“El Guardian de los sueños de la Tapora”
Ivan y Lex
(Inspirado en el relato de: Los Gemelos, original de Maramba)
Color rojo, intenso, refulgente,
sublime. Igual que el que luce una flor salvaje que siendo una intrusa en la
maleza, es acogida en los brazos del sol y el temporal y da las gracias al
creador divino, abriendo sus grandes pétalos hermosos y rojizos para gritar al
mundo que a pesar de sus pisotones, ella es una sobreviviente.
Ese mismo color rojo, tan brillante,
tan profundo, es el que Rubén contemplaba en los traseros de sus pelaitos que ahora
descansaban a pierna suelta y dando muestras de vida, únicamente por los
suspiros y gorgojitos que de vez en cuando, se escapaban de sus bocas
ensalivadas.
Llevando aún estampado en su ropa
y en su cuerpo, el sudor y las manchas que son fiel evidencia del arduo día que
tuvo en su hacienda, Rubén llegó a su casa, con el simbao bajo el brazo, buscando
a su par de potrillos desaparecidos.
Pero su intención de ajustar
cuentas con sus vástagos, murió de cuajo al
encontrarlos en su propia cama, dormidos y abrazados a sus viejas mantas
que según Lex confesó hace mucho: “huelen al papá”.
Así que ahí estaba él, recargado
en la puerta, con su mirada cansada y llena de congoja, que contrastaba la
mueca risueña y discreta en sus labios y es que ésta era una de las raras
ocasiones en las que el hombre podía alzar sus manos al cielo, limpias de toda
culpa.
Hoy había sido su mujer, que cual
imitadora de la madre naturaleza, pintó las blancas pompas de sus retoños con
el rojizo ardiente y chispeante de una flor silvestre en primavera.
…………………
-Ivaaaaaaaaaaaaaan…¿Pá qué me trajiste aquí?...ya me quiero irrrrrr…
-Shuuuuuuuuuu, no hagas bulla y quedáte quietecito.
- ¡No hagas bulla! ¡No hagas bulla! Eso es todo lo que me decis y yo ya no
aguanto estar aquí, todo hediondo y picao de los gegenes… y hace mucho calor,
vos me juraste que veníamos a bañar al río!
-¿Y no estamos en el río pues?
-Si pero…
-Shu, shu, shu… cállate que ahí vienen!
Y antes de que Lex pudiera seguir
resongando, una grupa de muchachas apareció frente a los altos peñascos donde los
gemelos estaban bien escondidos.
Frente a las narices del par de
mirones, desfilaron más o menos una docena de hermosas y vivarachas mozas,
víctimas del endemoniado calor que decidieron darse un refrescante chapuzón en
el río y fortalecer sus voluptuosos cuerpos, lavar sus largos cabellos y coger
ánimos pá continuar fresquitas, con el resto de la faena.
Ivan, que casualmente perseguía
una res junto a Illien, había descubierto este pequeño pedazo de cielo hace un
par de días atrás y hoy por fin se decidió a compartir su secreto con su hermano, pá que él también se deleitara
con los manjares visuales que se servían a diario, justico antes de caer el sol
de media tarde.
Ellas se reían y jugueteaban
mostrando sus cuerpos sin pudor alguno y es que ¿Qué pudor existe cuando se
cuenta con la belleza y firmeza que solo
la juventud puede ofrecer?
En ese momento, los mosquitos y
el lodo, pasaron hacer cuento viejo para Lex que ahora experimentaba otro tipo
de calor. Aquél que te recorre todo el cuerpo y te quema por dentro, aquel que
te hace jadear y es imposible controlar porque no deseas que te abandone nunca.
Y fue esa misma calentura
juvenil, la que impulsó al carajillo pá adelante. Él quería ver de cerca y de
ser posible envolverse entre los olores corporales que desprendían las ninfas del río…pero lo único
que obtuvo, fue un resbalón que le hizo bramar
una maldición a la irregular piedra lodosa causante de su infortunio.
Junto a su grito de dolor, le siguieron el de las pelaitas que al
saberse descubiertas, huyeron despavoridas con las enaguas medio puestas.
La noticia de los “mirones de la
Tapora” llegó hasta los oídos de la doña Clara, quien como mujer decente y
solidaria, comprendió perfectamente la indignación de las jovencitas ofendidas que
llegaron a llorarle y a ponerle cuanta queja se les ocurrió pa calentarle la
oreja a la matriarca y vengarse de los muchachos.
Los pocos minutos de felicidad
que Ivan y Lex pasaron en el río, no compensaron ni uno solo de los cinchazos
que Clara les estampó en el poto cuando aparecieron una hora después, muy
quitaos de la pena a tomarse una “aguita de arroz para el calor de la tarde” y
por más ruegos y mocos que soltaron, cada una de las quejas de las mozuelas,
las enfrentaron a calzón quitao sobre el
regazo de su santa madrecita.
Con los ojos pesados de tanto
llorar y el trasero en carne viva, ambos terminaron dormidos en la cama del
papá, abrazando sus cobijas como pidiendo consuelo y protección de la mano dura
de la mamá.
Y así les encontró Rubén, que no
pudo hacer más que acercarse a sus
vástagos para estamparles un beso en sus sudorosas frentes.
Un beso triste y solidario que llevaba su sello, como las marcas candentes
e imborrables que se calcaban en su ganado. Un beso que repetían hasta el
cansancio, como una cantata nocturna que nunca deja de sonar, lo que en su
mundo de inconsciencia sus hijos deseaban oír.
-“Les amo mis chichilos, duerman en paz mis que yo velaré sus sueños”
Qué genial leer de los gemelos relatados por otra escritora tan genial como lo eres tú, Cassy! Me encantó! Por un momento fue como leer a Marambra.... pero me gustó mucho tu estilo, además, salvaste al pobre Ruben de mi ira, jejeje...
ResponderBorrarMe gustó muchísimo este fic cortito, muy hermoso, claro que sí! ;)
Camila
Te quedó
Que descaro estos gemelitos gracias Cassy te quedo genial
ResponderBorrarCASSY: Jó muchas gracias, solo traté de darle al pobre simbao de Ruben un día de descanso ejejej...aqui quien merece un gran aplauso es mi querida Maramba, gracias por la oportunidad de jugar con tus pelaitos, fue todo un placer y de los grandes!!!
ResponderBorrarcaray que par de muchachos más tremendos y mirones con toda razón de quejarse de las muchachas , Cassy que bien te quedo me gusto mucho :-)
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