Páginas Amigas

martes, 26 de julio de 2016

CAPÍTULO 13:




CAPÍTULO 13:

Robar era una de las faltas más graves del internado. Era lógico, no se podía permitir que los chicos se convirtieran en ladrones y se quedaran con dinero o con cosas de los demás. Lo que no tenía ningún sentido es que llamaran “robar” a lo que había hecho Lucas. Había cogido un poco de leche. Es como si uno se levanta por la noche y bebe agua. ¿También le llamarían ladrón por eso? Si hubiera dependido de mí, le hubiera regañado un poco por entrar en la cocina sin permiso: él era mayor, y seguramente no iba a hacer tonterías, pero los pequeños podían seguir su ejemplo, y un grupo de niños de once años haciendo el tonto era capaz de prender fuego a la cocina o de ponerse a hacer el cafre con los cuchillos. Que uno pensaría que ya eran mayores para jugar con cosas peligrosas, pero tenían justo la edad perfecta para empezar a retarse a hacer tonterías. Y si retas a un adolescente a hacer algo, lo hace, aunque le retes a lanzar un cuchillo y clavarlo contra una pared.

Si el internado estuviera atravesando problemas económicos, que no era el caso, tal vez le hubiera explicado también que esa leche era necesaria para el desayuno de todos. Pero lo cierto es que la situación del colegio no era para nada crítica, y la comida y en especial la leche sobraban. Lucas sabía eso de sobra, y por eso había pensado que no pasaría nada si cogía un poco para el gato. Y seguramente no habría pasado si hubiera sido más discreto y no hubiera dejado la puerta abierta ni la jarra en el fregadero. Se veía que era un poco torpón para actuar en secreto, lo cual era bastante adorable, pero también algo desesperante, dada la situación.  Al menos, había sido lo suficientemente prudente como para omitir al gato, ya que visto cómo se las gastaban allí no sé cómo hubieran reaccionado. Lucas había dicho que la leche se la había bebido él, la noche anterior, porque le estaba costando dormir y pensó que un vaso le ayudaría a conciliar el sueño.  Y el director le creyó por completo, pero por alguna razón lo vio como algo inadmisible.

  • Mientras tus compañeros desayunan, tú irás al gimnasio, Lucas. – dictaminó el director.

Imaginé que, si Lucas hubiera tenido un guardián, le habrían ordenado que fuera a su cuarto, su guardián le habría castigado y luego hubiera tenido que ir al despacho del director, donde seguramente hubiera recibido otro castigo. Pero los de último año no tenían guardián, ya que el día anterior me habían ofrecido a mí el puesto, y como escogí el primer curso, seguía vacante. Lo que no terminaba de entender era por qué le enviaba al gimnasio, pero para Lucas sí debía de significar algo.

  • No… no, por favor… Ya he dicho…ya he dicho que lo siento. Yo no robé nada, solo tenía sed…

  • Para eso tenéis agua en el cuarto.

Aproveché que tenía a Enrique cerca, que había llegado ya con su curso, y le toqué el brazo para llamar su atención.

  • ¿Por qué al gimnasio?

  • Solo se me ocurre un motivo, y realmente espero que no lo haga.  – me respondió. Eso no me tranquilizó demasiado.

  • ¿Qué motivo? Habla, Enrique, por favor…

  • Le va a castigar delante de los demás alumnos.

  • ¿Qué? Pero eso no se puede… - protesté.

  • No hay nada que lo prohiba… Es cierto que los castigos suelen ser en privado, pero cuando ocurre algo grave a veces se hace para… para darle un escarmiento o… para dar ejemplo… A mí tampoco me gusta – añadió Enrique, frunciendo el ceño. – Ese chico no ha hecho nada serio, y aunque así fuera, no consigue nada humillándolo.

Me indigné mucho. Más que indignado, estaba furioso. Yo jamás había hecho algo como eso, castigar a un chico así. La verdad es que en mis anteriores colegios tampoco había dado muchos castigos, porque allí solo era profesor, no guardián, y mi trabajo en principio era solo dar clase. Pero  en alguna ocasión algún alumno se ponía difícil… Hubo una vez que  uno me lanzó un diccionario a la cabeza. Y recuerdo perfectamente que incluso esa vez, que estaba muy cabreado, esperé hasta el final de la clase hasta que se fueron todos antes de castigar al chico. No obstante, sabía de otros profesores que sí lo hacían frente a toda la clase… Jamás hubiera esperado que a alguien se le pudiera ocurrir hacerlo frente a todo un colegio. Ya que estábamos, tampoco me parecía normal castigarle dos veces. Precisamente habían inventado el sistema de los formularios para no ser demasiado duros con ellos y aquello lo contradecía.

  • No lo voy a permitir. – susurré. – Ese chico ni siquiera merece un castigo, mucho menos uno público. Es…es denigrante, y la verdad, si yo fuera su padre pondría una queja, o una denuncia, o algo.

Enrique iba a contestar, pero entonces el director me llamó, para que fuera. Sorprendido, me acerqué a él, y me dijo que acompañara a Lucas.

  • Señor Bennett, considero que la medida es excesiva, el chico no…

  • No he pedido su opinión. Quiero que haga la función de guardián, nada más. Le acompañará al gimnasio, y le castigará, ¿he sido claro?

  • Oh. ¿Yo? Está bien… Pero… ¿por qué allí?

  • Cuando acaben de desayunar irá el resto del alumnado, y yo continuaré con el castigo. – respondió, confirmando mis peores temores.

  • No puede pegarle frente a ellos. No puede. – me negué, en rotundo. – El chico no ha robado nada. Solo bebió un poco de leche.

El director resopló, y me miró como si mi presencia le agotara. Perdió su formalidad habitual, y de hecho llegó a tutearme.

  • ¿Y qué quieres que haga, Víctor? Tengo las manos atadas aquí. La última vez que hubo un robo en el colegio, dejé muy claro cómo sería el castigo la próxima vez. Si hubiera sido uno de los de primero, podría plantearme ser menos estricto, porque ellos aún no estaban. Pero Lucas sí estaba el año pasado, y escuchó mi advertencia perfectamente, como el resto de los alumnos. Ahora tengo que cumplirlo.

  • ¡Pero esto no ha sido un robo!

  • Un hurto no deja de serlo porque la cantidad robada sea pequeña. La comida no es gratis.

  • ¡Oh, por favor! Mira, la pago yo, si hace falta, pero de verdad, esto es absurdo. – le solté. Habíamos elevado un poco la voz y creo que se nos podía escuchar discutir, pero a esas alturas ya me daba igual

  • Absurdo es que desde que estás aquí no hayas hecho otra cosa que luchar contra las normas del centro. Deja de defenderles siempre. Tienen que aprender. No todos los chicos son buenos.

  • Todos los que vi hasta ahora sí lo son y ninguno se merece vivir con el miedo con el que viven aquí. Y te digo esto llevando solo dos días, así que imagínate lo que diré cuando lleve una semana.

  • A este paso no durarás una semana – me advirtió el director. – No te molestes en acompañarle, se lo pediré a Enrique. ¡Enrique, ven!

Enrique pasó a mi lado y me dedicó una mirada y una frase de apoyo.

  • En el fondo le caes bien. Los primeros días siempre está estresado.

Dudaba mucho que eso fuera cierto, aunque la verdad era que cuando hablé con él nada más llegar, no me había parecido un ser humano tan idiota y un director tan incompetente como me lo parecía en ese momento. Agarré el brazo de Enrique antes de que se fuera.

  • No quiero que te juegues tu puesto tú también, pero sabes tan bien como yo que ese chico no merece un castigo.

  • Tranquilo – me dijo, y me guiñó un ojo – Tengo mis trucos.

Por alguna razón, sus palabras me relajaron. Me convencí de que Enrique no iba a hacer nada que no hubiera hecho yo y me concentré en cómo podía evitar que el director siguiera adelante con su idea. Había comprendido que el director era un tipo muy inseguro. Por no “faltar a su palabra”, o mejor dicho a sus amenazas anteriores, iba a seguir adelante con aquello, como si tuviera miedo de perder el respeto de los alumnos por aflojar un poco la correa metafórica con la que los tenía atados. Me negaba a creer que él estuviera convencido de que estaba actuando bien. En el fondo tenía que saber que estaba siendo absurdo.

Solo se me ocurrían dos personas en el mundo que pudieran hacer algo en ese momento para frenar al director: los padres de Lucas y Benjamín. Enrique me había dicho que nunca iban por el colegio, y me habían dado a entender que los chicos estaban bastante desatendidos, pero seguro que no estaban de acuerdo con semejante barrabasada. Fui corriendo a la secretaría y solicité el teléfono de los padres de Benjamín. Como era su guardián, me lo dieron sin problemas.

Primero le marqué a la madre, porque las madres siempre me daban suerte. Solían ponerse de mi lado. Eran quienes más atendían y conocían a sus hijos. Pero nadie descolgó el teléfono, así que lo intenté con el padre. Él sí me lo cogió.

  • ¿Dígame?

  • Buenos días, le llamo del internado St. Jules, soy Víctor Medel, guardián de su hijo pequeño y profesor del mayor. – me presenté, algo nervioso.

  • ¿Qué han hecho esas sanguijuelas ahora?

  • No han hecho nada. Le llamo porque quiero informarle de algo que creo que querrá saber y tal vez quiera hacer algo al respecto…

  • Si no están muertos, secuestrados o en el hospital, no quiero saber nada – me interrumpió.

Me quedé a cuadros por semejante respuesta. Nunca había escuchado tanta indiferencia en la voz de un padre. Ni siquiera en la mía, cuando ya no se podía decir que tuviera una relación con mis hijos.

  • No es nada de eso, pero…

  • Oiga, si estudian allí es precisamente porque ahora son su problema ¿de acuerdo? Si tuviera tiempo para ocuparme de ellos los tendría aquí en casa. ¿Qué quiere, mi autorización para algo? Lucas sabe hacer mi firma. Y yo le autorizo a lo que sea, con tal de que me deje en paz.

Boquiabierto, y sintiendo desprecio hacia ese hombre, vi que ahí tenía una oportunidad, y decidí aprovecharla.

  • ¿Me autoriza a tomar decisiones en su nombre? ¿A dar permiso o denegarlo ante cualquier posible sanción?

  • Sí…

  • Necesitaré un papel firmado más adelante, pero por el momento me sirve con eso, gracias – le dije, y me apresuré en colgar. Ahora sabía que hiciera lo que hiciera el padre no se iba a oponer: había delegado totalmente en mí y podía usarlo como argumento ante el director.

2 comentarios:

  1. Me encantan los animales pero... grrr... ese minino ya me está cayendo mal!!!! Está metiendo en muchos problemas a esos niños. Pero en fin, qué corazoncito más grande el de ese par de hermanitos.

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  2. Bueno, este capitulo básicamente solo sirvió para aumentar mi odio, ademas de odiar todavía más al director ese, ahora también odio al padre de esos chicos ¡Que malo! Lo bueno es que Victor es un buen hombre. Me tiene intrigada porque se separo de su esposa y sus hijos :D Ojala que más adelante nos cuentes!

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