Capitulo sexto
Mi
regreso a los dormitorios fue como el acontecimiento del año, según Howie fue
como si fuera una estrella de rock. Todos querían saludarme y darme una
palmadita en la espalda, era el héroe de quinto y sexto curso. No solo eso
incluso los demás chicos de otros cursos me miraban con admiración y respeto.
Realmente no era un Hofner para ellos, era como si fuera el mismísimo Maradona.
Los
siguientes días a pesar de estar castigado y no poder participar de ninguna d
las actividades recreativas de la escuela me sentía como el maldito mesías.
Fueron mis 5 minutos de gloría, que dicen. Pero en las escuelas las famas pasan
rapidísimos y al cabo de una semana las paperas de un chico de séptimo ocupó
toda la atención de mis compañeros.
El
segundo semestre estaba encarado, y eso se notaba, los empollones ocupaban
todas las mesas de la biblioteca y de las aulas de estudio. Y los días pasaban
volando, el buen tiempo había llegado y habían más horas de sol, por lo que al
acabar las clases, los que no se encerraban a estudiar, salían a pasear y hacer
todo tipo de actividades al aire libre. Y cuando a uno se le tienen prohibidas
las actividades extraescolares del tipo divertido o lúdico, pasear, tirarse un
frisbee o darle un par de pases a la pelota, es lo único divertido que te
queda. Así que después de las clases salía corriendo a fuera como si me fuera
la vida en ello, y no volvía a entrar hasta que tocaba la hora de ir a las
cocinas para preparar todo para el primer servicio. Y aunque no podía ir a
waterpolo ni al club del manga ni si quiera estaba permitido que asistiera a
las sesiones de cine de viernes tarde o a la sala de televisión, me lo estaba
pasando bien. Me despreocupé por completo de los Hofner, si que los veía a
todas horas, pero solo de pasada y exceptuando a Howie, no había cruzado más de
4 palabras con ninguno de ellos. Eso y que como ya he dicho en la escuela nadie
me veía como un Hofner, hizo que hubiera una falsa sensación de ser uno más.
Por
aquellos días llegaron los parciales, lo cierto es que en esa escuela los
parciales no servían para nada, ni para eliminar materia ni para la nota final.
Solo era un mero termómetro, calibraba como estaban siguiendo los alumnos las
clases. Vaya, que era más cosas de los profesores que nuestra. O eso inocente
de mí, pensé, bueno mis compañeros así me lo dijeron. Y cierto, que los
resultados de esos parciales solo eran a nivel interno, pero resulta que no caí
que mi familia está en ese nivel interno, no caí hasta que un domingo en casa
del abuelo tras el brunch, tío Sigmund le hizo una especie de halago a Klaus,
porque había subido 7 décimas su media de química, casi un punto, por lo visto
a Klaus se le daba bien las mates y la física pero la biología y la química le
horrorizaban. Pero como dice Klaus, cuando estás castigado tanto como lo está
él, es difícil bajar las notas, si lo que te sobra es precisamente es tiempo.
Bueno
eso es relativo, porque yo precisamente por estar castigado, intentaba
aprovechar al máximo el poco tiempo que disponía para mi mismo en divertirme
algo. Y seamos sinceros no es lo mismo quinto curso que noveno. Y si alguien
como yo, que no es para nada un empollón logró pasar a sexto, sin mucho
problema. Es que no era tan difícil. En cambio séptimo si que es una pasada de
duro. Pero me vuelvo a adelantar a los acontecimientos. Como decía estábamos en
el brunch y Sigmund hizo ese comentario, Brunilda se puso muy contenta y le
dijo algo de acortar su castigo y dejarle bajar al pueblo con Richard. Y ese
comentario abrió la veda a hablar de los parciales, yo iba comiendo en
silencio, de vez en cuando hablaba con Howie y con Charlie, que siempre se
sentaban cerca de mi y eran los que más conversación me daban. Pero por mucho
que uno intentara pasar desapercibido, más tarde o más temprano, acaban por
percatarse del “niño ese”. Y el abuelo parecía que tras oír los buenos
resultados de sus nietos, estaba deseando oír como de bien me iba, pero nadie
decía nada de mis resultados en al escuela. Cosa que agradecía. No es que
hubiera suspendido, pero la nota más alta había sacado en los parciales había
sido un 68 en dibujo.
-
¿Y
tu, Hans? ¿Has subido un poco, no? Las notas del semestre pasado eran muy
pobres (dijo al fin el abuelo todo feliz y
todos se me quedaron mirando ¡Con lo que me gusta a mí que me miren! Solo decir
que saqué por la nariz el trago de limonada que acababa de hacer, cosa que hizo
reír a mis primos, pero que no cambió el tema)
-
¿Yo?
Bueno…no sé, no paré mucha atención a las notas
(dije forzando una sonrisa e intentando sonar tranquilo. Pero el silencio
incomodo que se hizo, me demostró que no había colado. Y el abuelo se puso
serio, no enfadado, solo que la sonrisa de antes se esfumó), pero están todas aprobadas, no hay de que preocuparse.
-
Hans
(y el abuelo sonó como si en vez de un viejecito adorable fuera…fuera Sigmund o
Senta). Es una de las mejores escuelas
del país, no lo digo porque la fundara mi familia, lo digo por que lo es. Cada año, nos llegan solicitudes de
matriculación acompañadas de suculentas donaciones, para asegurarse una plaza
en nuestra escuela. No aprovechar la oportunidad que un centro así puede darte
es una decisión lamentable (juro que se me puso cara de gilipollas, abrí
tanto los ojos y la boca que me hubiera podido entrar un tren entero).
-
Vale
(dije bajando la mirada y centrándome en la comida que había en la mesa,
incluso me puse una salchicha más en mi plato para intentar centrar la atención
en otra cosa).
-
¿Vale?
(y esta vez si que sonó enfadado. Ahora sé, que a mi abuelo le cabrea un montón
que le contestemos con “vale” y “como tu digas”, pero entonces no lo sabía,
aunque me quedó clarísimo en ese mismo instante) ¡COMO QUE VALE! (y juro que en ese momento todos los que estábamos
allí sentados comiendo tragamos saliva) la
educación no solo es lago esencial para el individuo, es lo que dicta lo que
somos y lo que podremos llegar a ser. Es la base de todo, y si tu base es firme
como el acero podrás construir un gran futuro bla bla bla (lo siento en ese
momento desconecté solo veía como mi abuelo se iba poniendo cada vez más y más rojo
y como mis familiares se iban poniendo más y más blancos). ¡Hans! Hans (entonces volví a la conversación) que me traigas el boletín de los parciales.
-
No
lo traje, está en la escuela (cosa que era cierta),
los profes dijeron que era para
nosotros, que no era necesario que lo firmaran los padres, así que lo dejé con
mis cosas (por alguna extraña razón sentí la necesidad de dejar claro que
no había traído el boletín porque no sabía que tenía que traerlo). ¡Sigmund! (y mi tío puso una mueca de
dolor de muelas que era para verlo) Sigmund,
¿Qué notas ha sacado Hans? .
-
Abuelo,
el tío Sigmund no me da ninguna clase, el es profesor de los mayores
(yo solo quería que aquella conversación se acabara ya, no me gustaba que el
abuelo se alterase) se verdad que no me
he memorizado mis notas, pero no ha ido tan mal, el lunes telefoneo y te las
digo (y con eso esperaba dar por zanjada la conversación)
-
Sigmund
(odio cuando los mayores te ignoran) ¿Qué
notas?
-
Abu
(protesté)
-
Podrían
ser mejores (dijo Sigmund y me giré para mirar a mi
tío a la cara ¿sabía mis notas? Ni yo sabía mis notas, una vez comprobé que no
había suspendido ninguna, las olvidé).
-
Sigmund
(y pareció más un gruñido que el nombre de mi tío).
-
Puros
aprobados (dijo disgustado)
-
Ves,
no hay nada de que preocuparse, no suspendí nada
(dije irritado, porque no creía que mis notas fueran algo de dominio público) ¿Podemos dejar ya el tema, por favor?
(y era una súplica no una bordería, como me dijo mi tía Brunilda después).
-
¿Tienes
el teléfono del profesor Ancher? (le volvió a preguntar
a Sigmund aunque sabía perfectamente que si que lo tenía)
-
¿Qué?
(grité) ¿Vas a llamarlo, ahora? ¡Es
domingo, abuelo! Y ya te ha dicho el tío que voy bien.
-
Yo
no he dicho eso, Hans (dijo mi tío con esa
voz de muerto en vida). He dicho que
podrían ser mejores, has sacado una media de aprobado, que es la nota más baja
(yo iba a replicarle cuando con un shhh me mandó a callar) es la nota más baja, después de eso solo viene el suspenso. Y por
encima del aprobado, está el BIEN; el NOTABLE, el EXCELENTE y la MATRÍCULA DE
HONOR (dijo con arrogancia, mi tío Sigmund cuando se pone borda el papel de
déspota). Hay 4 notas por encima de TU
aprobado.
-
¡Oh,
venga ya! (dije rodando los ojos) He aprobado (dije ya enfadado).
-
Dame
el teléfono (ordenó el abuelo y Sigmund sacó una pequeña libretita de su
bolsillo y se la dio) Tú (me dijo
mirándome muy feo) no te muevas de aquí
hasta que regrese de hablar con tu tutor.
-
Pero (y Howie me dio un pisotón que casi
me hace aullar, lo hizo para que me callara, y afortunadamente pillé la
indirecta y cerré el pico. Esperé a que el abuelo y tío Sigmund entraran en el
despacho y cerraran la puerta para volver a abrirla). ¿Pero que narices les ha picado?
-
¿Tío, tienes ganas de morir? (me dijo flojito Howie alucinando)
-
Estás en casa de una familia
de educadores decir que ir aprobando está bien, es como decirle al papa de Roma
que el ateísmo está bien (dijo Charlie).
-
Hans,
tu abuelo ya te avisó en Navidades que debías tomarte tus estudios más
seriamente, que no lo hayas hecho lo ha disgustado mucho
(dijo tía Camille que aunque es tan seria como el tío Sigmund ella no por eso
deja de ser dulce, incluso cuando te regaña por haberte pillado haciendo algo
que no deberías). Ahora cuando salga del
despacho, le prometes que el resto de semestre hincaras muchos los codos y
subirás tus notas y te disculpas, y ya verás, como vuelve a estar comiendo de
tu mano (y fue decir eso y sentir una especie de gruñido proveniente de la
silla donde estaba sentada mi abuela).
-
Grrrr
que se podría esperar de un niño que ha sido criado como un salvaje, sin padre
ni madre que le pongan limites y le eduquen.
-
¡Cállate
PUTA! (grité poniéndome en píe y volcando mi
vaso)
-
¡HANS!
(me riñó tía Brunilda)
-
Iros
a la mierda todos (y salí corriendo por la puerta
del jardín, corrí, corrí con todas mis fuerzas, corrí hasta que no quedó fuerza
en mis pulmones para seguir).
Estaba a
unos 10 minutos del pueblo, cuando recordé el día en que el tío Sigmund me
pilló en la entrad de casa apunto de salir rumbo a la estación. Pensé que ir a
la estación de tren sería tan evidente que ya me estarían esperando allí, así
que me salí del camino y busqué la autopista que pasaba justo al lado, y
caminando por el arcén me dispuse a hacer dedo. Iba a volver a mi casa, iba a
volver a ver al mar, allí donde había sido tan feliz siendo “un niño criado
como un salvaje”.
Ahora lo
pienso, y después de las veces que me lo han recalcado, sé que hacer dedo y a
mi edad es muy peligroso, que hay mucho degenerado suelto, y que yo estaba
poniéndoselo en bandeja. Pero que queréis que os diga, en ese momento no
pensaba en ese tipo de cosas, solo pensaba que quería irme muy lejos de allí.
Me sorprendió lo fácil y rápido que había sido lograr parar un coche en plena
autopista ¡Con lo rápidos que van! Pero no desconfié, me subí al coche aliviado
porque ni mis tíos ni mi abuelo me habían pillado. Ahora regresaría a casa y
todo volvería a la normalidad. Idiota de mí, como si volver a una casa tapiada
hiciera que todos los buenos momentos de mi vida volviesen.
El tipo
que me paró se veía buena persona y salté al asiento del copiloto y me puse el
cinturón de seguridad, estuvimos un buen rato hablando de deportes, de
programas de la tele y de todo un poco. Debí de sospechar que no me preguntara
nada sobre mis padres o que hacía solo haciendo dedo en la autopista. Pero me
sentía aliviado precisamente porque no lo estaba haciendo, era un tipo muy
amable y no quería tener que mentirle. Al cabo de una hora de hablar de un
montón de cosas y de nada a la vez, aquel tipo me dijo que llevaba horas
conduciendo que tenía que hacer una parada mara mear y tomar algo de café. Yo
asentí, era su coche, él mandaba. Así que al cabo de unos kilómetros paramos en
una área de descanso. Fue casual él dijo “me estoy meando, ya no aguantaba más,
no haremos más paradas en un buen rato, tú también deberías ir” y sin darme
cuenta estaba entrando en aquellos baños asquerosos con un total desconocido.
Bueno,
supongo que vosotros ya os habréis hecho una idea de lo que realmente pretendía
ese tío cuando me dijo que fuera a los aseos con él. Pero yo cuando me quise
dar cuenta ya tenía agarrada mi mano y se la había llevado a su entrepierna. He
de decir que de no haber entrado aquel camionero en los aseos, seguro que aquel
tipo habría acabado violándome o algo peor, porque yo me quedé paralizado del
miedo. El hombre no esperaba que nadie parara allí, así que ni lo oyó entrar,
yo tampoco, he de confesar. Pero el camionero, Thomas, se dio cuenta enseguida
de lo que estaba pasando y lo empujo contra la pared, separándolo de mí. Y
empezó a insultarlo u zarandearlo, hasta que vino su compañero a separarlo.
Después llamaron a la policía, y se llevaron a ese tipo y a mi me llevaron a un
hospital para que un medico me viera. Por supuesto les tuve que dar el teléfono
de casa, aún estaban revisándome la doctora cuando pude escuchar perfectamente
la voz del abuelo exigiendo verme de inmediato. En ese momento pensé que el
abuelo iba a matarme, así que le supliqué a la doctora que no los dejara pasar.
La doctora me tranquilizó y habló con la asistenta social, tras un buen rato, la asistenta entró y habló conmigo
un buen rato, solo para decirme que ellos eran mi familia y que legalmente estaban
obligados a dejarlos pasar, al ser yo menor y haber sido objeto de un asalto
sexual. Yo le dije que no era cierto que solo le había tocado su cosa, pero que
él no me había tocado la mía. Y la mujer me dijo que eso ya era considerado
asalto sexual. Y que al ser yo menor de 14 años. Era un delito muy grave,
imposible que mi familia permaneciera al margen. Yo quería morirme de vergüenza
y también tenía algo de miedo, porque había salido corriendo, porque le había
llamado puta a la abuela, porque había enfadado al abuelo, por todo. Lo único que
me tranquilizó un poco fue que la asistente me prometió que no se movería de mi
lado. Delante de ella no me dirían nada, pensé, así que respiré hondo y me
preparé para enfrentarme a mi familia.
En
cuanto el abuelo entró me abrazó, estaba llorando y solo hacía que pedirme
disculpas y decirme que ya estaba a salvo y que él no dejaría que ni ese hombre
ni nadie más volvieran a hacerme daño. Nadie me había hecho daño y yo no me
sentía como si me hubieran violado o algo así. Si que me asusté mucho y no me
gustó nada que ese tipo me engañara y que me hiciera tocarle su cosa, pero yo
no lo veía tan terrible como todos los adultos parecían querer creer. Entonces
si que me sentí mal, nunca había visto a un adulto tan asustado y aquel
ancianito lloroso y tembloroso era mi abuelo. Si yo no hubiera salido corriendo
de esa manera y me hubiera montado en el coche del primer gilipollas que me
paró, él no se habría puesto de esa manera. Me sentí como un mierda, al
recordar las palabras de mi tío Sigmund “en sus últimos años, sus hijos y sus
nietos puedan darle una feliz vejez”, las duras palabras y las malas caras de
mi abuela me parecían un auténtica niñería. Yo ya sabía que la abuela me
odiaba, y no debería de haberme importado, porque a esas alturas yo también la
odiaba a ella.
Al cabo
de un rato fueron desfilando mis tíos, nadie estaba enfadado, todos me miraban
con tristeza como si yo fuera un cachorrito abandonado, no cuando llegué a casa
por primera vez me miraron así. Lo cierto es que me incomodaba más esa forma de
mirarme que cualquier otra cosa que me hubieran hecho en esos meses. Después de
que me dieran el alta en el hospital, tuvimos que ir a comisaría a que prestara
declaración, todo fue muy extraño, yo solo quería acabar rápido con todo eso y
todo el mundo me trataba como si yo fuera de cristal o idiota perdido. Cuando
al fin pude echarme en mi cama y cerrar los ojos eran casi las nueve de la
noche. No podía quedarme dormido a pesar de que me sentía como si no tuviera ni
una gota de energía en mi cuerpo, pero mi cabeza iba a mil por hora.
Sobre
las diez, la puerta se entreabrió, pensé que era el abuelo que venía a traerme
un vaso de leche calentita, aunque sospecho que a esas alturas ya sabía que no
soporto la leche caliente. Pero no era el abuelo, era la abuela. Seguramente
esa era la primera vez que entraba en mi habitación, estando yo en ella. Me di
la vuelta e intenté hacer como que dormía, pero era evidente que estaba
despierto. Ella respiró hondo, y como si nada le importara que no la quisiera
allí, entró y se sentó en la butaquita donde el abuelo solía sentarse.
-
Sé
que estás despierto, así que deja de fingir
(dijo sonando tan irritable como siempre, yo resoplé de forma muy teatral, pero
me di la vuelta, y me incorporé un poco para oír los insultos y reproches que
seguro me iba a regalar). Tu tía Camille
ha tenido que sedar a Daland, mi marido es un hombre ya viejo, y su corazón no
está para este tipo de angustias, pero está claro que eso parece no importarte
mucho (dijo con veneno. Yo ya me sentía muy miserable por haberlo
preocupado y haberle hecho llorar de aquella manera, no necesitaba a nadie que
me hiciera sentir aún peor). Creo que
por el bien de la salud de mi marido deberías aprender a controlar ese
temperamento tuyo y empezar a comportarte con un poco más de gratitud (entonces
le lancé una mirada de puro odio que incluso en la penumbra pudo notar, pero
logré morderme la lengua. Al fin y al cabo así había empezado todo). Niño, hoy podía haberte pasado algo
terrible, de verdad. Ese tipo podría haberte hecho realmente daño o incluso
haberte matado. Tienes ya 11 años, ya tienes edad suficiente para darte cuenta
de la suerte que has tenido, y de lo estúpido que fuiste al salir corriendo así
y montarte en el coche de un total desconocido (no necesitaba que esa vieja
amargada me recordara eso, era a mi a quien le había pasado, no a ella). Perdimos a tu padre, dos veces (añadió
con la voz rota), ya hemos colmado el
cupo de dolor y sufrimiento en esta casa. No puedes venir a esta casa y
hacernos sufrir y hacer enfermar de pura angustia.
-
¿Hacernos?
(ya no pude más, como tenía la cara dura de incluirse en el pack. Ella se
hubiera sentido aliviada si yo hubiera desaparecido aquel día, estaba
convencido que estaba enfadado porque había regresado) ¡ja! (pegué una risotada de sarcasmo) Sobre
todo tú ¿no?
-
Realmente,
Daland tiene razón, eres igual que tu padre, te importa bien poco hacer sufrir
a tu familia, lo único que te importa eres tú mismo. Tu padre nos dejó con la
mayor de las vergüenzas, huyó y no hizo frente a las consecuencias, nosotros
tuvimos que ser los que repararan todo el daño que hizo, mientras él se pegaba
la gran vida en la ciudad. Y después murió, sin más, nos apartó de su vida
porque no fue suficientemente hombre como para asumir sus errores
(yo pensaba que hablaba de mi madre y de mí) y se fue sin que pudiera cicatrizar esa herida. Dejo a mi marido y a
mi que el terrible e inmenso dolor de saber que se ha perdido un hijo para
siempre y que jamás se tendrá la oportunidad de hacer las paces. Y tú, eres
igual, nunca has tenido la intención de formar parte de esta familia, para ti
solo somos un mal necesario. Solo estás aquí porque no tienes a nadie más,
quizás no lo hayas dicho con esas palabras pero a ninguno de nosotros se nos ha
escapado que es así como te sientes.
-
¡No
soy yo quien actúa como si no existiera, o peor como si fuera una molestia!
Cuando bien aquí no tenía ninguna idea preconcebida de
-
¡Mientes!
Cuando tu tía y tu viniste a conocernos, no hiciste lo más mínimo para
conocernos, es más, te comportaste como un niño altanero y
-
¡Mi
tía se estaba muriendo, maldita vieja bruja!
(grité con todas mis fuerzas, esa mujer logra sacar lo más bajo de mí. No me
extrañaba que mi padre no la quisiera ver. Entonces mi abuela me dio un
bofetón, que juro que me temblaron las orejas y todo. Impensable de una señora
de su edad y de su estatura. Yo me llevé la mano a la mejilla como para evitar
que esta se callera)
-
Esta
es mi casa, y nadie me habla así, en mi propia casa. Soy tu abuela
(y aquella fue la primera vez que dijo que era algo mío) y me debes un respeto, aunque yo no te guste (dijo muy digna ella,
como siempre es, sin alzar la voz lo más mínimo). No saldrás de esta habitación hasta que te disculpes como es debido,
con tu abuelo y conmigo (se levantó y dejó la butaquita otra vez en su
sitio. En la puerta estaba mi tía Brunilda que se había levantado al oír la
discusión. Al pasar al lado de su hija, mi abuela le murmuró algo que no pudo
ir, y después cerraron la puerta. No con llave, solo la cerraron. Pero me dejó
muy claro que no se me permitía poner un pie fuera de esas 4 paredes sino me
disculpaba antes con ella)
Aquella
noche no pegué ni ojo, solo hacía que pensar en todo lo que había sucedido y lo
enfadado que estaba con mi abuela. La culpaba de todo lo que había pasado, si
ella no hubiera criticado la forma en que mi tía me había educado, yo no habría
salido corriendo y me hubiera montado en el primer coche que paró y aquel
degenerado no se habría aprovechado de mi, y el abuelo no se hubiera preocupado
ni angustiado y la tía Camille no habría tenido que darle calmantes. Era y es
más fácil culpar a los otros de tus propios errores que asumir que en aquella
época dejaba que mi abuela me sacara de los nervios y que mi primera opción
siempre era poner pies en polvorosa.
Las
horas pasaban en el reloj, pero a mi me parecía que la aguja no avanzaba lo más
mínimo. Ya sabéis eso que el tiempo pasa rapidísimo cuando te lo pasa bien pero
parece detenerse cuando no te lo pasa bien ¿no? Pero al fin la mañana llegó.
Era lunes, mis tíos y primos estaban todos en la escuela, los había oído
marchar a primerísima hora. Y yo ya hacía horas que intentaba concentrarme en
el libro que había elegido para dejar de pensar, pero no engañaba a nadie, ni a
mi mismo, llevaba más de 5 minutos en la misma página y ni idea de lo que
estaba leyendo. Me moría de ganas de ir a ver al abuelo, pero tenía muy
presente que no podía salir de mi cuarto hasta que no me disculpara con mi
abuelo y su esposa.
El
desayuno me lo subió Reena, era un desayuno para un luchador de lucha libre,
pobre Reena, debió pasarse horas preparándolo, y a mi que no me entraba ni un
guisante. Reena me hizo compañía durante el desayuno, y pude saber que el
abuelo estaba aún durmiendo. La tía Camille le debió de dar un calmante para
hipopótamos, cosa que me hizo sentir aún peor.
Reena,
intentó animarme un poco y cuando se iba dejó como quien no quiere la cosa,
sobre la mesita la videoconsola de Richard. Richard estaba en la escuela y
hasta el viernes a la tarde no regresaría a casa por lo que podía jugar
tranquilamente. A media mañana, tía Brunilda picó a la puerta. No sabía que
pensar, mi tía y yo no es que hubiéramos hablado mucho. Siempre parecía
desbordada con sus hijos, a veces daba clases a los peques de la escuela y con
la fundación en la que colaboraba. Lo cierto es que no sé muy bien que hace tía
Brunilda cuando nosotros estamos en la escuela, tía Camille es medico y tía
Mildred es escultora, pero tía Brunilda trabaja para una fundación, eso es lo
que mis primos me han dicho. Y es lo único que sé. Pero es un trabajo muy raro
porque no va siempre y no tiene un horario y a veces desaparece durante días,
bueno…Klaus dice que su madre hace lo que antes hacía la abuela, es como la
figura pública de los Hofner, pero también se encarga de todo lo que es papeleo
y cuentas. Lo cierto es que debe de ser mucho trabajo, porque siempre se la ve
estresada. Pero volvamos a aquella mañana. Mi tía Brunilda entró en mi
habitación, para preguntarme como me encontraba y para decirme que si
necesitaba hablar de cualquier cosa que ella siempre tendría su puerta abierta
para mí. Sin importar nada de lo que pasase entre mis tíos, o mis abuelos y yo.
Fue extraño, quizás porque al ir al internado había tenido más contacto con mis
tíos que con mi tía, aquel ofrecimiento me sentó como que llegaba tarde. Pero
no deseaba odiarla, solo odiaba a mi abuela. Así que forcé una sonrisa y le di
las gracias, pero lo que quería en verdad es que me dijera “ve a ver tu abuelo,
yo te cubro con la abuela”, pero no lo dijo, también he de reconocer que no me
dijo nada de lo haber hablado de la forma que le hablé a la abuela el día
anterior. Cosa que si que hizo su marido, cuando por la noche se pasó por casa
para ver como estaba todo.
Si la
noche fue larga, la mañana fue eterna, no fue hasta las doce que el abuelo no
vino a verme. Nunca me había alegrado tanto de verlo. Se le veía como siempre,
incluso volvía a sonreírme, estuvimos un buen rato jugando con los coches de
carrera que me había traído aquellas navidades
papa Noel. Mientras jugábamos, íbamos charlando, nada de lo que tuviera
que ver con lo que pasó el día anterior. Cosa que me alegró mucho. No quería
hablar de ello, solo quería olvidarlo, y seguir adelante. Pero a la vez me
sentía con la obligación de explicarle al abuelo porque lo hice. Así que cuando
ya llevábamos más de una hora jugando el abuelo, me sonrió y me dijo “escúpelo
antes que se te haga tal nudo que no puedas volver a comer los caramelos que se
que Tristán te da a mansalva”. Yo casi sacó por la nariz la limonada que estaba
bebiendo. Si que era cierto que mi tío me daba más caramelos de praliné de los
que podía comer, pero pensaba que nadie se había percatado. Le conté mi versión
de los hechos, el abuelo me dejó hablar sin interrumpirme, ni una sola
vez, y cuando acabé no parecía estar
enfadado. Seguía sentado en el suelo con uno de mis cochecitos en la mano y me
miraba como si yo fuera la persona más especial del mundo. Solo mi tía me había
mirado así, antes. Y es reconfortante que te miren así, sobre todo cuando estás
contando algo que no es bueno. Cuando acabé, mi abuelo me abrazó fuerte, como
lo había hecho en la sala del hospital, pero sin angustia, fue uno de esos
abrazos de oso que molan.
-
Hans,
agradezco mucho que te hayas sincerado así conmigo y acepto tus disculpas.
Siento mucho que aún no sientas esta casa como la tuya. Lo siento de verdad,
porque eres un regalo de dios, y nada me haría más feliz que estuvieras feliz
con TODOS nosotros. Pero soy un hombre paciente y sé que con el tiempo
aprenderás a querer a esta familia tanto como querías a tu otra familia.
-
Yo
ya te quiero mucho abuelo, y no quería que te pusieras enfermo.
-
¡Patrañas!
¿Enfermo? ¿Yo? Tus tíos que son muy melodramáticos y porque uno ya no es un
niño de calzones creen que se le va a parar el corazón al más mínimo disgusto
(se golpeó en el pecho) este viejo
músculo bombea tan fuerte como cuando tenía 20 años.
-
Jajaja
¿Abu? ¿Entonces no estás enfadado conmigo?
(le pregunté deseando que me dijera que no. Entonces mi abuelo respiró hondo y
se quedó pensativo un rato)
-
¿Enfadado?
¿Por qué crees que debería estar enfadado, Hans?
(odio cuando me hacen ese tipo de preguntas)
-
Ya
sabes…por todo…por lo de ayer.
-
Estoy
enfadado pero también estoy triste y a la vez aliviado. Pero Hans ahora mismo
solo puedo dar gracias a dios que todo acabó bien, y estás aquí conmigo,
jugando con estos cochecitos tan guays
(lo sabía, los coches había sido cosa de él). Pero más tarde o temprano tendremos que hablar sobre eso de ir hablando
así a tu abuela y sobre salir huyendo de casa.
-
Ella
me odia, y odia a tía Ophelia y es
siempre mezquina conmigo y… (empecé a quejarme)
-
Hans,
hoy no. Hoy disfrutemos de nuestro día libre (dijo
sonando más como una súplica que como una orden, y no tuve corazón de seguir,
así que dejé el tema aparcado de momento).
El resto
de día estuvimos jugando y viendo películas en la tele de su dormitorio,
estuvimos juntos todo el día, hasta la hora de cenar. En que mis tíos
regresaron todos a casa, echo insólito, ya que durante la semana suelen o
dormir en la escuela o en su casa. Pero aquella noche estaban todos en casa
cenando, y todos se preocuparon de como estaba llevando lo de aquel tipo. He de
reconocer que se me pasó por la cabeza exagerar un poco y hacerme el muy
afectado para que sintieran pena y me dejaran en paz. Pero no quería que el
abuelo se preocupara así que les dije que estaba bien. Cada uno de ellos se las
ingenió para hablar a solas conmigo aunque fuera 5 minutos y fue entonces que
me di cuenta de que significaba tener una familia tan amplia. Con tía Ophelia
las cosas solo quedaban entre ella y yo. Pero ahora había un montón de gente a
la que dar explicaciones o a la que tranquilizar, que pereza.
Como era
de espera tío Tristán fue el más comprensivo y el más majo de todos, aunque me
hizo prometerle que nunca más haría algo tan peligroso como subirme al coche de
un desconocido. Promesa, que os aseguro, que no me costara mantener. Tío Senta
después de asegurarse que no me estaba haciendo el fuerte, sino que realmente
no le daba la importancia que todos le daban a lo que había pasado, acabó
regañándome por como había tratado a la abuela y por como me había comportado
en la mesa el día anterior. Tía Brunilda volvió a recordarme lo de que su
puerta siempre estaba abierta para mi. Tío Sigmund, él era el que más temía, ya
que él si que sabía que aquella no era la primera vez que huía de casa, y que
si esa vez no fui a la estación de trenes, fue porque sabía que él me buscaría
allí. Mi tío estuvo largo rato en silencio antes de abrir la boca, y para mi
sorpresa no me dijo nada sobre la huida, ni sobre lo de insultar a la abuela.
Solo me agarró de la oreja y me dio los que a día de hoy son los 4 azotes más
duros que he recibido con solo una mano y después me abrazó y me hizo jurarle y
perjurarle que jamás volvería a asustarlos de esa manera. Eso es lo que mi prima Charlie llama una reacción
pasivo-agresiva de manual, y que por lo visto tío Sigmund y tía Brunilda son
expertos en ellas. Mi tía Camille y mi tía Mildred fueron las más maternales de
todos, intentando hacerme sentir querido y diciéndome que todo iba a salir bien
y que con el tiempo esto solo sería un mal recuerdo borroso perdido entre un
montón de bellos recuerdo que atesorar. Vale esta frase era de tía Mildred,
pero tía Camille vino a decir lo mismo, solo que no tan cursi. Ambas me
recordaban un poco a tía Ophelia, cada una a su manera,
Mildred es un alma libre como mi tía, a la cual es casi imposible hacer
cabrear. Aunque según Howie mi prima
Charlie logra que mi tía se ponga a maldecir en arameo. Y tía Camille siempre
está preocupándose de cosas como si me abrigo, o si voy descalzo o si como
bien, si me lavo los dientes o si limpio detrás de las orejas.
Mi muy estimada y admirada Little
ResponderBorrarNo sabes lo inmensamente feliz que me haces con esta publicacion... Habia caido en una espiral de resignacion sobre esta magnifica historia, creyendo sinceramente que no retomarias el curso de la misma y sin embargo aqui esta esta joyita llena de emoción... Por tu culpa me acoste a lad 3 de la madrugada jajsjaj... Valio la pena esperarte tanto tiempo y leerte ha sido magnifico
El relato esta increible, y me has llenado de suspenso y ansias de nuevo sobre el futuro de mi pequeño Hans y lo que pasara a futuro con el su abuelo y su abuela
Pero tengo la esperanza de que lo continues pronto como es resto de tus historias
No se porque las abandonaste imagino que falta de tiempo, pero espero no desaparezcas porque sinceramente admiro tu trabajo y me gusta tus relatos... Tus personajes son siempre quisquillosos, agudos y me estrujan el corazon
Un abrazo
Matambra
Felizzzz con esta actualización ya la extrañabaaaa,....
ResponderBorrarLittle que refrescante leerte, te extrañaba un montón.
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