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lunes, 10 de mayo de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capítulo 25

 

Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 25

 

El domingo me despierto de muy buen humor. Ayer, después de que Nico dejara de cotillear y colgara el teléfono, estuve hablando un buen rato con Martina. Le propuse venir hoy a mi casa a la piscina y a ella le pareció fenomenal, quedamos que también se lo diría a Nico y a Shaila. Bueno, siempre y cuando mi padre me dé permiso.

Voy a desayunar, mi padre está leyendo el diario, últimamente los domingos no trabaja y se queda en el comedor hasta que yo me levanto, y aprovechamos para hablar un rato.

Adrián: Papá, ¿puedo invitar a mis amigos a la piscina?

Carlos: Con tus amigos, ¿te refieres a Martina?

Le sonrío.

Adrián: Sí, a Martina y también a Nico y a Shaila, ¿puedo?

Carlos: Depende, ¿has terminado todos los deberes?

Adrián: Sí papá, ¿puedo?

Carlos: Sí, no hay problema, si vienen a media mañana podréis aprovechar las horas de más calor. Y pueden quedarse a comer si quieren, ¿qué te parece?

Adrián: Gracias papá, ahora los llamo.

Termino el desayuno y me voy corriendo a mi habitación para avisarlos. Cuando entro me fijo en los libros y cuadernos que tengo sobre el escritorio, me faltan por terminar los deberes de lengua, pero puedo hacerlos esta tarde, no me llevará mucho tiempo.

Llamo a Martina y le digo que mi padre me ha dado permiso, ella ya ha preguntado a los suyos y le han dicho que puede venir. Después llamo a Nico, me dice que tiene que preguntar pero seguramente no habrá problema, y él mismo avisará a Shaila. Mientras estoy preparando la ropa para la piscina me llega un mensaje de Nico, él y Shaila tienen permiso, ¡qué bien!

La primera en llegar es Martina, su padre la ha acompañado y vendrá a buscarla hacia las cinco. Vamos a la piscina y aprovechamos que mi padre no está para darnos un beso. Alrededor de la piscina hay una zona de césped con algunas tumbonas, al lado un baño y una pequeña cocina con nevera y barbacoa, y una zona para comer al aire libre. Martina deja sus cosas en una tumbona, le enseño dónde está todo y le ofrezco un refresco. Unos diez minutos más tarde llegan Nico y Shaila, mi padre los acompaña y aprovecha para preguntarnos qué vamos a querer para comer. Decidimos pedir comida en un japonés al que he ido varias veces con mi padre y que me gusta mucho. Mi padre dice que más tarde vendrá un rato a la piscina y comerá con nosotros.

Nos ponemos los bañadores y nos echamos protector solar, yo se lo pongo a Martina en la espalda, ¡está tan guapa con su bikini! Nos metemos en la piscina, estamos un buen rato nadando y jugando. Cuando nos cansamos salimos, nos ponemos en las tumbonas a tomar el sol y charlamos. Mi padre viene, se da un chapuzón y se tumba a leer. Estamos charlando, saltando de un tema a otro, pero de pronto la conversación se desvía hacia un tema que no me gusta nada.

Shaila: La profe de lengua se pasó un montón con los deberes, me costó mucho analizar las últimas frases.

Martina: Sí, yo estuve un buen rato y tengo muchas dudas con la penúltima. Adrián, ¿qué tipo de subordinada has puesto que era?

Adrián: ¿Eh? ¿La penúltima? No recuerdo muy bien cuál es.

Le hago señas con los ojos mirando de refilón a mi padre. Parece que Martina lo pilla, pero Shaila no.

Shaila: Es esa tan larga, ¿cómo puedes no recordarla?

Martina le hace una seña para que se calle y la interrumpe.

Martina: Sí, la larga, a mí no me ha acabado de salir. ¿Nos metemos otra vez en el agua?

Mi padre sigue leyendo, espero que no se haya dado cuenta. Nos bañamos un rato más hasta que llega la hora de comer. Mi padre se viste y va a esperar a que llegue la comida, nosotros ponemos la mesa.

Martina: Adrián, no has hecho los deberes de lengua y tu padre piensa que los has terminado, ¿me equivoco?

Me muerdo el labio y niego con la cabeza, Martina me ha pillado.

Martina: Pues ya puedes ponerte en cuanto nos vayamos porque las oraciones son muy largas y enrevesadas, se tarda bastante en hacerlos.

Me ruborizo, no es la primera vez que siento como si Martina me regañara.

Adrián: Martina, ahora suenas como mi padre.

Martina: Es que no me gusta cuando los profes te regañan por no hacer las tareas o cuando sacas malas notas. Y no quiero que termines de nuevo en el despacho del director.

Adrián: Vaya, pues este curso me he lucido. Y yo que pensaba que te gustaban los chicos malos, ¿cómo aceptaste salir conmigo?

Martina me da un beso rápido y se ríe.

Martina: Tienes otros encantos.

Acabamos de poner la mesa, saco agua y unos refrescos de la nevera y mi padre viene con la comida. Comemos, charlamos y nos reímos un montón. Pasamos un rato muy agradable.

Después de comer empieza a hacer aire, estar en la piscina no es agradable. Nos damos una ducha rápida y nos cambiamos. Vamos a mi habitación a jugar a la consola.

Martina: Vaya, hoy sí veo bien tu habitación, durante la fiesta no pude fijarme. ¡Es enorme! Y parece diferente.

Adrián: Sí, es muy grande. Para la fiesta movimos el sofá, tapé el piano y en el escritorio pusimos la comida y la bebida.

Da una vuelta mirándolo todo, y se para delante del cartel de la puerta, me da un vuelco el corazón, ¡mierda! No quería que lo viera, me da vergüenza, el único que lo había visto y leído es Nico.

Martina: ¿Y esto?

Adrián: Reglas, mi padre me pidió que las pusiera en la puerta para que las vea y las recuerde cuando salga. Ya ves que últimamente meto la pata bastante seguido.

Me he sonrojado, la miro de reojo mordiéndome el labio.

Martina: A mí me parece adorable, supongo que la del alcohol te la hizo escribir después de la fiesta.

Adrián: Sí, fue la primera y la última vez que lo probé, de verdad.

Martina se va hacia el piano y le pasa el dedo suavemente.

Martina: Sabía que dabas clases de piano pero no que tuvieras uno, ¡qué chulo! ¿Por qué no nos tocas algo?

Adrián: El piano era de mi madre, fue ella quien empezó a enseñarme a tocar y, después, cuando vio que me gustaba, me apuntó a clases. Con ella practicaba a diario y solíamos tocar a dúo. Ahora sigo yendo a clases pero en casa casi no lo toco.

Creo que mi voz ha sonado bastante triste, me gusta tocar el piano pero era algo entre mi madre y yo. Martina se me acerca y me abraza.

Martina: Perdona, no lo sabía, no quería entristecerte.

Adrián: No pasa nada, ¿queréis que toque una canción?

Todos me dicen que sí. Busco una partitura, sé cuál voy a tocar, es una canción que me enseñó mi madre, es muy alegre y me gusta mucho. Hacía tiempo que no la tocaba.

Martina: Tocas muy bien, Adrián.

Shaila: Que música tan alegre, me ha gustado mucho.

Nico: Vaya, hacía como dos años que no te veía tocar el piano.

Me seco disimuladamente una lágrima que se ha escapado, guardo la partitura y tapo el teclado. Me voy hacia el ordenador, saco la consola, algunos juegos y los mandos.

Adrián: Vamos, ¿a cuál queréis jugar?

Pasamos un par de horas jugando a la consola, en parejas y en solitario, nos retamos y hacemos un minitorneo que gano yo. Lo pasamos muy bien y nos reímos un montón. A las cinco vienen a buscar a Martina, y Shaila y Nico se van poco después.

Cuando me quedo solo me siento en mi escritorio y me pongo con los deberes de lengua. Estoy en ello cuando se abre la puerta y entra mi padre.

Carlos: ¿Haciendo los deberes de lengua?

Lo miro y hago una mueca.

Adrián: Sí, te has dado cuenta, ¿verdad?

Carlos: Parece que no se me escapa una. Adrián, me has mentido esta mañana, me has dicho, sin ni siquiera vacilar, que lo habías terminado todo. Y sabías perfectamente que no era así, no me ha parecido en la piscina que te hubieras olvidado.

Adrián: Lo siento papá.

Carlos: Ven aquí.

Adrián: No, por favor, no me castigues.

Mi padre me mira fijamente y levanta una ceja. Respiro hondo, me levanto y me acerco a él. Me coge por el brazo, me gira y me da cinco nalgadas fuertes.

PLAS, au, PLAS, ai, PLAS, no papá, PLAS, basta, PLAS, ai.

Me suelta el brazo y me froto el trasero. Cuando me pega así, de pie, son pocas pero contundentes, utiliza bastante fuerza.

Adrián: ¡Au papá! Eso ha dolido.

Carlos: Claro, no pretendía acariciarte. Considéralo una advertencia, no me gustan las mentiras. Te has saltado una regla, lo sabes, ¿verdad?

Adrián: Sí papá. Cada día eres más intransigente.

Carlos: Y tú cada día eres más descarado. Venga, dame un abrazo. Y quiero los deberes terminados antes de la cena.

Asiento con la cabeza y nos abrazamos. Termino los deberes y cenamos juntos. Mientras charlamos, le explico que Martina me ha pedido que tocara el piano para ellos y, aunque me ha costado, lo he hecho. Mi padre se alegra mucho por ello.

 

 

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