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jueves, 19 de agosto de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capítulo 37

 

Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 37

 

Adrián: Hola Natalia.

Natalia: Hola, llegas pronto hoy. ¿Vamos al salón? Quiero aprovechar para hablar contigo antes de comer.

Voy con ella y nos sentamos en el sofá, no sé de qué debe querer hablar.

Natalia: ¿Cómo estás? Tu padre me ha dicho que el mal humor de ayer era, en parte, porque no te sentías cómodo con la cena. ¿Por qué no lo dijiste?

Adrián: Estoy bien. Siento mucho como te traté ayer, tuviste que soportar mi mal humor.

Natalia: No pretendo que te disculpes, sólo quiero entenderte y que sepas que puedes confiar en mí para contarme lo que sientes, no me voy a enfadar, ¿vale?

Asiento con la cabeza.

Natalia: Después de estar hablando el sábado y de la salida del domingo pensé que estabas bien pero ahora creo que aún no estás preparado para que yo pase más tiempo con tu padre quedándome aquí cuando él llega.

Adrián: No es que no quiera que pases más tiempo con mi padre, puedes quedarte cuando él llega. Pero sabes que antes casi no pasaba tiempo conmigo, y no quiero que eso vuelva a ocurrir.

Natalia: No dejaré que eso pase, peque, te lo prometo.

Adrián: Y, aunque ahora tú y yo nos llevamos bien, me da miedo como pueda reaccionar mi padre si me porto mal contigo.

Natalia: Pues igual que siempre. Que yo sepa tu padre nunca te ha permitido faltas de respeto, ni conmigo ni con nadie.

Adrián: Ya, pero si ahora eres su novia te defenderá más, y tú aún serás más estricta en hacerme cumplir todo lo que diga mi padre.

Natalia me sonríe.

Natalia: No creo que eso deba preocuparte más que antes, si según tú nunca te dejo hacer nada y siempre cumplo lo que dice tu padre al pie de la letra.

La miro a los ojos y le sonrío.

Adrián: A veces soy un poco exagerado.

Natalia: ¿Te puedo dar un abrazo?

Me acerco a ella y nos abrazamos. 

Natalia: Sé que esta situación es nueva y rara pero no tiene porque ser mala para ti, y no lo será. Puedes confiar en mí y también en tu padre, danos una oportunidad, ¿vale?

Adrián: Me he dado cuenta de que evitáis besaros o abrazaros delante de mí pero, aunque se me hace un poco raro, no me molesta que lo hagáis.

Natalia: Gracias, peque. Pero de momento lo seguiremos evitando al igual que buscaremos momentos para estar juntos cuando tú no estés en casa.

Me separo del abrazo pero Natalia me atrae hacia ella y apoyo la cabeza en su hombro mientras ella me hace caricias. Estamos un rato así hasta que María nos dice que la comida ya está.

Por la tarde voy con Martina al paseo fluvial. Ayer le conté que no podía salir, que después de la clase de piano debía volver a casa porque mi padre había invitado a mis tíos a cenar y quería que llegara pronto. Lo entendió y no se enfadó, claro que no le dije que hubiera podido salir un par de horas pero que mi padre me había castigado.

Alquilamos unas bicicletas, hacemos todo el recorrido por los caminos que hay al lado del río y paramos en algunos miradores y a tomar un refresco. Martina no conocía el parque y le gusta mucho, pasamos una tarde muy divertida. Cuando llego a casa mi padre está en el salón.

Adrián: Hola papá.

Carlos: Hola campeón, ¿cómo estás? ¿Qué tal la salida con Martina?

Me siento a su lado y me acurruco con él. Me pasa un brazo por la espalda, me da un beso y me acaricia.

Adrián: Muy bien papá, nos hemos divertido mucho. ¿Y Natalia?

Carlos: Se ha marchado hace un rato.

Adrián: No me molesta que se quede cuando tú llegas, de verdad, antes hemos estado hablando y también se lo he dicho a ella.

Carlos: Me lo ha contado, gracias cariño. Pero de momento es mejor así, no queremos forzar la situación.

Adrián: Papá, quiero preguntarte algo, pero no te enfades, ¿vale?

Carlos: Puedes preguntarme lo que quieras.

Adrián: Cuando estuvimos paseando después de ir al cementerio me dijiste que pensabas en mamá cada día y que nunca la olvidarías, pero entonces ya salías con Natalia.

Carlos: Sí.

Adrián: ¿Y aun así sigues pensando en mamá?

Mi padre me sonríe, pero no es una sonrisa alegre sino más bien melancólica.

Carlos: Pensaré en tu madre cada día de mi vida, a ella la sigo queriendo y la querré siempre, no importa que esté con otra mujer.

Adrián: ¿Y Natalia lo sabe? ¿No le molesta?

Carlos: Sí lo sabe, y lo entiende y lo respeta. Si a ella le molestara yo no podría estar con ella, pero no es así. De la misma manera que yo no podría estar con ella si no te aceptara a ti, pero tampoco es el caso. Ella te quiere y se preocupa mucho por ti, a veces creo que te conoce y te entiende mejor que yo.

Le sonrío, es verdad que Natalia me conoce muy bien, a veces pienso que demasiado bien.

Adrián: Te quiero papá, y me gusta que ahora pases tiempo conmigo, no quiero que eso cambie.

Carlos: Y no cambiará, te lo prometo. A mí también me gusta pasar tiempo contigo y me arrepiento de no haberlo hecho antes. Te quiero mucho hijo, y siento que me he perdido una parte importante de tu vida. No siempre he hecho bien las cosas, pero ahora lo estoy intentando.

Adrián: Lo haces bien papá, aunque tienes poca paciencia y te enfadas fácilmente. Y cuando me castigas eres muy duro, ¿podrías dejar de hacerlo?

Mi padre se ríe.

Carlos: Eres un manipulador y un descarado. Claro que dejaré de castigarte, cuando dejes de saltarte las normas, ¿puedes dejar de hacerlo?

Ruedo los ojos, lo he intentado pero no ha colado. Seguimos un rato así sin decir nada, estoy muy a gusto y creo que mi padre también.

Carlos: ¿Cómo van las clases de piano?

Adrián: Muy bien papá, ¿por qué lo preguntas?

Carlos: Antes me ha llamado tu profesor. Me ha dicho que no practicas, y que asistiendo sólo a las clases no vas a avanzar. Ya hace dos cursos que no te examinas, y no cree que puedas hacerlo tampoco el próximo curso si no le dedicas más tiempo. Yo no te voy a forzar, eres tú quien tiene que decidir si quieres seguir avanzando o no, pero me sorprende pues tú me pediste seguir yendo a clases durante el verano.

Adrián: Me gusta tocar el piano, y me gusta ir a clase. Y me gustaría avanzar y volver a examinarme.

Noto un nudo en la garganta, no puedo seguir hablando, me quedo callado. Mi padre me mira y me acaricia.

Carlos: ¿Entonces?

Adrián: Cada vez que intento tocar el piano me pongo triste y acabo llorando. Sé que suena tonto porque hace ya dos años y no lo he superado, pero echo de menos a mamá, antes siempre practicaba con ella y es su piano. No me gusta sentirme así, por eso no toco en casa.

Carlos: No es tonto, es normal que la eches de menos cuando practicas, fue ella quien te inició y siempre tocabais juntos. ¿Y si estoy contigo mientras tocas? Yo no soy tu madre y no tengo ni idea de tocar el piano, pero quizás si no estás solo te sientes mejor.

Me lo pienso, quizás funcione.

Adrián: Puedo intentarlo.

Carlos: ¿Vamos a tu habitación?

Adrián: ¿Ahora?

Carlos: ¿Por qué no?

Asiento y vamos a mi habitación. Cojo las partituras que estoy practicando en clase y me siento delante del piano. Empiezo a tocar. Noto como los ojos se me llenan de lágrimas. Mi padre me pone una mano sobre el hombro y me lo aprieta pero no puedo seguir.

Adrián: No puedo papá, snif, lo siento.

Mi padre no dice nada, se sienta a mi lado y me abraza. Le devuelvo el abrazo. Estamos un rato abrazados sin decir nada hasta que me calmo, mi padre me separa y me seca las lágrimas.

Carlos: ¿Me enseñas a tocar una escala?

Adrián: ¿Qué? No.

Carlos: Vamos, ¿por qué no? ¿Crees que no soy capaz?

Me lo pienso y le sonrío. Le explico qué nota es cada tecla y le enseño a poner los dedos de la mano derecha para tocar la escala de Do Mayor. Al principio le cuesta un poco pero lo consigue.

Adrián: Bien papá, ahora la mano izquierda.

Le enseño cómo tocar la escala con la mano izquierda y le digo que después tiene que tocar con las dos manos a la vez. Le enseño como lo hago yo. Después de varios intentos lo consigue y tocamos la escala juntos. Pasamos un buen rato y consigue que me ría.

Carlos: ¿Quieres volver a probar de tocar la partitura que estabas practicando?

Asiento y empiezo a tocar, consigo tocarla entera sin llorar. Cuando termino abrazo a mi padre.

Adrián: Gracias papá, me lo he pasado muy bien.

Carlos: ¿Quieres que repitamos mañana?

Adrián: Sí.

Vamos a cenar y después jugamos un rato a la consola.

 

 

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