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miércoles, 10 de febrero de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capítulo 7

 

Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 7

 

Carlos: Buenos días Adrián, despierta, es hora de levantarte.

Abro los ojos con dificultad, ¿es mi padre quien me está despertando? Pero, ¿qué hora es? No ha sonado aún el despertador.

Adrián: Déjame papá, tengo sueño, es muy temprano.

Carlos: Son las seis, ¿recuerdas que es tu primer día de castigo en el colegio? ¿No cambiaste la hora del despertador?

Adrián: Cinco minutos más.

Me doy la vuelta dándole la espalda a mi padre y me tapo hasta la cabeza. Noto que mi padre me destapa.

PLAS, PLAS, me caen dos fuertes nalgadas.

Adrián: ¡Au papá!

Carlos: Yo no tengo tanta paciencia como Natalia, levántate y métete en la ducha, o habrá más.

Me levanto, mi padre me atrapa en un abrazo y me da un beso, ¡qué pesado con los besos! Me suelta y me meto en el baño. Después de ducharme y preparar la mochila para ir al colegio voy a desayunar, mi padre está en el comedor, desayunando también.

Adrián: Buenos días, ¿cómo es que te has levantado tan temprano?

Carlos: Buenos días, Adrián. Yo me levanto cada día a esta hora, ¿no te has dado cuenta que cuando tu te levantas yo ya no estoy?

Desayunamos en silencio, yo aún estoy medio dormido, es inhumano levantarse a estas horas, ¡si aún es de noche!

Carlos: Vamos, hoy te llevo yo al colegio, me viene de camino al estudio de grabación.

Llegamos al colegio a las siete menos cinco, está empezando a amanecer, el sol aún no ha salido. Bajamos del coche y nos dirigimos a la puerta, casi al mismo tiempo llega Nico con su padre, y a los pocos segundos el director.

Director: Buenos días.

Todos saludamos, Nico y yo sin demasiado ánimo.

Director: Gracias por acompañarlos tan temprano, ahora ya me encargo yo. Los profesores de las clases que se saltaron me han indicado qué trabajo deberán hacer durante el castigo, cada día dedicarán la hora a una materia distinta.

Ambos padres cruzan algunas palabras más con el director y se van. Entramos al colegio y el director nos conduce a su despacho y nos indica que nos sentemos en una pequeña mesa redonda que hay.

Director: Hoy haréis la tarea de inglés, os quedaréis aquí mismo, así os puedo vigilar mientras adelanto mi trabajo.

Adrián y Nico: Sí, señor.

Estamos trabajando toda la hora, el profesor de inglés nos ha puesto bastantes deberes. El director nos deja salir cuando faltan cinco minutos para las ocho, aún nos quedan las seis clases de hoy.

El fin de semana lo paso encerrado en casa, más concretamente en mi habitación, estudiando. Estoy castigado sin salir y mi padre no me va a conceder ningún permiso, además el jueves de la próxima semana empiezan los exámenes trimestrales y tengo que trabajar mucho para ponerme al día e intentar aprobar todas las asignaturas, bueno, todas excepto lengua que ya la tengo sentenciada.

Los siguientes lunes, martes y miércoles, Nico y yo seguimos con la hora de castigo en el colegio, nos mandan actividades de física, historia y matemáticas, las otras clases que nos saltamos. Me cuesta levantarme tan temprano, y a esa hora me despierta mi padre, dos de los tres días me acaba despertando con un par de nalgadas por no hacerle caso de inmediato. Uf, ¡casi que prefiero que me despierte Natalia!

El lunes entregamos la presentación de biología y el martes nos toca hacer la exposición, a Martina y a mí nos sale muy bien y el profesor nos felicita, ahora me veo capaz de remontar la nota de esta asignatura. Desde que empezamos a trabajar juntos en el proyecto siento que mi relación con Martina ha avanzado, además de trabajar hemos estado hablando y bromeando y ahora estamos menos cortados cuando nos encontramos. Me hubiera gustado invitarla a salir una tarde y pasar un rato juntos en el parque o en el cine, con Nico y Shaila por supuesto, aún no me animo a quedar a solas con ella, pero con el castigo hasta nueva orden que me impuso mi padre no sé cuando será posible.

El miércoles mi padre tiene la reunión con la tutora y el director, no sé exactamente de qué van a hablar pero seguro que de nada bueno para mí. Por suerte, este curso, me ha tocado de tutora la profesora de matemáticas, esta asignatura me gusta y se me da muy bien por lo que en sus clases sigo siendo el alumno modélico del curso pasado, pero eso no significa que no esté al tanto de mi actitud con otros profesores y de mis notas. En el trayecto hacia el colegio mi padre me interroga.

Carlos: Adrián, hoy tengo la reunión con tu tutora y el director, ¿hay algo que deba saber?

Adrián: No papá. Ya conoces todas mis cagadas de este curso.

Carlos: ¿Estás seguro? No quiero ninguna sorpresa más.

Adrián: Sí papá, ya te han ido informando de todos los líos en los que me he metido y ya me has castigado por cada uno de ellos.

Bueno, por cada una de las veces que me han pillado.

Carlos: ¿Y los exámenes? ¿Me falta alguna nota por saber?, o ¿hay alguna tarea más que no hayas entregado?

Adrián: No papá, el último examen que hicimos fue el de matemáticas, después de ése no hemos tenido ningún otro, mañana empezamos los trimestrales. Los últimos trabajos han sido los de historia y biología, ambos están entregados y he obtenido buenas calificaciones.

Llego a casa después de la clase de alemán, María me prepara la merienda, y Natalia me manda a mi habitación a estudiar. Hacia las seis mi padre llama a la puerta y entra. Por su cara veo que está enfadado, se acerca al escritorio, donde estoy estudiando, y deja un libro delante de mí. Doy un respingo, ¡mierda!, es la novela de lengua que no he leído.

Carlos: Vaya, parece que sabes qué es este libro.

Adrián: Yo, papá, lo siento, olvidé decírtelo.

Carlos: No solo no leíste una novela que sabías desde el inicio de curso que tenías que leer, sino que ¡ni siquiera la compraste!

Adrián: Yo, me olvidé por completo, lo siento.

Carlos: Me ha informado tu tutora que leer la novela es obligatorio por lo que vas a suspender lengua, tendrás un examen de recuperación de la novela pasadas las vacaciones de Semana Santa así que ya puedes empezar a leerla y quiero que al final de cada capítulo hagas un resumen del mismo y me los vayas enseñando.

Adrián: Sí papá, lo haré.

Carlos: Si quieres ir a las convivencias procura leer al menos tres cuartas partes de la novela antes del día de la salida, o no irás, no me importa perder el dinero que ya he pagado.

¡No! No me puede castigar sin las convivencias.

Mi padre coge una silla y se sienta a mi lado.

Carlos: En el colegio están muy preocupados por los cambios que han visto, has pasado de ser un alumno modélico a estar al borde de la expulsión. Si el director aún no te ha aplicado ningún correctivo de este tipo es por tu trayectoria en los cursos anteriores, pero si hay más faltas de disciplina te sancionará con los días de expulsión que toque, y no te van a gustar las consecuencias que habrá por mi parte si eso ocurre.

No digo nada, solo bajo la cabeza, en realidad eso ya me lo esperaba. El director ya me lo dijo cuando habló conmigo el jueves pasado después de escaparme.

Carlos: No bajes la cabeza y mírame cuando te hablo.

Con gran esfuerzo dirijo la mirada a sus ojos.

Carlos: Y tampoco están nada contentos con tus notas. Eres un chico de sobresalientes, eres muy inteligente y nunca has tenido que esforzarte demasiado, pero en parte es porque antes atendías en clase, participabas y hacías todas las tareas que te pedían. Ahora, en cambio, estás suspendiendo varias asignaturas y en todas has bajado tu rendimiento.

Noto como se me llenan los ojos de lágrimas y, sin que pueda evitarlo, empiezan a resbalar por mis mejillas.

Carlos: Me gustaría saber qué te pasa. Pensé que era una llamada de atención porque yo no estaba pendiente de tí, pero estas últimas semanas tampoco he visto que hubiera muchos cambios. ¿Qué te ocurre Adrián?

Adrián: Nada, papá. De verdad que ahora me estoy esforzando, estoy estudiando e intentaré aprobar todas las asignaturas, y también intentaré mejorar mi actitud. Es cierto que estaba enfadado contigo porque no estabas pendiente de mí y me dejaste a cargo de Natalia. Y estoy muy contento de que eso haya cambiado y nuestra relación haya mejorado, ¡si incluso te hablé de Martina! Pero no es tan fácil cambiar las cosas de un día para otro.

Carlos: Confío en tí, Adrián, y en que iré viendo esos cambios.

Se levanta, me da un breve abrazo y se sienta en mi cama.

Carlos: Ahora terminemos de hablar de la novela que no has leído.

Adrián: No papá, por favor.

Carlos: Vamos, serán sólo veinte y con el boxer.

Cojo aire y lo suelto lentamente, me levanto, me acerco a mi padre, me bajo los pantalones y me pongo en posición. Enseguida me acaricia la espalda.

Carlos: Adrián, dime porque te voy a castigar.

Adrián: Por no comprar ni leer una novela que me mandaron en el colegio.

Empieza el castigo, son sólo veinte, voy a aguantar sin llorar.

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Carlos: Ya está, ya pasó campeón.

Para y me vuelve a acariciar, me seco una lágrima traicionera, me levanto y le abrazo.

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