Capítulo 17
Parte 1: Los castigos
Jonathan POV
Cuando Miguel
Ángel se fue hacia el jardín nosotros también nos fuimos con él.
—Ya nos
vamos.—les dijo a mis hermanos que jugaban en el jardín.
—¿Puedo
despedirme del abuelo?—Le preguntó Ana
—Claro que sí,
sólo no se tarden mucho—dijo Miguel Ángel después de mostrar incertidumbre en
su cara por una fracción de segundo.
Vi como
Fernando, Bruno y Santiago se dirigían a la camioneta y yo también fui para
allá. Noté que Román también se acercaba pero siempre manteniendo una distancia
considerable con Fernando y Bruno.
—¿Entonces nos
equivocamos en pensar que el abuelo estaba muerto?—preguntó Alex cuando ya
estábamos todos en la camioneta.
—Sí, nos
equivocamos—le respondió Miguel
—¿Entonces
también nos equivocamos con nuestros papás? ¿Podrían estar vivos?—Preguntó
Ricky y todos se quedaron callados.
Hasta que
después de unos momentos Bruno explotó:
—No, no nos
hemos equivocamos con ellos, ¡claro que están muertos, el abuelo...!—Pero antes
de que alcanzara a terminar Miguel Ángel presionó el claxon de la camioneta y
lo dejó sonando por varios segundos. Todos nos callamos y al principio me
sorprendí porque estábamos parados en pleno semáforo, pero inmediatamente
comprendí que lo había hecho para distraer a los peques e impedir que Bruno les
dijera la conmocionante información de que el abuelo había matado a nuestros
papás.
—Bruno ¿Qué les
había dicho? —Le dijo Miguel Ángel con una peculiar voz grave pero no
fuerte.—Te pido por favor, en serio, hazme caso, háganme caso.
A lo largo del
viaje el ambiente estuvo muy tenso y solo se oía a los peques susurrando entre
ellos. Entendí en ese momento que incluso mi familia, esta familia que
consideraba cuasiperfecta, también tenía problemas y momentos difíciles.
Cuando Miguel
Ángel estacionó la camioneta nos dijo:
—Jonathan,
Fernando, Bruno, Santiago por favor me esperan en la sala. Román vienes
conmigo, los demás vayan a jugar al parque o al club. Por favor Majo y Sofi,
les encargo a los peques.
Miguel Ángel
POV
—Yo ya no soy
un peque. —me dijo Alex
—¿Estás seguro
que quieres un castigo de niño grande Alex?—Le pregunté
Alex sacudió la
cabeza negativamente y se fue corriendo hacia el parque con los demás.
—¿Estás
enojado?—Me dijo Ana con cara de cachorrito preocupado.
—Contigo no,
nena.—le respondí sintiéndome mal por ver que estaba preocupada.
—¿Con mis
hermanos?
—Puede ser,
pero se me pasa luego—le susurre al oído.—ella sonrió y se fue con Alex y los
demás.
Yo esperé a que
los chicos se metieran al departamento y me dirigí caminando a otra área del
fraccionamiento. Quería platicar con Román y además tenía pensado comprar algo
en la tienda de artículos de equitación.
—¿A mí también
me vas a castigar Miguel Ángel?
—¿Hiciste algo
para que te castigue, Romy?
—No creo, no
sé. Los demás no están contentos con lo que decidí, y supongo que tú tampoco.
—No voy a
defender a tus hermanos, lo que hicieron está mal, pero te pido que trates de
entenderlos un poco, para que puedas perdonarlos. Para todos nosotros estas
noticias son un shock muy grande, saber de pronto que el abuelo sigue vivo, y
que participó en lo que fue el asesinato y no el accidente de nuestros padres.
Saber que nuestros padres no eran lo que aparentaban y que estaban metidos en
situaciones muy complejas y complicadas. Nuestros padres estuvieron dispuestos
a morir con el propósito de liberarnos de un compromiso demasiado grande al que
ellos se habían enlazado. Créeme Román, yo no te voy a presionar a que tomes
otra decisión, pero si te pido que lo pienses muy bien. Que yo no esté
totalmente de acuerdo con lo que piensas hacer no quiere decir que no lo
respete e incluso te apoye. ¿Me entiendes Romy? — El me miraba pensativo y solo
asintió con su cabeza así que yo proseguí
—Cuando yo
decidí hacerme cargo de ustedes, dejaron de ser solo mis primos y pasaron a ser
también mis hermanos, mis hijos. Sé que nunca podré reemplazar a nuestros
verdaderos padres y que no tengo la edad para ni siquiera simular serlo. Pero
en verdad Romy, ustedes son lo más valioso que tengo y hago todo lo que está en
mis manos para darles el cariño, la educación, el apoyo y hasta la disciplina
que necesitan. —Noté que se le escapaba una sonrisa.
Y en ese
momento Romy me abrazo muy fuerte y noté que se le salían las lágrimas.
—Muchas gracias
Miguel Ángel, muchas gracias por todo lo que haces por nosotros. Te quiero
mucho.
A mí se me
querían salir las lágrimas también. No estaba acostumbrado a una muestra de
cariño tan expresiva de los chicos más grandes. Le sostuve el abrazo unos
momentos y después lo solté.
Llegamos a la
tienda de artículos de equitación y compré una correa de cuero para espuelas.
(Una correa más corta y más gruesa, pero menos ancha que un cinturón).
Román se le
quedó viendo con expresión inquisitiva pero no dijo nada. Cuando regresábamos
al edificio de departamentos le dije:
—Romy, en
verdad te pido que perdones a tus hermanos. La familia es lo más valioso que
tenemos. Créeme van a recibir un buen castigo por lo que hicieron. Pero por
favor, no dejes que ni esto ni nada los distancie permanentemente. —Él solo
asintió y entramos al elevador.—Y me gustaría que estuvieras cerca o en otro
cuarto mientras hablo con tus hermanos porque quiero que después te pidan
disculpas.
Entré al departamento
y todos en la sala se callaron y me observaron y también la bolsa de la tienda
de equitación. Yo entré al cuarto principal y decidí llamarlos uno por uno.
—Santiago,
entra por favor y cierra la puerta.
Él me hizo caso
de forma renuente
—Te voy a
castigar por que se fueron sin permiso del centro comercial y por todas las
cosas peligrosas que hicieron como meterse a la camioneta del abogado.—Le dije
una vez que cerró la puerta.
—Pero al final
sirvió para que supiéramos la verdad.
—Cierto, pero
¿y si no hubiera salido bien todo? ¿Si Gabriel hubiera decidido que matarlos
era mejor? O cualquier otra cosa pudo haber salido mal. Eso que hicieron fue
demasiado peligroso y no voy a dejarlos ir sin castigo para que no vuelvan a
exponerse de esa forma. Así que por favor Santiago, bájate el jeans e inclínate
en la cama.
Mientras el me
hacía caso y me imploraba con su rostro que no fuera muy duro con él yo me
quité el cinturón y lo doble en dos.
ZAS... ZAS...
ZAS... Santiago se movió incómodo por el dolor, pero aguanto los primeros tres
sin quejarse. ZAS... ZAS... AGHH! Se le escapó una exclamación de dolor. Zas...
Zas... ¡Ya Miguel, ya me diste bastante! - me pidió a punto de derramar algunas
lágrimas. Los chicos estaban sensibles por todo lo que habíamos pasado y lo
pude notar. Zas... Zas... Decidí terminar pronto el castigo. Santiago no lloró
como tal pero pude ver que tenía algunas lágrimas en los ojos que trató de
enjugarse con la manga de su camiseta.
Por favor,
Santiago, no vuelvan a hacer el tipo de cosas peligrosas que hicieron y menos
sin permiso. Créeme Santi lo que menos quiero en este tiempo es castigarlos.
Ahora necesitamos estar juntos más que nunca, y para eso cada uno de ustedes
tiene que estar bien, no en riesgo. - lo último se lo dije dándole un abrazo al
que finalmente correspondió y se apoyo un poco en mi. Me sorprendió cuanto
pesaba mi primo, en verdad no era una responsabilidad ligera la que me había
echado encima (figurativamente y literal).
- Ahorita que salgas por favor llama a Jonathan.
- le indique a Santiago cuando se dirigió a la puerta. El asintió y se salió
del cuarto.
Johnathan entró renuente al cuarto. Yo cerré
la puerta tras él y le puse una mano en el hombro.
- Johny, te voy a castigar por haberte
arriesgado saliendo sin permiso y luego haber hecho cosas ilegales y peligrosas
como meterse a la camioneta del abogado.
Johny intentó decir algo en su defensa pero
no le dejé — sé que me vas a argumentar como Santiago que sirvió para algo,
pero eso no justifica el riesgo que corrieron y no quiero que esto vuelva a
suceder así que por favor bájate los pantalones e inclínate en la cama.
- ¿Qué?
Claro que no me voy a bajar los pantalones. Si de por sí no deberías
castigarme con nalgadas a esta edad, mucho menos con el pantalón abajo.
- Pues te equivocas en las dos cosas, los
debo castigar con nalgadas porque me parece el castigo más eficiente y rápido y
me ha funcionado muy bien, primero para ser un buen hijo, y después aplicándolo
para la crianza de cada uno de mis primos. Así que ¿por qué no debería
funcionar contigo si ha funcionado conmigo, con Alex, Bruno, Santiago, Moisés y
todos los demás?
- Pues tal vez soy diferente ¿no?
- ¿Cómo? ¿Qué te guste el dolor tal vez? No
me parece que seas un sádico.
- ¡Claro que no! - protestó tajantemente
- Entonces haz lo que te pedí porque va a
funcionar contigo.
Johny se inclinó en el borde de la cama pero
sin haberse bajado el pantalón.
—Creo que había
sido claro, sin pantalón.
- Pero ¿por qué? ¿Te gusta ver niños en ropa
interior o qué?
- Jajaja, claro que no Johny, ¿tú de verdad
crees que pudiendo ver bellísimas chicas en bikini en Cancún o en nuestro hotel
me interesa ver tu feo trasero en bóxer?
- Hey! Que nunca lo has visto, a mi novia en
Tepoztlán no le parece feo.
- Y créeme, no tengo ninguna intención de
verlo, así que acabemos rápido con esto. Te lo pido porque duele más y entonces
el castigo cumple su propósito disuasorio.
Finalmente Jonathan accedió y muy
renuentemente se bajó el jeans antes de inclinarse en el borde de la cama.
Zas... Zas...
Estaba dándole
el tercer cinturonazo cuando trató de cubrirse el trasero con la mano, y tuve
que desviar el golpe pues no quería pegarle en la mano.
–Jonathan por
favor quita la mano.– le dije pero como me ignoró le solté el siguiente
cinturonazo en el muslo derecho
Zaas… Ouch!-mi
primo exclamo del sorpresivo dolor causado por el cinturonazo en su muslo
pobremente cubierto por el bóxer y su mano se desplazó rápidamente a cubrir y
sobarse su muslo
Zas… le lancé
el siguiente cinturonazo en las nalgas que ahora había dejado desprotegidas
-Ayy! MIGUEL
ÁNGEL POR FAVOR, PARA DE PEGARME–Me pidió mientras se giró para dejar su
trasero fuera de mi alcance.
Me estaba
costando mucho trabajo castigar a mi primo. Nunca me habían dado tanto problema
a la hora de disciplinarlos, pero también entendía que este era uno de los
primeros castigos que le daba a Johny.
Así que me
senté en la cama y sostuve a Johny de los hombros para que me mirará de frente
sin tener que levantar mucho la cabeza (pues yo si soy bastante más alto que él).
–Mira Johny, sé
que es difícil controlarse para recibir el castigo con el cinturón, pero te
pido que hagas tu mayor esfuerzo y tomes el castigo como un hombre. Por lo
menos mantente en la posición. Sé que es doloroso, pues ese es el propósito del
castigo, y no me importa si lloras o incluso te mueves un poco, pero por favor,
no te muevas como lombriz ni metas las manos porque además el cinturón te
lastima mucho más en las manos. ¿Ok? – Me sentía un poco mal de haber recurrido
al argumento barato y machista de aguantar el castigo como hombre, pero la
verdad es que es muy efectivo para que los chicos mexicanos se dejen aplicar la
disciplina.
Johny asintió
con la cabeza, aunque no muy convencido
-Ya solo te
voy a dar tres, pero por favor haz tu mayor esfuerzo para dejarte, ¿sale
campeón?
Puse una
almohada en posición vertical al borde de la cama.
–Cruza los brazos por adelante e inclínate ahí
– le indiqué señalando la almohada -el peso de tu cuerpo sobre tus brazos
cruzados va a facilitar que puedas controlarte.
Una vez que me
hizo caso le di los tres cinturonazos. Y aunque sí se movió y se quejó un poco,
no volvió a meter las manos ni a girarse.
Cuando terminé
el castigo Johny se levantó y estaba evitando mirarme, pero alcancé a darme
cuenta que estaba llorando. Así que lo abracé, y aunque al principio se
resistió y trató de soltarse como sin ganas, después se dejó y hasta se acurrucó
en mi abrazo.
–Ya pasó,
tranquilo Johny, espero que pase mucho tiempo antes de que tengamos que repetir
este castigo. Créeme, los quiero muchísimo, y ustedes son lo más importante que
tengo.
Johnny solo
asintió sorbiendo la respiración.
–Venga campeón,
suénate y súbete el pantalón– le dije cuando lo solté y le di un kleenex.
–Nadie tiene porque verte así.
Johnny me hizo caso
y después de sonreírme con su carita todavía enrojecida de haber llorado salió
del cuarto.
Yo me dejé caer
sobre la cama. No cabía duda que disciplinar a estos chicos no era tarea fácil.
Todavía me faltaban dos más y yo ya me sentía desgastado anímicamente. ¿En qué
momento había decidido que darles nalgadas era la mejor forma de castigarlos?
Continuará…
Muy buena actualizacion
ResponderBorrarMeli
Gracias! Qué bueno que te gustó, pues había pensado que este capítulo había sido un fracaso. En la segunda parte de los castigos viene una sorpresa, así que te recomiendo estar al pendiente de la próxima actualización. Un abrazo, Wenseslao
BorrarNo recordaba cuanto extrañaba esta historia!!
ResponderBorrarMe gusta mucho la forma de ser de Miguel Ángel!!
No creo que lo que compró sea para adorno verdad??