Nuevas reglas, nuevos
castigos
Capítulo
7
Carlos:
Buenos días Adrián, despierta, es hora de
levantarte.
Abro
los ojos con dificultad, ¿es mi padre quien me está despertando? Pero, ¿qué
hora es? No ha sonado aún el despertador.
Adrián:
Déjame papá, tengo sueño, es muy
temprano.
Carlos:
Son las seis, ¿recuerdas que es tu primer
día de castigo en el colegio? ¿No cambiaste la hora del despertador?
Me
doy la vuelta dándole la espalda a mi padre y me tapo hasta la cabeza. Noto que
mi padre me destapa.
PLAS,
PLAS, me caen dos fuertes nalgadas.
Carlos:
Yo no tengo tanta paciencia como Natalia,
levántate y métete en la ducha, o habrá más.
Me
levanto, mi padre me atrapa en un abrazo y me da un beso, ¡qué pesado con los
besos! Me suelta y me meto en el baño. Después de ducharme y preparar la
mochila para ir al colegio voy a desayunar, mi padre está en el comedor,
desayunando también.
Adrián:
Buenos días, ¿cómo es que te has
levantado tan temprano?
Carlos:
Buenos días, Adrián. Yo me levanto cada
día a esta hora, ¿no te has dado cuenta que cuando tu te levantas yo ya no
estoy?
Desayunamos
en silencio, yo aún estoy medio dormido, es inhumano levantarse a estas horas,
¡si aún es de noche!
Carlos:
Vamos, hoy te llevo yo al colegio, me
viene de camino al estudio de grabación.
Llegamos
al colegio a las siete menos cinco, está empezando a amanecer, el sol aún no ha
salido. Bajamos del coche y nos dirigimos a la puerta, casi al mismo tiempo
llega Nico con su padre, y a los pocos segundos el director.
Todos
saludamos, Nico y yo sin demasiado ánimo.
Director:
Gracias por acompañarlos tan temprano,
ahora ya me encargo yo. Los profesores de las clases que se saltaron me han
indicado qué trabajo deberán hacer durante el castigo, cada día dedicarán la
hora a una materia distinta.
Ambos
padres cruzan algunas palabras más con el director y se van. Entramos al
colegio y el director nos conduce a su despacho y nos indica que nos sentemos
en una pequeña mesa redonda que hay.
Director:
Hoy haréis la tarea de inglés, os
quedaréis aquí mismo, así os puedo vigilar mientras adelanto mi trabajo.
Estamos
trabajando toda la hora, el profesor de inglés nos ha puesto bastantes deberes.
El director nos deja salir cuando faltan cinco minutos para las ocho, aún nos
quedan las seis clases de hoy.
El
fin de semana lo paso encerrado en casa, más concretamente en mi habitación,
estudiando. Estoy castigado sin salir y mi padre no me va a conceder ningún
permiso, además el jueves de la próxima semana empiezan los exámenes
trimestrales y tengo que trabajar mucho para ponerme al día e intentar aprobar
todas las asignaturas, bueno, todas excepto lengua que ya la tengo sentenciada.
Los
siguientes lunes, martes y miércoles, Nico y yo seguimos con la hora de castigo
en el colegio, nos mandan actividades de física, historia y matemáticas, las
otras clases que nos saltamos. Me cuesta levantarme tan temprano, y a esa hora
me despierta mi padre, dos de los tres días me acaba despertando con un par de
nalgadas por no hacerle caso de inmediato. Uf, ¡casi que prefiero que me
despierte Natalia!
El
lunes entregamos la presentación de biología y el martes nos toca hacer la
exposición, a Martina y a mí nos sale muy bien y el profesor nos felicita,
ahora me veo capaz de remontar la nota de esta asignatura. Desde que empezamos
a trabajar juntos en el proyecto siento que mi relación con Martina ha
avanzado, además de trabajar hemos estado hablando y bromeando y ahora estamos
menos cortados cuando nos encontramos. Me hubiera gustado invitarla a salir una
tarde y pasar un rato juntos en el parque o en el cine, con Nico y Shaila por
supuesto, aún no me animo a quedar a solas con ella, pero con el castigo hasta
nueva orden que me impuso mi padre no sé cuando será posible.
El
miércoles mi padre tiene la reunión con la tutora y el director, no sé
exactamente de qué van a hablar pero seguro que de nada bueno para mí. Por
suerte, este curso, me ha tocado de tutora la profesora de matemáticas, esta
asignatura me gusta y se me da muy bien por lo que en sus clases sigo siendo el
alumno modélico del curso pasado, pero eso no significa que no esté al tanto de
mi actitud con otros profesores y de mis notas. En el trayecto hacia el colegio
mi padre me interroga.
Carlos:
Adrián, hoy tengo la reunión con tu
tutora y el director, ¿hay algo que deba saber?
Adrián:
No papá. Ya conoces todas mis cagadas de
este curso.
Carlos:
¿Estás seguro? No quiero ninguna sorpresa
más.
Adrián:
Sí papá, ya te han ido informando de
todos los líos en los que me he metido y ya me has castigado por cada uno de
ellos.
Bueno,
por cada una de las veces que me han pillado.
Carlos:
¿Y los exámenes? ¿Me falta alguna nota
por saber?, o ¿hay alguna tarea más que no hayas entregado?
Adrián:
No papá, el último examen que hicimos fue
el de matemáticas, después de ése no hemos tenido ningún otro, mañana empezamos
los trimestrales. Los últimos trabajos han sido los de historia y biología,
ambos están entregados y he obtenido buenas calificaciones.
Llego
a casa después de la clase de alemán, María me prepara la merienda, y Natalia
me manda a mi habitación a estudiar. Hacia las seis mi padre llama a la puerta
y entra. Por su cara veo que está enfadado, se acerca al escritorio, donde
estoy estudiando, y deja un libro delante de mí. Doy un respingo, ¡mierda!, es
la novela de lengua que no he leído.
Carlos: Vaya, parece que sabes qué es este libro.
Adrián:
Yo, papá, lo siento, olvidé decírtelo.
Carlos:
No solo no leíste una novela que sabías
desde el inicio de curso que tenías que leer, sino que ¡ni siquiera la
compraste!
Adrián:
Yo, me olvidé por completo, lo siento.
Carlos:
Me ha informado tu tutora que leer la
novela es obligatorio por lo que vas a suspender lengua, tendrás un examen de
recuperación de la novela pasadas las vacaciones de Semana Santa así que ya
puedes empezar a leerla y quiero que al final de cada capítulo hagas un resumen
del mismo y me los vayas enseñando.
Carlos:
Si quieres ir a las convivencias procura
leer al menos tres cuartas partes de la novela antes del día de la salida, o no
irás, no me importa perder el dinero que ya he pagado.
¡No!
No me puede castigar sin las convivencias.
Mi
padre coge una silla y se sienta a mi lado.
Carlos:
En el colegio están muy preocupados por
los cambios que han visto, has pasado de ser un alumno modélico a estar al
borde de la expulsión. Si el director aún no te ha aplicado ningún correctivo
de este tipo es por tu trayectoria en los cursos anteriores, pero si hay más
faltas de disciplina te sancionará con los días de expulsión que toque, y no te
van a gustar las consecuencias que habrá por mi parte si eso ocurre.
No
digo nada, solo bajo la cabeza, en realidad eso ya me lo esperaba. El director
ya me lo dijo cuando habló conmigo el jueves pasado después de escaparme.
Carlos:
No bajes la cabeza y mírame cuando te
hablo.
Con
gran esfuerzo dirijo la mirada a sus ojos.
Carlos:
Y tampoco están nada contentos con tus
notas. Eres un chico de sobresalientes, eres muy inteligente y nunca has tenido
que esforzarte demasiado, pero en parte es porque antes atendías en clase,
participabas y hacías todas las tareas que te pedían. Ahora, en cambio, estás
suspendiendo varias asignaturas y en todas has bajado tu rendimiento.
Noto
como se me llenan los ojos de lágrimas y, sin que pueda evitarlo, empiezan a
resbalar por mis mejillas.
Carlos:
Me gustaría saber qué te pasa. Pensé que
era una llamada de atención porque yo no estaba pendiente de tí, pero estas
últimas semanas tampoco he visto que hubiera muchos cambios. ¿Qué te ocurre
Adrián?
Adrián:
Nada, papá. De verdad que ahora me estoy
esforzando, estoy estudiando e intentaré aprobar todas las asignaturas, y
también intentaré mejorar mi actitud. Es cierto que estaba enfadado contigo
porque no estabas pendiente de mí y me dejaste a cargo de Natalia. Y estoy muy
contento de que eso haya cambiado y nuestra relación haya mejorado, ¡si incluso
te hablé de Martina! Pero no es tan fácil cambiar las cosas de un día para
otro.
Carlos:
Confío en tí, Adrián, y en que iré viendo
esos cambios.
Se
levanta, me da un breve abrazo y se sienta en mi cama.
Carlos:
Ahora terminemos de hablar de la novela
que no has leído.
Carlos: Vamos, serán sólo veinte y con el boxer.
Cojo
aire y lo suelto lentamente, me levanto, me acerco a mi padre, me bajo los
pantalones y me pongo en posición. Enseguida me acaricia la espalda.
Carlos:
Adrián, dime porque te voy a castigar.
Adrián:
Por no comprar ni leer una novela que me
mandaron en el colegio.
Empieza
el castigo, son sólo veinte, voy a aguantar sin llorar.
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, ai,
PLAS,
PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, PLAS, snif, PLAS, PLAS, ai, snif, PLAS, PLAS, snif
Carlos:
Ya está, ya pasó campeón.
Para
y me vuelve a acariciar, me seco una lágrima traicionera, me levanto y le
abrazo.
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