Nuevas reglas, nuevos castigos
Capítulo 30
Mi padre tiene un rodaje de exteriores lejos de la ciudad
por lo que estará cuatro días fuera. Como mis tíos ya se han trasladado me ha
dado la opción de pasar estos cuatro días con ellos o quedarme en casa pero,
esta vez, supervisado por Natalia. No lo he dudado ni por un momento, quiero
quedarme con los tíos. Antes de marcharse me repite mil veces que me porte
bien, las normas que me exige en casa también son aplicables con ellos, y si no
las cumplo pueden regañarme y castigarme, como lo haría él. Me lleva a su casa
el domingo por la noche, él se marchará con Natalia el lunes por la mañana, muy
pronto, y llegará el jueves a media tarde. Me instalo en la habitación de
Víctor, y cenamos todos juntos, después de la cena mi padre se queda hablando
un rato con mi tío antes de irse. Víctor y yo nos vamos a su habitación, nos
metemos en la cama y hablamos hasta tarde.
El lunes por la mañana vamos al club y por la tarde hemos
quedado para ir a la playa con Martina, Nico, Shaila y otros amigos. Nos lo
pasamos muy bien, nos bañamos, charlamos, jugamos en la arena y, después, vamos
a dar una vuelta y tomamos un helado. Estamos tan bien que se nos pasa la hora,
no nos damos cuenta hasta que mi tío llama a Víctor para preguntarle dónde nos
hemos metido. Nos despedimos de nuestros amigos y nos vamos.
Víctor: Hola papá,
lo siento, se nos pasó la hora.
Adrián: Hola tío,
no fue a posta.
Luís: Hola chicos,
lo sé y no pasa nada. Vamos rápido a lavaros las manos y al comedor, que la
cena ya está servida, después hablamos, ¿vale?
Asentimos con la cabeza y hacemos lo que nos dice, no
parece enfadado. Cenamos y después mi tío nos pide a Víctor y a mí que vayamos
al salón.
Luís: No, no lo
haré. Sólo quiero recordaros que teníais una hora de llegada para cenar todos
juntos y, además, ya se estaba haciendo de noche. Debéis estar atentos a la
hora, somos una familia y el que vosotros lleguéis tarde nos trastoca el
horario a todos. No quiero que se vuelva a repetir, ¿de acuerdo?
Víctor: Sí papá.
Mañana por la tarde queremos ir con nuestros amigos de excursión a las pozas
azules para bañarnos, ¿podemos? Porfa.
Las pozas azules son unos pequeños lagos con cascadas
naturales que se encuentran en una zona de un río que pasa cerca de la ciudad.
Es una zona de fácil acceso muy concurrida, caminando se tarda unos cuarenta
minutos en llegar.
Luís: Pero mañana
por la tarde Adrián tiene clase de piano, eso quiere decir que no podríais iros
hasta las cuatro y media. No tengo ningún problema en que vayáis a las pozas
pero se os hará tarde y no quiero que volváis de noche.
Adrián: Puedo
saltarme la clase de piano, no pasa nada si no voy un día, el jueves vuelvo a
tener clase.
Luís: No Adrián, no
vas a saltarte la clase de piano. ¿Por qué no vais el sábado por la mañana?
Tendréis más tiempo y podéis llevaros comida y pasar el día allí.
Víctor: Pero papá,
los sábados hay mucha gente, entre semana por las tardes hay bastante menos y
es mejor. Y nuestros amigos han quedado para ir mañana.
Luís: Lo siento
pero no, mañana por la tarde no es el mejor día para ir, tenéis poco tiempo.
Adrián: De acuerdo
tío, iremos otro día. Pero, saliendo de la clase de piano, ¿podemos ir a la
playa o a dar una vuelta?
Luís: Sí, claro, no
hay problema.
Nos quedamos en el salón charlando y viene Pablo.
Pablo: Vaya, hoy
papá está de buen humor, veo que os habéis librado.
Víctor: Tampoco
hicimos nada tan malo, se nos pasó la hora sin querer y enseguida que papá me
llamó volvimos a casa, sólo llegamos quince minutos tarde. Si lo dices porque
hace un par de días a ti te castigó, te recuerdo que fue porque llegaste dos
horas tarde y no consiguió localizarte cuando te llamó al móvil.
Pablo: Aun así no
parecéis muy contentos, ¿qué pasa?
Adrián: Mañana
hemos quedado con nuestros amigos para ir a las pozas azules pero no nos ha
dado permiso.
Pablo: Pues decidle
que vais a la playa y os vais a las pozas, si llegáis a la hora que toca ni se
dará cuenta, ¿dónde está el problema?
Adrián: Que yo
tengo clase de piano y no salgo hasta las cuatro y media, se nos haría tarde.
Pablo: ¿Y a ti te
importa saltarte la clase?
Adrián: En realidad
no, la idea era esa, no ir a la clase y salir hacia las tres.
Pablo: Pues
entonces dile que vas a la clase de piano y que cuando salgas te irás
directamente a la playa, dónde te encontrarás con Víctor. Podéis decirle que
habéis quedado allí con algún amigo al que no le apetece ir a las pozas. No me
parece demasiado arriesgado, ¿cómo va a enterarse?
Víctor y yo nos miramos y sólo con la mirada nos lo
decimos todo, Pablo tiene razón, haremos lo que ha dicho.
Víctor: No nos irás
a delatar, ¿no?
Pablo: Pero tú ¿por
quién me tomas? ¿Desde cuándo nos delatamos entre nosotros?
Charlamos un rato más antes de ir a dormir.
El martes por la mañana vamos al club. Durante la comida
les decimos a mis tíos que al final iremos a la playa con un par de amigos.
Saliendo de la clase de piano yo iré directamente a la playa dónde me
encontraré con Víctor. Nos dan permiso.
Alicia: Estad
atentos a la hora, no lleguéis tarde para la cena, ¿vale?
Salimos de casa y nos encontramos con nuestros amigos
para ir a las pozas, pasamos una tarde muy divertida. Es la primera vez que
Martina va y le gustan mucho. Hay una zona de rocas que utilizamos como
trampolines para saltar al agua, al principio le da un poco de miedo hasta que
nos tiramos juntos cogidos de la mano. El agua está bastante fría por lo que no
estamos dentro mucho tiempo. Salimos, nos secamos, tomamos el sol y charlamos
un rato. Nos sacamos algunas fotos, Martina y yo nos hacemos una juntos
dándonos un beso en la que estamos realmente bien. No queremos que se nos haga
de noche por el camino por lo que volvemos pronto. Nos despedimos y Víctor y yo
llegamos a casa casi una hora antes de la cena.
Alicia: Hola
chicos, ¿ya habéis vuelto? Pasad al salón, tenemos que hablar.
¿Qué ocurre? ¿De qué tenemos que hablar? Víctor y yo nos
miramos sin entender nada. Vamos al salón, allí está Paula, cuando nos ve
llegar hace una mueca con la boca.
Paula: Lo siento,
creo que os metido en un lío.
¿A qué se refiere? Entran mis tíos, mi tía está algo
seria, no tiene la expresión dulce de siempre y mi tío parece muy enfadado.
Alicia: Paula,
cariño, ve a tu habitación.
Paula se va. Nos sentamos y esperamos, supongo que no
tardaremos mucho en saber qué pasa. Mi tío coge su móvil y busca algo, nos
enseña la pantalla. ¡Mierda! Nico ha subido fotos de la excursión a las redes
sociales y nos ha etiquetado en una en la que salimos los tres, se ve
perfectamente dónde estamos.
Luís: ¡Creo
que os dije claramente que no podíais ir hoy a las pozas. Me habéis
desobedecido, y además nos habéis mentido haciéndonos creer que ibais a la
playa!
Está gritando, me asusto, se ve que está muy enfadado.
Luís: Adrián, he
llamado a tu profesor y te has saltado la clase de piano.
Luís: ¿Por qué no
sois capaces de hacer lo que os pedimos? No os prohibí ir a las pozas pero os
dije que hoy no, podíais ir otro día que Adrián no tuviera clase, de verdad que
no os entiendo.
Víctor: Es que
nuestros amigos habían quedado para ir hoy.
Alicia: Víctor,
sabes de sobra que eso no es una buena razón, me parece una de las excusas más
pobres que puedes dar. No puedes depender siempre de lo que hagan tus amigos.
Chicos, no está nada bien vuestro comportamiento, estáis castigados sin salir
hasta el jueves. Mañana y pasado iréis por las mañanas al club pero pasaréis la
tarde en casa, conmigo, estoy arreglando el jardín y me vais a ayudar.
Adrián: Pero tía,
si sólo salimos para ir al club no podré ver a Martina, porfa, déjanos salir un
rato por la tarde.
Alicia: No Adrián,
ya puedes decirle que estás castigado y que no os veréis estos dos días. Y no
hagas tonterías, ¿de acuerdo?
Asiento con la cabeza aunque no me parece para nada
justo, Martina se va a enfadar.
Luís: Ahora, Víctor
ve a tu habitación y Adrián a la nuestra.
Voy a la habitación de mis tíos. No sé muy bien qué hacer
ni qué esperar. Después de unos minutos de estar de pie mirando la habitación
como un tonto me decido a sentarme en la cama. Apoyo los codos sobre las
piernas y la cabeza sobre las manos. Supongo que mi tío castigará a Víctor, por
eso nos ha mandado a habitaciones distintas, pero ¿me castigará a mí también?
Sé que mi padre me dejó estos días a su cargo y me dijo que las normas eran las
mismas que en casa, y sé que, de estar aquí, él me castigaría, pero ¿puede mi
tío castigarme? Yo espero que no lo haga, mi tío enfadado da miedo y, hace unos
minutos lo estaba, y mucho. Estoy muy nervioso, casi preferiría que mi padre
estuviera aquí aunque eso significara castigo seguro, por lo menos sabría qué
esperar.
Pasa un buen rato hasta que la puerta se abre y mi tío
entra. Me levanto y miro al suelo.
Luís: Adrián,
¿estás bien? No tienes buena cara.
No le contesto, solo me encojo de hombros. Se acerca a
mí, me da un abrazo con el que no puedo evitar tensarme, se sienta en la cama y
tira de mí para que me siente a su lado. No me atrevo a mirarle a la cara.
Adrián: ¿Has
castigado a Víctor?
Adrián: ¿Y me vas a
castigar a mí?
Luís: Eso vas a
decidirlo tú, primero vamos a hablar, ¿vale?
¿Cómo? ¿Que yo voy a decidir si me castiga o no? Levanto
la cabeza y lo miro.
Me encojo de hombros, no puedo decirle que sí, se
enfadaría aún más.
Luís: Vamos, puedes
decir lo que sientes, no voy a enfadarme.
Adrián: No es que
te tenga miedo pero cuando te enfadas gritas mucho, y eso me asusta,
normalmente mi padre no grita.
Luís: Es verdad que
hace un rato estaba muy enfadado pero ya no lo estoy, me he tranquilizado,
siempre lo hago antes de castigar a Víctor o a Pablo. Ahora no te estoy
gritando, ¿cierto?
Adrián: Sí, pero es
que no sé muy bien qué esperar de esta conversación.
Adrián: Porque te
hemos desobedecido y os hemos mentido. Y me he saltado la clase de piano.
Luís: ¿Y qué crees
que pasará cuando se entere de lo sucedido?
Adrián: Supongo que
me castigará, me dijo que estos días debía respetar las mismas reglas que en
casa, y me he saltado tres.
Luís: Entonces
tienes dos opciones, puedo castigarte yo ahora y terminamos con esto, o puedes
esperar a que vuelva pasado mañana tu padre y él decidirá qué hacer. Decidas lo
que decidas yo te trataré igual, ya te he perdonado, ¿vale?
Adrián: Si me
castigas tú, ¿mi padre sabrá lo que he hecho?
Luís: Sí, no se lo
vamos a ocultar, pero no te castigará si ya lo he hecho yo. Tú decides, ¿vale?
Adrián: ¿Y puedo
elegir que no me castigue ninguno de los dos?
Luís: Me parece que
eso no es una opción.
Mi tío me revuelve el pelo mientras me responde, me
sonríe y me acerca a él. Me abraza y me acaricia de forma muy parecida a como
lo hace mi padre.
Luís: Tranquilo
Adrián, no debes tenerme miedo. Es verdad que grito mucho pero cuando castigo a
mis hijos no lo hago más duramente que como lo hace tu padre contigo. Te quiero
mucho, como a un hijo más, y nunca te haría daño. Lo sabes, ¿verdad?
Suspiro en un intento de tener fuerza suficiente para
seguir hablando y decirle que ya me he decidido.
Adrián: Prefiero
que me castigues tú, ahora, que esperar a que mi padre llegue.
Luís: En ese caso
quiero que me digas por qué te voy a castigar.
Adrián: Por
desobedecerte, mentirte y saltarme la clase. Tío, ¿cuántas serán? Mi padre
siempre me lo dice antes del castigo.
Luís: Serán
treinta, diez en ropa interior y veinte sin nada. Vamos, no lo alarguemos más,
sabes qué hacer.
Asiento con la cabeza y me levanto. Respiro hondo y lentamente antes de bajarme los pantalones y
tumbarme encima de él. Sigo teniendo algo de miedo, no sé qué tan duro me va a
pegar. Noto que me sujeta firmemente, no me acaricia. Empieza el castigo, la
fuerza de las nalgadas es parecida a la que aplica mi padre.
PLAS, PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, au, PLAS,
PLAS, PLAS, ai, duele.
Me baja el bóxer, doy un pequeño respingo. Deja de
sujetarme para acariciarme la espalda.
Luís: Tranquilo
Adrián, ¿estás bien? ¿Quieres que siga?
Asiento con la cabeza, deja de acariciarme y me vuelve a
sujetar.
PLAS, PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, au, PLAS,
PLAS, lo siento tío, PLAS, au
PLAS, PLAS, ai,
PLAS, PLAS, snif, PLAS, PLAS, snif, PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, buaaa, PLAS,
buaaa, buaaa.
Mi tío me sube el bóxer y me acaricia suavemente la
espalda mientras me voy calmando. Cuando estoy más tranquilo me ayuda a
levantarme. Me atrae hacia él y me abraza, le devuelvo el abrazo.
Luís: Shhh,
tranquilo, ya pasó, ya está. ¿Cómo estás?
Adrián: Snif, bien
tío, snif, estoy bien.
Adrián: Sí, mucho,
me duele el trasero.
Mientras se lo digo hago un puchero con la boca, por la
voz debe de haberlo notado, creo que he sonado bastante infantil. Pero siento
que mi tío se tensa, no se lo decía en serio aunque creo que él se lo ha tomado
así.
Adrián: Aunque no
lo has sido más que mi padre.
Me separo, él no deja de abrazarme, lo miro y le sonrío.
Me pasa la mano por los ojos y me quita las lágrimas. Seguimos abrazados un
rato y él me acaricia la espalda.
Adrián: No, pero no
me vuelvas a castigar, ¿vale?
Luís: De acuerdo,
tú pórtate bien y no volveré a hacerlo.
Después de un rato me dice que vaya al baño a lavarme la
cara y que puedo quedarme aquí o volver a la habitación de Víctor, en media
hora vamos a cenar. Me voy con Víctor, cuando entro me echa una mirada rápida.
Me tumbo en la cama y empezamos a charlar. Alguien llama
a la puerta, es Paula, entra en la habitación.
Paula: ¿Os han
castigado? Lo siento, ha sido culpa mía.
Adrián: ¿Culpa
tuya? ¿Por qué?
Paula: Estaba
mirando las redes sociales y he visto que Nico os había etiquetado en una foto,
en un sitio muy chulo. Se la he enseñado a mamá y le he dicho que yo también
quería ir un día. Entonces ha hecho una mueca y ha llamado a papá que, cuándo
ha visto la foto, ha dicho que al final habíais ido y que les habíais mentido.
Víctor: Jo Paula,
no es la primera vez que me pillan porque tú metes la pata.
Paula: Lo siento
Víctor, yo no sabía que no teníais permiso, ¿me perdonáis?
Adrián: Claro
enana, no es culpa tuya, tú no lo sabías.
Víctor abraza a Paula, que ha empezado a llorar.
Cuando Adrián se va me quedo en mi habitación, sentado en
mi cama, esto ha sido muy duro. Adoro a mi sobrino. Me alegré cuando Carlos
permitió que estos días viniera a nuestra casa, aunque lo último que deseaba
era tener que castigarlo.
Mi hermano y yo siempre hemos estado muy unidos, soy
apenas dos años mayor que él, por lo que de niños compartimos muchas
actividades y teníamos amigos comunes, aunque yo siempre ejercí de hermano
mayor defendiéndolo, protegiéndolo y aconsejándolo.
Nos casamos con pocos meses de diferencia, mi mujer era
amiga de mi cuñada. Nos presentaron en su fiesta de compromiso, lo nuestro fue
un flechazo, un noviazgo corto que terminó en una gran boda. Que nuestras
esposas fueran amigas reforzó aún más nuestra relación. Mi esposa quedó
embarazada pocos meses después de la boda, eso nos hizo muy felices, deseábamos
tener hijos. Mi hermano me confesó que ellos también deseaban ser padres y que
estaban buscando quedar embarazados pero las cosas no siempre son como uno las
desea. Les costó mucho conseguirlo, pasaron por dos avortos antes de que
naciera Adrián, eso lejos de destruir la pareja reforzó su amor, juntos eran
fuertes. Adrián fue un hijo muy buscado y querido. Cuando nació, mi mujer
estaba embarazada de Víctor, nuestro segundo hijo, que nació un par de meses
más tarde. Víctor y Adrián prácticamente crecieron juntos y ellos se ven más
como hermanos que como primos. Adrián también se lleva muy bien con mis otros
dos hijos, Pablo y Paula.
Cuando hace cuatro años decidimos mudarnos a París para
abrir el restaurante más importante de nuestra cadena, me costó dejar nuestra
ciudad pero sobre todo alejarme de mi hermano y su familia. Aunque hemos estado
en contacto todo este tiempo, me reprocho haber estado lejos en el peor momento
de su vida, la muerte de Bárbara. Eso los destrozó a los dos, estuve con ellos
todo lo que pude, aunque el mayor soporte fueron ellos mismos, el uno del otro.
Pasados dos meses ambos volvieron a sus rutinas, yo le dije a Carlos que
pensaba que era muy pronto, que aunque era bueno que retomaran su vida
necesitaban más tiempo, no pensaba que las heridas estuvieran curadas. Pero
pareció que me equivocaba, no notamos grandes cambios en ninguno de los dos
durante el primer año. Pero desde el inicio del curso pasado Adrián empezó a
cambiar, al principio Carlos no me dijo nada, solo en un par de conversaciones
me mencionó que había tenido que castigar a Adrián sin salir, o sin tele, pero
me lo dijo sin darle demasiada importancia. Cuando fuimos a su casa en
Navidades estuvimos hablando mucho y me contó muy preocupado todos los cambios
que estaba viendo en su hijo. Le hablé claramente, debía pensar bien qué hacer
para que esas actitudes no fueran a más y lo acabara lamentando. Carlos sabía
qué clase de castigos aplico a mis hijos y sé que él y Bárbara lo habían
hablado, pero no quise presionarlo, aunque me propuse estar alerta con Adrián,
no podía perder a mi sobrino.
Cuando Carlos decidió cambiar el tipo de castigo y, a la
vez, pasar más tiempo con Adrián, pensé que estaba haciendo lo correcto y así
mismo se lo dije. Me preguntó muchas cosas, temía que si empezaba a aplicar
castigos físicos su hijo lo acabara odiando, y también temía no ser capaz de
mantenerse firme en ello. Pero de eso ya hace cinco meses y no se ha hecho
realidad ninguno de sus temores, al contrario, él se siente más unido a Adrián,
y cree firmemente que va por buen camino. Yo también he visto cambios positivos
en mi sobrino y en su relación con mi hermano.
Desde que vinieron en mayo a nuestra casa de París y se
escaparon por la noche para ir a una fiesta he notado que Adrián estaba algo
más frío y distante conmigo. Hoy he podido hablar con él y he entendido qué le
pasaba, lo asusto cuando grito.
No ha sido nada agradable castigarlo pero que escogiera
que lo hiciera yo a que volviera su padre me ha alegrado pues me ha demostrado
que ya no tiene ese temor hacia mí. Sé que mi hermano no me lo va a reprochar,
lo conozco lo suficiente como para saber que no he hecho nada que no hubiera
hecho él con cualquiera de mis hijos, no podía dejar que Adrián estuviera
nervioso por el castigo hasta que él volviera si de todas formas lo iba a
castigar de la misma manera.
Después de la cena llamo a Martina, hablamos y le explico
que estoy dos días castigado y que no nos podremos ver. Se enfada conmigo por
ir a las pozas sin permiso, me dice que podríamos haber ido otro día y hoy
haber ido a la playa o a dar un paseo. Me siento mal porque me lo haya
reprochado y esté enfadada por no poder vernos los próximos dos días. Después
me llama mi padre y también me regaña, ya ha hablado con mi tío y sabe todo lo
que ha pasado. ¡Jo!, hoy me han regañado por triplicado, me siento fatal.
Adrián: No, Martina
está enfadada conmigo y mi padre también me ha regañado, últimamente me paso
todo el tiempo metiendo la pata.
Justo en ese momento entra mi tía, se acerca a mí, me
abraza y me da un beso.
Alicia: ¿Qué pasa
cielo? ¿Por qué lloras?
Ni me había dado cuenta de que algunas lágrimas estaban
resbalando por mis mejillas.
Adrián: Todo lo
hago mal, tía.
Alicia: Eso no es
verdad, lo que pasa es que estáis creciendo y cometéis errores. Estáis en una
edad en la que os parece que ya sois mayores y os da por rebelaros cuando las
cosas no son como vosotros queréis. Pero para eso estamos nosotros, para
ayudaros a superar esta etapa de la mejor manera posible.
Adrián: Pero es que
Martina se ha enfadado conmigo y mi padre también me ha regañado.
Alicia: A tu padre
ya se le ha pasado, sé seguro que te ha perdonado incluso antes de hablar
contigo, y a Martina también se le pasará, ¿quieres que venga un rato mañana
por la tarde y nos ayude en el jardín? Vosotros estáis castigados pero ella no,
si le apetece puede venir.
Adrián: ¿De verdad
tía? Muchas gracias, ahora le mandaré un mensaje.
Me separo de mi tía y cojo el móvil. Mi tía abraza a
Víctor y le da un beso. Martina me contesta enseguida, sí que vendrá, bueno, si
le dan permiso, ¡qué bien! Mi tía nos pide que nos pongamos el pijama y nos
metamos en la cama, nos da las buenas noches y se va.
El miércoles por la tarde nos quedamos ayudando a mi tía
en el jardín, se supone que es un castigo pero pasamos un buen rato con ella,
con Paula, que también se apunta a ayudar, y con Martina.
El jueves por la tarde voy a la clase de piano, mi tío me
lleva y me viene a buscar, se asegura de que no me la salto, cuando vuelvo
trabajamos un rato en el jardín hasta que llega mi padre. Me da un fuerte
abrazo, le vuelvo a pedir disculpas por lo que hice el martes, me dice que ya
me ha perdonado, ya me regañó y mi tío ya me castigó, está todo olvidado.
Salimos a cenar todos juntos en familia y a pasear un rato. Mi tía propone
hacer una salida juntos el domingo, tenemos que pensar qué nos apetece.
Sinceramente, una clase de piano es una estraescolar optativa, si se la quiere saltar y más estando de vacaciones no veo tanto problema
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