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lunes, 25 de enero de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capítulo 3

 

Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 3

 

Es sábado, me levanto, me ducho y voy a desayunar. Me encuentro con mi padre en el comedor, parece que ya ha terminado su desayuno y está leyendo el diario. Los fines de semana mi padre suele trabajar en casa pero eso no significa que le vea, normalmente se encierra en su despacho y pide que nadie le moleste, como no hay grabaciones se dedica a visualizar lo que han grabado durante la semana, los montajes o a leer guiones de futuras películas. Como mucho algunos domingos me dedica un par de horas por la tarde, pero no es normal que lo encuentre en el desayuno pues él siempre se levanta muy temprano y yo aprovecho que no tengo clase para remolonear en la cama.

Carlos: Buenos días, Adrián.

Adrián: Buenos días, papá, ¿hoy no trabajas?

No quiero hacerme ilusiones y espero que mi tono de voz le haya sonado indiferente.

Carlos: Por desgracia tengo que visualizar unos montajes y eso me llevará un tiempo, pero quería verte y hablar contigo antes de encerrarme en el despacho.

Claro, demasiado bonito para ser verdad.

Adrián: ¿De qué quieres hablar?

Mi tono suena entre decepcionado y enfadado.

Carlos: Quiero recordarte que sigues castigado sin salir por lo que no habrá permisos, no le pidas a Natalia que te deje salir ni refunfuñes si lo haces y te dice que no. Aprovecha el tiempo, que de todas formas pasarás en casa, para avanzar con el proyecto de historia pues lo llevas atrasado, quiero que lo tengas terminado para el día que te lo han pedido y que saques buena nota. 

Me está regañando, aunque no he hecho nada, y recordando que tengo que hacer las tareas y sacar buenas notas, para eso sí que está disponible. 

Adrián: Vale papá.

Mi voz suena a “Ya lo sé. Déjame en paz”, no puedo evitarlo.

Carlos: Cámbiame el tono Adrián. También quería decirte que mañana no voy a trabajar y podemos hacer algo juntos, lo que tú quieras, incluso salir a algún sitio si lo deseas, para mañana puedo olvidarme de tu castigo. Espero disponer de al menos un par de horas esta tarde que podemos dedicar a planear lo que te apetezca para mañana, pero tú debes haber terminado todas tus tareas. ¿Te parece bien?

Abro los ojos, ¡sí, claro que me parece bien! Hace bastante tiempo que no pasamos un día entero juntos.

Adrián: Sí papá, claro que me parece bien, iré pensando qué quiero hacer mañana.

Carlos: Bien, te dejo, me voy a trabajar, Natalia estará conmigo en el despacho, si necesitas algo la puedes llamar. Ahora desayuna y cuando termines ve a tu habitación y ponte con las tareas.

Adrián: Sí papá.

Desayuno y voy a mi habitación, no tengo demasiados deberes pero, mi padre tiene razón, voy bastante atrasado con el proyecto de historia, así que enciendo el ordenador y empiezo a leer la información de las páginas que estuve buscando ayer. Es bastante aburrido, definitivamente no me gusta estudiar historia, no me puedo concentrar en lo que estoy leyendo y sin darme cuenta mis pensamientos se van a Martina … es tan guapa y dulce, cuando se pone nerviosa o se sonroja se ve tan bella, también es alegre, casi siempre sonríe y fácilmente consigo hacerla reír con mis payasadas, ¿qué estará haciendo ahora? Pues estará preparando sus patines para ir al Palacio de Hielo con Shaila, Nico y algunos compañeros más. Ayer quedaron para ir a patinar, yo les dije que tenía clase de tenis, algunos sábados, cuando se acerca una competición, voy por la mañana al club a entrenar, sólo Nico sabe que no puedo ir porque estoy castigado. Me imagino a Martina patinando, ¿y yo aquí haciendo deberes de historia? ¡No!, voy a ir. Le mando un mensaje a Nico y así me entero de que han quedado dentro de veinte minutos delante de la pista, le pido que me esperen, yo también voy. 

No es la primera vez que me escapo estando castigado, cuando mi padre se encierra en su estudio con Natalia a trabajar se olvidan de mí, sólo tengo que vigilar que María no me vea, sé que ella no diría nada a mi padre pero intentaría convencerme de que no saliera y seguramente lo conseguiría. Preparo las cosas y salgo sigilosamente, no veo a María por ningún lado, salgo por la puerta trasera del jardín, por aquí es muy difícil que alguien me vea.

En menos de veinte minutos estoy delante del Palacio de Hielo y me encuentro con mis amigos.

Shaila: Adrián, ¿al final has venido? ¿No tenías que ir a tenis?

Adrián: Me cancelaron la clase esta mañana.

Vamos hacia la entrada, Nico se queda atrás conmigo.

Nico: ¿Tu padre te ha dado permiso para venir? ¿O te has vuelto a escapar?

Adrián: ¿Tú qué crees? No es la primera vez que lo hago y nunca me han pillado. Mi padre y Natalia están trabajando en el estudio, antes de que noten que no estoy ya habré vuelto y estaré en mi habitación estudiando.

Nico: ¡Estás loco! Algún día se te acabará la buena suerte.

Me pongo los patines y entro a la pista, no se me da nada mal esto. Voy dando vueltas y haciendo payasadas, sin alejarme mucho de Martina que constantemente me mira y se ríe. Estoy tan absorto en ella que no veo que un niño pequeño se me está cruzando, hasta que Nico me grita.

Nico: ¡Adrián! ¡Cuidado con el niño!

Miro hacia delante y en una pequeña fracción de segundo me voy hacia un lado y logro no arrollarlo, pero pierdo el equilibrio y caigo, pongo la mano para parar la caída. Caigo de lado y todo mi peso se va sobre la mano izquierda, que queda en mala posición, ¡ay! ¡me duele!

Enseguida estoy rodeado por mis amigos, lucho para que no se me salgan las lágrimas que se están acumulando en mis ojos, Martina no puede verme llorar.

Martina: Adrián, ¿estás bien? ¿Te has hecho daño?

Adrián: Estoy bien, sólo me he torcido la mano al caer, me duele un poco.

Pero la verdad es que estoy viendo las estrellas, estoy medio mareado del dolor que siento y me veo incapaz de levantarme. Aparece a mi lado un trabajador de la pista que me ayuda a levantarme, no sé en qué momento ha entrado, parece un enfermero por cómo va vestido.

Enfermero: Ven muchacho, acompáñame a la enfermería.

Me ayuda a salir de la pista y me guía a la enfermería, Nico también me acompaña. Me sienta en una silla y me ofrece un vaso de agua. Mi corazón va a mil por hora, me he llevado un buen susto, poco a poco me tranquilizo, la sensación de mareo va pasando pero no el dolor.

Enfermero: ¿Cómo te encuentras muchacho? ¿Dónde te has golpeado? Has tenido buenos reflejos esquivando al niño que se te ha cruzado.

Adrián: Me duele la mano izquierda, creo que me la he doblado al apoyarla y me he caído encima.

El enfermero me ayuda a quitarme el guante y la examina, no puedo evitar soltar un pequeño grito de dolor que va acompañado de un par de lágrimas. Nico me pone la mano sobre el hombro en un gesto que quiere ser reconfortante.

Enfermero: ¿Puedes mover la mano?

Lo intento, duele pero puedo moverla.

Enfermero: No está rota pero parece que tienes un esguince, te duele bastante y se está inflamando. Es necesario que vayas al hospital para que puedan examinarte mejor y hacerte una radiografía. ¿Cómo te llamas? Necesito que me des el número de teléfono de tu casa para avisar a tus padres.

¿Qué? ¡No! No puede avisar a mi padre, me he escapado, nadie sabe que estoy en la pista de hielo y además se supone que estoy castigado.

Adrián: Estoy bien, ya me está pasando el dolor, no es necesario que avise a nadie.

Nico: Adrián, te tiene que ver un médico, se te está hinchando la mano.

El enfermero saca una bolsita azul de un armario, de esas que se convierten en hielo inmediatamente, la envuelve en par de gasas y me la pone sobre la muñeca.

Enfermero: Adrián, tengo que llamar a tus padres, eres menor de edad y esa muñeca necesita tratamiento. El hielo te calmará un poco el dolor pero eso no será suficiente.

No, ¿qué hago? Mi padre se va a enfadar, pero no puedo aguantar el dolor. Me rindo y le doy mi nombre completo y el número de teléfono. Veo como llama y, por lo que parece, Natalia no tarda demasiado en responder. No puedo escuchar lo que está diciendo pero veo que me mira con un gesto de interrogación en la cara.

Adrián: Nico, mi padre me mata, como mínimo me encierra en casa hasta que cumpla los 18.

Nico: jajaja, no seas exagerado, te has hecho daño, aprovéchalo, seguro que se ablanda, ya verás como no será tan duro.

El enfermero cuelga el teléfono y se acerca a mí.

Enfermero: Me parece que tu padre no está demasiado contento, ¿de verdad te has escapado para venir a patinar? Vamos, te acompaño a los vestuarios para que te quites los patines y recojas tus cosas, tu padre vendrá a recogerte enseguida.

Salgo de la enfermería, mis amigos me rodean, les digo que me encuentro bien pero que tengo que ir al hospital para que me examinen la muñeca. Me voy con el enfermero al vestuario a recoger mis cosas y cuando salgo ya está mi padre esperándome en la puerta con el chofer. Me da un corto abrazo y un beso, y me dice que suba al coche. El enfermero habla un momento con él y le da un informe para que lo entregue en el hospital, ¿cuándo lo habrá escrito?

Carlos: ¿Cómo estás Adrián? ¿Te duele mucho?

Adrián: No mucho … yo … papá lo ...

Mi padre me interrumpe.

Carlos: Ahora no Adrián, hablaremos en casa. ¿Por qué no me cuentas lo que ha pasado?

Le cuento cómo me he caído. Enseguida llegamos al hospital y entramos por urgencias. Mi padre entrega el informe en recepción y esperamos unos minutos hasta que una enfermera me llama, nos lleva a un box y me dice que me siente en la camilla, que pronto vendrá el médico para examinarme. No tarda mucho, me pide que le explique qué ha pasado y me examina la muñeca, me sigue doliendo y está bastante inflamada y roja, aunque puedo moverla. Me manda a hacer unas radiografías y después vuelvo al box. Al rato el doctor vuelve, tengo un esguince de grado I, nada serio, tengo que llevar una muñequera elástica durante una semana, tomar unos antiinflamatorios mientras sienta dolor, aplicar hielo y nada de deporte. 

Doctor: Ahora vendrá una enfermera para ponerte la muñequera y darte las instrucciones, y te pondrá una inyección para calmar el dolor. Después puedes irte a casa, te veré el viernes.

Con la palabra inyección mi padre me echa una rápida mirada que entiendo perfectamente, “nada de tonterías”, él sabe que odio las inyecciones, la última vez que me pusieron una vacuna, hará unos dos años, monté tal espectáculo que incluso logré enfadar a mi madre. Pero hoy ya estoy en bastantes problemas como para empeorarlo, tendré que aguantarme.

Carlos: Adrián, tienes 14 años, compórtate.

Asiento con la cabeza pero soy incapaz de pronunciar una sola palabra. Entra la enfermera y veo cómo prepara la inyección.

Enfermera: Túmbate boca abajo.

Adrián: ¿No me va a pinchar en el brazo?

Enfermera: No, te inyectaré en la nalga. No tengas miedo, no va a dolerte.

Mi padre me ayuda a tumbarme y me baja un poco el pantalón y el bóxer. Me coge una mano y noto como con la otra me acaricia el cuello y la parte alta de la espalda. Noto el algodón mojado en alcohol y me tenso.

Enfermera: Relájate cielo, es sólo un pinchacito. Piensa en algún sitio que te guste e imagina que estás allí.

Mientras habla me inyecta, no puedo evitar un pequeño grito, duele, pero no me muevo. Después me pone la muñequera y un cabestrillo para que descanse el brazo. Cuando termina le da las recetas, las instrucciones de medicación y un informe a mi padre, y nos vamos a casa.

Desde el coche mi padre llama a Natalia para decirle que ya estamos volviendo a casa. Cuando llegamos está terminando de servir la comida, vamos directamente al comedor para almorzar.

Natalia: ¿Cómo te encuentras Adrián? ¿Te duele mucho?

Adrián: Estoy bien Natalia, ya casi no me duele, gracias.

Mi padre y yo comemos en silencio, se nota la tensión en el ambiente. No tengo hambre, tengo una conversación pendiente con mi padre y se me ha hecho un nudo en el estómago. Aunque desde que me ha recogido en el Palacio de Hielo ha estado amable y cariñoso conmigo, se nota que está enfadado, y no es para menos, creo que esta vez he metido la pata hasta el fondo.

Carlos: Adrián, deja de marear el plato y come.

Adrián: No tengo hambre. Papá, siento haberme escapado.

Carlos: Hablaremos después, pero ahora debes comer.

Hago un esfuerzo y termino mi comida. Mi padre me manda a mi habitación y me dice que viene enseguida. Subo corriendo, voy al baño e intento tranquilizarme, desde que el enfermero llamó a mi padre estoy de los nervios. Oigo que alguien llama a la puerta y entra, debe de ser mi padre, salgo del baño. Mi padre se sienta sobre mi cama.

Carlos: Ven, siéntate.

Me siento a su lado. Bajo la cabeza, no me atrevo a mirarle a la cara.

Carlos: Mírame, Adrián. Quiero que me expliques por qué te has escapado, no lo entiendo, ¿recuerdas qué te dije esta mañana?

Levanto la cara, y le miro directamente a los ojos. Hasta hace una semana casi no le veía, ¿y ahora quiere controlar todos mis movimientos?

Adrián: Me dijiste que no le pidiera a Natalia que me dejara salir, y no lo hice.

No sé muy bien por qué le he respondido así. Mi padre me mira con incredulidad.

Carlos: Adrián, estabas castigado sin salir, es la segunda vez esta semana que te lo saltas, y lo sabes perfectamente. Además te pedí que adelantaras las tareas pendientes y está claro que no lo hiciste ¿Vas a explicarme por qué o prefieres que pase directamente al castigo?

Adrián: No es justo, no puedes castigarme, si no me hubiera hecho daño ni siquiera te hubieras enterado de que me había ido, para cuando salieras de tu despacho yo ya hubiera estado de vuelta en mi habitación.

Carlos: No puedes saltarte las normas cada vez que pienses que no te voy a pillar. Ahora, si no me vas a explicar por qué lo hiciste, puedes ponerte en posición, ya sabes qué voy a hacer.

Adrián: No papá, por favor, lo siento, no volveré a saltarme ningún castigo. Puedes dejarme sin salir la próxima semana, no me escaparé, de verdad.

Carlos: Eso no funciona así, Adrián.

Me coge la mano derecha y me levanta, me baja el pantalón y con gran facilidad me tumba sobre sus rodillas. Empiezo a llorar. Mi padre me acaricia la espalda.

Carlos: Dime por qué te voy a castigar.

Intento sobreponerme y hablar, aunque me cuesta bastante.

Adrián: Snif, snif. Por escaparme y salir estando castigado.

Siento que mi padre deja de acariciarme y me sujeta, eso significa que comenzará con el castigo. Cojo la almohada y me abrazo fuertemente a ella.

PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, PLAS, duele papá, PLAS, PLAS, PLAS, au, ya basta,

PLAS, por favor, PLAS, PLAS, au papá, PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, ai duele, PLAS, PLAS, PLAS.

Para un momento para bajarme el bóxer, no intento impedirlo, no serviría de nada. Continua con el castigo.

No papá, no más, PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, PLAS, buaaa basta, PLAS, PLAS, PLAS, buaaa,

PLAS, PLAS, buaaa duele, PLAS, PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, PLAS, buaaa, buaaa, buaaa.

Me acaricia la espalda y me habla con suavidad.

Carlos: Ya Adrián, shh, ya pasó campeón.

Me voy calmando y me paso la mano por la cara en un intento de secarme las lágrimas.

Carlos: Escúchame. Hasta mañana estás castigado sin salir de tu habitación excepto para comer, quiero que acabes todas tus tareas y el proyecto de historia, le diré a Natalia que te ayude, yo tengo que terminar el trabajo que he dejado a medias. Ahora, por favor, prométeme que intentarás comportarte y respetar las normas, no quiero volver a castigarte.

Adrián: Snif, snif, pues no lo hagas, snif, no me gusta que me castigues.

El trasero me duele, seguro que está rojo. Intento recomponerme, me levanto y me subo la ropa. Me siento mal, aunque estoy enfadado con mi padre por haberme pegado, se que no debía haber salido y que yo solo me he buscado este castigo, y no he sido capaz de reconocérselo a mi padre cuando me ha regañado. Por una vez él me ha preguntado, ha querido escucharme y entenderme, y yo he dejado pasar la oportunidad de expresarle lo que sentía. Y de paso he fastidiado el fin de semana que había planeado pasar conmigo.

Mi padre también se levanta, me lanzo sobre él en un fuerte abrazo y escondo la cabeza en su pecho, estoy llorando otra vez.

Adrián: Papá, buaa, buaa, yo buaa, lo siento mucho, buaa, de verdad que buaa lo he buaa intentado.

Me abraza, me da un beso en la cabeza y me acaricia la espalda.

Carlos: Cálmate, así no puedo entender lo que estás diciendo.

Me calmo un poco pero no me separo de él.

Adrián: Snif, snif, que lo siento mucho papá, de verdad que intenté avanzar el proyecto pero no me podía concentrar y quería ver a Martina.

Carlos: ¿Martina? ¿Quién es Martina?

Ups, ¿le acabo de nombrar a Martina a mi padre? Vaya, que hoy no estoy pensando lo que digo, mi boca habla sola. Siento calor en las mejillas, seguro que estoy sonrojado, ¡cómo odio ruborizarme! Noto que mi padre me está mirando pero no dice nada, ¿qué hago? Ya he empezado, ¡qué más da! Le explico a mi padre quién es Martina y le hablo de ella, ¡¿estoy hablando con mi padre de chicas?! Mi padre se sienta de nuevo en la cama, me atrae hacia él en un medio abrazo y me sienta a su lado, hago una mueca, el trasero aún me duele un poco, apoyo mi cabeza sobre él. Me sonríe y le devuelvo la sonrisa, estoy bien así, charlamos un rato. Los ojos se me están cerrando, tengo sueño.

Carlos: Túmbate y duerme un rato, te hará bien, entre la caída y el castigo debes estar cansado.

Me despierto desorientado, pocas veces duermo durante el día. Estoy boca abajo, me giro, un pequeño dolor me recuerda qué ha pasado. Cuando voy a levantarme alguien llama a la puerta y entra.

Natalia: Veo que ya estás despierto, ¿cómo te encuentras? ¿Te duele la muñeca?

Adrián: Estoy bien, no me duele.

Natalia: Traigo hielo, tienes que ponértelo un rato.

Me ayuda a quitarme la muñequera y me aplica el hielo.

Natalia: Tu padre me ha pedido que después te ayude a revisar y organizar las tareas del colegio y con el proyecto de historia, quiere que lo termines este fin de semana, sin excusas.

¡No! Me molesta sobremanera que Natalia esté encima de mí.

Adrián: ¿Pretende que me ayudes o que me vigiles? ¿Teme que vuelva a escapar? ¡¿Por qué no me dejas en paz?!

Eso no ha sido muy amable, lo sé.

Natalia: Adrián, sabes que no se trata de eso, solo pretende que mejores tu rendimiento en el colegio, últimamente no te ha ido demasiado bien.

No me grita, nunca lo hace. No entiendo cómo me aguanta, bueno, o sí, será porque mi padre le paga.

Dedico lo que queda de la tarde del sábado a hacer los deberes y el domingo por la mañana, con la ayuda de Natalia, termino el proyecto de historia. Después de comer estoy tumbado en la cama, aburrido, no puedo salir de la habitación y mi padre me quitó la consola. Alguien llama a la puerta, es mi padre, no lo había visto desde ayer. Sigo tumbado en la cama, él se acerca y se sienta a mi lado, desvío la mirada hacia el techo.

Carlos: ¿Cómo estás?

Adrián: Aburrido.

Carlos: ¿Has terminado todas las tareas?

Adrián: Ya lo sabes, mandaste a Natalia para controlarme.

Carlos: Para que te ayudara. Sé que has terminado y que has estado toda la mañana de mal humor. Me parece que no la has tratado con el respeto que merece, le debes una disculpa.

Suelto un bufido, no quiero disculparme con ella.

Carlos: He terminado el trabajo y tú has terminado tus deberes, ¿qué te parece si hacemos algo divertido esta tarde?

Adrián: ¿Sin salir de la habitación? Ya me dirás cómo.

Carlos: Puedo levantarte este castigo, pero no el de salir de casa, eso ya lo hiciste ayer.

Le miro, en su cara hay una media sonrisa, me está chinchando. Hago una mueca con la cara.

Adrián: Jo, papá, ya me castigaste por eso.

Carlos: Lo sé, perdonado y olvidado, ¿sabes que te ves adorable con ese puchero?

Adrián: Yo no hago pucheros, no soy un bebé.

Vaya, mejor me callo, que eso me ha sonado muy infantil.

Carlos: Vamos, ¿se te ocurre algo que quieras hacer?

Tengo una idea, una sonrisa se apodera de mi boca.

Adrián: ¿Qué te parece si vemos una película de mamá?

Mi madre era actriz, protagonizó varias películas, conoció a mi padre en el rodaje de una película que él dirigía, pero decidió dejarlo cuando yo nací, en su última película interpretaba el papel de una mujer embarazada, y estaba embarazada de mí.

Carlos: ¿Cuál ...? No me lo digas, ya lo sé. Pero primero quiero que vayas a disculparte con Natalia.

Suelto otro bufido, un poco fastidiado, pero asiento y voy a disculparme. En casa tenemos una pequeña sala de cine, pasamos allí la tarde, me encanta ver las películas de mi madre. Al final el fin de semana no ha sido tan malo.

4 comentarios:

  1. Me gusta esta historia,pero ya la he leído estos tres capítulos

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  2. Me gusta esta historia,pero ya la he leído pero no me acuerdo dónde

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  3. Hola,
    debes de haberte confundido, no te negaré que es una historia muy típica. Pero es imposible que hayas leído esta historia pues es un original que empecé a escribir hace unas tres semanas.

    Saludos

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