miércoles, 16 de junio de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capítulo 30

 

Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 30

 

Mi padre tiene un rodaje de exteriores lejos de la ciudad por lo que estará cuatro días fuera. Como mis tíos ya se han trasladado me ha dado la opción de pasar estos cuatro días con ellos o quedarme en casa pero, esta vez, supervisado por Natalia. No lo he dudado ni por un momento, quiero quedarme con los tíos. Antes de marcharse me repite mil veces que me porte bien, las normas que me exige en casa también son aplicables con ellos, y si no las cumplo pueden regañarme y castigarme, como lo haría él. Me lleva a su casa el domingo por la noche, él se marchará con Natalia el lunes por la mañana, muy pronto, y llegará el jueves a media tarde. Me instalo en la habitación de Víctor, y cenamos todos juntos, después de la cena mi padre se queda hablando un rato con mi tío antes de irse. Víctor y yo nos vamos a su habitación, nos metemos en la cama y hablamos hasta tarde.

El lunes por la mañana vamos al club y por la tarde hemos quedado para ir a la playa con Martina, Nico, Shaila y otros amigos. Nos lo pasamos muy bien, nos bañamos, charlamos, jugamos en la arena y, después, vamos a dar una vuelta y tomamos un helado. Estamos tan bien que se nos pasa la hora, no nos damos cuenta hasta que mi tío llama a Víctor para preguntarle dónde nos hemos metido. Nos despedimos de nuestros amigos y nos vamos.

Víctor: Hola papá, lo siento, se nos pasó la hora.

Adrián: Hola tío, no fue a posta.

Luís: Hola chicos, lo sé y no pasa nada. Vamos rápido a lavaros las manos y al comedor, que la cena ya está servida, después hablamos, ¿vale?

Asentimos con la cabeza y hacemos lo que nos dice, no parece enfadado. Cenamos y después mi tío nos pide a Víctor y a mí que vayamos al salón.

Víctor: ¿Nos vas a castigar?

Luís: No, no lo haré. Sólo quiero recordaros que teníais una hora de llegada para cenar todos juntos y, además, ya se estaba haciendo de noche. Debéis estar atentos a la hora, somos una familia y el que vosotros lleguéis tarde nos trastoca el horario a todos. No quiero que se vuelva a repetir, ¿de acuerdo?

Adrián: Sí tío.

Víctor: Sí papá. Mañana por la tarde queremos ir con nuestros amigos de excursión a las pozas azules para bañarnos, ¿podemos? Porfa.

Las pozas azules son unos pequeños lagos con cascadas naturales que se encuentran en una zona de un río que pasa cerca de la ciudad. Es una zona de fácil acceso muy concurrida, caminando se tarda unos cuarenta minutos en llegar.

Luís: Pero mañana por la tarde Adrián tiene clase de piano, eso quiere decir que no podríais iros hasta las cuatro y media. No tengo ningún problema en que vayáis a las pozas pero se os hará tarde y no quiero que volváis de noche.

Adrián: Puedo saltarme la clase de piano, no pasa nada si no voy un día, el jueves vuelvo a tener clase.

Luís: No Adrián, no vas a saltarte la clase de piano. ¿Por qué no vais el sábado por la mañana? Tendréis más tiempo y podéis llevaros comida y pasar el día allí.

Víctor: Pero papá, los sábados hay mucha gente, entre semana por las tardes hay bastante menos y es mejor. Y nuestros amigos han quedado para ir mañana.

Luís: Lo siento pero no, mañana por la tarde no es el mejor día para ir, tenéis poco tiempo.

Adrián: De acuerdo tío, iremos otro día. Pero, saliendo de la clase de piano, ¿podemos ir a la playa o a dar una vuelta?

Luís: Sí, claro, no hay problema.

Nos quedamos en el salón charlando y viene Pablo.

Pablo: Vaya, hoy papá está de buen humor, veo que os habéis librado.

Víctor: Tampoco hicimos nada tan malo, se nos pasó la hora sin querer y enseguida que papá me llamó volvimos a casa, sólo llegamos quince minutos tarde. Si lo dices porque hace un par de días a ti te castigó, te recuerdo que fue porque llegaste dos horas tarde y no consiguió localizarte cuando te llamó al móvil.

Pablo: Aun así no parecéis muy contentos, ¿qué pasa?

Adrián: Mañana hemos quedado con nuestros amigos para ir a las pozas azules pero no nos ha dado permiso.

Pablo: Pues decidle que vais a la playa y os vais a las pozas, si llegáis a la hora que toca ni se dará cuenta, ¿dónde está el problema?

Adrián: Que yo tengo clase de piano y no salgo hasta las cuatro y media, se nos haría tarde.

Pablo: ¿Y a ti te importa saltarte la clase?

Adrián: En realidad no, la idea era esa, no ir a la clase y salir hacia las tres.

Pablo: Pues entonces dile que vas a la clase de piano y que cuando salgas te irás directamente a la playa, dónde te encontrarás con Víctor. Podéis decirle que habéis quedado allí con algún amigo al que no le apetece ir a las pozas. No me parece demasiado arriesgado, ¿cómo va a enterarse?

Víctor y yo nos miramos y sólo con la mirada nos lo decimos todo, Pablo tiene razón, haremos lo que ha dicho.

Víctor: No nos irás a delatar, ¿no?

Pablo: Pero tú ¿por quién me tomas? ¿Desde cuándo nos delatamos entre nosotros?

Charlamos un rato más antes de ir a dormir.

El martes por la mañana vamos al club. Durante la comida les decimos a mis tíos que al final iremos a la playa con un par de amigos. Saliendo de la clase de piano yo iré directamente a la playa dónde me encontraré con Víctor. Nos dan permiso.

Alicia: Estad atentos a la hora, no lleguéis tarde para la cena, ¿vale?

Víctor: Sí mamá.

Salimos de casa y nos encontramos con nuestros amigos para ir a las pozas, pasamos una tarde muy divertida. Es la primera vez que Martina va y le gustan mucho. Hay una zona de rocas que utilizamos como trampolines para saltar al agua, al principio le da un poco de miedo hasta que nos tiramos juntos cogidos de la mano. El agua está bastante fría por lo que no estamos dentro mucho tiempo. Salimos, nos secamos, tomamos el sol y charlamos un rato. Nos sacamos algunas fotos, Martina y yo nos hacemos una juntos dándonos un beso en la que estamos realmente bien. No queremos que se nos haga de noche por el camino por lo que volvemos pronto. Nos despedimos y Víctor y yo llegamos a casa casi una hora antes de la cena.

Alicia: Hola chicos, ¿ya habéis vuelto? Pasad al salón, tenemos que hablar.

¿Qué ocurre? ¿De qué tenemos que hablar? Víctor y yo nos miramos sin entender nada. Vamos al salón, allí está Paula, cuando nos ve llegar hace una mueca con la boca.

Paula: Lo siento, creo que os metido en un lío.

¿A qué se refiere? Entran mis tíos, mi tía está algo seria, no tiene la expresión dulce de siempre y mi tío parece muy enfadado.

Alicia: Paula, cariño, ve a tu habitación.

Paula se va. Nos sentamos y esperamos, supongo que no tardaremos mucho en saber qué pasa. Mi tío coge su móvil y busca algo, nos enseña la pantalla. ¡Mierda! Nico ha subido fotos de la excursión a las redes sociales y nos ha etiquetado en una en la que salimos los tres, se ve perfectamente dónde estamos.

Luís: ¡Creo que os dije claramente que no podíais ir hoy a las pozas. Me habéis desobedecido, y además nos habéis mentido haciéndonos creer que ibais a la playa!

Víctor: Lo siento papá.

Está gritando, me asusto, se ve que está muy enfadado.

Luís: Adrián, he llamado a tu profesor y te has saltado la clase de piano.

Adrián: Sí tío, lo siento.

Luís: ¿Por qué no sois capaces de hacer lo que os pedimos? No os prohibí ir a las pozas pero os dije que hoy no, podíais ir otro día que Adrián no tuviera clase, de verdad que no os entiendo.

Víctor: Es que nuestros amigos habían quedado para ir hoy.

Alicia: Víctor, sabes de sobra que eso no es una buena razón, me parece una de las excusas más pobres que puedes dar. No puedes depender siempre de lo que hagan tus amigos. Chicos, no está nada bien vuestro comportamiento, estáis castigados sin salir hasta el jueves. Mañana y pasado iréis por las mañanas al club pero pasaréis la tarde en casa, conmigo, estoy arreglando el jardín y me vais a ayudar.

Adrián: Pero tía, si sólo salimos para ir al club no podré ver a Martina, porfa, déjanos salir un rato por la tarde.

Alicia: No Adrián, ya puedes decirle que estás castigado y que no os veréis estos dos días. Y no hagas tonterías, ¿de acuerdo?

Asiento con la cabeza aunque no me parece para nada justo, Martina se va a enfadar.

Luís: Ahora, Víctor ve a tu habitación y Adrián a la nuestra.

Voy a la habitación de mis tíos. No sé muy bien qué hacer ni qué esperar. Después de unos minutos de estar de pie mirando la habitación como un tonto me decido a sentarme en la cama. Apoyo los codos sobre las piernas y la cabeza sobre las manos. Supongo que mi tío castigará a Víctor, por eso nos ha mandado a habitaciones distintas, pero ¿me castigará a mí también? Sé que mi padre me dejó estos días a su cargo y me dijo que las normas eran las mismas que en casa, y sé que, de estar aquí, él me castigaría, pero ¿puede mi tío castigarme? Yo espero que no lo haga, mi tío enfadado da miedo y, hace unos minutos lo estaba, y mucho. Estoy muy nervioso, casi preferiría que mi padre estuviera aquí aunque eso significara castigo seguro, por lo menos sabría qué esperar.

Pasa un buen rato hasta que la puerta se abre y mi tío entra. Me levanto y miro al suelo.

Luís: Adrián, ¿estás bien? No tienes buena cara.

No le contesto, solo me encojo de hombros. Se acerca a mí, me da un abrazo con el que no puedo evitar tensarme, se sienta en la cama y tira de mí para que me siente a su lado. No me atrevo a mirarle a la cara.

Luís: ¿Qué te pasa?

Adrián: ¿Has castigado a Víctor?

Luís: Sí.

Adrián: ¿Y me vas a castigar a mí?

Luís: Eso vas a decidirlo tú, primero vamos a hablar, ¿vale?

¿Cómo? ¿Que yo voy a decidir si me castiga o no? Levanto la cabeza y lo miro.

Luís: ¿Me tienes miedo?

Me encojo de hombros, no puedo decirle que sí, se enfadaría aún más.

Luís: Vamos, puedes decir lo que sientes, no voy a enfadarme.

Adrián: No es que te tenga miedo pero cuando te enfadas gritas mucho, y eso me asusta, normalmente mi padre no grita.

Luís: Es verdad que hace un rato estaba muy enfadado pero ya no lo estoy, me he tranquilizado, siempre lo hago antes de castigar a Víctor o a Pablo. Ahora no te estoy gritando, ¿cierto?

Adrián: Sí, pero es que no sé muy bien qué esperar de esta conversación.

Luís: ¿Qué haría tu padre?

Adrián: Me castigaría.

Luís: ¿Por qué?

Adrián: Porque te hemos desobedecido y os hemos mentido. Y me he saltado la clase de piano.

Luís: ¿Y qué crees que pasará cuando se entere de lo sucedido?

Adrián: Supongo que me castigará, me dijo que estos días debía respetar las mismas reglas que en casa, y me he saltado tres.

Luís: Entonces tienes dos opciones, puedo castigarte yo ahora y terminamos con esto, o puedes esperar a que vuelva pasado mañana tu padre y él decidirá qué hacer. Decidas lo que decidas yo te trataré igual, ya te he perdonado, ¿vale?

Adrián: Si me castigas tú, ¿mi padre sabrá lo que he hecho?

Luís: Sí, no se lo vamos a ocultar, pero no te castigará si ya lo he hecho yo. Tú decides, ¿vale?

Adrián: ¿Y puedo elegir que no me castigue ninguno de los dos?

Luís: Me parece que eso no es una opción.

Mi tío me revuelve el pelo mientras me responde, me sonríe y me acerca a él. Me abraza y me acaricia de forma muy parecida a como lo hace mi padre.

Luís: Tranquilo Adrián, no debes tenerme miedo. Es verdad que grito mucho pero cuando castigo a mis hijos no lo hago más duramente que como lo hace tu padre contigo. Te quiero mucho, como a un hijo más, y nunca te haría daño. Lo sabes, ¿verdad?

Adrián: Sí tío, lo sé.

Suspiro en un intento de tener fuerza suficiente para seguir hablando y decirle que ya me he decidido.

Adrián: Prefiero que me castigues tú, ahora, que esperar a que mi padre llegue.

Mi tío me separa y me mira.

Luís: En ese caso quiero que me digas por qué te voy a castigar.

Adrián: Por desobedecerte, mentirte y saltarme la clase. Tío, ¿cuántas serán? Mi padre siempre me lo dice antes del castigo.

Luís: Serán treinta, diez en ropa interior y veinte sin nada. Vamos, no lo alarguemos más, sabes qué hacer.

Asiento con la cabeza y me levanto. Respiro hondo y lentamente antes de bajarme los pantalones y tumbarme encima de él. Sigo teniendo algo de miedo, no sé qué tan duro me va a pegar. Noto que me sujeta firmemente, no me acaricia. Empieza el castigo, la fuerza de las nalgadas es parecida a la que aplica mi padre.

PLAS, PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, PLAS, ai, duele.

Me baja el bóxer, doy un pequeño respingo. Deja de sujetarme para acariciarme la espalda.

Luís: Tranquilo Adrián, ¿estás bien? ¿Quieres que siga?

Asiento con la cabeza, deja de acariciarme y me vuelve a sujetar.

PLAS, PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, lo siento tío, PLAS, au

PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, snif, PLAS, PLAS, snif, PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, buaaa, PLAS, buaaa, buaaa.

Mi tío me sube el bóxer y me acaricia suavemente la espalda mientras me voy calmando. Cuando estoy más tranquilo me ayuda a levantarme. Me atrae hacia él y me abraza, le devuelvo el abrazo.

Luís: Shhh, tranquilo, ya pasó, ya está. ¿Cómo estás?

Adrián: Snif, bien tío, snif, estoy bien.

Luís: ¿He sido muy duro?

Adrián: Sí, mucho, me duele el trasero.

Mientras se lo digo hago un puchero con la boca, por la voz debe de haberlo notado, creo que he sonado bastante infantil. Pero siento que mi tío se tensa, no se lo decía en serio aunque creo que él se lo ha tomado así.

Adrián: Aunque no lo has sido más que mi padre.

Me separo, él no deja de abrazarme, lo miro y le sonrío. Me pasa la mano por los ojos y me quita las lágrimas. Seguimos abrazados un rato y él me acaricia la espalda.

Luís: ¿Te sigo dando miedo?

Adrián: No, pero no me vuelvas a castigar, ¿vale?

Luís: De acuerdo, tú pórtate bien y no volveré a hacerlo.

Después de un rato me dice que vaya al baño a lavarme la cara y que puedo quedarme aquí o volver a la habitación de Víctor, en media hora vamos a cenar. Me voy con Víctor, cuando entro me echa una mirada rápida.

Víctor: ¿Te ha castigado?

Adrián: Sí.

Me tumbo en la cama y empezamos a charlar. Alguien llama a la puerta, es Paula, entra en la habitación.

Paula: ¿Os han castigado? Lo siento, ha sido culpa mía.

Adrián: ¿Culpa tuya? ¿Por qué?

Paula: Estaba mirando las redes sociales y he visto que Nico os había etiquetado en una foto, en un sitio muy chulo. Se la he enseñado a mamá y le he dicho que yo también quería ir un día. Entonces ha hecho una mueca y ha llamado a papá que, cuándo ha visto la foto, ha dicho que al final habíais ido y que les habíais mentido.

Víctor: Jo Paula, no es la primera vez que me pillan porque tú metes la pata.

Paula: Lo siento Víctor, yo no sabía que no teníais permiso, ¿me perdonáis?

Adrián: Claro enana, no es culpa tuya, tú no lo sabías.

Víctor: Sí, tú no lo sabías.

Víctor abraza a Paula, que ha empezado a llorar.

 

LUÍS

Cuando Adrián se va me quedo en mi habitación, sentado en mi cama, esto ha sido muy duro. Adoro a mi sobrino. Me alegré cuando Carlos permitió que estos días viniera a nuestra casa, aunque lo último que deseaba era tener que castigarlo.

Mi hermano y yo siempre hemos estado muy unidos, soy apenas dos años mayor que él, por lo que de niños compartimos muchas actividades y teníamos amigos comunes, aunque yo siempre ejercí de hermano mayor defendiéndolo, protegiéndolo y aconsejándolo.

Nos casamos con pocos meses de diferencia, mi mujer era amiga de mi cuñada. Nos presentaron en su fiesta de compromiso, lo nuestro fue un flechazo, un noviazgo corto que terminó en una gran boda. Que nuestras esposas fueran amigas reforzó aún más nuestra relación. Mi esposa quedó embarazada pocos meses después de la boda, eso nos hizo muy felices, deseábamos tener hijos. Mi hermano me confesó que ellos también deseaban ser padres y que estaban buscando quedar embarazados pero las cosas no siempre son como uno las desea. Les costó mucho conseguirlo, pasaron por dos avortos antes de que naciera Adrián, eso lejos de destruir la pareja reforzó su amor, juntos eran fuertes. Adrián fue un hijo muy buscado y querido. Cuando nació, mi mujer estaba embarazada de Víctor, nuestro segundo hijo, que nació un par de meses más tarde. Víctor y Adrián prácticamente crecieron juntos y ellos se ven más como hermanos que como primos. Adrián también se lleva muy bien con mis otros dos hijos, Pablo y Paula.

Cuando hace cuatro años decidimos mudarnos a París para abrir el restaurante más importante de nuestra cadena, me costó dejar nuestra ciudad pero sobre todo alejarme de mi hermano y su familia. Aunque hemos estado en contacto todo este tiempo, me reprocho haber estado lejos en el peor momento de su vida, la muerte de Bárbara. Eso los destrozó a los dos, estuve con ellos todo lo que pude, aunque el mayor soporte fueron ellos mismos, el uno del otro. Pasados dos meses ambos volvieron a sus rutinas, yo le dije a Carlos que pensaba que era muy pronto, que aunque era bueno que retomaran su vida necesitaban más tiempo, no pensaba que las heridas estuvieran curadas. Pero pareció que me equivocaba, no notamos grandes cambios en ninguno de los dos durante el primer año. Pero desde el inicio del curso pasado Adrián empezó a cambiar, al principio Carlos no me dijo nada, solo en un par de conversaciones me mencionó que había tenido que castigar a Adrián sin salir, o sin tele, pero me lo dijo sin darle demasiada importancia. Cuando fuimos a su casa en Navidades estuvimos hablando mucho y me contó muy preocupado todos los cambios que estaba viendo en su hijo. Le hablé claramente, debía pensar bien qué hacer para que esas actitudes no fueran a más y lo acabara lamentando. Carlos sabía qué clase de castigos aplico a mis hijos y sé que él y Bárbara lo habían hablado, pero no quise presionarlo, aunque me propuse estar alerta con Adrián, no podía perder a mi sobrino.

Cuando Carlos decidió cambiar el tipo de castigo y, a la vez, pasar más tiempo con Adrián, pensé que estaba haciendo lo correcto y así mismo se lo dije. Me preguntó muchas cosas, temía que si empezaba a aplicar castigos físicos su hijo lo acabara odiando, y también temía no ser capaz de mantenerse firme en ello. Pero de eso ya hace cinco meses y no se ha hecho realidad ninguno de sus temores, al contrario, él se siente más unido a Adrián, y cree firmemente que va por buen camino. Yo también he visto cambios positivos en mi sobrino y en su relación con mi hermano.

Desde que vinieron en mayo a nuestra casa de París y se escaparon por la noche para ir a una fiesta he notado que Adrián estaba algo más frío y distante conmigo. Hoy he podido hablar con él y he entendido qué le pasaba, lo asusto cuando grito.

No ha sido nada agradable castigarlo pero que escogiera que lo hiciera yo a que volviera su padre me ha alegrado pues me ha demostrado que ya no tiene ese temor hacia mí. Sé que mi hermano no me lo va a reprochar, lo conozco lo suficiente como para saber que no he hecho nada que no hubiera hecho él con cualquiera de mis hijos, no podía dejar que Adrián estuviera nervioso por el castigo hasta que él volviera si de todas formas lo iba a castigar de la misma manera.

 

ADRIÁN

Después de la cena llamo a Martina, hablamos y le explico que estoy dos días castigado y que no nos podremos ver. Se enfada conmigo por ir a las pozas sin permiso, me dice que podríamos haber ido otro día y hoy haber ido a la playa o a dar un paseo. Me siento mal porque me lo haya reprochado y esté enfadada por no poder vernos los próximos dos días. Después me llama mi padre y también me regaña, ya ha hablado con mi tío y sabe todo lo que ha pasado. ¡Jo!, hoy me han regañado por triplicado, me siento fatal.

Víctor: Adrián, ¿estás bien?

Adrián: No, Martina está enfadada conmigo y mi padre también me ha regañado, últimamente me paso todo el tiempo metiendo la pata.

Justo en ese momento entra mi tía, se acerca a mí, me abraza y me da un beso.

Alicia: ¿Qué pasa cielo? ¿Por qué lloras?

Ni me había dado cuenta de que algunas lágrimas estaban resbalando por mis mejillas.

Adrián: Todo lo hago mal, tía.

Alicia: Eso no es verdad, lo que pasa es que estáis creciendo y cometéis errores. Estáis en una edad en la que os parece que ya sois mayores y os da por rebelaros cuando las cosas no son como vosotros queréis. Pero para eso estamos nosotros, para ayudaros a superar esta etapa de la mejor manera posible.

Adrián: Pero es que Martina se ha enfadado conmigo y mi padre también me ha regañado.

Alicia: A tu padre ya se le ha pasado, sé seguro que te ha perdonado incluso antes de hablar contigo, y a Martina también se le pasará, ¿quieres que venga un rato mañana por la tarde y nos ayude en el jardín? Vosotros estáis castigados pero ella no, si le apetece puede venir.

Adrián: ¿De verdad tía? Muchas gracias, ahora le mandaré un mensaje.

Me separo de mi tía y cojo el móvil. Mi tía abraza a Víctor y le da un beso. Martina me contesta enseguida, sí que vendrá, bueno, si le dan permiso, ¡qué bien! Mi tía nos pide que nos pongamos el pijama y nos metamos en la cama, nos da las buenas noches y se va.

El miércoles por la tarde nos quedamos ayudando a mi tía en el jardín, se supone que es un castigo pero pasamos un buen rato con ella, con Paula, que también se apunta a ayudar, y con Martina.

El jueves por la tarde voy a la clase de piano, mi tío me lleva y me viene a buscar, se asegura de que no me la salto, cuando vuelvo trabajamos un rato en el jardín hasta que llega mi padre. Me da un fuerte abrazo, le vuelvo a pedir disculpas por lo que hice el martes, me dice que ya me ha perdonado, ya me regañó y mi tío ya me castigó, está todo olvidado. Salimos a cenar todos juntos en familia y a pasear un rato. Mi tía propone hacer una salida juntos el domingo, tenemos que pensar qué nos apetece.

 

1 comentario:

  1. Sinceramente, una clase de piano es una estraescolar optativa, si se la quiere saltar y más estando de vacaciones no veo tanto problema

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