LA PREVIA…
Ahí estaba él
sentado en la cama de su hijo apoyando sus codos en las rodillas y sus manos
sosteniendo su cabeza, presa de sus pensamientos. En estado puro de derrota emocional. Franco era un hombre
hecho y derecho había aprendido que la vida no es fácil y logró salir adelante
tenía principios claros y firmes pero esto lo superaba.
Recordaba claramente la promesa que le
había hecho a su hermana cuando eran niños, él jamás de los jamases haría lo que su padre había hecho con ellos, y aquí
estaba ahora planteándose la idea de darle una paliza a su hijo adolescente.
Por supuesto no iba a ser como su padre había sido, una persona violenta y que descargaba sus
frustraciones en ellos a tal punto de dejarlos hechos unos ovillos en una
esquina con marcas de cables, correas, palos, varas o lo que fuera que
encontrara a mano. No, eso no era disciplina era violencia absoluta, no había
consuelo después, a veces ni siquiera sabían porque eran tan tremendamente castigados. Y en uno
de esos episodios fue que él acostado en la cama junto a su hermana después de
una paliza prometió que si alguna vez tenía hijos no sería un mal padre. Y
ambos juraron de corazón cumplir esa promesa.
Pero ahora
era distinto tenía tres preciosos hijos y fue muy fácil cumplir su juramento
cuando eran pequeños, una mirada severa, un reto o sacarles algo que
disfrutaban era suficiente para
mantenerlos a raya. Ah! Qué tiempos aquellos! Pero claro ya habían pasado. Hoy
su hijo menor tenía once años, su hijo mayor, a quien estaba esperando hace
horas, tenía dieciséis, y su amor, su princesa, su ángel, su cielo, su vida,
tenía sus dulces quince añitos. Así que el tiempo donde una mirada era
suficiente había quedado muy atrás. Digamos que aunque estaba seguro que su
hijo necesitaba un poco de mano dura, estaba en una terrible encrucijada no
sabía exactamente qué hacer. Su amigo de la infancia lo había “guiado” en el
arte de disciplinar a un hijo adolescente pero como bien reza el refrán del
dicho al hecho hay mucho trecho. Su
amigo lo había convencido con argumentos muy convincentes que no estaría
maltratando a su hijo, bien ese punto ya estaba. Lo de la intensidad lo entendía también, debía
dejar claro el mensaje. Pero el tercer punto… ahí había otro problema. Él no
era de demostrar sentimientos ya ni a su hijo de once le decía te quiero, bueno
sus hijos tampoco. Las muestras de afecto se demostraban en permisos y regalos,
las frases y palabras cariñosas no eran pronunciadas entre ellos, salvo quizás
en tarjetas de felicitaciones. Eso de
tomarse el tiempo de consolar después con cariños no le cerraba y menos si
tenía que ser a su hijo de ya dieciséis, él lo trataba casi fríamente no era
fácil teniendo en cuenta su infancia. Sin embargo sabía que debía hacerlo si su
padre lo hubiese consolado después no le hubiese importado la magnitud de las
palizas recibidas. Se auto determinó a convencer a su hijo que lo hacía porque
lo quería y no por malvado.
Con esta ensalada en mente esperaba, lo que
venía iba a ser muy difícil pero su hijo no aparecía y por ratos eso lo
convencía más, pero solo por ratos... Levantó la cabeza, la puerta había sido
abierta…
Nota: espero q les guste, Nicole gracias por tus ánimos gracias a ti me anime a escribir. Espero q te guste y que haya llegado
a tus expectativas.
Claro que me gusta, eres realmente genial, y te lo digo enserio no solo por adular
ResponderBorrarMis felicitaciones, en el mensajero te escribí también, continúa por favor, sin presiones y gracias por la dedicatoria...