Páginas Amigas

lunes, 8 de agosto de 2016

CAPÍTULO 10: INVASOR



CAPÍTULO 10: INVASOR

Chris enjabonó el encrespado cabello de Moshe, que no era nada fácil de lavar. Terminó haciéndolo él porque el niño no parecía estar muy acostumbrado a las bañeras y se la pasaba metiendo y sacando las manos, para ver cómo el agua resbalaba por ellas. Jugueteaba en silencio, y así Chris podía pensar mientras le masajeaba la cabeza. Tenía un demonio en su casa. En su baño.

“No sé de qué te sorprendes, si ya antes tenías dos” se dijo.

Si no tenía problemas con Nick y Peter era porque eran sus hijos, pero ese niño… ¿Realmente podía confiar en él, y no era peligroso tenerle bajo el mismo techo que su familia? ¿Que su novia embarazada?

-         ¿Dónde está él? – preguntó Moshe, sacándole de sus pensamientos.

-         ¿“Él”? – repitió Chris, distraído.

-         El demonio bestia que finge ser un humano. El asesino de mi padre. – gruñó el pequeño.

Chris mojó las manos para limpiarse la espuma y miró al niño a los ojos fijamente.

-         Él no mató a tu padre. No es un asesino, es mi hijo. Y se llama Peter. Estoy seguro de que ya sabías su nombre – le regañó. Una vocecita en su cabeza le decía que estaba siendo demasiado insensible, y que ese niño lo había pasado demasiado mal. De haber sido un niño humano hubiera reaccionado de forma diferente. Aunque Amy y Peter no parecían diferenciar entre una cosa y la otra…

-         Me da igual cómo se llame. Le odio – aseguró Moshe. Chris enseguida se dio cuenta de que no decía la verdad. Él había visto verdadero odio en los ojos de otros demonios, y no se parecía en nada a la mirada del pequeño en ese momento.

-         ¿Sí? Pues es gracias a él que estás aquí. Él te sacó del inframundo. ¿Sabes lo que hacen ahí con los huérfanos? ¿Lo sabes? – le increpó. Se arrepintió enseguida, porque esa pregunta había rozado la crueldad.

-         Qué más da. Si no lo hacen ellos, lo haréis vosotros – susurró el niño, apretando los puños.

Chris entreabrió los labios, sorprendido.

-         No… No, Moshe… Aquí no va a pasarte nada. No te hemos traído para hacerte daño…

El niño no dijo nada, pero Chris no sintió que le creyera.

-         ¿Quieres que venga Amy? Tal vez ella ahora mismo te haga sentir mejor que yo… - ofreció Chris, con cierto esfuerzo, luchando contra sus instintos protectores para con Amy.

-         Quiero que venga Peter – dijo Moshe.

Chris lo meditó durante varios segundos, sin dejar de mirarle. Tenía miedo de que el niño intentara algo en cuanto viera a Peter, puesto que le culpaba por la muerte de su padre. Pero por otro lado el niño le inspiraba cierta ternura y cierta lástima… Decidió complacerle, dispuesto a vigilar en todo momento por la seguridad de Peter. Salió del baño para llamar a su hijo y a los pocos segundos volvió con él.

-         Ey. Hola, Mosh Mosh. ¿Querías verme? Vaya ¿te están bañando? ¿No te importa que entre?

-         Me da igual que me vean desnudo – dijo el niño, con una seriedad antinatural en un rostro joven como el suyo.

-         Pues no debería ¿eh? – le dijo Peter. – Ya empiezas a estar grande, peque.

Moshe bajó la mirada, como para verse el propio cuerpo bajo el agua. Peter pensó que tal vez no estaba muy acostumbrado a su cuerpo humano. No sabía si solía adoptar esa forma a menudo, o si prefería su forma demoníaca.

-         ¿Para qué me querías ver? – le preguntó Peter.

Al principio Moshe no respondió, y siguió mirándose, como estudiándose. Se miró las piernas, se miró los brazos…

-         ¿Por qué me has traído aquí? – dijo al final.

-         Bueno… No sabía dónde más podías estar…. Allí abajo no era seguro para ti.

-         Pero a ti… ¿qué más te da si es o no seguro?

-         No quiero que te pase nada, enano. Lo que hacen….Son unos bárbaros… - dijo Peter, apretando los dientes. – Es una de las cosas que pienso cambiar…

-         ¿Y si algún día me hago fuerte y puedo vengar a mi padre? – inquirió Moshe.

-         Espero que para ese día hayas podido comprender que yo no quería que a él le pasara nada. – respondió Peter. – Ven, vamos a sacarte de ahí. Vas a arrugarte todo.

Peter le sacó y le envolvió en una toalla, pero antes tuvo ocasión de ver las señales de quemaduras viejas que el niño tenía en la piel. Todo indicaba que en unos años ya no quedaría marca alguna, pero en ese momento, al verle así, se sintió bastante unido a ese pequeño. Le picó la espalda, como si todavía pudiera ver o sentir sus viejas cicatrices. Le pediría a su abuelo a ver si se las podía borrar a él también.

-         Te pondrás ropa de mi hermanito ¿vale? Eres un poco más pequeño que él, pero creo que te valdrá.

Le llevó al cuarto de Leo y cogió unos pantalones, una camiseta y unos calzoncillos. Pero justo en ese momento el dueño del cuarto entró en la habitación, y se quedó mirando fijamente al niño envuelto en la toalla. Le habían explicado que tenía un invitado algo especial, que era medio demonio, y no sabía qué pensar al respecto. A decir verdad le daba más curiosidad que otra cosa, pero al verle con Peter sintió una punzadita de celos. Cuando vio que le daban su ropa, no pudo evitar pensar que ese niño iba a remplazarle poco a poco.

-         No se la dejó – protestó. – Esa es mi camiseta favorita y no se la doy.

-         Oh. No sabía que tuvieras una camiseta favorita… - dijo Peter. – Está bien, cogeremos otra…

-         ¡No le dejo ninguna! – chilló.

Peter frunció el ceño, entendiendo lo que pasaba. Le dedicó a su hermano una sonrisa cálida.

-         Pero él no tiene nada que ponerse, peque, y tu ropa es la única que le vale.

-         ¡He dicho que no!

-         No grites, Leo, y no seas egoísta… - regañó Peter.

-         ¡DÉJALE TÚ TU ROPA SI TANTO LE ADORAS!

-         Te he dicho que no grites.

-         ¿Qué está pasando? – preguntó Nick, atraído por los gritos. Él también puso mala cara al ver a Peter con el niño.

-         ¡Le está dando mi ropa aunque le dije que no! – acusó Leo.

Peter esperó que Nick le apoyara y que le ayudara a explicarle a Leo que solo era ropa, que no pasaba nada. Pero sorprendentemente, Nick se puso de lado de Leo.

-         Es su ropa, Peter, y él es tu hermano. Serías muy tonto si te peleas con él por ese niño.

-         “Ese niño”, como tú le llamas,  no tiene nada que ponerse – replicó Peter.

-         ¿Y eso a ti qué? Si Chris quiere jugar a los padres con el primer niño que vea, allá él, pero…

-         Pero si Chris no quería que viniera. Yo me empeñé.

-         Ya lo sé, y en mi opinión fue una tontería. No somos hermanitas de la caridad, no puedes traer al primer niño desvalido que ves. – le recriminó Nick.

-         ¿Desde cuándo eres tan egoísta?

-         ¿Yo? ¡Egoísta tú! ¡Recién nos estamos amoldando a todo lo que pasó, yo hay veces que todavía no me creo que tengamos un padre y ahora tu te aprovechas y le traes gente a casa! ¿Qué quieres, que se harte y nos devuelva al orfanato? – increpó Nick.

-         Pero… si somos sus hijos biológicos… Y aunque no… papá nunca nos echaría…

-         ¿Y tu qué sabes? Después de todo lo que ha pasado seguro que se lo ha replanteado alguna vez. Seguro que se ha arrepentido de tener en casa a dos adolescentes problemáticos, uno de ellos con instintos suicidas.

A Peter le dolió que le recordara aquello. Aunque normalmente esas palabras le hubieran enfadado, hubiera sido capaz de controlar sus emociones. Pero, quizá porque se había convertido en un demonio completo, le vinieron ciertos instintos violentos.

-         ¡Cállate! Si no vas a ayudar véte, y déjame que le vista. – le espetó, e intentó echarle del cuarto a empujones.

Nick se giró y le dio un empujón fuerte de vuelta. Peter se golpeó el codo con la mesita, y soltó un grito algo desproporcionado, por esa sensibilidad que últimamente tenía ante el dolor.

-         ¡Ah! Nick ¿qué rayos te pasa?

-         ¡Basta, no peleéis!  - pidió Leo, mirando a uno y a otro con nerviosismo.

Los gemelos se miraron con enfado, pero no pasaron de ahí. Peter se frotó el codo con algo de dolor.

Grrr. ¡A ver si se golpea él y sabe lo que duele!” pensó Peter, molesto.

Pasó entonces algo curioso y es que Moshe caminó hacia Nick y le dio con el puñito en el codo. Se hizo él más daño que Nick.

-         ¡Ay!

-         ¡Mosh! ¿Pero por qué hiciste eso? ¿Estás bien? – preguntó Peter. Luego recordó lo que acababa de pensar - ¿Me has leído la mente? ¿Puedes hacer eso?

-         Solo me sale a veces…

-         ¡Mira, Nick, es como tú! – dijo Peter, olvidando la pequeña pelea y asombrado por lo que acababa de descubrir. – Vaya… ¿Le pegaste por mí? Gracias por defenderme, enano, pero no tienes que hacer eso. Ya sabía yo que eras bueno. En el fondo te caigo bien – sonrió Peter.

-         Mentira. – replicó Moshe, pero Peter pensó que no engañaba a nadie.

-         Eres imbécil, Peter. Estás idiotizado con él… - bufó Nick, ahora celoso además de molesto, al ver que el niño tenía un poder en común con él. Leer mentes era su cosa, no tenía derecho a quitarle eso. A este paos le quitaba el hermano y el padre también.


-         Y tu estás muy gruñón. Bueno, si no podemos vestirle tendré que decírselo a papá…

-         ¿Ahora vas de acusica?

-         ¡No, pero no se puede quedar desnudo! – se crispó Peter.

Leo revolvió entre su armario y se aseguró de sacar la camiseta y los pantalones más feos que tenía, de esos que le habían regalado alguna vez alguna de sus tías.

-         Que se ponga esto. – dijo, enfurruñado.


- Gracias, peque. Ya sabía yo que al menos uno de mis hermanos tenía que ser listo. Ven, Moshe, ven a mi cuarto y te vistes allí. 

4 comentarios:

  1. Me encantó el capi, cuantos celos de hermanos, y cuantos misterios ti en este niño. Te diría que me supo cortito pero con tantas historias que estas actualizando no me puedo quejar

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  2. Que lindo el nene y que celocitos están los niños jeje.

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  3. Que celositos salieron!!...
    Ya quiero saber que será de ese pequeño!!!...

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