Unas semanas después, en la costa Oaxaqueña
Alex POV
—¿Te vas a comportar hoy, verdad hijo? — me dijo mi
padre. Yo acababa de entrar a la cocina del Airbnb, todavía en mi delgado short
de pijama color azul claro, y sin camiseta.
Simplemente lo ignoré y me senté en la mesa de la
cocina. A mis 12 años odiaba cada vez más a mi padre, o por lo menos la mayoría
del tiempo, especialmente cuando estábamos con el pastor y los otros Elegidos,
pues la opresión de mi padre aumentaba muchísimo bajo la presión de cuidar su
reputación.
—Lo tomaré como un sí, de lo que contrario ya sabes.—Dijo
mi padre, señalando una vara recién cortada que había colocado en un vaso con
agua, "para que no perdiera eficacia al secarse"—Su comentario hizo
qué se me apretara el estómago de coraje. Odiaba demasiado qué lo primero que
hacía mi padre al llegar a un lugar era preparar una vara.
Mi padre colocó un plato de huevo revuelto con chorizo
y, a pesar del mal humor, no pude resistirme al delicioso olor y comencé a
comer, acompañado de unas tortillas de harina. Mi padre sirvió jugo de naranja
de bote y se sentó frente a mí, a comer en silencio.
Yo sentía cómo me observaba, pero trataba de evitar su
mirada, últimamente las cosas entre mi padre y yo no estaban yendo bien, y cada
vez que peleábamos o me regañaba y castigaba sentía que se rompía algo entre
nosotros.
—Vístete qué vamos a ir con el hermano Pedro y el
pastor. —La noticia mejoró mi humor, porque Pablo, el hijo del señor Pedro, me
caía bien desde que lo había conocido en alguna de sus visitas la iglesia en la
Ciudad de México.
Me dirigí al cuarto y abrí la mochila qué había
preparado mi madre. Primero saqué un pants, pero luego me decidí por un jeans,
para que mi padre no me regañara por ir "informal" con el pastor.
Complete la elección con una playera polo verde claro que sorprendermente se
había mantenido planchada, y un bóxer negro de tela elástica. Recientemente mis
padres me habían empezado a comprar bóxers, aunque todavía no me acostumbraba a
usarlos con todo tipo de ropa, para los shorts que traía puestos prefería los
calzoncillos, pero con los jeans si me acomodaban los bóxers.
Después de vestirme, me senté a leer con mi Kindle un
rato en el sofa, en lo que mi padre se alistaba. Yo amaba leer, pero mis papás
solo me compraban libros cristianos, los cuales eran aburridísimos, pero había
logrado que mi primo me prestara su cuenta de Kindle, y con eso leía otras
novelas. Ahora mismo estaba picado con la saga de los Juegos del Hambre.
—Vámonos—mi padre me sacó del mundo de Suzanne
Collins, en el que estaba sumergido, y me trajo al estado de Oaxaca en México.
Yo lo seguí y entré al asiento del copiloto del reluciente Tesla Model Y. Luego
luego bajé la ventana, pues no soportaba ese intenso olor característico de los
autos nuevos a plástico.
—Ten cuidado, no vayas a ensuciar el auto del pastor
Enrique — me dijo amenazante, a lo que yo simplemente asentí con la cabeza,
pues me chocaba cómo se ponía con eso de "El pastor Enrique".
Cuando llegamos a casa del Sr. Pedro, estaba él con
sus hijos en el patio esperándonos, así como el pastor y su familia, otro chavo
que no identificaba y una familia de extranjeros, qué según lo que me había
contado mi padre, eran los que habían pagado el auto. Pablo luego luego se
acercó corriendo y, sin cruzar una sola palabra, pues nos entendíamos a la
perfección, lo seguí hacia la casa. Aunque cuando me estaba alejando, mi padre
alzó la voz indicándome qué fuéramos amables con Taylor, el hijo de los
canadienses, y que lo incluyeramos en nuestros juegos. Yo asentí para librarme
de otro discurso, pero obviamente no tenía planes de incluirlo en lo absoluto.
Después de estar un rato con Pablo en su cuarto
jugando con pistolas Nerf, bajamos a la mesa de ping pong del patio. Era casi
imposible ganarle a Pablo, pero aun así nos entretuvimos un rato, hasta que
Taylor se acercó y comenzó a insistir qué lo dejáramos jugar, y después de
insistir infructuosamente un rato, se fue a lloriquear con los adultos. Después
de lo cuál, mi padre salió a regañarnos y a exigir que lo dejáramos jugar.
En ese punto, Pablo le prestó una raqueta y yo comenzé
a jugar con él, ganándole cada saque y respuesta, pero él no se cansaba y
quería seguir jugando, así qué, ya harto de él, decidí responder de manera
estratégica para que la pelota le golpeara la cara, y, en el próximo saque,
disparé la pelota hacia arriba, pegándole en la mejilla derecha. El escuincle
inmediatamente se soltó a chillar, lo que atrajó la atención de los adultos.
Mi padre se acercó molesto, y me arrebató la raqueta
de ping pong, Para inmediatamente soltarme dos azotes en las pompas cubiertas
por mi jeans.
PLAS PLAS
Con excepción de los extranjeros, nadie le prestó
mucha atención, aunque el niño canadiense, del impacto, dejo de llorar un
momento, para comenzar a llorar aun más fuerte.
En ese momento, y sin poder controlarlo, como me
pasaba cada vez más seguido, me invadió una rabia y coraje enorme contra mi
padre, y, furioso, le dije en voz alta para que escucharan todos
—No me dolió— realmente no sé porque lo hize, pero no
pude evitarlo, y obviamente eso causó una conmoción enorme en los adultos,
especialmente en mi padre, qué enrojecio furioso y comenzó a arrastrarme hacia
la casa.
Daniel POV
El día había transcurrido con calma, y el pastor
estaba particularmente de buen humor, como cualquiera con un vehículo nuevo de
regalo con valor de 2 millones de pesos lo estaría.
El hermano de los elegidos qué había traído el Tesla
desde la ciudad había venido con su hijo, un chamaco de unos doce años qué me
había parecido inquieto pero no malportado. Sin embargo, el incidente qué
acababa de presenciar me dejó boquiabierto, pues no había visto ese grado de
rebeldía y desafío a la autoridad entre los elegidos.
—No me dolió— había exclamando molesto y desafiante el
chamaco, después de haber recibido dos nalgadas con la paleta de ping—pong. No
había sido un castigo en toda forma, sino más bien una advertencia, pero
después de esa actitud, su padre enfureció y lo jalo hacia la casa,
prácticamente arrastrándolo.
—Hermano, tienes una vara qué me prestes—le dijo al
hermano Pedro, pero el pastor, buscando reducir el trauma de sus nuevos
feligreses, intervino
—Daniel, llévalos a tu cuarto y prestales una vara por
favor.
Yo inmediatamente asentí y los guíe hacia la planta
alta de la casa, mirando con curiosidad al niño siendo jalado por su parte del
brazo, el cuál no se estaba resistiendo, pero tampoco se disculpaba ni lloraba,
como era usual qué reaccionarán los niños de los elegidos antes de un castigo.
Al entrar a mi cuarto busqué la vara de John (el
pequeño hijo del pastor con quien compartía cuarto), la cuál cortaba su padre
todos los días. Se la entregué al padre de Alex y salí del cuarto cerrando la
puerta tras de mí. Sin embargo, cuando ya me iba a alejar, alcance a escuchar
parte de la conversación.
—Discúlpate ahora mismo. —Tronó su padre
—No me voy a disculpar. Además, ¿no se supone que no
debemos decir mentiras?— respondió el niño con una voz un poco más aguda de lo
normal.
Yo me quedé helado con lo que oía. El valor de este
niño para enfrentar a su padre, aun a pesar de las inevitables consecuencias
qué eso conllevaría, hizo qué me hirviera la sangre y se despertara en mi un
coraje hacia los elegidos qué no había sentido en mucho tiempo. Y volví a
comprender plenamente lo injusto e inapropiado de sus métodos, algo que había
comenzado a normalizar al convivir con y formar parte de manera cotidiana.
—Pues como no entiendes. No te lo voy a repetir,
bájate los pantalones. —Dijo su padre con voz cada vez más molesta. Y después
de unos minutos —bueno si no es por las buenas será por las malas. —Después de
lo cuál se escuchó un forcejeo, incluyendo alguno quejidos del niño y varios
regaños de su padre. Lo cuál fue seguido por el sonido de la vara impactando la
piel desnuda en varias ocasiones, y las exclamaciones de dolor del pobre niño
después de algunos varazos. Ya cuando él se estaba quejando audiblemente y
había recibido como unos 10 o 15 azotes, se detuvieron los golpes un momento, y
todo lo que se podía escuchar era la respiración pesada y los hipidos.
—Ahora sí discúlpate.
—No. —se escuchó su voz entrecortada, apenas
audiblemente
—Qué dijiste? —Tronó su padre
—No me voy a disculpar porque no hice nada malo
—Qué necio eres, pues ya verás, cómo dicen las
enseñanzas de la iglesia, con la vara se te va a quitar la necedad.
Swish swish swish — Auch
Por favor para, papá, para
Se esucharon de nuevo los varazos, y las exclamaciones
de dolor, esta vez con mayor intensidad.
Swish swish
Y de pronto silencio
—¿Cómo te atreves?, ahora verás.
En ese momento se abrió la puerta y me sobresalté al
ver salir al padre de Alex, sin embargo, el en vez de molestarse por verme ahí
espiando, me aventó los pedazos de la vara qué quedaban
—¿Puedes traerme otra? Mi hijo rompió la vara y
claramente no ha aprendido su lección.
Yo, un poco en shock, asentí, y, tomando los pedazos
de la vara rota, abandoné la escena, en la cuál Alex ya lloraba audiblemente.
Cuando iba saliendo hacia el patio trasero, el pastor
abandonó la mesa de los adultos, y se unió a mi para preguntarme que había
pasado.
—Alex rompió la vara y su padre me mandó a cortar una
nueva.
—OK, yo voy a hablar con el hermano, alcánzame en tu
habitación cuando termines de preparar la vara. —Me indicó y yo asentí.
Cuando subí a mi cuarto los vi hablando afuera de la
habitación, yo extendí mi mano para entregarle la vara, pero el pastor Enrique
me detuvo.
—Le estaba contando al hermano que tu eres el pastor
juvenil y que coordinas la disciplina de los niños en la iglesia, y que has
hecho un gran trabajo, por lo que creo que eres el más indicado para lidiar con
Alex, ya que no solo lo puedes corregir con firmeza, sino lo puedes discipular
e instruir en el camino de los elegidos con amor.
Yo no sabía que decir, con tantos sentimientos que se
me venían encima, y solo me quedé callado.
—Puedo ver tu preocupación por Alex en este momento.
Por favor, Daniel, hazlo por el bien de su alma, dijo abriendo la puerta, y
empujandome levemente hacia adentro.
Alex POV
Yo estaba hincado en el suelo, llorando y lleno de
miedo y de rabia, odiaba mi vida y odiaba a mi padre. Ya sabía que romper la vara
solo me traería más problemas, pero me daba tal vergüenza e impotencia el dolor
de la vara, qué en mi desesperación no podía evitar intentar terminar con ello
a toda costa. Y ahora estaba aquí, esperando un castigo peor y a mi padre aun
más molesto. Escuché la puerta abrirse, y sentí la adrenalina subir por mi
cuerpo.
Pero me sorprendió que no entró mi padre, sino el
chavo que había visto antes, aunque ahora recordaba que era el hijo adolescente
de una familia de riquillos que se habían unido a la iglesia de la ciudad hace
unos cuantos meses. Luego vi la vara en su mano y automáticamente mi mente y mi
cuerpo entraron en modo defensivo y listos para luchar, aunque tenía todas las
de perder, no iba a darme por vencido qué un desconocido me golpeara. En ese
momento caí en la cuenta de que estaba desnudo de la cintura para abajo, y
traté de subirme el jeans, aunque se me enredó con los boxers y al final
terminé con el pantalón medio puesto y mi ropa interior hecha un rollo dentro
de este. Pero el chavo no se me acercó ni comenzó a golpearme, sólo se quedó
ahí pasmado observándome y por unos minutos no dijo nada, y luego, después de
rascarse los ojos, aunque probablemente de comezón y no de llanto, rompió el
silencio.
—Alex, verdad? —dijo extendiendo la mano como en un
saludo—no se si me recuerdes, soy Daniel, de la iglesia de la Ciudad, nos
unimos hace unos meses.
Yo asentí, pero no le daría la mano a mi verdugo, si
creía que tratándome bien iba a ceder, estaba muy equivocado, pues ya conocía
esa treta.
—Veo que no dejas de ver esto. —dijo sonriendo
ligeramente, el maldito sádico —Ahora soy el pastor de niños y jóvenes, y el
pastor Enrique me pidió que te disciplinara.
Pero entonces hizo algo que me sorprendió totalmente,
agarró la vara y la partió en pedazitos, y después entró al baño y la tiró en
la taza, bajándole para que se fueran los pedazos.
—Qué bien se siente, no?—Dijo mientras yo lo observaba
mudo —Ahora, si me lo permites, vamos a platicar.
Yo me acerqué cautelosamente a la cama donde él se
había sentado y me hacia señas qué hiciera lo mismo a su lado.
—Cuéntame, ¿qué pasó?
—No sé. Yo... Obviamente no quería jugar con el
escuincle gringo, pero ni si quiera le pegué tan fuerte.
—Pero por eso tu papá tampoco te pegó tan duro, ¿o sí?
¿Por qué le dijiste que no te había dolido? ¿No pensaste que lo ibas a
provocar?
—Yo... No sé, creo que sí, pero, es que... —me solté a
llorar incontrolablemente —no lo puedo controlar. Lo odio tanto, odio que me
pegue, y más en frente de los demás.
En ese momento sentí como me abrazaba, y al principio
me tensé, pero luego dejé qué me confortara.
—Sh, tranquilo, campeón, tranquilo.
—Y de verdad, no sé por qué lo hago,..si ya se que va
a acabar peor,.. pero cada vez que mi papá me quiere castigar, acabamos en una
gran pelea,... una qué sé que no puedo ganar, pero aun así no puedo evitarlo.
Dije entre hipidos y sorbos. El me pasó un kleenex y me soné.
—Yo sé qué es horrible, yo sé que es injusto, pero
trata de evitar provocaciones, y, por tu propio bien, cuando te vayan a
castigar, no te resistas necesariamente. Hay mejores formas de pelear.
— ¿De verdad? SNIF SNIF
—De verdad, estoy convencido de eso, ya vendrá el
momento. Y esto no dura toda la vida.
—A veces siento que odio mi vida, que me gustaría
estar muerto.
—Lo sé, pero no, la vida va a ser mejor, te lo
aseguro. O dime una cosa, ¿no te gustaría un día tener un hijo y dejarlo disfrutar
la vida, verlo crecer sin miedo a los golpes y disfrutando con sus amigos y
compañeros?. Y además, cuando seas grande vas a tener dinero para hacer muchas
cosas que quieras, y lo mejor, no vas a tener que pedir permiso.
—Ya quiero ser adulto. —le dije convencido
—Jaja, me imagino, campeón, pero también puedes
disfrutar ahorita, con Pablo y tus otros amigos, o no te gusta estar con ellos?
—Sí. Claro, pero no me gusta que me castiguen
—Pues entonces pórtate bien. Se que no siempre se
puede, pero incluso cuando te ganes un castigo, se estratégico, no provoques a
tu rival. Y quiero que sepas que siempre cuentas conmigo, si algún día tienes
mucho miedo pídele a tu padre que me llame. Mi trabajo es protegerlos.
—Gracias Daniel —le dije y no pude resistir darle un
abrazo.
—Está bien, está bien, pero ahora arregla ese pantalón
y lávate la vara y prométeme que esté será nuestro secreto, y que nadie se
enterará de lo que platicamos y de que no te castigue. De lo contrario ahí sí
te daré una paliza qué ni te imaginas.
—Lo prometo—le dije.
Me iba a arreglar el pantalón, y por un momento me dio
vergüenza, pero de todas formas me hubiera castigado sin ropa, así que decidí
que no me importaba. Me bajé el pantalón para arreglarlo y desenredar mi ropa
interior.
PLAS
—Ouch—grité, dando un brinco, pues la nalgada me tomó
completamente por sorpresa
—¿por qué fue eso?
—¿En serio te vas a quejar? ¿Después de lo que te
libré? Es para que no mientas cuando te pregunten si te corregí. —Me dijo
riéndose, y yo no pude evitar reimre también, aunque sobándome.
Cuando salimos del cuarto me preguntó —¿Tienes algo
electrónico puesto o en las bolsas? —Yo negué, pues no recordaba nada, aunque
no entendía, pero Daniel me agarró sorprsivamente y me cargó hasta el patio, y
cuando me di cuenta porque, era demasiado tarde, caí con todo y jeans y tenis a
la alberca, pero alcancé a jalarlo, y
él se fue conmigo. No pude evitar reír a carcajadas,
en el agua, con la ropa empapada, al ver a Daniel caer de cabeza en la alberca
con jeans y tenis también.
Dios, ¡simplemente amo a Alex! No tiene miedo como los demás, tiene un espíritu fuerte, no dejará que esos bastardos lo dobleguen.
ResponderBorrarTambién me encantó cómo Daniel describió su situación a Alex, llamando "rivales" a quienes abusan de él. De hecho, eso es lo que son. Espero que pronto puedan ganar esta guerra y escapar de este infierno.