Capítulo 17: La otra opción
Desperté con algo de frío. Normal, había
pateado las sábanas y la manta. Me incorporé para recogerlas del suelo y me
pregunté con qué diablos había soñado para moverme tanto en la cama. Volvía a
tener la respiración algo acelerada. Vivan las pesadillas. Me acordé de todas
las veces que me desperté aquella noche, y miré a Cole, como para comprobar que
seguía en su cama. Seguía. De hecho, estaba envuelto en la manta como un
rollito de primavera. Casi parecía que no se había movido un sólo
milímetro desde que papá le dejó allí.
Fui al baño y cuando entré de nuevo al
cuarto debí de hacer ruido, porque Cole se despertó. Pareció sorprendido de
estar en su cama, y noté en su expresión sus esfuerzos por recordar lo que
había pasado la noche anterior.
Te trajo papá – le dije. – No estabas en
tu cama y se llevó un susto de muerte. A mí se me ocurrió que podías estar en
el jardín.
¿Estoy muy muerto? – preguntó, tragando
saliva.
Sorprendentemente, no. Pero si pasas otra
noche fuera de tu cama… en fin, de esa no podré salvarte, hermanito.
Gracias – susurró Cole, y suspiró.
¿Me puedes decir que hacías ahí fuera?
Sólo pensaba…
Ya. ¿En plena noche? – pregunté,
capciosamente, y le miré con atención. - ¿Es por lo de ese chico que te
molesta? Pensé que papá iba a solucionarlo hoy con tu profe…
No es eso. No es nada, de verdad. Sólo
salí fuera, y me dormí.
Resoplé. Hermanos cabezotas con problemas
que no quieren compartir. Ah, espera, que ese era yo. Ahora entendía lo
frustrante que era cuando hacía eso. Pero yo al menos se lo solía contar a Aidan…
Cole no se lo contaba a nadie. Intenté adivinar qué podía ser. Cuando yo salía
al jardín solía ser… en fin, debo admitirlo, para llamar la atención de papá.
Claro, en su momento no lo pensaba así. No pensaba “ey, voy a llamar la
atención de papá durmiendo fuera”. Pero es lo que quería. En mi defensa
diré que somos muchos hermanos, y eso significa que uno no siempre tiene a su
padre para sí, y eso puede generar celos…
¿Sería eso lo que le pasaría a Cole? Fuera
por el motivo que fuera, me propuse ayudarle. Empezando por evitar que se
metiera en líos.
Pues que no vuelva a pasar, enano, porque
papá se enfadará de verdad.
Cole asintió, y poco a poco bajó de su
litera. Miré el reloj. Era algo pronto, los demás empezarían a levantarse más
tarde. Aunque ya empezaba a escuchar ruidos en las demás habitaciones.
Cole´s POV –
Salir al jardín fue algo impulsivo, porque
las paredes se cerraban entorno a mí, y me agobiaban, con el peso de pensar que
se agotaban mis días con Ted. En cuanto Michael viniera Ted se olvidaría de mí…
Ya había tenido un atisbo en el hospital, cuando le faltaron los brazos para
sostenerle cuando se desmayó, mientras que a mí me levantó papá al caerme. Y no
es que tuviera nada en contra de papá, pero aquello fue la prueba de que Michael
era la nueva prioridad de Ted.
Saber que tenía fecha de caducidad fue
doloroso. No podía dormir. Así que salí a tomar el aire, a estar sólo, en busca
de paz. Pero no la encontré.
Me llevé una manta por si hacía frío, y
allí envuelto me puse a pensar. No es como si pudiera hacer nada al respecto.
No podía decirle a Ted “eh, no te entusiasmes con tu nuevo hermano, que yo sigo
aquí”. Yo no podía evitar que él le quisiera. Tal vez, en vez de dejarme
llevar por los celos, debía pensar en positivo y disfrutar del hecho de que iba
a tener un hermano más.
Todos habían acogido tan bien a Michael…
demasiado bien. ¿Nadie más se había dado cuenta de que había dicho exactamente
lo que queríamos oír? A Ted le había dicho que no le culpaba por lo de su
madre. Y luego se había puesto tierno… Mi teoría era que ese chico nos había
calado. Sabía qué tipo de personas éramos y lo había usado para caernos bien en
el acto. Se había metido a todos en el bolsillo.
Me dormí pensando que era sospechoso que
hubiera aceptado tan pronto todo aquello de la adopción. Fui vagamente
consciente de que me estaba durmiendo en el césped del jardín… y desperté en mi
cama. Ted dijo que fue papá quién me llevó. Me inquieté un podo al recordar lo
que papá me había dicho: que si algo me preocupaba quería que se lo dijera.
Pero a ver cómo rayos le decía que sospechaba que el chico al que todos
repentinamente adoraban no me parecía trigo limpio. Seguro que pensaba que lo
decía por celos…
Alejandro´s POV –
Lo peor de compartir cuarto era cuando tus
compañeros de habitación, alías hermanos, alías plastas, te despertaban antes
de tiempo por ponerse a charlar como dos cotorras. Me levanté, les fulminé con
la mirada, y fui al baño. Era mejor ir antes de que tuviera lugar la estampida
habitual.
Me di un paseo por el pasillo y vi que la
enana de la casa estaba durmiendo sola. O más concretamente, lloriqueando sola,
aun envuelta en sus sábanas y mantas. Me acerqué y me senté en su cama.
Ey, bichejo, ¿qué pasa? ¿Qué es eso de
despertarse triste?
Hannah no está – dijo, haciendo
pucherito.
Se habrá ido a dormir con papá.
¿Y por qué no me ha “visado” para ir
las dos? – protestó.
Porque es muy mala. Ven, que vamos a
decírselo. – dije, y la cogí en brazos. O yo había ganado fuerza o la enana
pesaba menos. Lo más lógico era lo primero, así que me sentí guay.
Fui al cuarto de papá con la peque en
brazos, y le encontré despierto, con Hannah y Kurt a su lado aun dormidos.
Pareció algo sorprendido de verme, y miró el reloj para ver si es que se había
retrasado. No, papá, no, es que tengo dos hermanos muy pelmas que me han hecho
madrugar más de la cuenta.
Hola – saludó papá. Frunció el ceño al
reparar en la carita de medio llanto de Alice - ¿Qué pasa, peque?
Pasa que sois muy malos, eso pasa – acusé.
– Mira que venir aquí a divertirse sin ella… La próxima vez tú te vienes a mi
cama, y a ellos que les den.
¡Alejandro! – dijo papá, con los ojos muy
abiertos. Oh, sí. Igual no debería usar determinadas expresiones delante de la
enana. Glups. Busqué la manera de distraer a papá antes de que se le ocurriera
hacer algo más que regañarme.
Y ahora en venganza podemos despertar a
Hannah a base de cosquillas. ¿Qué me dices? – le pregunté a Alice y ella
asintió, considerándolo una muy buena idea. La dejé en la cama de papá y ella
gateó, acechando a su hermana como un cachorro de tigre antes de abalanzarse
sobre ella. Hannah despertó de golpe, con algo de susto, y luego se empezó a
reír porque Alice había atacado directamente en un punto débil: los pies. Era
lista la enana. – Ah, por fin hay justicia en el mundo. – dije, y papá me tiró
su almohada.
Ya te daré yo a ti justicia. Cada vez que
Alice repita lo que tú sabes te daré un azote – amenazó. Alice se quedó quieta
entonces y le miró con mucha atención, y a mí con algo de maldad. ¡Enana
puñetera! ¿No estaría pensando…? La vi abrir la boca y supe que la muy
traidora iba a decirlo aposta.
¡Alice, no!
“Lo que tu sabes” , “lo que tú sabes” ,
“lo que tú sabes” – dijo. Papá y yo nos miramos, y nos reímos, porque Alice lo
había entendido todo mal. No era eso lo que no podía repetir. Suspiré con
alivio. Papá la cogió y la quitó de encima de Hannah para ponerla encima de él.
Pero bueno. ¿Te parece bonito intentar que
tu hermano se meta en problemas? – dijo papá, en un tono que evidenciaba
que no estaba enfadado en serio. Alice se rió. Papá la giró y la puso boca
abajo sobre él e hizo como que iba a castigarla. Levantó la mano pero la dejó
caer con mucha suavidad, jugando. Alice se rió con más ganas. – Ah, ¿y encima
te ríes?
Papá la dio la vuelta otra vez, y la dio
un beso. Y así es como una niña de cuatro años se olvida de lo triste que está
porque su hermana la ha hecho dormir sola.
Tanto alboroto despertó a Kurt, claro. El
enano se frotó los ojos y bostezó. Papá le dio un beso también a él, y
luego otro a Hannah. ¿Es que se había despertado cariñoso? Le miré la
cara….Esto…¿se había despertado? Porque parecía un cadáver. Pedazo ojeras.
Entre eso, y que era pálido, podría haberle tomado por un vampiro.
Papá… - empecé. Él me miró, sonriendo. No
me animé a decirle lo que estaba pensando. ¿Por qué tienes cara de zombie,
papa? No, definitivamente no parecía una pregunta adecuada. Al ver que yo no
decía nada, él siguió jugando con los enanos, hasta que al final sujetó a Kurt
con una mano y Alice y Hannah con la otra.
Ya vale, terremotos. Ahora todo el mundo a
su cuarto que hay que vestirse para ir al cole. Con un poco de suerte hoy
llegamos pronto.
Los enanos no estaban por la labor, sin
embargo, así que papá recurrió al infalible método de las cosquillas y los
peques se fueron corriendo y riendo. Me pregunté si en otras casas los días
empezaban así, y supe que no. Aunque a veces fuera peor que un policía, papá
sabía cómo hacer que la gente se sintiera feliz. Eso tenía que reconocérselo.
Aidan´s POV –
Mi noche en vela fue horrible, pero
no por el sueño (en realidad, había días en los que yo no dormía, para avanzar
en alguna novela) sino por los pensamientos que me asaltaban sin que pudiera
evitarlo. El recuerdo de mis abuelos me hizo sentirme culpable por no guardar
ningún contacto con mi padre. Pero hacía tiempo entendí que él estaba dispuesto
a destrozar su vida… y yo no quería que destrozara la mía ni la de mis hijos
por el camino. Me había hecho mucho daño, y no me era fácil perdonarle. Él no
hacía nada que propiciara ese perdón.
En mi cabeza resonaban aquellas palabras
que me dijo mientras me acariciaba el pelo, apoyado en las paredes del establo
de la finca de Ohio. <>
Se me quedaron muy marcadas. Usaba la segunda parte como frase cabecera,
pero no solía pensar tan a menudo en la primera frase. Yo había encontrado
alguien a quien amar…a doce personas, para ser exactos, y no estaba dispuesto a
dejar que me los quitaran. Ni a que les hicieran daño. Protegería a mis hijos
de mi padre, al igual que él había intentado protegerme del suyo… aunque no
llegó a conseguirlo. Cerré el puño con fuerza y casi me clavo las uñas al
recordar mi segunda visita a la casa de mis abuelos, y sobretodo la última…
Hacía “sólo” diecisiete años de la última… pero bloqueé el recuerdo antes de
terminar expulsando bilis por la boca.
No lo entendía. Mi abuelo fue bueno
conmigo al principio. Bueno a la manera basta, pero bueno al fin y al cabo.
¿Cómo pudo ser después tan… malo?
En fin. Preguntarse eso no tenía ningún
sentido, al igual que tampoco lo tenía preguntarse por qué Andrew era imbécil
si sabía no serlo. Más allá de que fuera un padre de mierda, él y el
abuelo, cada uno por su lado, hicieron cosas que yo éticamente no podía
perdonar.
Dios, ¿cómo lo hacía Michael? Ted me había
contado lo que había hecho su padre, y la forma en la que Michael quería
defenderlo. ¿Cómo se pueden defender ciertas cosas?
Me levanté a hacer el desayuno sin hacer
ruido, y luego volví a la cama. Alejandro trajo a la enana y la interacción con
mis hijos me recordó que yo me había propuesto enfocar mi vida hacia el futuro,
y no hacia el pasado. Propósito número 500: aunque creía que ya lo hacía, iba a
asegurarme de decirles “te quiero” con frecuencia.
Fui despertando a los que no estaban
despiertos. Harry ya estaba levantado, y fue a uno de los baños aprovechando
que estaba libre. Me costó un poco despertar a Zach, porque tenía el sueño muy
profundo. Pareció hasta sorprendido cuando abrió los ojos, y tardó unos
segundos en caer en la cuenta que era la hora de levantarse para ir a clase.
Oh – dijo, y bostezó.
Oh – respondí sonriendo. – Buenos días,
dormilón.
Hola.
Se sentó en la cama y volvió a bostezar.
Tú y yo tenemos que hablar de una cosa –
le dije, despacio, consciente de que aún estaba más dormido que despierto.
- ¿De qué?- preguntó, sin tener ni idea de
a qué me refería.
De cierto proyecto de Tecnología que no
has hecho.
Juraría que se puso blanco. Tampoco
quería eso. Hubiera esperado a hablarlo a la vuelta del colegio, pero tenía
muchas cosas en la cabeza y no garantizaba que más tarde me fuera a acordar.
Yo… esto…
Los deberes se hacen, Zach. La última vez
¿estamos?
Sí, papá.
Sé que pasamos la tarde en el hospital,
pero si tenías tarea podrías habérmelo dicho… a parte de que dudo que te lo
mandaran ayer. Has tenido todo el fin de semana.
Sí… - me dijo, serio, contrito, dándome la
razón. Sus notas eran bastante decentes así que di el tema por zanjado.
Muy bien. Ahora dame un beso y vete al
baño. Tienes el primer turno.
Zach se levantó y me dio un beso, pero fue
algo automático y poco sentido.
He dicho un beso. Uno en condiciones o no
te dejo salir del cuarto.
Sólo entonces sonrió, y me saludó como
Dios manda. Creo que se preguntaba cómo carajos sabía lo del proyecto, pero
estaba contento porque no me hubiera enfadado. Uno tiene que seleccionar por
qué cosas se enfada. En mis tiempos yo no siempre llevaba mi tarea a clases,
para qué mentir. Si sabía que el profesor no iba a poner mala nota por no
llevarla y estaba vago, no lo hacía. Y a veces se me olvidaba. Zach no solía
hacer eso, no era algo frecuente, así que no tenía importancia.
Sólo una cosa más, hijo. ¿Le pediste a tu
hermano que lo terminara por ti?
¿Qué hermano?
En realidad da igual a cuál, pero me
refiero a Harry.
Sabes que no le hablo. – me respondió.
¿Eso es un no?
No se lo pedí. En serio.
Vale. Pues… que sepas, que ese hermano al
que no hablas quería hacerlo por ti esta noche.
¿Y con eso qué?
Que, ya sabes… hay un margen de tiempo
para guardarle rencor a alguien por un error. Y tú empiezas a sobrepasarlo. Sólo
es un consejo. Te va a sonar estúpido dadas las circunstancias, pero sólo
tienes un hermano. Me refiero a que sólo tienes un gemelo, con el que compartes
ambos padres… y en definitiva, sólo tienes un Harry.
Zach suspiró.
Ya lo sé. Prometo… intentarlo. Pronto.
Bueno.
Yo había hecho mi parte. No pensaba decir
algo así como “hacer las paces u os obligo”, porque no serviría de nada y no me
consideraba con derecho a hacerlo. Confiaba en que al final hicieran lo
correcto. Dejé que Zach lo pensara un poco, y me fui a la habitación de Ted.
Tal como sospechaba, Ted se había vestido.
Si no quieres estar en pijama está bien,
pero te vas a pasar la mañana en la cama – le dije.
Ted me miró sorprendido y supe que iba a
protestar antes de que lo hiciera.
Pero papá… Pensaba ir a ver a Michael…
Esta tarde o mañana le dan el alta…
Ted. Primero, hoy no vas a salir de casa.
Segundo, tal vez y sólo tal vez, si te encuentras bien, esta tarde te llevo a
verle. Pero te llevo YO, en COCHE, un RATITO. No voy a dejarte ir sólo porque
te estas recuperando de una operación… sí, recuperando, que te hayan dado el
alta no quiere decir que estés del todo bien… y porque, hijo, no me
malinterpretes, Michael es genial, pero creo que al principio hay que tomárselo
con calma. Ni siquiera sé si la policía te dejará pasar si vas tú sólo, sin mí.
No puedes prohibirme que le vea. –
protestó.
¿No has escuchado nada de lo que te he
dicho? ¿Algo de eso te ha sonado a prohibición?
Entonces, si no me lo has prohibido, me
voy a verle…
Por la tarde. Y sólo si has pasado buen
día y cumplido con todas las indicaciones del médico.
Pero…
Ted, ¿algo de lo que he dicho no te ha
quedado claro? – le pregunté, empezando a frustrarme. – Sé que quieres verle,
hijo, pero también sé que no te quitan los puntos hasta dentro de dos días.
¿Podemos hablarlo luego? – me preguntó,
mirando a Cole que estaba terminando de vestirse, como si no quisiera discutir
delante de él. Supe lo que Ted estaba haciendo. Eso fue un “hablamos luego,
cuando no esté el niño delante”, como lo que hacen algunos matrimonios.
Yo tenía la culpa de eso. Tomaba muchas decisiones en consenso con Ted. Pero,
por lógica, no las que le atañían a él. Él también era mi hijo, y aún era
joven. A veces tenía que recordarle cómo comportarse. Parece que en ese momento
tenía que recordarle que él también debía obedecerme y que cuando yo disponía
algo, no había “hablamos luego” que valieran.
No, ya lo hemos hablado, y ya te he dicho
cuál es mi decisión. Ahora voy a llevar a tus hermanos al colegio y cuando
vuelva quiero verte en la cama.
Ted me miró fijamente, y creo que le herí
en su orgullo, o algo así. Que conste que en realidad yo le entendía. No era
justo que te trataran como un adulto en cuanto a obligaciones, y como un niño
en cuanto a libertades. Para él tenía que ser difícil aceptar órdenes cuando en
muchos ocasiones era él quien tenía que darlas. Pude ver cómo sentió rabia por
la forma poco sutil en la que le había dicho “yo tengo la última palabra aquí”
pero también vi como se rendía ante esto. Bajó la mirada, y suspiró.
Sí, señor.
Pasé a su lado y le revolví el pelo, o al
menos se lo acaricié porque lo tenía demasiado corto.
Sólo me preocupo por tu salud, chico.
Podrías ayudar un poco.
Sí, señor.
Que me llamara “señor” me indicaba que
estaba molesto, porque yo no le había hablado en un tono que exigiera esa
respuesta. Respiré hondo. No podía esperar que Ted estuviera siempre de
acuerdo conmigo. Bastante obediente me había salido. Me bastaba con que me
hiciera caso, aunque no terminara de entender mis motivos.
Dirigí mi atención hacia Cole, que
se estaba poniendo los zapatos.
Esta tarde hablaré con tu profesora, y
nadie te volverá a molestar – le aseguré. Él se limitó a asentir, sin decir
nada.
Dudé unos segundos antes de seguir
hablando. A veces, bueno, muchas veces, tenía dudas sobre cómo proceder. El
objetivo siempre era el bienestar de mis hijos, pero en ocasiones su bienestar
físico entraba en conflicto con su bienestar emocional, o su bienestar a largo
plazo con su bienestar a corto plazo. El ejemplo estaba en aquella situación:
Cole tenía que ir al colegio, pero allí lo pasaba mal, por culpa de ese
compañero. Al hacerle ir a clase cuando eso aún no estaba resuelto, me sentía
como si le estuviera empujando para saltar de un avión sin paracaídas. ¿Debía
dejar que se quedara en casa ese día? Realmente, por un día no pasaba
nada…¿verdad? Era en esos momentos cuando me pasaba factura el hecho de no
haber tenido un padre “normal”. Yo había faltado a clase muchas veces…
simplemente porque me apetecía…y Andrew no solía decir nada. Mi casa no era un
lugar en el que me sintiera cómodo, y gracias a eso terminé el colegio, porque
si no, sin nadie que me llevara o me dijera que tenía que ir, tal vez lo
hubiera dejado. Irónicamente, la irresponsabilidad de mi padre hizo que yo, con
el tiempo, adquiriera responsabilidad, aunque yo podría haber terminado siendo
un desastre…. Más desastre de lo que ya era, quiero decir. Sacudí la cabeza, y
abrí la boca para decirle a Cole que se quedara en casa, pero entonces…
Hoy va a ser un gran día – me dijo.
¿Por qué?
Porque me van a poner un diez.
Alcé una ceja ante su exceso de confianza.
¿Cómo estás tan seguro? – pregunté, aunque
en realidad quería decirle “¿Y por qué eso es raro, si es lo que sacas
siempre?”
Porque hoy Troy no va a ir a clase, así
que no me va a quitar los deberes ni me va a molestar durante el control de
mates.
¿No va a ir?
Tiene médico. Escuché que se lo decía a
Tessa. Así que va a ser un gran día.
Me alegra oír eso, peque.
Ted se puso el reloj en la muñeca, y salió
del cuarto, y Cole iba a seguirle como si estuvieran químicamente unidos, pero
yo le sujeté por los hombros con suavidad.
Quiero hablar contigo un momento, campeón
– le dije, y él puso una mirada totalmente inocente y poco creíble. – Ya sabes
de qué. Me llevé un buen susto al ver que no estabas en tu cama.
Cole suspiró, y se sentó en la cama de
Ted. Recordé su caída del día anterior, que tanto le hizo llorar. No vi que
hiciera ningún gesto de dolor al sentarse.
¿Aún te duele el golpe? – le pregunté,
refiriéndome no sólo a su caída en el hospital sino a la que había provocado el
chico que había estado abusando de él. En vez de responder a mi pregunta,
Cole se horrorizó.
¡No, papá, Ted dijo que no me ibas a
castigar! – protestó, en tono lastimero. Debió de pensar que mi curiosidad iba
con segundas intenciones.
Y no voy a hacerlo. No lo preguntaba por
eso, caray. Sólo quería asegurarme de que no te hiciste nada serio. Ayer te
dolía mucho, y se me olvidó decirte que te podía dar alguna medicina o pomada
que te aliviara un poco.
Al ver que ese había sido el único motivo
de mi pregunta, Cole se relajó. Por un segundo me hizo sentir como el
malvado monstruo del armario de Hannah, jo.
Estoy bien. Ya no duele. No fue para
tanto.
Me alegro de eso también, entonces. Así
que… Ted te dijo que no iba a castigarte. ¿Qué más te dijo?
Que no durmiera fuera nunca más. –
respondió, con una cara que pretendía decir “y no lo haré, de verdad”.
No me queda mucho por decir a mí, por lo
que veo. – le dije, pensando que tenía que haber imaginado que Ted se me
adelantaría. Me senté al lado de Cole y le sujeté suavemente la barbilla, para
mirarle a los ojos. – Sólo me queda cerciorarme de que no hay nada que te
preocupe. Sabes que voy a encargarme de que Troy no te moleste más.
Sí, lo sé, papá. Y no me pasa nada, de
verdad.
¿Seguro? Recuerda que me prometiste que me
contarías cualquier problema – advertí, suavemente.
Seguro.
Entonces, una última cosa: mi cama es
mucho más cómoda (y calentita) que el jardín. – le dije, y sonrió un poco,
aunque también vi que sintió algo de vergüenza. Le di un beso y me
levanté, antes de que el tiempo se nos echara encima, para un día que íbamos
bien.
Entrando en la rutina de todos los días,
desayunamos y les llevé al colegio, aunque sin Ted, como en los últimos días. A
él le dejé en su cama, y mientras me despedía de todos mis hijos, pensé
en algo que pudiera hacer que Ted estuviera de mejor humor. No quería que
estuviera todo el día enfadado conmigo porque no le dejaba ir a ver a su
hermano… Pensé que podría distraerle haciéndole pensar dónde iba a dormir
Michael. Con esa idea volví a casa, pero en ella sólo me esperaba una nota…
Papá:
No voy a perder el tiempo diciéndote que
no te enfades. Sé que vas a enfadarte e intuyo que mucho, porque dejaste muy
claro que no querías que saliera de casa, ni de la cama. Pero me encuentro bien
(¡EN SERIO!) y sé lo que es estar sólo en un hospital. Lo aburrido que puede
ser, y lo mal que se siente uno. A Michael le espera un mes en prisión y allí
las cosas serán diferentes. No sé si me dejarán visitarle y si lo hacen dispondremos
de muy poco tiempo. No quiero que piense que me olvido de él, ni que sienta que
no somos su familia. Tengo tantas preguntas que hacerle…
Por favor, entiéndelo.
Ted.
Arrugué la nota, con rabia. Acababa de
quitarme el abrigo, pero me lo volví a poner y cogí las llaves. Salí de casa
dando un portazo. ¡Yo no le había prohibido que le visitara! Tan sólo le había
dicho que esperara hasta la tarde. Ted tenía que aprender a no ser tan
impaciente.
Tenía que hacer muchas cosas esa mañana.
Lo último que necesitaba era una visita improvisada al hospital. Me subí al
coche pensando que en realidad le entendía… era su hermano. Habían vivido
muchos años separados y Ted debía de pensar que tenía que recuperar el
tiempo perdido.
Ted´s POV –
Papá iba a matarme. Iba a matarme mucho.
La última vez que pasé de hacerle caso no me había ido demasiado bien. No es
que yo fuera idiota y pensara que esa vez me iba a ir mejor. Ya había asumido
que al volver a casa la íbamos a tener, pero había decidido que valía la pena.
Yo TENÍA que ver a Michael.
Cuando papá me dijo que no iría a clases,
una parte de mí supo que eso no significaba que a cambio pudiera ir al
hospital. Intuí que el plan de papá era tenerme en casa todo el día, y aquella
mañana me lo había confirmado. Me sentí tan frustrado… Sobretodo cuando entendí
que mi opinión no contaba.
Vale, si era honesto tenía que admitir que
me sentía anormalmente cansado. Un efecto secundario de la operación y las
medicinas. Y tenía la parte alrededor de la cicatriz muy sensible. ¡Pero yo no
iba a correr un maratón! ¡No estaba inválido! No era justo que me mantuviera en
una cama hasta… ¿hasta cuándo? Hasta por la tarde. Papá dijo que iríamos a
verle por la tarde. Al principio pensé que podía esperar. No me gustó ni un
pelo, pero me dije que no pasaba nada por quedarme en casa, ver a mis amigos un
rato después de comer si venían a verme, y luego ir al hospital.
Sin embargo, cuando todos se fueron al
colegio y me quedé sólo, empecé a dar vueltas en la cama. Moví las manos con la
necesidad de hacer algo con ellas. Me mordí las uñas (que era algo que estaba
intentando dejar de hacer). Al final, saqué una moneda y me dije “si sale
cara voy al hospital, y si sale cruz me quedo”. Y salió cara, por supuesto. Tal
vez salió cruz y yo hice como que salió cara. Da igual. El caso es que el azar,
la moneda, y mi impaciencia, decidieron que fuera a ver a Michael. Como no
quería que papá se preocupara, le dejé una nota deseando que pudiera
comprenderme. Sobretodo quería que pudiera perdonarme. Esperaba que ese pequeño
gesto de desobediencia no cambiara la buena opinión que tenía de mí. Tal vez
después de aquello dejara de ser de su confianza…. Pero mi conciencia no me
dejaría vivir si no iba a ver a mi hermano.
Lo peor fue dar el paso de salir de casa.
Abrí y cerré la puerta tres veces. Al final, me fui, y caminar hacia el
hospital ya fue más sencillo. No tomé el coche, por prudencia. No quería
quedarme dormido al volante y en realidad era una posibilidad dado mi estado zombie…
Tal vez papá tuviera razón y me convenía descansar… Pero para descansar
había tiempo.
Pregunté en la recepción del hospital, por
si acaso habían trasladado a Michael de habitación por algo, pero no. Seguía en
la misma. Subía a su planta, caminé por el pasillo… y en la puerta, dos
policías me indicaron sutilmente que me detuviera. Reconocí a uno de
ellos como el hombre al que Michael había querido regalarle una pulsera. Era…
¿el agente Thony? En fin, su nombre no era relevante. Lo importante era que me
dejara pasar…
Tú eres ese chico ¿verdad? El hermano de
Michael.
Uno de ellos – respondí. – Ahora tiene
once.
Pero eres… ya sabes, su hermano biológico.
Soy Theodore. – respondí, suponiendo que
eso respondería a su pregunta. – He venido a verle…
¿Sabe tu padre que estás aquí?
Mierda. ¿Me atrevería a mentirle a un
policía? Me mordí el labio, y me dije que en realidad mi padre si sabía dónde
estaba, aunque no me hubiera dado permiso. Iba a responder, pero mi vacilación
debió de ser respuesta suficiente.
Sin su autorización no podemos dejarte
pasar. Necesitas su consentimiento por escrito, o su autorización verbal en
caso de que esté aquí. ¿Ha venido contigo?
Joder. En ese momento, odié no ser tan
hábil como Alejandro para salir de esas situaciones. Seguro que a él se le
ocurría algo para que le dejaran pasar, pero yo estaba en blanco.
Dio igual, porque por el fondo del pasillo
vi llegar a Aidan. Supuse que había cogido el coche, y claro, la ventaja que yo
le sacara la había compensado con eso. Estaba serio. No serio en plan “no
sonriendo”, sino serio en plan “estás en problemas”. Rayos. No quería morir en
un hospital.
Papá se acercó a nosotros y puso una mano
en mi hombro. Tal vez lo hizo sin ninguna intención, o a modo de saludo, pero
yo en ese momento lo sentí como un “no te me escapas”. Suspiré.
Señor Whitemore – saludó el policía, ajeno
a lo que suponía para mí que mi padre estuviera allí. Había tenido la esperanza
(estúpida, por lo visto…) de que no viniera a buscarme.
Buenos días. ¿Sería posible que viéramos a
Michael?
Sí. De hecho es genial que esté usted
aquí. El oficial Greyson vendrá en un rato, y creo que quería hablar con usted.
Miré a papá como diciendo “¿lo ves? Al
final hice bien en venir”, pero su expresión me indicó que era mejor que me
estuviera calladito incluso con los ojos. Volví a suspirar, y entramos.
Michael estaba mirando lo que parecía una
foto. Levantó la cabeza al oírnos, y percibí su sorpresa… y también su alegría.
Me acerqué a él, y no sabía como saludarle, pero él lo arregló levantando
el puño, para que lo chocara. Eché un vistazo discreto al pedazo de papel
que sostenía, y vi que era una foto mía. Se me hinchó el pecho. Él se dio
cuenta de lo que estaba mirando y se puso algo incómodo.
Me la dio tu padre… bueno, más bien se la
quité… - se explicó.
Hola, Michael – saludó papá. A él sí le
sonrió, y nadie diría que estaba enfadado.
Muchas gracias por venir…No os esperaba…
Espera… ¿eso quiere decir que hay malas noticias? – preguntó, con horror.
No, tranquilo. Es que Ted no se aguantaba
las ganas – dijo papá, y fue curioso porque sonrió y me taladró con la mirada
al mismo tiempo. O a lo mejor era yo, que ya imaginaba cosas.
Michael me miró con curiosidad y me
sonrió, pero noté que estaba triste. Es decir, le alegraba vernos, pero había
algo que le inquietaba. Se veía en su cara. No le conocía mucho, así que no
podía decir si era tristeza, enfado, o cansancio…
¿Estás bien? – pregunté, algo preocupado.
¿Sabes eso cuando haces una tontería y
piensas que va a ser divertido, pero luego no lo es? – me dijo, y supe que era
una pregunta retórica, así que no respondí. – Fue una tontería dejar aquí el
dinero.
No creo que lo fuera. Si no hubieras
dejado pistas la policía no habría dado contigo, y a saber dónde estarías
ahora… - le dije. Michael había dejado muchas pistas en diversos lugares, y
gracias a eso la policía había sabido dónde buscarle. Como dijo el oficial, él
quería que le encontraran, en algún momento.
Muerto, seguramente. Pero podría
haber dejado pistas sin necesidad de fanfarronear sobre que yo había cometido
el robo.
Pues, ahora que lo dices… - comentó papá,
y yo le miré mal. ¡No era momento de reprocharle nada!
No pienses en eso – le dije.
Tengo que hacerlo. El fiscal va a
presentar nuevos cargos por entorpecimiento de la justicia al haberles ocultado
esa información y no sé qué mierdas. Ha buscado un millón de transgresiones
pequeñas que por si solas no serían nada, pero sumadas a mi historial pueden
suponer que todo se vaya a la mierda.
¿Y tú abogado? ¿Qué dice? – preguntó papá,
ansioso.
Es un abogado de oficio. No creo que
vaya a perder el culo por mí.
Yo estaba buscando la forma de
reconfortarle, decirle algo así como que todo iba a ir bien, pero no tuve
ocasión porque papá me apartó y se acercó a Michael todo lo que la cama le
permitía. Le agarró la cara con ambas manos.
Te voy a llevar a casa. Esto es una
promesa, y Ted puede decirte que yo siempre las cumplo. Me dan igual los
abogados, las leyes y los sobornos que tenga que apoquinar. Tú te vienes
conmigo.
Ensanché los ojos. ¿Papá estaba hablando
de sobornos? Wow. Osea… wow.
Michael parecía igualmente sorprendido,
pero por la intensidad con la que habló papá. Escuchamos un carraspeo a nuestra
espalda, y al girarnos vimos al oficial Greyson.
Fingiré que no escuché eso último… - dijo,
indicando que había oído la ferviente promesa de papá.
Buenos días, oficial – saludó Aidan, tan
tranquilo, como si nada. El aplomo de mi padre a veces me acojonaba.
- Deduzco que ya sabe las nuevas noticias.
La situación de Michael se ha complicado un poco. No creo que aumenten su
condena, pero dudo que ahora le quieran conceder la condicional… El fiscal se
ocupará de ello.
Y yo deduzco que usted ha escuchado que
Michael se va a venir conmigo.
Me alegra verle tan decidido, porque lo
que voy a pedirle no es sencillo. O tal vez sí, no lo sé.
Sólo dígalo.
Existe una forma para que Michael salga de
la cárcel en cuanto le den el alta, sin volver nunca, ni un mes, ni una semana,
ni un día, y sin pasar por un juzgado.
Yo parpadeé, incrédulo.
- ¿Va a acceder a lo del soborno? –
pregunté, sin poderlo evitar, pensando que sólo podía estar refiriéndose a eso.
Papá y el oficial me miraron los dos con la misma cara de “¿pero eres idiota?”
y luego me ignoraron.
Le escucho. – dijo papá.
Si Michael comete un delito después de que
tomemos esa medida su ingreso en prisión será inmediato y no estaríamos
hablando de meses, sino de muchos años.
Le escucho… con atención. – dijo
papá, y Michael y yo lo apoyamos silenciosamente. Mike parecía más que
sorprendido. Deduje que el oficial no había hablado con él sobre ello previamente.
Michael podría convertirse en un
confidente para la policía. Tres meses trabajando para nosotros y sería
oficialmente libre, aunque con cargos.
¿Qué? – preguntó Michael, incrédulo.
Parece que entonces necesita su
conformidad y no la mía – dijo papá, con falsa tranquilidad. Le noté tenso.
Legalmente, tal vez. Pero soy consciente
de que usted a adoptado un rol… protector… con el muchacho. Y quiero que sepa
los pros y los contras para que pueda aconsejarle. Más adelante tendremos una
reunión con su abogado para hacerlo oficial, y Michael debería estar informado.
Michael está aquí delante ¿sabéis? –
protestó él, porque estaban hablando como si él y yo no estuviéramos presentes.
¿Cuáles son los contras, entonces? Yo lo
veo como un buen trato.
Dudo mucho que se le asigne un sueldo. Lo
normal en estos casos es que el confidente cobre por sus servicios, pero ya
tendré que pedir muchos favores para que los de arriba acepten.
¿Trabajar gratis? – protestó Michael, pero
nadie le hizo caso.
El dinero no es problema. Vivirá conmigo –
dijo papá.
Y está el asunto del… riesgo.
¿Riesgo?
En principio, Michael colaborará conmigo
en aquellos asuntos en los que sus habilidades nos resulten útiles. Eso
significa que estará a mi cargo y que trabajara en aquellos casos en los que
trabaje yo. Serán sólo tres meses, y mi trabajo es mayoritariamente tranquilo,
pero también hay casos en donde perseguimos a gente peligrosa. Michael no será
expuesto ya que no podrá llevar ningún arma, pero es posible que se vea
envuelto en alguna situación de riesgo.
¿Y usted considera eso un contra? Es EL
contra. ¡No voy a dejar que su vida corra peligro! – dijo papá, y no sé si se
dio cuenta, pero reaccionó igual que si en vez de hablar de Michael estuviera
hablando de cualquiera de mis otros hermanos o de mí. Eso me gustó.
Señor Whitemore, el trabajo de un agente
de la ley no es como usted se piensa. Pocos agentes se llegan a ver envueltos
en un tiroteo en la vida real y…
¡Y si eso pasa en estos tres meses, mi
hijo no tendrá un arma para defenderse! ¡Y tampoco me sentiría muy tranquilo si
tuviera una de esas horribles cosas!
Todos lo escuchamos claramente. Había
dicho “mi hijo”. Miré a Michael, a ver cómo reaccionaba, y le noté
sorprendentemente tranquilo, como si Aidan nunca hubiera dicho tal cosa.
Acepto – dijo Michael, atrayendo hacia sí
la atención del oficial. – Seré su compañero…
Confidente – aclaró el oficial Greyson,
como si quisiera dejar los términos claros.
Lo que sea. ¿Tres meses y no tendré que ir
a la cárcel?
No. Aunque tendrás una cita semanal a la
que tendrás que comparecer y durante un año no podrás salir del estado.
Suena mejor de lo que esperaba. Acepto –
repitió Michael.
Michael, piénsalo bien, puede ser pel… -
empezó Aidan, pero Michael le interrumpió.
Si no he entendido mal ya no es necesaria
la adopción. Te lo agradezco, pero ya no tienes que seguir preocupándote por
mí.
Papá abrió la boca, entre dolido e
indignado.
¿Y crees que eso cambia algo? ¡Claro que
me preocupo por ti, pedazo de idiota!
Ya no tienes por qué adoptarme…
Igualmente puede que lo haga. Y que te
vienes a casa está fuera de discusión. Métetelo en la cabeza de una vez – dijo
papá, y él y Michael se miraron a los ojos con intensidad, hasta el punto de
que el oficial y yo nos sentimos intrusos allí… Al final, Michael suspiró.
Está bien. Gracias.
Siento haberte llamado idiota – dijo
Aidan, de pronto culpable.
No importa.
Sí importa. Lo siento. Es sólo que… Ted
también hace eso a veces ¿sabes? Hablar como si no valiera una mierda. Me pone
nervioso. Pero no he debido insultarte. Que seas idiota por pensar así no
significa que deba decírtelo.
Yo sonreí un poco. Papá tampoco tenía el
autoestima muy alta, que digamos, pero irónicamente le molestaba mucho que la
gente se infravalorara.
El oficial carraspeó, como disculpándose
por interrumpir.
Michael, tu abogado vendrá está tarde.
Piénsalo hasta entonces ¿de acuerdo?
Michael asintió. El oficial se despidió,
alegando que tenía que irse y una enfermera vino a decirnos que Michael tenía
que descansar.
- Sí, Ted también – dijo papá. – Despídete
y vamos a casa.
Oh, cierto. Con las nuevas noticias casi
se me olvida. Aún quedaba el asunto de mi muerte, funeral, y entierro. Me
obligué a ser valiente. Sabía cuáles eran las consecuencias de lo que había
hecho así que sólo me quedaba enfrentarlas. Papá no parecía realmente enfadado.
Podía con un castigo, si él me perdonaba.
El camino desde la habitación de Michael
al coche fue silencioso. Yo buscaba la forma de iniciar una conversación, y la
encontré cuando los dos estuvimos dentro del coche y él metió la llave en el
contacto.
Papá… ¿me vas a perdonar?
Aidan me miró con cara de “no estoy
contento contigo”.
¿Qué rayos significa eso?
Pues… que si entiendes por qué lo hice.
Lo entiendo. ¿Entiendes tú por qué tenías
que quedarte en casa? – contratacó.
¿Porqué tú me lo dijiste?
Para empezar. Pero yo no te lo dije porque
sí. Tenía buenos motivos. Motivos que tú te has pasado por el forro, así,
directamente.
Aluciné por esa forma de hablar, pero no
pude llevarle la contraria. Me miré las manos. Jo. No quería que estuviera
enfadado conmigo. Me mordí el labio y le miré. Luego volví a bajar la mirada.
¿Qué? – me espetó – Di lo que tengas que
decir, no te quedes con las ganas.
Levanté los ojos hasta encontrar los
suyos.
¿Me das un abrazo? – le pregunté, y pude
ver como se ablandaba poco a poco tras escucharlo.
Ven aquí, mocoso desobediente – exigió,
con voz cariñosa, y me apretó contra él. Eso estaba mejor. Me sentí en paz, más
seguro de que no había fastidiado nada, excepto tal vez mi capacidad de
sentarme dentro de alguno minutos.
¿Vas a adoptar a Michael? – le pregunté,
aún abrazado a él.
En eso quedamos ¿no?
Pero… ya no tienes que hacerlo.
¿Tú quieres que lo haga?
Lo pensé bien, aunque en realidad mi
cerebro, que tenía algunas pegas como el “¿y si sale mal?” quedó silenciado por
mis sentimientos.
Sí.
Pues entonces no hay más que hablar. Si
ahí dentro he dicho “puede” es porque aún tengo que habla con tus hermanos. Ya
habrás notado que empiezo a pensar en él como… parte de la familia. Ahora te
pregunto yo a ti… ¿te ha molestado que le haya llamado “hijo”? Lo hice sin
pensar…
Precisamente porque lo hiciste sin pensar
no me molesta – respondí yo – De la misma forma que no sería lógico que me
molestara porque le llamaras hijo a Alejandro.
Papá me apretó con más fuerza y luego me
soltó, para poner el coche en marcha.
Tengo que pasar por la editorial y por el
despacho de mi abogado. – me dijo.
¿Abogado? ¿Por qué?
Porque no tengo ni idea de cuál es el
procedimiento legal para adoptar a un adulto.
Ah.
Luego tengo que hacer la compra e ir al
banco. Y tengo que reunirme con la profesora de Cole. Así que vas a tener la
casa para ti casi toda la mañana.
Vale.
Y tenemos que hablar de tu castigo. – me
dijo. Yo aparté los puños y evité mirarle a cualquier precio. - ¿Ted?
Sí.
¿Sí qué?
Sí, te escucho. – respondí. ¿Qué se
suponía que tenía que decir?
Entonces mírame, hijo.
Dejé salir el aire entre los dientes, y
mantuve los ojos en la carretera. Estábamos parados en un semáforo y yo
sabía que papá me estaba mirando. Casi podía sentirlo…
¿Ted?
Suspiré, e hice lo que me pedía. No ganaba
nada con no hacerlo. Tener esa conversación me avergonzaba mucho, pero esa era
“la manera de Aidan”. Le miré, intentando estar tranquilo.
Entiendo lo que te motivó a salir de casa,
pero eso no quita que… me desobedeciste.
Lo sé – susurré.
Eres mayor que tus hermanos y mi mano
derecha para todo, pero eso no significa que puedas hacer lo que quieras.
También lo sé.
Pues espero que otra vez lo recuerdes. No
irás a la fiesta del colegio.
¿Qué? Espera ¿qué? No era eso lo que
imaginaba. Suponía, es más, estaba seguro de que me iba a… de que iba… en fin,
pensé que iba a darme una zurra. En los planes no entraba la fiesta del
colegio. Vamos, ni se me había ocurrido pensarlo… Creo que mi sorpresa se
reflejó en mi rostro.
Sé lo que pensaste que haría. Y si estabas
dispuesto a hacerlo igual es que no era disuasión suficiente. – me dijo,
demostrando lo bien que me conocía.
Pero… yo quiero ir a esa fiesta –
protesté, y me soné a mí mismo muy infantil.
Creo que por eso lo llaman castigo.
Quería decir “no puedes”, “no es justo” o
algo de eso, pero él iba a tener una respuesta para eso y yo casi podía
imaginármela. Genial. Absolutamente genial. Agustina iba a estar en ese baile.
No es que fuera a pasar nada, pero ella iba a estar. Con su novio, recordándome
que yo no era guapo, ni tenía los ojos azules. Pero iba a estar. Y yo, por lo
visto, no. Mi vida era una mierda.
- Aidan´s POV -
Michael no iba a ir a la cárcel. Eso era
bueno. Era bueno ¿verdad? Porque una parte de mí creía que era mejor que
estuviera un tiempo entre rejas a que fuera por ahí combatiendo el crimen… Tal
vez había visto demasiadas series policíacas. Quién sabe, pero me sentía
intranquilo.
Tener una familia tan grande me había
acostumbrado a aparcar un problema para poder ocuparme de otro sin estar
distraído. Así que dejé a un lado el “tema Michael” para ocuparme de Ted. Sabía
que no se arrepentía de lo que había hecho, aunque le dolía que yo estuviera
enfadado con él. En eso Zach y él se parecían a mis hijos más pequeños. Mi
posible enfado era su peor castigo.
No estaba enfadado. No podía estarlo
cuando se ponía en ese plan mimoso. Pero era importante que supiera que no
podía hacer lo que se le antojara. Decidí que no le castigaría con unos azotes,
por varios motivos. Primero, entendía sus razones, entendía su obsesión con
Michael y por eso no quería ser tan duro con él. Segundo, aún tenía puntos. Tercero,
él ya se esperaba que yo hiciera eso y no parecía importarle. Ese fue el motivo
que le di a él.
Lo que no me esperaba es que no ir al
baile le pusiera tan triste. No supe si estaba actuando delante de mí, pero
pareció realmente deprimido. Dgg, Odiaba ver esa expresión en su cara. Me dije
a mí mismo que tenía que ser fuerte. Tener que mirar al frente mientras
conducía ayudaba.
Le dejé en casa y me fui a hacer todas las
gestiones que eran necesarias hacer. En la editorial me recordaron que iba a
publicar un libro nuevo en unos días y que cuando pensaba dedicarle tiempo a la
propaganda. Periodistas. Mis personas favoritas del mundo, nótese el sarcasmo.
Agh. Los próximos días iban a ser realmente horribles.
Volví a casa para almorzar con Ted y le
encontré aún más triste que antes. Intenté animarle, insistiéndole para que
enviara un mensaje a sus amigos y que vinieran después de clase, pero cuando me
fui para hablar con la profesora de Cole seguía igual de deprimido.
Esa vez aparté el “problema Ted” para
ocuparme del “problema Cole”. Aunque no me gustaba pensar en mis hijos como si
fueran problemas, así que iba a buscar una nomenclatura diferente… En esto
pensaba cuando la profesora de Cole llegó al hall del colegio donde la estaba
esperando.
Tessa había dado y aún daba clase a
varios de mis hijos. Le dio clase a Harry y Zach, a Barie y a Madie, y
actualmente se la daba a Cole, a Hannah, y a Kurt. Nos conocíamos bastante, y
por alguna razón yo seguía llamándola de usted. Tal vez porque era mayor que
yo. Le expuse el problema y se mostró bastante soprendida. Estuvo de acuerdo
con cambiar a Cole de clase, aunque dijo que tenía que hablarlo con la
dirección. Comentamos un par de cosas más, me dijo que estaba realmente
asombrada con el buen trabajo de Cole, y yo me llené de orgullo. Para Kurt no
tuvo tan buenas palabras, pero no me dijo nada que yo no supiera. Mi pequeño
era un terremoto, pero eso era sólo parte de su encanto. Era incapaz de estarse
quieto, pero no iba mal en las clases, o al menos en la que le daba Tessa,
porque ella era tutora de Cole, pero a Kurt sólo le daba Plástica. Hablamos un
rato de alguna de las trastadas más graciosas de mi niño (ciertamente, tenía
varias, como esa vez que metió las coletas de su hermana en pintura…). Cuando
nos despedimos, me dijo algo que me dio vida y me hizo sentir bien…
Tiene una gran familia, Aidan. Son buenos
chicos todos.
Para mí eso era lo importante. Si luego
eran más o menos obedientes, intentaría solucionarlo poco a poco. Pero eran
buenos, y no lo pensaba sólo yo, por ser su padre.
Como quedaba poco para que acabaran las
clases, hice tiempo hasta que salieron mis hijos, y me volví con ellos. Cole
estaba contento por su diez, Alice había aprendido una canción nueva y me la
tenía que cantar, y cada uno vino diciendo una cosa diferente así que me
costaba un poco entenderles a todos. Escuché pacientemente sus historias, y me
fijé en alguien que no decía nada.
¿Barie? ¿Has tenido un mal día? –
pregunté, con tacto. Ella me miró con pena, y de pronto me abrazó. - ¿Qué pasa,
cariño?
No sabe hacer el pino – explicó Madie. –
El profesor de Gimnasia la ha puesto mala nota y quiere que aprenda en una
semana.
¡Pero es que me da miedo! – explicó Barie.
Miedo, ¿de qué?
¡De caerme! – dijo, y Cole se rió un
poquito. - ¡No te rías! Mis manos no me sostienen…
Eso es porque pesas demasiado…- dijo
Madie.
Lo sé…
Eh. Aquí nadie pesa demasiado. –
intervine.
Kurt y yo sí – dijo Barie, con tristeza.
La levanté la barbilla.
No. Cada persona es diferente, es lo
divertido del mundo. Y no te preocupes por tu clase de Gimnasia. Yo te enseñaré
a hacer el pino. Yo siempre he sido demasiado alto, y también tuve problemas. Y
Ted nunca aprendió a hacer el pino.
¿De verdad?
De verdad. Su profesor acabó por rendirse.
Barie pareció sentirse algo mejor. Fuimos
al colegio de Dylan y volví con todos a casa. Antes de entrar, Harry se quedó
pensativo mirando el jardín del vecino. El nuestro era un barrio residencial,
con casas unifamiliares y en general buena relación con los vecinos. Mi hijo
miraba el jardín del señor Morrinson, un hombre anciano sin nietos que siempre
regalaba caramelos a mis hijos.
Harry – llamé, tras unos segundos. Él
sacudió la cabeza, y entró con los demás.
Como era habitual, parpadeé y les perdí de
vista. Subí a ver a Ted y no había cambios en su estado de ánimo, aunque
me dijo que Mike y Fred iban a venir. Tal vez sus amigos lograran animarle.
Los amigos de Ted llegaron en el momento
ideal, cuando mis hijos más pequeños ya habían terminado los deberes y
comenzaban a aburrirse. Cuando sonó el timbre Alice, Hannah,, Kurt y Dylan
fueron a abrir. Yo iba a decir “hola”, pero antes de poder hacerlo Alice se
tiró a los brazos de Mike, que la cogió mientras reía.
Hola, microbio. ¿Te acuerdas de mí?
¡Claro!
Sonreí para mis adentros. Alice estaba
“enamorada” del amigo de Ted. Cuando Mike venía a casa no se despegaba de él ni
con calzador. Esa vez no fue diferente. Se sentaron en el sofá y Alice le usó a
él de asiento. Fui a avisar a Ted de que ya estaban y aunque intenté que le
dejaran sólo con sus amigos, mis hijos se aburrían demasiado como para irse.
Mike era casi como de la familia y Fred también les caía simpático.
Fui a por refresco y unas patatas, y
cuando volví, Hannah estaba haciendo alguna de sus preguntas indiscretas.
¿Tienes novia? – preguntó, y Mike tosió y
me miró, como pidiéndome ayuda. Yo me senté en el sofá, divertido por la
escena, y le quité a Alice de encima para sentarla sobre mí.
No, ¡no tiene novia porque yo me voy a
casar con él! – declaró Alice.
Mike volvió a toser, incómodo.
No creo que tu padre me deje casarme
contigo, Alice – dijo Mike.
Oh, no, es toda tuya – dije, bromeando,
y se la di como si fuera un paquetito. Alice puso tal cara de ofendida
indignación, que todos nos reímos. Menos Ted. Suspiré. ¿Cuánto iba a durarle?
Le contamos a los amigos de Ted sobre
Michael, aunque Ted ya les había hablado de él por el móvil. A Mike le hizo
gracia tener un tocayo. No hicieron comentarios sobre el pasado de Michael,
cosa que les agradecí. Hablamos un rato de él, y de otras cosas.
Tío Aidan, que sepas que estoy enfadado
contigo – dijo Mike.
¿Tío Aidan? No me llamas así desde los
siete años. Y por qué estás enfadado ¿a ver?
¡Porque no dejas que Ted venga a la
fiesta! – declaró, con toda su cara dura, y Ted le dio un golpe en el brazo,
para que se callara. A mí no me molestó. Me caía bien ese chico. Me gustaba que
me tuviera confianza. Y le consideraba bueno para mi hijo.
Oh, entonces enfádate todo lo que quieras.
¡Para una vez que Ted quiere ir a algún
lado! Lo hace sólo porque va Ag…
Ted le dio esa vez un golpe mucho más
fuerte. Tanto que Mike soltó un quejido. Fruncí el ceño.
Ted, no seas bestia.
Él me ignoró y taladró a Mike con la
mirada. Deduje que el chico había estado a punto de hablar de más sobre
algo que yo no podía saber. ¿Quién iba a ir a esa fiesta? Miré a mi hijo con curiosidad,
pero no averigüé nada, aunque su tristeza se hizo aún más patente.
Mike y Fred no estuvieron mucho rato,
porque tenían cosas que hacer. Le desearon a Ted que se recuperara pronto y se
marcharon, con ciertas dificultades porque costó que Alice quisiera soltar a
Mike.
Ted desapareció escaleras arriba en cuanto
se fueron. Le fui a buscar, con curiosidad por esa persona misteriosa que Mike
casi nombra, pero cambie de idea en cuanto vi la misma cara larga de las
últimas horas.
No has estado muy atento con ellos. – le
reproché.
Él sólo se encogió de hombros. Resoplé.
Cerré la puerta del cuarto para que no nos molestaran y me senté para hablar
con él.
A ver, ¿qué pasa? – pregunté, y nada. -
¿Estás así porque te castigué sin ir a la fiesta?
Ted me miró como diciendo “evidentemente”
pero no verbalizó su respuesta.
¿Tan importante es para ti?
Otro encogimiento de hombros, pero a mí no
me engañaba. Fue como si gritara “sí” a los cuatro vientos.
Ted, es difícil hablar con alguien que no
responde – le dije.
Es que no tengo nada que decir.
A mí me parece que sí. ¿Estás triste
porque no te dejo ir?
Silencio.
¿Ted?
¡Sí, joder, sí! Estoy triste por eso,
¿CONTENTO? – me gritó.
Justo después, cerró los ojos, como arrepentido
por haberme hablado así. Le miré fijamente durante varios segundos, y noté que
se ponía más y más nervioso.
No, no estoy nada contento – respondí, y
tomé una decisión. – Ven aquí.
Él suspiró, pero se puso de pie y caminó
hacia mí. Cogí una almohada de su cama, y me la puse encima, pensando en su
abdomen operado. Le tumbé con cuidado. Fue fácil, porque colaboró. Comprobé que
no se hacía daño en la cicatriz.
¿Es esto lo que querías? – pregunté, con
más acritud de la que quería expresar. Lógicamente, él no me respondió. Tomé
aire y comencé.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS
Ted no emitió un solo sonido, y tampoco se
movió, aunque pude sentir su rabia en la forma en la que agarraba las sábanas
de su propia cama. Poco a poco, esa rabia se fue esfumando, y al final quedó
sólo resignación. No empleé demasiada fuerza, pero él tenía que sentir cada
palmada porque yo la sentía también, como una molestia suave en la mano.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS
Él no iba a llorar, claro. Ni a dejar ver
si aquello le dolía o no. Otra persona que no le conociera podía haber pensado
que aquello no le estaba doliendo o que estaba reaccionando con orgullo, pero
yo sabía que esa era su reacción habitual, y que Ted era bueno no
exteriorizando emociones, cuando quería. Se le daba especialmente bien ocultar
el dolor físico. Había soltado las sábanas y eso me indicó que ya no estaba
rabioso. Le levanté, teniendo cuidado con su cicatriz.
Siento haberte hablado así – me dijo –
Pero ¿no ha sido demasiado por…levantarte la voz? – protestó, con una vocecita
que no le pegaba.
No te he castigado por eso. Te he
castigado por desobedecerme e ir al hospital. Y más te vale no desobedecerme de
nuevo o el cojín no lo usarás para protegerte el costado sino para poder
sentarte.
Ted se avergonzó, aunque sus mejillas
oscuras no se tiñeron de ningún color. Observé a ver si se frotaba el costado,
temeroso de que se hubiera hecho daño, pero a decir verdad parecía tener ganas
de frotarse otra zona, aunque no lo hizo.
¿Significa eso que sí puedo ir a la
fiesta? – aventuró con timidez.
Veo que lo has pillado – respondí, y
entonces se tiró a abrazarme.
¡Gracias, gracias, gracias! ¡Eres el
mejor!
Sí, tengo que serlo, porque sabes que no
suelo cambiar un castigo.
¡Gracias! – dijo otra vez, y le sonreí.
¿No más caras largas? – le pregunté y él
negó con la cabeza. Entonces, de pronto, se dio cuenta de que me estaba
abrazando de una forma que no era del todo propia de él, y se apartó con
brusquedad, pero yo le volví a apretar. – Ah, no. Es mi obligación hacer la
parte que no me gusta, que es castigarte, pero no tienes derecho a privarme de
la que sí me gusta, que es consolarte. Así que tú te quedas aquí hasta que yo
me aburra de mimarte.
Ted fingió exasperación, pero yo vi una
sonrisa. La vi, y no pudo ocultarla. Me levanté, le di un beso en la
frente, y apoyé su cabeza en el hueco de mi cuello, contento de ser tan alto
como para poder hacer eso con un chico de más de metro ochenta.
Michael es más alto que tú – se me ocurrió
decir, pensando en voz alta.
Se llevó los mejores genes – respondió.
¡Ey! ¡Que tú y yo los compartimos!
Por eso dije que se llevó los mejores –
bromeó y salió corriendo, sabiendo que iba a empezar a perseguirle.
¡Serás…! Anda, deja de correr, a ver si
vas a hacerte daño. Tú no entiendes que tienes puntos ¿verdad?
Cómo no, si tú no me dejas olvidarlo…
Dime, ¿mañana podré ir a clase?
Lo pensé bien. Parecía cansado, pero nada
más.
Si duermes bien sí. Y nada de Gimnasia,
por supuesto. Te haré un justificante.
Eso pareció terminar de hacerle feliz. La
verdad, a veces mi hijo era muy raro. Estaba contento porque al día siguiente
iría al colegio y porque le había dado unos azotes. Estaba seguro de que
Alejandro hubiera preferido no ir a la fiesta a “la otra opción”, y por supuesto,
hubiera sido feliz estirando al máximo los días que podía quedarse en casa.
Le dije a Ted que descansara hasta la hora
de la cena y fue a ver qué hacía el resto de mis hijos. Ayudé a Zach con unos
deberes que se le atragantaban y sin saber cómo terminé siendo el malvado
villano al que SuperKurt y SuperHannah perseguían. La batalla no era justa,
porque yo no tenía superpoderes y al parecer, ellos tenían superfuerza,
supervelocidad, y supertodo. Al final, terminé agotado y ¡milagro! ellos
también.
Justo cuando estaba sentado en las
escaleras, recuperando el aliento, me abordó Harry.
Papá. Ya sé qué hacer para compensar a
Zach.
¿Mmm?
El jardín del señor Morrinson está hecho
una pena. Hace tiempo le dijo Alejandro que buscaba a alguien para que se lo
cuidara, pero él no quiso. Tal vez yo podría arreglárselo… después de hacer los
deberes… durante unos días, a cambio de dinero.
¿Y en qué te ayudaría eso con Zach?
Con el dinero… podría comprarle el
monopatín que lleva tiempo queriendo.
Me sorprendí un poco, porque me parecía
una idea bastante buena.
¿Después de hacer los deberes? – pregunté,
para asegurarme. No quería que dejara de atender las cosas del colegio por esa
especie de trabajo.
Prometido.
Para conseguir el dinero del monopatín
tendrás que trabajar muchos días. – le dije, por si no había caído en la
cuenta.
Lo sé.
Miré a mi hijo con orgullo. Aquello
denotaba un gran sentido de la responsabilidad. Y era un detalle más que bueno
con su hermano, que después de eso tenía que perdonarle sí o sí. Días y días de
trabajo para comprarle un monopatín. Cuando Alejandro le hacía una faena a Ted
le pedía perdón, y gracias.
Me parece bien, hijo. Más que bien.
Y si consigo suficiente dinero, yo también
te compraré un llavero. Quiero que lleves algo mío…
Sin previo aviso, le abracé, creo que con
mucha vehemencia, porque pareció sorprendido.
- Pero si ya llevo algo tuyo, campeón. Te
llevo a ti. Justo aquí ¿no lo ves? – dije, y le apreté junto a mi pecho. La
profesora de Cole había tenido razón. Mis hijos eran buenos chicos.
Ese Aidan es un alcahute....cambiar el castigo de Ted... Y Harry tan bello....
ResponderBorrares entretenida,provoca un sin fin de emociones ,entre las cuales destacan la admiración,simpatía,infinita ternura y diversión ,como sea ¡me encanta!,y sigo con ganas de leer mas
ResponderBorrarm e encant oDream, me he ledio tus cap recien, y los he disfrutado muchisimo.... estoy queriendo que los gemelitos se abuenen ya jjjjj
ResponderBorrarun abrazo guapa, te felicito