CAPÍTULO 67: LO PENSARÉ
N.A.:
I’m still alive. Perdón por… en fin, la tardanza no, el abandono xD
Feliz día de la madre
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Las piernas volvían a fallarme y justo en el momento en el que más las
necesitaba. Les sentía detrás de mí, a punto de alcanzarme. Intentaba correr,
pero apenas conseguía renquear, como si tuviera una pierna rota. De pronto, una
mano fría me envolvió la muñeca y una risa cruel me congeló la sangre.
-
¡AAAH!
Los terrores
nocturnos no eran algo desconocido para mí, solía tener uno cada pocos meses.
Tras mi experiencia con aquellos matones había esperado tener muchas
pesadillas, hubiera sido normal, pero había tenido suerte. Hasta aquella noche.
Me senté en la cama cubierto de sudor y respirando agitadamente. Aún
estaba oscuro y busqué el móvil para ver la hora. Solo eran las tres de la
mañana. La habitación estaba en silencio, porque los demás dormían, pero en el
pasillo se escuchaba algo. Convencido de que no iba a ser capaz de volver a
dormirme, me puse las zapatillas y salí a investigar.
Papá paseaba con Kurt en brazos. El enano lloriqueaba y la camiseta de
papá estaba algo manchada, lo que me indicó que el peque había vuelto a
vomitar. Había pasado la tarde más o menos bien, pero apenas había comido un
poco de arroz y no quiso cenar nada.
-
Ted.
¿Michael está despierto? – susurró papá, al verme.
Michael y él habían estado hablando durante muchas horas. Si por papá
fuera, no hubieran parado, y habrían hablado hasta dormirse, pero Michael se
había empeñado en venir a dormir con nosotros, a nuestro cuarto. De hecho, se
había llegado a poner algo tenso cuando Aidan le había insistido. Quizás
necesitaba su espacio.
-
No, están
todos dormidos. Es que yo tuve una pesadilla.
-
¿Me
quieres contar? – se interesó papá. La oferta era tentadora, pero aquel no era
el momento. No con el enano enfermo.
-
No ha
sido nada. ¿Qué le pasa al bicho?
-
Estoy
malito, Tete – puchereó Kurt.
Me acerqué a hacerle un mimo y le noté bastante caliente. Intercambié
una mirada con papá y solo entonces me percaté de la preocupación que había en
sus ojos. Con tantos hijos, papá estaba más que acostumbrado a que alguno de
nosotros tuviera fiebre, pero seguía preocupándose lo mismo.
-
Pobrecito.
¿No puedes dormir?
-
Ño.
-
Iba a ir
con él abajo, para no despertaros – me dijo papá.
-
¿Puedo ir
con vosotros? – pregunté.
Aidan asintió y bajé con ellos al salón. Kurt tardó cero segundos en
acurrucarse junto a papá y yo mismo no me alejé demasiado, de tal forma que
ninguno de los tres necesitó una manta para no tener frío.
-
¿Podemos
ver dibus? – pidió el enano. Papá lo pensó durante unos segundos.
-
Bueno,
pero bajito. A ver si así puedes dormir un poco.
Me levanté y puse Tarzán, que era una de las películas favoritas del
enano. Kurt dio un aplauso pequeñito y se tumbó por completo usando a Aidan de
almohada. Papá aprovechó para taparle bien y ponerle la mano en la frente. Le
dio un beso y le dejó descansar. Treinta minutos después, mucho antes de que la
película terminara, Kurt se había dormido.
-
No sé si
llevarle a la cama o ya dejarle aquí. Si le muevo igual se despierta – susurró
papá.
No tuve claro si fue una pregunta, pero aun así decidí responderle.
-
Aquí
tiene la tele por si se vuelve a despertar. Y tú estarás más cómodo en el sofá
que dando vueltas por el pasillo.
Aidan asintió y soltó un bostezo. Sonreí un poco: él también estaba a
punto de dormirse.
-
¿Con qué
soñaste? – me preguntó, cuando creí que ya estaba dormido.
-
Nada,
tonterías…
-
Theodore…
-
Uy, ya mi
nombre completo. Alguien está corto de paciencia – me burlé, con una media
sonrisa a la que sabía que papá no podía resistirse.
-
Mira el
mocoso este… Porque no quiero despertar a tu hermano, que si no…- respondió,
bromeando también, pero después se puso serio. – Sabes que me lo puedes contar,
¿no?
-
Solo fue
una pesadilla. Me perseguían y las piernas me volvían a fallar. Supongo que
estaré soñando con eso por un tiempo. Lo que pasó… fue un gran susto.
-
El
eufemismo del año. Me alegro tanto de que ya estés bien…
-
Estaré
mejor cuando pueda conducir.
-
Tiempo al
tiempo, campeón – me aconsejó. – No falta mucho, ya oíste al médico. Pero ahora
deberías irte a la cama. Mañana es el gran día y tienes que dormir.
Suspiré. Había llegado el momento de volver al colegio. ¿Por qué había
tenido tantas ganas hacía un par de días? Cierto, iba a volver a ver a mis
amigos, pero también estaba seguro de que habría otros que se iban a burlar de
mí. No podía ir a natación ni a Educación Física y seguro que habría otros
cientos de cosas que me recordaban lo que había pasado.
-
Todo va a
ir bien, Ted. Agus, Fred y Mike te habrán echado mucho de menos.
-
Sí… Mejor
me voy a la cama. ¿Te quedas con el enano? – pregunté, aunque ya sabía la
respuesta. Esperé a que asintiera y me levanté del sofá. - ¿Le llevarás mañana
al médico?
-
Si sigue
devolviendo, sí. Empiezo a pensar que igual es intolerante a algo. Se pone malo
de la tripa muy a menudo, incluso más que Hannah.
-
Llevaba
meses sin pasarle – le recordé. – Buenas noches, pa.
-
Que
descanses
-
Más que
tú, con el enano dando patadas.
-
Te
quiero, mocoso avispado. Si tienes otra pesadilla ya sabes dónde estoy.
Le sonreí y me volví a mi cuarto. Aunque estaba nervioso por el día
siguiente también estaba cansado, así que me dormí enseguida, al poco de
meterme en la cama.
- AIDAN’S POV -
La cercanía a los cuarenta me asaltó de golpe en forma de un terrible
dolor en la espalda y el cuello. Aunque más que con la edad seguramente tenía
que ver con haber dormido retorcido sobre un sofá, con un inquieto niño de seis
años usándome de almohada. Me estiré para intentar colocar las vértebras en su
sitio, y apreté el hombro de Kurt con suavidad para que se despertara.
-
Buenos
días, campeón. Uy, qué carita de sueño. Luego podrás dormir un ratito más si
quieres, pero ahora necesito que te levantes. Tengo que llevar a tus hermanos
al cole y voy a dejarte con el señor Morrinson mientras, ¿vale?
Kurt asintió. El anciano vecino le había cuidado alguna vez y Kurt le
tenía mucho cariño. Si no les dejaba con él más a menudo era porque era un
hombre muy mayor y no podía cargarle con un montón de críos. Pero esa vez sería
solo por un rato y solo con Kurt. Sería más cómodo para todos si él se quedaba
en su casa en lugar de acompañarnos, dado que no quería que fuera a clase hasta
que se le pasara ese estúpido virus del estómago. Podía dejarle con Michael,
pero no quería sobrecargarle. No después de todo lo que había pasado.
Llevé al enano a su cuarto para que se vistiera, o al menos para que lo
intentara y después yo iría a ayudarle y a atarle los zapatos. Fui a despertar
a los demás y dejé a Michael para el final, aunque en realidad ya se había
despertado con el ruido de sus hermanos.
-
Ey.
Buenos días. Puedes quedarte durmiendo si quieres, yo no voy a tardar – le
dije. Evidentemente, no iba a volver a la comisaría, así que no tenía que
madrugar. – Harry y Zach se quedan también, porque están expulsados. Si se
despiertan, diles que vuelvo enseguida.
-
Qué
morro, yo quiero estar expulsado también – protestó Alejandro, desde debajo de
las mantas con las que había vuelto a taparse.
-
Creo que
cambiarías de opinión al ver lo que yo tengo que decir al respecto – respondí.
– Vamos, arriba, remolón. Ya sé, ya sé, la vida es muy dura y madrugar es un
asco.
-
Argh –
gruñó, pero dejó que lo sacara de la cama y se frotó los ojos tratando de
despejarse. Sonreí, porque el gesto le quedó increíblemente mono y porque
aquella mañana se parecía a cualquier otra: normal, con mis hijos en casa, sin
cárceles, sin hospitales. Ted estaba bien, Michael estaba en casa y, aunque aún
estaba el juicio pendiente, me sentí de pronto muy positivo. Como seguro de que
nada ni nadie podría separarme de ellos nunca más.
Hice el desayuno para todos los que estaban despiertos. Kurt volvía a
tener hambre y tomé eso como una buena señal, pero no me atreví a darle nada
más que un poco de jamón de york. Había vomitado esa misma madrugada, después
de todo.
Cuando todo el mundo estuvo vestido, peinado y listo, les envié a por
las mochilas y me fui a dejar a Kurt con el vecino. Le había llamado la tarde anterior
para avisarle de que a lo mejor necesitaba su ayuda.
-
Hola,
Aidan. Hola, pequeño, ¿cómo estás? – saludó el anciano.
-
Tengo
sueño – respondió el enano, con algo que estaba muy cerca de ser un puchero.
El señor Morrinson soltó una carcajada. En el barrio tenía fama de ser
algo huraño, pero con mis hijos siempre había sido un trozo de pan.
Especialmente con Kurt, era el fan número uno de algunas de sus trastadas.
-
Bueno,
eso podemos arreglarlo. Yo había pensado en contarte sobre aquella vez que di la
vuelta al mundo, pero…
-
¡No, no,
eso, eso! ¡Cuéntamelo! – pidió el enano, totalmente despejado de pronto.
Sonreí. Kurt era incapaz de resistirse a una buena historia.
Probablemente iba a hacer miles de preguntas y finalmente se quedaría dormido
para soñar sobre lo que había escuchado. El señor Morrinson me guiñó un ojo,
como si me hubiera leído la mente.
-
Pórtate
bien, ¿bueno?
-
Shi.
Le revolví el pelo, le di las gracias al vecino y volví con el resto
para llevarles a clase. Como faltaban cuatro, pudimos ir todos en mi coche. Ted
iba de copiloto y noté cómo su mandíbula se iba tensando a medida que nos
acercábamos al colegio.
-
Si te
encuentras mal, aunque sea el más ligero mareo, quiero que se lo digas a un
profesor, ¿entendido? – le instruí y él asintió. - ¿Llevas tus medicinas? Me
gustaría que hablaras con tus amigos, por si te da un ataque epiléptico… el
médico dijo que podía pasar. Ellos te podrían ayudar.
-
Mike sabe
los básicos. Conoce a Dylan desde que era un bebé.
-
Bueno. Sé
que vas a estar bien, pero no puedo evitar preocuparme.
-
Es el
colegio, no un campo de concentración.
-
Por la
cara que tienes, podrías engañarme – repliqué.
Él suspiró y estiró el brazo para encender la radio y distraerse, con
tan mala suerte que lo primero que pilló no fue una emisora de música, sino un
informativo. Una mujer estaba hablando en ese momento:
-
Así es,
Michael Donahow está libre bajo fianza. Y déjame decirte, Donald, que no ha
sido una fianza barata.
-
Bueno,
pero vamos a aclararles a nuestros espectadores cuál es la relación de Donahow
con Aidan Whitemore – respondió el tal Donald.
-
Pues no
está claro. Parece ser que es medio hermano de Theodore Whitemore.
-
Ese es el
mayor de sus hermanos ¿no? El que estuvo en el hospital.
-
Sí,
aunque ya está mucho mejor. Ya no está en silla de ruedas.
-
Así que,
en realidad, Donahow no tiene relación directa con Aidan… - señaló el hombre.
-
Pues no.
Hay quien dice que le ha adoptado, pero no consta oficialmente.
-
No es que
tenga pocos hijos como para ir adoptando los de los demás.
En ese punto, apagué la radio. Todos se habían quedado como
hipnotizados escuchándola, pero yo sentí rabia. Rabia porque mi vida fuera
objeto de discusión en los medios. Rabia porque, por más que doliera, tuvieran
razón: Michael aún no había firmado los papeles. Oh, pero eso iba a cambiar.
Vaya que si iba a cambiar. Por fin sabía el por qué de sus reticencias, y
Greyson no iba a separarme ni un segundo más de la oportunidad de ser su padre.
Por suerte ningún medio de comunicación sabía todavía que Greyson era mi padre
biológico. Ojalá tardaran mucho en enterarse.
Dejé a todos mis hermanos en el colegio, pero a Ted le retuve un
momento.
-
Mucha
suerte, canijo. No te exijas demasiado, ¿está bien? A la mínima que te
encuentres mal pides que me llamen.
Ted, lejos de llamarme exagerado o sobreprotector, me dedicó una mirada
vulnerable. En ningún momento me había dicho que no quisiera ir a clase y en
ese momento tuve claro que, si me lo decía, no sería capaz de obligarle. Pero
mi hijo, a pesar del concepto que pudiera tener de sí mismo, era fuerte y
valiente y no iba a salir corriendo ante un reto:
-
Descuida.
Tú… cuida de Kurt. Y de Mike.
Se acercó a mí con algo de timidez y me dio un abrazo. Últimamente
estaba más dispuesto a las muestras de afecto con público. Enano cariñoso y
sensible…
-
Estoy muy
orgulloso de ti, muy seguro de que todo va a ir bien y muy contento por este
abrazo. Aunque todo sea una locura, esto nunca va a cambiar, ¿eh? Tú y yo.
Hermanos, primos, da igual. Siempre vas a encajar en este hueco y es tuyo
siempre que lo quieras. Eres mi hijo, nunca lo olvides.
Me apretó un poco más fuerte como toda respuesta y
luego se separó, con una media sonrisa.
Nos despedimos, fui a dejar a Dylan en su colegio y
regresé a casa, pero antes paré en la del vecino, que me recibió con rostro
algo serio.
-
Hola,
Aidan.
-
Hola,
señor Morrinson. ¿Ha ido todo bien?
-
Sí, Kurt
es muy buen niño. Pero le duele el estómago y no sabía qué debía darle para
calmarle. He intentado que se tome una manzanilla, pero…
-
Tendría
más suerte al intentar que un león comiera ensalada – terminé por él. Kurt
odiaba la manzanilla. Creo que, más allá del sabor, lo asociaba con estar
enfermo. – No se preocupé, ahora en casa intentaré que se la tome. Gracias por
cuidar de él.
-
Cuando
sea, muchacho. Siempre que lo necesites. Voy a buscarle.
Le sonreí y le vi desaparecer dentro de la casa. Segundos después, una
lapita se aferró a mis piernas.
-
Hola,
Kurt. ¿Lo has pasado bien con el señor Morrinson?
-
¡Sí!
¿Sabías que estuvo en la India, papi?
-
¡Hala!
¿Sí?
Eso fue todo lo que tuve que decir para que él comenzara con su
parloteo animado. Por lo visto, estar malo no le hacía perder su entusiasmo
infantil. Lo tomé como una buena señal y me despedí del vecino cuando Kurt hizo
una pausa para respirar.
Me giré para cruzar a mi casa y entonces vi, en la entrada, junto a mi
coche, una moto que no me sonaba de haberla visto por el barrio. Junto a ella,
apoyado en la puerta exterior que daba a mi jardín, había un chico de pelo
largo. Un chico al que recordaba bastante bien: Sam, el hijo mayor de Holly.
No había estado ahí minutos antes, cuando dejé el coche. Su presencia
era tan inesperada que durante unos segundos me bloqueé, pero luego comencé a
caminar rápido hasta él, con el corazón latiendo a mil por hora.
-
Sam, ¿qué
haces aquí? ¿Ha pasado algo? ¿Tu madre está bien? – me apresuré a preguntar. No
tendría sentido que él viniera a mi casa si no era por Holly. Me sorprendí al
comprobar que me temblaban las piernas. Estaba aterrorizado.
-
¿Bien?
Pues no sé, depende de lo que entiendas por bien. Ayer apenas salió de su
cuarto y hoy cuando se fue a trabajar tenía pinta de haberse pasado toda la
noche llorando.
El reproche en su voz era aún más evidente que en sus palabras. Así que
se había enterado de que había puesto fin a lo que sea que tuviera con su
madre.
-
¿Quién
es, papi? – preguntó Kurt, en voz baja, sin dejar de mirar con mucha atención a
Sam. Supuse que su aspecto exótico le llamaba la atención.
-
Es Sam,
el hijo mayor de Holly. Llevaba sus pantalones el otro día, ¿te acuerdas? Por
cierto, si esperas un segundo te los devuelvo.
-
No he
venido aquí por los pantalones – medio me gruñó, pero luego se agachó junto a
Kurt con una sonrisa y le dio un abrazo. La familia de Holly se había mostrado
bastante reacia a los abrazos cuando les visité. Todos, menos Sam. – Hola,
peque. Me alegro de conocerte por fin.
-
Olla :3 –
respondió Kurt, entre tímido y curioso. Estiró una mano como si le quisiera
tocar las rastas, pero no lo hizo. Samuel sonrió, como adivinando sus
intenciones.
-
Molan,
¿no?
-
¿Te
dolió?
-
Las
rastas no. Los tatuajes y los pircings, un poco.
-
¿¡Tienes
tatuajes!? - se interesó Kurt.
-
Ahá. – le
enseñó la muñeca, donde tenía una pequeña nota musical – Este es el único que
se ve. Los demás los tengo escondidos – le dijo y le guiñó un ojo.
Kurt empezó a mirarle como si fuera un superhombre y yo solo esperé que
no cogiera ideas de estilismo. Sam se puso de pie y volvió a enfrentarse
conmigo, perdiendo su sonrisa.
-
¿Por qué
la hiciste llorar? – exigió saber. – Tuviste que ser tú, todo empezó cuando
volvió de la vista. Por cierto, me alegro de que tu hijo no esté en la cárcel.
-
Gracias –
respondí, algo sorprendido por las repentinas palabras amables en medio de su
acusación. – Yo… Lo que pasó con tu madre…
-
No me
digas que es entre ella y tú, porque si la haces daño es cuando empieza a ser
también asunto mío.
-
Nunca la
haría daño, Sam. Yo… ¿Quieres entrar en casa y hablamos más tranquilos?
Sam lo pensó unos segundos y después asintió. Puso un candado a su
moto, anclándola a una señal de tráfico y me siguió.
-
¿Y como
es que tú no estás en el cole? – le preguntó a Kurt.
-
Está
malito – respondí por él, mientras abría la puerta. – Algunos de mis hijos
están durmiendo, pero podemos hablar en el salón.
-
¿Tú no
tienes cole? – indagó Kurt, provocando que Sam se ruborizara un poco.
-
Ehm… Algo
así. Digamos que… estoy haciendo pellas. ¿Me guardas el secreto?
-
Te
meterás en líos – se asombró Kurt, mirándome para ver cuál era mi reacción.
-
Sam ya es
mayor, Kurt. Ya no va al cole, va a la universidad y no tiene que pedirle
permiso a nadie para faltar un día.
-
¿Podrías
decirle eso a Holly, por favor? Y a Aaron, especialmente a Aaron – me pidió
Sam. No parecía estar de broma, así que realmente se podía meter en un lío por
estar allí hablando conmigo. Aquella conversación debía ser importante para él,
entonces.
-
Kurt,
porque no escoges una peli para que la veamos en un ratito, ¿mm? Yo voy a
hablar con Sam – le indiqué, para que nos dejara a solas, y el peque se fue al
armario donde guardábamos los DVD’s.
Yo llevé a Sam a la cocina. En un fuego puse a hervir agua para hacerle
una manzanilla a Kurt y en otro la cafetera, tras preguntarle a Sam si le
apetecía un café.
-
Así que
estás aquí en misión secreta – comencé, para romper el hielo. - ¿De verdad
Holly se enfadaría contigo por no ir a la universidad? El otro día faltaste
para conocerme.
-
Falté al
conservatorio – me corrigió. – Y no, tal vez ella no se enfadaría, pero Aaron
seguro que sí. No me importa, esto era necesario. Escúchame, no sé que ha
pasado entre vosotros ni quiero saberlo, pero mi madre había vuelto a sonreír.
Había vuelto a canturrear mientras cocinaba. No la veía tan contenta desde…
probablemente desde que nació West. ¿Es que ella no te hacía feliz a ti
también?
Guau. Qué chico tan directo. Intenté silenciar la voz interior que
quería gritar de alegría ante la confirmación de que ella estaba enamorada de
mí.
-
Yo… es
decir…es complicado.
-
Bobadas.
¿Te hace feliz o no?
-
Claro que
me hace feliz, pero no es mi felicidad en lo que debo pensar ahora. Mi familia
me necesita.
-
Y mis
hermanos a Holly, y ella estuvo contigo en ese hospital, ¿no? Estuvo ahí para
ti. Porque te quería. Porque es lo que haces cuando quieres a alguien: juegas
al tetris para encajarle en tu vida.
Sus palabras formaron un nudo en mi estómago. ¿Había sido difícil para
Holly quedarse con Ted aquella vez? Claro que sí, con once hijos… Además, su
situación familiar era por lo menos tan caótica como la mía.
- Si alguna vez necesita ayuda y está en mi mano, sabe que puede contar
conmigo…
-
¡No se
trata de eso!
-
No puedo
salir con ella. Con todo lo que está pasando, no… no puedo distraerme.
Los ojos de Sam se endurecieron.
-
¿Es eso
lo que Holly es para ti? ¿Una distracción?
-
¡No,
claro que no! Es una mujer maravillosa, pero…
-
Si estás
pasando por un mal momento, te puedes apoyar en ella. Eso es lo que hace la
gente, de hecho. Busca ayuda en los demás, en vez de echarlos de su vida.
No eran solo sus palabras, era la pasión con la que las decía. Quería
responderle algo, pero no sabía el qué. Me había quedado en blanco. Por suerte,
la cafetera estuvo lista en ese momento y me entretuve sirviendo los cafés.
-
¿Qué
esperas que te diga? ¿Que voy a volver con ella?
-
Pues eso
estaría genial, la verdad. Venía dispuesto a conformarme con un “me lo
pensaré”.
-
No hay
nada que pensar. No creas que fue una decisión fácil, Samuel…
-
Sam.
Nadie me llama Samuel.
Estuve tentado de decirle que yo había escuchado a Holly llamarle así,
pero sabía que con eso solo le avergonzaría. “Samuel” era el equivalente a
“Theodore”: era el nombre que usaban para conversaciones serias o regaños.
-
Las
decisiones se pueden desdecidir, Aidan. Especialmente si las tomas
unilateralmente. ¿Escuchaste si quiera lo que ella tiene que decir? Podéis
haceros mucho bien juntos. ¿Cuáles son las posibilidades de encontrar a alguien
que busque lo mismo que tú, que entienda lo que es una familia numerosa? Te
observé con mis hermanos. En solo un rato supiste entenderlos mejor que mi tío,
que te lleva años de ventaja. Por cierto, Max hizo esto. Quería recuperar su
consola – me dijo y me tendió un trozo de papel.
Tardé un rato en comprender que era una carta de disculpa. Holly
hablaba en serio al decir que de un modo u otro le haría disculparse conmigo.
-
No fue
por eso, ¿no? No la has rechazado por la forma en la que te trataron mis
hermanos – tanteó Sam.
-
No, claro
que no.
-
Si
aguantaste aquello, es porque tú también la quieres.
Me mojé los labios con el café. ¿La quería? En más de una ocasión había
llegado yo mismo a esa conclusión. Pero a mis hijos los quería más. Aunque
quizá no tuvieran que ser competidores. Quizá podía encontrar una manera de
estar con ella sin desatenderles. Tal vez, cuando pasara el juicio de Michael…
-
Promete
al menos que te lo pensarás – insistió.
No sabía qué responderle. Tenía miedo de que, si lo pensaba, acabaría
diciendo que sí y cometiendo el mismo error. Lo menos que le debía a Holly era
estar seguro. No podía marearla cambiando de idea constantemente.
-
Lo pensaré
– dije al final.
Sam me sonrió mostrando todos los dientes y no pude evitar devolvérsela.
Había algo en ese chico que me daba paz. Le acerqué unas galletas para que las
tomara con el café, pero no cogió ninguna.
-
¿Cómo
están tus hermanos? – me interesé, mientras guardaba la nota de Max para leerla
después.
- Bien, los trillizos cada vez saben más palabras – respondió,
distraído, mirando su reloj.
-
Deberías
haber ido a la universidad – le dije, intentando que no sonara como un regaño
porque yo no era quien para reclamarle nada.
-
Hoy no
tengo clase, acabamos de hacer los exámenes – me aclaró y después suspiró –
Pero no debería estar aquí. Se supone que no puedo salir de casa.
-
¿Por qué?
– pregunté impulsivamente, extrañado. La forma en que apartó la mirada me
recordó demasiado a Ted cuando se sentía culpable o avergonzado por algo. Supe
la respuesta antes de que lo dijera.
-
Mi tío me
castigó – admitió, en un susurro apenas audible. Su tez blanca comenzó a
enrojecerse.
-
Oh – respondí,
incapaz de decir nada mejor. Busqué la manera de cambiar de tema, pero no fui
lo bastante rápido.
-
Desventajas
de haber vuelto a casa – musitó.
-
¿Antes
vivías solo? – le pregunté.
-
En el
campus. Cuando… cuando mi padre murió, decidí volver. Les echaba de menos, de
todas formas.
-
Estoy
seguro de que eres un gran apoyo para tu madre.
Sam me dedicó otra de sus sonrisas plenas y se terminó
su taza de café.
-
Tendría
que irme ya…
-
Espera un
segundo, que te dé tu ropa.
Subí a mi cuarto a por ella. No se oía ni un alma en
el piso de arriba: Michael y los gemelos debían de estar dormidos. Aún era
pronto, dejaría que Zach y Harry durmieran un rato más y después les
despertaría: ellos dos no estaban de vacaciones, precisamente. Harry tenía
mucho que estudiar para salvar el trimestre.
Cuando volví a bajar, Sam ya no estaba en la cocina
sino en el salón, observando algunas fotos y haciéndole preguntas a Kurt.
-
¿Y este
quién es? Qué serio está.
-
Es Dylan.
Nunca sonríe en las fotos. Va a un colegio especial.
-
Aquí
tienes – me hice notar, tendiéndole una bolsa con su ropa.
-
Gracias.
-
A ti. Por
prestármelos y por venir hoy. ¿Sabe… sabe Holly que…?
-
Lo sabrá
en media hora, cuando ella y mi tío me despedacen por haber salido y me
pregunten a dónde fui – respondió, con una mueca.
-
¿Quieres
que hable con ella? – le pregunté. Me salió solo, sin pensar. Él sonrió.
-
Sí, pero
no para defenderme. Llámala cuando hayas pensado en lo que te he dicho y tengas
una respuesta.
-
HARRY’S POV –
Papá me despertó dos horas después de lo normal. Tengo que reconocer
que eso fue todo un detalle de su parte: había esperado que me hiciera
levantarme a la misma hora de siempre y que me dejara estudiando mientras los
demás iban a clase.
-
En contra
de lo que a veces pensáis, no soy malvado – me dijo, cuando compartí mi
sorpresa. – Tengo corazón.
-
Sí, de
piedra – le chinché.
Papá rebuscó entre las sábanas hasta llegar a mi costado y me hizo
cosquillas vengativas, asegurándose de paso de que quedaba bien despierto.
-
Mocoso
este.
-
Ay,
jijiji… para, para ¡aún no hice pis! ¡Si me meo será solo culpa tuya!
Eso bastó para que me dejara tranquilo y se fuera a molestar a Zach un
rato.
-
Buenos
días, campeón.
-
Ahuuum.
Zach no era muy elocuente por las mañanas. Papá sonrió y le dio un beso
en la frente como el que me había dado a mí.
-
Tenéis el
desayuno abajo. Cuando acabéis, os ponéis a estudiar, ¿bueno? Y me pedís ayuda
si no entendéis algo.
Solté un gruñido. Aquel no era mi plan ideal, pero sabía que no tenía
más remedio. Me habían echado del colegio por tres días y había suspendido
cinco asignaturas, suerte tenía de que papá no me hubiera destripado. En su
momento se había enfadado mucho por ambas cosas, pero sus enfados nunca duraban
de un día para otro, ni siquiera de una hora para otra. Eso era lo que más me
gustaba de él: nunca era tenso estar cerca de él, incluso aunque la hubieras
cagado.
Yo ya estaba bastante despierto, pero Zach seguía algo adormilado
cuando Kurt entró en nuestro cuarto como un torbellino. El enano se había
quedado en casa porque estaba malo de la tripa, pero en ese momento parecía tan
sano e inquieto como siempre.
-
¡Zach!
¡Harry! ¿A que no sabéis qué?
-
¿Qué? –
pregunté yo, sabiendo que cuando estaba tan entusiasmado por algo no quedaba
otra que seguirle el juego.
-
¡He
conocido a Sam!
-
¿Y quién
es Sam? – dijo Zach, confundido
-
¡El hijo
de Holly! ¡La novia de papá! – exclamó Kurt.
A papá le entró una tos repentina.
-
Kurt, no
es mi…
-
¡Ha
estado aquí! – siguió diciendo el enano.
-
¿Holly? –
preguntó Zach.
-
¡No, Sam!
Se acaba de ir. Tiene el pelo muy largo y con rastras y…y un tatuaje….y
pircings ¡y las uñas pintadas! Papi, ¿me puedo pintar las uñas?
Miré a papá con curiosidad, intrigado por cuál iba a
ser su respuesta.
-
Sí,
campeón, pero será mejor que esperes a Barie. Ella te las pintará mejor.
-
¡Bieeen!
-
Para el
cole hay que limpiárselas, ¿bueno? A tus hermanas ya las regañaron una vez por
llevarlas pintadas.
-
Ta bien.
Papá puso una mano sobre la cabeza del enano, un gesto
de mudo cariño con el que además expresaba su alivio porque Kurt no hubiera
puesto objeciones.
-
¿De
verdad ha estado aquí? – quiso saber Zach. - ¿Qué quería?
-
Hablar
conmigo – respondió papá, conciso y tímido.
-
Es muy
simpático – nos aseguró el enano.
Decidí ahorrarme cualquier opinión. Aunque eso fuera cierto, ¿quién era
él para venir a mi casa? ¿Acaso la relación de papá con Holly había avanzado
tanto? No sabía qué pensar de ella, había sido bueno conmigo, pero…
pero….¡argh!
Zach y yo bajamos a desayunar y me sorprendí al encontrar tortitas.
Solían reservarse para el fin de semana. Además, papá no estaba contento con
nosotros como para hacernos un desayuno así. Tener a Michael en casa debía de
haberle puesto de buen humor.
Por desgracia, mi hermano no parecía darse cuenta de que tenerle de
buen humor nos convenía y tuvo que sacar el tema prohibido.
-
¿Vamos a
hablar de lo que pasó ayer? – preguntó Zach.
-
¿De
Michael?
-
No. De…
de la visita de Andrew. Bueno, supongo que eso fue anteayer…
El rostro de papá perdió algo de luz en ese momento. Se sentó con nosotros,
a pesar de que él ya había desayunado y sentó a Kurt sobre sus piernas. Michael
no había bajado aún, debía de seguir durmiendo.
-
Ted dijo
que fue… amable con vosotros.
-
Lo fue –
corroboró Zach.
-
Mentira.
Conmigo no – repliqué.
-
Tal vez
tuviera que ver con el hecho de que le escupiste – dijo Zach.
-
Debería
haber apuntado a su cara – medio gruñí. Luego miré a papá, preparado para
encontrar su habitual mirada de silencioso reproche, pero me sorprendió cuando
solo encontré unos ojos tristes y dulces, como si entendiera perfectamente por
qué le escupí.
-
Tuvo que
ser difícil para vosotros tenerle aquí. Y yo no estaba… Lo siento, campeón.
Me miré las manos, incómodo. No era su culpa.
-
Me
preguntó si no somos judíos – recordó Zach. – Vio mi cruz.
-
¿Y qué
dijo?
Papá pareció interesado por aquella información.
-
Nada, que
no era practicante.
-
¿Así que
es verdad? – pregunté yo. - ¿Es judío?
-
Bueno, no
es fácil responder a eso – comenzó papá. – En cuanto a religión, supongo que
sí, pero nunca le he visto ir a una sinagoga. Nuestros antepasados son de razas
mezcladas, así que racialmente es muchas cosas. Rubio y de ojos azules, no es
precisamente el típico judío.
-
Ojalá lo
fuera y así Hitler se lo habría llevado por delante al mismísimo infierno –
repliqué. - ¿Los judíos tienen infierno?
-
Harry,
Andrew ni siquiera había nacido en la época del nazismo. Y no está bien desear
la muerte de alguien. Además, si hubiese sido como tú dices, tú no hubieras
nacido
-
Esas
burradas mejor dilas ahora y cuando él venga te las ahorras. Si le atacáis
constantemente no querrá volver – me dijo Zach.
-
No seas
iluso, no va a volver.
-
Ya ha
venido dos veces.
-
Y qué,
como se ha dignado a venir después de todos estos años, ¿olvidamos todo?
¿hacemos como que nunca nos abandonó? – le espeté.
-
No…-
murmuró Zach.
-
Sí –
respondió Kurt, participando por primera vez en la conversación. No había
estado seguro de que nos hubiera escuchado. – Si él empieza a ser bueno,
tenemos que ser buenos con él.
-
Tú no lo
entiendes, enano.
-
Sí lo
entiendo – protestó él. - Es mi padre también. Pero no es mi papá.
Papá le apretujó entre sus brazos y yo rodé los ojos.
-
¿Ves lo
que ocurre por dejarle entrar? Los enanos se van a encariñar con él y será peor
– sentencié.
-
¿Y qué
debería hacer, según tú? – preguntó papá. -
¿Prohibirle la entrada?
-
¡Pues sí!
¡Solo ha estado aquí dos veces y Kurt ya piensa que es su padre!
-
Es mi
padre “bilológico”.
-
Biológico,
campeón – corrigió papá. - ¿Dónde has aprendido esa palabra?
-
¿Es una
palabra fea? – preguntó mi hermanito.
-
Sí, Kurt.
La más fea de todas – respondí yo, adelantándome a papá. – Porque Andrew
también es una persona fea, ¿entiendes? Y no debes acercarte a él, ni
perdonarle, ni nada.
-
Tú sí que
eres feo – protestó Kurt, en tono quejoso e infantil como siempre que alguien
le contradecía y él no comprendía bien por qué.
-
No es una
palabra fea, Kurt. Pero no se le dice eso a los hermanos – le dijo papá, con
una voz tan suave que no podía considerarse un regaño.
-
Bueno.
¿Pero él es malo o no?
Papá meditó la respuesta cuidadosamente y yo le
observé con curiosidad.
-
Se está
esforzando por hacer las cosas bien ahora.
Di un golpe en la mesa que me sorprendió hasta a mí,
porque no pretendía que sonara tan fuerte.
-
¡No
puedes perdonarle tan fácilmente!
Papá me miró con un rostro serio y un ceño arrugado que me hicieron ver que
mejor me iba calmando.
-
No le he
perdonado y dudo que algún día pueda hacerlo. Pero no voy a impedirle venir a
veros, cuando eso es lo que siempre he querido que haga. No confío en él y
entiendo que tú tampoco lo hagas, pero no la tomes conmigo. Y no des golpes a
la mesa.
-
¿Es
verdad que él trajo el abogado de Michael?
- preguntó Zach, creo que en parte para distraerle.
-
Sí. Se
ofreció a hacerlo y también a pagar un médico para Ted.
Eso me sorprendió y me llenó de rabia a partes
iguales. Andrew jamás había puesto un duro, prefería despilfarrar su fortuna a
invertirla en sus hijos. ¿Qué había cambiado de repente?
-
Tendrías
que haberle dicho que se metiera su abogado por el culo.
-
Harry,
habla bien – gruñó papá, mientras Kurt se tapaba la boca como si la grosería
hubiera salido de él. – No iba a decir que no a algo que puede ayudar a tu
hermano, hijo. Anda, termina tu desayuno. Yo voy a ver si vuestro hermano se ha
despertado.
-
AIDAN’s POV –
El tema de Andrew era un asunto bastante sensible entre mis hermanos.
Harry tenía todo el derecho a rechazarle, pero también entendía que algunos le
quisieran volver a ver. Yo mismo necesitaba hablar con él, para que me
explicara por qué me había criado como su hijo si era su sobrino. Pero por el
momento estaba bloqueando aquel descubrimiento, incapaz de lidiar con eso
todavía.
Cuando fui a ver a Michael seguía durmiendo y no quise despertarle. Le
observé durante un rato y coloqué la sábana. Ese niño había venido a mi familia
para completarla, para enseñarme a ser un mejor padre y para llevarme a
descubrir la verdad sobre mi pasado. Había sido un regalo del cielo, a pesar de
que tenía una habilidad innata para provocarme pequeños ataques al corazón. Era
un buen chico, mucho mejor de lo que había creído, porque sus malas decisiones
habían sido fruto del chantaje y las amenazas de un hombre armado. Era inocente
y me iba a encargar personalmente de que el juez también lo viera así.
Volví con Kurt y los gemelos y les encontré discutiendo.
-
Que no
puedes, pesado, ¿no ves que te sentará mal? Estás malo de la tripa, bicho –
decía Zach.
-
¡Pero
ahora no me duele!
-
Eso es
genial, Kurt, pero esta mañana sí te dolía. Las tortitas te sentarían mal. En
cuanto estés mejor seguro que papá te hace una montaña para ti solito – le
animó Harry.
Era buena cosa que Kurt tuviera hambre, pero sus hermanos tenían razón,
claro. Mi enano tenía que comer cosas suavecitas por un par de días.
-
Malos –
protestó el peque.
-
No,
microbio, no son malos, solo te están cuidando – intervine yo. – Se preocupan
por ti porque son muy buenos hermanos mayores.
-
- Hum. –
Mi enano no parecía muy conforme, pero estaba mimoso así que apenas me senté
vino a utilizarme de sillón. - ¿Y Sam? ¿Él va a ser un buen hermano mayor
también?
Zach se atragantó con su colacao y tanto él como su
gemelo me miraron con los ojos muy abiertos. Yo me revolví incómodo en la
silla.
-
Sam es
solo un amigo, peque….
-
Pero es
el hijo de Holly, ¿no? Si te casas con ella será mi hermano.
Sonreí ante tanta simplicidad. Su inocencia me dio mucha ternura y
además, la imagen no se me hizo desagradable. Pero no podía ser, ese no era
momento de pensar en salir con nadie…
-
No, no
será tu hermano. Deja de decir que todo el mundo es familia – le increpó Harry.
– No conoces a ese chico, no puedes llamar hermano al primer idiota que ves.
-
¡Sam no
es idiota y Blaine tampoco! - protestó
Kurt.
-
¿Quién
diablos es Blaine?
-
¡El
astronauta! ¡Papi dice que es hijo de Holly también! ¿Es que no te acuerdas que
nos habló de ellos? Si papá y ella se casa tendremos muchos hermanos.
-
¡NO, NO
LOS TENDREMOS! ¿Qué rayos pasa contigo?
-
Harry, no
le grites – intenté apaciguar la situación.
-
¡Pues
dile tú algo! – me pidió. - ¿O acaso tiene razón? ¿Pretendes que esos idiotas y
nosotros seamos hermanos?
-
¡No son
idiotas! – gritó Kurt y le dio un manotazo.
-
Bueno,
basta. No se insulta, no se grita y no se pega. A la esquina los dos.
Kurt me miró con horror y Harry con incredulidad.
-
No, papito
– suplicó el peque, como si se tratara de una tortura insufrible.
-
No se dan
manotazos, Kurt, y lo sabes.
-
Ya no lo
hago más – me puchereó.
Cosa mona y manipuladora. Me esforcé por esquivar sus ojos azules y
puse una silla mirando a la pared. Kurt se sentó, obediente y yo le acaricié el
pelo, orgulloso de que me hiciera caso.
-
Harry, tú
en la pared de enfrente – le indiqué, pero él se limitó a seguir mirándome como
si me hubiera vuelto loco. – Llevas todo el desayuno hablando fatal.
-
No pienso
ponerme ahí, no soy un crío – protestó.
-
Podrías
engañarme. Mira que te gusta hacer rabiar a tu hermano.
-
¡No era
hacer rabiar, es que me crispa!
-
Y a mí me
crispa que os peleéis por tonterías. A la esquina, vamos. Agradece que no te
lave la boca.
A esas alturas de nuestra vida juntos, ellos ya sabían que cuando
hablaba de “lavarles la boca con jabón” no iba en serio y que era solo una
forma de hacerles ver la cantidad de tacos que decían.
-
Tener
hermanos es un coñazo – gruñó. - Me la cargo por su culpa.
-
¡Mentira,
me regañaron a mí por tu culpa! – protestó Kurt, sin darse la vuelta.
Rodé los ojos. Dos críos de seis años, eso es lo que eran. Kurt al
menos los tenía de verdad, pero Harry simplemente estaba en plan infantil.
-
Harry, a
la pared. No te lo repito más veces.
-
Nos
castigas porque así cambias de tema – me acusó, cruzándose de brazos como para
indicar que no me iba a obedecer.
-
No.
Hablaremos de lo que quieras cuando seas capaz de hacerlo sin decir palabrotas
y sin gritar.
Por fin, se rindió y se puso junto a la pared. La habitación se quedó en silencio por unos
segundos, mientras Zach bebía su leche a sorbitos pequeños, incómodo por la
situación. Le sonreí y le acerqué una servilleta para que se limpiara.
-
Yo solo
quiero que Holly sea mi mamá – susurró Kurt, tan bajito que casi no le escuché.
Esa declaración me pilló desprevenido. – Y así no me tengo que quedar con el
vecino cuando me ponga malito.
Caminé hacia él y le cogí en brazos.
-
Pero mi
amor… A ti te gusta estar con el señor Morrinson. Es como un abuelito para ti.
-
Sí, pero
yo quiero una mamá. Barie dice que Holly te gusta.
-
Me gusta
mucho, campeón, pero solo es una amiga – le expliqué. Después, dado que mi bebé
había tenido valor como para abrirse conmigo, decidí que yo tenía que ser
sincero también. – Papá tiene que pensar mucho sobre eso. Mucho mucho.
-
Bueno,
pero piensa rápido – me pidió. Sonreí y le di un beso.
-
Pídele
perdón a Harry por haberle pegado, enano.
-
Ta bien.
Se bajó de mis brazos y fue hacia su hermano, que
seguía dándonos la espalda. Tiró de su camiseta de esa forma tan adorable y
propia de Kurt, como para llamar su atención. Pero Harry se apartó bruscamente.
-
¡Harry!
-
¡No! ¡Que
se vaya con sus nuevos hermanos!
Parpadeé un par de veces y luego contuve una risita.
-
¿Estás
celoso? Pero canijo, nadie va a reemplazarte. Tú siempre serás su hermano
mayor. Ven aquí, anda – le llamé y le di un abrazo. – Qué dos bebés tengo. Kurt
no pretendía hacerte daño con lo que dijo. Solo es un enano cariñoso y Holly le
cayó muy bien. También fue buena contigo, ¿mm?
-
Humpf.
-
No tienes
nada de qué preocuparte. Sea lo que sea Holly en nuestras vidas, lo iremos
descubriendo juntos.
Ooooooh me dejaste sorprendida ya creía que no ibas a seguir esta historia me encanta sigue pronto no tardes tanto
ResponderBorrarTerry
Dream. Casi dos años de espera. Me da mucho gusto volver a leerte.
ResponderBorrarQue gran emoción!!! Gracias por seguir escribiendo.
ResponderBorrarMe encanta,me encanta justo cuando pense que ya no la seguirian actualizando 😢 y aqui esta un nuevo capitulo 😊
ResponderBorrarNo sabes lo que me alegra que volvieras, amo todas tus historias, pero esta es mi favorita.
ResponderBorrar!Hola Drean! Que gusto leerte nuevamente. Me encanto el capitulo, espero con ansias el siguiente. Me gustaria conocer mas sobre la familia de Holly, que vayan apaeciendo cada vez mas en la historia seria genial y porque no que ambas familias se unan jejeje. Te envio un fuerte abrazo y un beso. !Saludos!
ResponderBorrarA mí me cae bien Holly y me gusta su familia, pero siento que es una historia aparte, me gustaría que Aidan encontrará a alguien más alegre, menos sombrío, que le enseñé otra faceta de la vida.
Borrargracias!! estuvo genial el capitulo, lo espere desde hace mucho, besos
ResponderBorrarPD: no abandones la historia pliss
En abril volví a abrir este blog para ver si habias actualizado y al no verlo me di por rendida... pensé que ya no volverías a escribir sobre ellos!!! Y hoy se me ocurrió volver a leer esta historia y cuando revisé quedé en shock!!!! Tengo mucho que leer!!! Gracias ppr volver!!!
ResponderBorrar(Antes había comentado como anonima)
Me encantó volver a leer de esta historia!!! Y tengo demasiado que leer!!
ResponderBorrarQue lindo capitulo y ya volví a recordar todo!!...