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lunes, 22 de febrero de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capítulo 8

 

Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 8

 

Entre el jueves de la semana pasada y el martes he tenido los exámenes trimestrales de todas las materias, y el fin de semana me lo pasé encerrado en mi habitación estudiando. Estoy contento de como me han ido la mayoría y he conseguido recuperar casi todas las asignaturas, sólo he suspendido historia y lengua. Con historia lo intenté, estudié y mejoré la nota del primer examen, pero la media no me da, por suerte el profesor me ha dicho que me guarda la nota del proyecto y sólo deberé aprobar el examen de recuperación. Para el examen de lengua no estudié, ya que tampoco iba a aprobar por no haber leído la novela, aunque no sé si lo pensé demasiado bien porqué ahora en la recuperación tendré que examinarme de la novela y de toda la materia que hemos dado este trimestre.

Entre ayer y hoy todos los profesores nos han dado los exámenes y nos han dicho las notas de la segunda evaluación, y a principios de la próxima semana los padres recibirán el informe trimestral. A mi padre aún no le he dicho que me quedan dos asignaturas, aunque lengua ya sabe que la suspenderé. Ya lo enfrentaré cuando lleguen las notas, no creo necesario adelantar acontecimientos, especialmente si no van a ser buenos para mi trasero. Sólo le he enseñado algunos exámenes, los de biología, inglés y tecnología, que suspendí en la preevaluación y que he conseguido remontar, y los de matemáticas y física que son los que mejor me han ido.

No he tenido ninguna falta de disciplina desde que me escapé, y de eso ya hace dos semanas. He estado encerrado en casa desde entonces, ¡necesito que mi padre me de permiso para salir! Después de enseñarle los exámenes, los que he decidido que quiero que vea, me animo a preguntarle, no me hago muchas ilusiones.

Adrián: ¿Mañana por la tarde puedo salir con mis amigos? Papá, por favor, es viernes, estas dos semanas me he portado bien en el colegio y en casa, he hecho todas las tareas, he estado estudiando para los trimestrales y no has tenido ningún aviso, y he mejorado mi relación con Natalia, ¿puedo?

¿Me levantará el castigo indefinido de no salir de casa? Mi padre suspira, veo que se lo está pensando.

Carlos: Está bien, ¿dónde iréis?

Adrián: Al cine, a la sesión de tarde, estrenan una película de animación que tengo muchas ganas de ver. Y después de la película comeremos algo allí mismo.

Carlos: De acuerdo, puedes ir. Como cenarás fuera tienes permiso hasta las nueve. Dile a María que no vas a cenar en casa.

Adrián: Gracias papá, te quiero mucho.

Me lanzo sobre él y le doy un fuerte abrazo.

El viernes por la tarde, después de la clase de piano, el chofer me lleva directamente al centro comercial donde están las salas de cine. Allí me encuentro con Martina, Nico y Shaila, esto será casi como salir en parejas, aunque Martina y yo no lo seamos, de momento, porque espero que eso pueda pasar en un futuro no muy lejano.

Martina: Qué bien que tu padre te haya dejado venir, ¿por fin te ha levantado el castigo por escaparte del colegio?

Me sonrojo cuando menciona el castigo, esta vez se lo conté ya que fue por algo que pasó en el colegio y todos lo sabían. A Nico sus padres también le castigaron pero solo hasta terminar los trimestrales.

Adrián: Sí, se ha alegrado de que haya mejorado mis notas.

Compramos las entradas, vamos a por palomitas y refrescos, y entramos a la sala. Apago mi móvil. La película está genial. Me siento al lado de Martina, compartimos unas palomitas grandes y nuestras manos se rozan varias veces, una de ellas tardo un poco en retirar la mano y me parece que Martina se sonroja, ¡uf, cómo me gusta esta chica! Después de la película vamos a comer pizza, hablamos y nos reímos, el tiempo pasa rápido, ¡demasiado rápido!

Martina: Chicos, debo irme, son casi las nueve y media, en cinco minutos mi padre viene a recogerme.

Me da un vuelco el corazón.

Adrián: ¿Las nueve y media? ¡Mierda! Mi padre sólo me dió permiso hasta las nueve.

Miro el móvil, sigue apagado. Lo enciendo y empiezan a entrar mensajes y llamadas perdidas, todos de mi padre. Me va a matar. Me despido rápido y me voy hacia la entrada, donde he quedado con el chofer para que me recoja. Le veo enseguida, me está esperando fuera del coche con cara de preocupación. Me disculpo por hacerle esperar y subo al coche.

Adrián: Lo siento mucho, de verdad, se me ha pasado la hora. ¿Sabes si mi padre está muy enfadado? Me ha dejado un montón de mensajes, la mayoría son mensajes de voz que no me he atrevido a escuchar.

Chofer: No sonaba precisamente contento cuando he hablado con él, estaba preocupado porque no podía localizarte y no sabía si te había pasado alguna cosa. Creo que deberías llamarle para decirle que ya estás conmigo y tranquilizarle.

Adrián: Sí, vale, ahora le llamo.

Llamo a mi padre, me tiembla la voz cuando hablo con él, suena más enfadado que preocupado. Llego a casa y me manda directamente a mi habitación, no hay abrazo ni beso, aunque no me gusta que me bese ahora hubiera servido para calmarme. Sube detrás de mí y cierra la puerta, se ve que está muy enfadado.

Carlos (señalando el cartel que hay detrás de la puerta): ¡Lee en voz alta!

Me está gritando, eso no lo hace normalmente. Leo las normas, mi voz suena rara, me doy cuenta de que estoy llorando.

Carlos: Explícame qué norma has incumplido.

Adrián: La segunda papá, snif, tenía el móvil apagado y me he retrasado media hora, snif. Pero papá, ha sido sin querer, snif, de verdad, apagué el móvil cuando entramos a la sala de cine, snif, y olvidé volver a encenderlo. Y no me di cuenta de la hora, snif, enseguida que vi que era tarde corrí, snif, a encontrarme con el chofer.

Carlos: Hablamos en un rato, estoy demasiado enfadado, necesito tranquilizarme. Coge una hoja y copia la segunda norma, hasta que yo regrese, numera las veces que lo haces.

Adrián: Sí papá.

Empiezo a copiar la norma, las lágrimas resbalan por mis mejillas, creo que nunca había visto a mi padre tan enfadado, y eso que ésta no ha sido mi peor metida de pata. Al rato vuelve, parece más calmado, por lo menos no me grita.

Carlos: ¿Cuántas llevas?

Adrián: Ochenta y dos.

Carlos: Bien, sigue hasta cien.

Acabo las copias que me ha pedido y le entrego las hojas, no me atrevo a mirarle. Las deja sobre mi escritorio y seguidamente me abraza y me da un beso. Le devuelvo el abrazo y me relajo.

Carlos: Siento haberte gritado, me he preocupado mucho cuando el chofer me ha llamado para decirme que no llegabas, he intentado localizarte y me salía el buzón de voz, temía que te hubiera pasado algo.

Adrián: Lo siento, papá, no ha sido mi intención preocuparte, de verdad. Estaba en el centro comercial, no nos hemos movido de allí, no podía pasarme nada.

Me dirige hacia la cama y nos sentamos.

Carlos: Es de noche Adrián, sólo tienes 14 años.

Adrián: Casi 15 papá.

Carlos: Igualmente eres pequeño, es peligroso que a estas horas estés fuera, no me perdonaría si te pasara cualquier cosa, ya perdí a tu madre, no soportaría perderte a ti también.

Adrián: Lo siento mucho, de verdad, no volverá a pasar. ¿Me vas a castigar?

Carlos: Ya sabes qué pasa cuando te saltas las reglas.

Adrián: Papá, ¿no puedes olvidarlo por una vez?

Carlos: Serán 40, vamos, colócate en posición.

Me cuesta pero hago lo que me pide. Como siempre me acaricia la espalda, se lo agradezco mentalmente, es un gesto que me ayuda a tranquilizarme antes del castigo.

Carlos: Dime por qué te voy a castigar.

Adrián: Por tener el móvil apagado y saltarme la hora de volver a casa.

Aprieto la almohada, intentaré no quejarme.

PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, au, PLAS

PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, PLAS, aiai, PLAS, PLAS, papá, PLAS, PLAS, duele, PLAS, ai

Me baja el boxer.

PLAS, PLAS, PLAS, snif, PLAS, PLAS, PLAS, ai, snif, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, buaaa

PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, PLAS, ai, buaaa, PLAS, PLAS, ya papá, PLAS, PLAS, para, PLAS, buaaa, buaaa, buaaa

Acaba y me acaricia la espalda. Me ayuda a levantarme, me subo el boxer y me abraza.

Carlos: Sabes que vuelves a estar castigado sin salir, ¿verdad?

Adrián: ¿Cuántos días?

Carlos: Hasta el domingo, quiero que aproveches el fin de semana para adelantar la lectura de la novela.

Adrián: Sí papá.

Me separa y me da un beso en la frente.

Carlos: Ponte el pijama y métete en la cama, es tarde.

Hago lo que me dice y me tumbo de costado, el trasero me duele, seguro que lo tengo rojo. Mi padre se sienta a mi lado y me acaricia.

Carlos: Ahora, ¿me cuentas cómo ha ido la salida? ¿Estaba Martina?

Le sonrío y le cuento todo, se queda conmigo, acariciándome, hasta que me duermo.

 

CARLOS

Adrián se duerme. Sigo acariciándole un rato, le quiero tanto, yo no podría seguir viviendo si a él le pasara algo. Sé que desde que murió mi esposa me he obsesionado con la seguridad pero debo protegerlo.

No me gusta nada castigarlo, se me rompe el corazón cuando le escucho llorar y debo hacer un esfuerzo para seguir cuando lo que mi cuerpo me pide es abrazarlo, pero le hice una promesa a su madre que no puedo romper.

Cuando mi esposa quedó embarazada estuvimos muy felices, íbamos a tener un bebé, lo deseábamos tanto. Nos había costado mucho conseguirlo y, aunque intentamos darle un hermano, mi esposa no logró quedarse embarazada de nuevo. Antes de que naciera Adrián hablamos mucho sobre qué queríamos para él, esperábamos que se convirtiera en una buena persona, responsable, educado, que pudiera estudiar lo que él quisiera hasta dónde sus capacidades le permitieran, que se propusiera objetivos en su vida y se esforzara para conseguirlos. Nosotros le íbamos a dar todo lo que necesitara pero sobre todo teníamos el deber de educarlo, fue entonces cuando nos planteamos qué deberíamos hacer si en algún momento se desviaba del camino que considerábamos correcto. Mi esposa lo tuvo claro, tendríamos que marcar normas y límites claros, y deberíamos enseñarle a respetarlos, debía saber que si no lo hacía habría consecuencias. Pensaba que era muy importante que supiera que en la vida todas las acciones tienen consecuencias, que pueden ser agradables o desagradables. Se refería a aplicar castigos, ¿de qué tipo? ¿Hasta dónde debíamos llegar? Fue ella quien propuso el castigo físico, sin violencia ni maltrato, si todo lo demás fallaba. Yo no estaba muy convencido, y eso que a mí me educaron así, pues no sabía si llegado el momento sería capaz de hacerlo. Pero ella me convenció con sus argumentos y me puso de ejemplo, entonces accedí y le prometí que la apoyaría en esto, aunque esperé no tener que hacerlo nunca.

Cuando Adrián nació ella decidió aparcar su exitosa carrera como actriz para dedicarle el mayor tiempo posible, y a mí me pareció bien. Mi trabajo me ocupaba muchas horas pero ella estaba siempre con Adrián y yo intentaba estar al máximo el poco tiempo que tenía libre. Ellos estaban muy unidos, Adrián era feliz, a medida que crecía nos dábamos cuenta de que realmente era un buen chico, alegre, extrovertido aunque algo tímido, amable, educado e inteligente.

Nuestro mundo se vino abajo cuando un camión se atravesó delante del coche de mi esposa sin que ella pudiera hacer nada para evitar el choque. Fue a mitad de julio, Adrián estaba en un campamento de verano, me avisaron y fui a buscarlo. Fue un duro golpe para ambos. En ese momento tomé la decisión de dejar mi trabajo, pasamos ese verano juntos, nos dedicamos mucho tiempo el uno al otro y así logramos superar su pérdida. Llegó septiembre, Adrián volvió al colegio y yo decidí volver a mi trabajo. Necesitaba que alguien cuidara de Adrián en mi ausencia y pensé que la mejor opción era Natalia, conocía a Adrián desde hacía algo más de siete años y se llevaban muy bien. Le propuse un cambio de horarios y ella aceptó.

Las cosas fueron bien el primer año pero al comenzar este curso todo se torció. Al principio Natalia intentó hablar con él y me escondía su mal comportamiento, hasta que se vió superada. Ella creía que era una llamada de atención hacia mí y así me lo expuso, pareció confirmarse cuando estuve más atento y al comenzar a regañarle y castigarle por sus malas acciones aún empeoró. Por desgracia, al mismo tiempo empeoró su relación con Natalia, él empezó a tratarla muy mal, la culpaba por contarme sus malas actitudes y le molestaba que ella estuviera encima de él, aunque fuera porque yo se lo había pedido. Entonces recordé la conversación con mi esposa y vi que era el momento de actuar, aunque me costara. Se lo conté a Natalia pero ella no parecía compartir la misma opinión, aún así me alentó a hacer lo que considerara necesario, y al mismo tiempo me pidió que pasara más tiempo con Adrián.

Estoy contento de haberme dejado convencer por ella de reducir mi jornada porque aunque Adrián siga teniendo malas actitudes estoy viendo pequeños cambios, y disfruto mucho de los ratos que paso con él, tengo suerte que aún quiera pasar tiempo conmigo. Creo que sus malas decisiones son una mezcla de llamada de atención con la rebeldía propia de la adolescencia, y para que esta fase pase me parece que aún falta tiempo. Pero yo estaré a su lado para ayudarle, apoyarle, y también para corregirle cuando sea necesario.

Le miro, está tranquilo, profundamente dormido, ¡se ve tan pequeño e inocente! Le doy un beso en la cabeza, le arropo, apago la luz y salgo de su habitación.

 

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NA: Hola, en este capítulo he incluido los pensamientos de Carlos, esta última parte podría haberla titulado algo así cómo “Adrián visto por Carlos”. Mi idea es que sirva para que conozcáis algo mejor a este personaje, espero haberos descubierto algún matiz nuevo de su personalidad que ayude a entender su modo de actuar.

En futuros capítulos estoy pensando en escribir sobre los pensamientos de otros personajes para mostrar cómo ven a Adrián, qué piensan o qué sienten, o conocer algo más de su pasado. Aunque nunca serán los narradores de la historia, eso se lo dejo a Adrián, creo que esos pensamientos pueden ayudaros a conocerlos y entenderlos mejor, puesto que ahora sólo los conocéis a través de los ojos de Adrián.

¿Qué os parece?

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