Páginas Amigas

lunes, 24 de junio de 2019

Capítulo 12



Daniel POV
―Hermana, ¿nos puede acompañar hoy a comprar las camas? Porque no conocemos todavía el lugar.
―Claro que sí mí hermano.
Estábamos comiendo un sencillo pero sabroso desayuno, consistente en tlacoyos rellenos de frijoles, cubiertos con crema, salsa verde picante y un poco de queso barato.
―También necesitamos comprar mosquitero para las ventanas, y un aire acondicionado o mínimo un ventilador, ya no aguanto ni un día más los moscos y el calor. ―dijo mi hermano sacudiéndose la playera azul cielo marca Lacoste en un afán por ventilarse. Se la había puesto a duras penas, pues el quería andar solamente en short de bermuda, pero mi mamá lo obligó a ponerse una playera para el desayuno. 
―Esto no es nada comparado con lo que muchos misioneros han tenido que soportar para predicar la palabra, además debemos estar agradecidos con lo que tenemos y que se nos ofrece con tanto esfuerzo. ―Respondió mi papá
―Sí lo estoy, está comida está deliciosa. ―dijo sinceramente mi hermano―pero eso no quita que un aire acondicionado nos vendría bien a todos. ―lo último con un tono suplicante más que retador. Seguramente sin intenciones de repetir la paliza del día anterior.
Un rato después el pastor pasó a recogerme. 
―No sabes qué orgulloso me siento de que hayas decidido aceptar. ―me dijo mi padre. 
—Ten cuidado hijo, pórtate bien. —Me dijo mi madre con lágrimas en los ojos y tratando de controlar su desconcierto de que su primogénito se fuera a vivir con alguien más. 
Mi hermano y yo todavía no habíamos desempacado, y por ello yo solamente tuve que meter mi maleta a la cajuela de la camioneta, que le habíamos regalado al pastor, y nos dirigimos a la casa del hermano con el que el pastor se estaba quedando. 
Cuando llegamos, me sorprendí bastante; ya sabía que el Señor Miguel era rico pues era dueño de varias hectáreas de café, además de un hotel y dos restaurantes de la zona, pero no me esperaba tanto lujo. Era una enorme casa de estilo mediterráneo, con muchos cuartos, todos con aire acondicionado y baño con tina. Era literalmente como un hotel de 5 estrellas, y trabajaban como 5 empleados para la limpieza y mantenimiento de la mansión, además de un cocinero y un chófer. 
El señor Pedro era viudo, pero tenía 4 hijos, que me presentó:
—Hijos el es Daniel, es hijo de unos hermanos importantes de la iglesia de la ciudad de México y va a estar viviendo con él pastor aquí. —dijo presentándome a mi primero. 
—El es Pedro—dijo después señalando a un chico de unos 17 años, vestido con un short de bermuda beige y una camisa de cuadros azul con blanco, y el logo de Ralph Lauren bordado en café. El chico asintió sacudiendo sus lentes rectangulares. 
—Él es Miguel —ahora señalando a uno de unos 15 años, que nos miraba con bastante curiosidad, vestido en un short deportivo Adidas y una playera de algodón con rayas blancas y azules sobre un fondo rojo, de marca Tommy Hilfiger. 
—El es Pablo, pero más como Saul— dijo bromeando con relación al nombre del apóstol Pablo antes de su conversión—el más traviesos de todos mis hijos. —El referido tenía unos 12 años, y llevaba un short deportivo negro y una camiseta blanca sin mangas. Su sonrisa traviesa confirmaba las palabras de su padre. 
—Y finalmente—puso su mano sobre el hombro de un niño de unos 10 años, en un short azul y una playera de algodón verde claro con estampados en inglés. —Jeremías, el pequeñín. —a lo cual el niño de pelo negro se quejó con la mirada, sonrojándose. 
En cuanto su papá me los presentó, saludaron respetuosamente al pastor, me dieron la mano y se retiraron tan rápidamente como habían aparecido, por el corredor que conectaba varios cuartos a la estancia. 
—Miguel—enséñale a Daniel su cuarto—le indicó su papá antes de que el desapareciera también. 
—Prefiero que se quede en el mismo cuarto que mi hijo John— dijo el pastor y Miguel asintió.
A mi no me agradó la idea de perder la privacidad de un cuarto propio, sobre todo porque había varios cuartos disponibles, pero decidí que no era buena idea comenzar peleándome con el pastor y seguí a Miguel hasta el cuarto del pequeño John para dejar mi maleta.
Cuando terminé de acomodar el equipaje, nos quedamos un momento en silencio, hasta que Miguel me ofreció en tono neutral
—¿Quieres venir a jugar con nosotros? Vamos a empezar una partida de Risk.
Yo acepté, y nos dirigimos a una espaciosa sala de juegos, con mesas de billar, de hockey y una para juegos de mesa, en la que ya estaban los demás, contando los soldaditos sobre el tablero extendido.
—Él también va a jugar—Anunció Miguel y los demás asintieron, aunque me miraron con un poco de recelo. Supuse que tenía que ver con el hecho de que yo viniera con el pastor, pues su actitud era más reservada cuando estaban frente al pastor, probablemente porque su papá les exigía comportarse perfectamente bien en frente de él, igual que mis papás a mí.
Pero una vez que nos metimos al juego la tensión se deshizo y nos divertimos mucho.
Después de un rato John, el hijo de 9 años del pastor, entró a la sala de juegos. 
—Que ya está la comida que ya vengan. —dijo observando con interés el tablero lleno de soldaditos de plástico. 
—Ahorita vamos—dijo Pablo continuando el ataque a mi territorio con sus dados. 
Seguimos el juego hasta que el señor Pedro y el pastor entraron. 
—Hijos, los mandé llamar para la comida. —les dijo a sus hijos con un tono de ligero reproche. 
—Sí papá, perdón —dijo Miguel
—Ya vamos —dijo Pablo reordenando sus tropas. 
—No hijo, ya es ya. Luego terminan. 
—¡No es justo! Nunca podemos acabar una partida de Risk. —exclamó Pablo lanzando los dados sobre el tablero, arrastrando las tropas a su paso. 
Todos nos quedamos mudos, y en seguida Pablo se dio cuenta de lo que había hecho. 
—Vayan y empiecen a comer por favor, hermano. —le dijo Pedro al pastor agarrando a su hijo del brazo y metiéndolo a un cuarto que había en frente del área de juegos. 
Estos chicos eran de los más libres que había conocido en el grupo, permitiéndose incluso decir algunas malas palabras cuando no estaba el pastor cerca y otras travesuras de adolescentes normales, pero incluso el blando “hermano” Pedro no podía pasarle a uno de sus hijos un acto de rebeldía y falta de respeto en frente del pastor. Así que mientras nos dirigíamos a la cocina escuché tras la puerta
—Bájate el short si no quieres andar todo el día con las marcas en las piernas. —y momentos después 
Zas… zas… zas… 
Los primeros cinturonazos no produjeron ninguna respuesta audible, pero para el cuarto y el quinto sí se escucharon los quejidos de Pablo. 
Nos sentamos a comer y el pastor hizo una oración de gratitud por los alimentos. 
Comenzamos a comer los platos que nos sirvieron las empleadas de la casa, y acto seguido Pablo y su papá entraron al comedor. Por su cara, deduje que el castigo había sido leve y que Pablo no había llorado, aunque al sentarse hizo una mueca tratando de encontrar una postura confortable. 
La comida estaba deliciosa, el plato principal consistía en ceviche de camarones, acompañado con tostadas y limonada fresca. 
En esta casa había todo aquello a lo que estaba acostumbrado: empleados domésticos, aire acondicionado y comida de primera, por lo que había sido una excelente decisión aceptar la propuesta del pastor, o al menos eso pensaba.
Después de la comida y de una corta sobremesa todos nos levantamos para irnos a nuestros cuartos a arreglarnos para la reunión de la tarde, que iba a inaugurar el seminario. 
John y yo entramos al cuarto, él sacó del closet un pantalón beige y una camisa blanca ya planchados, y se metió al baño a cambiarse, mientras yo sacaba unos jeans y una camisa azul cielo de mi maleta y trataba de plancharlos con las manos. Me estaba cambiando cuando tocaron la puerta.
—¿Quién es? Me estoy cambiando. —respondí
—Avísame cuando termines. —escuché la voz del pastor detrás de la puerta. 
Yo me apuré a ponerme la ropa y abrí la puerta, pero me sorprendí mucho cuando el pastor entró con una vara en la mano, pues hasta donde sabía John no había hecho nada malo. 
En ese momento John salió del baño con su ropa elegante, pero se paro petrificado cuando vio la vara. 
—¿Qué hice, Papá? —dijo tembloroso
—Nada hijo, no es para ti. ¿Puedes ir con tu mamá un momento? —John asintió y salió rápidamente del cuarto cerrando la puerta. 
Me tomó una fracción de segundo deducir que sí la vara no era para John, entonces era para mí. Pero me negaba a aceptarlo, pues según yo no había hecho nada malo. 
—Daniel, una de las condiciones para que te vinieras conmigo es que tu instrucción y disciplina iba a estar a mi cargo, como si fueras mi hijo, y pienso hacer mi labor como tal. —hizo una pausa. —Sin importar qué hagan los demás, se espera obediencia inmediata de un hijo. Cuando los llamamos para comer, sé que los demás se quedaron jugando, pero tú tampoco obedeciste y te quedaste ahí con ellos. Por lo tanto te tengo que corregir, aunque estoy consciente de que todavía no te lo había aclarado, por lo que el castigo será leve. 
Yo no sabía cómo reaccionar. Cuando acepté la propuesta de vivir con él pastor ya me esperaba llevarme una que otra paliza, pero nunca pensé que tan pronto y por algo tan trivial. Finalmente decidí que si iba a ser leve no valía la pena discutir. 
—OK, lo entiendo, y perdón por no obedecer a la primera. 
—Bien Daniel, que bueno que reconozcas tus faltas. Ahora, por favor, bájate los pantalones e inclínate en la cama. 
Yo desabroché mi cinturón y me bajé los jeans hasta las rodillas, quedando en un bóxer negro y la camisa azul claro. 
—También el bóxer. —me dijo el pastor
—¿Qué? Pero ¿por qué? Dijiste que iba a ser leve. —dije intranquilo. 
—Sí va a ser más leve, en cantidad y fuerza, si me haces caso; pero yo todos los castigos los doy directamente sobre la piel, sin excepción, para evitar que la ropa estorbe el castigo o distorsione la intensidad estimada, y así no tengo que estarme preocupando por ajustar la fuerza para cada tipo de ropa diferente que traigan. 
Hacía algo de sentido lo que decía, pero yo no me animaba, así que de pronto sin avisarme él bajó expertamente de un tirón mi bóxer, dejándolos enredados con mis jeans hasta los tobillos. Yo iba a voltearme para reclamarle, pero caí en la cuenta de que estaba desnudo y no quise mostrarme por delante, de cualquier forma no tuve mucho tiempo, porque él me empujó levemente hacia la cama, y yo me tumbé resignado sin oponer resistencia. 
Juas
—Ouch! —exclamé inmediatamente que sentí el ardor de la vara morderme la piel 
Juas 
Al segundo traté de controlarme, pero con el tercero
Juas —Ayyy
Otra vez exclamé de dolor
Juas 
Mggggghr
Juas 
—Ouch Ya por favor! —rogué, y para mi sorpresa el pastor se detuvo. Así que había cumplido su palabra de un castigo leve. 
Me subí la ropa interior y los jeans y entonces me volteé para verlo.
—Ya sabes hijo, la próxima vez me obedeces a la primera. —dijo agarrando la vara. —Te veo en la camioneta, nos vamos en cinco minutos. —y salió del cuarto. 
Yo me dirigí al baño, no había llorado, pero tenía la garganta un poco reseca y los ojos un poco rojizos. Me lavé la cara, me acomodé la ropa y salí al patio hacia el área en la que estacionaban las camionetas. El pastor y su esposa ya estaban en el asiento del conductor y el del copiloto respectivamente, con el aire acondicionado al máximo; yo me subí a la parte trasera de la camioneta que les habíamos regalado, y me senté con cuidado, pues me dolían los varazos que me habían dado. El pequeño John me dirigió una mirada de simpatía, y aunque fue muy vergonzoso sabía que él lo hacía con sinceridad. Justo en ese momento el pastor arrancó para seguir a la Navigator del hermano Pedro, hacia el hotel en donde iban a ser las reuniones. 
Llegamos al hotel, que ya se estaba llenando de personas que iban al seminario también. Todos se saludaban con “Hola hermano,” “Que bendición, hermano” y frases así. El señor Pedro nos señaló que lo siguiéramos hasta una amplia sala de conferencias, que afortunadamente tenía aire acondicionado. 
La reunión empezó con unos cantos que todos intentaban corear, seguido de una oración, después de lo cual el pastor empezó a predicar. 
—Hoy es un gran día. Pues comienza el entrenamiento de los soldados cristianos, que expandirán el reino de los cielos entre los mortales. De aquí saldrán los líderes que guiarán a los elegidos, muchos de los cuales todavía ni siquiera han escuchado de nosotros, a través de los últimos tiempos. —escuché mientras me acomodaba en la silla plegable que afortunadamente estaba acolchada. 
—Pero antes de comenzar, debemos asegurarnos de estar en un mismo espíritu y purificar nuestras almas. —continuo. 
Y así predicó por más o menos una hora, acerca del llamado que teníamos de predicar a toda la demás gente para evitar que se fueran al infierno, y de que nosotros mismos teníamos que permanecer alejados del pecado. 
Yo me estaba aburriendo muchísimo, y miraba mi reloj tratando de no dormirme
—Este es un momento de reconciliación. Si alguno de ustedes ha cometido algún pecado es momento de que se lo confiesen a Dios en su corazón, y le pidan misericordia. Y si eres de aquellos que están aquí porque tus padres te traen, o simulas ser cristiano, pero no tienes un compromiso real con Dios, es momento de que eso cambia. Arrepiéntete de tus pecados y ponte a cuentas con Dios, para poder empezar esta eternamente trascendental etapa del lado correcto. 
Mi nivel de alerta regresó cuando comencé a ver movimiento a mi alrededor. La gente se incaba en sus sillas y comenzaba a orar, algunos incluso llorando. Entendí que este era un momento ideal para simular mi conversión a “los elegidos”. 
Así que los imité y me arrodillé como los demás en mi silla. Sentí un pellizco de la conciencia en mi mente: ¿estaba bien lo que yo estaba haciendo? ¿Y si tenían razón en eso del infierno? ¿A dónde iría cuando me muriera? Traté de ignorarlos, pero el entorno me impedía distraerme de estos pensamientos, pues todos oraban en voz baja y la música suave que tocaba uno de los hermanos con una guitarra creaba un ambiente reflexivo. ¿Yo era malo? Seguro que de vez en cuando hacía cosas malas. 
La lucha en mi cabeza crecía a cada instante, así que decidí terminarla de una vez por todas. 
—Perdóname Dios, si esto que estoy haciendo esta mal. Perdóname por engañar al pastor y a los demás, pero si me estas escuchando tú sabes que no puedo creer en una iglesia que daña tanto a las personas y a las familias. Y, si puedes, perdóname por todo lo malo que haya hecho en mi vida y que vaya a hacer. —recé en voz baja. Nunca había sido muy religioso, ni siquiera cuando éramos católicos, pero siempre había creído que Dios existía, aunque nunca lo había considerado cercano a las personas. De cualquier forma, me sentí mejor después de haber rezado con tanta sinceridad. Además, con algo de suerte, al haberme “convertido” al cristianismo de los elegidos tal vez se acababan los castigos con la vara por parte del pastor y de mis padres. Estaba tan enfrascado en mis pensamientos que me tardé unos momentos en darme cuenta de que la reunión había terminado, y entonces me incorporé. Enseguida tenía una fila de personas de todas las edades a un lado, cada una de las cuales me abrazo y me dio la bienvenida a “la familia de Dios”. Yo los acepté con una sonrisa y una pizca de culpabilidad. Al final estaban mis padres, que no podían contener su emoción, mi mamá me abrazó con lágrimas en los ojos y con un cariño como no había yo sentido desde que había pasado a la adolescencia, y la cara de orgullo de mi papá irradiaba más que el día en que lo habían hecho socio de la compañía. 
Unas horas después. 
Después de una deliciosa cena en casa del Señor Pedro, los chicos nos levantamos a continuar el juego de Risk. Una hora después solamente quedábamos Miguel, Pablo y yo en el mapa, pues nuestros ejércitos habían arrasado a los de Pablo, de Pedro y de Jeremías. En ese momento el pastor apareció en el corredor.
—Daniel ya te tienes que ir a dormir, porque mañana el seminario empieza temprano.
—Ya casi terminamos, por favor. —rogué yo—además apenas son las 9:30pm—dije mirando mi reloj.
Yo ya no estaba acostumbrado a tener un horario establecido por mis padres. Pero el pastor me lanzó una mirada de advertencia que me hizo ceder.
—Le dejó mi ejército a Pablo—dije y me despedí de mis anfitriones chocando los puños.
—Buenas noches. —les dijo el pastor mientras nos retirábamos.
Cuando entré al cuarto el pastor me siguió, pero solamente para revisar que su hijo ya estuviera en pijama y se hubiera lavado los dientes.
—Creo que está de más decirlo, pero para no dar lugar a dudas te recuerdo que tienes que dormir en pijama, no puedes dormir sin camisa y mucho menos en calzones. —me dijo el pastor.
Yo asentí. Afortunadamente el cuarto tenía aire acondicionado, si no hubiera sido una pesadilla tener que dormir en el calorón con tanta ropa.
—Qué bueno que me hiciste caso en venir a la primera, no me gustaría tener que haber estrenado esa—dijo señalando la vara que descansaba sobre uno de los closets.
El pastor se dio cuenta de mi cara y me dijo:
—¿Pensaste que al ser miembro de los elegidos te ibas a salvar de la corrección? —me dijo con una sonrisa—Pues no, sigues siendo un niño ante la ley y mientras tanto estás sujeto a la instrucción y disciplina de tus padres, o en este caso de mi. —hizo una pausa.
—Pero créeme, es mejor que la disciplina que la iglesia impone a los adultos. Los miembros menores de edad reciben la vara de la corrección, pero los adultos son expulsados y excomulgados, y si tienen familia dentro de la iglesia tienen que separarse. —Yo no pude evitar estremecerme ante tal declaración.
—Buenas noches. —nos dijo y salió del cuarto.
Silenciosamente busqué mi short de pijama y una playera y me metí al baño a cambiarme. Mientras me lavaba los dientes pensaba en los días que vendrían, que seguramente no serían fáciles, pero que valdrían la pena si lograba terminar de una vez por todas con esta secta.
Salí del baño y me acosté en mi cama, ajustando el aire acondicionado con el control. John estaba ya cubierto con una sábana y hacía una oración en voz baja. Mire su cara angelical, él no tenía la culpa de haber nacido en esta familia, pero si seguía los pasos de su padre en algún momento sería responsable de la continuación del daño.

—Buenas noches, John—le dije y apagué la luz. 

1 comentario:

  1. En serio me preocupa Daniel y todo lo que está tramando!!
    Ojalá si logre terminar con todo eso!!
    Que decisión tan fuerte esa de vivir con una persona que odias!!

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