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lunes, 18 de mayo de 2015

Capitulo sexto



Capitulo sexto
Mi regreso a los dormitorios fue como el acontecimiento del año, según Howie fue como si fuera una estrella de rock. Todos querían saludarme y darme una palmadita en la espalda, era el héroe de quinto y sexto curso. No solo eso incluso los demás chicos de otros cursos me miraban con admiración y respeto. Realmente no era un Hofner para ellos, era como si fuera el mismísimo Maradona.
Los siguientes días a pesar de estar castigado y no poder participar de ninguna d las actividades recreativas de la escuela me sentía como el maldito mesías. Fueron mis 5 minutos de gloría, que dicen. Pero en las escuelas las famas pasan rapidísimos y al cabo de una semana las paperas de un chico de séptimo ocupó toda la atención de mis compañeros.
El segundo semestre estaba encarado, y eso se notaba, los empollones ocupaban todas las mesas de la biblioteca y de las aulas de estudio. Y los días pasaban volando, el buen tiempo había llegado y habían más horas de sol, por lo que al acabar las clases, los que no se encerraban a estudiar, salían a pasear y hacer todo tipo de actividades al aire libre. Y cuando a uno se le tienen prohibidas las actividades extraescolares del tipo divertido o lúdico, pasear, tirarse un frisbee o darle un par de pases a la pelota, es lo único divertido que te queda. Así que después de las clases salía corriendo a fuera como si me fuera la vida en ello, y no volvía a entrar hasta que tocaba la hora de ir a las cocinas para preparar todo para el primer servicio. Y aunque no podía ir a waterpolo ni al club del manga ni si quiera estaba permitido que asistiera a las sesiones de cine de viernes tarde o a la sala de televisión, me lo estaba pasando bien. Me despreocupé por completo de los Hofner, si que los veía a todas horas, pero solo de pasada y exceptuando a Howie, no había cruzado más de 4 palabras con ninguno de ellos. Eso y que como ya he dicho en la escuela nadie me veía como un Hofner, hizo que hubiera una falsa sensación de ser uno más.
Por aquellos días llegaron los parciales, lo cierto es que en esa escuela los parciales no servían para nada, ni para eliminar materia ni para la nota final. Solo era un mero termómetro, calibraba como estaban siguiendo los alumnos las clases. Vaya, que era más cosas de los profesores que nuestra. O eso inocente de mí, pensé, bueno mis compañeros así me lo dijeron. Y cierto, que los resultados de esos parciales solo eran a nivel interno, pero resulta que no caí que mi familia está en ese nivel interno, no caí hasta que un domingo en casa del abuelo tras el brunch, tío Sigmund le hizo una especie de halago a Klaus, porque había subido 7 décimas su media de química, casi un punto, por lo visto a Klaus se le daba bien las mates y la física pero la biología y la química le horrorizaban. Pero como dice Klaus, cuando estás castigado tanto como lo está él, es difícil bajar las notas, si lo que te sobra es precisamente es tiempo.
Bueno eso es relativo, porque yo precisamente por estar castigado, intentaba aprovechar al máximo el poco tiempo que disponía para mi mismo en divertirme algo. Y seamos sinceros no es lo mismo quinto curso que noveno. Y si alguien como yo, que no es para nada un empollón logró pasar a sexto, sin mucho problema. Es que no era tan difícil. En cambio séptimo si que es una pasada de duro. Pero me vuelvo a adelantar a los acontecimientos. Como decía estábamos en el brunch y Sigmund hizo ese comentario, Brunilda se puso muy contenta y le dijo algo de acortar su castigo y dejarle bajar al pueblo con Richard. Y ese comentario abrió la veda a hablar de los parciales, yo iba comiendo en silencio, de vez en cuando hablaba con Howie y con Charlie, que siempre se sentaban cerca de mi y eran los que más conversación me daban. Pero por mucho que uno intentara pasar desapercibido, más tarde o más temprano, acaban por percatarse del “niño ese”. Y el abuelo parecía que tras oír los buenos resultados de sus nietos, estaba deseando oír como de bien me iba, pero nadie decía nada de mis resultados en al escuela. Cosa que agradecía. No es que hubiera suspendido, pero la nota más alta había sacado en los parciales había sido un 68 en dibujo.
-         ¿Y tu, Hans? ¿Has subido un poco, no? Las notas del semestre pasado eran muy pobres (dijo al fin el abuelo todo feliz y todos se me quedaron mirando ¡Con lo que me gusta a mí que me miren! Solo decir que saqué por la nariz el trago de limonada que acababa de hacer, cosa que hizo reír a mis primos, pero que no cambió el tema)
-         ¿Yo? Bueno…no sé, no paré mucha atención a las notas (dije forzando una sonrisa e intentando sonar tranquilo. Pero el silencio incomodo que se hizo, me demostró que no había colado. Y el abuelo se puso serio, no enfadado, solo que la sonrisa de antes se esfumó), pero están todas aprobadas, no hay de que preocuparse.
-         Hans (y el abuelo sonó como si en vez de un viejecito adorable fuera…fuera Sigmund o Senta). Es una de las mejores escuelas del país, no lo digo porque la fundara mi familia, lo digo por que lo es. Cada año, nos llegan solicitudes de matriculación acompañadas de suculentas donaciones, para asegurarse una plaza en nuestra escuela. No aprovechar la oportunidad que un centro así puede darte es una decisión lamentable (juro que se me puso cara de gilipollas, abrí tanto los ojos y la boca que me hubiera podido entrar un tren entero).
-         Vale (dije bajando la mirada y centrándome en la comida que había en la mesa, incluso me puse una salchicha más en mi plato para intentar centrar la atención en otra cosa).
-         ¿Vale? (y esta vez si que sonó enfadado. Ahora sé, que a mi abuelo le cabrea un montón que le contestemos con “vale” y “como tu digas”, pero entonces no lo sabía, aunque me quedó clarísimo en ese mismo instante) ¡COMO QUE VALE! (y juro que en ese momento todos los que estábamos allí sentados comiendo tragamos saliva) la educación no solo es lago esencial para el individuo, es lo que dicta lo que somos y lo que podremos llegar a ser. Es la base de todo, y si tu base es firme como el acero podrás construir un gran futuro bla bla bla (lo siento en ese momento desconecté solo veía como mi abuelo se iba poniendo cada vez más y más rojo y como mis familiares se iban poniendo más y más blancos). ¡Hans! Hans (entonces volví a la conversación) que me traigas el boletín de los parciales.
-         No lo traje, está en la escuela (cosa que era cierta), los profes dijeron que era para nosotros, que no era necesario que lo firmaran los padres, así que lo dejé con mis cosas (por alguna extraña razón sentí la necesidad de dejar claro que no había traído el boletín porque no sabía que tenía que traerlo). ¡Sigmund! (y mi tío puso una mueca de dolor de muelas que era para verlo) Sigmund, ¿Qué notas ha sacado Hans? .
-         Abuelo, el tío Sigmund no me da ninguna clase, el es profesor de los mayores (yo solo quería que aquella conversación se acabara ya, no me gustaba que el abuelo se alterase) se verdad que no me he memorizado mis notas, pero no ha ido tan mal, el lunes telefoneo y te las digo (y con eso esperaba dar por zanjada la conversación)
-         Sigmund (odio cuando los mayores te ignoran) ¿Qué notas?
-         Abu (protesté)
-         Podrían ser mejores (dijo Sigmund y me giré para mirar a mi tío a la cara ¿sabía mis notas? Ni yo sabía mis notas, una vez comprobé que no había suspendido ninguna, las olvidé).
-         Sigmund (y pareció más un gruñido que el nombre de mi tío).
-         Puros aprobados (dijo disgustado)
-         Ves, no hay nada de que preocuparse, no suspendí nada (dije irritado, porque no creía que mis notas fueran algo de dominio público) ¿Podemos dejar ya el tema, por favor? (y era una súplica no una bordería, como me dijo mi tía Brunilda después).
-         ¿Tienes el teléfono del profesor Ancher? (le volvió a preguntar a Sigmund aunque sabía perfectamente que si que lo tenía)
-         ¿Qué? (grité) ¿Vas a llamarlo, ahora? ¡Es domingo, abuelo! Y ya te ha dicho el tío que voy bien.
-         Yo no he dicho eso, Hans (dijo mi tío con esa voz de muerto en vida). He dicho que podrían ser mejores, has sacado una media de aprobado, que es la nota más baja (yo iba a replicarle cuando con un shhh me mandó a callar) es la nota más baja, después de eso solo viene el suspenso. Y por encima del aprobado, está el BIEN; el NOTABLE, el EXCELENTE y la MATRÍCULA DE HONOR (dijo con arrogancia, mi tío Sigmund cuando se pone borda el papel de déspota). Hay 4 notas por encima de TU aprobado.
-         ¡Oh, venga ya! (dije rodando los ojos) He aprobado (dije ya enfadado).
-         Dame el teléfono (ordenó el abuelo y Sigmund sacó una pequeña libretita de su bolsillo y se la dio) (me dijo mirándome muy feo) no te muevas de aquí hasta que regrese de hablar con tu tutor.
-         Pero (y Howie me dio un pisotón que casi me hace aullar, lo hizo para que me callara, y afortunadamente pillé la indirecta y cerré el pico. Esperé a que el abuelo y tío Sigmund entraran en el despacho y cerraran la puerta para volver a abrirla). ¿Pero que narices les ha picado?
-         ¿Tío, tienes ganas de morir? (me dijo flojito  Howie alucinando)
-         Estás en casa de una familia de educadores decir que ir aprobando está bien, es como decirle al papa de Roma que el ateísmo está bien (dijo Charlie).
-         Hans, tu abuelo ya te avisó en Navidades que debías tomarte tus estudios más seriamente, que no lo hayas hecho lo ha disgustado mucho (dijo tía Camille que aunque es tan seria como el tío Sigmund ella no por eso deja de ser dulce, incluso cuando te regaña por haberte pillado haciendo algo que no deberías). Ahora cuando salga del despacho, le prometes que el resto de semestre hincaras muchos los codos y subirás tus notas y te disculpas, y ya verás, como vuelve a estar comiendo de tu mano (y fue decir eso y sentir una especie de gruñido proveniente de la silla donde estaba sentada mi abuela).
-         Grrrr que se podría esperar de un niño que ha sido criado como un salvaje, sin padre ni madre que le pongan limites y le eduquen.
-         ¡Cállate PUTA! (grité poniéndome en píe y volcando mi vaso)
-         ¡HANS! (me riñó tía Brunilda)
-         Iros a la mierda todos (y salí corriendo por la puerta del jardín, corrí, corrí con todas mis fuerzas, corrí hasta que no quedó fuerza en mis pulmones para seguir).
Estaba a unos 10 minutos del pueblo, cuando recordé el día en que el tío Sigmund me pilló en la entrad de casa apunto de salir rumbo a la estación. Pensé que ir a la estación de tren sería tan evidente que ya me estarían esperando allí, así que me salí del camino y busqué la autopista que pasaba justo al lado, y caminando por el arcén me dispuse a hacer dedo. Iba a volver a mi casa, iba a volver a ver al mar, allí donde había sido tan feliz siendo “un niño criado como un salvaje”.
Ahora lo pienso, y después de las veces que me lo han recalcado, sé que hacer dedo y a mi edad es muy peligroso, que hay mucho degenerado suelto, y que yo estaba poniéndoselo en bandeja. Pero que queréis que os diga, en ese momento no pensaba en ese tipo de cosas, solo pensaba que quería irme muy lejos de allí. Me sorprendió lo fácil y rápido que había sido lograr parar un coche en plena autopista ¡Con lo rápidos que van! Pero no desconfié, me subí al coche aliviado porque ni mis tíos ni mi abuelo me habían pillado. Ahora regresaría a casa y todo volvería a la normalidad. Idiota de mí, como si volver a una casa tapiada hiciera que todos los buenos momentos de mi vida volviesen.
El tipo que me paró se veía buena persona y salté al asiento del copiloto y me puse el cinturón de seguridad, estuvimos un buen rato hablando de deportes, de programas de la tele y de todo un poco. Debí de sospechar que no me preguntara nada sobre mis padres o que hacía solo haciendo dedo en la autopista. Pero me sentía aliviado precisamente porque no lo estaba haciendo, era un tipo muy amable y no quería tener que mentirle. Al cabo de una hora de hablar de un montón de cosas y de nada a la vez, aquel tipo me dijo que llevaba horas conduciendo que tenía que hacer una parada mara mear y tomar algo de café. Yo asentí, era su coche, él mandaba. Así que al cabo de unos kilómetros paramos en una área de descanso. Fue casual él dijo “me estoy meando, ya no aguantaba más, no haremos más paradas en un buen rato, tú también deberías ir” y sin darme cuenta estaba entrando en aquellos baños asquerosos con un total desconocido.
Bueno, supongo que vosotros ya os habréis hecho una idea de lo que realmente pretendía ese tío cuando me dijo que fuera a los aseos con él. Pero yo cuando me quise dar cuenta ya tenía agarrada mi mano y se la había llevado a su entrepierna. He de decir que de no haber entrado aquel camionero en los aseos, seguro que aquel tipo habría acabado violándome o algo peor, porque yo me quedé paralizado del miedo. El hombre no esperaba que nadie parara allí, así que ni lo oyó entrar, yo tampoco, he de confesar. Pero el camionero, Thomas, se dio cuenta enseguida de lo que estaba pasando y lo empujo contra la pared, separándolo de mí. Y empezó a insultarlo u zarandearlo, hasta que vino su compañero a separarlo. Después llamaron a la policía, y se llevaron a ese tipo y a mi me llevaron a un hospital para que un medico me viera. Por supuesto les tuve que dar el teléfono de casa, aún estaban revisándome la doctora cuando pude escuchar perfectamente la voz del abuelo exigiendo verme de inmediato. En ese momento pensé que el abuelo iba a matarme, así que le supliqué a la doctora que no los dejara pasar. La doctora me tranquilizó y habló con la asistenta social, tras un  buen rato, la asistenta entró y habló conmigo un buen rato, solo para decirme que ellos eran mi familia y que legalmente estaban obligados a dejarlos pasar, al ser yo menor y haber sido objeto de un asalto sexual. Yo le dije que no era cierto que solo le había tocado su cosa, pero que él no me había tocado la mía. Y la mujer me dijo que eso ya era considerado asalto sexual. Y que al ser yo menor de 14 años. Era un delito muy grave, imposible que mi familia permaneciera al margen. Yo quería morirme de vergüenza y también tenía algo de miedo, porque había salido corriendo, porque le había llamado puta a la abuela, porque había enfadado al abuelo, por todo. Lo único que me tranquilizó un poco fue que la asistente me prometió que no se movería de mi lado. Delante de ella no me dirían nada, pensé, así que respiré hondo y me preparé para enfrentarme a mi familia.
En cuanto el abuelo entró me abrazó, estaba llorando y solo hacía que pedirme disculpas y decirme que ya estaba a salvo y que él no dejaría que ni ese hombre ni nadie más volvieran a hacerme daño. Nadie me había hecho daño y yo no me sentía como si me hubieran violado o algo así. Si que me asusté mucho y no me gustó nada que ese tipo me engañara y que me hiciera tocarle su cosa, pero yo no lo veía tan terrible como todos los adultos parecían querer creer. Entonces si que me sentí mal, nunca había visto a un adulto tan asustado y aquel ancianito lloroso y tembloroso era mi abuelo. Si yo no hubiera salido corriendo de esa manera y me hubiera montado en el coche del primer gilipollas que me paró, él no se habría puesto de esa manera. Me sentí como un mierda, al recordar las palabras de mi tío Sigmund “en sus últimos años, sus hijos y sus nietos puedan darle una feliz vejez”, las duras palabras y las malas caras de mi abuela me parecían un auténtica niñería. Yo ya sabía que la abuela me odiaba, y no debería de haberme importado, porque a esas alturas yo también la odiaba a ella.
Al cabo de un rato fueron desfilando mis tíos, nadie estaba enfadado, todos me miraban con tristeza como si yo fuera un cachorrito abandonado, no cuando llegué a casa por primera vez me miraron así. Lo cierto es que me incomodaba más esa forma de mirarme que cualquier otra cosa que me hubieran hecho en esos meses. Después de que me dieran el alta en el hospital, tuvimos que ir a comisaría a que prestara declaración, todo fue muy extraño, yo solo quería acabar rápido con todo eso y todo el mundo me trataba como si yo fuera de cristal o idiota perdido. Cuando al fin pude echarme en mi cama y cerrar los ojos eran casi las nueve de la noche. No podía quedarme dormido a pesar de que me sentía como si no tuviera ni una gota de energía en mi cuerpo, pero mi cabeza iba a mil por hora.
Sobre las diez, la puerta se entreabrió, pensé que era el abuelo que venía a traerme un vaso de leche calentita, aunque sospecho que a esas alturas ya sabía que no soporto la leche caliente. Pero no era el abuelo, era la abuela. Seguramente esa era la primera vez que entraba en mi habitación, estando yo en ella. Me di la vuelta e intenté hacer como que dormía, pero era evidente que estaba despierto. Ella respiró hondo, y como si nada le importara que no la quisiera allí, entró y se sentó en la butaquita donde el abuelo solía sentarse.
-         Sé que estás despierto, así que deja de fingir (dijo sonando tan irritable como siempre, yo resoplé de forma muy teatral, pero me di la vuelta, y me incorporé un poco para oír los insultos y reproches que seguro me iba a regalar). Tu tía Camille ha tenido que sedar a Daland, mi marido es un hombre ya viejo, y su corazón no está para este tipo de angustias, pero está claro que eso parece no importarte mucho (dijo con veneno. Yo ya me sentía muy miserable por haberlo preocupado y haberle hecho llorar de aquella manera, no necesitaba a nadie que me hiciera sentir aún peor). Creo que por el bien de la salud de mi marido deberías aprender a controlar ese temperamento tuyo y empezar a comportarte con un poco más de gratitud (entonces le lancé una mirada de puro odio que incluso en la penumbra pudo notar, pero logré morderme la lengua. Al fin y al cabo así había empezado todo). Niño, hoy podía haberte pasado algo terrible, de verdad. Ese tipo podría haberte hecho realmente daño o incluso haberte matado. Tienes ya 11 años, ya tienes edad suficiente para darte cuenta de la suerte que has tenido, y de lo estúpido que fuiste al salir corriendo así y montarte en el coche de un total desconocido (no necesitaba que esa vieja amargada me recordara eso, era a mi a quien le había pasado, no a ella). Perdimos a tu padre, dos veces (añadió con la voz rota), ya hemos colmado el cupo de dolor y sufrimiento en esta casa. No puedes venir a esta casa y hacernos sufrir y hacer enfermar de pura angustia.
-         ¿Hacernos? (ya no pude más, como tenía la cara dura de incluirse en el pack. Ella se hubiera sentido aliviada si yo hubiera desaparecido aquel día, estaba convencido que estaba enfadado porque había regresado) ¡ja! (pegué una risotada de sarcasmo)  Sobre todo tú  ¿no?
-         Realmente, Daland tiene razón, eres igual que tu padre, te importa bien poco hacer sufrir a tu familia, lo único que te importa eres tú mismo. Tu padre nos dejó con la mayor de las vergüenzas, huyó y no hizo frente a las consecuencias, nosotros tuvimos que ser los que repararan todo el daño que hizo, mientras él se pegaba la gran vida en la ciudad. Y después murió, sin más, nos apartó de su vida porque no fue suficientemente hombre como para asumir sus errores (yo pensaba que hablaba de mi madre y de mí) y se fue sin que pudiera cicatrizar esa herida. Dejo a mi marido y a mi que el terrible e inmenso dolor de saber que se ha perdido un hijo para siempre y que jamás se tendrá la oportunidad de hacer las paces. Y tú, eres igual, nunca has tenido la intención de formar parte de esta familia, para ti solo somos un mal necesario. Solo estás aquí porque no tienes a nadie más, quizás no lo hayas dicho con esas palabras pero a ninguno de nosotros se nos ha escapado que es así como te sientes.
-         ¡No soy yo quien actúa como si no existiera, o peor como si fuera una molestia! Cuando bien aquí no tenía ninguna idea preconcebida de
-         ¡Mientes! Cuando tu tía y tu viniste a conocernos, no hiciste lo más mínimo para conocernos, es más, te comportaste como un niño altanero y
-         ¡Mi tía se estaba muriendo, maldita vieja bruja! (grité con todas mis fuerzas, esa mujer logra sacar lo más bajo de mí. No me extrañaba que mi padre no la quisiera ver. Entonces mi abuela me dio un bofetón, que juro que me temblaron las orejas y todo. Impensable de una señora de su edad y de su estatura. Yo me llevé la mano a la mejilla como para evitar que esta se callera)
-         Esta es mi casa, y nadie me habla así, en mi propia casa. Soy tu abuela (y aquella fue la primera vez que dijo que era algo mío) y me debes un respeto, aunque yo no te guste (dijo muy digna ella, como siempre es, sin alzar la voz lo más mínimo). No saldrás de esta habitación hasta que te disculpes como es debido, con tu abuelo y conmigo (se levantó y dejó la butaquita otra vez en su sitio. En la puerta estaba mi tía Brunilda que se había levantado al oír la discusión. Al pasar al lado de su hija, mi abuela le murmuró algo que no pudo ir, y después cerraron la puerta. No con llave, solo la cerraron. Pero me dejó muy claro que no se me permitía poner un pie fuera de esas 4 paredes sino me disculpaba antes con ella)
Aquella noche no pegué ni ojo, solo hacía que pensar en todo lo que había sucedido y lo enfadado que estaba con mi abuela. La culpaba de todo lo que había pasado, si ella no hubiera criticado la forma en que mi tía me había educado, yo no habría salido corriendo y me hubiera montado en el primer coche que paró y aquel degenerado no se habría aprovechado de mi, y el abuelo no se hubiera preocupado ni angustiado y la tía Camille no habría tenido que darle calmantes. Era y es más fácil culpar a los otros de tus propios errores que asumir que en aquella época dejaba que mi abuela me sacara de los nervios y que mi primera opción siempre era poner pies en polvorosa.
Las horas pasaban en el reloj, pero a mi me parecía que la aguja no avanzaba lo más mínimo. Ya sabéis eso que el tiempo pasa rapidísimo cuando te lo pasa bien pero parece detenerse cuando no te lo pasa bien ¿no? Pero al fin la mañana llegó. Era lunes, mis tíos y primos estaban todos en la escuela, los había oído marchar a primerísima hora. Y yo ya hacía horas que intentaba concentrarme en el libro que había elegido para dejar de pensar, pero no engañaba a nadie, ni a mi mismo, llevaba más de 5 minutos en la misma página y ni idea de lo que estaba leyendo. Me moría de ganas de ir a ver al abuelo, pero tenía muy presente que no podía salir de mi cuarto hasta que no me disculpara con mi abuelo y su esposa.
El desayuno me lo subió Reena, era un desayuno para un luchador de lucha libre, pobre Reena, debió pasarse horas preparándolo, y a mi que no me entraba ni un guisante. Reena me hizo compañía durante el desayuno, y pude saber que el abuelo estaba aún durmiendo. La tía Camille le debió de dar un calmante para hipopótamos, cosa que me hizo sentir aún peor.
Reena, intentó animarme un poco y cuando se iba dejó como quien no quiere la cosa, sobre la mesita la videoconsola de Richard. Richard estaba en la escuela y hasta el viernes a la tarde no regresaría a casa por lo que podía jugar tranquilamente. A media mañana, tía Brunilda picó a la puerta. No sabía que pensar, mi tía y yo no es que hubiéramos hablado mucho. Siempre parecía desbordada con sus hijos, a veces daba clases a los peques de la escuela y con la fundación en la que colaboraba. Lo cierto es que no sé muy bien que hace tía Brunilda cuando nosotros estamos en la escuela, tía Camille es medico y tía Mildred es escultora, pero tía Brunilda trabaja para una fundación, eso es lo que mis primos me han dicho. Y es lo único que sé. Pero es un trabajo muy raro porque no va siempre y no tiene un horario y a veces desaparece durante días, bueno…Klaus dice que su madre hace lo que antes hacía la abuela, es como la figura pública de los Hofner, pero también se encarga de todo lo que es papeleo y cuentas. Lo cierto es que debe de ser mucho trabajo, porque siempre se la ve estresada. Pero volvamos a aquella mañana. Mi tía Brunilda entró en mi habitación, para preguntarme como me encontraba y para decirme que si necesitaba hablar de cualquier cosa que ella siempre tendría su puerta abierta para mí. Sin importar nada de lo que pasase entre mis tíos, o mis abuelos y yo. Fue extraño, quizás porque al ir al internado había tenido más contacto con mis tíos que con mi tía, aquel ofrecimiento me sentó como que llegaba tarde. Pero no deseaba odiarla, solo odiaba a mi abuela. Así que forcé una sonrisa y le di las gracias, pero lo que quería en verdad es que me dijera “ve a ver tu abuelo, yo te cubro con la abuela”, pero no lo dijo, también he de reconocer que no me dijo nada de lo haber hablado de la forma que le hablé a la abuela el día anterior. Cosa que si que hizo su marido, cuando por la noche se pasó por casa para ver como estaba todo.
Si la noche fue larga, la mañana fue eterna, no fue hasta las doce que el abuelo no vino a verme. Nunca me había alegrado tanto de verlo. Se le veía como siempre, incluso volvía a sonreírme, estuvimos un buen rato jugando con los coches de carrera que me había traído aquellas navidades  papa Noel. Mientras jugábamos, íbamos charlando, nada de lo que tuviera que ver con lo que pasó el día anterior. Cosa que me alegró mucho. No quería hablar de ello, solo quería olvidarlo, y seguir adelante. Pero a la vez me sentía con la obligación de explicarle al abuelo porque lo hice. Así que cuando ya llevábamos más de una hora jugando el abuelo, me sonrió y me dijo “escúpelo antes que se te haga tal nudo que no puedas volver a comer los caramelos que se que Tristán te da a mansalva”. Yo casi sacó por la nariz la limonada que estaba bebiendo. Si que era cierto que mi tío me daba más caramelos de praliné de los que podía comer, pero pensaba que nadie se había percatado. Le conté mi versión de los hechos, el abuelo me dejó hablar sin interrumpirme, ni una sola vez,  y cuando acabé no parecía estar enfadado. Seguía sentado en el suelo con uno de mis cochecitos en la mano y me miraba como si yo fuera la persona más especial del mundo. Solo mi tía me había mirado así, antes. Y es reconfortante que te miren así, sobre todo cuando estás contando algo que no es bueno. Cuando acabé, mi abuelo me abrazó fuerte, como lo había hecho en la sala del hospital, pero sin angustia, fue uno de esos abrazos de oso que molan.
-         Hans, agradezco mucho que te hayas sincerado así conmigo y acepto tus disculpas. Siento mucho que aún no sientas esta casa como la tuya. Lo siento de verdad, porque eres un regalo de dios, y nada me haría más feliz que estuvieras feliz con TODOS nosotros. Pero soy un hombre paciente y sé que con el tiempo aprenderás a querer a esta familia tanto como querías a tu otra familia.
-         Yo ya te quiero mucho abuelo, y no quería que te pusieras enfermo.
-         ¡Patrañas! ¿Enfermo? ¿Yo? Tus tíos que son muy melodramáticos y porque uno ya no es un niño de calzones creen que se le va a parar el corazón al más mínimo disgusto (se golpeó en el pecho) este viejo músculo bombea tan fuerte como cuando tenía 20 años.
-         Jajaja ¿Abu? ¿Entonces no estás enfadado conmigo? (le pregunté deseando que me dijera que no. Entonces mi abuelo respiró hondo y se quedó pensativo un rato)
-         ¿Enfadado? ¿Por qué crees que debería estar enfadado, Hans? (odio cuando me hacen ese tipo de preguntas)
-         Ya sabes…por todo…por lo de ayer.
-         Estoy enfadado pero también estoy triste y a la vez aliviado. Pero Hans ahora mismo solo puedo dar gracias a dios que todo acabó bien, y estás aquí conmigo, jugando con estos cochecitos tan guays (lo sabía, los coches había sido cosa de él). Pero más tarde o temprano tendremos que hablar sobre eso de ir hablando así a tu abuela y sobre salir huyendo de casa.
-         Ella me odia, y odia  a tía Ophelia y es siempre mezquina conmigo y… (empecé a quejarme)
-         Hans, hoy no. Hoy disfrutemos de nuestro día libre (dijo sonando más como una súplica que como una orden, y no tuve corazón de seguir, así que dejé el tema aparcado de momento).
El resto de día estuvimos jugando y viendo películas en la tele de su dormitorio, estuvimos juntos todo el día, hasta la hora de cenar. En que mis tíos regresaron todos a casa, echo insólito, ya que durante la semana suelen o dormir en la escuela o en su casa. Pero aquella noche estaban todos en casa cenando, y todos se preocuparon de como estaba llevando lo de aquel tipo. He de reconocer que se me pasó por la cabeza exagerar un poco y hacerme el muy afectado para que sintieran pena y me dejaran en paz. Pero no quería que el abuelo se preocupara así que les dije que estaba bien. Cada uno de ellos se las ingenió para hablar a solas conmigo aunque fuera 5 minutos y fue entonces que me di cuenta de que significaba tener una familia tan amplia. Con tía Ophelia las cosas solo quedaban entre ella y yo. Pero ahora había un montón de gente a la que dar explicaciones o a la que tranquilizar, que pereza.
Como era de espera tío Tristán fue el más comprensivo y el más majo de todos, aunque me hizo prometerle que nunca más haría algo tan peligroso como subirme al coche de un desconocido. Promesa, que os aseguro, que no me costara mantener. Tío Senta después de asegurarse que no me estaba haciendo el fuerte, sino que realmente no le daba la importancia que todos le daban a lo que había pasado, acabó regañándome por como había tratado a la abuela y por como me había comportado en la mesa el día anterior. Tía Brunilda volvió a recordarme lo de que su puerta siempre estaba abierta para mi. Tío Sigmund, él era el que más temía, ya que él si que sabía que aquella no era la primera vez que huía de casa, y que si esa vez no fui a la estación de trenes, fue porque sabía que él me buscaría allí. Mi tío estuvo largo rato en silencio antes de abrir la boca, y para mi sorpresa no me dijo nada sobre la huida, ni sobre lo de insultar a la abuela. Solo me agarró de la oreja y me dio los que a día de hoy son los 4 azotes más duros que he recibido con solo una mano y después me abrazó y me hizo jurarle y perjurarle que jamás volvería a asustarlos de esa manera. Eso es  lo que mi prima Charlie llama una reacción pasivo-agresiva de manual, y que por lo visto tío Sigmund y tía Brunilda son expertos en ellas. Mi tía Camille y mi tía Mildred fueron las más maternales de todos, intentando hacerme sentir querido y diciéndome que todo iba a salir bien y que con el tiempo esto solo sería un mal recuerdo borroso perdido entre un montón de bellos recuerdo que atesorar. Vale esta frase era de tía Mildred, pero tía Camille vino a decir lo mismo, solo que no tan cursi. Ambas me recordaban un poco a tía Ophelia, cada una a su manera, Mildred es un alma libre como mi tía, a la cual es casi imposible hacer cabrear. Aunque según Howie  mi prima Charlie logra que mi tía se ponga a maldecir en arameo. Y tía Camille siempre está preocupándose de cosas como si me abrigo, o si voy descalzo o si como bien, si me lavo los dientes o si limpio detrás de las orejas.


3 comentarios:

  1. Mi muy estimada y admirada Little

    No sabes lo inmensamente feliz que me haces con esta publicacion... Habia caido en una espiral de resignacion sobre esta magnifica historia, creyendo sinceramente que no retomarias el curso de la misma y sin embargo aqui esta esta joyita llena de emoción... Por tu culpa me acoste a lad 3 de la madrugada jajsjaj... Valio la pena esperarte tanto tiempo y leerte ha sido magnifico
    El relato esta increible, y me has llenado de suspenso y ansias de nuevo sobre el futuro de mi pequeño Hans y lo que pasara a futuro con el su abuelo y su abuela
    Pero tengo la esperanza de que lo continues pronto como es resto de tus historias
    No se porque las abandonaste imagino que falta de tiempo, pero espero no desaparezcas porque sinceramente admiro tu trabajo y me gusta tus relatos... Tus personajes son siempre quisquillosos, agudos y me estrujan el corazon
    Un abrazo
    Matambra

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  2. Felizzzz con esta actualización ya la extrañabaaaa,....

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  3. Little que refrescante leerte, te extrañaba un montón.

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