Daniel
POV
Me
despertó el ruido de los espirales del colchón del pequeño John que estaba
hincado en su cama haciendo su oración matutina. El niño tenía una apariencia
angelical con sus ojos cerrados y su boca moviéndose sin decir en voz alta las
palabras, pero al ser un poco inquieto se movía haciendo un poco de ruido.
El aire acondicionado estaba encendido en un nivel agradable, y las cortinas
tapaban la mayor parte de la luz matutina. Yo recordé que tenía que hacer mi
oración matutina también, o al menos pretender hacerla. Así que me metí debajo
de la sabana y me arrodilla sobre la cama, pero saqué mi celular y me puse a
chatear.
«Buenos días. ¿Cómo estás, Luis?»
En lo que me respondía revisé algunos mensajes que tenía sin leer.
Emilio: «Wey. Qué tal las vacaciones? Por qué no has subido nada a Instagram?».
¡Sí supiera! . Pensé
«Genial. Poca señal»
Respondí y le mandé el mensaje a mi amigo
«Bien, muy bien Dani. Bueno, me llevé una paliza fuertísima, y en frente de
Jonathan y su papá, pero valió la pena. Ya lo hice, con una española que está,
que ni te imaginas.»
Tarde un poco en entender a qué se refería, y cuando lo comprendí sentí algo de
envidia pero también alegría por él.
«Qué bueno Luis. Me alegro por ti, aunque me sorprende que Papá no te matara.»
—Daniel, por favor no voltees, me voy a cambiar.—La voz aguda de John me
sobresaltó un poquito.
—Está bien.—le dije pensando en cómo habían adoctrinado a este niño en aceptar
la doble modestia de la secta, pues creía que no podía verlo en ropa interior
mientras se cambiaba pero si podía pegarle en el culo desnudo cuando se portaba
mal.
«No, afortunadamente no sabe. Me pegó más bien por llegar tarde y estar en una
"fiesta mundana", pero lo otro mejor que ni se entere.»
En ese momento alguien tocó la puerta y entró antes de esperar respuesta.
—No se puede.—exclamó John
—No te preocupes hijo, soy yo.—escuché la voz del pastor.
«Me tengo que ir.» le escribí a mi hermano y escondí el celular debajo de la
almohada mientras escuchaba al pastor entrar al cuarto.
Me destapé y vi que me estaba observando.
—Buenos días. —le dije
—Buenos días, ¿Cómo estás, Daniel? Me da mucho gusto verte orando.
—Gracias—le dije sonriendo y sintiendo una pizca de culpabilidad.
Mientras tanto John salió del baño, donde se había metido para terminar de cambiarse,
y comenzó a intentar peinarse.
—He estado pensando y decidí que en lugar de tomar las clases bíblicas con los
demás, vas a tomarlas directamente de mis apuntes y sermones. Necesito que te
prepares más rápido y más profundamente que los demás. —Yo asentí —Y para que
practiques la predicación te voy a poner a cargo de los hijos de los hermanos
que están tomando el seminario, así podrás enseñarles lo que vas aprendiendo.
Además si eres capaz en lo pequeño también en lo más grande lo serás. —dijo terminando
la referencia al versículo de que "el que es fiel en lo poco, también en
lo más es fiel".
Yo asentí de nuevo e inmediatamente añadí.
—Claro, hermano. Será un honor poder servir a la iglesia.
—Te voy a poner un plan de estudio y te voy a dar acceso a mi computadora para
que estudies los temas y las predicaciones. Si no cumples, te tendré que
corregir, aunque sé que eres responsable.
Yo solamente asentí nerviosamente.
—Respecto a los niños, es una responsabilidad grande pero también una
oportunidad para inculcar el cristianismo en criaturas que todavía son dóciles.
Tu trabajo será el de enseñarles, pastorearlos, animarlos e incluso
disciplinarlos. Recuerda que sus almas son tan o más valiosas que las
nuestras.—En ese momento Jeremías, uno de los hijos del hermano Pedro, nos
interrumpió para avisarnos que el desayuno ya estaba listo.
Mientras
desayunaba rápido los huevos con machaca y el jugo de naranja recién exprimido
que nos sirvieron, para poder irme a bañar y a arreglar antes de que el Pastor
saliera al seminario, pensaba en las nuevas responsabilidades que me acababan
de dar.
Aunque me permitiría cumplir mi propósito más rápido, no estaba seguro de
querer estar bajo el nuevo esquema de aprendizaje diseñado por el pastor, pues
era bastante estricto y si no cumplía estaba seguro de que me daría unas
dolorosas palizas.
Por otra parte, tampoco estaba seguro de querer ser el pastor de niños, pues
tendría que colaborar en su adoctrinamiento, al menos lo suficiente como para
que el pastor no sospechara nada.
Cuando termine de desayunar me excuse y me dirigí a mi cuarto, pero el pastor
me alcanzó.
—Daniel, te programé un paseo con los niños pequeños a la reserva de tortugas,
para que se conozcan y disfruten su primer día contigo. No pasa nada si pierden
un día de clases bíblicas. Además recuerda que no tienes que estar en una
iglesia o un salón para hablarles de Dios, de la Biblia y darles testimonio a
ellos y a los demás.
—Si Pastor. Muchas gracias por tenerme la confianza. —a lo que el pastor sonrió
y se alejó.
Después
de bañarme decidí vestirme un poco más formal, pero que no fuera incómodo en el
paseo. Opté por un pantalón beige y una polo blanca.
...
Unas horas después en el salón del hotel...
Después
de la alabanza matutina, los niños se iban a sus clases bíblicas a alguno de
los dos grupos por edades (6 a 9 años) o (10 a 13 años), pero hoy en pastor
pidió:
—Por favor déjenme dar un aviso antes de que los niños vayan a su clase.
—Espero unos momentos a que todos prestaran atención.—Les presento a nuestro nuevo
pastor de los niños. El joven hermano Daniel.
El Pastor me indicó que pasara al frente y la congregación me aplaudió. No pude
evitar notar la perplejidad en el rostro de mi hermano y la emoción en la cara
de mis padres, lo que me provocó un poco de culpa, mientras el pastor citaba el
versículo de la epístola a Timoteo "Ninguno tenga en poco tu
juventud..."
Después de ese trance en el que sentí esa admiración y aprecio de la
congregación, y esa confianza que me tenían al ponerme en mis manos las almas de
sus hijos, me prometí a mi mismo que no les fallaría a estos niños, aunque
probablemente sus padres no estuvieran de acuerdo con mi propia visión respecto
a cómo no fallarles.
—Para
celebrarlo, el grupo de los pequeños tendrá un paseo con su nuevo pastor a la
reserva de tortugas. —Este anuncio fue seguido de varias exclamaciones de
emoción por parte de los niños, y quejas de algunos pertenecientes al grupo de
los mayorcitos, mismas que fueron silenciadas rápidamente por miradas
amenazantes de sus padres e incluso uno que otro coscorrón.
—Y no se preocupen, también habrá pronto un paseo para el otro grupo.—terminó
el pastor, con lo que los mayorcitos se quedaron más satisfechos.
Al
final los niños se levantaron, pero los pequeños se fueron al estacionamiento
en vez de a sus salones. Las clases las daban los papás de los niños en turnos,
situación que no cambiaría aunque ahora yo era el responsable de ambos grupos.
Pero como iba a ser paseo, el papá que le tocaba dar la clase de quedó en la
reunión principal y yo me quedé con todos los niños.
Eran unos nueve o diez, todos niños, pues solamente me habían dejado a cargo de
los varones, y desde temprana edad los separaban. Todos eran hijos de los
hermanos que habían venido con sus familias al seminario bíblico, y la mayoría
eran provenientes de la ciudad de México. Les pedí que me dijeran sus nombres,
pero no me los iba a aprender a la primera.
En ese momento vi que Luis llegaba corriendo. Estuve a punto de hacer una broma
de lo que me había contado, pero me contube por la audiencia que tenía.
—Papá me pidió... que te diera las llaves de la camioneta. Que... El pastor le
dijo que te la prestara para llevar a los niños al paseo. —me dijo jadeando—Por
cierto. ¿Qué significa esto? ¿Crees que sea lo mejor?
—Luego te cuento—le dije señalando con un ademán a los niños que me observaban
expectantes y emocionados.
—Bueno hermano. Te dejo. Ten cuidado.
Me
dirigí a la camioneta y abatí las dos filas de asientos para dejar una
plataforma donde cupieran todos, y después ayudé a los más pequeños a subir a
la camioneta, mientras los demás se abalanzaban dentro. Y una vez que me
cercioré de que no dejaba a nadie, cerré la cajuela y me subí al asiento del
conductor.
Puse la dirección en el navegador de mi celular, y maneje despacio, pues los
niños no traían cinturón de seguridad. Al principio se portaron muy bien,
aunque iban hablando fuerte porque estaban emocionados, y un par de veces les
tuve que pedir que bajaran la voz porque estaban gritando y no me dejaban
concentrarme. Unos minutos después dos niños empezaron a pelearse y otros más
se unieron a gritos a la discusión. Frené la camioneta un poco brusco a
propósito, lo que les hizo a todos perder el equilibrio, y los amenacé.
—La próxima vez que los oiga pelear, me paro para corregirlos.—aunque en
realidad era una amenaza vacía, pues no tenía intención alguna de pegarles a
estos niños. Pero al parecer si creyeron que era posible porque el resto del
viaje fueron más calmados.
Cuando
llegamos a la reserva, nos dejaron pasar sin problemas, pues uno de los
hermanos de la iglesia local trabajaba aquí y nos consiguió una visita gratis
para los niños. Una vez que abrí la cajuela de la camioneta les pedí que
bajaran de uno en uno, para poder hacer inventario y que no se me perdiera ni
uno, y conté 10 cabezas. Cuando se habían bajado todos me asomé a la cajuela
para ver que no quedara nadie, y comprendí porque se habían portado tan bien
después de que los amenazara: la vara que mi papá llevaba siempre en la
camioneta para castigar a mi hermano estaba ahí, a la vista de todos.
Cerré la cajuela y salude al hermano que nos iba a dar el tour.
—Cómo ustedes saben, esta especie de tortugas marinas está en peligro de
extinción...—comenzó el hermano mientras nos encaminaba a la reserva.
—Qué es peligro de exención—interrumpió inmediatamente uno de los niños.
—De extinción. —corrigió —significa que si no las cuidamos pueden desaparecer.
—¿Y por qué pueden desaparecer?
—Pues es obvio, tonto.—respondió otro
—No le digas así que te van a pegar.—le dijo uno de sus amigos dándole un
codazo leve.
Inmediatamente los dos me voltearon a ver con miedo en su mirada, pero yo me
hice el que no había escuchado, en primer lugar porque no tenía la más mínima
intención de pegarles a estos niños, y en segundo lugar porque decirle tonto a
un amigo en plan de broma no se me hacía malo desde ninguna perspectiva, y
mucho menos causa para que un niño recibiera una paliza.
—Porque la gente las pesca demasiado, y no dan tiempo para que la nueva
generación nazca, por eso nosotros las cuidamos y protegemos los nidos y a las
crías.
—¿Verdad que Dios querría que cuidaramos a su creación? El la hizo para que la
disfrutemos, no para que la destruyamos. ¿En qué día de la creación hizo a las
tortugas? —les pregunté respecto al versículo de Génesis sobre el que el grupo
basaba su teoría de fundación del mundo y de la vida.
—Quinto—respondieron en coro y "cuarto" uno que otro despistado
—Es correcto.
Para este momento habíamos llegado a la playa. El hermano nos dijo que lo
esperaramos tantito y que nos iba a traer una sorpresa. Algunos niños se
quitaron los tenis y calcetines y se metieron a chapotear a la playa. Yo hice
lo mismo, aunque no me quedó de otra más que arremangarme los pantalones, pues
a diferencia de la mayoría de los chiquillos, yo no traía short.
En eso el hermano regresó de una construcción pequeña que había detrás de
nosotros con una caja grande y la destapó.
Me asomé y quedé tan impresionado y fascinado como los niños, uno de los cuales
empezó a aplaudir y bailar de alegría. En la caja había muchísimas tortuguitas
casi recién nacidas, sobre una cama de arena.
—Estás tortugas tienen algunas horas de nacidas y las recolectaron algunos
voluntarios de los nidos. Ahora ustedes tienen que ayudarlas a llegar al mar.
Normalmente ellas caminarían solas hacia el mar desde sus nidos, pero no todas
llegarían debido a los depredadores o a que algunas están muy débiles para
lograrlo. Como medida de protección y para aumentar la población, nosotros les
ayudamos a lograrlo.
—¿puedo tocarlas? —preguntó uno de los niños
—Claro. Ustedes tienen que ayudarme a dejarlas en el mar, donde llega el agua,
ya con las olas solitas se adentran. —continuo —Si notan alguna muy débil o
enferma, ponganla en la tapa y las llevaremos al veterinario. Mientras yo voy
por otra caja.
Los niños emocionados tomaron las tortugas con cuidado y corrieron a la playa a
dejarlas en el agua.
—No se metan más allá de las rodillas al agua—les dije, pues no conocía quienes
sí sabían nadar. Y me metí a participar en la frenética carrera de la caja al
agua con dos tortuguitas en cada mano.
Después de unas cinco vueltas, me tiré en la playa jadeando para descansar
tantito. Pero en ese momento vi pasar volando encima de mi una tortuguita.
Pensé que estaba alucinando, pero unos segundos después pasó de nuevo pero
ahora de izquierda a derecha.
Me paré de golpe para ver horrorizado que dos niños habían agarrado a las
tortugas de pelota, y les iba a gritar que se detuvieran, cuando Erick, uno de
los dos, dejó caer la tortuga y la pateo lanzándola por los aires hasta que
chapoteó en el mar, ante las carcajadas de su compinche.
En ese momento sentí que se me hervía la sangre y corrí a detenerlo cuando lo
vi acercarse de nuevo a la caja.
—No Erick! ¿Qué haces?
En ese momento el niño se paralizó y me miró con pánico.
Yo ciertamente había perdido el control de mi mismo, pero antes de alcanzarlo,
su expresión me hizo recordar que era un niño y que tenía derecho a
equivocarse. De cualquier forma esto era mucho más que una simple equivocación,
después de todo lo que nos habían explicado él sabía perfectamente que estaba
mal, sin quitar el hecho de que lo que estaba haciendo era casi un delito. Pero
yo no debía actuar con ira, sino enseñarle y disciplinarlo.
Realmente me había propuesto no pegarle a estos niños, y mucho menos en nuestro
primer encuentro, pero el conflicto en mi cabeza se inclinó a que la gravedad
del asunto no solamente ameritaba un castigo de acuerdo a los protocolos del
grupo, y que de no seguirlos amenazaba el plan que tenía, sino que realmente
estaba muy mal lo que había hecho, por lo que aplicarle el castigo al que
estaba acostumbrado y que por ello consideraba justo, era apropiado para
enseñarle y reforzar el que eso no debía hacerlo.
Para ese momento ya había llegado el hermano con la otra caja de tortugas, así
que ya más calmado les dije a los demás niños
—Obedezcan al hermano en lo que regreso, no maltraten a las tortugas y no se
metan al mar más de las rodillas, si no quieren también una corrección con la
vara. —y dirigiéndome al otro niño que había estado aventando las tortugas
también—y tu, Amós, también ven conmigo.
Me llevé a los dos niños de 8 años hacia la camioneta tomados de la mano, no se
les fuera a ocurrir correr o algo. Los dos venían nerviosos y Amós traía
lágrimas en los ojos.
Cuando llegué abrí la cajuela y tomé la vara. Era una vara grande, como para un
adolescente; así que le corté un pedazo de la base, para quedarme con una vara
más chica.
Como Amós estaba más nervioso decidí empezar con él.
—Erick, espérame aquí afuera. —le indiqué y me subí junto con Amós a la
camioneta y cerré la cajuela.
Después me senté con las piernas estiradas en la plataforma que había quedado,
para que pudiera tumbarse sobre mis rodillas. Acto seguido desabroché su
cinturón y le baje el short caqui que traía, revelando unos calzoncillos
blancos de algodón. A este punto el niño ya no ocultaba su llanto, así que para
terminar más pronto lo tumbé sobre mis rodillas, le bajé el calzoncito y le
subí un poco la playera para dejar libre el área.
A pesar de ser algo moreno, era visible el cambio en el tono de piel entre la
parte que normalmente exponían al sol sus shorts y la que no.
Tomé la vara y comencé el castigo
Swish swish
Al primer golpe las nalgas se tensaron y en el segundo intentó llevarse las
manos atrás para protegerse mientras excalamaba de dolor. Pero atrape sus manos
y evité que se protegiera mientras dejaba caer un tercero y un cuarto golpe.
Después del tercero que provocó un chillido el niño se soltó a llorar en un
llanto quebrado, mismo que se intensificó en el cuarto golpe. Iba a darle un
quinto varazo, pero me detuve. Era obvio que el niño ya había aprendido la
lección y estaba arrepentido de lo que había hecho. A diferencia de mi papá,
que nunca había sufrido el castigo de la vara, yo si sabía cuánto dolía, y por
lo tanto me estaba moderando no solamente en cantidad, sino en la fuerza que
aplicaba, aunque no podía perder de vista que estos eran niños de 8 años y no
adolescentes de 14 y 16.
Esperé a que se calmara tantito y le subí el calzoncillo antes de levantarlo, a
lo que protestó, pero era necesario pues yo no quería ver nada que no fuera
indispensable. Una vez que se calmó le ofrecí unos kleenex para que se sonara,
y espere a que se subiera el short y se lo pusiera, pero cuando iba a abrir la
cajuela, me interrumpió:
—¿Y la oración?
—Cierto, perdón —le dije cerrando mis ojos y recordando que acostumbraban hacer
una oración de confesión después de los castigos.
—Señor, te pido perdón por haber lastimado esas tortuguitas, que son tu
creación y por haberme portado mal. Amén
—Amén —dije, y no pude resistirme a darle un abrazo provocado por la ternura
que me dio su inocencia infantil.
—Perdón Daniel. Te prometo que no voy a volver a lastimar a los animalitos. Me
dijo colgado de mi cuello.
—Lo sé, campeón, lo sé.
Abrí la cajuela y dejé que saliera Amós antes de llamar a Erick. Una vez que
Erick estaba dentro cerré la camioneta. Noté que estaba muy nervioso y me dijo:
—Perdóname Pastor Daniel, yo no quería lastimar a la tortuga, es solamente que
pensé que era divertido jugar con ellas.
—Te creo que no querías lastimarla, pero te tengo que castigar para que la
próxima vez que se te ocurra algo así, pienses también en lo que puedes causar.
No te voy a pegar por jugar con la tortuga, te voy a pegar por aventarla y
patearla. ¿Si ves ahora por qué estuvo mal? —él solo asintió y note que las
lágrimas comenzaban a escurrir por sus párpados.
Erick era un poco más alto que Amós, yo me senté otra vez igual y lo puse en
frente de mi, y acto seguido le baje su short deportivo. En cuanto le bajé el
short, Erick se sujetó con ambas manos el elástico de su bóxer azul marino con
las letras Hanes bordadas alrededor de todo el elástico.
—Quita las manos. —le indiqué, pero el negó con la cabeza.
—Si no te dejas voy a tener que pegarte más, por lo de maltratar la tortuga y
por no obedecerme ahorita.
Con eso logré que me obedeciera y soltara su ropa interior, y yo aproveché para
bajársela de un tirón y quitársela para no tener que forcejear más tarde.
Inmediatamente después, lo tumbé sobre mis rodillas y tomé la vara. Erick tenía
la piel más clara, y la diferencia de tono entre el área expuesta al sol y la
que su short cubría era mucho más notable que en el caso de Amós.
Swish
dejé caer el primero y
Swish
antes de que alcanzara a reaccionar el segundo.
Inmediatamente después del segundo golpe Erick gritó de dolor y trató de
cubrirse. Yo había iniciado con un poquito más de fuerza que con Amós, pero la
mantuve constante.
Swish
swish
Los
siguientes dos cayeron y ahora no solamente exclamó de dolor sino que comenzó a
llorar. Yo había comenzado de la parte superior de su trasero para abajo, y las
marcas rojas de los primeros dos comenzaban a ser claramente visible. Cómo
tenía inmovilizados los brazos, comenzó a patalear, pero yo presioné sus brazos
contra su espalda para evitar que se moviera tanto.
—Auu... YA DANIEL, POR FAVOR—me rogaba entre llanto, pero yo tenía que terminar
el castigo.
Swish
El quinto azote causó una exclamación más aguda y posteriormente un llanto más
intenso. Estaba pensando parar ahí, cuando recordé cómo había mandado a volar
con una patada a la pobre tortuga recién nacida, quizás rompiéndole el cuello,
y decidí que un azote más no le provocaría al niño ningún daño permanente y en
cambio si le ayudaría a recordar que debe respetar y cuidar a los más
indefensos.
Swish Este último lo deje caer con fuerza sobre los muslos, dónde por
experiencia sabía que era más doloroso.
Auuuuuuuuuch! —lanzó un chillido de dolor, pues no se lo esperaba, y en cuanto
lo solté se llevó las manos atrás para frotarse vigorosamente, mientras se
revolcaba unos segundos en la plataforma de la camioneta, esperando a que el
dolor se mitigara.
Cuando se calmó un poco, le pasé su bóxer y su short, mismos que se puso
rápidamente, y un kleenex para que se sonara. Pero noté que me trataba con
cierto resentimiento.
—¿Te dolió mucho el castigo?—Le pregunté lo evidente, a lo que asintió
vigorosamente.—Ahora imagínate lo que sintió la pobre tortuguita. ¿De que
tamaño es la tortuga?
El niño me mostró con su mano un tamaño menor a media palma.
— ¿Y tu zapato? —continué yo señalandole uno de sus tenis que había perdido en
el proceso de desvestirse.
Él miró el tamaño simulado de la tortuga y el de su tenis y su expresión
horrorizada me mostró que había captado la idea.
¿Ahora entiendes por qué te tenía que castigar, y que el castigo que te di, no
es nada comparado con lo que tu le hiciste a la tortuguita? —El solo asintió y
se hecho a llorar otra vez.
—Perdón. —me dijo —yo no quería matarla.
—No, tranquilo Erick, no creo que la hayas matado.—Le dije abrazándolo y
tratando de consolarlo—solamente la próxima vez ten más cuidado con lo que
haces.
Finalmente se calmó en mis brazos y noté que ya no tenía resentimiento contra
mí. Le di otro kleenex para que se sonara la nariz, le ayudé a ponerse sus
tenis y nos bajamos juntos de la camioneta.
Los
demás ya habían acabado de liberar las tortugas de la segunda caja, y los niños
estaban chapoteando en el agua. Afortunadamente me habían hecho caso y ninguno
se había metido a una profundidad peligrosa, pero varios se empezaron a quejar
de que tenían sed.
Llevé a Amós y a Erick con el hermano a que se disculparan. Y lo hicieron con
lágrimas en los ojos:
—Perdón hermano, no lo volvemos a hacer.
—¿Cree que se haya muerto? —y se soltó a llorar otra vez
—No lo creo— les enseñó el caparazón de una tortuga que habían separado por
estar muy débil —a pesar de su corta edad ya tienen cierta protección. Pero
para la próxima vez hay que cuidarlas más.—lo consoló y le revolvió el sudado
cabello.
Ya con mi duo de traviesos más tranquilos, llamé a los demás. Uno por uno les
pedí que se sacuieran los zapatos y les di unas palmadas en toda la ropa que
tenia arena.
—Ouch! Yo que hice? —se quejó el primero, pensando que le estaba pegando.
—Nada, solo llenarte de arena, y estoy tratando de quitartela. —le dije ahora
sí dándole una palmada cariñosa en las posaderas del short.
Una vez que estaban todos en la camioneta, volví a contar las cabezas, y la
encendí.
—¿Alguien quiere un helado?
—Yo... Yo... Yo—Todos respondieron al unísono
Así que los llevé a una heladería que había visto durante el camino de ida y
les compré un helado a cada quién de mis propios ahorros. También les compré
una botella para que se la repartieran en parejas, y nadie protestó.
Mientras disfrutaba mi helado y una botella de agua solo para mi, observándolos
platicar animadamente de las reacciones de las tortugas al entrar en el mar y
de los distintos caparazones, uno de los niños más grandes se me acercó y me
dijo.
—Muchas gracias, Daniel, eres el mejor pastor del mundo.—A lo que otro asintió
con la boca llena de helado y otro dijo, lleno de bigotes de chocolate. —Sí, el
mejor y más bueno.
Yo le revolví el cabello, sintiéndome muy feliz, pero también muy responsable y
con un poco de duda. Estos niños podían ser felices también. ¿No estaba
exponiéndolos a perder dicha felicidad, por pequeña que fuera, si causaba el
terremoto familiar que provocarían mis intenciones de liberarlos a ellos y a
sus padres de la doctrina sectaria del grupo?
.....
Unas horas después.
.....
Estaba en el estudio improvisado del pastor en casa del hermano Pedro,
estudiando en la computadora del pastor. Al principio me había sorprendido que
me hubiera dado su contraseña, pero el me había dicho que el Pastor "no
debería tener secretos más que con Dios." Aunque yo personalmente dudaba
de su sinceridad.
Tenía abierto el documento que estaba estudiando, que trataba de la
interrelación entre los 4 evangelios, pero también tenía un Excel que había
encontrado por casualidad donde aparecían las asistencias y las contribuciones
de los feligreses, por familia. La mayoría de los registros eran un registro
logístico de personas y recursos, como los de una empresa, pero algunos
registros y comentarios eran insólitos y perturbadores.
El pastor entró al despacho sin avisar y sin tocar, y apenas me dio tiempo de
cambiar de ventana presionando en el teclado Alt Tab.
—Buenas noches, Daniel. ¿Cómo estás?
—Bien, Pastor, aunque un poco atrasado, tratando de terminar el programa de
hoy.
—Claro, un siervo del reino debe ser responsable. Pero también a veces merece
descansar. No te preocupes si no acabas hoy, tuviste el paseo y apenas estás
agarrando el ritmo. Mañana te pones al corriente.
—Muchas gracias, Pastor.
—Además, quiero que sepas que escuché maravillas por parte de los padres de los
niños. Dicen que sus hijos te amaron. Cuando uno es elegido, refleja algo
especial, algo que atrae a los demás, y es nuestra responsabilidad examinar eso
hacia una búsqueda de salvación a través de la iglesia. Y también me enteré que
manejarte muy bien un conflicto que hubo, lo que me confirma que no me
equivoqué en elegirte.
Yo solamente me ruboricé con los halagos, mientras en el fondo trataba de
descifrar las intenciones de esta mente maestra de la manipulación.
—Bueno. —me dijo levantándose de la silla en la que se había sentado. —te dejo
para que sigas estudiando la Palabra, pero no te duermas tarde. Quiero que
mañana estés en el desayuno para que podamos seguir platicando de los grandes
planes que hay para ti.
Si antes temía que Daniel sería manipulado por esta secta, ahora tengo mis temores confirmados. Lentamente se está enamorando de esa mierda, no castigó a los niños solo porque tenía que hacerlo, también se sintió justificado para hacerlo. ¿Que demonios? Reacciona ante alguien que lastima a un ser débil y vulnerable lastimando A OTRO ser débil y vulnerable. Y no necesita sentirse culpable por nada (bueno excepto por lastimar a los niños), ciertamente no por fingir creer en esta mierda.
ResponderBorrarParece que Luis es el único que aún tiene sentido.
Y si lo vuelves a leer, digo quizás para que entiendas y después, solo quizás hagas una crítica más inteligente, solo es un consejo.
BorrarUna bella característica del arte es que no hay una interpretación objetiva fija.
BorrarTodos los comentarios y críticas son bienvenidos. :)
Tu que habrías hecho? Se supone que si leíste los capítulos anteriores el espera, aparentar seguir el rol del pastor para ganar su confianza, si no es así, tu como lo harías y por cierto el fue muy empatico con los niños, no leas con los ojos de tu vida, si no con los del autor o jamas seras capaz de entrar en contacto con una historia.
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