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martes, 12 de octubre de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capítulo 42

 

Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 42

 

Llego a casa y me dirijo al salón. Mi padre me recibe con un abrazo y un beso.

Adrián: Hola papá.

Carlos: Hola campeón, ¿qué tal tu día?

Nos sentamos en el sofá.

Adrián: Muy bien, por la mañana he ido con Natalia a buscar los libros del colegio y hemos comprado algunos cuadernos y el material que me faltaba. Después he ido con mis amigos a la playa y, por la tarde, después de la clase de piano, he quedado con Martina, Nico y Shaila para dar una vuelta. ¿Y el tuyo?

Mi padre me mira y sonríe.

Carlos: Trabajando, hemos acabado el rodaje y estamos en fase de montaje de la película, por lo que a partir de mañana llegaré más temprano. ¿Tienes planes para mañana por la tarde?

Adrián: No, he quedado por la mañana con mis amigos para jugar a fútbol y después queríamos ir a la playa. ¿Por qué?

Carlos: Los padres de Natalia quieren conocerte y nos han invitado a pasar la tarde y a cenar en su casa.

Adrián: ¿Los padres de Natalia? ¿Por qué quieren conocerme?

Carlos: Natalia les ha hablado mucho de ti. Y ella y yo, como sabes, estamos saliendo, es normal que quieran conocerte, ¿no crees?

Adrián: Pero a quien deberían querer conocer es a ti, ¿no?

Carlos: A mí ya me conocen, Natalia organizó una cena cuando tú estabas en el campeonato de tenis y nos presentó. Desde entonces nos hemos visto algunas veces. Pero si no te sientes cómodo no pasa nada, podemos dejarlo para otro momento.

No sé si me siento cómodo o no, es muy raro, nunca había pensado en la familia de Natalia, ahora me doy cuenta de que no sé casi nada de ella.

Adrián: ¿Cómo son sus padres? ¿Son muy mayores?

Carlos: Son bastante jóvenes, más que tus abuelos maternos. Natalia es un poco más joven que yo y cuando nació sus padres no habían cumplido los veinticinco.

Mis abuelos maternos, hace mucho que no sé nada de ellos. En realidad los he visto unas pocas veces cada año desde donde yo recuerdo. Mi madre no se sentía muy unida a ellos, sus padres no querían que fuera actriz sino que siguiera con la empresa familiar, y se distanciaron por ello. Tenían una empresa textil que, aunque era pequeña, les hizo acumular una pequeña fortuna, la vendieron cuando se jubilaron y ahora se pasan casi todo el año viajando. Cuando mi madre tuvo el accidente mi padre consiguió localizarlos pero no vinieron al funeral, y tardaron casi un mes en venir a vernos y a visitar su tumba, mi padre se enfadó mucho y no los ha perdonado.

Adrián: ¿Sabes algo de los abuelos?

Carlos: No mucho, sé que están por Sudamérica. Después de la visita que nos hicieron en Navidad, llamaron una sola vez hace un par de meses y hablamos muy poco.

Adrián: ¿Natalia tiene hermanos? Es que, ahora que lo pienso, no sé casi nada de ella, y menos de su familia.

Carlos: Tiene una hermana dos años menor que ella. Está casada y tiene dos hijos, también estarán en la cena.

Adrián: ¿Y cómo se lleva Natalia con su familia?

Carlos: Muy bien, en realidad están muy unidos. Viven todos en el centro, Natalia y su hermana viven en el mismo bloque de pisos y sus padres viven en una antigua casa adosada muy cerca de ellas. ¿Qué hago? ¿Les digo que iremos o prefieres esperar?

Me encojo de hombros, me ha pillado completamente por sorpresa, no sé si quiero conocerlos o no.

Adrián: No sé papá. Si digo que sí y en el último momento cambio de opinión, ¿te vas a enfadar?

Carlos: Si me dices que no te sientes cómodo y me pides que lo anule no me enfadaré y lo haré. De la misma manera que si vamos y durante la cena me pides que nos vayamos también lo haremos. Pero si no te sientes cómodo y en lugar de decírmelo te pones de mal humor, nos hablas mal, o nos faltas al respeto o nos insultas a Natalia o a mí o a quien sea, entonces sí me enfadaré. Conozco tus reacciones demasiado bien.

Adrián: ¡Papá!

Noto como me sonrojo. Mi padre me sonríe.

Carlos: Tranquilo, los padres de Natalia te caerán bien y tú a ellos también, estoy seguro. Son muy agradables y cariñosos, y Natalia les ha hablado mucho de ti.

Adrián: Esto último no me tranquiliza en absoluto, Natalia les puede haber contado algunas cosas de las que no estoy demasiado orgulloso y que prefiero que no sepan.

Carlos: No te preocupes, por lo que me dijeron sé que les ha hablado muy bien de ti, les ha explicado tus cualidades y se ha guardado tus defectos y las metidas de pata del último año. Y no me ha dejado que yo les cuente mi versión.

Me guiña el ojo y me besa.

Adrián: De momento diles que iremos, pero me lo pienso hasta mañana, ¿vale?

Carlos: Bien, no hay problema.

Adrián: ¿A qué hora quieres ir?

Carlos: Cuando llegue del trabajo, por lo que quiero que estés en casa a las cinco como muy tarde para que te dé tiempo de ducharte y cambiarte antes de irnos.

Adrián: ¿Cambiarme?

Carlos: Preferiría que llevaras ropa un poco más formal, ponte una camisa en lugar de una camiseta, y pantalones largos en lugar de bermudas. El conjunto que compraste con Martina me parece perfecto.

Adrián: Entendido, a las cinco en casa.

El viernes por la mañana salgo con mis amigos y después del almuerzo quedo un rato con Martina. Me anima a conocer a la familia de Natalia, y me tranquiliza cuando le confieso que me da miedo no caerles bien.

Martina: Sé tú mismo, cuando quieres eres encantador, ¿por qué crees que me enamoré de ti?

Adrián: Gracias bella.

Me acerco a ella y me despido con un beso apasionado, son casi las cinco y tengo que irme, no quiero llegar tarde.

Adrián: Hola Natalia, he llegado.

Natalia me recibe con un abrazo.

Natalia: Hola peque, ¿cómo estás?

Adrián: Estoy bien, sólo un poco nervioso.

Natalia: ¿Sigues queriendo ir a conocer a mi familia?

Adrián: Supongo que sí, espero caerles bien.

Natalia: Les caerás bien, estoy segura. Sé tú mismo, eres encantador cuando estás tranquilo y te sientes seguro.

Adrián: Eso mismo me ha dicho Martina, ¿os habéis puesto de acuerdo?

Natalia se ríe. Me voy a mi habitación para ducharme y cambiarme. Le hago caso a mi padre y me pongo el conjunto que me compré con Martina, la verdad es que me gusta mucho.

Cuando salgo de mi habitación me encuentro con mi padre, que acaba de llegar. Me da un beso y un abrazo.

Carlos: ¿Estás bien?

Adrián: Sí papá.

Carlos: Me ducho rápido y nos vamos, ¿vale? Tardo cinco minutos, ¿me esperas en el salón?

Asiento con la cabeza, mi padre entra en su habitación y yo voy al salón y enciendo la tele. No tarda nada en bajar, ya duchado y cambiado, es mucho más rápido que yo.

Carlos: ¿Vamos?

Adrián: Sí, ¿y Natalia?

Carlos: Se ha ido a su casa cuando he llegado, hemos quedado en encontrarnos directamente en casa de sus padres.

Subimos al coche, hasta el centro tardamos unos diez minutos. Mi padre me explica que los padres de Natalia se llaman Juan y Ana. Su hermana se llama Amelia, su marido Enrique y sus hijos son Marcos de 7 años y Bruno de 12. ¡Uf! No sé si me acordaré de todos los nombres. Dejamos el coche en un aparcamiento subterráneo y vamos caminando hasta la casa, un adosado de tres plantas que hace esquina, parece un edificio bastante antiguo y lujoso. Mi padre llama y nos abre una mujer que debe tener poco más de sesenta años, nos sonríe, parece muy agradable.

Ana: Bienvenidos, pasad por favor.

Carlos: Gracias Ana.

Le da dos besos a mi padre y se dirige a mí.

Ana: Hola, tú eres Adrián, ¿verdad? Natalia me enseñó algunas fotos tuyas jugando a tenis, me dijo que eres muy bueno.

Me sonrojo, me fue bien en el campeonato, pero de aquí a decir que soy muy bueno, Natalia ha exagerado bastante.

Ana: Ven, no seas tímido.

Me acerca a ella y me abraza.

Adrián: Hola, encantado de conocerla.

Ana: Puedes tutearme, no soy tan mayor.

Me guiña el ojo y nos acompaña a un gran salón, bastante más moderno de cómo me lo había imaginado viendo el edificio por fuera.

Ana: Natalia aún no ha llegado, no tardará.

En ese momento entra un señor que aparenta la misma edad que Ana, supongo que es el padre de Natalia.

Ana: Juan, mira, ya han llegado. Este chico es Adrián, el hijo de Carlos.

Juan le da la mano a mi padre y una palmada cariñosa en el brazo. Después se dirige a mí y me abraza.

Juan: Hola Adrián, ya tenía ganas de conocerte, Natalia habla mucho de ti.

Adrián: Hola, encantado.

Nos sentamos en el sofá, yo al lado de mi padre, Ana en otro que está al lado y Juan en un sillón que queda delante. Oímos la puerta y enseguida Natalia entra en el salón.

Natalia: Hola, buenas tardes.

Mi padre se levanta y le da un beso. Natalia viene hacia mí, me levanto y la abrazo. Me habla al oído.

Natalia: Hola peque, ¿todo bien?

Adrián: Sí.

Después saluda a sus padres con un abrazo y se sienta al lado de su madre.

Ana: Adrián, ¿has merendado? ¿Tienes hambre?

Adrián: No, estoy bien, gracias.

Ana se levanta y se va, vuelve enseguida con una bandeja de galletas y la pone en la mesilla. Vuelve a salir y Natalia se va con ella, vuelve con unas tazas y dos jarras que parece que contienen café y leche, Ana vuelve unos minutos después con un zumo de naranja recién exprimido y me lo alcanza.

Ana: Natalia me ha dicho que sueles tomar zumo de naranja.

Le sonrío.

Adrián: Sí, gracias.

Todos se sirven café, Ana añade leche al suyo, los demás lo toman solo. Comemos galletas y hablamos. Al principio estoy bastante cortado pero son muy amables y me incluyen en la conversación preguntándome algunas cosas. El padre de Natalia es muy gracioso, no para de bromear y cuenta algunos chistes y anécdotas de cuando era joven, parece que fue bastante tremendo. Su madre es una mujer muy afable y cariñosa, me sonríe todo el rato, habla muy suavemente y se preocupa porque todos nos sintamos a gusto.

Ana: Adrián, ¿sabes que Bruno comenzará secundaria en el mismo colegio al que vas tú?

Adrián: No lo sabía, ¿Bruno es su nieto mayor?

Ana: Hasta ahora sí, pero, si tú quieres, empezaré a verle como el del medio.

Me guiña el ojo y me sonríe. No sé si he entendido bien qué ha querido decir, Natalia no es ni será nunca mi madre, aunque se case con mi padre, pero sí me gustaría tenerlos a ellos como abuelos. Noto como me sonrojo. Mi padre me pone su mano encima de la pierna para llamar mi atención, lo miro y veo que me sonríe de forma bastante tranquilizadora, le devuelvo la sonrisa. Natalia llama la atención de su madre y le dice algo en voz baja. Ana me mira de nuevo y me sonríe.

Ana: Lo siento, no quería incomodarte, ¿estás bien?

Adrián: Estoy bien.

En ese momento entra corriendo un niño que se tira a los brazos primero de Ana y después de Juan. Detrás suyo una mujer que se parece un montón a Natalia, está claro que es su hermana, un chico algo más pequeño que yo con ojos llorosos y un hombre con cara seria. El chico se abraza a Ana.

Ana: ¿Qué pasa, tesoro? ¿Por qué tienes esta cara tan triste?

Bruno: Papá me ha castigado.

Ana: ¿Y cómo es eso posible si tú eres el chico más bueno que conozco?

Bruno: Es que me he enfadado y le he insultado un poquito.

Ana: ¿Cómo de poquito?

Bruno: Le he dicho que es idiota.

Ana: ¿Y crees que está bien que le llames así a tu papá?

Bruno: No.

Ana: ¿Y ya te has disculpado?

Bruno: Sí abuela, y dice que me perdona, pero yo creo que sigue enfadado.

Ana mira a su yerno.

Ana: Vamos Enrique, cambia esa cara, Bruno está arrepentido y tenemos visitas.

Enrique se acerca a su hijo, lo separa de su abuela y lo abraza.

Enrique: Todo está bien Bruno, ¿vale?

Amelia se acerca a su madre, la saluda y la abraza.

Amelia: Mamá, lo consientes demasiado. Bruno ha cambiado la cara cuando ha cruzado la puerta, ya habían hablado y sabe muy bien porque Enrique lo ha castigado.

Después se dirige a mí.

Amelia: Hola, ¿Adrián, verdad? Ya tenía ganas de conocerte, Natalia habla más de ti que de tu padre.

Dirige una mirada de burla a mi padre y me abraza.

Amelia: Soy Amelia, la hermana de Natalia.

Adrián: Encantado, os parecéis un montón.

Amelia me sonríe.

Amelia: Sí, aunque yo soy más joven y divertida.

Le echa una mirada burlona a Natalia.

Amelia: Él es Enrique, mi marido, y mis hijos Marcos y Bruno. Chicos, venid a saludar a Adrián.

Después de saludar y abrazar a Natalia se acercan a mí, nos saludamos y nos damos la mano. No sé el porqué, pero enseguida me caen bien, sobretodo Bruno, ¡vaya manera de manipular a Ana para lograr que regañara a su padre!

Adrián: Hola, encantado. Bruno, tu abuela me ha dicho que empezarás secundaria en el mismo colegio que yo.

Bruno: Sí, empiezo primero este curso, ¿en qué curso estás tú?

Adrián: Este curso haré cuarto. Si necesitas cualquier cosa sólo dímelo y, si quieres, cuando sepas que profes tienes te puedo contar sobre ellos. Pero mejor no les digas que me conoces, no tienen muy buena imagen de mí después del último curso.

Bruno: Gracias Adrián. Natalia dice que eres muy inteligente y que te va bien en el cole.

Miro a Natalia, que me sonríe. Ruedo los ojos.

Adrián: Creo que Natalia sólo os ha contado cosas buenas de mí y ha omitido mi último año. Pero los profes que no me dieron clase en tercero seguro que tienen buena opinión de mí.

Bruno abre mucho los ojos con mi comentario y luego se ríe, no sé si me cree. Enrique me saluda y me abraza, sigue muy serio, ¿será así siempre? Marcos y Bruno saludan a mi padre y lo abrazan, supongo que ya se conocían, me sorprende oír que Marcos lo llama tío.

Ana: ¿Por qué no pasamos al comedor? La mesa es grande y estaremos más cómodos.

Pasamos a un gran comedor, también con una decoración sorprendentemente moderna. Me siento al lado de mi padre y, rápidamente, Bruno se sienta a mi lado, creo que yo también le he caído bien. Ana y Amelia sirven la cena. Mientras comemos hablamos de muchas cosas. Juan y Ana hace un par de años que se jubilaron, él era médico y ella enfermera, Amelia trabaja en publicidad y Enrique es ingeniero y trabaja en una empresa que se dedican a hacer casas energéticamente sostenibles, no entiendo muy bien lo que hace, algún día le pediré que me lo explique más detalladamente, parece interesante.

Después de la cena hacemos un poco de sobremesa, Bruno me dice si quiero jugar con él y con Marcos, nos vamos al salón y saca algunos juegos de mesa. Nos divertimos bastante.

Los adultos salen del comedor, Amelia dice que ya es tarde y que ellos se van. Me despido de Marcos y Bruno, y también de Amelia y Enrique, la verdad es que los cuatro me han caído muy bien. Después Ana me abraza y me pregunta si querré volver otro día, le sonrío y le digo que sí, me despido de ella y de Juan. Mi padre, Natalia y yo salimos, Natalia nos acompaña al coche.

Natalia: ¿Qué tal? ¿Cómo te has sentido?

Adrián: Muy bien Natalia, tu familia es maravillosa.

Natalia: Ahora también es tu familia, y ya te digo que les has encantado. Antes te has preocupado por nada. Nos vemos mañana, ¿vale?

Me da un abrazo y se despide de mi padre con un beso. Subimos al coche y nos vamos.

Carlos: ¿Te lo has pasado bien?

Adrián: Sí papá, muy bien. Me he dado cuenta de que, aunque físicamente se parecen mucho, Natalia y Amelia tienen un carácter completamente diferente. Natalia es como su madre, aunque algo más seria, pero Amelia es exactamente igual que su padre. Y Enrique estaba muy serio, aunque es amable y me ha interesado mucho lo que ha contado de su trabajo, ¿siempre es así?

Carlos: Sí, Enrique siempre parece muy serio, aunque es su expresión, pero también es amable y cariñoso.

Adrián: Y Bruno me ha caído muy bien. He oído a Marcos llamarte tío, ¿lo hace siempre?

Carlos: Sí, Natalia es su tía y él me ha llamado tío desde el primer día, igual que tú llamas tía a Alicia.

Adrián: Ya, pero ¿eso significa que él me considera su primo?

Carlos: No lo sé, eso deberás preguntárselo a él.

Adrián: Y Ana, ¿me considera su nieto? Pero yo no soy hijo de Natalia, ella no es ni nunca será mi madre. No te enfades, porfa, no lo digo porque tenga nada en contra de vuestra relación, sólo es que es así. Aunque últimamente me estoy encariñando con ella, no puedo sentir que sea mi madre.

Carlos: No me voy a enfadar por lo que sientes. Sé que Natalia no es tu madre, y no pretendo que lo sientas así, nadie puede decirte cómo debes sentirte, ni siquiera tú mismo puedes.

Adrián: Pero sí me gustaría tener unos abuelos como Ana y Juan, y creo que a ellos sí podría llegar a llamarlos abuelos, pero eso no tiene sentido si no llamo mamá a Natalia. Igual que no puedo llamar tíos a Amelia y a Enrique, ni primos a Marcos y a Bruno, aunque pueda llegar a sentir que lo son.

Llegamos a casa, mi padre aparca el coche, nos bajamos y me atrae hacia él para abrazarme. Vamos al salón y nos sentamos.

Carlos: Si te sale llamar abuela a Ana la harás la mujer más feliz del mundo pero ella te va a considerar un nieto más la llames como la llames, y no le importará. Puedes llamarlos como tú quieras o sientas, y todos entenderán que no le digas mamá a Natalia. No te preocupes por eso y no le des más vueltas, simplemente cuando hables con ellos los llamas lo que te salga en ese momento, ¿vale? Lo importante es que te hayas sentido a gusto.

Adrián: Gracias papá.

Carlos: Gracias a ti por hacerlo fácil. Me alegra que hayas estado a gusto con ellos, para Natalia su familia es tan importante como lo es para mí la mía. Por eso, igual que a mí me preocupaba que Natalia se llevara bien con tus tíos y primos, a ella le preocupaba que tú y yo nos lleváramos bien con su familia.

Me vuelve a abrazar y me besa.

Carlos: Venga es tarde, ¿nos vamos a dormir?

Adrián: Sí, la verdad es que estoy cansado. Me lo he pasado bien y me apetece volver a verlos.

Lo abrazo, nos damos las buenas noches y me voy a dormir.

 

 

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