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domingo, 14 de marzo de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capítulo 14

 

Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 14

 

Han pasado dos semanas desde mi fiesta de cumpleaños. En este tiempo he conseguido no meterme en ningún lío, ni en casa ni en el colegio. He aprobado los dos exámenes de recuperación, saqué un 9 en historia y un 8 en lengua, incluso mi tutora el viernes me felicitó por las notas y, sobre todo, porque no ha recibido ni una sola queja desde que volvimos de Semana Santa. Aún tengo suspendida la primera evaluación de lengua por lo que la profesora me ha ofrecido hacer un trabajo de literatura y un examen de gramática y ortografía para recuperarla, y he accedido ya que si no recupero el trimestre tendría que examinarme en septiembre y eso significaría pasarme el verano estudiando, y no quiero ni pensar en lo que mi padre haría conmigo.

Mi relación con Natalia ha mejorado mucho, le estoy agradecido por lo que hizo por mí después de la fiesta, y me ha dejado un poco más de espacio, eso no quiere decir que no haya estado controlando todo lo que hago, pero también es cierto que he intentado ser más responsable con mis obligaciones y levantarme sin enfadarme en cuanto suena el despertador.

Después de la fiesta hablé con Shaila, no fui muy amable con ella y tuve que reconocerle que tenía razón en lo que me dijo sobre el alcohol. Con Martina he estado un poco cortado y distante este tiempo, recuerdo perfectamente en qué estado me vio y lo que me dijo cuando llegó mi padre. Por suerte, mi padre llegó en el momento oportuno y no llegué a decirle a Martina nada de lo que después pudiera arrepentirme.

Después de la fiesta me preocupé mucho por lo que mi padre me había dicho sobre beber alcohol a nuestra edad y que había puesto en peligro a mis amigos. Hablé con Nico ya que él también había tomado sangría, pero me dijo que sólo había bebido un vaso y medio por lo que no se encontró mal y sus padres no lo notaron, ¡menos mal!, me hubiera sentido fatal si llego a meterlo en otro lío. Y ninguno de los otros chicos bebió más que un vaso, como máximo.

El domingo pasado mi padre me levantó el castigo de cero salidas hasta nueva orden que volvió a mi vida después de la fiesta, y me sorprendió con unas entradas para la final de un torneo de tenis profesional que se celebraba en la ciudad. Pasamos todo el día juntos, por la mañana fuimos al partido, comimos fuera y por la tarde estuvimos paseando. Y esta semana he podido salir un par de tardes con mis amigos, he tenido mucho cuidado en tener el móvil conectado y en llegar a la hora acordada con Natalia. Parece que mi padre vuelve a confiar en mí y eso me hace muy feliz, debo comportarme bien y ser responsable para no decepcionarlo otra vez.

Hoy celebro mi cumpleaños en el parque de atracciones, he quedado con mis amigos en la entrada a las diez.

 

MARTINA

A finales de verano me trasladé a esta ciudad con mi familia, cuando llegué no conocía a nadie, mis padres me matricularon en un colegio nuevo. Soy algo tímida y me daba miedo no hacer amigos pero, por suerte, mis nuevos compañeros me acogieron muy bien y me hicieron sentir cómoda en clase.

Me he hecho muy amiga de Shaila, en estos meses se ha convertido en mi mejor amiga. Por lo que me contó, desde principios de verano es la novia de Nico, el mejor amigo de Adrián, es por esto que muchas veces quedamos con ellos dos y por lo que he llegado a conocerlos bastante bien.

Cuando me presentaron a Adrián me pareció un chico muy guapo. Es alto, atlético, rubio, con ojos azules, y, como yo, algo tímido, aunque después he descubierto que puede ser muy descarado y payaso. Me cayó bien enseguida, pues también es simpático y agradable. Shaila me lo describió como el alumno modélico, el preferido de todos los profesores, el que siempre colaboraba en clase, tenía muy buen comportamiento y sus notas eran excelentes, además de ser buen compañero, pero ése no es el chico que yo he conocido estos meses. Desde que conozco a Adrián no hace más que meterse en problemas en el colegio. En clase suele estar distraído, hablando o, incluso, durmiendo, los profesores le reprenden constantemente, y eso cuando no hace pellas, o se escapa, o les falta al respeto, por lo que tiene un montón de faltas disciplinarias. Además sus notas han sido bastante malas, ha suspendido muchos exámenes, ha dejado tareas sin presentar y olvidó leer una novela obligatoria de lengua, pero no es que no sea inteligente sino que no es nada aplicado. Cuando nos tocó preparar una exposición de biología juntos me preocupé un poco, aunque por una parte me gustaba la idea de pasar tiempo con él, por otra me daba miedo que no se implicara o que hiciera alguna tontería que perjudicara mi nota, pero eso no pasó, se implicó mucho en el trabajo y me di cuenta de que realmente es muy inteligente y, cuando quiere, trabajador y responsable.

Creo que esa mezcla entre chico tímido y chico malo es lo que me ha enamorado de él, realmente me gusta y me gustaría que fuéramos novios. Según Shaila yo también le gusto a él, pero yo no estoy demasiado segura de eso, conmigo a veces se muestra tímido y después hace payasadas por lo que me saca fácilmente una sonrisa o una carcajada. Pero su relación conmigo ha cambiado en estas dos últimas semanas, desde su fiesta de cumpleaños noto que me ignora y me evita.

Después del trabajo de biología nos habíamos acercado, estábamos menos cortados el uno con el otro, y ese roce largo de nuestras manos en el cine creo que no fue una casualidad. Pero ahora casi no me dirige la palabra ni me mira, no hace payadas y evita encontrarse conmigo, no sé qué le pasa. ¿Se habrá enfadado conmigo? Creo que no le gustó que en la fiesta le dijera que no debería seguir bebiendo, pero Shaila me dijo que después de la fiesta se disculpó con ella y le reconoció que tenía razón con el tema del alcohol, entonces ¿qué le pasa conmigo?

Hoy me ha invitado a ir al parque de atracciones para celebrar su cumpleaños, intentaré hablar con él, aunque no sé muy bien qué decirle, Shaila me ha prometido que me ayudará para que nos quedemos a solas.

 

ADRIÁN

Llegamos puntuales a la entrada del parque, poco a poco van llegando mis amigos con sus padres, todos hablan con mi padre o con Natalia, que pasarán el día con nosotros en el parque por si pasara alguna cosa, ¿qué creen que va a pasar? ¡Es un parque de atracciones y ya no somos unos niños pequeños!

Cuando ya estamos todos mi padre habla con nosotros, nos recuerda que tengamos los móviles encendidos y que Natalia y él estarán pendientes por si necesitamos alguna cosa, revisa que en la lista de invitados que le di todos los móviles sean correctos, nos dice que no nos separemos, que no quiere que ninguno se quede solo y que tengamos cuidado. También nos dice dónde y a qué hora nos encontraremos para comer, y nos pide que no lleguemos tarde ¡uf, qué pesado! ¡papá, que son mis amigos, no me avergüences! Finalmente entramos al parque.

Adrián: Papá, ¿te apuntas a subir a alguna atracción?

A mi padre le gustan las atracciones y, aunque espero que no esté todo el día pegado a nosotros, sí que tengo ganas de subir a alguna con él.

Carlos: ¡Claro! ¿Por dónde queréis empezar?

Adrián: Por la gran montaña rusa.

Todos: ¡Sí, vamos!

Natalia va al restaurante donde comeremos para acabar los preparativos.

Subo con mi padre a la montaña rusa y nos sentamos uno al lado del otro. Al bajar quiere comprar una de esas fotos que venden de recuerdo, nos buscamos en las pantallas, la verdad es que hemos quedado muy bien. Después vamos a la caída libre y al barco pirata. Nuestra siguiente elección es la casa del terror, mi padre dice que para él ya ha sido suficiente y se marcha a encontrarse con Natalia, no sin antes recordarnos que tengamos cuidado, que no hagamos tonterías y que seamos puntuales a la hora de la comida.

Seguimos subiendo a las atracciones, estamos disfrutando mucho, hacemos bromas y nos reímos un montón. Veo que Martina está algo seria y bastante distante conmigo, eso me entristece pero supongo que me lo he buscado, es como he estado yo con ella las últimas semanas. Y todo el tiempo está cuchicheando con Shaila.

Llegamos al restaurante a la hora acordada. Han preparado una gran mesa para todos en un pequeño salón privado que han decorado. Nos ponen unos aperitivos, pedimos refrescos y escogemos entre pollo, pizza o hamburguesa de segundo, no es el restaurante elegante que hubiera elegido mi padre sino uno de comida rápida, pero esto es lo que nos gusta a nosotros. Al final de la comida sacan un pastel con quince velas, ¡eso no me lo esperaba, ha sido una gran sorpresa!

Después de comer seguimos yendo a algunas atracciones, Nico va a la zona de la feria y, con buena puntería, consigue un peluche que le regala a Shaila, me gustaría tanto hacer lo mismo para Martina, pero hoy estamos más distantes que nunca, me estoy planteando que quizás no debería haberla invitado …

Vamos al castillo encantado, será la última atracción del día pues ya falta poco para la hora que nos ha dado mi padre para encontrarnos y no queremos arriesgarnos a llegar tarde. Cuando vamos a entrar Shaila me llama.

Shaila: Adrián, no sé dónde se ha metido Nico, creo que ya ha entrado, ¿me acompañas a dejar el oso en la taquilla para que me lo guarden?

Adrián: Sí, claro, voy contigo.

La acompaño, con nosotros también viene Martina. Dejamos el oso y entramos al castillo, Shaila pasa delante, después entra Martina y, finalmente, entro yo detrás de ellas. El castillo es como una especie de laberinto en el que debemos pasar por unos pasillos y encontrar la salida, por todo el recorrido hay pequeñas trampas que debemos superar como escaleras que se mueven, suelos inestables, zonas con espejos que esconden la salida … Veo que Martina se para delante de una pequeña zanja que se debe saltar.

Adrián: Vamos Martina, salta.

Martina: No puedo, me da miedo caerme.

Adrián: No es peligroso, ya verás, es una zanja pequeña, y si llegaras a caerte hay una red de seguridad debajo.

Martina: Vale, lo intento.

Pero sigue paralizada delante de la zanja.

Adrián: Ven, dame la mano, te ayudo, ¿qué te parece si saltamos los dos a la vez?

Veo como se sonroja.

Martina: Vale, gracias.

Nos damos la mano y saltamos. Seguimos el laberinto, sin soltarnos, y llegamos a la salida. Espero encontrarme con mis amigos fuera del castillo pero no los veo. ¿Dónde se habrán metido? ¡¿Nos han dejado solos?! Cojo el móvil para llamar a Nico y preguntarle dónde están.

Martina: Adrián, ¿podemos hablar?

La voz le tiembla un poco, la miro y veo que está con la mirada baja y completamente sonrojada.

Adrián: Sí, claro, dime.

Martina: Aquí no, allí delante hay unos bancos, ¿vamos a sentarnos?

Vamos a los bancos, no entiendo qué le pasa. Cuando ya estamos sentados levanta la cabeza y me mira.

Martina: Adrián, ¿qué te pasa conmigo?

La pregunta me coge por sorpresa, me quedo en blanco, no sé qué decirle.

Martina: Quiero decir que desde la fiesta casi no me hablas y me evitas, ¿estás enfadado conmigo? ¿Te molestó que te dijera que no debías seguir bebiendo? Lo siento, no quería molestarte, pero me pareció que no estabas bien … y pensaba que éramos amigos.

Veo como se le llenan los ojos de lágrimas aunque intenta disimularlo.

Adrián: No, no estoy enfadado. Y tenías razón, ya había bebido demasiado. Lo siento, si te he evitado es porque en realidad estaba avergonzado porque me viste en ese estado. Cuando mi padre encendió la luz evitó que te dijera algo de lo que me hubiera arrepentido mucho, porque en ese momento no pensaba con claridad y, sí, me enfadé, pero después me di cuenta de que solo me lo dijiste por mi bien, precisamente porque eres una buena amiga. Igual que lo que me dijiste al oído después de ofrecerle a mi padre un vaso de sangría. Lo siento mucho, de verdad, es que no me atrevía a hablar contigo porque temía ruborizarme, como ahora. No pretendía hacerte daño, y ahora veo que te lo he estado haciendo estos días con mi actitud, ¿qué puedo hacer para que me perdones?

Se le escapan un par de lágrimas que rápidamente se quita con la mano.

Martina: Ya está, ahora que sé lo que te pasaba estoy mucho más tranquila, sólo espero que nuestra relación vuelva a ser como antes.

Adrián: Sí, lo siento, yo también. ¿Borrón y cuenta nueva?

Martina: Claro.

Martina me sonríe abiertamente, hace días que no veía su preciosa sonrisa. Yo también sonrío.

Adrián: Tengo una idea, vamos a la feria.

Yo también tengo buena puntería y le consigo a Martina un oso como el de Shaila, veo que le gusta mucho.

Martina: Gracias Adrián, ¡me encanta!, ya está todo compensado.

Ríe y me saca la lengua, ¡uf!, qué bien que hayamos arreglado las cosas, menos mal que ella ha tomado la iniciativa, yo no me atrevía a hacerlo.

Vamos caminando y charlando tranquilamente cuando suena mi móvil. No me apetece contestar pero lo saco de mi bolsillo, es mi padre.

Adrián: Hola papá, dime.

Carlos: ¿Cómo que hola papá? ¿Tu has visto qué hora es?

Aparto el móvil y miro la hora, ¡mierda!, pasan 15 minutos de la hora de encuentro.

Adrián: Lo siento papá, no me di cuenta de qué hora era.

Carlos: ¿Está Martina contigo? Han llegado todos menos vosotros dos.

Adrián: Sí papá, lo siento, ya vamos. Pero tardaremos un poco porque estamos en la otra punta del parque.

Carlos: Apresuraos, y tú y yo ya hablaremos en casa.

¡Ups! Ya la he metido otra vez, espero que mis amigos no hayan oído nuestra conversación.

Martina y yo vamos todo lo rápido que podemos.

Martina: ¿Está muy enfadado? Lo siento, ha sido culpa mía, yo te he entretenido, he intentado todo el día hablar contigo pero no me atrevía. Se lo diré a tu padre para que no se enfade contigo.

Adrián: Tranquila, no es necesario que le digas nada, yo no he estado pendiente de la hora. Gracias por hablar conmigo y arreglar las cosas, no me hubiera perdonado perder tu amistad por mi actitud.

Llegamos a la entrada del parque, en el punto de encuentro. Mi padre se acerca a mí, me coge por los hombros en un medio abrazo, me sonríe y me besa en la cabeza. ¡Papá, delante de mis amigos no!

Carlos: ¿Todo bien?

Adrián: Sí papá.

Salimos del parque, ya están los padres de mis amigos esperando. Nos despedimos de todos ellos y volvemos a casa.

Carlos: Vamos a tu habitación.

Suspiro y me dispongo a subir, mi padre me coge por los hombros y sube conmigo.

Adrián: Lo siento papá, se me pasó la hora, no lo hice aposta, de verdad.

Carlos: Ya me lo imagino, ¿lo pasaste bien?

Adrián: Sí, muy bien, fue un día genial. ¿Me vas a castigar? Me he portado muy bien estas dos últimas semanas, podemos volver a los castigos de no salir, no ver la tele, nada de consola …

Mi padre se ríe.

Carlos: No, esos te los saltabas y no funcionaban, con el nuevo método has mejorado mucho. Pero tienes razón en que desde la fiesta te has portado muy bien y estoy muy contento por ello, por lo que solo serán 10 nalgadas, considéralo una advertencia para que no se te olvide respetar las reglas, ¿vale?

Dicho esto se sienta en mi cama, voy hacia él, me bajo el pantalón y me tumbo sobre sus rodillas. Me acaricia la espalda.

Carlos: ¿Por qué te voy a castigar?

Adrián: Por saltarme la hora de llegada.

Me sujeta y empieza el castigo, sólo diez, creo que puedo soportarlo. Ni siquiera me baja el bóxer.

PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, snif

Adrián: Au, papá, han dolido.

Carlos: Vamos, no seas quejica que te he castigado mucho más duro que esto.

Sonrío, me levanto, me visto y le abrazo. Me lo devuelve.

Adrián: El beso delante de mis amigos sobraba.

Carlos: Considéralo parte del castigo. Ahora, ¿me cuentas qué tal te ha ido el día? ¿Cómo es que llegasteis Martina y tú solos, y más tarde? ¿Y ese oso que traía?

Le cuento todo, hablamos un rato antes de ir a cenar.

Carlos: ¿Para cuándo tienes el trabajo y el examen de recuperación del primer trimestre de lengua?

Adrián: Para este jueves.

Carlos: ¿Cómo lo llevas?

Adrián: El examen es sólo de la parte de ortografía y gramática. Lo llevo muy bien, he estado estudiando y haciendo ejercicios. El trabajo de literatura aún no lo he terminado pero ya he hecho bastante, sólo me queda analizar dos textos como parte final. Natalia me ha estado supervisando y ayudando.

Carlos: ¿Me lo enseñas?

El trabajo es sobre literatura medieval, ¡qué rollo!, ¿a quién le interesa eso? Pero mejor un trabajo que un examen. Tengo una parte importante terminada, lo he situado en el contexto histórico, he explicado las principales características de la lírica y la épica medievales y he mencionado los principales autores y descrito sus obras. Ahora tengo dos textos para analizar, en ellos tengo que buscar las características que he descrito anteriormente para deducir de qué tipo de texto se trata y relacionarlos con la época. Enciendo el ordenador y le enseño la parte que tengo terminada, parece satisfecho con mi trabajo.

Carlos: Bien, veo que has estado trabajando duro, pero no está terminado, nada de salidas hasta que esté listo, ¿de acuerdo?, y no quiero tonterías.

Adrián: Sí papá, ¿estoy castigado?

Carlos: No, no es un castigo, pero quiero asegurarme de que lo terminas y recuperas la asignatura. ¿Cuándo empiezan los parciales?

Adrián: Dentro de dos semanas, ¿por qué?

Carlos: El próximo fin de semana es el puente de mayo y tienes cuatro días de fiesta, había pensado en ir a París, pero no quiero que eso interfiera con tus exámenes.

Adrián: ¡Sí, papá! ¡Vayamos! Tengo ganas de ver a los primos y a los tíos, por favor. No habrá ningún problema con los exámenes, estas últimas semanas he atendido en clase y llevo bien todas las asignaturas, ¡de verdad!

Mi madre era hija única pero mi padre tiene un hermano, Luís. Antes vivía en la misma ciudad que nosotros pero por el trabajo, hace casi cuatro años, se trasladó con su familia a París. Está casado con Alicia y tiene tres hijos, Pablo dos años mayor que yo, Víctor de mi edad, sólo un par de meses menor, y Paula, que tiene cinco años y medio menos. Me llevo muy bien con ellos, especialmente con Pablo y Víctor, con Paula también aunque por ser chica y ser la más pequeña es un poco mimada y, a veces, si hacemos alguna tontería, nos fastidia porque es muy chivata. Mi padre y mi tío están muy unidos, nos vemos varias veces al año, la última fue durante las vacaciones de Navidad, en las que ellos pasaron unos días en nuestra casa.

Carlos: Bien, iremos. Pero quiero que dejes todas las tareas terminadas y que te lleves los apuntes para estudiar para los exámenes que tengas la siguiente semana, cada día dedicarás un par de horas a ello, ¿de acuerdo?

Suelto un bufido, ¡qué fastidio!, pero no tengo más remedio que decirle que sí, quiero ir a París.

Adrián: Sí papá, lo haré.

 

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