No podía ser cierto. No lo era ¿verdad?
Benja se vestía apresurado, tan nervioso que más de una vez intentó
ponerse la camisa en las piernas… Respiró hondo y consiguió vestirse,
repitiéndose una y otra vez que se trataba de un error. Su hijo estaba durmiendo
en casa de un amigo. Seguramente se acostarían tarde, comerían guarrerías,
volverían loco al pobre padre en la otra casa, pero no harían nada “malo”.
La voz del chico borracho que había llamado hacía unos momentos seguía
resonando en su cabeza: “Esss el padle de Boggggja? Tíiiioooo, está muy mal. Le
hablá dafdo un coma etílico de esos”. El
desconocido informante iba tan bebido que a Benja le costó entenderle y se
aferraba a eso para decir que se habría confundido de chico. No sería su Borja.
Era sólo que ese chico había bebido demasiado y confundía las cosas.
Aun así no podía quitarse ese sentimiento de angustia mientras salía de
casa e iba a buscar a su hijo a dónde le habían dicho. Todo el camino lo hizo
pensando en qué podía llevar a un chico de quince años a beber hasta la
inconsciencia. Interiormente ya sabía que se trataba de su muchacho y no de
ningún error… pero esa certeza no le preparó para encontrar a su hijo tumbado
en el suelo, con la camiseta manchada de vómito.
Las siguientes horas fueron un infierno. Le llevó al hospital, donde le
hicieron un lavado de estómago además de una prueba de tóxicos. Al menos, se
dijo Benja, no se había drogado. Pero eso no le hacía sentir mejor. Sólo
respiró con algo de alivio cuando le dijeron que podía llevárselo a casa y para
entonces, ya estaba decidido a hacer lo que fuera para no volver a ver a su
hijo así.
Había pasado toda una noche en el hospital. Borja había estado
durmiendo la mayor parte de ese tiempo, así que Benjamín había tenido mucho
tiempo para pensar. Su hijo se había ganado un buen castigo, eso estaba claro,
pero él quería estar tranquilo para dárselo, para no causarle más dolor del
necesario.
Ya en casa, le dejó dormir unas cuatro horas. Él también debería
haberlas aprovechado para dormir, pero no lo hizo. No podía. Cuando escuchó
algunos ruidos con origen en la habitación de su hijo y le supo dormido, entró
en ella con el cinturón en la mano.
Al verlo, Borja ensanchó los ojos.
-
No, papá,
¡no con eso! – imploró. Parecía haber asumido que se iba a llevar una zurra,
pero por lo visto había tenido la esperanza de que no fuera con el cinturón.
-
Se
suponía que estabas en casa de David. Para eso es para lo que te di permiso, y
no para salir por ahí y emborracharte. Cuando fui a buscarte ni siquiera te
diste cuenta de que estaba allí, de lo mal que ibas. Estabas en el suelo, lleno
de vómito. ¡TUVE QUE LLEVARTE AL HOSPITAL! ¡TE HICIERON UN LAVADO DE ESTÓMAGO!
– rugió, dejando salir toda la angustia que había sentido. – ¡Claro que va a
ser con el cinturón, y sólo agradece que no decida darte una paliza cada día de
la semana!
Borja cerró los ojos y se agazapó, algo asustado. Benjamín suspiró y
dejó el cinturón en la cama un momento.
-
Ven aquí
– ordenó, y cuando le tuvo cerca le dio un abrazo. – Si te pasa algo me muero,
chico. Eres lo único que me queda.
Apretó con fuerza el abrazo y luego se separó con suavidad.
-
Sobre la
cama. Ya sabes cómo va.
Borja tragó saliva y empezó a moverse, pero Benjamín le agarró del
brazo.
-
Buen
intento. Van fuera – dijo, señalando los pantalones.
-
No, papá…
-
No te
pregunté. Quítatelos o lo hago yo, y de ser así vuelvo al plan de una paliza
diaria.
Borja pareció entender que el horno no estaba para bollos y se
desabrochó los pantalones. Se los bajó lentamente, como quien apura una última
cena, y se inclinó sobre la cama. Una vez tumbado, sintió cómo su padre le
bajaba los calzoncillos, y gimió. Nunca había sentido el cinturón sin nada de
ropa, pero algo le decía que no le iba a gustar. Antes de poder contar hasta tres, sintió el
primer azote.
ZAS
-
¡Tssh!
-
Borja,
quita las manos.
ZAS
-
¡Ooow!
-
Las
manos, Borja.
ZAS ZAS ZAS
A partir del cuarto fue inútil pedir que quitara las manos, así que
Benja se las sujetó.
-
¡Auuu!
¡Papá, no más! De verdad que lo siento, no lo haré más, pero…¡Auu!
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
-
¡Aiii!
Papá, duele mucho…¡Aiii!
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
-
Auuu, ya
papi, ya por favor…
Se detuvo en el número quince. Uno por cada año de vida. Al entender
que ya no habría más, Borja se llevó las manos atrás y se frotó. Luego escondió
la cabeza en los brazos y se largó a llorar como si no hubiera un mañana.
Benjamín le levantó un poco para subirle la ropa, ya que su hijo no
parecía preocuparse por eso, y luego se sentó, poniendo la cabeza de Borja
sobre sus piernas. Empezó a acariciarle la cara y a enredar los dedos en su
pelo.
-
La última
vez, hijo. La última vez que bebes sin control.
-
Entonces…
¿con control si puedo beber?
La pregunta le costó una palmada no muy fuerte, pero que cayó en zona
sensible.
-
¡Au!
¡Vale, vale! Sólo era una broma.
-
Pues no
es momento de hacerla. Lo pasé muy mal mientras todos esos doctores pululaban a
tu alrededor, diciéndome que no era nada grave. Entonces, si no era grave ¿por
qué te metían aquél tubo?
Borja se dio cuenta del miedo que había pasado su padre y restregó su
mejilla en su improvisada almohada echa de piernas.
-
Lo
siento.
-
Lo sé,
cariño. Nunca más ¿de acuerdo?
-
Nunca
más.
-
Ahora ¿me
das un abrazo?
-
¿Después
de la paliza que me has dado? ¡Lo llevas claro!
-
Entonces
supongo que prefieres un “abrazo” del cinturón…- sugirió Benjamín, al darse
cuenta de que su hijo no hablaba en serio. Borja teatralizó una cara de horror
y se levantó para abrazarle. Aquella noche no dormiría demasiado cómodo, pero
Benjamín tenía la esperanza de que se estaba asegurando de que pudiera dormir
por muchas noches más, sin poner fin a su vida de un modo físico o mental.
A otro que mato... que les dio a todos lo chicos por portarse mal.....aaaaaa deberás es mi culpa por pedir 60 historias jejeje
ResponderBorrarestos chicos que gracia le encuentran a tomar de esa forma grr!
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