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Cuento
hasta tres, Julio, y para entonces quiero ver la muñeca de tu hermana encima de
la mesa. – dijo Fran, con voz firme y seria. – Uno… Dos….Dos y medio…
Iba a decir “tres” cuando un
pequeño destroza juguetes salió de debajo de la cama con el cadáver de
lo que no hacía mucho había sido una estupenda muñeca. Cabeza y cuerpo estaban
separados y el autor del delito sujetaba cada parte en una mano.
Silenciosamente, dejó ambos trozos encima de la mesa y se retiró un poco,
mirando al suelo aparentando estar muy
arrepentido.
Fran se alegró mucho de que hubiera salido a tiempo. Así no tenía que
cumplir la amenaza de usar algo más que su mano. Sin decir nada le agarró del
brazo y le llevó a la cama. Se sentó y le colocó en frente de él, mirándole a
los ojos mientras le bajaba el pantalón y la ropa interior. Julio no lloró, tal
vez mentalizado de que no servía de nada, tal vez dispuesto a encajar aquello
como el niño mayor que ya era, con sus nueve años recién cumplidos.
Fran le tumbó encima de sus rodillas y le sujetó por la cintura. Quiso
asegurarse de que todo estaba bien antes de comenzar.
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¿Por qué
voy a castigarte?
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Por
romper el juguete nuevo de Lucía…
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El
juguete que le trajo Santa, hace menos de una semana, y que a ella le gustaba
mucho. – matizó Fran, y dejó caer la primera palmada, que arrancó un gemido en
su pequeño. Después vinieron varias más, y Julio empezó a llorar
enseguida.
PLAS PLAS PLAS ¡Auuu! PLAS PLAS
PLAS PLAS Ya …snif….PLAS PLAS Ya
no más, papi PLAS
PLAS Bwwwaaa PLAS PLAS Seré bueno… PLAS PLAS
Fran dejó la mano quieta sobre la piel caliente y colorada de su hijo,
y le acarició suavemente. Cuando notó que los sollozos disminuían un poco, le
puso de pie y le colocó la ropa, mientras Julio se frotaba los ojos sin dejar
de llorar.
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¿Pero
bueno, tanto llanto por unas palmaditas
de nada? Mira que yo he sido más suave que mamá. Ella estaba muy enfadada
porque hiciste llorar a tu hermanita.
Julio no dijo nada y siguió restregándose los ojos. A Fran le dio mucha
ternura y le besó en la frente.
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Vamos, ya
está. No seas tan trasto y así no te tendré que castigar ¿eh? – dijo, mientras
le agarraba para sentarle encima. - ¿Por qué rompiste su muñeca?
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¡Porque
sí!
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Porque sí
no es un motivo, hijo.
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Es que
tú….tú….
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¿Yo qué?
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¡Tú vas a
ir al parque con ella!
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¿Y qué
hay de malo en eso?
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¡Que a mí
me ibas a llevar al cine! – protestó Julio, y lloró aún más. Fran entendió
dónde estaba el problema y le apretó contra sí.
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¿Y no
crees que pueda hacer las dos cosas?
Julió le miró con un brillo nuevo en los ojos, al entender que su padre
no planeaba cambiar su tarde con él por una tarde con su hermana. Fran sonrió,
y le dio un golpecito cariñoso en la nariz.
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Qué cosas
me piensas, hijo. Nos habríamos ahorrado un mal trago los dos si me hubieras
preguntado. Y tu hermana no tenía culpa de nada como para que la pagaras con su
muñeca.
Julio puso un puchero para que no le regañara más y Fran le levantó la
barbilla para mirarle a los ojos.
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Sólo una
cosa más, cariño: nunca te escondas de mí. Aunque te esté regañando no tienes
que temerme miedo. Yo nunca te haría daño.
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¡Pues me
lo hiciste! – protestó Julio con indignación. Fran sonrió y le dio un beso.
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Tu
traserito revoltoso no entra en el
trato.
Muy tierno relato, jiji! Qué sin vergüencita que es Julio!!!
ResponderBorrarLindísimo Dream...... =D
que monada creo que seguiré vuestra senda y comenzare con el canibalismo... porque están para comérselos a todos y sin aderezo
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