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domingo, 8 de agosto de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capítulo 34

Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 34

 

Carlos: Buenos días, campeón. ¿Cómo estás? ¿Sigues enfadado?

Mi padre está sentado en la cama, a mi lado, y me está acariciando la espalda. Sigo tumbado bocabajo, me doy la vuelta, el trasero aún me duele un poco, hago una mueca.

Carlos: ¿Aún te duele?

Adrián: Sí, la regla duele mucho, te pasaste.

Lo miro y pongo un puchero. Me revuelve el pelo y me besa.

Carlos: ¿Me das un abrazo?

Me siento en la cama y le doy un abrazo, me lo devuelve y me acaricia la espalda.

Adrián: Lo siento mucho papá, sé que no está bien lo que hice. ¿Me perdonas?

Carlos: Claro cariño, ya te perdoné, siempre te voy a perdonar hagas lo que hagas. Eres mi hijo y te quiero mucho, eres lo más valioso que tengo y no quiero que te pase nada.

Tengo que preguntarle algo que me da vueltas en la cabeza desde que recibí su mensaje en el móvil.

Adrián: Papá, ¿cómo me pillaste?

Carlos: Me llegó un aviso del cargo en la cuenta cuando compraste la entrada.

Me separo de él y lo miro a los ojos.

Adrián: ¿Qué? ¿Me controlas lo que hago con el dinero que me ingresas en la cuenta?

Carlos: Desde tu cumpleaños sí, marqué un límite a partir del cual me llega inmediatamente un aviso del gasto al móvil.

¿Qué? ¿Va en serio? No me gusta que me controle tanto. Lo miro, hago una mueca y le sonrío.

Adrián: A partir de ahora, ¿puedes darme la mesada en efectivo?

Mi padre se lo toma a broma, aunque yo lo decía en serio. Es cómodo tener el dinero en una cuenta y pagar con el móvil, pero si ayer hubiera pagado en efectivo no me hubiera pillado.

Carlos: ¿Te vistes y vamos a desayunar?

Adrián: ¿No has desayunado aún? Pero si tú siempre te levantas muy pronto. Y ahora que lo pienso, es sábado, a esta hora normalmente ya estarías en el despacho, ¿no tienes trabajo hoy?

Carlos: Sí, pero lo haré más tarde, tenía que hablar contigo y asegurarme de que todo está bien entre nosotros, tú eres más importante que el trabajo.

Sonrío y lo vuelvo a abrazar. Mi padre se va, me ducho, me visto y voy al comedor. Ya está el desayuno en la mesa y mi padre está tomando una taza de café, para mí ha preparado un zumo. Cuando estamos terminando entra Natalia. Me viene una imagen en la cabeza, ¿vi cómo se besaba con mi padre? ¿Lo soñé? No, la imagen es demasiado nítida, no fue un sueño. Pero, ¿desde cuándo? Y, si están saliendo, ¿cómo me afecta a mí? Estoy contento con el tiempo que ahora pasa mi padre conmigo, no quiero compartir ese tiempo con Natalia. Noto como mi humor cambia.

Mi padre termina de desayunar, se acerca a mí y me da un abrazo y un beso. Me dice que tengo permiso para salir, si quiero, con mis amigos, pero que quiere que esté en casa para el almuerzo, después se va a su despacho a trabajar. Natalia entra en la cocina y vuelve con una taza de café, se sienta conmigo en la mesa y me pregunta si he hecho planes para esta mañana. Me la quedo mirando, aún no puedo creer lo que vi ayer pero no me gusta nada. De repente me siento enfadado, estoy de muy mal humor, no me puedo quitar esa imagen de la cabeza y ¿ella pretende actuar como si no hubiera pasado nada?

Adrián: ¡Déjame en paz! ¡Eres idiota!

Veo una expresión de sorpresa en la cara de Natalia. Me levanto y me voy, subo a mi habitación y cojo mis cosas. Bajo y me dirijo al recibidor para salir de casa, me encuentro con Natalia.

Natalia: Adrián, ¿qué te pasa? ¿Dónde vas?

Adrián (gritando): A ti no te importa, no eres mi madre, no tienes derecho a controlarme. Vete de mi casa y de mi vida.

Abro la puerta y me voy. Llamo a Martina, quedamos en el paseo marítimo. Me encuentro con ella y paseamos un rato, nos sentamos en unos bancos delante de la playa, le cuento lo que vi ayer por la noche y que no sé muy bien qué pensar, me da miedo que mi padre deje de pasar tiempo conmigo, quizás, si él y Natalia van en serio, se olvidan de mí. Martina me dice que soy un tonto, mi padre me adora y Natalia también, hace tiempo que ella cuida de mí y se preocupa y me trata muy bien. Me dice que cuándo la ha visto conmigo siempre le ha parecido que me trata más como una madre que como una niñera. Martina me aconseja hablar con ellos o, al menos, con mi padre. Yo no estoy muy seguro de cómo hacerlo, ¿qué le digo? Además, seguro que cuando vuelva, mi padre estará enfadado conmigo por como he tratado a Natalia y porque no le he dicho a dónde iba, y además he apagado el móvil justo después de hablar con Martina.

Es casi la hora de comer, no me apetece volver a casa e invito a Martina a comer en un chiringuito de la playa. Pedimos unas tapas y unos refrescos en un local con una terraza con vistas al mar. Pago con el móvil, cuando lo enciendo entran varios mensajes y llamadas perdidas pero no les hago caso. Decidimos dar un pequeño paseo hacia el puerto, caminamos tranquilamente, cogidos de la mano. De repente oigo una voz familiar detrás de mí.

Carlos: ¡Adrián!

Me giro de golpe, noto como me da un vuelco el corazón. Seguro que me ha localizado por el pago con el móvil, ¡mierda!, olvidé que ahora me controla los gastos. Mi padre parece muy enfadado, se acerca a mí, espero que no me pegue delante de Martina.

Carlos: Vamos a casa, ahora, tenemos que hablar.

Su voz suena firme y seria, pero no grita.

Adrián (gritando): No, no quiero, ¡déjame en paz!

Veo como respira hondo, supongo que no quiere gritar, estamos en medio del paseo, hay mucha gente aquí.

Carlos: Adrián, no montes una escena y no hagas más tonterías, que hoy ya has rebasado el límite.

Martina me da un abrazo y me besa en la mejilla, me habla en voz baja.

Martina: Amor, haz lo que te dice y habla con él, explícale lo que te pasa, seguro que lo entiende.

Me quedo paralizado, Martina me coge de la mano y me acerca a mi padre. Él me pasa el brazo por detrás de los hombros.

Martina: Sr. Fuentes, sé que está enfadado, pero escuche a Adrián, deje que le explique qué le pasa.

Mi padre asiente con la cabeza.

Carlos: Gracias Martina. Adrián vamos a casa.

Damos media vuelta y me dirige hacia el coche. Subimos y nos vamos a casa. Cuando llegamos Natalia está en la entrada, mi padre me hace pasar al comedor y le pide a Natalia que nos acompañe. Me indica que me siente en una silla y lo hago.

Carlos: ¿Se puede saber qué pasa contigo? Esta mañana cuando hemos desayunado juntos estabas bien, o eso me ha parecido. Pero has insultado a Natalia y le has faltado al respeto, te has ido sin decir nada, has apagado el móvil y no has vuelto a la hora de comer. ¿Se puede saber qué mosca te ha picado?

Miro a mi padre desafiante pero no le contesto.

Carlos: Adrián, háblame. Martina me ha pedido que te escuche, que deje que me expliques qué te pasa, y eso estoy intentando.

Sigo mirándolo y sigo callado, sé que está muy enfadado y que le estoy enfadando más pero yo también estoy de muy mal humor, los veo a los dos y me viene la imagen de ellos besándose. Mi padre empieza a gritarme.

Carlos: ¿Vas a hablar o voy ya a por la regla y empiezo con el castigo?

Me levanto y salgo corriendo, doy un portazo y me voy a mi habitación, me tumbo en la cama bocabajo y empiezo a llorar. No voy a aguantar otro castigo con la regla, aún me duele el trasero. Unos minutos más tarde oigo la puerta, no necesito mirar para saber que es mi padre con la regla en la mano. Casi espero notar un azote en cualquier momento pero en lugar de eso se sienta a mi lado y empieza a acariciarme.

Natalia: Adrián, por favor, dime qué te pasa, este comportamiento no es normal en ti.

¿Natalia? Eso sí que no me lo esperaba, pero no quiero saber nada de ella. Sigo dándole la espalda, no quiero mirarla.

Adrián: Déjame, buaaa.

Natalia: Vamos, pase lo que pase me lo puedes contar, seguro que puedo ayudarte.

Adrián: No puedes, buaaa, ¡vete!

Natalia: No me voy a ir, peque, quiero saber qué te pasa.

Adrián: Perdí a mi madre hace dos años, buaaa, tú no puedes sustituirla, buaaa, y no quiero, buaaa, perder a mi padre por tu culpa, buaaa.

Parece que Natalia se ha quedado muda, me sigue acariciando pero tarda un rato en hablar.

Natalia: Sé que perdiste a tu madre hace dos años pero yo no intento ni nunca intentaré sustituirla, y por supuesto que no vas a perder a tu padre. ¿Por mi culpa? ¿Qué has querido decir?

Adrián: Buaaa, os vi besaros, buaaa, no quiero que me quites a mi padre, buaaa, si está contigo ya no querrá pasar tiempo conmigo, buaaa.

Natalia: ¿Qué? ¿Nos viste besarnos? ¿Cuándo?

Adrián: Ayer por la noche, buaaa, en el salón, buaaa.

Natalia suspira. Me sigue acariciando y me habla con voz dulce y suave.

Natalia: Lo siento peque, no nos atrevimos a decirte nada y lo descubriste de la peor forma posible. Pero no debes tener miedo, tu padre te adora y su relación contigo no va a cambiar, y yo no dejaré que pase menos tiempo contigo, al contrario.

Con las palabras de Natalia me voy calmando, ¿de verdad no dejará que pase menos tiempo conmigo?

Adrián: ¿De verdad? Snif.

Natalia: Claro que sí. Y yo no pretendo sustituir a tu madre, eso es imposible, con ella tenías una conexión especial además de ser su viva imagen. Pero sí quiero cuidar de ti y estar a tu lado para lo que necesites, de forma muy parecida a cómo lo he estado haciendo todo este tiempo, sólo que si las cosas van bien con tu padre pasaré más tiempo aquí.

Adrián: Y si van mal, snif, ¿entonces te irás?, snif. ¿Y quién estará conmigo cuando él esté trabajando?, snif.

Natalia: No te dejaremos solo, peque, nunca. ¿Me das un abrazo?

Me doy la vuelta y me siento, pero cuando voy a abrazarla me doy cuenta de que mi padre está de pie cerca de la puerta, tiene lágrimas en los ojos.

Adrián: Papá, lo siento, snif, ¿me vas a castigar?

Carlos: No, pero tenemos que hablar los tres. Ahora dale a Natalia el abrazo que te ha pedido.

Abrazo a Natalia y ella me lo devuelve, me acaricia y me da un beso. Mi padre se acerca, se sienta en la cama y nos abraza a los dos. Estamos un rato así, abrazados.

Mi padre propone ir al salón para poder hablar. Así me entero de que hace un rato mi padre estaba dispuesto a darme la paliza de mi vida pero Natalia lo ha impedido, le ha pedido hablar conmigo primero pues todo ha empezado cuando ella se ha quedado a solas conmigo esta mañana. También me dicen que su relación es muy reciente, hace apenas diez días que empezó, y no me lo habían dicho porque no sabían cómo hacerlo ni cuándo sería el mejor momento, ambos tenían miedo de mi reacción, y no los culpo por ello.

Mi padre me asegura que, de momento, nada va a cambiar para mí, por ahora Natalia no se trasladará a vivir con nosotros, para eso debemos estar los tres preparados. Ella me seguirá cuidando y seguirá ayudando a mi padre en su trabajo, pero sí buscarán tiempo para estar ellos a solas, como ayer por la noche, cuando se suponía que yo estaba durmiendo. Además intentará que hagamos pequeñas actividades los tres juntos para que yo vaya ganando confianza, pero siempre me preguntará y no me impondrá hacer nada que yo no quiera.

Estoy un poco más tranquilo, mi padre me pide que cuando necesite decirle o saber algo se lo diga, él no se enfadará e intentará despejar todas mis dudas. También puedo preguntarle a Natalia o explicarle lo que siento, quiere que esté cómodo con ella y con su relación.

Para empezar, Natalia propone ir esta noche a cenar fuera los tres, me lo pienso un momento, no sé muy bien qué decir, pero finalmente acepto, supongo que debo darles una oportunidad. La cena no está nada mal, charlamos y nos reímos, mi padre vuelve a reír y eso me gusta. Me dice que aún no lo sabe nadie más, sólo yo sé que están saliendo, tampoco se lo ha contado a mi tío, y eso que ellos dos no tienen secretos.

 


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