Páginas Amigas

domingo, 12 de mayo de 2019

CAPÍTULO 67: LO PENSARÉ




CAPÍTULO 67: LO PENSARÉ

N.A.: I’m still alive. Perdón por… en fin, la tardanza no, el abandono  xD
Feliz día de la madre

-------------

Las piernas volvían a fallarme y justo en el momento en el que más las necesitaba. Les sentía detrás de mí, a punto de alcanzarme. Intentaba correr, pero apenas conseguía renquear, como si tuviera una pierna rota. De pronto, una mano fría me envolvió la muñeca y una risa cruel me congeló la sangre.

-         ¡AAAH!

Los terrores nocturnos no eran algo desconocido para mí, solía tener uno cada pocos meses. Tras mi experiencia con aquellos matones había esperado tener muchas pesadillas, hubiera sido normal, pero había tenido suerte. Hasta aquella noche.

Me senté en la cama cubierto de sudor y respirando agitadamente. Aún estaba oscuro y busqué el móvil para ver la hora. Solo eran las tres de la mañana. La habitación estaba en silencio, porque los demás dormían, pero en el pasillo se escuchaba algo. Convencido de que no iba a ser capaz de volver a dormirme, me puse las zapatillas y salí a investigar.

Papá paseaba con Kurt en brazos. El enano lloriqueaba y la camiseta de papá estaba algo manchada, lo que me indicó que el peque había vuelto a vomitar. Había pasado la tarde más o menos bien, pero apenas había comido un poco de arroz y no quiso cenar nada. 

-         Ted. ¿Michael está despierto? – susurró papá, al verme.

Michael y él habían estado hablando durante muchas horas. Si por papá fuera, no hubieran parado, y habrían hablado hasta dormirse, pero Michael se había empeñado en venir a dormir con nosotros, a nuestro cuarto. De hecho, se había llegado a poner algo tenso cuando Aidan le había insistido. Quizás necesitaba su espacio.

-         No, están todos dormidos. Es que yo tuve una pesadilla.

-         ¿Me quieres contar? – se interesó papá. La oferta era tentadora, pero aquel no era el momento. No con el enano enfermo.

-         No ha sido nada. ¿Qué le pasa al bicho?

-         Estoy malito, Tete – puchereó Kurt.

Me acerqué a hacerle un mimo y le noté bastante caliente. Intercambié una mirada con papá y solo entonces me percaté de la preocupación que había en sus ojos. Con tantos hijos, papá estaba más que acostumbrado a que alguno de nosotros tuviera fiebre, pero seguía preocupándose lo mismo.

-         Pobrecito. ¿No puedes dormir?

-         Ño.

-         Iba a ir con él abajo, para no despertaros – me dijo papá.

-         ¿Puedo ir con vosotros? – pregunté.

Aidan asintió y bajé con ellos al salón. Kurt tardó cero segundos en acurrucarse junto a papá y yo mismo no me alejé demasiado, de tal forma que ninguno de los tres necesitó una manta para no tener frío.

-         ¿Podemos ver dibus? – pidió el enano. Papá lo pensó durante unos segundos.

-         Bueno, pero bajito. A ver si así puedes dormir un poco.

Me levanté y puse Tarzán, que era una de las películas favoritas del enano. Kurt dio un aplauso pequeñito y se tumbó por completo usando a Aidan de almohada. Papá aprovechó para taparle bien y ponerle la mano en la frente. Le dio un beso y le dejó descansar. Treinta minutos después, mucho antes de que la película terminara, Kurt se había dormido.


-         No sé si llevarle a la cama o ya dejarle aquí. Si le muevo igual se despierta – susurró papá.

No tuve claro si fue una pregunta, pero aun así decidí responderle.

-         Aquí tiene la tele por si se vuelve a despertar. Y tú estarás más cómodo en el sofá que dando vueltas por el pasillo.

Aidan asintió y soltó un bostezo. Sonreí un poco: él también estaba a punto de dormirse.

-         ¿Con qué soñaste? – me preguntó, cuando creí que ya estaba dormido.

-         Nada, tonterías…

-         Theodore…

-         Uy, ya mi nombre completo. Alguien está corto de paciencia – me burlé, con una media sonrisa a la que sabía que papá no podía resistirse.

-         Mira el mocoso este… Porque no quiero despertar a tu hermano, que si no…- respondió, bromeando también, pero después se puso serio. – Sabes que me lo puedes contar, ¿no?

-         Solo fue una pesadilla. Me perseguían y las piernas me volvían a fallar. Supongo que estaré soñando con eso por un tiempo. Lo que pasó… fue un gran susto.

-         El eufemismo del año. Me alegro tanto de que ya estés bien…

-         Estaré mejor cuando pueda conducir.

-         Tiempo al tiempo, campeón – me aconsejó. – No falta mucho, ya oíste al médico. Pero ahora deberías irte a la cama. Mañana es el gran día y tienes que dormir.

Suspiré. Había llegado el momento de volver al colegio. ¿Por qué había tenido tantas ganas hacía un par de días? Cierto, iba a volver a ver a mis amigos, pero también estaba seguro de que habría otros que se iban a burlar de mí. No podía ir a natación ni a Educación Física y seguro que habría otros cientos de cosas que me recordaban lo que había pasado.

-         Todo va a ir bien, Ted. Agus, Fred y Mike te habrán echado mucho de menos.

-         Sí… Mejor me voy a la cama. ¿Te quedas con el enano? – pregunté, aunque ya sabía la respuesta. Esperé a que asintiera y me levanté del sofá. - ¿Le llevarás mañana al médico?

-         Si sigue devolviendo, sí. Empiezo a pensar que igual es intolerante a algo. Se pone malo de la tripa muy a menudo, incluso más que Hannah.

-         Llevaba meses sin pasarle – le recordé. – Buenas noches, pa.

-         Que descanses

-         Más que tú, con el enano dando patadas.

-         Te quiero, mocoso avispado. Si tienes otra pesadilla ya sabes dónde estoy.

Le sonreí y me volví a mi cuarto. Aunque estaba nervioso por el día siguiente también estaba cansado, así que me dormí enseguida, al poco de meterme en la cama.


- AIDAN’S POV -

La cercanía a los cuarenta me asaltó de golpe en forma de un terrible dolor en la espalda y el cuello. Aunque más que con la edad seguramente tenía que ver con haber dormido retorcido sobre un sofá, con un inquieto niño de seis años usándome de almohada. Me estiré para intentar colocar las vértebras en su sitio, y apreté el hombro de Kurt con suavidad para que se despertara.

-         Buenos días, campeón. Uy, qué carita de sueño. Luego podrás dormir un ratito más si quieres, pero ahora necesito que te levantes. Tengo que llevar a tus hermanos al cole y voy a dejarte con el señor Morrinson mientras, ¿vale?

Kurt asintió. El anciano vecino le había cuidado alguna vez y Kurt le tenía mucho cariño. Si no les dejaba con él más a menudo era porque era un hombre muy mayor y no podía cargarle con un montón de críos. Pero esa vez sería solo por un rato y solo con Kurt. Sería más cómodo para todos si él se quedaba en su casa en lugar de acompañarnos, dado que no quería que fuera a clase hasta que se le pasara ese estúpido virus del estómago. Podía dejarle con Michael, pero no quería sobrecargarle. No después de todo lo que había pasado.

Llevé al enano a su cuarto para que se vistiera, o al menos para que lo intentara y después yo iría a ayudarle y a atarle los zapatos. Fui a despertar a los demás y dejé a Michael para el final, aunque en realidad ya se había despertado con el ruido de sus hermanos.

-         Ey. Buenos días. Puedes quedarte durmiendo si quieres, yo no voy a tardar – le dije. Evidentemente, no iba a volver a la comisaría, así que no tenía que madrugar. – Harry y Zach se quedan también, porque están expulsados. Si se despiertan, diles que vuelvo enseguida.

-         Qué morro, yo quiero estar expulsado también – protestó Alejandro, desde debajo de las mantas con las que había vuelto a taparse.

-         Creo que cambiarías de opinión al ver lo que yo tengo que decir al respecto – respondí. – Vamos, arriba, remolón. Ya sé, ya sé, la vida es muy dura y madrugar es un asco.

-         Argh – gruñó, pero dejó que lo sacara de la cama y se frotó los ojos tratando de despejarse. Sonreí, porque el gesto le quedó increíblemente mono y porque aquella mañana se parecía a cualquier otra: normal, con mis hijos en casa, sin cárceles, sin hospitales. Ted estaba bien, Michael estaba en casa y, aunque aún estaba el juicio pendiente, me sentí de pronto muy positivo. Como seguro de que nada ni nadie podría separarme de ellos nunca más.

Hice el desayuno para todos los que estaban despiertos. Kurt volvía a tener hambre y tomé eso como una buena señal, pero no me atreví a darle nada más que un poco de jamón de york. Había vomitado esa misma madrugada, después de todo.

Cuando todo el mundo estuvo vestido, peinado y listo, les envié a por las mochilas y me fui a dejar a Kurt con el vecino. Le había llamado la tarde anterior para avisarle de que a lo mejor necesitaba su ayuda.

-         Hola, Aidan. Hola, pequeño, ¿cómo estás? – saludó el anciano.

-         Tengo sueño – respondió el enano, con algo que estaba muy cerca de ser un puchero.

El señor Morrinson soltó una carcajada. En el barrio tenía fama de ser algo huraño, pero con mis hijos siempre había sido un trozo de pan. Especialmente con Kurt, era el fan número uno de algunas de sus trastadas.

-         Bueno, eso podemos arreglarlo. Yo había pensado en contarte sobre aquella vez que di la vuelta al mundo, pero…

-         ¡No, no, eso, eso! ¡Cuéntamelo! – pidió el enano, totalmente despejado de pronto.

Sonreí. Kurt era incapaz de resistirse a una buena historia. Probablemente iba a hacer miles de preguntas y finalmente se quedaría dormido para soñar sobre lo que había escuchado. El señor Morrinson me guiñó un ojo, como si me hubiera leído la mente.

-         Pórtate bien, ¿bueno?

-         Shi.

Le revolví el pelo, le di las gracias al vecino y volví con el resto para llevarles a clase. Como faltaban cuatro, pudimos ir todos en mi coche. Ted iba de copiloto y noté cómo su mandíbula se iba tensando a medida que nos acercábamos al colegio.

-         Si te encuentras mal, aunque sea el más ligero mareo, quiero que se lo digas a un profesor, ¿entendido? – le instruí y él asintió. - ¿Llevas tus medicinas? Me gustaría que hablaras con tus amigos, por si te da un ataque epiléptico… el médico dijo que podía pasar. Ellos te podrían ayudar.

-         Mike sabe los básicos. Conoce a Dylan desde que era un bebé.

-         Bueno. Sé que vas a estar bien, pero no puedo evitar preocuparme.

-         Es el colegio, no un campo de concentración.

-         Por la cara que tienes, podrías engañarme – repliqué.

Él suspiró y estiró el brazo para encender la radio y distraerse, con tan mala suerte que lo primero que pilló no fue una emisora de música, sino un informativo. Una mujer estaba hablando en ese momento:

-         Así es, Michael Donahow está libre bajo fianza. Y déjame decirte, Donald, que no ha sido una fianza barata.

-         Bueno, pero vamos a aclararles a nuestros espectadores cuál es la relación de Donahow con Aidan Whitemore – respondió el tal Donald.

-         Pues no está claro. Parece ser que es medio hermano de Theodore Whitemore.

-         Ese es el mayor de sus hermanos ¿no? El que estuvo en el hospital.

-         Sí, aunque ya está mucho mejor. Ya no está en silla de ruedas.

-         Así que, en realidad, Donahow no tiene relación directa con Aidan… - señaló el hombre.

-         Pues no. Hay quien dice que le ha adoptado, pero no consta oficialmente.

-         No es que tenga pocos hijos como para ir adoptando los de los demás.

En ese punto, apagué la radio. Todos se habían quedado como hipnotizados escuchándola, pero yo sentí rabia. Rabia porque mi vida fuera objeto de discusión en los medios. Rabia porque, por más que doliera, tuvieran razón: Michael aún no había firmado los papeles. Oh, pero eso iba a cambiar. Vaya que si iba a cambiar. Por fin sabía el por qué de sus reticencias, y Greyson no iba a separarme ni un segundo más de la oportunidad de ser su padre. Por suerte ningún medio de comunicación sabía todavía que Greyson era mi padre biológico. Ojalá tardaran mucho en enterarse.

Dejé a todos mis hermanos en el colegio, pero a Ted le retuve un momento.

-         Mucha suerte, canijo. No te exijas demasiado, ¿está bien? A la mínima que te encuentres mal pides que me llamen.

Ted, lejos de llamarme exagerado o sobreprotector, me dedicó una mirada vulnerable. En ningún momento me había dicho que no quisiera ir a clase y en ese momento tuve claro que, si me lo decía, no sería capaz de obligarle. Pero mi hijo, a pesar del concepto que pudiera tener de sí mismo, era fuerte y valiente y no iba a salir corriendo ante un reto:

-         Descuida. Tú… cuida de Kurt. Y de Mike.

Se acercó a mí con algo de timidez y me dio un abrazo. Últimamente estaba más dispuesto a las muestras de afecto con público. Enano cariñoso y sensible…
-         Estoy muy orgulloso de ti, muy seguro de que todo va a ir bien y muy contento por este abrazo. Aunque todo sea una locura, esto nunca va a cambiar, ¿eh? Tú y yo. Hermanos, primos, da igual. Siempre vas a encajar en este hueco y es tuyo siempre que lo quieras. Eres mi hijo, nunca lo olvides.

Me apretó un poco más fuerte como toda respuesta y luego se separó, con una media sonrisa.

Nos despedimos, fui a dejar a Dylan en su colegio y regresé a casa, pero antes paré en la del vecino, que me recibió con rostro algo serio.

-         Hola, Aidan.

-         Hola, señor Morrinson. ¿Ha ido todo bien?

-         Sí, Kurt es muy buen niño. Pero le duele el estómago y no sabía qué debía darle para calmarle. He intentado que se tome una manzanilla, pero…

-         Tendría más suerte al intentar que un león comiera ensalada – terminé por él. Kurt odiaba la manzanilla. Creo que, más allá del sabor, lo asociaba con estar enfermo. – No se preocupé, ahora en casa intentaré que se la tome. Gracias por cuidar de él.

-         Cuando sea, muchacho. Siempre que lo necesites. Voy a buscarle.

Le sonreí y le vi desaparecer dentro de la casa. Segundos después, una lapita se aferró a mis piernas.

-         Hola, Kurt. ¿Lo has pasado bien con el señor Morrinson?

-         ¡Sí! ¿Sabías que estuvo en la India, papi?

-         ¡Hala! ¿Sí?

Eso fue todo lo que tuve que decir para que él comenzara con su parloteo animado. Por lo visto, estar malo no le hacía perder su entusiasmo infantil. Lo tomé como una buena señal y me despedí del vecino cuando Kurt hizo una pausa para respirar.

Me giré para cruzar a mi casa y entonces vi, en la entrada, junto a mi coche, una moto que no me sonaba de haberla visto por el barrio. Junto a ella, apoyado en la puerta exterior que daba a mi jardín, había un chico de pelo largo. Un chico al que recordaba bastante bien: Sam, el hijo mayor de Holly.

No había estado ahí minutos antes, cuando dejé el coche. Su presencia era tan inesperada que durante unos segundos me bloqueé, pero luego comencé a caminar rápido hasta él, con el corazón latiendo a mil por hora.

-         Sam, ¿qué haces aquí? ¿Ha pasado algo? ¿Tu madre está bien? – me apresuré a preguntar. No tendría sentido que él viniera a mi casa si no era por Holly. Me sorprendí al comprobar que me temblaban las piernas. Estaba aterrorizado.

-         ¿Bien? Pues no sé, depende de lo que entiendas por bien. Ayer apenas salió de su cuarto y hoy cuando se fue a trabajar tenía pinta de haberse pasado toda la noche llorando.

El reproche en su voz era aún más evidente que en sus palabras. Así que se había enterado de que había puesto fin a lo que sea que tuviera con su madre.

-         ¿Quién es, papi? – preguntó Kurt, en voz baja, sin dejar de mirar con mucha atención a Sam. Supuse que su aspecto exótico le llamaba la atención.

-         Es Sam, el hijo mayor de Holly. Llevaba sus pantalones el otro día, ¿te acuerdas? Por cierto, si esperas un segundo te los devuelvo.

-         No he venido aquí por los pantalones – medio me gruñó, pero luego se agachó junto a Kurt con una sonrisa y le dio un abrazo. La familia de Holly se había mostrado bastante reacia a los abrazos cuando les visité. Todos, menos Sam. – Hola, peque. Me alegro de conocerte por fin.

-         Olla :3 – respondió Kurt, entre tímido y curioso. Estiró una mano como si le quisiera tocar las rastas, pero no lo hizo. Samuel sonrió, como adivinando sus intenciones.

-         Molan, ¿no?

-         ¿Te dolió?

-         Las rastas no. Los tatuajes y los pircings, un poco.

-         ¿¡Tienes tatuajes!?  - se interesó Kurt.

-         Ahá. – le enseñó la muñeca, donde tenía una pequeña nota musical – Este es el único que se ve. Los demás los tengo escondidos – le dijo y le guiñó un ojo.

Kurt empezó a mirarle como si fuera un superhombre y yo solo esperé que no cogiera ideas de estilismo. Sam se puso de pie y volvió a enfrentarse conmigo, perdiendo su sonrisa.

-         ¿Por qué la hiciste llorar? – exigió saber. – Tuviste que ser tú, todo empezó cuando volvió de la vista. Por cierto, me alegro de que tu hijo no esté en la cárcel.

-         Gracias – respondí, algo sorprendido por las repentinas palabras amables en medio de su acusación. – Yo… Lo que pasó con tu madre…

-         No me digas que es entre ella y tú, porque si la haces daño es cuando empieza a ser también asunto mío.

-         Nunca la haría daño, Sam. Yo… ¿Quieres entrar en casa y hablamos más tranquilos?

Sam lo pensó unos segundos y después asintió. Puso un candado a su moto, anclándola a una señal de tráfico y me siguió.

-         ¿Y como es que tú no estás en el cole? – le preguntó a Kurt.

-         Está malito – respondí por él, mientras abría la puerta. – Algunos de mis hijos están durmiendo, pero podemos hablar en el salón.

-         ¿Tú no tienes cole? – indagó Kurt, provocando que Sam se ruborizara un poco.

-         Ehm… Algo así. Digamos que… estoy haciendo pellas. ¿Me guardas el secreto?

-         Te meterás en líos – se asombró Kurt, mirándome para ver cuál era mi reacción.

-         Sam ya es mayor, Kurt. Ya no va al cole, va a la universidad y no tiene que pedirle permiso a nadie para faltar un día.

-         ¿Podrías decirle eso a Holly, por favor? Y a Aaron, especialmente a Aaron – me pidió Sam. No parecía estar de broma, así que realmente se podía meter en un lío por estar allí hablando conmigo. Aquella conversación debía ser importante para él, entonces.

-         Kurt, porque no escoges una peli para que la veamos en un ratito, ¿mm? Yo voy a hablar con Sam – le indiqué, para que nos dejara a solas, y el peque se fue al armario donde guardábamos los DVD’s.

Yo llevé a Sam a la cocina. En un fuego puse a hervir agua para hacerle una manzanilla a Kurt y en otro la cafetera, tras preguntarle a Sam si le apetecía un café.

-         Así que estás aquí en misión secreta – comencé, para romper el hielo. - ¿De verdad Holly se enfadaría contigo por no ir a la universidad? El otro día faltaste para conocerme.

-         Falté al conservatorio – me corrigió. – Y no, tal vez ella no se enfadaría, pero Aaron seguro que sí. No me importa, esto era necesario. Escúchame, no sé que ha pasado entre vosotros ni quiero saberlo, pero mi madre había vuelto a sonreír. Había vuelto a canturrear mientras cocinaba. No la veía tan contenta desde… probablemente desde que nació West. ¿Es que ella no te hacía feliz a ti también?

Guau. Qué chico tan directo. Intenté silenciar la voz interior que quería gritar de alegría ante la confirmación de que ella estaba enamorada de mí.

-         Yo… es decir…es complicado.

-         Bobadas. ¿Te hace feliz o no?

-         Claro que me hace feliz, pero no es mi felicidad en lo que debo pensar ahora. Mi familia me necesita.

-         Y mis hermanos a Holly, y ella estuvo contigo en ese hospital, ¿no? Estuvo ahí para ti. Porque te quería. Porque es lo que haces cuando quieres a alguien: juegas al tetris para encajarle en tu vida.

Sus palabras formaron un nudo en mi estómago. ¿Había sido difícil para Holly quedarse con Ted aquella vez? Claro que sí, con once hijos… Además, su situación familiar era por lo menos tan caótica como la mía.

- Si alguna vez necesita ayuda y está en mi mano, sabe que puede contar conmigo…

-         ¡No se trata de eso!

-         No puedo salir con ella. Con todo lo que está pasando, no… no puedo distraerme.

Los ojos de Sam se endurecieron.

-         ¿Es eso lo que Holly es para ti? ¿Una distracción?

-         ¡No, claro que no! Es una mujer maravillosa, pero…

-         Si estás pasando por un mal momento, te puedes apoyar en ella. Eso es lo que hace la gente, de hecho. Busca ayuda en los demás, en vez de echarlos de su vida.

No eran solo sus palabras, era la pasión con la que las decía. Quería responderle algo, pero no sabía el qué. Me había quedado en blanco. Por suerte, la cafetera estuvo lista en ese momento y me entretuve sirviendo los cafés.

-         ¿Qué esperas que te diga? ¿Que voy a volver con ella?

-         Pues eso estaría genial, la verdad. Venía dispuesto a conformarme con un “me lo pensaré”.

-         No hay nada que pensar. No creas que fue una decisión fácil, Samuel…

-         Sam. Nadie me llama Samuel.

Estuve tentado de decirle que yo había escuchado a Holly llamarle así, pero sabía que con eso solo le avergonzaría. “Samuel” era el equivalente a “Theodore”: era el nombre que usaban para conversaciones serias o regaños.

-         Las decisiones se pueden desdecidir, Aidan. Especialmente si las tomas unilateralmente. ¿Escuchaste si quiera lo que ella tiene que decir? Podéis haceros mucho bien juntos. ¿Cuáles son las posibilidades de encontrar a alguien que busque lo mismo que tú, que entienda lo que es una familia numerosa? Te observé con mis hermanos. En solo un rato supiste entenderlos mejor que mi tío, que te lleva años de ventaja. Por cierto, Max hizo esto. Quería recuperar su consola – me dijo y me tendió un trozo de papel.

Tardé un rato en comprender que era una carta de disculpa. Holly hablaba en serio al decir que de un modo u otro le haría disculparse conmigo.

-         No fue por eso, ¿no? No la has rechazado por la forma en la que te trataron mis hermanos – tanteó Sam.

-         No, claro que no.

-         Si aguantaste aquello, es porque tú también la quieres.

Me mojé los labios con el café. ¿La quería? En más de una ocasión había llegado yo mismo a esa conclusión. Pero a mis hijos los quería más. Aunque quizá no tuvieran que ser competidores. Quizá podía encontrar una manera de estar con ella sin desatenderles. Tal vez, cuando pasara el juicio de Michael…

-         Promete al menos que te lo pensarás – insistió.

No sabía qué responderle. Tenía miedo de que, si lo pensaba, acabaría diciendo que sí y cometiendo el mismo error. Lo menos que le debía a Holly era estar seguro. No podía marearla cambiando de idea constantemente.

-         Lo pensaré – dije al final.

Sam me sonrió mostrando todos los dientes y no pude evitar devolvérsela. Había algo en ese chico que me daba paz. Le acerqué unas galletas para que las tomara con el café, pero no cogió ninguna.

-         ¿Cómo están tus hermanos? – me interesé, mientras guardaba la nota de Max para leerla después.

- Bien, los trillizos cada vez saben más palabras – respondió, distraído, mirando su reloj.

-         Deberías haber ido a la universidad – le dije, intentando que no sonara como un regaño porque yo no era quien para reclamarle nada.

-         Hoy no tengo clase, acabamos de hacer los exámenes – me aclaró y después suspiró – Pero no debería estar aquí. Se supone que no puedo salir de casa.

-         ¿Por qué? – pregunté impulsivamente, extrañado. La forma en que apartó la mirada me recordó demasiado a Ted cuando se sentía culpable o avergonzado por algo. Supe la respuesta antes de que lo dijera.

-         Mi tío me castigó – admitió, en un susurro apenas audible. Su tez blanca comenzó a enrojecerse.

-         Oh – respondí, incapaz de decir nada mejor. Busqué la manera de cambiar de tema, pero no fui lo bastante rápido.

-         Desventajas de haber vuelto a casa – musitó.

-         ¿Antes vivías solo? – le pregunté.

-         En el campus. Cuando… cuando mi padre murió, decidí volver. Les echaba de menos, de todas formas.

-         Estoy seguro de que eres un gran apoyo para tu madre.

Sam me dedicó otra de sus sonrisas plenas y se terminó su taza de café.

-         Tendría que irme ya…

-         Espera un segundo, que te dé tu ropa.

Subí a mi cuarto a por ella. No se oía ni un alma en el piso de arriba: Michael y los gemelos debían de estar dormidos. Aún era pronto, dejaría que Zach y Harry durmieran un rato más y después les despertaría: ellos dos no estaban de vacaciones, precisamente. Harry tenía mucho que estudiar para salvar el trimestre.

Cuando volví a bajar, Sam ya no estaba en la cocina sino en el salón, observando algunas fotos y haciéndole preguntas a Kurt.

-         ¿Y este quién es? Qué serio está.

-         Es Dylan. Nunca sonríe en las fotos. Va a un colegio especial.

-         Aquí tienes – me hice notar, tendiéndole una bolsa con su ropa.

-         Gracias.

-         A ti. Por prestármelos y por venir hoy. ¿Sabe… sabe Holly que…?

-         Lo sabrá en media hora, cuando ella y mi tío me despedacen por haber salido y me pregunten a dónde fui – respondió, con una mueca.

-         ¿Quieres que hable con ella? – le pregunté. Me salió solo, sin pensar. Él sonrió.

-         Sí, pero no para defenderme. Llámala cuando hayas pensado en lo que te he dicho y tengas una respuesta.


-         HARRY’S POV –

Papá me despertó dos horas después de lo normal. Tengo que reconocer que eso fue todo un detalle de su parte: había esperado que me hiciera levantarme a la misma hora de siempre y que me dejara estudiando mientras los demás iban a clase.

-         En contra de lo que a veces pensáis, no soy malvado – me dijo, cuando compartí mi sorpresa. – Tengo corazón.

-         Sí, de piedra – le chinché.

Papá rebuscó entre las sábanas hasta llegar a mi costado y me hizo cosquillas vengativas, asegurándose de paso de que quedaba bien despierto.

-         Mocoso este.

-         Ay, jijiji… para, para ¡aún no hice pis! ¡Si me meo será solo culpa tuya!

Eso bastó para que me dejara tranquilo y se fuera a molestar a Zach un rato.

-         Buenos días, campeón.

-         Ahuuum.

Zach no era muy elocuente por las mañanas. Papá sonrió y le dio un beso en la frente como el que me había dado a mí.

-         Tenéis el desayuno abajo. Cuando acabéis, os ponéis a estudiar, ¿bueno? Y me pedís ayuda si no entendéis algo.

Solté un gruñido. Aquel no era mi plan ideal, pero sabía que no tenía más remedio. Me habían echado del colegio por tres días y había suspendido cinco asignaturas, suerte tenía de que papá no me hubiera destripado. En su momento se había enfadado mucho por ambas cosas, pero sus enfados nunca duraban de un día para otro, ni siquiera de una hora para otra. Eso era lo que más me gustaba de él: nunca era tenso estar cerca de él, incluso aunque la hubieras cagado.

Yo ya estaba bastante despierto, pero Zach seguía algo adormilado cuando Kurt entró en nuestro cuarto como un torbellino. El enano se había quedado en casa porque estaba malo de la tripa, pero en ese momento parecía tan sano e inquieto como siempre.

-         ¡Zach! ¡Harry! ¿A que no sabéis qué?

-         ¿Qué? – pregunté yo, sabiendo que cuando estaba tan entusiasmado por algo no quedaba otra que seguirle el juego.

-         ¡He conocido a Sam!

-         ¿Y quién es Sam? – dijo Zach, confundido

-         ¡El hijo de Holly! ¡La novia de papá! – exclamó Kurt.

A papá le entró una tos repentina.

-         Kurt, no es mi…

-         ¡Ha estado aquí! – siguió diciendo el enano.

-         ¿Holly? – preguntó Zach.

-         ¡No, Sam! Se acaba de ir. Tiene el pelo muy largo y con rastras y…y un tatuaje….y pircings ¡y las uñas pintadas! Papi, ¿me puedo pintar las uñas?

Miré a papá con curiosidad, intrigado por cuál iba a ser su respuesta.

-         Sí, campeón, pero será mejor que esperes a Barie. Ella te las pintará mejor.

-         ¡Bieeen!

-         Para el cole hay que limpiárselas, ¿bueno? A tus hermanas ya las regañaron una vez por llevarlas pintadas.

-         Ta bien.

Papá puso una mano sobre la cabeza del enano, un gesto de mudo cariño con el que además expresaba su alivio porque Kurt no hubiera puesto objeciones.

-         ¿De verdad ha estado aquí? – quiso saber Zach. - ¿Qué quería?

-         Hablar conmigo – respondió papá, conciso y tímido.

-         Es muy simpático – nos aseguró el enano.

Decidí ahorrarme cualquier opinión. Aunque eso fuera cierto, ¿quién era él para venir a mi casa? ¿Acaso la relación de papá con Holly había avanzado tanto? No sabía qué pensar de ella, había sido bueno conmigo, pero… pero….¡argh!

Zach y yo bajamos a desayunar y me sorprendí al encontrar tortitas. Solían reservarse para el fin de semana. Además, papá no estaba contento con nosotros como para hacernos un desayuno así. Tener a Michael en casa debía de haberle puesto de buen humor.

Por desgracia, mi hermano no parecía darse cuenta de que tenerle de buen humor nos convenía y tuvo que sacar el tema prohibido.

-         ¿Vamos a hablar de lo que pasó ayer? – preguntó Zach.

-         ¿De Michael?

-         No. De… de la visita de Andrew. Bueno, supongo que eso fue anteayer…

El rostro de papá perdió algo de luz en ese momento. Se sentó con nosotros, a pesar de que él ya había desayunado y sentó a Kurt sobre sus piernas. Michael no había bajado aún, debía de seguir durmiendo.

-         Ted dijo que fue… amable con vosotros.

-         Lo fue – corroboró Zach.

-         Mentira. Conmigo no – repliqué.

-         Tal vez tuviera que ver con el hecho de que le escupiste – dijo Zach.

-         Debería haber apuntado a su cara – medio gruñí. Luego miré a papá, preparado para encontrar su habitual mirada de silencioso reproche, pero me sorprendió cuando solo encontré unos ojos tristes y dulces, como si entendiera perfectamente por qué le escupí.

-         Tuvo que ser difícil para vosotros tenerle aquí. Y yo no estaba…  Lo siento, campeón.

Me miré las manos, incómodo. No era su culpa.

-         Me preguntó si no somos judíos – recordó Zach. – Vio mi cruz.

-         ¿Y qué dijo?

Papá pareció interesado por aquella información.

-         Nada, que no era practicante.

-         ¿Así que es verdad? – pregunté yo. - ¿Es judío?

-         Bueno, no es fácil responder a eso – comenzó papá. – En cuanto a religión, supongo que sí, pero nunca le he visto ir a una sinagoga. Nuestros antepasados son de razas mezcladas, así que racialmente es muchas cosas. Rubio y de ojos azules, no es precisamente el típico judío.

-         Ojalá lo fuera y así Hitler se lo habría llevado por delante al mismísimo infierno – repliqué. - ¿Los judíos tienen infierno?

-         Harry, Andrew ni siquiera había nacido en la época del nazismo. Y no está bien desear la muerte de alguien. Además, si hubiese sido como tú dices, tú no hubieras nacido

-         Esas burradas mejor dilas ahora y cuando él venga te las ahorras. Si le atacáis constantemente no querrá volver – me dijo Zach.

-         No seas iluso, no va a volver.

-         Ya ha venido dos veces.

-         Y qué, como se ha dignado a venir después de todos estos años, ¿olvidamos todo? ¿hacemos como que nunca nos abandonó? – le espeté.

-         No…- murmuró Zach.

-         Sí – respondió Kurt, participando por primera vez en la conversación. No había estado seguro de que nos hubiera escuchado. – Si él empieza a ser bueno, tenemos que ser buenos con él.

-         Tú no lo entiendes, enano.

-         Sí lo entiendo – protestó él. - Es mi padre también. Pero no es mi papá.

Papá le apretujó entre sus brazos y yo rodé los ojos.

-         ¿Ves lo que ocurre por dejarle entrar? Los enanos se van a encariñar con él y será peor – sentencié.

-         ¿Y qué debería hacer, según tú? – preguntó papá. -  ¿Prohibirle la entrada?

-         ¡Pues sí! ¡Solo ha estado aquí dos veces y Kurt ya piensa que es su padre!

-         Es mi padre “bilológico”.

-         Biológico, campeón – corrigió papá. - ¿Dónde has aprendido esa palabra?

-         ¿Es una palabra fea? – preguntó mi hermanito.

-         Sí, Kurt. La más fea de todas – respondí yo, adelantándome a papá. – Porque Andrew también es una persona fea, ¿entiendes? Y no debes acercarte a él, ni perdonarle, ni nada.

-         Tú sí que eres feo – protestó Kurt, en tono quejoso e infantil como siempre que alguien le contradecía y él no comprendía bien por qué.

-         No es una palabra fea, Kurt. Pero no se le dice eso a los hermanos – le dijo papá, con una voz tan suave que no podía considerarse un regaño.

-         Bueno. ¿Pero él es malo o no?

Papá meditó la respuesta cuidadosamente y yo le observé con curiosidad.

-         Se está esforzando por hacer las cosas bien ahora.

Di un golpe en la mesa que me sorprendió hasta a mí, porque no pretendía que sonara tan fuerte.

-         ¡No puedes perdonarle tan fácilmente!

Papá me miró con un rostro serio  y un ceño arrugado que me hicieron ver que mejor me iba calmando.

-         No le he perdonado y dudo que algún día pueda hacerlo. Pero no voy a impedirle venir a veros, cuando eso es lo que siempre he querido que haga. No confío en él y entiendo que tú tampoco lo hagas, pero no la tomes conmigo. Y no des golpes a la mesa.

-         ¿Es verdad que él trajo el abogado de Michael?  - preguntó Zach, creo que en parte para distraerle.

-         Sí. Se ofreció a hacerlo y también a pagar un médico para Ted.

Eso me sorprendió y me llenó de rabia a partes iguales. Andrew jamás había puesto un duro, prefería despilfarrar su fortuna a invertirla en sus hijos. ¿Qué había cambiado de repente?

-         Tendrías que haberle dicho que se metiera su abogado por el culo.

-         Harry, habla bien – gruñó papá, mientras Kurt se tapaba la boca como si la grosería hubiera salido de él. – No iba a decir que no a algo que puede ayudar a tu hermano, hijo. Anda, termina tu desayuno. Yo voy a ver si vuestro hermano se ha despertado.

-         AIDAN’s POV –

El tema de Andrew era un asunto bastante sensible entre mis hermanos. Harry tenía todo el derecho a rechazarle, pero también entendía que algunos le quisieran volver a ver. Yo mismo necesitaba hablar con él, para que me explicara por qué me había criado como su hijo si era su sobrino. Pero por el momento estaba bloqueando aquel descubrimiento, incapaz de lidiar con eso todavía.

Cuando fui a ver a Michael seguía durmiendo y no quise despertarle. Le observé durante un rato y coloqué la sábana. Ese niño había venido a mi familia para completarla, para enseñarme a ser un mejor padre y para llevarme a descubrir la verdad sobre mi pasado. Había sido un regalo del cielo, a pesar de que tenía una habilidad innata para provocarme pequeños ataques al corazón. Era un buen chico, mucho mejor de lo que había creído, porque sus malas decisiones habían sido fruto del chantaje y las amenazas de un hombre armado. Era inocente y me iba a encargar personalmente de que el juez también lo viera así.

Volví con Kurt y los gemelos y les encontré discutiendo.

-         Que no puedes, pesado, ¿no ves que te sentará mal? Estás malo de la tripa, bicho – decía Zach.

-         ¡Pero ahora no me duele!

-         Eso es genial, Kurt, pero esta mañana sí te dolía. Las tortitas te sentarían mal. En cuanto estés mejor seguro que papá te hace una montaña para ti solito – le animó Harry.

Era buena cosa que Kurt tuviera hambre, pero sus hermanos tenían razón, claro. Mi enano tenía que comer cosas suavecitas por un par de días.

-         Malos – protestó el peque.

-         No, microbio, no son malos, solo te están cuidando – intervine yo. – Se preocupan por ti porque son muy buenos hermanos mayores.

-         - Hum. – Mi enano no parecía muy conforme, pero estaba mimoso así que apenas me senté vino a utilizarme de sillón. - ¿Y Sam? ¿Él va a ser un buen hermano mayor también?

Zach se atragantó con su colacao y tanto él como su gemelo me miraron con los ojos muy abiertos. Yo me revolví incómodo en la silla.

-         Sam es solo un amigo, peque….

-         Pero es el hijo de Holly, ¿no? Si te casas con ella será mi hermano.

Sonreí ante tanta simplicidad. Su inocencia me dio mucha ternura y además, la imagen no se me hizo desagradable. Pero no podía ser, ese no era momento de pensar en salir con nadie…

-         No, no será tu hermano. Deja de decir que todo el mundo es familia – le increpó Harry. – No conoces a ese chico, no puedes llamar hermano al primer idiota que ves.

-         ¡Sam no es idiota y Blaine tampoco!  - protestó Kurt.

-         ¿Quién diablos es Blaine?

-         ¡El astronauta! ¡Papi dice que es hijo de Holly también! ¿Es que no te acuerdas que nos habló de ellos? Si papá y ella se casa tendremos muchos hermanos.

-         ¡NO, NO LOS TENDREMOS! ¿Qué rayos pasa contigo?

-         Harry, no le grites – intenté apaciguar la situación.  

-         ¡Pues dile tú algo! – me pidió. - ¿O acaso tiene razón? ¿Pretendes que esos idiotas y nosotros seamos hermanos?

-         ¡No son idiotas! – gritó Kurt y le dio un manotazo.

-         Bueno, basta. No se insulta, no se grita y no se pega. A la esquina los dos.

Kurt me miró con horror y Harry con incredulidad.

-         No, papito – suplicó el peque, como si se tratara de una tortura insufrible.

-         No se dan manotazos, Kurt, y lo sabes.

-         Ya no lo hago más – me puchereó.

Cosa mona y manipuladora. Me esforcé por esquivar sus ojos azules y puse una silla mirando a la pared. Kurt se sentó, obediente y yo le acaricié el pelo, orgulloso de que me hiciera caso.

-         Harry, tú en la pared de enfrente – le indiqué, pero él se limitó a seguir mirándome como si me hubiera vuelto loco. – Llevas todo el desayuno hablando fatal.

-         No pienso ponerme ahí, no soy un crío – protestó.

-         Podrías engañarme. Mira que te gusta hacer rabiar a tu hermano.

-         ¡No era hacer rabiar, es que me crispa!

-         Y a mí me crispa que os peleéis por tonterías. A la esquina, vamos. Agradece que no te lave la boca.

A esas alturas de nuestra vida juntos, ellos ya sabían que cuando hablaba de “lavarles la boca con jabón” no iba en serio y que era solo una forma de hacerles ver la cantidad de tacos que decían.

-         Tener hermanos es un coñazo – gruñó. - Me la cargo por su culpa.

-         ¡Mentira, me regañaron a mí por tu culpa! – protestó Kurt, sin darse la vuelta.

Rodé los ojos. Dos críos de seis años, eso es lo que eran. Kurt al menos los tenía de verdad, pero Harry simplemente estaba en plan infantil.

-         Harry, a la pared. No te lo repito más veces.

-         Nos castigas porque así cambias de tema – me acusó, cruzándose de brazos como para indicar que no me iba a obedecer.

-         No. Hablaremos de lo que quieras cuando seas capaz de hacerlo sin decir palabrotas y sin gritar.

Por fin, se rindió y se puso junto a la pared.  La habitación se quedó en silencio por unos segundos, mientras Zach bebía su leche a sorbitos pequeños, incómodo por la situación. Le sonreí y le acerqué una servilleta para que se limpiara.

-         Yo solo quiero que Holly sea mi mamá – susurró Kurt, tan bajito que casi no le escuché. Esa declaración me pilló desprevenido. – Y así no me tengo que quedar con el vecino cuando me ponga malito.

Caminé hacia él y le cogí en brazos.

-         Pero mi amor… A ti te gusta estar con el señor Morrinson. Es como un abuelito para ti.

-         Sí, pero yo quiero una mamá. Barie dice que Holly te gusta.

-         Me gusta mucho, campeón, pero solo es una amiga – le expliqué. Después, dado que mi bebé había tenido valor como para abrirse conmigo, decidí que yo tenía que ser sincero también. – Papá tiene que pensar mucho sobre eso. Mucho mucho.

-         Bueno, pero piensa rápido – me pidió. Sonreí y le di un beso.

-         Pídele perdón a Harry por haberle pegado, enano.

-         Ta bien.

Se bajó de mis brazos y fue hacia su hermano, que seguía dándonos la espalda. Tiró de su camiseta de esa forma tan adorable y propia de Kurt, como para llamar su atención. Pero Harry se apartó bruscamente.

-         ¡Harry!

-         ¡No! ¡Que se vaya con sus nuevos hermanos!

Parpadeé un par de veces y luego contuve una risita.

-         ¿Estás celoso? Pero canijo, nadie va a reemplazarte. Tú siempre serás su hermano mayor. Ven aquí, anda – le llamé y le di un abrazo. – Qué dos bebés tengo. Kurt no pretendía hacerte daño con lo que dijo. Solo es un enano cariñoso y Holly le cayó muy bien. También fue buena contigo, ¿mm?

-         Humpf.

-         No tienes nada de qué preocuparte. Sea lo que sea Holly en nuestras vidas, lo iremos descubriendo juntos.

10 comentarios:

  1. Ooooooh me dejaste sorprendida ya creía que no ibas a seguir esta historia me encanta sigue pronto no tardes tanto

    Terry

    ResponderBorrar
  2. Dream. Casi dos años de espera. Me da mucho gusto volver a leerte.

    ResponderBorrar
  3. Que gran emoción!!! Gracias por seguir escribiendo.

    ResponderBorrar
  4. Me encanta,me encanta justo cuando pense que ya no la seguirian actualizando 😢 y aqui esta un nuevo capitulo 😊

    ResponderBorrar
  5. No sabes lo que me alegra que volvieras, amo todas tus historias, pero esta es mi favorita.

    ResponderBorrar
  6. !Hola Drean! Que gusto leerte nuevamente. Me encanto el capitulo, espero con ansias el siguiente. Me gustaria conocer mas sobre la familia de Holly, que vayan apaeciendo cada vez mas en la historia seria genial y porque no que ambas familias se unan jejeje. Te envio un fuerte abrazo y un beso. !Saludos!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. A mí me cae bien Holly y me gusta su familia, pero siento que es una historia aparte, me gustaría que Aidan encontrará a alguien más alegre, menos sombrío, que le enseñé otra faceta de la vida.

      Borrar
  7. gracias!! estuvo genial el capitulo, lo espere desde hace mucho, besos

    PD: no abandones la historia pliss

    ResponderBorrar
  8. En abril volví a abrir este blog para ver si habias actualizado y al no verlo me di por rendida... pensé que ya no volverías a escribir sobre ellos!!! Y hoy se me ocurrió volver a leer esta historia y cuando revisé quedé en shock!!!! Tengo mucho que leer!!! Gracias ppr volver!!!

    (Antes había comentado como anonima)

    ResponderBorrar
  9. Me encantó volver a leer de esta historia!!! Y tengo demasiado que leer!!
    Que lindo capitulo y ya volví a recordar todo!!...

    ResponderBorrar