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jueves, 19 de agosto de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capítulo 36

 

Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 36

 

Adrián: Papá, por favor, por un día no pasa nada.

Carlos: No Adrián, no puedes saltarte la clase de piano. Tú me pediste seguir yendo en verano y hacer dos clases semanales. Y te comprometiste a ir y a practicar más a menudo, cosa que no estás haciendo.

Adrián: Pues déjame llegar más tarde, porfa.

Carlos: No Adrián, hemos quedado con tus tíos y primos en que vendrán hacia las siete, por lo que te quiero en casa a las seis y media como muy tarde.

Adrián: Pero Martina quiere ir al parque fluvial, alquilar bicicletas y recorrer todo el circuito que hay al lado del río. Si sólo tengo dos horas no me da tiempo.

Carlos: ¿Y por qué no vais otro día? El miércoles o el viernes, que no tienes clase y podéis quedar antes.

Adrián: Porque ella me ha propuesto ir mañana.

Carlos: ¿Y a ti se te ha ocurrido decirle que mañana no puedes?

Adrián: Pero papá, yo quiero ir.

Carlos: Y puedes ir, pero otro día. Si se lo dices a Martina lo entenderá, mañana podéis dar un paseo por el centro o por el paseo marítimo, después de la clase de piano.

Resoplo, ¿por qué mi padre no quiere entenderlo? ¡No es tan difícil! He quedado con Martina en ir mañana al parque fluvial.

Carlos: Ya basta Adrián, cambia tu actitud o te vendrás a casa directamente después de la clase de piano.

Adrián: Sí, claro, siempre lo arreglas igual, o se hace lo que tú dices o estoy castigado.

Carlos: Vamos cariño, eso no es así. No puedes enfadarte cada vez que te digo que algo no puede ser como tú quieres. Además, esta tarde, cuando has quedado con Martina, tú ya sabías los planes para mañana y no creo que ella te haya dicho que quiere ir mañana sí o sí.

Cruzo los brazos, me doy la vuelta y me voy a mi habitación, dejo a mi padre en el salón con la palabra en la boca. Mañana mi padre ha invitado a cenar a mis tíos y primos con la excusa de que nos cuenten cómo ha ido la venta de la casa y estos días que han pasado en París, pero lo cierto es que quiere contarles que Natalia y él están saliendo. ¿Y tenía que ser justo mañana? ¿Y por qué está tan pesado con las clases de piano? Soy yo el que doy clases, no él, y lo hago porque quiero, no es como ir al colegio. Y últimamente me insiste mucho en que debería practicar más, ¿es que no entiende que me pongo triste cuando lo hago?

Busco las partituras que el profesor me pidió que practicara, me siento en el piano y empiezo a tocar. Mi mal humor va pasando, tocar el piano en realidad me ayuda a relajarme, pero al mismo tiempo siento que es cuando más añoro a mi madre. Paro un momento y noto que alguien me pone las manos encima de los hombros, no he oído la puerta. Me giro y veo que es Natalia.

Natalia: ¿Estás bien peque?

Me doy cuenta de que estoy llorando, me seco las lágrimas.

Adrián: No, estoy enfadado con mi padre. Mañana quiero ir al parque fluvial con Martina y no me deja.

Natalia: Eso no es cierto Adrián, tu padre sí deja que vayas pero sabes que mañana no tienes tiempo. Puedes ir otro día.

¡Uf! Ya está, como siempre se pone de parte de mi padre, ¡cómo no! Me pongo de mal humor otra vez.

Adrián: ¿Por qué siempre le das la razón? Vete y déjame en paz.

Natalia: Sólo venía a decirte que bajes a cenar, ya está la comida en la mesa.

Adrián: No tengo hambre.

Natalia: Vamos, no seas terco y baja.

Adrián: ¿Y tú por qué sigues aquí? Mi padre hace rato que ha llegado, puedes irte a tu casa.

Natalia: Adrián, en cinco minutos tienes que estar cenando, ¿vale?

No le contesto, me giro y le doy la espalda. Oigo la puerta, Natalia ha salido de mi habitación. Recojo las partituras y cierro la tapa del piano. Me tumbo en la cama, no pienso ir a cenar, no quiero verlos a ninguno de los dos.

Pasa un buen rato antes de oír otra vez la puerta, es mi padre.

Carlos: ¡Adrián! Ven aquí.

Adrián: No.

Carlos: No sigas desobedeciendo, no me gustan las rabietas, tienes 15 años. ¿Crees que esta actitud es normal?

Adrián: Yo no hago rabietas.

Carlos: ¿Ah no? ¿Y cómo llamas tú a lo que estás haciendo ahora mismo? Si vengo yo te irá peor.

Me levanto y me acerco a él, aunque sé lo que pretende. Lo miro directamente a los ojos, sigo enfadado. Me coge por el brazo y me gira.

PLAS, ¡ai!, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, au.

Me suelta y me froto el trasero. Lo miro con cara de enfadado.

Adrián: Jo papá, no he hecho nada, ¿no puedo estar de mal humor?

Carlos: No puedes pagar tu mal humor con los demás. Natalia ha venido, hace media hora, a decirte que bajaras a cenar y no sólo no lo has hecho sino que además no has sido correcto con ella.

Adrián: Claro, como ahora es tu novia tienes que defenderla, ¿qué te ha contado?

Carlos: Las faltas de respeto con ella, o con quien sea, no te las permitía antes, no te las permito ahora y nunca te las permitiré. Y mañana estás castigado, Rafa te llevará y te irá a buscar al club y a la clase de piano, y se asegurará de que no te escapes. Ahora baja a cenar y no sigas por ese camino si sabes lo que te conviene.

Suelto un bufido pero le hago caso y voy al comedor. La mesa está parada sólo para dos. Me siento en mi sitio y mi padre se sienta en el suyo, supongo que Natalia se ha marchado. Cenamos en completo silencio. Cuando termino de cenar me levanto y me doy la vuelta para marcharme.

Carlos: Espera, ¿no me vas a dar un abrazo? No quiero que te vayas a la cama enfadado. Ven, vamos.

Me acerco a él y me atrapa en un abrazo, me da un beso y me acaricia la espalda. Me lleva hacia el salón y nos sentamos en el sofá.

Carlos: Adrián, no puedes tratar mal a Natalia cuando te enfadas. Tus palabras le han dolido, y creo que eres muy consciente de ello y que has querido hacerle daño.

Adrián: No papá, no quería herirla, sólo estaba enfadado y quería que me dejara solo. Lo siento.

Carlos: Pues ahora ya sabes cómo se ha sentido, quiero que mañana te disculpes con ella.

Adrián: Lo haré, y no volverá a pasar, de verdad. ¿Puedo salir con Martina después de la clase de piano?

Carlos: No, has llevado la rabieta demasiado lejos y estás castigado.

Adrián: ¡Jo papá! Sólo por el centro, estaré en casa a las seis y media.

Carlos: No voy a ceder, otra vez me haces caso antes, ¿vale?

Suspiro y cuento hasta diez antes de contestar.

Adrián: Vaaale.

Le doy un abrazo y me voy a dormir, aunque sigo enfadado.

Por la mañana me levanto y voy a desayunar. Están Natalia y María en el comedor hablando, me dan los buenos días.

Adrián: Buenos días.

María se va a la cocina.

Adrián: Natalia, siento mucho lo que te dije ayer, no tenías porque marcharte, no lo pensaba de verdad, sólo estaba enfadado. ¿Me perdonas?

Natalia: Estás perdonado, peque. Pero tienes que aprender a controlar ese mal humor.

Me sonríe y se va a la cocina. María me sirve el desayuno. Natalia vuelve con una taza de café y se sienta a mi lado.

Natalia: ¿Qué te pasa? Pareces triste, ¿o sigues enfadado?

Adrián: ¿Te ha dicho mi padre si esta tarde puedo salir con Martina? No al parque fluvial sino a dar una vuelta por el centro.

Natalia: No Adrián, sabes que estás castigado.

Adrián: Porfa Natalia, una hora saliendo de la clase de piano. Llegaré antes que mi padre y ni se enterará.

Natalia: No insistas.

Suelto un bufido pero me callo. Termino el desayuno y preparo la bolsa con la ropa de tenis para irme al club. Rafa me lleva y me viene a buscar. Después del almuerzo insisto otra vez.

Adrián: Natalia, porfa, sólo una hora.

Natalia: Sabes muy bien que tu padre ha dicho que no, estás castigado. Y no hagas tonterías, por favor.

Como me dijo mi padre ayer, Rafa se asegura de que entre a clase y ya me está esperando cuando salgo, aunque hubiera querido no me habría podido escapar. Me lleva a casa y me voy a mi habitación, estoy muy enfadado, ¿por qué tiene que ser así mi padre? Natalia me trae la merienda, cuando me habla le contesto en monosílabos y en un tono muy seco.

Llaman a la puerta y entra mi padre. Estoy en el sofá mirando la tele, no me muevo, se sienta a mi lado y me abraza, yo no se lo devuelvo.

Carlos: Hola cariño, me ha dicho Natalia que has estado enfurruñado todo el día.

Adrián: No me ha dejado salir.

Carlos: Lo sé, ayer te dije que estabas castigado.

Adrián: Sólo quería ir al centro a dar una vuelta con Martina.

Mi padre suspira, me da un beso en la cabeza y se separa de mí.

Carlos: Vamos, no tardarán en llegar tus tíos y primos. Cambia la cara y baja.

Sigo enfadado, ¿por qué tengo que hacer como si no pasara nada?

Adrián: No puedo cambiar la cara, es la única que tengo.

Carlos: Ya basta Adrián, te has pasado todo el día de mal humor, rayando la insolencia con Natalia y ahora conmigo, ¿y todo por qué no te he dejado salir? Sabes muy bien porque te castigué.

Adrián (gritando): Estoy harto de ti y de que siempre me estés dando órdenes. Hoy quería ir al parque fluvial y no me dejaste porque quieres decirle al tío que estás saliendo con Natalia, ¿no se suponía que el que vosotros fuerais novios no me iba a afectar? Después decidí dar una vuelta por el centro, como me dijiste, pero tampoco. Le pedí a Natalia salir, sólo una hora, y tampoco me dio permiso. Sois unos estúpidos pesados. ¡Iros a la mierda y dejadme en paz de una vez!

Carlos: ¡Adrián!

¡Ups! Creo que me he pasado, en cuanto oigo salir las palabras de mi boca me arrepiento de lo que estoy diciendo, pero no puedo volver atrás. Mi padre me tira del brazo y en pocos segundos me encuentro tumbado en su regazo.

PLAS, au, PLAS, PLAS, aiii, PLAS, PLAS, au duele

Las nalgadas son sobre el pantalón pero me pega fuerte, duele.

Adrián: Lo siento papá, no me castigues más, porfa.

Carlos: Vaya, veo que ya has cambiado el tono, ¿no podías hacerlo antes de estallar? Levántate y bájate los pantalones.

Adrián: No, por favor, no lo haré más.

Mi padre me levanta, me baja los pantalones y me vuelve a tumbar. Pero no me sigue pegando, ahora me acaricia la espalda.

Carlos: Adrián, dime por qué te voy a castigar.

Adrián: Estás enfadado.

Carlos: No lo estoy, pero tenía que cortar el berrinche. Y no puedo dejarte pasar lo que has dicho, ¿no te parece?

Adrián: Lo siento, os he faltado al respeto a ti y a Natalia, ¿me perdonas?

Carlos: Claro que te perdono, pero no quiero que vuelvas a hacerlo. Serán 25 nalgadas, las diez últimas sin bóxer.

Asiento con la cabeza. Deja de acariciarme y me sujeta.

PLAS, PLAS, ai, PLAS, PLAS, au, PLAS, au, PLAS, PLAS, papá, PLAS, lo siento, PLAS, no más, PLAS, PLAS, au, PLAS, PLAS, ai, para, PLAS, snif, PLAS, ai, snif.

Para y me baja el bóxer, las lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas.

PLAS, au, PLAS, PLAS, snif, PLAS, PLAS, ai, buaaa, PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, PLAS, buaaa, PLAS, buaaa.

Mi padre me sube el bóxer, me ayuda a levantarme y me abraza. Me habla suavemente mientras me acaricia la espalda.

Carlos: Shh, ya está cariño, ya pasó, shh. ¿Ahora podemos hablar sin que me faltes al respeto o me insultes?

Adrián: Snif, sí papá, snif, lo siento.

Carlos: ¿Todo este mal humor es porque no has podido salir? ¿O hay algo más?

Adrián: Me enfadé porque quería ir al parque fluvial y me dijiste que no.

Carlos: ¿Y te dura el enfado desde ayer?

Adrián: Y que organices una cena para decirle al tío que sales con Natalia lo hace más real.

Carlos: Si te sentías incómodo con la cena me lo podías haber dicho, te lo consulté a ti antes de invitarlos.

Adrián: Cuando me lo dijiste me pareció bien, pero ayer Natalia se quedó cuando tú llegaste, y antes se marchaba. No es que no quiera que esté aquí más tiempo pero ayer me enfadé porque fue ella quien vino a decirme que bajara a cenar, y yo estaba enfadado contigo y ella se puso de tu parte.

Carlos: Cariño, puedes contarme lo que te pasa, voy a escucharte e intentar que te sientas cómodo, pero no puedes reaccionar como lo hiciste, ya ves cómo acaba. ¿Estás mejor ahora?

Asiento con la cabeza. Me sigue acariciando la espalda y me besa. Se oye el timbre, mi padre me separa.

Carlos: Han llegado. Límpiate la cara y baja, ¿vale?

Adrián: Sí papá.

Mi padre sale de la habitación. Hago lo que me pide y voy a la entrada, saludo a todos y pasamos al salón. Nos sentamos en los sofás y mi padre empieza a hablar con mis tíos. Natalia entra, saluda y se sienta a su lado, me parece que está bastante nerviosa.

Carlos: Tengo una noticia que daros.

Todos se lo quedan mirando. Mi padre mira a Natalia, le sonríe y le coge la mano.

Carlos: Natalia y yo estamos juntos desde hace dos semanas.

Luís: Wow hermano. ¡Qué callado lo tenías! Me alegro mucho, ¡felicidades!

Mis primos se los quedan mirando a ellos y a mí, supongo que no saben muy bien qué decir o hacer. Mi tío se levanta, sonríe a mi padre y le da un puñetazo amistoso en el hombro, después abraza a Natalia y le da la bienvenida a la familia. Mi tía también los felicita y les da un abrazo a cada uno, después se acerca a mí y también me abraza.

Alicia: ¿Estás bien cielo?

Adrián: Sí tía, gracias.

Seguimos charlando en el salón. Nos cuentan que ya formalizaron la venta de la casa de París y terminaron de empacar las cosas que les quedaban, una empresa de mudanzas acabará de traerlas esta semana por lo que definitivamente acabarán con el traslado. Yo hablo con mis primos, Víctor me pregunta cómo estoy. Le explico que aunque se me hace raro en realidad veo que mi padre es feliz y eso me agrada. También le cuento que el domingo pasamos un día agradable con la salida a la playa, supongo que me acostumbraré a que sean pareja.

Más tarde entra María y nos dice que la comida está servida. Pasamos al comedor, comemos y seguimos hablando. Veo que Natalia al principio está bastante nerviosa y cortada pero poco a poco se va relajando y participa en la conversación. Aunque ya se conocía con mis tíos y primos es la primera vez que come con todos nosotros.

Cuando se van, mi padre se despide de Natalia con un beso y después él y yo nos sentamos en un sofá del salón y vemos un rato la tele mientras me hace mimos.

 

 

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