Capítulo 2
“...Espero que estés muy
consciente que esta ocasión es muy distinta a las visitas anteriores.” Daniel
se negaba a responder, ni siquiera él sabía cómo explicarlo sin hacerse sonar a
sí mismo como un idiota. “Si vamos a vivir juntos, vamos a tener reglas muy
claras. Tu mamá y yo somos más distintos que el agua y el aceite…”
“Y a la vez tan parecidos,” no
pudo evitar añadir el crío.
-¿Quieres que te de un manazo en
la boca o qué?-
-Esque el que necesita un manazo
pero tipo zape eres tú, porque claramente tus palabras no cuadran con la
situación. Yo no voy a ‘vivir’ con nadie, menos contigo, yo voy a estar en L.A.
por unos días, quizás una semana o a lo mucho dos, y después mis tías van a
venir por mí o mandarme un boleto directo a New York.-
Y esque Daniel quisiera
creérselo, la simple idea sonaba como la opción perfecta… desgraciadamente
tanto Malú como Marcela le habían dejado claro que la situación era distinta.
Según ellas el niño ese era la alegría de sus vidas y amaban verlo crecer, pero
la compañía estaba creciendo también y no podían darle al chico la misma
atención que siempre le habían dado y pensaban que él necesitaba…
¿Aparentemente de algún modo eso quería decir que Daniel sí tenía tiempo y/o
ganas?
-A ver, ¿qué parte de ‘ellas ya
no pueden’ no estás entendiendo? Tus tías tienen muchas cosas que hacer y no
pueden mantenerse al día con todos tus chistecitos. Estás prácticamente
exiliado a California.-
-Pues no es la primera vez que
dicen algo así.-
-Pues ahora sí te lo cumplieron,
suertudo.- Daniel sabía que no debía rebajarse a ponerse sarcástico con un
prepuberto, pero en serio, ese niño provocaba algo en él que le daban
ñañaras.
-Pues no lo creo, y yo que tú,
mejor me ahorraba el sermón porque como quiera ni siquiera planeo quedarme el
tiempo suficiente como para entrar a una escuela.-
-Es que nadie te está
preguntando Daniel, ¿no me estás oyendo o qué?- Ya estaba inscrito y
todo.
-Pues sí estaba, pero como que
ya terminé.- El chico en cuestión dio por finalizada la plática y comenzó a
sacar sus audífonos del bolsillo de su pantalón. Claro que sus tías no lo iban
a dejar abandonado con ese imbécil, y menos con las fiestas navideñas a la
vuelta de la esquina.
-Y me parece perfecto. No voy a
andar discutiendo decisiones de adultos con un mocoso arrogante.- Daniel trató
de no mostrar lo mucho que la actitud le molestaba y comenzó a sacar su tablet
también. Si el chiquillo estaba en ese plan, él podía hacer exactamente lo
mismo.
-Pues a mí me parece perfecto
también.-
-Bien.-
-Bien.-
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-No estaba nada bien. Mientras
más tiempo pasaba, más se convencía Daniel que en efecto la situación era
completamente opuesta. Nada estaba bien, y al contrario, todo iba empeorando
cada minuto. Habían pasado ya casi 6 meses y cada día sin falta había algún
tipo de fastidio…
Todas las mañanas llegaba tarde
a la oficina porque todos los días el mocoso ese se levantaba a la hora que le
daba la gana. Ninguno de los cereales de la tienda había sido de su agrado
tampoco y no era más que una perdedera de tiempo a diario intentar hacerle
desayunar. En serio que a veces Daniel pensaba que el punto de todo era hacerlo
empezar el día de malas. Y a lo mejor, porque al niño ese no parecía importarle
nada; su cuarto era un mugrero, todas las tardes se las pasaba en pijama y
metido en la casa jugando videojuegos, nunca hacía tarea y casi nunca iba
tampoco a la escuela, que por cierto era carísima… Hasta parecía que el chiste
era desperdiciar todo lo que se pudiera.
Para colmo de todo, ese niño era un completo hocicón. Cada que el mocoso abría
la boca, el resultado era el mismo: una discusión por demás exasperante. Daniel
no sabía por qué, pero simplemente no podía ignorarlo… era como si ese niño
supiera exactamente qué decir y cómo decirlo para hacerle perder la
paciencia.
Como resultado y para evitar soltarle una bofetada (aunque sería muy bien
merecida) al chiquillo ese, Daniel estaba haciendo lo posible para sacarle la
vuelta y estar en la casa el menor tiempo posible.
No es que fuera lo ideal, por
supuesto que Daniel quisiera poder llegar a su casa sin tener que preocuparse
de si el niño todavía estaría despierto o no, y pues no es tampoco que siempre
pudiera evitarlo. Y de hecho justo en ese momento eso estaba pasando, no había
podido encontrar ninguna excusa para quedarse más tiempo en la oficina e
incluso necesitaba unos papeles que había guardado en su estudio en la
casa…
El hombre tomó un respiro mientras giraba la llave de la puerta principal y se
disponía a enfrentar cualquier tipo de situación que seguramente el chiquillo
le tenía esperando.
Sin embargo y para su sorpresa, esa vez no había nada. Las luces estaban
apagadas, no había pantallas encendidas, no se escuchaba ruido, no apestaba a
comida chatarra…
Claro que eso era lo último que Daniel se pudo haber esperado, pero al mismo
tiempo no era tampoco de lo más preocupante… Era algo extraño, pero al mismo
tiempo eran ya casi las 11. Quién sabe, los milagros existían e igual y el
chiquillo se había cansado ese día o algo así e ido a la cama temprano. De
cualquier modo, Daniel no se iba a quejar; más bien se preparó un sándwich
rápido, tomó su computadora y se metió a su recámara para seguir
trabajando.
Todo iba sospechosamente bien hasta alrededor de las 3 de la mañana cuando un
alma imprudente decidió llamarle al celular. Mientras que la hora era
obviamente inapropiada, por lo mismo pudiera tratarse de una emergencia, así
que Daniel gruñó por lo bajo y tomó el teléfono de todos modos.
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-¿Puedo conectar mi teléfono?-
-¡Cállate!- Daniel golpeó el volante con tanto autocontrol como le fue posible.
-Cállate. No te quiero ni escuchar.- Daniel estaba más que estupefacto con el
cinismo de esa criatura, y es que era simplemente inconcebible… no venían de
regreso de la escuela, venían de regreso de la estación de policía. Para
empezar, el simple hecho de haber tenido que pisar ese lugar hacía que el
hombre sintiera ganas de vomitar, y como si eso fuera poco, ni siquiera había
sido culpa suya en esa ocasión.
Resulta que al mocoso se le había hecho muy fácil estarse saliendo por la
ventana en las tardes y hacerse amigo de un montón de vagos que aparte
disfrutaban de grafitear la ciudad en sus momentos de ocio. Como si eso no
fuera lo suficientemente estúpido, esos momentos de ocio resultaban ser casi a
las 2 de la madrugada.
Como cualquier persona con cerebro se hubiera imaginado, más temprano que tarde
una patrulla había agarrado a ese montón de delincuentes, incluido ahora su
hijo.
-Ay tampoco es para tanto. No exageres.-
-¡¿Quieres callarte el hocico de
una buena vez?! No solo tuve que ir a la estación de policía, sino que ahora me
van a estar vigilando por tu culpa. ¿Tú sabes lo que es tener a CPS encima o
tienes la menor idea de lo que significa? No, ¿verdad? Significa que ahora vas
a tener que ir a la escuela todos los malditos días y estar en cada una de las
malditas clases si es que te quieres quedar a vivir conmigo.-
-Ay pues tampoco no inventes, no
es como que tenga muchas ganas.-
Daniel respiró hondo mientras se
estacionaba, y no necesariamente de la manera más delicada posible.
-Es que no entiendes porque
estás muy estúpido todavía, pero no es como que tengas muchas opciones, Daniel.
Es esto o Foster Care. Así que le puedes ir a dar las gracias a tus amigos esos
del skate park, porque gracias a sus estupideces y pendejadas ahora vas a tener
que hacer todas esas cosas que debiste haber hecho desde el principio.-
-Ay, ¿pues qué importa? Total,
si no puedo quedarme aquí viviendo, me regreso con mis tías y ya.-
-¿Cómo que ‘qué importa’? ¿No
entiendes que me pueden abrir una investigación?-
-Pues eso a mí me da igual.-
Danny soltó, empezando a caminar hacia el cuarto.
Y Daniel no sabía exactamente
qué era, porque el chiquillo en sí no se parecía a Patricia, se parecía más a
él, pero el cinismo era más de ella… A fin de cuentas, no importaba de dónde
venía esa actitud, sino que no la soportaba.
Sin poder contenerse ni un
minuto más, Daniel se estiró y le soltó un manazo tan fuerte como pudo. Ahora,
no es precisamente que hubiera tenido planeado hacer eso pero es que esa
actitud le hacía perder los estribos.
Hubo un tenso minuto de silencio
en el que tanto él como el niño estaban se miraron el uno al otro con la mayor
incredulidad posible, pero desgraciadamente tan solo duró eso, a lo mucho un
minuto antes de que el crío explotara.
-¡Óyeme, ¿qué te pasa?! ¡Tú no
me puedes pegar!- Pero el tono era más de incredulidad e indignación que de
seguridad, y vaya que simplemente el notar la vacilación en su tono le daba a
Daniel toda la confianza que necesitaba para al menos aparentar que sabía lo
que hacía.
-Ah, ¿no? Pues parece que sí,
mira.- Lo volvió a hacer.
-¡Ya basta!- El niño de hecho se movió para quedar fuera de alcance.- ¡No, no
puedes!- ¡O al menos no debería! ¡Ningún adulto antes le había puesto un dedo
encima!
-Pues ya lo hice… ¿Y sabes qué? Es perfectamente legal en el estado de
California. Lo que no es para nada legal es andar grafiteando las calles como
criminal.-
El chiquillo sin embargo estaba
tan furioso que aparentemente no estaba pensando claro.
-Apenas uno para reconocer a
otro.- escupió con la más pedante y desafiante actitud posible.
Ese fue el único incentivo que
Daniel necesitó para cortar la distancia entre los dos, agarrarle el brazo con
fuerza y soltarle una pesada sarta de palmadas, porque hasta ese momento eso
era lo único que aparentemente tenía efecto en ese niño.
-Dame el teléfono pero ya.-
Daniel estaba algo envalentonado, pero al parecer eso resultaba útil, porque el
mocoso lo estaba mirando con una furia indescriptible… pero metió la mano al
bolsillo y le pasó el celular.- Ahora te largas a tu cuarto y te quedas ahí
hasta que yo vaya a sacarte mañana.-
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