Páginas Amigas

lunes, 17 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 7: SER O NO SER



CAPÍTULO 7: SER O NO SER

Arturo dejó que Mordred se vistiera y salió de su aposento con la intención de ir a hablar con Merlín. Su determinación flaqueó nada más poner un pie en el pasillo: ¿qué iba a decirle? ¿Qué se suponía que tenía que hacer? Deseaba ignorar el hecho de que Merlín le había llamado "padre". Deseaba fingir que no había pasado nada, y actuar con normalidad. Pero sabía que no podía hacerlo. Era algo que necesitaba ser hablado.

Él no era su padre. Era el rey de Camelot, viudo, que tal vez un día tendría que volver a casarse para tener herederos. Para más inri, Merlín había sido hasta hacía bien poco su sirviente y su amigo, de edad muy parecida, y Mordred, aunque diez años más joven, había sido su amigo también, y su enemigo, y su caballero, y su asesino frustrado. En definitiva, ninguno de los dos podía ser su hijo. Y él tampoco quería que lo fueran. ¿Verdad?

Plantearse si quería hacer de padre no era cómodo, porque le obligaba a profundizar en cosas en las que no quería profundizar. Había decidido ser su protector por no dejarles tirados. Tenía a varias personas trabajando en una posible solución para devolverles a su aspecto original, pero no había avances ni buenas noticias. Arturo había empezado a creer que serían niños para siempre, o al menos, que crecerían de nuevo desde los siete años. Si eso era así, él se ocuparía de que no les faltara nada, pero ahí se acaban sus deberes ¿cierto? Él no era, ni tenía por qué ser, más que su protector.

Sin embargo, se había molestado cuando Mordred insinuó que iba a cansarse de ellos. Se había asustado cuando Merlín corrió peligro de ser asaeteado.

"Bueno, les aprecias ¿y qué? Uther también apreciaba a Morgana" dijo una voz en su cabeza. Pero otra respondió, sabiamente, que Uther había resultado ser el padre de Morgana. Y que, aún antes de hacerlo público, él ya decía que la quería como a una hija.

Decidió no seguir por ahí, y se animó a enfrentar a Merlín de una vez por todas. Esperó en la puerta de sus aposentos y se hizo anunciar, pero Merlín no quiso que pasara. Arturo parpadeó, extrañado. Él era el rey, y antes de eso, el príncipe. Nadie le decía nunca "no puedes pasar". Ignoró la negativa de Merlín e hizo que abrieran las puertas para él.

- No puedes negarle la entrada al rey – fue lo primero que dijo. Luego, observó la escena que se desarrollaba frente a él, y de no haberlo visto con sus propios ojos, no se lo habría creído. Merlín estaba semitumbado sobre Ogo, que le estaba consolando, o eso parecía. Arturo ya sabía que era Ogo era un buen hombre: no le tendría su lado de no ser así, ni le habría encargado a los niños. Pero también sabía que tenía un carácter frío y difícil, y que estaba muy resentido por las desgracias que le habían acometido en la vida. No le veía como la típica persona que consolaba y reconfortaba a un niño.

- Disculpadle, Majestad. Está indispuesto. – dijo Ogo, con diplomacia. "Indispuesto" era un eufemismo. Se estaba ahogando en lágrimas, mocos, y sollozos. – Tal vez querías volver más tarde.

Arturo no era ningún tonto. Aunque había quien le tenía por bruto (y probablemente lo fuera) poseía también cierta inteligencia, y por eso supo leer entre líneas. Con ese "tal vez querías volver más tarde", Ogo estaba insinuando que a Arturo podía incomodarle el llanto de Merlín, y que no sabría lidiar con ello. Y aquello era tan cierto que hasta dolía.

No había hecho un gran descubrimiento: todo el mundo le tenía por un insensible. Pero, ¡si cuando quería impresionar a Gwen ordenó a Merlín que les hiciera la cena, intentando fingir que la había hecho él! Si le ordenaba a Merlín elegir flores bonitas (él no entendía de eso) y escribir alguna buena dedicatoria, en vez de hacerlo por sí mismo. A Arturo le habían educado enseñándole que los sentimientos te hacen débil. Y no es que Uther fuera un desalmado insensible…Es que hay veces en las que, sentir determinadas cosas, duele demasiado. Uther sabía de eso, y ahora Arturo lo sabía también. Así que nadie debía extrañarse porque no fuera muy empático o porque no supiera qué hacer cuando alguien lloraba.

Y no se extrañaban. Ogo había dado por supuesto que él no querría estar ahí. Ogo… le estaba suplantando. Arturo sintió que nadie más que él debería estar reconfortando al niño. Intentó recordar alguna ocasión en la que a él le hubieran reconfortado mientras lloraba. Tal situación no se produjo nunca, así que no sabía bien lo que debía hacer.

Para empezar, decidió que no haría nada desde el umbral de la puerta, así que se adentró en la habitación. Luego se aclaró la garganta, incómodo.

- Merlín, me gustaría hablar contigo – dijo, y el niño ni se inmutó. Arturo volvió a carraspear, más incómodo todavía. Era raro hablar con alguien que no te miraba y se estremecía convulsionando por el llanto. – Podéis retiraros – añadió, mirando a Ogo. Era una forma educada y diplomática de decir "vete, y déjanos a solas".

Ogo pareció dudar un segundo, pero nunca se le pasaría por la cabeza desobedecer a su rey, así que dejó a Merlín con cuidado sobre su lecho, hizo una suave reverencia, y se fue. Arturo ocupó el lugar del otro hombre, y Merlín apenas reaccionó ante éste hecho.

- ¿Por qué lloras? – le preguntó. – No hay necesidad de hacerlo.

- Yo…no quería…

- …¿llamarme padre? – concluyó Arturo por él. Decir la palabra resultó más sencillo de lo que había creído. Merlín asintió. – Bueno, no pasa nada. Una confusión la tiene cualquiera.

- Pero…pero…yo…ya sé que tú no quieres ser mi padre.

- Eso no es exactamente así… - empezó Arturo, algo incómodo, pero Merlín no le dejó continuar.

- …ya sé que alguien como yo nunca podrá ser hijo de un rey.

Arturo cerró los ojos ante estas palabras. Luego levantó a Merlín con cuidado y le sostuvo frente a él para mirarle fijamente.

- Olvídate por un instante de lo que soy o lo que dejo de ser. Ningún hombre es mejor que otro. Que sea rey no tiene nada que ver con que no seas mi hijo.

- Entonces es verdad. No quieres que lo sea – dijo Merlín, al escuchar su última frase.

- Da igual lo que yo quiera, Merlín. Tú sabes que no eres mi hijo – dijo Arturo. ¿Había una forma de decir aquello sin sonar cruel?

- Me gustaría serlo – susurró, muy bajito, pero no tanto como para que Arturo no lo oyera. Se conmovió por estas palabras y no supo qué responder. Porque, ¿qué le dices a un niño huérfano que reconoce que quiere ser tu hijo?

"Pues estaría bien decirle que estás encantado de ser su padre" refunfuñó una voz en su cabeza. Una que sonó demasiado parecida a la de Gwen. Arturo movió la cabeza, como esperando ver a su mujer aparecer en cualquier momento. Se lo habría imaginado…

La voz sin nombre tenía razón. Esa hubiera sido una buena respuesta…pero no fue la que él dio.

- Ya no llores. No ha pasado nada. Vamos, vístete, que aún estás envuelto en la toalla. – dijo Arturo, y le alcanzó la ropa, como para ayudarle. Pero Merlín le miró de pronto con mucha frialdad, le apartó, y le dio la espalda.

- Puedo sólo, Majestad – le espetó, dolido. Sin duda esa no había sido la respuesta que él quería escuchar. Ogo le había dicho "Tú ya tienes un padre, muchacho. Tal vez él no lo sepa, pero lo tienes". Pues estaba claro que no era Arturo. Había sido un tonto por pensar que el rey podía verle como algo más que alguien a quien tener lástima.

Arturo se quedó helado ante esta reacción, pero supo entenderla. Abandonó la estancia con la sensación de que en realidad no debería de haber salido de ella…

"Si sigues teniendo miedo de abrirte a la gente, terminarás tan sólo como tu padre"

Aquella vez estaba seguro: esa había sido la voz de Gwen. Sintió un escalofrío, y se enfadó un poco. Él no tenía miedo de nada. ¡DE NADA!

Arturo fue a sus dependencias y ordenó que nadie le molestara. Quería estar sólo. Por primera vez se preguntó por qué aquél dragón blanco había transformado a Mordred y a Merlín. Si lo que quería era hacerles daño ¿no hubiera sido más lógico que les matara? Arturo no sabía mucho sobre dragones. Les tenía por seres fieros y bárbaros… Una vez había luchado contra uno, al que creían el último de su especie, que había escapado del subsuelo de Camelot. Por eso no le cuadraba que en vez de quemarlos y tal vez comérselos, les hubiera convertido en niños. Como si quisiera darles otra oportunidad…Aunque, tal vez, la segunda oportunidad no fuera para ellos, sino para Arturo.

En ello estaba pensando cuando escuchó las campanas de la ciudadela repicando. Estuvo atento al número de toques: no era la señal de ataque. ¿Entonces? Salió de su aposento justo cuando Lion venía a informarle.

- ¿Qué sucede?

- Majestad, Merlín no está en sus aposentos. Tememos que alguien haya podido…que tal vez…

- No. Nadie se le ha llevado. Se ha escapado. Otra vez – respondió Arturo, entre dientes, y con furia. Jamás hubiera pensado que Merlín repitiera aquella estupidez después de lo que sucedió la primera vez, pero de alguna forma tendría que haber pensado que después de su conversación el niño lo intentaría por lo menos.

¿Para qué diantres pagaba a los guardias de su puerta?

- Reúne a diez hombres. – ordenó, planeando una expedición para salir a buscarle. Mientras él mismo se ponía en marcha, rumbo al establo para coger su caballo, iba haciendo una lista mental de cosas por hacer:

1.     Trasladar a Merlín a una habitación más alta, para que no pudiera salir por la ventana.

2.     Poner barrotes por si acaso.

3.     Poner cerradura en su habitación, y guardar la llave en su cinto, donde tenía el resto de llaves importantes de la fortaleza.

4.     Matarle. Asesinarle, y descuartizarle, por el miedo que le estaba haciendo pasar.

5.     Reconocer que sí tenía miedo de algo, porque en aquél momento estaba acojonado.

6.     Replantearse de una vez por todas la clase de relación que quería tener con los dos chicos, y atenerse a las consecuencias de su propia decisión. No podía pasar de la indiferencia al cariño, porque confundía a los niños, y se confundía a sí mismo.



2 comentarios:

  1. jejejeje los chicos sacaran canas verdes al pobre Arturito...

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  2. me encanto la lista mental................
    grrrrr ay ese Arturo como le cuesta mostrar sus sentimientos..............
    Ahora entiendo porque no se me ha declarado :)

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