Páginas Amigas

sábado, 7 de diciembre de 2013

Capítulo 17: La otra opción


Capítulo 17: La otra opción

Desperté con algo de frío. Normal, había pateado las sábanas y la manta. Me incorporé para recogerlas del suelo y me pregunté con qué diablos había soñado para moverme tanto en la cama. Volvía a tener la respiración algo acelerada. Vivan las pesadillas. Me acordé de todas las veces que me desperté aquella noche, y miré a Cole, como para comprobar que seguía en su cama. Seguía. De hecho, estaba envuelto en la manta como un rollito de primavera. Casi parecía que no se había movido un  sólo milímetro desde que papá le dejó allí.

Fui al baño y cuando entré de nuevo al cuarto debí de hacer ruido, porque Cole se despertó. Pareció sorprendido de estar en su cama, y noté en su expresión sus esfuerzos por recordar lo que había pasado la noche anterior.

Te trajo papá – le dije. – No estabas en tu cama y se llevó un susto de muerte. A mí se me ocurrió que podías estar en el jardín.

¿Estoy muy muerto? – preguntó, tragando saliva.

Sorprendentemente, no. Pero si pasas otra noche fuera de tu cama… en fin, de esa no podré salvarte, hermanito.

Gracias – susurró Cole, y suspiró.

¿Me puedes decir que hacías ahí fuera?

Sólo pensaba…

Ya. ¿En plena noche? – pregunté, capciosamente, y le miré con atención. - ¿Es por lo de ese chico que te molesta? Pensé que papá iba a solucionarlo hoy con tu profe…

No es eso. No es nada, de verdad. Sólo salí fuera, y me dormí.

Resoplé. Hermanos cabezotas con problemas que no quieren compartir. Ah, espera, que ese era yo. Ahora entendía lo frustrante que era cuando hacía eso. Pero yo al menos se lo solía contar a Aidan… Cole no se lo contaba a nadie. Intenté adivinar qué podía ser. Cuando yo salía al jardín solía ser… en fin, debo admitirlo, para llamar la atención de papá. Claro, en su momento no lo pensaba así. No pensaba “ey, voy a llamar la atención de papá durmiendo fuera”.  Pero es lo que quería. En mi defensa diré que somos muchos hermanos, y eso significa que uno no siempre tiene a su padre para sí, y eso puede generar celos…

¿Sería eso lo que le pasaría a Cole? Fuera por el motivo que fuera, me propuse ayudarle. Empezando por evitar que se metiera en líos.

Pues que no vuelva a pasar, enano, porque papá se enfadará de verdad.

Cole asintió, y poco a poco bajó de su litera. Miré el reloj. Era algo pronto, los demás empezarían a levantarse más tarde. Aunque ya empezaba a escuchar ruidos en las demás habitaciones.


Cole´s POV –

Salir al jardín fue algo impulsivo, porque las paredes se cerraban entorno a mí, y me agobiaban, con el peso de pensar que se agotaban mis días con Ted. En cuanto Michael viniera Ted se olvidaría de mí… Ya había tenido un atisbo en el hospital, cuando le faltaron los brazos para sostenerle cuando se desmayó, mientras que a mí me levantó papá al caerme. Y no es que tuviera nada en contra de papá, pero aquello fue la prueba de que Michael era la nueva prioridad de Ted.

Saber que tenía fecha de caducidad fue doloroso. No podía dormir. Así que salí a tomar el aire, a estar sólo, en busca de paz. Pero no la encontré.

Me llevé una manta por si hacía frío, y allí envuelto me puse a pensar. No es como si pudiera hacer nada al respecto. No podía decirle a Ted “eh, no te entusiasmes con tu nuevo hermano, que yo sigo aquí”.  Yo no podía evitar que él le quisiera. Tal vez, en vez de dejarme llevar por los celos, debía pensar en positivo y disfrutar del hecho de que iba a tener un hermano más.

Todos habían acogido tan bien a Michael… demasiado bien. ¿Nadie más se había dado cuenta de que había dicho exactamente lo que queríamos oír? A Ted le había dicho que no le culpaba por lo de su madre. Y luego se había puesto tierno… Mi teoría era que ese chico nos había calado. Sabía qué tipo de personas éramos y lo había usado para caernos bien en el acto.  Se había metido a todos en el bolsillo.

Me dormí pensando que era sospechoso que hubiera aceptado tan pronto todo aquello de la adopción. Fui vagamente consciente de que me estaba durmiendo en el césped del jardín… y desperté en mi cama. Ted dijo que fue papá quién me llevó. Me inquieté un podo al recordar lo que papá me había dicho: que si algo me preocupaba quería que se lo dijera. Pero a ver cómo rayos le decía que sospechaba que el chico al que todos repentinamente adoraban no me parecía trigo limpio. Seguro que pensaba que lo decía por celos…


Alejandro´s POV –

Lo peor de compartir cuarto era cuando tus compañeros de habitación, alías hermanos, alías plastas, te despertaban antes de tiempo por ponerse a charlar como dos cotorras. Me levanté, les fulminé con la mirada, y fui al baño. Era mejor ir antes de que tuviera lugar la estampida habitual.

Me di un paseo por el pasillo y vi que la enana de la casa estaba durmiendo sola. O más concretamente, lloriqueando sola, aun envuelta en sus sábanas y mantas. Me acerqué y me senté en su cama.

Ey, bichejo, ¿qué pasa? ¿Qué es eso de despertarse triste?

Hannah no está – dijo,  haciendo pucherito.

Se habrá ido a dormir con papá.

¿Y por qué no me ha “visado”  para ir las dos? – protestó.

Porque es muy mala. Ven, que vamos a decírselo. – dije, y la cogí en brazos. O yo había ganado fuerza o la enana pesaba menos. Lo más lógico era lo primero, así que me sentí guay.

Fui al cuarto de papá con la peque en brazos, y le encontré despierto, con Hannah y Kurt a su lado aun dormidos. Pareció algo sorprendido de verme, y miró el reloj para ver si es que se había retrasado. No, papá, no, es que tengo dos hermanos muy pelmas que me han hecho madrugar más de la cuenta.

Hola – saludó papá. Frunció el ceño al reparar en la carita de medio llanto de Alice - ¿Qué pasa, peque?

Pasa que sois muy malos, eso pasa – acusé. – Mira que venir aquí a divertirse sin ella… La próxima vez tú te vienes a mi cama, y a ellos que les den.

¡Alejandro! – dijo papá, con los ojos muy abiertos. Oh, sí. Igual no debería usar determinadas expresiones delante de la enana. Glups. Busqué la manera de distraer a papá antes de que se le ocurriera hacer algo más que regañarme.

Y ahora en venganza podemos despertar a Hannah a base de cosquillas. ¿Qué me dices? – le pregunté a Alice y ella asintió, considerándolo una muy buena idea. La dejé en la cama de papá y ella gateó, acechando a su hermana como un cachorro de tigre antes de abalanzarse sobre ella. Hannah despertó de golpe, con algo de susto, y luego se empezó a reír porque Alice había atacado directamente en un punto débil: los pies. Era lista la enana. – Ah, por fin hay justicia en el mundo. – dije, y papá me tiró su almohada.

Ya te daré yo a ti justicia. Cada vez que Alice repita lo que tú sabes te daré un azote – amenazó. Alice se quedó quieta entonces y le miró con mucha atención, y a mí con algo de maldad. ¡Enana puñetera!  ¿No estaría pensando…? La vi abrir la boca y supe que la muy traidora iba a decirlo aposta.

¡Alice, no!

“Lo que tu sabes” , “lo que tú sabes” , “lo que tú sabes” – dijo. Papá y yo nos miramos, y nos reímos, porque Alice lo había entendido todo mal. No era eso lo que no podía repetir. Suspiré con alivio. Papá la cogió y la quitó de encima de Hannah para ponerla encima de él.

Pero bueno. ¿Te parece bonito intentar que tu hermano se meta en problemas? – dijo papá,  en un tono que evidenciaba que no estaba enfadado en serio. Alice se rió. Papá la giró y la puso boca abajo sobre él e hizo como que iba a castigarla. Levantó la mano pero la dejó caer con mucha suavidad, jugando. Alice se rió con más ganas. – Ah, ¿y encima te ríes?

Papá la dio la vuelta otra vez, y la dio un beso. Y así es como una niña de cuatro años se olvida de lo triste que está porque su hermana la ha hecho dormir sola.

Tanto alboroto despertó a Kurt, claro. El enano se frotó los ojos y bostezó.  Papá le dio un beso también a él, y luego otro a Hannah. ¿Es que se había despertado cariñoso? Le miré la cara….Esto…¿se había despertado? Porque parecía un cadáver. Pedazo ojeras. Entre eso, y que era pálido, podría haberle tomado por un vampiro.

Papá… - empecé. Él me miró, sonriendo. No me animé a decirle lo que estaba pensando. ¿Por qué tienes cara de zombie, papa? No, definitivamente no parecía una pregunta adecuada. Al ver que yo no decía nada, él siguió jugando con los enanos, hasta que al final sujetó a Kurt con una mano y Alice y Hannah con la otra.

Ya vale, terremotos. Ahora todo el mundo a su cuarto que hay que vestirse para ir al cole. Con un poco de suerte hoy llegamos pronto.

Los enanos no estaban por la labor, sin embargo, así que papá recurrió al infalible método de las cosquillas y los peques se fueron corriendo y riendo. Me pregunté si en otras casas los días empezaban así, y supe que no. Aunque a veces fuera peor que un policía, papá sabía cómo hacer que la gente se sintiera feliz. Eso tenía que reconocérselo.

Aidan´s POV –

Mi noche en vela  fue horrible, pero no por el sueño (en realidad, había días en los que yo no dormía, para avanzar en alguna novela) sino por los pensamientos que me asaltaban sin que pudiera evitarlo. El recuerdo de mis abuelos me hizo sentirme culpable por no guardar ningún contacto con mi padre. Pero hacía tiempo entendí que él estaba dispuesto a destrozar su vida… y yo no quería que destrozara la mía ni la de mis hijos por el camino. Me había hecho mucho daño, y no me era fácil perdonarle. Él no hacía nada que propiciara ese perdón.

En mi cabeza resonaban aquellas palabras que me dijo mientras me acariciaba el pelo, apoyado en las paredes del establo de la finca de Ohio. <>  Se me quedaron muy marcadas. Usaba la segunda parte como frase cabecera, pero no solía pensar tan a menudo en la primera frase. Yo había encontrado alguien a quien amar…a doce personas, para ser exactos, y no estaba dispuesto a dejar que me los quitaran. Ni a que les hicieran daño. Protegería a mis hijos de mi padre, al igual que él había intentado protegerme del suyo… aunque no llegó a conseguirlo. Cerré el puño con fuerza y casi me clavo las uñas al recordar mi segunda visita a la casa de mis abuelos, y sobretodo la última… Hacía “sólo” diecisiete años de la última… pero bloqueé el recuerdo antes de terminar expulsando bilis por la boca. 

No lo entendía. Mi abuelo fue bueno conmigo al principio. Bueno a la manera basta, pero bueno al fin y al cabo. ¿Cómo pudo ser después tan… malo?

En fin. Preguntarse eso no tenía ningún sentido, al igual que tampoco lo tenía preguntarse por qué Andrew era imbécil si sabía no serlo.  Más allá de que fuera un padre de mierda, él y el abuelo, cada uno por su lado, hicieron cosas que yo éticamente no podía perdonar.

Dios, ¿cómo lo hacía Michael? Ted me había contado lo que había hecho su padre, y la forma en la que Michael quería defenderlo. ¿Cómo se pueden defender ciertas cosas?

Me levanté a hacer el desayuno sin hacer ruido, y luego volví a la cama. Alejandro trajo a la enana y la interacción con mis hijos me recordó que yo me había propuesto enfocar mi vida hacia el futuro, y no hacia el pasado. Propósito número 500: aunque creía que ya lo hacía, iba a asegurarme de decirles “te quiero” con frecuencia.

Fui despertando a los que no estaban despiertos. Harry ya estaba levantado, y fue a uno de los baños aprovechando que estaba libre. Me costó un poco despertar a Zach, porque tenía el sueño muy profundo. Pareció hasta sorprendido cuando abrió los ojos, y tardó unos segundos en caer en la cuenta que era la hora de levantarse para ir a clase.

Oh – dijo, y bostezó.

Oh – respondí sonriendo. – Buenos días, dormilón.

Hola.

Se sentó en la cama y volvió a bostezar.

Tú y yo tenemos que hablar de una cosa – le dije, despacio, consciente de que aún estaba más dormido que despierto.

- ¿De qué?- preguntó, sin tener ni idea de a qué me refería.

De cierto proyecto de Tecnología que no has hecho.

Juraría que se puso blanco.  Tampoco quería eso. Hubiera esperado a hablarlo a la vuelta del colegio, pero tenía muchas cosas en la cabeza y no garantizaba que más tarde me fuera a acordar.

Yo… esto…

Los deberes se hacen, Zach. La última vez ¿estamos?

Sí, papá.

Sé que pasamos la tarde en el hospital, pero si tenías tarea podrías habérmelo dicho… a parte de que dudo que te lo mandaran ayer. Has tenido todo el fin de semana.

Sí… - me dijo, serio, contrito, dándome la razón. Sus notas eran bastante decentes así que di el tema por zanjado.

Muy bien. Ahora dame un beso y vete al baño. Tienes el primer turno.

Zach se levantó y me dio un beso, pero fue algo automático y poco sentido.

He dicho un beso. Uno en condiciones o no te dejo salir del cuarto.

Sólo entonces sonrió, y me saludó como Dios manda. Creo que se preguntaba cómo carajos sabía lo del proyecto, pero estaba contento porque no me hubiera enfadado. Uno tiene que seleccionar por qué cosas se enfada. En mis tiempos yo no siempre llevaba mi tarea a clases, para qué mentir. Si sabía que el profesor no iba a poner mala nota por no llevarla y estaba vago, no lo hacía. Y a veces se me olvidaba. Zach no solía hacer eso, no era algo frecuente, así que no tenía importancia.

Sólo una cosa más, hijo. ¿Le pediste a tu hermano que lo terminara por ti?
¿Qué hermano?

En realidad da igual a cuál, pero me refiero a Harry.

Sabes que no le hablo. – me respondió.

¿Eso es un no?

No se lo pedí. En serio.

Vale. Pues… que sepas, que ese hermano al que no hablas quería hacerlo por ti esta noche.

¿Y con eso qué?

Que, ya sabes… hay un margen de tiempo para guardarle rencor a alguien por un error. Y tú empiezas a sobrepasarlo. Sólo es un consejo. Te va a sonar estúpido dadas las circunstancias, pero sólo tienes un hermano. Me refiero a que sólo tienes un gemelo, con el que compartes ambos padres… y en definitiva, sólo tienes un Harry.

Zach suspiró.

Ya lo sé. Prometo… intentarlo. Pronto.

Bueno.

Yo había hecho mi parte. No pensaba decir algo así como “hacer las paces u os obligo”, porque no serviría de nada y no me consideraba con derecho a hacerlo. Confiaba en que al final hicieran lo correcto. Dejé que Zach lo pensara un poco, y me fui a la habitación de Ted. Tal como sospechaba, Ted se había vestido.

Si no quieres estar en pijama está bien, pero te vas a pasar la mañana en la cama – le dije.

Ted me miró sorprendido y supe que iba a protestar antes de que lo hiciera.

Pero papá… Pensaba ir a ver a Michael… Esta tarde  o mañana le dan el alta…

Ted. Primero, hoy no vas a salir de casa. Segundo, tal vez y sólo tal vez, si te encuentras bien, esta tarde te llevo a verle. Pero te llevo YO, en COCHE, un RATITO. No voy a dejarte ir sólo porque te estas recuperando de una operación… sí, recuperando, que te hayan dado el alta no quiere decir que estés del todo bien… y porque, hijo, no me malinterpretes, Michael es genial, pero creo que al principio hay que tomárselo con calma. Ni siquiera sé si la policía te dejará pasar si vas tú sólo, sin mí.

No puedes prohibirme que le vea. – protestó.

¿No has escuchado nada de lo que te he dicho? ¿Algo de eso te ha sonado a prohibición?

Entonces, si no me lo has prohibido, me voy a verle…

Por la tarde. Y sólo si has pasado buen día y cumplido con todas las indicaciones del médico.

Pero…

Ted, ¿algo de lo que he dicho no te ha quedado claro? – le pregunté, empezando a frustrarme. – Sé que quieres verle, hijo, pero también sé que no te quitan los puntos hasta dentro de dos días.

¿Podemos hablarlo luego? – me preguntó, mirando a Cole que estaba terminando de vestirse, como si no quisiera discutir delante de él. Supe lo que Ted estaba haciendo. Eso fue un “hablamos luego, cuando no esté el niño delante”,  como lo que hacen algunos matrimonios. Yo tenía la culpa de eso. Tomaba muchas decisiones en consenso con Ted. Pero, por lógica, no las que le atañían a él.  Él también era mi hijo, y aún era joven. A veces tenía que recordarle cómo comportarse. Parece que en ese momento tenía que recordarle que él también debía obedecerme y que cuando yo disponía algo, no había “hablamos luego” que valieran.

No, ya lo hemos hablado, y ya te he dicho cuál es mi decisión. Ahora voy a llevar a tus hermanos al colegio y cuando vuelva quiero verte en la cama.

Ted me miró fijamente, y creo que le herí en su orgullo, o algo así. Que conste que en realidad yo le entendía. No era justo que te trataran como un adulto en cuanto a obligaciones, y como un niño en cuanto a libertades. Para él tenía que ser difícil aceptar órdenes cuando en muchos ocasiones era él quien tenía que darlas. Pude ver cómo sentió rabia por la forma poco sutil en la que le había dicho “yo tengo la última palabra aquí” pero también vi como se rendía ante esto. Bajó la mirada, y suspiró.

Sí, señor.

Pasé a su lado y le revolví el pelo, o al menos se lo acaricié porque lo tenía demasiado corto.

Sólo me preocupo por tu salud, chico. Podrías ayudar un poco.

Sí, señor.

Que me llamara “señor” me indicaba que estaba molesto, porque yo no le había hablado en un tono que exigiera esa respuesta.  Respiré hondo. No podía esperar que Ted estuviera siempre de acuerdo conmigo. Bastante obediente me había salido. Me bastaba con que me hiciera caso, aunque no terminara de entender mis motivos.

Dirigí mi atención  hacia Cole, que se estaba poniendo los zapatos.

Esta tarde hablaré con tu profesora, y nadie te volverá a molestar – le aseguré. Él se limitó a asentir, sin decir nada.

Dudé unos segundos antes de seguir hablando. A veces, bueno, muchas veces, tenía dudas sobre cómo proceder. El objetivo siempre era el bienestar de mis hijos, pero en ocasiones su bienestar físico entraba en conflicto con su bienestar emocional, o su bienestar a largo plazo con su bienestar a corto plazo. El ejemplo estaba en aquella situación: Cole tenía que ir al colegio, pero allí lo pasaba mal, por culpa de ese compañero. Al hacerle ir a clase cuando eso aún no estaba resuelto, me sentía como si le estuviera empujando para saltar de un avión sin paracaídas. ¿Debía dejar que se quedara en casa ese día? Realmente, por un día no pasaba nada…¿verdad? Era en esos momentos cuando me pasaba factura el hecho de no haber tenido un padre “normal”. Yo había faltado a clase muchas veces… simplemente porque me apetecía…y Andrew no solía decir nada. Mi casa no era un lugar en el que me sintiera cómodo, y gracias a eso terminé el colegio, porque si no, sin nadie que me llevara o me dijera que tenía que ir, tal vez lo hubiera dejado. Irónicamente, la irresponsabilidad de mi padre hizo que yo, con el tiempo, adquiriera responsabilidad, aunque yo podría haber terminado siendo un desastre…. Más desastre de lo que ya era, quiero decir. Sacudí la cabeza, y abrí la boca para decirle a Cole que se quedara en casa, pero entonces…

Hoy va a ser un gran día – me dijo.

¿Por qué?

Porque me van a poner un diez.

Alcé una ceja ante su exceso de confianza.

¿Cómo estás tan seguro? – pregunté, aunque en realidad quería decirle “¿Y por qué eso es raro, si es lo que sacas siempre?”

Porque hoy Troy no va a ir a clase, así que no me va a quitar los deberes ni me va a molestar durante el control de mates.

¿No va a ir?

Tiene médico. Escuché que se lo decía a Tessa. Así que va a ser un gran día.

Me alegra oír eso, peque.

Ted se puso el reloj en la muñeca, y salió del cuarto, y Cole iba a seguirle como si estuvieran químicamente unidos, pero yo le sujeté por los hombros con suavidad.

Quiero hablar contigo un momento, campeón – le dije, y él puso una mirada totalmente inocente y poco creíble. – Ya sabes de qué. Me llevé un buen susto al ver que no estabas en tu cama.

Cole suspiró, y se sentó en la cama de Ted. Recordé su caída del día anterior, que tanto le hizo llorar. No vi que hiciera ningún gesto de dolor al sentarse.

¿Aún te duele el golpe? – le pregunté, refiriéndome no sólo a su caída en el hospital sino a la que había provocado el chico que había estado abusando de él.  En vez de responder a mi pregunta, Cole se horrorizó.

¡No, papá, Ted dijo que no me ibas a castigar! – protestó, en tono lastimero. Debió de pensar que mi curiosidad iba con segundas intenciones.

Y no voy a hacerlo. No lo preguntaba por eso, caray. Sólo quería asegurarme de que no te hiciste nada serio. Ayer te dolía mucho, y se me olvidó decirte que te podía dar alguna medicina o pomada que te aliviara un poco.

Al ver que ese había sido el único motivo de mi pregunta, Cole se relajó.  Por un segundo me hizo sentir como el malvado monstruo del armario de Hannah, jo.

Estoy bien. Ya no duele. No fue para tanto.

Me alegro de eso también, entonces. Así que… Ted te dijo que no iba a castigarte. ¿Qué más te dijo?

Que no durmiera fuera nunca más. – respondió, con una cara que pretendía decir “y no lo haré, de verdad”.

No me queda mucho por decir a mí, por lo que veo. – le dije, pensando que tenía que haber imaginado que Ted se me adelantaría. Me senté al lado de Cole y le sujeté suavemente la barbilla, para mirarle a los ojos. – Sólo me queda cerciorarme de que no hay nada que te preocupe. Sabes que voy a encargarme de que Troy no te moleste más.

Sí, lo sé, papá. Y no me pasa nada, de verdad.

¿Seguro? Recuerda que me prometiste que me contarías cualquier problema – advertí, suavemente.

Seguro.

Entonces, una última cosa: mi cama es mucho más cómoda (y calentita) que el jardín. – le dije, y sonrió un poco, aunque también vi que sintió algo de vergüenza.  Le di un beso y me levanté, antes de que el tiempo se nos echara encima, para un día que íbamos bien.

Entrando en la rutina de todos los días, desayunamos y les llevé al colegio, aunque sin Ted, como en los últimos días. A él le dejé en su cama, y mientras me despedía de todos mis hijos,  pensé en algo que pudiera hacer que Ted estuviera de mejor humor. No quería que estuviera todo el día enfadado conmigo porque no le dejaba ir a ver a su hermano… Pensé que podría distraerle haciéndole pensar dónde iba a dormir Michael. Con esa idea volví a casa, pero en ella sólo me esperaba una nota…

Papá:
No voy a perder el tiempo diciéndote que no te enfades. Sé que vas a enfadarte e intuyo que mucho, porque dejaste muy claro que no querías que saliera de casa, ni de la cama. Pero me encuentro bien (¡EN SERIO!) y sé lo que es estar sólo en un hospital. Lo aburrido que puede ser, y lo mal que se siente uno. A Michael le espera un mes en prisión y allí las cosas serán diferentes. No sé si me dejarán visitarle y si lo hacen dispondremos de muy poco tiempo. No quiero que piense que me olvido de él, ni que sienta que no somos su familia.  Tengo tantas preguntas que hacerle…

Por favor, entiéndelo.

Ted.

Arrugué la nota, con rabia. Acababa de quitarme el abrigo, pero me lo volví a poner y cogí las llaves. Salí de casa dando un portazo. ¡Yo no le había prohibido que le visitara! Tan sólo le había dicho que esperara hasta la tarde. Ted tenía que aprender a no ser tan impaciente.

Tenía que hacer muchas cosas esa mañana. Lo último que necesitaba era una visita improvisada al hospital. Me subí al coche pensando que en realidad le entendía… era su hermano. Habían vivido muchos años  separados y Ted debía de pensar que tenía que recuperar el tiempo perdido.


Ted´s POV –

Papá iba a matarme. Iba a matarme mucho. La última vez que pasé de hacerle caso no me había ido demasiado bien. No es que yo fuera idiota y pensara que esa vez me iba a ir mejor. Ya había asumido que al volver a casa la íbamos a tener, pero había decidido que valía la pena.  Yo TENÍA que ver a Michael.

Cuando papá me dijo que no iría a clases, una parte de mí supo que eso no significaba que a cambio pudiera ir al hospital. Intuí que el plan de papá era tenerme en casa todo el día, y aquella mañana me lo había confirmado. Me sentí tan frustrado… Sobretodo cuando entendí que mi opinión no contaba.

Vale, si era honesto tenía que admitir que me sentía anormalmente cansado. Un efecto secundario de la operación y las medicinas. Y tenía la parte alrededor de la cicatriz muy sensible. ¡Pero yo no iba a correr un maratón! ¡No estaba inválido! No era justo que me mantuviera en una cama hasta… ¿hasta cuándo? Hasta por la tarde. Papá dijo que iríamos a verle por la tarde. Al principio pensé que podía esperar. No me gustó ni un pelo, pero me dije que no pasaba nada por quedarme en casa, ver a mis amigos un rato después de comer si venían a verme, y luego ir al hospital.

Sin embargo, cuando todos se fueron al colegio y me quedé sólo, empecé a dar vueltas en la cama. Moví las manos con la necesidad de hacer algo con ellas. Me mordí las uñas (que era algo que estaba intentando dejar de hacer).  Al final, saqué una moneda y me dije “si sale cara voy al hospital, y si sale cruz me quedo”. Y salió cara, por supuesto. Tal vez salió cruz y yo hice como que salió cara. Da igual. El caso es que el azar, la moneda, y mi impaciencia, decidieron que fuera a ver a Michael. Como no quería que papá se preocupara, le dejé una nota deseando que pudiera comprenderme. Sobretodo quería que pudiera perdonarme. Esperaba que ese pequeño gesto de desobediencia no cambiara la buena opinión que tenía de mí. Tal vez después de aquello dejara de ser de su confianza…. Pero mi conciencia no me dejaría vivir si no iba a ver a mi hermano.

Lo peor fue dar el paso de salir de casa. Abrí y cerré la puerta tres veces. Al final, me fui, y caminar hacia el hospital ya fue más sencillo. No tomé el coche, por prudencia. No quería quedarme dormido al volante y en realidad era una posibilidad dado mi estado zombie… Tal vez papá tuviera razón y me convenía descansar…  Pero para descansar había tiempo.

Pregunté en la recepción del hospital, por si acaso habían trasladado a Michael de habitación por algo, pero no. Seguía en la misma. Subía a su planta, caminé por el pasillo… y en la puerta, dos policías me indicaron sutilmente que me detuviera.  Reconocí a uno de ellos como el hombre al que Michael había querido regalarle una pulsera. Era… ¿el agente Thony? En fin, su nombre no era relevante. Lo importante era que me dejara pasar…

Tú eres ese chico ¿verdad? El hermano de Michael.

Uno de ellos – respondí. – Ahora tiene once.

Pero eres… ya sabes, su hermano biológico.

Soy Theodore. – respondí, suponiendo que eso respondería a su pregunta. – He venido a verle…

¿Sabe tu padre que estás aquí?

Mierda. ¿Me atrevería a mentirle a un policía? Me mordí el labio, y me dije que en realidad mi padre si sabía dónde estaba, aunque no me hubiera dado permiso. Iba a responder, pero mi vacilación debió de ser respuesta suficiente.

Sin su autorización no podemos dejarte pasar. Necesitas su consentimiento por escrito, o su autorización verbal en caso de que esté aquí. ¿Ha venido contigo?

Joder. En ese momento, odié no ser tan hábil como Alejandro para salir de esas situaciones. Seguro que a él se le ocurría algo para que le dejaran pasar, pero yo estaba en blanco.

Dio igual, porque por el fondo del pasillo vi llegar a Aidan. Supuse que había cogido el coche, y claro, la ventaja que yo le sacara la había compensado con eso. Estaba serio. No serio en plan “no sonriendo”, sino serio en plan “estás en problemas”. Rayos. No quería morir en un hospital.

Papá se acercó a nosotros y puso una mano en mi hombro. Tal vez lo hizo sin ninguna intención, o a modo de saludo, pero yo en ese momento lo sentí como un “no te me escapas”. Suspiré.

Señor Whitemore – saludó el policía, ajeno a lo que suponía para mí que mi padre estuviera allí. Había tenido la esperanza (estúpida, por lo visto…) de que no viniera a buscarme.

Buenos días. ¿Sería posible que viéramos a Michael?

Sí. De hecho es genial que esté usted aquí. El oficial Greyson vendrá en un rato, y creo que quería hablar con usted.

Miré a papá como diciendo “¿lo ves? Al final hice bien en venir”, pero su expresión me indicó que era mejor que me estuviera calladito incluso con los ojos. Volví a suspirar, y entramos.

Michael estaba mirando lo que parecía una foto. Levantó la cabeza al oírnos, y percibí su sorpresa… y también su alegría.  Me acerqué a él, y no sabía como saludarle, pero él lo arregló levantando el puño, para que lo chocara.  Eché un vistazo discreto al pedazo de papel que sostenía, y vi que era una foto mía. Se me hinchó el pecho. Él se dio cuenta de lo que estaba mirando y se puso algo incómodo.

Me la dio tu padre… bueno, más bien se la quité… - se explicó.

Hola, Michael – saludó papá. A él sí le sonrió, y nadie diría que estaba enfadado.

Muchas gracias por venir…No os esperaba… Espera… ¿eso quiere decir que hay malas noticias? – preguntó, con horror.

No, tranquilo. Es que Ted no se aguantaba las ganas – dijo papá, y fue curioso porque sonrió y me taladró con la mirada al mismo tiempo. O a lo mejor era yo, que ya imaginaba cosas.

Michael me miró con curiosidad y me sonrió, pero noté que estaba triste. Es decir, le alegraba vernos, pero había algo que le inquietaba. Se veía en su cara. No le conocía mucho, así que no podía decir si era tristeza, enfado, o cansancio…

¿Estás bien? – pregunté, algo preocupado.

¿Sabes eso cuando haces una tontería y piensas que va a ser divertido, pero luego no lo es? – me dijo, y supe que era una pregunta retórica, así que no respondí. – Fue una tontería dejar aquí el dinero.

No creo que lo fuera. Si no hubieras dejado pistas la policía no habría dado contigo, y a saber dónde estarías ahora… - le dije. Michael había dejado muchas pistas en diversos lugares, y gracias a eso la policía había sabido dónde buscarle. Como dijo el oficial, él quería que le encontraran, en algún momento.

Muerto, seguramente. Pero  podría haber dejado pistas sin necesidad de fanfarronear sobre que yo había cometido el robo.

Pues, ahora que lo dices… - comentó papá, y yo le miré mal. ¡No era momento de reprocharle nada!

No pienses en eso – le dije.

Tengo que hacerlo. El fiscal va a presentar nuevos cargos por entorpecimiento de la justicia al haberles ocultado esa información y no sé qué mierdas. Ha buscado un millón de transgresiones pequeñas que por si solas no serían nada, pero sumadas a mi historial pueden suponer que todo se vaya a la mierda.

¿Y tú abogado? ¿Qué dice? – preguntó papá, ansioso.

Es un abogado de oficio.  No creo que vaya a perder el culo por mí.

Yo estaba buscando la forma de reconfortarle, decirle algo así como que todo iba a ir bien, pero no tuve ocasión porque papá me apartó y se acercó a Michael todo lo que la cama le permitía. Le agarró la cara con ambas manos.

Te voy a llevar a casa. Esto es una promesa, y Ted puede decirte que yo siempre las cumplo. Me dan igual los abogados, las leyes y los sobornos que tenga que apoquinar. Tú te vienes conmigo.

Ensanché los ojos. ¿Papá estaba hablando de sobornos? Wow.  Osea… wow.

Michael parecía igualmente sorprendido, pero por la intensidad con la que habló papá. Escuchamos un carraspeo a nuestra espalda, y al girarnos vimos al oficial Greyson.

Fingiré que no escuché eso último… - dijo, indicando que había oído la ferviente promesa de papá.

Buenos días, oficial – saludó Aidan, tan tranquilo, como si nada. El aplomo de mi padre a veces me acojonaba.

- Deduzco que ya sabe las nuevas noticias. La situación de Michael se ha complicado un poco. No creo que aumenten su condena, pero dudo que ahora le quieran conceder la condicional… El fiscal se ocupará de ello.

Y yo deduzco que usted ha escuchado que Michael se va a venir conmigo.

Me alegra verle tan decidido, porque lo que voy a pedirle no es sencillo. O tal vez sí, no lo sé.

Sólo dígalo.

Existe una forma para que Michael salga de la cárcel en cuanto le den el alta, sin volver nunca, ni un mes, ni una semana, ni un día, y sin pasar por un juzgado.


Yo parpadeé, incrédulo.

- ¿Va a acceder a lo del soborno? – pregunté, sin poderlo evitar, pensando que sólo podía estar refiriéndose a eso. Papá y el oficial me miraron los dos con la misma cara de “¿pero eres idiota?” y luego me ignoraron.
Le escucho. – dijo papá.

Si Michael comete un delito después de que tomemos esa medida su ingreso en prisión será inmediato y no estaríamos hablando de meses, sino de muchos años.

Le escucho… con atención.  – dijo papá, y Michael y yo lo apoyamos silenciosamente. Mike parecía más que sorprendido. Deduje que el oficial no había hablado con él sobre ello previamente.

Michael podría convertirse en un confidente para la policía. Tres meses trabajando para nosotros y sería oficialmente libre, aunque con cargos.

¿Qué? – preguntó Michael, incrédulo.

Parece que entonces necesita su conformidad y no la mía – dijo papá, con falsa tranquilidad. Le noté tenso.

Legalmente, tal vez. Pero soy consciente de que usted a adoptado un rol… protector… con el muchacho. Y quiero que sepa los pros y los contras para que pueda aconsejarle. Más adelante tendremos una reunión con su abogado para hacerlo oficial, y Michael debería estar informado.

Michael está aquí delante ¿sabéis? – protestó él, porque estaban hablando como si él y yo no estuviéramos presentes.

¿Cuáles son los contras, entonces? Yo lo veo como un buen trato.

Dudo mucho que se le asigne un sueldo. Lo normal en estos casos es que el confidente cobre por sus servicios, pero ya tendré que pedir muchos favores para que los de arriba acepten.

¿Trabajar gratis? – protestó Michael, pero nadie le hizo caso.

El dinero no es problema. Vivirá conmigo – dijo papá.

Y está el asunto del… riesgo.

¿Riesgo?

En principio, Michael colaborará conmigo en aquellos asuntos en los que sus habilidades nos resulten útiles. Eso significa que estará a mi cargo y que trabajara en aquellos casos en los que trabaje yo. Serán sólo tres meses, y mi trabajo es mayoritariamente tranquilo, pero también hay casos en donde perseguimos a gente peligrosa. Michael no será expuesto ya que no podrá llevar ningún arma, pero es posible que se vea envuelto en alguna situación de riesgo.

¿Y usted considera eso un contra? Es EL contra. ¡No voy a dejar que su vida corra peligro! – dijo papá, y no sé si se dio cuenta, pero reaccionó igual que si en vez de hablar de Michael estuviera hablando de cualquiera de mis otros hermanos o de mí. Eso me gustó.

Señor Whitemore, el trabajo de un agente de la ley no es como usted se piensa. Pocos agentes se llegan a ver envueltos en un tiroteo en la vida real y…

¡Y si eso pasa en estos tres meses, mi hijo no tendrá un arma para defenderse! ¡Y tampoco me sentiría muy tranquilo si tuviera una de esas horribles cosas!

Todos lo escuchamos claramente. Había dicho “mi hijo”. Miré a Michael, a ver cómo reaccionaba, y le noté sorprendentemente tranquilo, como si Aidan nunca hubiera dicho tal cosa.

Acepto – dijo Michael, atrayendo hacia sí la atención del oficial. – Seré su compañero…

Confidente – aclaró el oficial Greyson, como si quisiera dejar los términos claros.

Lo que sea. ¿Tres meses y no tendré que ir a la cárcel?

No. Aunque tendrás una cita semanal a la que tendrás que comparecer y durante un año no podrás salir del estado.

Suena mejor de lo que esperaba. Acepto – repitió Michael.

Michael, piénsalo bien, puede ser pel… - empezó Aidan, pero Michael le interrumpió.

Si no he entendido mal ya no es necesaria la adopción. Te lo agradezco, pero ya no tienes que seguir preocupándote por mí.

Papá abrió la boca, entre dolido e indignado.

¿Y crees que eso cambia algo? ¡Claro que me preocupo por ti, pedazo de idiota!

Ya no tienes por qué adoptarme…

Igualmente puede que lo haga. Y que te vienes a casa está fuera de discusión. Métetelo en la cabeza de una vez – dijo papá, y él y Michael se miraron a los ojos con intensidad, hasta el punto de que el oficial y yo nos sentimos intrusos allí… Al final, Michael suspiró.

Está bien. Gracias.

Siento haberte llamado idiota – dijo Aidan, de pronto culpable.

No importa.

Sí importa. Lo siento. Es sólo que… Ted también hace eso a veces ¿sabes? Hablar como si no valiera una mierda. Me pone nervioso. Pero no he debido insultarte. Que seas idiota por pensar así no significa que deba decírtelo.

Yo sonreí un poco. Papá tampoco tenía el autoestima muy alta, que digamos, pero irónicamente le molestaba mucho que la gente se infravalorara.

El oficial carraspeó, como disculpándose por interrumpir.

Michael, tu abogado vendrá está tarde. Piénsalo hasta entonces ¿de acuerdo?

Michael asintió. El oficial se despidió, alegando que tenía que irse y una enfermera vino a decirnos que Michael tenía que descansar.

- Sí, Ted también – dijo papá. – Despídete y vamos a casa.

Oh, cierto. Con las nuevas noticias casi se me olvida. Aún quedaba el asunto de mi muerte, funeral, y entierro.  Me obligué a ser valiente. Sabía cuáles eran las consecuencias de lo que había hecho así que sólo me quedaba enfrentarlas. Papá no parecía realmente enfadado. Podía con un castigo, si él me perdonaba.

El camino desde la habitación de Michael al coche fue silencioso. Yo buscaba la forma de iniciar una conversación, y la encontré cuando los dos estuvimos dentro del coche y él metió la llave en el contacto.

Papá… ¿me vas a perdonar?

Aidan me miró con cara de “no estoy contento contigo”.

¿Qué rayos significa eso?

Pues… que si entiendes por qué lo hice.

Lo entiendo. ¿Entiendes tú por qué tenías que quedarte en casa? – contratacó.

¿Porqué tú me lo dijiste?

Para empezar. Pero yo no te lo dije porque sí. Tenía buenos motivos. Motivos que tú te has pasado por el forro, así, directamente.

Aluciné por esa forma de hablar, pero no pude llevarle la contraria. Me miré las manos. Jo. No quería que estuviera enfadado conmigo. Me mordí el labio y le miré. Luego volví a bajar la mirada.

¿Qué? – me espetó – Di lo que tengas que decir, no te quedes con las ganas.

Levanté los ojos hasta encontrar los suyos.

¿Me das un abrazo? – le pregunté, y pude ver como se ablandaba poco a poco tras escucharlo.

Ven aquí, mocoso desobediente – exigió, con voz cariñosa, y me apretó contra él. Eso estaba mejor. Me sentí en paz, más seguro de que no había fastidiado nada, excepto tal vez mi capacidad de sentarme dentro de alguno minutos.

¿Vas a adoptar a Michael? – le pregunté, aún abrazado a él.

En eso quedamos ¿no?

Pero… ya no tienes que hacerlo.

¿Tú quieres que lo haga?

Lo pensé bien, aunque en realidad mi cerebro, que tenía algunas pegas como el “¿y si sale mal?” quedó silenciado por mis sentimientos.

Sí.

Pues entonces no hay más que hablar. Si ahí dentro he dicho “puede” es porque aún tengo que habla con tus hermanos. Ya habrás notado que empiezo a pensar en él como… parte de la familia. Ahora te pregunto yo a ti… ¿te ha molestado que le haya llamado “hijo”? Lo hice sin pensar…

Precisamente porque lo hiciste sin pensar no me molesta – respondí yo – De la misma forma que no sería lógico que me molestara porque le llamaras hijo a Alejandro.

Papá me apretó con más fuerza y luego me soltó, para poner el coche en marcha.

Tengo que pasar por la editorial y por el despacho de mi abogado. – me dijo.

¿Abogado? ¿Por qué?

Porque no tengo ni idea de cuál es el procedimiento legal para adoptar a un adulto.

Ah.

Luego tengo que hacer la compra e ir al banco. Y tengo que reunirme con la profesora de Cole. Así que vas a tener la casa para ti casi toda la mañana.

Vale.

Y tenemos que hablar de tu castigo. – me dijo. Yo aparté los puños y evité mirarle a cualquier precio. - ¿Ted?

Sí.

¿Sí qué?

Sí, te escucho. – respondí. ¿Qué se suponía que tenía que decir?

Entonces mírame, hijo.

Dejé salir el aire entre los dientes, y mantuve los ojos en la carretera. Estábamos  parados en un semáforo y yo sabía que papá me estaba mirando. Casi podía sentirlo…

¿Ted?

Suspiré, e hice lo que me pedía. No ganaba nada con no hacerlo. Tener esa conversación me avergonzaba mucho, pero esa era “la manera de Aidan”. Le miré, intentando estar tranquilo.

Entiendo lo que te motivó a salir de casa, pero eso no quita que… me desobedeciste.

Lo sé – susurré.

Eres mayor que tus hermanos y mi mano derecha para todo, pero eso no significa que puedas hacer lo que quieras.

También lo sé.

Pues espero que otra vez lo recuerdes. No irás a la fiesta del colegio.

¿Qué? Espera ¿qué? No era eso lo que imaginaba. Suponía, es más, estaba seguro de que me iba a… de que iba… en fin, pensé que iba a darme una zurra. En los planes no entraba la fiesta del colegio. Vamos, ni se me había ocurrido pensarlo… Creo que mi sorpresa se reflejó en mi rostro.

Sé lo que pensaste que haría. Y si estabas dispuesto a hacerlo igual es que no era disuasión suficiente. – me dijo, demostrando lo bien que me conocía.

Pero… yo quiero ir a esa fiesta – protesté, y me soné a mí mismo muy infantil.

Creo que por eso lo llaman castigo.

Quería decir “no puedes”, “no es justo” o algo de eso, pero él iba a tener una respuesta para eso y yo casi podía imaginármela. Genial. Absolutamente genial. Agustina iba a estar en ese baile. No es que fuera a pasar nada, pero ella iba a estar. Con su novio, recordándome que yo no era guapo, ni tenía los ojos azules. Pero iba a estar. Y yo, por lo visto, no. Mi vida era una mierda.

- Aidan´s POV -

Michael no iba a ir a la cárcel. Eso era bueno. Era bueno ¿verdad? Porque una parte de mí creía que era mejor que estuviera un tiempo entre rejas a que fuera por ahí combatiendo el crimen… Tal vez había visto demasiadas series policíacas. Quién sabe, pero me sentía intranquilo.

Tener una familia tan grande me había acostumbrado a aparcar un problema para poder ocuparme de otro sin estar distraído. Así que dejé a un lado el “tema Michael” para ocuparme de Ted. Sabía que no se arrepentía de lo que había hecho, aunque le dolía que yo estuviera enfadado con él. En eso Zach y él se parecían a mis hijos más pequeños. Mi posible enfado era su peor castigo.

No estaba enfadado. No podía estarlo cuando se ponía en ese plan mimoso. Pero era importante que supiera que no podía hacer lo que se le antojara. Decidí que no le castigaría con unos azotes, por varios motivos. Primero, entendía sus razones, entendía su obsesión con Michael y por eso no quería ser tan duro con él. Segundo, aún tenía puntos. Tercero, él ya se esperaba que yo hiciera eso y no parecía importarle. Ese fue el motivo que le di a él.

Lo que no me esperaba es que no ir al baile le pusiera tan triste. No supe si estaba actuando delante de mí, pero pareció realmente deprimido. Dgg, Odiaba ver esa expresión en su cara. Me dije a mí mismo que tenía que ser fuerte. Tener que mirar al frente mientras conducía ayudaba.

Le dejé en casa y me fui a hacer todas las gestiones que eran necesarias hacer. En la editorial me recordaron que iba a publicar un libro nuevo en unos días y que cuando pensaba dedicarle tiempo a la propaganda. Periodistas. Mis personas favoritas del mundo, nótese el sarcasmo. Agh. Los próximos días iban a ser realmente horribles.

Volví a casa para almorzar con Ted y le encontré aún más triste que antes. Intenté animarle, insistiéndole para que enviara un mensaje a sus amigos y que vinieran después de clase, pero cuando me fui para hablar con la profesora de Cole seguía igual de deprimido.

Esa vez aparté el “problema Ted” para ocuparme del “problema Cole”. Aunque no me gustaba pensar en mis hijos como si fueran problemas, así que iba a buscar una nomenclatura diferente… En esto pensaba cuando la profesora de Cole llegó al hall del colegio donde la estaba esperando.

Tessa  había dado y aún daba clase a varios de mis hijos. Le dio clase a Harry y Zach, a Barie y a Madie, y actualmente se la daba a Cole, a Hannah, y a Kurt. Nos conocíamos bastante, y por alguna razón yo seguía llamándola de usted. Tal vez porque era mayor que yo. Le expuse el problema y se mostró bastante soprendida. Estuvo de acuerdo con cambiar a Cole de clase, aunque dijo que tenía que hablarlo con la dirección. Comentamos un par de cosas más, me dijo que estaba realmente asombrada con el buen trabajo de Cole, y yo me llené de orgullo. Para Kurt no tuvo tan buenas palabras, pero no me dijo nada que yo no supiera. Mi pequeño era un terremoto, pero eso era sólo parte de su encanto. Era incapaz de estarse quieto, pero no iba mal en las clases, o al menos en la que le daba Tessa, porque ella era tutora de Cole, pero a Kurt sólo le daba Plástica. Hablamos un rato de alguna de las trastadas más graciosas de mi niño (ciertamente, tenía varias, como esa vez que metió las coletas de su hermana en pintura…). Cuando nos despedimos, me dijo algo que me dio vida y me hizo sentir bien…

Tiene una gran familia, Aidan. Son buenos chicos todos.

Para mí eso era lo importante. Si luego eran más o menos obedientes, intentaría solucionarlo poco a poco. Pero eran buenos, y no lo pensaba sólo yo, por ser su padre.

Como quedaba poco para que acabaran las clases, hice tiempo hasta que salieron mis hijos, y me volví con ellos. Cole estaba contento por su diez, Alice había aprendido una canción nueva y me la tenía que cantar, y cada uno vino diciendo una cosa diferente así que me costaba un poco entenderles a todos. Escuché pacientemente sus historias, y me fijé en alguien que no decía nada.

¿Barie? ¿Has tenido un mal día? – pregunté, con tacto. Ella me miró con pena, y de pronto me abrazó. - ¿Qué pasa, cariño?

No sabe hacer el pino – explicó Madie. – El profesor de Gimnasia la ha puesto mala nota y quiere que aprenda en una semana.

¡Pero es que me da miedo! – explicó Barie.

Miedo, ¿de qué?

¡De caerme! – dijo, y Cole se rió un poquito. - ¡No te rías! Mis manos no me sostienen…

Eso es porque pesas demasiado…- dijo Madie.

Lo sé…

Eh. Aquí nadie pesa demasiado.  – intervine.

Kurt y yo sí – dijo Barie, con tristeza. La levanté la barbilla.

No. Cada persona es diferente, es lo divertido del mundo. Y no te preocupes por tu clase de Gimnasia. Yo te enseñaré a hacer el pino. Yo siempre he sido demasiado alto, y también tuve problemas. Y Ted nunca aprendió a hacer el pino.

¿De verdad?

De verdad. Su profesor acabó por rendirse.

Barie pareció sentirse algo mejor. Fuimos al colegio de Dylan y volví con todos a casa. Antes de entrar, Harry se quedó pensativo mirando el jardín del vecino. El nuestro era un barrio residencial, con casas unifamiliares y en general buena relación con los vecinos. Mi hijo miraba el jardín del señor Morrinson, un hombre anciano sin nietos que siempre regalaba caramelos a mis hijos.

Harry – llamé, tras unos segundos. Él sacudió la cabeza, y entró con los demás.

Como era habitual, parpadeé y les perdí de vista.  Subí a ver a Ted y no había cambios en su estado de ánimo, aunque me dijo que Mike y Fred iban a venir. Tal vez sus amigos lograran animarle.

Los amigos de Ted llegaron en el momento ideal, cuando mis hijos más pequeños ya habían terminado los deberes y comenzaban a aburrirse. Cuando sonó el timbre Alice, Hannah,, Kurt y Dylan fueron a abrir. Yo iba a decir “hola”, pero antes de poder hacerlo Alice se tiró a los brazos de Mike, que la cogió mientras reía.

Hola, microbio. ¿Te acuerdas de mí?

¡Claro!

Sonreí para mis adentros. Alice estaba “enamorada” del amigo de Ted. Cuando Mike venía a casa no se despegaba de él ni con calzador. Esa vez no fue diferente. Se sentaron en el sofá y Alice le usó a él de asiento. Fui a avisar a Ted de que ya estaban y aunque intenté que le dejaran sólo con sus amigos, mis hijos se aburrían demasiado como para irse. Mike era casi como de la familia y Fred también les caía simpático.

Fui a por refresco y unas patatas, y cuando volví, Hannah estaba haciendo alguna de sus preguntas indiscretas.

¿Tienes novia? – preguntó, y Mike tosió y me miró,  como pidiéndome ayuda. Yo me senté en el sofá, divertido por la escena, y le quité a Alice de encima para sentarla sobre mí.

No, ¡no tiene novia porque yo me voy a casar con él! – declaró Alice.

Mike volvió a toser, incómodo.

No creo que tu padre me deje casarme contigo, Alice – dijo Mike.

Oh, no, es toda tuya – dije, bromeando,  y se la di como si fuera un paquetito. Alice puso tal cara de ofendida indignación, que todos nos reímos. Menos Ted. Suspiré. ¿Cuánto iba a durarle?

Le contamos a los amigos de Ted sobre Michael, aunque Ted ya les había hablado de él por el móvil. A Mike le hizo gracia tener un tocayo. No hicieron comentarios sobre el pasado de Michael, cosa que les agradecí. Hablamos un rato de él, y de otras cosas.

Tío Aidan, que sepas que estoy enfadado contigo – dijo Mike.

¿Tío Aidan? No me llamas así desde los siete años. Y por qué estás enfadado ¿a ver?

¡Porque no dejas que Ted venga a la fiesta! – declaró, con toda su cara dura, y Ted le dio un golpe en el brazo, para que se callara. A mí no me molestó. Me caía bien ese chico. Me gustaba que me tuviera confianza. Y le consideraba bueno para mi hijo.

Oh, entonces enfádate todo lo que quieras.

¡Para una vez que Ted quiere ir a algún lado! Lo hace sólo porque va Ag…

Ted le dio esa vez un golpe mucho más fuerte. Tanto que Mike soltó un quejido. Fruncí el ceño.

Ted, no seas bestia.

Él me ignoró y taladró a Mike con la mirada.  Deduje que el chico había estado a punto de hablar de más sobre algo que yo no podía saber. ¿Quién iba a ir a esa fiesta? Miré a mi hijo con curiosidad, pero no averigüé nada, aunque su tristeza se hizo aún más patente.

Mike y Fred no estuvieron mucho rato, porque tenían cosas que hacer. Le desearon a Ted que se recuperara pronto y se marcharon, con ciertas dificultades porque costó que Alice quisiera soltar a Mike.

Ted desapareció escaleras arriba en cuanto se fueron. Le fui a buscar, con curiosidad por esa persona misteriosa que Mike casi nombra, pero cambie de idea en cuanto vi  la misma cara larga de las últimas horas.

No has estado muy atento con ellos. – le reproché.

Él sólo se encogió de hombros. Resoplé. Cerré la puerta del cuarto para que no nos molestaran y me senté para hablar con él.

A ver, ¿qué pasa? – pregunté, y nada. - ¿Estás así porque te castigué sin ir  a la fiesta?

Ted me miró como diciendo “evidentemente” pero no verbalizó su respuesta.

¿Tan importante es para ti?

Otro encogimiento de hombros, pero a mí no me engañaba. Fue como si gritara “sí” a los cuatro vientos.

Ted, es difícil hablar con alguien que no responde – le dije.

Es que no tengo nada que decir.

A mí me parece que sí. ¿Estás triste porque no te dejo ir?

Silencio.

¿Ted?

¡Sí, joder, sí! Estoy triste por eso, ¿CONTENTO? – me gritó.

Justo después, cerró los ojos, como arrepentido por haberme hablado así. Le miré fijamente durante varios segundos, y noté que se ponía más y más nervioso.

No, no estoy nada contento – respondí, y tomé una decisión. – Ven aquí.

Él suspiró, pero se puso de pie y caminó hacia mí. Cogí una almohada de su cama, y me la puse encima, pensando en su abdomen operado. Le tumbé con cuidado. Fue fácil, porque colaboró. Comprobé que no se hacía daño en la cicatriz.

¿Es esto lo que querías? – pregunté, con más acritud de la que quería expresar. Lógicamente, él no me respondió. Tomé aire y comencé.

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Ted no emitió un solo sonido, y tampoco se movió, aunque pude sentir su rabia en la forma en la que agarraba las sábanas de su propia cama. Poco a poco, esa rabia se fue esfumando, y al final quedó sólo resignación. No empleé demasiada fuerza, pero él tenía que sentir cada palmada porque yo la sentía también, como una molestia suave en la mano.

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Él no iba a llorar, claro. Ni a dejar ver si aquello le dolía o no. Otra persona que no le conociera podía haber pensado que aquello no le estaba doliendo o que estaba reaccionando con orgullo, pero yo sabía que esa era su reacción habitual, y que Ted era bueno no exteriorizando emociones, cuando quería. Se le daba especialmente bien ocultar el dolor físico. Había soltado las sábanas y eso me indicó que ya no estaba rabioso. Le levanté, teniendo cuidado con su cicatriz.

Siento haberte hablado así – me dijo – Pero ¿no ha sido demasiado por…levantarte la voz? – protestó, con una vocecita que no le pegaba.

No te he castigado por eso. Te he castigado por desobedecerme e ir al hospital. Y más te vale no desobedecerme de nuevo o el cojín no lo usarás para protegerte el costado sino para poder sentarte.

Ted se avergonzó, aunque sus mejillas oscuras no se tiñeron de ningún color. Observé a ver si se frotaba el costado, temeroso de que se hubiera hecho daño, pero a decir verdad parecía tener ganas de frotarse otra zona, aunque no lo hizo.

¿Significa eso que sí puedo ir a la fiesta? – aventuró con timidez.

Veo que lo has pillado – respondí, y entonces se tiró a abrazarme.

¡Gracias, gracias, gracias! ¡Eres el mejor!

Sí, tengo que serlo, porque sabes que no suelo cambiar un castigo.

¡Gracias! – dijo otra vez, y le sonreí.

¿No más caras largas? – le pregunté y él negó con la cabeza. Entonces, de pronto, se dio cuenta de que me estaba abrazando de una forma que no era del todo propia de él, y se apartó con brusquedad, pero yo le volví a apretar. – Ah, no. Es mi obligación hacer la parte que no me gusta, que es castigarte, pero no tienes derecho a privarme de la que sí me gusta, que es consolarte. Así que tú te quedas aquí hasta que yo me aburra de mimarte.

Ted fingió exasperación, pero yo vi una sonrisa. La vi, y no pudo ocultarla.  Me levanté, le di un beso en la frente, y apoyé su cabeza en el hueco de mi cuello, contento de ser tan alto como para poder hacer eso con un chico de más de metro ochenta.

Michael es más alto que tú – se me ocurrió decir, pensando en voz alta.

Se llevó los mejores genes – respondió.

¡Ey! ¡Que tú y yo los compartimos!

Por eso dije que se llevó los mejores – bromeó y salió corriendo, sabiendo que iba a empezar a perseguirle.

¡Serás…! Anda, deja de correr, a ver si vas a hacerte daño. Tú no entiendes que tienes puntos ¿verdad?

Cómo no, si tú no me dejas olvidarlo… Dime, ¿mañana podré ir a clase?

Lo pensé bien. Parecía cansado, pero nada más.

Si duermes bien sí. Y nada de Gimnasia, por supuesto. Te haré un justificante.

Eso pareció terminar de hacerle feliz. La verdad, a veces mi hijo era muy raro. Estaba contento porque al día siguiente iría al colegio y porque le había dado unos azotes. Estaba seguro de que Alejandro hubiera preferido no ir a la fiesta a “la otra opción”, y por supuesto, hubiera sido feliz estirando al máximo los días que podía quedarse en casa.

Le dije a Ted que descansara hasta la hora de la cena y fue a ver qué hacía el resto de mis hijos. Ayudé a Zach con unos deberes que se le atragantaban y sin saber cómo terminé siendo el malvado villano al que SuperKurt y SuperHannah perseguían. La batalla no era justa, porque yo no tenía superpoderes y al parecer, ellos tenían superfuerza, supervelocidad, y supertodo. Al final, terminé agotado y ¡milagro! ellos también.

Justo cuando estaba sentado en las escaleras, recuperando el aliento, me abordó Harry.

Papá. Ya sé qué hacer para compensar a Zach.

¿Mmm?

El jardín del señor Morrinson está hecho una pena. Hace tiempo le dijo Alejandro que buscaba a alguien para que se lo cuidara, pero él no quiso. Tal vez yo podría arreglárselo… después de hacer los deberes… durante unos días, a cambio de dinero.

¿Y en qué te ayudaría eso con Zach?

Con el dinero… podría comprarle el monopatín que lleva tiempo queriendo.

Me sorprendí un poco, porque me parecía una idea bastante buena.

¿Después de hacer los deberes? – pregunté, para asegurarme. No quería que dejara de atender las cosas del colegio por esa especie de trabajo.

Prometido.

Para conseguir el dinero del monopatín tendrás que trabajar muchos días.  – le dije, por si no había caído en la cuenta.

Lo sé.

Miré a mi hijo con orgullo. Aquello denotaba un gran sentido de la responsabilidad. Y era un detalle más que bueno con su hermano, que después de eso tenía que perdonarle sí o sí. Días y días de trabajo para comprarle un monopatín. Cuando Alejandro le hacía una faena a Ted le pedía perdón, y gracias.

Me parece bien, hijo. Más que bien.

Y si consigo suficiente dinero, yo también te compraré un llavero. Quiero que lleves algo mío…

Sin previo aviso, le abracé, creo que con mucha vehemencia, porque pareció sorprendido.

- Pero si ya llevo algo tuyo, campeón. Te llevo a ti. Justo aquí ¿no lo ves? – dije, y le apreté junto a mi pecho. La profesora de Cole había tenido razón. Mis hijos eran buenos chicos.




3 comentarios:

  1. Ese Aidan es un alcahute....cambiar el castigo de Ted... Y Harry tan bello....

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  2. es entretenida,provoca un sin fin de emociones ,entre las cuales destacan la admiración,simpatía,infinita ternura y diversión ,como sea ¡me encanta!,y sigo con ganas de leer mas

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  3. m e encant oDream, me he ledio tus cap recien, y los he disfrutado muchisimo.... estoy queriendo que los gemelitos se abuenen ya jjjjj

    un abrazo guapa, te felicito

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