Nuevas reglas, nuevos castigos
Capítulo 37
Natalia: Hola,
llegas pronto hoy. ¿Vamos al salón? Quiero aprovechar para hablar contigo antes
de comer.
Voy con ella y nos sentamos en el sofá, no sé de qué debe
querer hablar.
Natalia: ¿Cómo
estás? Tu padre me ha dicho que el mal humor de ayer era, en parte, porque no
te sentías cómodo con la cena. ¿Por qué no lo dijiste?
Adrián: Estoy bien.
Siento mucho como te traté ayer, tuviste que soportar mi mal humor.
Natalia: No
pretendo que te disculpes, sólo quiero entenderte y que sepas que puedes
confiar en mí para contarme lo que sientes, no me voy a enfadar, ¿vale?
Natalia: Después de
estar hablando el sábado y de la salida del domingo pensé que estabas bien pero
ahora creo que aún no estás preparado para que yo pase más tiempo con tu padre
quedándome aquí cuando él llega.
Adrián: No es que
no quiera que pases más tiempo con mi padre, puedes quedarte cuando él llega.
Pero sabes que antes casi no pasaba tiempo conmigo, y no quiero que eso vuelva
a ocurrir.
Natalia: No dejaré
que eso pase, peque, te lo prometo.
Adrián: Y, aunque
ahora tú y yo nos llevamos bien, me da miedo como pueda reaccionar mi padre si
me porto mal contigo.
Natalia: Pues igual
que siempre. Que yo sepa tu padre nunca te ha permitido faltas de respeto, ni
conmigo ni con nadie.
Adrián: Ya, pero si
ahora eres su novia te defenderá más, y tú aún serás más estricta en hacerme
cumplir todo lo que diga mi padre.
Natalia: No creo
que eso deba preocuparte más que antes, si según tú nunca te dejo hacer nada y
siempre cumplo lo que dice tu padre al pie de la letra.
La miro a los ojos y le sonrío.
Adrián: A veces soy
un poco exagerado.
Natalia: ¿Te puedo
dar un abrazo?
Me acerco a ella y nos abrazamos.
Natalia: Sé que
esta situación es nueva y rara pero no tiene porque ser mala para ti, y no lo
será. Puedes confiar en mí y también en tu padre, danos una oportunidad, ¿vale?
Adrián: Me he dado
cuenta de que evitáis besaros o abrazaros delante de mí pero, aunque se me hace
un poco raro, no me molesta que lo hagáis.
Natalia: Gracias,
peque. Pero de momento lo seguiremos evitando al igual que buscaremos momentos
para estar juntos cuando tú no estés en casa.
Me separo del abrazo pero Natalia me atrae hacia ella y
apoyo la cabeza en su hombro mientras ella me hace caricias. Estamos un rato
así hasta que María nos dice que la comida ya está.
Por la tarde voy con Martina al paseo fluvial. Ayer le
conté que no podía salir, que después de la clase de piano debía volver a casa
porque mi padre había invitado a mis tíos a cenar y quería que llegara pronto.
Lo entendió y no se enfadó, claro que no le dije que hubiera podido salir un
par de horas pero que mi padre me había castigado.
Alquilamos unas bicicletas, hacemos todo el recorrido por
los caminos que hay al lado del río y paramos en algunos miradores y a tomar un
refresco. Martina no conocía el parque y le gusta mucho, pasamos una tarde muy
divertida. Cuando llego a casa mi padre está en el salón.
Carlos: Hola
campeón, ¿cómo estás? ¿Qué tal la salida con Martina?
Me siento a su lado y me acurruco con él. Me pasa un
brazo por la espalda, me da un beso y me acaricia.
Adrián: Muy bien
papá, nos hemos divertido mucho. ¿Y Natalia?
Carlos: Se ha
marchado hace un rato.
Adrián: No me
molesta que se quede cuando tú llegas, de verdad, antes hemos estado hablando y
también se lo he dicho a ella.
Carlos: Me lo ha
contado, gracias cariño. Pero de momento es mejor así, no queremos forzar la
situación.
Adrián: Papá,
quiero preguntarte algo, pero no te enfades, ¿vale?
Carlos: Puedes
preguntarme lo que quieras.
Adrián: Cuando
estuvimos paseando después de ir al cementerio me dijiste que pensabas en mamá
cada día y que nunca la olvidarías, pero entonces ya salías con Natalia.
Adrián: ¿Y aun así
sigues pensando en mamá?
Mi padre me sonríe, pero no es una sonrisa alegre sino
más bien melancólica.
Carlos: Pensaré en
tu madre cada día de mi vida, a ella la sigo queriendo y la querré siempre, no
importa que esté con otra mujer.
Adrián: ¿Y Natalia
lo sabe? ¿No le molesta?
Carlos: Sí lo sabe,
y lo entiende y lo respeta. Si a ella le molestara yo no podría estar con ella,
pero no es así. De la misma manera que yo no podría estar con ella si no te
aceptara a ti, pero tampoco es el caso. Ella te quiere y se preocupa mucho por
ti, a veces creo que te conoce y te entiende mejor que yo.
Le sonrío, es verdad que Natalia me conoce muy bien, a
veces pienso que demasiado bien.
Adrián: Te quiero
papá, y me gusta que ahora pases tiempo conmigo, no quiero que eso cambie.
Carlos: Y no
cambiará, te lo prometo. A mí también me gusta pasar tiempo contigo y me
arrepiento de no haberlo hecho antes. Te quiero mucho hijo, y siento que me he
perdido una parte importante de tu vida. No siempre he hecho bien las cosas,
pero ahora lo estoy intentando.
Adrián: Lo haces
bien papá, aunque tienes poca paciencia y te enfadas fácilmente. Y cuando me
castigas eres muy duro, ¿podrías dejar de hacerlo?
Carlos: Eres un
manipulador y un descarado. Claro que dejaré de castigarte, cuando dejes de
saltarte las normas, ¿puedes dejar de hacerlo?
Ruedo los ojos, lo he intentado pero no ha colado.
Seguimos un rato así sin decir nada, estoy muy a gusto y creo que mi padre
también.
Carlos: ¿Cómo van
las clases de piano?
Adrián: Muy bien
papá, ¿por qué lo preguntas?
Carlos: Antes me ha
llamado tu profesor. Me ha dicho que no practicas, y que asistiendo sólo a las
clases no vas a avanzar. Ya hace dos cursos que no te examinas, y no cree que
puedas hacerlo tampoco el próximo curso si no le dedicas más tiempo. Yo no te
voy a forzar, eres tú quien tiene que decidir si quieres seguir avanzando o no,
pero me sorprende pues tú me pediste seguir yendo a clases durante el verano.
Adrián: Me gusta
tocar el piano, y me gusta ir a clase. Y me gustaría avanzar y volver a
examinarme.
Noto un nudo en la garganta, no puedo seguir hablando, me
quedo callado. Mi padre me mira y me acaricia.
Adrián: Cada vez
que intento tocar el piano me pongo triste y acabo llorando. Sé que suena tonto
porque hace ya dos años y no lo he superado, pero echo de menos a mamá, antes
siempre practicaba con ella y es su piano. No me gusta sentirme así, por eso no
toco en casa.
Carlos: No es
tonto, es normal que la eches de menos cuando practicas, fue ella quien te
inició y siempre tocabais juntos. ¿Y si estoy contigo mientras tocas? Yo no soy
tu madre y no tengo ni idea de tocar el piano, pero quizás si no estás solo te
sientes mejor.
Me lo pienso, quizás funcione.
Carlos: ¿Vamos a tu
habitación?
Asiento y vamos a mi habitación. Cojo las partituras que
estoy practicando en clase y me siento delante del piano. Empiezo a tocar. Noto
como los ojos se me llenan de lágrimas. Mi padre me pone una mano sobre el
hombro y me lo aprieta pero no puedo seguir.
Adrián: No puedo
papá, snif, lo siento.
Mi padre no dice nada, se sienta a mi lado y me abraza.
Le devuelvo el abrazo. Estamos un rato abrazados sin decir nada hasta que me
calmo, mi padre me separa y me seca las lágrimas.
Carlos: ¿Me enseñas
a tocar una escala?
Carlos: Vamos, ¿por
qué no? ¿Crees que no soy capaz?
Me lo pienso y le sonrío. Le explico qué nota es cada
tecla y le enseño a poner los dedos de la mano derecha para tocar la escala de
Do Mayor. Al principio le cuesta un poco pero lo consigue.
Adrián: Bien papá,
ahora la mano izquierda.
Le enseño cómo tocar la escala con la mano izquierda y le
digo que después tiene que tocar con las dos manos a la vez. Le enseño como lo
hago yo. Después de varios intentos lo consigue y tocamos la escala juntos.
Pasamos un buen rato y consigue que me ría.
Carlos: ¿Quieres
volver a probar de tocar la partitura que estabas practicando?
Asiento y empiezo a tocar, consigo tocarla entera sin
llorar. Cuando termino abrazo a mi padre.
Adrián: Gracias
papá, me lo he pasado muy bien.
Carlos: ¿Quieres
que repitamos mañana?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario