se puede-

-Ay ya, Chema, ni que te afectara tanto, déjalo-

El hombre rodó los ojos pero ya no insistió, tampoco es como que se la quisiera pasar de pleito con la Rutila por la actitud de puberto del escuincle. Sí lo tenía medio cansado, pero pos a lo mejor podía sordearse y darle chance de bajarle a su pedo.



1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo con Leo y no es justo que no le deje salir!!
    Uno debe ser libre y salir de fiestas!!
    Pero es que como no va a tener su carota si a él nunca le hace caso y al pequeño si!!
    Jajajaja pobre Toro le dijeron calvo jajaja
    Muy divertido el capi!!

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