CAPÍTULO 44: VUELTA A CASA
-
ZACH’S POV –
Cuando papá decía “Zachary” nunca pasaba nada bueno. Estuve tentado de
fingir que no le había oído, pero eso seguramente hubiera empeorado las cosas,
así que me armé de valor y subí a ver qué quería.
Le encontré en mi cuarto, con el ceño fruncido y con el cojín de
alfileres en la mano. Inmediatamente retrocedí hasta la puerta, como si estar
en el pasillo me fuera a proteger.
-
Yo… eso
no era para ti, papi.
-
No, era
para la niñera ¿verdad? – inquirió. Se le veía bastante molesto. Harry estaba a
su lado y parecía preocupado, aunque al mismo tiempo sus ojos chispeaban con
diversión.
-
Sí… Pero
me arrepentí y lo quité de la silla del comedor…. – me defendí.
-
¿Por qué
lo pusiste en primer lugar? ¿En qué cabeza cabe? ¡Contrato a una persona para
que cuide de vosotros y tú quieres que se lastime para reírte a su costa!
-
Eso no
hace daño de verdad…. Solo pincha un poco… Duele al sentarse, nada más….
-
¿De
veras? – susurró, en un tono peligroso, y se acercó a mí con una expresión que
no me gustó nada.
-
¿Qué…qué
vas a hacer? – pregunté, aunque me pareció una pregunta estúpida. Antes de que
pudiera reaccionar, me agarró del brazo. – No, papá, no fue para tanto…. Porfa…
-
No te
preocupes, Zach. Esto no hace daño de verdad. Sólo pica un poco. Duele al
sentarse, nada más. – respondió, con bastante ironía.
Debía de estar muy enfadado para hablarme así. Normalmente era más
dulce antes de castigarme, pero supuse que se debía de haber pinchado con el
cojín, y que era normal que no estuviera de humor.
Aunque el instinto me decía que me alejara de él, un instinto aún más
fuerte me obligó a abrazarle, para ver
hasta qué punto estaba enfadado conmigo. Así comprobé que su mal genio
no era del todo por mi causa, porque me devolvió el abrazo, y suspiró.
-
No te
enfades… - le pedí – Solo era una bromita. ¿Es que nunca fuiste niño? – le
increpé.
Papá me separó un poco y me miró alzando una ceja, pero yo vi una
sonrisa por más que tratara de ocultarla.
-
Niño sí.
Niño terrorista como tú, no sé yo… - replicó, sonando más cariñoso que molesto.
Me restregué un poco contra él, en parte porque estaba mimoso y en
parte porque sabía que no se podía enfadar conmigo cuando me ponía en ese plan.
-
¿Cómo se
te ocurren esas cosas, mm?
-
Era mi
forma de protestar porque nos dejaras con una extraña.
-
No me
puedo dividir, campeón. Con tu hermano ingresado voy a pasar mucho tiempo en el
hospital, y alguien tiene que quedarse con vosotros.
-
Si es
Olivia no importa. Ella es… simpática.
-
Entre
otras cosas ¿no? – respondió papá, y rodó los ojos. – No quiero que vuelvas a
planear travesuras de estas ¿eh? La gente que venga como invitada o como
empleada a esta casa no se merece que les trates así.
-
No lo
haré más, papi. – usé mi mejor tono de “Kurt arrepentido”.
-
Mocoso
manipulador…. Largo de aquí antes de que te dé un escarmiento – me dijo, y sin
embargo no me soltó, dejando claro que en verdad no iba a dejar que me
fuera. Me dio otro abrazo, me besó en la
cabeza y luego me dio una palmada.
PLAS
-
¡Au! ¡Eso
fue a traición!
-
Ah, yo
también me pinché a traición. ¿Te parece bonito agujerear a tu padre?
-
¿Te
hiciste daño? – pregunté, algo preocupado. Eso no fue fingido, y papá se dio
cuenta, porque me sonrió.
-
Nah.
-
Sí se lo
hizo – intervino Harry – Tenías que haber visto cómo saltó. ¡Qué pena no
haberlo grabado!
-
Ja, ja.
Qué gracioso, Harry. Cuidadito no se me escape la mano. – advirtió, más en
broma que en serio.
-
¡Yo soy
inocente!
-
Desconoces
el significado de esa palabra – respondió papá, y le atrapó para hacerle cosquillas.
Antes de poder darme cuenta, me estaba persiguiendo a mí también. En
ese momento fui realmente consciente de cuánto le había echado de menos, aunque
solo hubiese estado fuera unas horas.
-
AIDAN´S POV –
Mientras jugaba con los gemelos –de alguna forma, no sé cómo, me vi
envuelto en una pelea de almohadas- me di cuenta de que había estado a punto de
hacer un mundo de una tontería, castigando a Zach por una travesura que no es
que estuviera bien, pero que no fue nada serio. Eso me hizo llegar a la
conclusión de que debía controlar mi mal humor, y me llevó a pensar de nuevo en
Alejandro, y en cómo había solucionado las cosas con él. Le había golpeado en
la cara….
Está bien, “golpear” no es la palabra adecuada. Jamás le haría daño.
Pero había muchas formas de hacer daño a una persona. Recordé su mirada herida,
como si aquello fuera algo que no se había esperado de mí. Y después de eso le
seguí castigando, inflexible, enfadado por las circunstancias y tal vez
pagándolo con él. Me había hablado mal, es cierto, pero normalmente no me ponía
así por esas cosas y además en aquella ocasión él estaba frustrado por lo que
le había pasado antes y aquello de alguna forma explicaba su acceso de ira. Su
excusa era que tenía quince años. ¿Cuál era la mía?
Lo cierto es que él se había enfadado y yo necesitaba arreglar las
cosas. Quería a ese mocoso malhablado con toda mi alma y no soportaba estar de
malas con él.
Pensé que la conversación con Michael podía esperar, horrorizado además
porque me di cuenta de que esos días sólo volvía a casa para regañarles. Me
sentí una mala persona, y me sentí peor al atrapar a Harry, que corría almohada
en mano persiguiendo a Zach, que se escondía detrás de mí. Me gustaba verles
reír, pero…
-
Fin del
juego, ¿bueno? Tengo que ir a hablar con vuestros hermanos.
-
¿Y luego
te irás? – preguntó Zach, con los ojos tristes.
-
Tengo que
hacerlo, campeón….tu hermano….
-
Él no va
a volver a casa ¿verdad papá? – preguntó Harry, tirando la almohada sobre la
cama.
-
¿Por qué
dices eso? ¡Claro que va a volver!
- Pero no pronto. Hay algo que no nos estás contando. Estuve buscando
en internet. Lo que le pasó…. Se podía haber muerto.
Me estremecí. Pensar en un mundo en el que Ted hubiese muerto era
demasiado doloroso.
-
Los
médicos le atendieron a tiempo. Pero está débil, y tiene que hacer
rehabilitación – decidí ser sincero, ya que la falta de información podía hacer
que se hicieran una idea equivocada.
-
¿Rehabilitación?
Suspiré, me senté en la cama, y les indiqué con un gesto que se
sentaran a mi lado. Harry se sentó a mi izquierda y Zach a mi derecha. Les
conté lo que me habían dicho los médicos, y que Ted de momento no podía andar.
No tenía sentido ocultárselo, si además al día siguiente le iban a ver.
Harry me apretó muy fuerte el brazo y Zach me dedicó una mirada húmeda.
-
¿Se
pondrá bien?
-
Claro que
sí, Zach. Tu hermano es fuerte, y los médicos creen que es solo temporal. Pero
tengo que estar con él. ¿Lo entiendes?
Zach asintió y se recostó contra mí. Acaricié a los dos a la vez
durante un rato, hasta que Zach se durmió. Le di un beso y le dejé sobre la
cama. Harry no estaba dormido, pero entendió que me iba, así que me abrazó y
dejó que lo besara.
Fui directo a hablar con Alejandro, sin saber aún lo que le iba a
decir. Estaba en su cuarto, tumbado, jugando con el móvil. Supuestamente le
había castigado sin él, pero no se lo había quitado y tal vez esa fuera su
forma de decirme lo que pensaba de mi castigo. Decidí ignorar eso, e ignoré
también el hecho de que no lo guardara o apartara la vista si quiera en cuanto
me vio.
-
¿Podemos
hablar? – pregunté, sentándome en una silla al lado de su cama.
-
No. – me gruñó, dándome la espalda.
-
Estás
enfadado, ¿eh? - dije, pero no esperaba
obtener respuesta - ¿Fui duro contigo?
No dijo nada, ni dio signos de haberme escuchado.
-
Sé que lo
fui. – proseguí - Sé que jamás debí pegarte como lo hice, y sé que de todas
formas te parezco un ogro exigente siempre que te castigo. Y no espero que eso
cambie, entiendo cómo te sientes, pero tienes que saber que a mí me gusta
incluso menos que a ti.
Alejandro soltó un bufido sarcástico, como poniendo en duda mis
palabras.
-
En serio,
Jandro. Vamos, campeón, tú sabes que te quiero. Sabes que no me gusta
regañarte. Es lo que más odio en el mundo.
-
Cualquiera
lo diría, si es prácticamente lo único que haces.
-
¡Ey! ¡Eso
no es cierto, jo! – protesté, y luego lo pensé un poco - ¿De verdad lo crees?
¿Crees que solo hablo contigo para regañarte?
-
Hablar.
Sí, ya, claro. Como si hicieras eso.
-
Vamos,
oye, no soy tan malo. – me defendí, y me hice un hueco a su lado a pesar de su
resistencia. Le apreté contra mí en un abrazo forzoso, y le di un beso – Hago
más cosas, Jandro. Te mimo cada vez que te dejas, y cuando no te dejas también,
como ahora.
Me gruñó, pero dejó de resistirse. Le acaricié el pelo, notando como
poco a poco se relajaba, olvidando el enfado y la rabia. Durante unos minutos
no dijimos nada, y dejé que mis caricias hablaran por mí, notando que eso
funcionaba y que Alejandro iba estando más tranquilo.
-
Tienes
razón – susurré tras unos minutos.
-
¿Qué?
Parecía realmente sorprendido, como si estuviese seguro de haber oído
mal.
-
Que
tienes razón. A veces me enfoco solo en lo malo, y olvido decirte las cosas
buenas. Pero que no lo diga no quiere decir que no lo vea. Prometo pasar más
tiempo divirtiéndome contigo y menos regañando si tú prometes intentar hablarme
mejor. ¿Trato hecho?
Alejandro parpadeó y luego asintió, despacio, como pensándolo
detenidamente.
-
¿Y ya no
estoy castigado? – probó.
-
No
tientes tu suerte, muchachito. –
repliqué, picándole un costado y aprovechando que se revolvió para cogerle el
móvil. Me puso un puchero enorme, como si le hubiera quitado una parte de él –
Lo cuidaré bien, no te preocupes.
Omití decirle que se lo devolvería al día siguiente. Dejaría que
pensara que seguía en pie lo de una semana sin salidas, sin ordenador y sin
móvil, y así a lo mejor tenía un poco de paz por unas horas. Sentía que había
sido duro de más, porque no solía castigarles dos veces por la misma cosa, y
eso es justo lo que había hecho, al darle dos tipos de castigo diferentes.
Probablemente Alejandro iba a seguir intentando que cambiara de
opinión, pero en ese momento vi pasar a Michael y decidí acabar ya con todos
los problemas de una sola vez.
-
¡Michael!
– le llamé. – Ven un momento, hijo. Tú y yo tenemos que hablar, me parece.
-
Ya me
quitaste el móvil ¿qué más quieres?
-
¿Ah, a ti
también? Bueno, me alegro. Te lo mereces por idiota – dijo Alejandro. Le di una
palmadita suave para que no le hablara así a su hermano.
-
Aich –
protestó, como si le hubiera dolido. Rodé los ojos y me levanté de su cama, para hablar más de
cerca con Michael.
-
¿Es
verdad que pegaste a tu hermano? Odio que me mientan a la cara, y además pensé
que había dejado claro el tema de lastimar a tus….
Me hubiera gustado seguir hablando, pero Michael se marchó a zancadas
rápidas, encerrándose en el primer cuarto que vio con un portazo. Eso me
encendió un poco, y abrí la puerta sin poderme creer que encima me viniera con
esa actitud.
-
¡Michael!
A mí no me cierras la puerta en las narices, ¿me escuchaste?
-
¡Y a mí
no me acusas de algo que no hice! – me gritó.
Faltó poco para que me empujara, pero se contuvo. Aunque su grito
debería de haberme cabreado, no lo hizo porque me fijé en sus ojos húmedos.
Michael estaba muy dolido, y ya había visto antes esa reacción en él.
Transformaba su dolor en enfado, y yo debía ignorar lo segundo para aliviar lo
primero.
-
Michael…
-
¡No, ni
Michael ni pollas! ¡No sé que te habrá contado el niñato ese pero está claro
que le crees a él! ¡Pues muy bien! ¡Ya veo dónde se quedó todo eso de querernos
a todos por igual!
-
Ey,
campeón, no te pongas así. Es verdad: todos sois mis hijos, y a todos os
quiero. Nada cambiará eso.
-
¡Pero le
creíste a él! – casi lloró, de pura impotencia. Recordé una situación similar
con Zach, y suspiré. Le atraje hacia mí y le di un abrazo.
-
Ahora me
doy cuenta de que hice mal. Perdóname. Alejandro me dijo que le diste una
patada y yo…
-
Tú
pensaste que me dedico a pegarles ¿verdad? ¡Puede que me pasara con Harry, pero
mi intención era buena! Pretendía darle una lección, no una paliza. ¡Nunca voy
a pegarles con patadas ni puñetazos, no soy un salvaje! – protestó. Su voz
sonaba ronca, como si saliera desde sus entrañas.
-
Mike… te
peleaste con Alejandro…y fue con puñetazos y patadas… - le recordé, tratando de
sonar lo más suave posible.
-
¡Eso fue
una pelea! ¡Y estaba fuera de mí en ese
momento! ¡Sólo porque venga de la cárcel no tienes por qué pensar que
únicamente sé hablar con los puños!
-
Eh, eh,
eh, nada de hacerse la víctima, ¿mm? -
dije, pero no fue un regaño, sino que hablé más bien en un tono cariñoso – Al
único que le importa de dónde vienes es a ti, Mike. No te juzgo por lo pasado.
No lo hice ahora. Pensé solamente que eres un adolescente como cualquier otro,
peleándose por una chica.
-
¡Pues no
fue eso lo que pasó!
-
¿Y qué
pasó?
-
¡Lo que
te dije! ¡El otro se puso a llorar de pura rabia y se largó al cuarto!
Suspiré. Estaba claro que ahí alguien mentía, tal vez los dos. No
soportaba que me mintieran. No soportaba que mis propios hijos me mintieran.
¡Era su padre, caramba, no su enemigo!
-
Jandro….
Sal, por favor. – le pedí. No sabía si había escuchado la conversación con
Michael o no, pero en cualquier caso seguro que sabía de qué iba el tema,
porque salió del cuarto con una expresión más culpable de la que esperarías en
alguien que supuestamente ha recibido un golpe de su hermano.
- ALEJANDRO POV´s -
Odiaba ser el problemático de la casa. Pensé que con la llegada de
Michael ese puesto pasaría a ser suyo, porque al menos yo no era un
delincuente, pero él tenía esos momentos de extrema lucidez en los que le daba
por pensar con la cabeza y comportarse como un adulto. Y yo, al parecer, no
sabía hacer nada más que cagarla una y otra vez. Acababa de hacer las paces con
papá y ya íbamos a tenerla de nuevo porque había descubierto que mentía. No era
cierto que Michael me hubiera pegado pero algún motivo tenía que darle a papá
de por qué había llorado y si podía ser uno que metiera en problemas a Michael,
mejor, porque se lo tenía merecido.
Después de cargarme el horno y de darle un cabezazo había esperado que
me devolviera el golpe, pero en vez de eso me agarró del brazo y me habló al
oído.
-
¿Y tú
quieres entrarle a Olivia? No eres más que un crío. Un crío que va a cobrar de
lo lindo en cuanto venga papá. A lo mejor te da delante de ella y todo.
En ese momento me invadió la rabia y tuve la seguridad de que Olivia
había escuchado. Me sentí traicionado por Michael por decir delante de ella que
papá todavía me pegaba como si fuera un crío y lloré de pura impotencia. Ella
jamás me vería como nada más que como un crío, y eso pasaría con todas las
chicas que me gustaran alguna vez, porque no era ni el chico más alto, ni el
más masculino, y ni siquiera tenía barba todavía. Salí corriendo sin pensar en
que era imposible que ella le hubiese oído, porque Michael había hablado muy
bajo. Me sentía herido y dispuesto a vengarme, y por eso le dije a papá que él me golpeó…
Y ahí estaba un rato después, obligado a enfrentarme a mi propia
mentira. Papá me miraba pidiendo una explicación, totalmente convencido de que
Michael era inocente.
-
Jandro… -
empezó. Que me llamara Jandro era bueno. Significaba que no estaba enfadado, o
que estaba luchando por no estarlo. –
Michael dice que él no te dio ningún golpe.
No supe qué responder. Ni siquiera estaba seguro de que tuviera que
responder algo.
-
Me
mentiste ¿verdad? ¿Por qué? Casi le castigo por algo que no hizo, hijo.
Apreté los puños y no dije nada, pero la mirada abrasadora de Michael
me estaba matando. Escuché suspirar a papá.
-
No voy a
castigarte más. Ya sabes que no hay móvil, ni ordenador, ni salidas, en esta
semana. Me estaba pensando si levantarte ese castigo, pero ahora estoy seguro
de que no lo haré. Tan sólo me gustaría saber por qué me mentiste…
-
¡Quería
borrar esa estúpida sonrisa de superioridad de su cara! ¡A ver si Olivia le
sigue queriendo si le ve llorar como un bebé!
Papá volvió a suspirar.
-
Todo por
una venganza… Por celos. Ninguno de los
dos va a volver a ver a esa chica ¿me escucháis? No estoy dispuesto a ver cómo
os sacáis los ojos por ella.
-
¿Qué?
¡No! ¿Pero yo qué hice? – protestó Michael.
Yo no dije nada, porque lo cierto es que el tono de cansancio en la voz
de papá me preocupó más que el hecho de no volver a ver a la causante
involuntaria de todo aquél lío. Papá parecía decepcionado…. Eso era algo que
soportaba mucho peor que su enfado.
-
No se
trata de quién hizo y quién dejó de hacer, Michael. Quiero evitar todo lo que
suponga conflictos en mi familia. De todos modos ella es demasiado mayor para
ninguno de los dos.
-
¡Tengo
dieciocho años!
-
Exacto. Y
ella veintidós.
-
¡No
puedes elegir con quién estoy o con quién dejo de estar! ¡No tienes ese
derecho!
Michael parecía realmente enfadado. Le había dado fuerte con Olivia.
Que conste que para mí él tenía razón: cuatro años de diferencia no son tantos
y papá no podía meterse en su vida de esa manera.
-
Tú mismo
has dicho que sólo querías pasar un buen rato. Y en realidad eso es un
eufemismo porque tú utilizaste otra expresión.
-
Que te
quede bien claro esto, Aidan: yo voy a acostarme con quien me salga de la
polla, y no podrás hacer nada para impedirlo – le ladró, y se largó al piso de
abajo.
Vi que papá iba a seguirle, pero le agarré para que no se fuera.
-
Papá….
Espera, papá…. Michael tiene razón… Bueno, al menos en parte – añadí, ante la
mirada que me echó – Sé que… sé que podría hablarte de otra manera y entiendo
que estés molesto pero… no puedes prohibirle ver a Olivia si quiere…. Es…No está
bien.
Papá respiró hondo.
-
Lo sé. Ya
lo sé…
-
Siento
haberte mentido… Estaba enfadado porque pensé… no importa lo que pensé. No
quería quedar como un niño delante de Olivia. Pero ella parece tener muy claro
que prefiere a Michael. Y si a él también le gusta, pues…
Dejó salir un gruñido exasperado.
-
Ahora iré
a hablar con él. Pero no quiero más peleas entre vosotros por esa chica, o por
cualquier otra.
-
No,
papá…. Me….¿me vas a…?
Fui incapaz de terminar la pregunta. Papá me sonrió entonces y me acarició
el pelo.
-
No,
enano. Ya te dije que no.
-
¿Por qué
no?
-
Porque
antes fui demasiado duro contigo. Y porque te había prometido menos regaños y
más ratos divertidos. Quiero que veas que no soy un ogro, y que sé valorar las
cosas buenas que haces. Y, ahora mismo, has intervenido a favor de tu hermano
para que yo no haga una tontería.
Entreabrí un poco los labios porque recién en ese momento me di cuenta
de que había defendido a Michael. Supuse que de Olivia mejor me iba olvidando…
-
Además,
ya te castigué por una semana. A mí me parece suficiente, ¿o es que quieres
más? – se burló.
-
¡No! Jo,
papá, una semana es demasiado… Sin ordenador…sin salir… sin móvil…¡no voy a
poder hacer nada!
-
Estudiar
un poco, para variar.
-
¡Papá!
-
Papá
nada, campeón. No voy a cambiar de idea aunque protestes.
-
Grr.
-
No me
gruñas, ¿eh? – me dijo, pero en lugar de sonar enfadado, puso una voz
ligeramente infantil y me picó el costado. Me hizo muchas cosquillas.
-
Si te
gruño. Grrrr – puse voz infantil yo también.
-
Fierecilla
– papá me atrajo hacia sí, y me dio un abrazo. Me hubiera quedado allí para
siempre.
Papá era muy fuerte y tal vez por eso sus abrazos se sentían diferentes
a los del resto del mundo, como si te estuviera abrazando un gigante. Aquella
vez prolongó el abrazo mucho tiempo y me acarició el pelo, como hacía siempre que se quedaba pensando en
otra cosa o que quería decirme algo y no sabía cómo.
-
Siento lo
de antes, campeón. De veras lo siento. No sé qué me pasó. – me susurró, y supe
que se refería a cuando me había dado en la cara. Se había sentido
terriblemente mal, pero fue bastante flojo así que no me hizo ningún daño.
Ya se había disculpado varias veces por eso y pude ver que se sentía realmente culpable, quizás más
conforme pasaba el tiempo. Estuve a punto de preguntarle por qué se ponía así por un solo golpe cuando se
pasaba el día pegándome, pero entendí que para él había alguna clase de
diferencia, y en realidad para mí también.
-
No me
hiciste daño. Lo que me duele es haber roto el horno. Ya no podré chantajearte
para que me hagas un pastel. – le solté,
y me separé un poco para verle sonreír.
-
Por
suerte para ti creo que es fácil de arreglar. Solo hay que colocar la puerta
otra vez.
-
¿Pues a
qué esperas? Quiero un pastel de chocolate. Seguro que te da tiempo antes de
volver al hospital. – exigí, medio en broma, tratando de animarle, pero no
funcionó demasiado, porque pronuncié la palabra con “h”.
-
No sé si
voy a volver hoy. Le he dicho a Ted que a lo mejor no, por si acaso. – me dijo,
y pude notar en su voz cómo estaba roto por dentro, incapaz de dividirse.
-
….quien
te necesita ahora es Ted, igual que cada uno de nosotros te necesita en
diferentes momentos de su vida, y tú siempre estás ahí.
Me costó un poco decir eso, porque era como darle
carta blanca para que se pasara la vida en el hospital y se olvidara del resto.
Pero papá no podía seguir torturándose por algo que no era culpa suya.
-
Ojalá me
despertara y entendiese que todo esto ha sido una pesadilla, y que a Ted nunca
lo ingresaron – me confesó, dejando ver, quizá por primera vez, la profundidad
de su desesperación.
- Michael´s POV -
¿Quién se creía ese idiota, controlador, maniático y mojigato? Había
dicho que quería ser mi padre, no mi dueño ni mi perro guardián. Sólo sabía
darme órdenes, a cada cual más absurda que la anterior.
Mi vida sexual estaba fuera de discusión. No pensaba hablar de eso con
él y mucho menos dejar que interviniera. Puede que lo mío con Olivia no pasara
de un par de ratos divertidos, pero si quería tener esos ratos divertidos los
iba a tener, aunque a Aidan le entrara urticaria.
Bajé al salón gruñendo por lo bajo y me dejé caer en el sofá con rabia.
-
¿Qué ha
dicho tu padre? – preguntó Olivia, dejando un momento a los enanos. Se la veía
preocupada. - ¿Sabe ya lo que pasó?
-
¿Lo del
horno? Sí.
-
Y…. ¿lo
del beso? – aventuró, muerta de vergüenza.
-
También –
decidí ser sincero. La escuché resoplar.
-
Estoy
acabada. En la agencia me van a
despedir si se lo cuenta…. Incluso puede
que me denuncien.
-
¿Por
darme un beso? ¿Es que ahora eso es delito también? - me indigné.
-
Lo es, si
lo hace una niñera con los niños a los que está cuidando.
-
No soy un
niño -repliqué, ofendido – De hecho soy
mayor de edad, así que no es ningún delito. No van a acusarte de pederastia, ni
nada. Y en la agencia, si se ponen plastas, decimos que eres mi novia y que fue
una casualidad que te tocara cuidar la casa de mis hermanos. Y que Aidan no
sabía que estábamos saliendo y por eso se escandalizó.
-
No creo
que se lo traguen, y aun así les dará igual – murmuró.
-
Estás
adelantando acontecimientos. No sabes si mi padre va a decir algo.
-
¿No se
enfadó?
-
No le
hizo gracia, pero no porque seas la niñera – mascullé.
-
¿Ah no?
¿Entonces por qué?
-
Porque es
un mojigato mentalmente octogenario. Pasa de él. No necesitamos su permiso para
pasarlo bien.
Olivia abrió la boca para decir algo, pero la cerró de pronto, mirando
algún punto detrás de mí, y del sofá. Me giré y vi que papá estaba en la
puerta. Probablemente nos había escuchado. Volví a sentir rabia porque quisiera
meterse en mi vida personal, y le hice un corte de mangas, lo cual admito que
no fue muy inteligente. Olivia me miró como preguntándose si yo estaba loco o
era simplemente idiota y papá… Papá echaba fuego por los ojos.
Por eso me sorprendió tanto cuando habló en un tono tranquilo, nada
forzado.
-
Gracias
por todo, Olivia. Y perdona por avisar con tan poca antelación. ¿Podrás venir
mañana?
La expresión de Olivia fue de total felicidad ante el hecho de que papá
no la estuviera despidiendo, y asintió efusivamente. Papá le dio no sé cuánto
dinero en efectivo y la acompañó a la salida. Durante todo el proceso fue muy
amable, pero yo ya le conocía lo suficiente como para ver que era una
amabilidad forzada. No me pasó inadvertido el hecho de que no se ofreció para
acompañarla ni nos lo pidió a ninguno de nosotros: quería deshacerse de ella
para poder perder esa sonrisa falsa. En cuanto la puerta se cerró, su expresión
cambió radicalmente.
-
Si
vuelves a hacerme ese gesto tendrás que decirle a Olivia que venga a verte a
casa porque no podrás salir hasta que cumplas cuarenta años.
Ya me había ido dando cuenta de que Aidan tenía una forma peculiar de
hacer advertencias. Siempre te daba a entender algo más de lo que decía.
-
¿Eso
quiere decir que la puedo ver?
-
Eso
quiere decir que, como bien has señalado, no tengo derecho a prohibírtelo. Pero
tú tampoco lo tienes a tratarme así.
Estoy muy cansado, Michael. Soy humano, y aunque no te lo creas más que
enfadarme me duele ver como mis hijos me agreden a la mínima que les llevo la
contraria. Primero Ted, luego tú, luego Alejandro y luego otra vez tú…
Iba a decir algo, pero me callé al ver que
Aidan estaba realmente afectado. Algo en su mirada era distinto a lo usual. Sus
ojos, no sé por qué, me recordaron a los de Greyson, aunque los suyos fuesen
azules y los de Aidan muy oscuros.
-
¿Ted? –
pregunté al final, sin entender por qué le incluía.
-
Él
también tiene su genio. Nunca le han gustado los hospitales y a nadie le gusta
estar encerrado. Hace nada que salió de ahí y ya ha vuelto pero esta vez saldrá
con algo más que una cicatriz. ¡Esta vez a lo mejor sale en silla de ruedas y
todo porque fui incapaz de ver que mi hijo tenía que ir a un médico! ¡No es
necesario que me insultéis, porque ya tengo ganas de hacerlo yo!
Su voz se había ido elevando, tanto en volumen como en el tono, hasta
convertirse en una especie de grito agudo. De alguna forma supe lo que tenía
que hacer, y le abracé.
-
Lo
siento…. Vas a tener que tenerme
paciencia…. Tengo la misma boca que Alejandro y nunca tuve a nadie que se
preocupara por la forma en la que hablo….
-
Pues yo
me preocupo. Y tienes mucha suerte de que esté demasiado cansado y me sienta
demasiado culpable ahora mismo como para castigarte.
Tragué saliva.
-
¿Culpable
por qué?
Pensé que no iba a responderme. No tenía por qué hacerlo, pero ya había
notado que había ocasiones en las que la relación de Aidan con sus hijos más
mayores –supongo que yo me incluía entre ellos- fluctuaba de padre-hijo a
hermano-hermano. Había momentos en los que compartía sus preocupaciones, en
busca de consejo o al menos de la liberación de ser escuchado. Supuse que otros
padres hacían eso con sus parejas o con sus amigos, pero Aidan no tenía ni de
lo uno ni de lo otro.
-
Por… por
demasiadas cosas. No he hecho las cosas bien con Alejandro, y en realidad
tampoco contigo. Tengo a mi familia medio abandonada y últimamente por una cosa
o por otra no me ocupo de todos como debiera. Y no puedo olvidarme, ni podré
olvidarme nunca del hecho de que Ted está en el hospital por culpa mía.
-
Pero…¿qué
dices? ¿Por qué te echas la culpa de lo de Ted?
-
Si yo
hubiera estado en casa Agustina no tendría que haber venido o él no tendría que
haberla acompañado a su casa, porque lo hubiera hecho yo. Y esos chicos no le
habrían golpeado.
-
Tú no
puedes estar veinticuatro horas al día con él, Aidan, no puedes ser su guar…-
interrumpí, pero no me dejó terminar.
-
Si le
hubiera llevado al hospital nada más le vi llegar a casa, su estado no se habría complicado hasta este
punto. Me quedé en shock, como un idiota y me fíe de que decía encontrarse
bien. Y no contento con eso le dejo hacer su vida normal, le dijo salir de casa
y encima le castigo… Unos desconocidos le dan una paliza fuera de casa y su
padre le…
-
Eh, eh.
Basta. No sigas por ahí. No voy a dejar que termines esa frase – le corté, con
una autoridad que no sabía que tenía – Aclaremos esto de una vez: tú no tienes
culpa de nada. Deja de arrastrar una carga absurda, porque no hiciste nada
malo. Y ni siquiera te atrevas a insinuar que tú también le diste una paliza,
porque yo me he llevado varias y te aseguro que lo que tú haces ni se parece.
Nos escapamos a un barrio de delincuentes en busca de venganza contra unos chicos que casi le matan. Creo que tu
reacción fue bastante lógica y estoy seguro de que no influyó para nada en lo
que le pasó en la cabeza. Conozco a esos chicos, no son tan mala gente como
pensáis, pero aun así tú eres mucho mejor persona que ellos.
Aidan no dijo nada, pero sus ojos volvían a ser los de siempre. Parecía
más tranquilo.
-
¿Conque
mi reacción fue lógica? Me lo apuntaré para futuras ocasiones…
-
….Como
ahora mismo ¿no? ¿Estoy en problemas?
Nada más decirlo, me di cuenta de lo infantil que había sonado. Pero no
conocía otra forma de preguntarlo.
-
¿Por qué
lo dices? ¿Por haberme hablado como me
hablaste y haberme hecho ese gesto tan bonito con la mano? - preguntó, en falso tono de desconcierto.
Odiaba cuando se ponía sarcástico.
-
Se me
cruzaron las neuronas…
Me agarró del brazo, y cerré los ojos esperando lo inevitable, pero
solo sentí cómo volvía a abrazarme.
-
Debes de
vivir con ellas cruzadas. Nunca más, Michael. Soy tu padre, recuérdalo.
-
Como si
me dejaras olvidarlo…. ¿Aún puedo decir que no a eso de la adopción? – pregunté
de broma, y de pronto sentí un picor en cierta zona que empezaba a
acostumbrarse a ataques inesperados - ¡Aich!
-
No, no
puedes. Y no se me olvida que aún no firmaste los papeles….. Mike…. ¿es que… no
te gusta la idea de…? ¿No quieres ser mi…? Sé que no soy el mejor padre, y que
ya tienes uno, pero…
- Sí eres el mejor padre. Si
estoy tardando no… no tiene nada que ver contigo. Es que es una decisión
importante. Pero… deja de pensar…tan mal de ti. Tienes que tener más confianza
en ti mismo.
Cuando había llegado a casa Aidan parecía bastante animado, pero había
ido hundiéndose progresivamente. Me maldije por contribuir a sumirle en aquél
estado. Iba a añadir algo más, pero entonces Barie subió el volumen de la tele
en la habitación de al lado y le llamó.
-
¡Papá,
papá! ¡Están hablando de Ted!
Acudimos todos en estampida, y sin saberlo, de una forma o de otro, el
programa de aquella noche nos cambiaria la vida a todos nosotros.
El presentador estaba hablando con una mujer rubia, de cuerpo grande y
expresión melancólica. Algo en la expresión de Aidan me dijo que se conocían, y
enseguida averigüé, por los rótulos de la televisión, que su nombre era Holly.
-
No sabía
que iba a hablar ella… - murmuró Aidan. No supe a qué se refería pero no le
presté atención, y atendí a lo que decía el presentador.
PRESENTADOR: ¿Qué puedes decirnos del estado de Theodore? ¿Es cierto
que está en el hospital?
HOLLY: Sí, es cierto, han tenido que operarle, pero ya se está
recuperando.
PRESENTADOR: ¿Ha ingresado como consecuencia de la pelea que provocó?
HOLLY: Eso es lo que busco aclarar: él no provocó ninguna pelea. Sólo
es la víctima…
El programa duró entre media hora y cuarenta y cinco minutos. No todo
fue sobre Ted, sino que a raíz de eso una serie de tertulianos hicieron un
debate sobre la violencia callejera.
La tal Holly habló muy bien. Defendió no solo a Ted, sino también a
Aidan, como padre. Dijo algo que hizo que en casa papá se ruborizara y se
pusiera a toser, sintiéndose avergonzado y halagado.
HOLLY: Es muy cómodo criticar a alguien por cuidar de doce niños y
adolescentes, porque eso se sale de la media. Es fácil acusarle de no poder
atender debidamente a todos ellos, pero la gente parece olvidar que la otra
opción de esos chicos era crecer en un orfanato. Yo le aseguro que, como madre,
no dudaría en dejar a mis hijos al cuidado de ese hombre. He podido comprobar
de primera mano cómo se desvive por ellos, y cómo es el primero que rabia si no
puede dividirse para atenderlos a todos. Pero les atiende. Aidan Whitemore vive
por y para sus hermanos y les dedica su vida como pocos padres hacen por sus
hijos hoy en día. Así que ruego a los medios que no aprovechen cualquier
ocasión para lincharle y acusarle de negligencia, porque eso daña profundamente
a su familia.
PRESENTADOR: Nadie ha dicho que…
HOLLY: Sí lo han dicho. En estos dos días se ha dicho de todo sobre él
y lo más grave, sobre su hijo, que es menor de edad y no ha hecho nada malo.
Sí, he dicho “su hijo”, porque les diré
algo que no todo el mundo sabe acerca de Aidan: no es solo el hermano de
esos chicos, sino que es a todos los efectos su padre. Ellos le llaman “papá”.
Él les cría, paga sus facturas, atiende sus necesidades, calma sus miedos, y
les enseña a ser buenas personas. Hasta donde yo sé no ha fallado en esa tarea,
así que nadie tiene derecho a insinuar que su hijo es un delincuente. Es fácil
llamar a alguien mal padre desde la comodidad de un sillón. Un hombre que está sufriendo por la salud de
su hijo se merece únicamente nuestro apoyo. El mío ya sabe que lo tiene.
Aquellas declaraciones arrancaron un aplauso entre el público y
tuvieron consecuencias inmediatas para nosotros. Lo primero fue que el teléfono
no dejó de sonar aquél día, ni los siguientes. Lo segundo que llovieron las
disculpas, y a papá le llovió la propaganda. Las demás consecuencias… son algo
más difíciles de explicar….
UNA SEMANA DESPUÉS
-
TED´s POV -
-
Y yo le
repito que ya le he entendido – decía papá – Usted no me recomienda que pida el
alta voluntaria y considera que Ted estaría mejor atendido aquí, pero su lugar
está en casa. He contratado una enfermera para que me ayude los primeros días y
el resto del tiempo YO me ocuparé de él.
El doctor acabó por rendirse, y fue a preparar los papeles.
Hacía dos días que yo le había dicho a
papá que existía la posibilidad de continuar el tratamiento en casa.
Tendría que ir a rehabilitación, claro, pero al menos no tendría que vivir en
el hospital. La herida de mi cabeza estaba curando bien y mis piernas estaban
tan inútiles como el primer día, y eso no iba a cambiar porque me quedara en
aquél cuarto. Tenía que pasar unos días allí tras la operación, eso lo
entendía, pero pasados esos días estaba mejor en casa.
Al principio Aidan no estaba muy convencido con la idea, pero la noche
anterior se había quedado a dormir conmigo y Hannah había llamado a eso de las tres de la mañana. Papá casi se
muere del susto, pensando que había pasado algo grave, porque no era normal que
la enana llamara a esas horas. Pero la peque sólo estaba llorando asustada de
que él no estuviera. Cole la había ayudado a llamar, y eso nos indicó que él
estaba algo asustad también. Esa noche hubo tormenta y los rayos y los truenos
duraron varias horas.
-
No pasa
nada, Hannitah…. ¿Está Michael por ahí?
-
¡No
quiero a Michael! – lloró ella. Papá había puesto el altavoz –
Papá…snif…snif…te quiero a ti….snif… he tratado….snif….de ser
valiente…snif….pero te echo de menos….snif….¡Hoy no estabas para ver cómo se
caía mi dientecito!
Esas palabras, literalmente, mataron a mi padre, que debió de sentirse
como si durante aquella semana les hubiera abandonado. En realidad había estado
yendo de un lado para otro, y mis hermanos pasaban mucho tiempo conmigo en el
hospital también, pero aún así la ausencia de papá se hizo notable para todos,
sobre todo por las noches.
-
Hannah,
no te preocupes. Papá ya no va a dormir fuera de casa nunca más – dije,
arrebatándole el teléfono a mi padre.
-
¡Teteee! -hacía mucho que no me llamaba así. De muy
cría sí lo hacía, pero ya con seis años no. - ¡A ti también te echo de
menos!....snif….y Cole también…. Y Kurt…snif…y todos…
-
¿Es que
tienes a todos ahí contigo? Tranquila, peque. Muy pronto estaré en casa – la
prometí, y miré a papá significativamente. Él suspiró, y con ese suspiro se
rindió y supe que iba a aceptar mi sugerencia.
A papá le daba miedo sacarme del hospital, pero yo no estaba conectado
a ningún aparato, ni tenía que seguir ningún tratamiento más que una serie de
medicinas y ejercicios para las piernas. Eso podía hacerlo en casa y al final
se convenció. Él también echaba de menos tenernos a todos juntos.
El viaje a casa fue muy aparatoso. Papá tuvo que meterme en el
coche en volandas, porque yo todavía no
me apañaba para pasar de la silla de ruedas a otro asiento. Encima no contaba
con que en la puerta del hospital pudiera estar tan colapsada de cámaras,
periodistas, y gente.
-
¡Señor
Whitemore! ¡Aidan! ¿Cómo se encuentra? ¿Cómo está Ted?
-
Ted, Ted,
¿podemos hacerte unas preguntas?
Papá les esquivó gentilmente, de buen humor porque me llevaba a casa y
contestando sólo algunas preguntas.
-
¿Desde
cuándo eres tan famoso? – le pregunté cuando ya estuvimos a salvo dentro del
coche. Intenté no pensar en la vergüenza de que todos hubieran visto como mi
padre tenía que alzarme para meterme ahí.
-
La
entrevista de Holly la vieron cinco millones de personas. Y de pronto, no sé por qué, salimos en todas
las noticias. Todas las ediciones del último libro se han agotado. – me
respondió.
-
¡Pero eso
es genial! - exclamé, impresionado. Qué
calladito se lo tenía.
-
Sí… pero
a su vez provoca más atención mediática. La editorial quiere traducirlo a no sé
cuántos idiomas.
-
¿Por qué
no me habías dicho nada?
-
En
realidad no he tenido tiempo – admitió, y era verdad.
Los últimos días habían sido muy completos: Agustina estaba conmigo
cada segundo de su tiempo libre. Incluso hacía los deberes allí. Y venían
también Mike, Fred e incluso algunos amigos del equipo de natación. Vinieron
también unos amigos de la parroquia y por supuesto mis hermanos. Creo que no
estuve solo con papá más de diez minutos en ningún momento.
…. También venía Holly. Ella no tenía mucho tiempo, y siempre parecía
tener miedo de molestar por pasarse a verme, pero papá la acogía con una
sonrisa cálida, muy agradecido por lo
que había hecho. Ellos dos se debían una buena conversación, pero de eso
tampoco había podido hablar con papá. A decir verdad esos días no había querido
hablar mucho con él, porque no me sentía con ánimos. No me sentía de humor para
escuchar que iba a ponerme bien y que iba a volver a andar cuando sabía que no
era cierto. Supe que ese era el verdadero motivo por el que no me había hablado
de su repentino éxito: en realidad, cualquier intento de iniciar una
conversación conmigo se volvía caso perdido.
Estiré el brazo para tocar su hombro.
-
Gracias
por aguantarme esta semana, papá – murmuré.
-
No he
aguantado nada, Ted…
-
Sabes que
sí. He estado insoportable.
-
¿De
veras? No he notado nada – respondió,
con algo de sarcasmo, y luego se rió.
En la puerta de casa había más periodistas. ¡Madre mía! ¿Es que esa gente
no tenía nada más interesante que ver
cómo mi padre empujaba mi silla de ruedas?
Mi móvil se quedó sin datos mientras estaba en el hospital, así que no
había tenido ocasión de prepararme para aquello. No había sabido hasta que
punto mi historia era interesante para los medios.
Papá se abría paso entre la gente sin responder a ninguna pregunta, así
que yo hacía lo mismo, pero hubo una que me molestó tanto que tuve que
contestar:
-
Ted, Ted,
¿qué tienes que decirles a todos los que piensan que eres un héroe por
enfrentarse a esos matones?
- Ah, ¿ahora son un héroe? ¿Ya no soy más un pandillero?
Papá apretó mi hombro, creo que para calmarme, y se dio prisa por
entrar en casa.
Todos me estaban esperando en el hall. Ya había imaginado que me darían
la bienvenida de una forma u otra, pero aquello sin duda superó mis
expectativas. Todo mi campo de visión estaba decorado con pancartas y
globos y olía a pizza recién comprada,
que en ese momento, después de la asquerosa comida del hospital, fue como el mejor
olor del universo.
Mis hermanos se abalanzaron sobre mí y papá tuvo que recordarles que
tenían que tener cuidado. Vi en los ojos de los más mayores un sentimiento de
lástima. Esa que sientes cuando ves a alguien joven en silla de ruedas. Esa
mirada escoció muchísimo, pero me dije que iba a tener que acostumbrarme.
Los más pequeños en cambio trataban de subirse sobre mis piernas y me
abrazaban empalagosamente.
-
¡Ted,
Ted! ¡Ya estás en casa!
-
¡Tete!
-
¡Te eché
de menos!
-
Y yo a
vosotros, enanos.
Se sentía bien estar en casa otra vez. No soportaba los hospitales y
además mi padre no podía seguir dividiéndose. Apenas había estado con mis
hermanos aquellos días, y los peques le necesitaban.
Aidan ni siquiera había celebrado su cumpleaños. Hacía dos días que
tenía treinta y ocho y sé que nadie le hizo ningún regalo. Yo, porque no podía
desde el hospital. Y los demás porque si yo no se lo recordaba se olvidaban de
la fecha. Papá no había dicho nada y casi se sorprendió cuando le dije
felicidades, como si hubiera olvidado con todo el follón que cumplía años. Así
que no solo teníamos que celebrar mi vuelta a casa, sino también su cumpleaños.
Estuve un buen rato con mis hermanos pero empecé a sentirme cansado y
papá se dio cuenta. Me apartó un poco de los demás, moviendo mi silla y me
habló al oído.
-
Tengo
algo para ti, antes de que te duermas.
-
¿Para mí?
-
Ahá. Te
lo debo desde hace tiempo.
Empujó mi silla y me movió hacia la puerta. Sé que él no entendía
cuánto daño me hacía eso o jamás lo haría, pero en ese momento me sentí un
inútil. Un trasto manejable que no tiene independencia ni libertad de
movimientos. Hubiera sido mejor si me
hubiera dejado mover las ruedas a mí, pero no quise decirle nada. Me había
prometido a mí mismo que sería fuerte, y que no dejaría que Aidan notara las
muchas ganas que tenía de morirme, antes que quedarme inválido para el resto de
mi vida.
Dejé de pensar en eso cuando vi que salíamos a la calle, después de
comprobar que ya no había periodistas. ¿Adónde me llevaba? Me acercó hasta mi
coche, que estaba aparcado delante de la puerta principal, y sentí una nueva
punzada de dolor. ¿Alguna vez sería capaz de volver a conducirlo?
Abrió la puerta del conductor y en eso momento me sentí desconcertado
del todo. ¿Íbamos a algún sitio? Pero entonces vi un lacito cerca del volante,
y entendí que se trataba todo aquello: me había comprado una radio nueva. Se
inclinó sobre el asiento y la encendió. Se escuchaba muy fuerte, era mucho
mejor que mi vieja radio, y además tenía conector para móvil y mp3 y entrada de
CD. Era como llevar toda mi estantería de música conmigo.
Aquello me sacó una sonrisa genuina. Mi coche podía ser algo antiguo,
pero con una buena radio para mí era el mejor del mundo. Sin embargo después
pensé en cuánto dinero se había gastado, y a eso tenía que sumarle los gastos
del hospital. Sabía de sobra que no había sido barato: ese era uno de los
motivos por los que había insistido en seguir mi recuperación en casa. En casa
no te cobran facturas por ocupar una cama.
-
No
tendrías que haberte molestado.
-
Te lo
prometí hace mucho, Ted.
-
Hablo en
serio: no tendrías que haberlo hecho. Es dinero desperdiciado. No podré volver
a conducirlo, aunque supongo que Alejandro estará feliz de heredar mi coche –
respondí, con algo de ira involuntaria.
-
Pero ¿qué
estás diciendo? ¡Claro que vas a conducirlo! Llevará un tiempo, pero…
-
¿Podrías
dejar de actuar como si me hubiera roto una pierna? - le interrumpí. – Esto no es algo que se
arregle en unas semanas. No puedo moverme de cintura para abajo.
-
Los
médicos dicen que no es para siempre, Ted. Sé que esto es duro, pero tienes que
mantenerte positivo. Es importante que no te desanimes, hijo.
Contuve las ganas de decirle “tú no sabes nada” porque sabía que no
debía pagarla con papá. Cerré los ojos un segundo, respiré hondo, y me tragué
las lágrimas aún antes de que salieran. Fingí una sonrisa, y creo que casi hice
un buen trabajo.
-
¿Qué me
he perdido en estos días? ¿Te has portado bien con mis hermanos?
-
¡Oye! ¿La
pregunta no debería ir en el otro sentido?
-
Ah, ah.
El malo eres siempre tú, ya deberías saberlo – bromeé.
Papá puso un mohín que acentuó su parecido con Alejandro, pero luego me
sonrió.
-
Los
primeros días fueron difíciles, pero la niñera de la que te hablé hizo magia, y
nadie dio ningún problema. Harry y Michael piensan que no sé que hicieron
trampas con unas copias que le mandé, pero elegí hacerme el tonto.
-
¿Cómo les
descubriste y por qué lo dejaste pasar?
- pregunté con curiosidad. Ese era el tipo de cosas que normalmente le
sacaban de sus casillas.
-
Porque de
pronto volvían a llevarse bien. Deduje que me había perdido algo y repasé las
hojas de Harry. Michael puede ser un gran falsificador, pero yo conozco a mis
hijos, y sé que si le pido a Harry que haga doscientas copias, tratará de engañarme y de hacer ciento
noventa. Y las últimas veinte apenas podré entenderlas por su mala letra. Tardé un par de días en darme cuenta,
únicamente porque con todo el caos no me deshice de las hojas. Debí haber dicho
algo, no estaba bien que hagan eso, pero supongo que simplemente me alegré de
que hicieran las paces. Pero no les digas nada ¿eh? No quiero que se piensen
que pueden saltarse un castigo sin consecuencias.
-
Tú
secreto está a salvo conmigo, pero a lo mejor me lo cobro en alguna ocasión.
-
¡Mocoso
descarado!
Papá se acercó a mí y supe que
su primera reacción fue tratar de hacerme cosquillas. Sin embargo le vi dudar,
y se lo pensó mejor. Nada de juegos rudos para el chico en silla de ruedas.
Poco a poco iba asimilando lo mucho que mi vida iba a cambiar. No más carreras
por el jardín, no más jugar a las peleas con Alejandro, no más patinar, no más
conducir…Y no más natación. Pensar en eso dolió tanto que papá tuvo que
notármelo, porque me abrazó. Sólo por ese instante dejó demostrar esa falsa
tranquilidad con la que trataba de animarme.
-
Todo irá
bien, pequeño. Todo irá bien.
- AIDAN´S POV-
Aquella fue una semana que se grabó en mi mente de forma borrosa, quizá
porque actué mecánicamente, sin pensar. Me levantaba por la mañana y llevaba a todos
al colegio. Intentaba mostrarme animoso con mis hijos, pero no sé si lo
conseguía. Cuando ellos estaban en clase, me iba al hospital con Ted, y ahí me quedaba hasta
la noche porque sabía que la niñera les recogería del colegio. De alguna forma
todos nos adaptamos a esta rutina, aunque echaba de menos a mis hijos y creo
que ellos también a mí.
Encontraba tiempo antes de acostarme para mirar el correo o responder
alguna llamada importante, y así me fui enterando de que mi cuenta corriente
empezó a alcanzar cifras con seis ceros. En aquellos días me dio absolutamente
igual, y aprendí a ignorar a los periodistas que me seguían a todas
partes, sonriendo como un maniquí y
respondiendo a lo que me apetecía responder. Tardé un par de días o tres en
entender que me estaba haciendo famoso, billonario y un escritor internacional,
seguramente a raíz del impacto mediático que había tenido todo el asunto de
Ted. De pronto todo Estados Unidos y parte de otros países sabía que en
California había un escritor con doce hijos y mis libros empezaron a venderse
como la espuma. Mi editor me perseguía para hablar del asunto y planificar una
estrategia, pero le dije que se encargara él, que le daba plenos poderes porque
yo tenía otros asuntos de los que ocuparme. Ted estaba por encima de todo eso,
aunque sí para algo me sirvió todo aquél éxito repentino fue para poder pagar
las facturas del hospital.
Mantener a Olivia como niñera resultó una buena idea, porque supo
mantenerles ocupados sin que dieran ningún problema. Creo que en mi ausencia
hicieron un par de cosas que yo no les permitía, pero no ocurrió nada malo y
dada la situación decidí no darme por enterado. En cuanto al asunto
Michael-Olivia no sabía nada, porque no tenía tiempo para interrogar a mi hijo
y él sabía esconder muy bien su vida privada.
Cuando quedó claro
que no podía seguir dividiéndome sin lastimar a mis hijos, especialmente a los
pequeños, tuve que aceptar la voluntad
de Ted de solicitar su alta voluntaria. De todas formas no tenía sentido que siguiera
en el hospital. Su parálisis podía durar una semana o un año, y no iba a
tenerle allí por tiempo indefinido. Mi hijo tenía que hacer una vida lo más
normal posible y eso sólo podía lograrlo estando en casa, donde debía estar.
Durante esos días,
el humor de Ted variaba desde un estado irascible a la depresión más absoluta.
Eso no cambió mucho al llegar a casa, aunque al menos pude ver que le alegraba
estar con sus hermanos. Yo realmente tenía fe en que iba a curarse. Eso me
habían dicho y eso necesitaba creer, porque de otra forma me volvería loco.
Pero Ted no era tan optimista y verle tan derrotado me mataba por dentro.
Su novia había ido
a verle al hospital muy seguido, y sé que una noche se quedó a dormir con él,
pero Ted no hablaba del tema. Creo que se sentía avergonzado y asustado por su
estado físico, y tenía miedo de que Agustina no quisiera estar con él si no
podía caminar. Un miedo que me parecía absurdo, porque cada vez estaba más
seguro de que esa chica realmente le quería.
Por eso había decidido invitarla el día que Ted volvió a casa, pero ella
no había podido venir. Me pareció extraño que se lo perdiera, pero al fin y al
cabo era lógico que tuviera otras
ocupaciones.
Finalmente y dado
mis recientes ingresos, pude regalarle la radio para su coche. Michael había
dado su aprobación la noche anterior, diciendo que era “radical” y pensé
que a Ted le encantaría. Pero todo lo
que él pudo pensar es que jamás volvería a conducir su coche de nuevo. No
imagino peor sentimiento para un padre que el ver a su hijo sufrir y no poder
hacer nada por remediarlo.
Antes de llevarle a
casa había hablado con todos acerca de Ted yendo en silla de ruedas. Los
pequeños se lo tomaron mejor de lo que pensé, ya que muchos de los amigos de Dylan tenían
discapacidades físicas y ellos ya estaban acostumbrados. Creo que a veces la
inocencia de la infancia les daba naturalidad para sobrellevar estas cosas,
porque Kurt me preguntó si él podía ir también en silla se ruedas, porque decía
que tenía que ser muy divertido. Los mayores entendieron mejor que aquello era
algo serio, y jamás pensé que ellos pudieran darme algún problema al respecto,
pero me equivoqué…
Entré con Ted de
nuevo en la casa donde todos seguían bebiendo Fanta y Cocacola, y entonces mis
chicos olvidaron toda la charla que les había dado sobre “medir las palabras” y
“tener sensibilidad”.
-
¿Qué
harás ahora que ya no puedes nadar, Ted? – preguntó Harry. Casi pude sentir
como un puñal metafórico se clavaba en el pecho de Ted.
-
No… no lo
sé…
Zach trató de
cambiar de tema y arreglar la metida de pata de su gemelo.
-
Yo creo
que un descanso te vendrá bien. Así podrás pasar más tiempo con tu novia.
-
Tshé.
Como si eso fuera a pasar – murmuró a Alejandro, lo bastante fuerte para que
Ted le oyera.
-
¿Qué
quieres decir? - ladró Ted, percibiendo
el tono pesimista de Alejandro.
-
Nada…
-
Algo
sería.
-
Sólo digo
que… quién sabe cuándo volverás a clases. Ella vendrá a verte al principio,
pero…. Yo me iría preparando para ver a otro chico ocupando tu puesto. No es
como que Agustina perdiera el tiempo después de estar con Jack para estar
contigo.
Ted entrecerró los
ojos y rodó su silla hasta acercarse a él.
-
¡Retira
eso! – exigió.
-
No te
enfades con él por decir la verdad – intervino Michael. – Alguien tiene que
hacerlo. De todas formas no es para tanto. ¿Acaso pensabas que ibas a estar con
ella para siempre? Nadie conserva sus novias de instituto. Yo ya he tenido
tantas chicas que…
-
Que nadie
te aguante a ti por más de una semana no significa que a todos nos pase lo
mismo – respondió Ted. Estaba molesto por todo lo que le había pasado y los
comentarios de sus hermanos solo contribuyeron a ponerle más rabioso, ya que
habían dado justo en el clavo de uno de sus mayores miedos. Decidí en ese
momento que tenía que intervenir, pero no me dieron tiempo.
-
¿Ah, sí?
¿Y quién va a aguantarte a ti, meapilas? ¡Enhorabuena, por fin cumplirás tu
sueño de ser virgen para siempre porque ni siquiera podrás pajearte ahora que
tu amiguito no funciona! – replicó Michael. El ataque de Ted le escoció, y
mucho. Lo que antes parecía un consejo brusco y negativo se convirtió en una
agresión en toda regla.
Ted se alzó sobre
su silla ante la mirada sorprendida de sus hermanos y agarró a Michael de la
solapa. Podía levantarse de la silla con grandes esfuerzos pero no sostenerse
en pie por sí mismo y por eso Alejandro corrió a sujetarle.
-
¡No estoy
paralítico gilipollas! ¡Mis piernas no se mueven pero las siento y mi
“amiguito” está perfectamente!
-
¿En
serio? ¡Qué bueno saberlo! - dijo
Michael, y casi intuí lo que iba a hacer. No sé de dónde saqué los reflejos
pero sujeté su pie en el aire justo cuando se dirigía hacia la entrepierna de
Ted.
-
¿TE HAS
VUELTO LOCO? – le chillé - ¿Ibas a pegarle? ¿Has perdido la cabeza?
¿No era él el que
decía que no acudía siempre a los golpes? No estaba dispuesto a dejar que mis
hijos se lastimaran entre sí, y menos cuando uno de ellos ya estaba lastimado.
-
¡No tenía
derecho a decir lo que dijo! - se
defendió Michael - ¡No sabe nada de mi vida para decir algo así!
Le noté de veras
dolido y fui capaz de abandonar el enfado para analizar sus emociones. La
agresividad de Michael aumentaba de forma proporcional a sus sentimientos
heridos, así que si estaba tan enfadado era por algo. De pronto lo entendí.
-
Lo tuyo
con Olivia no ha funcionado ¿verdad? – pregunté, tratando de ser delicado. Me
miró con furia y se apartó, y supe que había acertado – Michael…
-
Por lo
visto nadie me aguanta por más de una semana. – gruñó, y esa fue mi
confirmación. Suspiré. Abrí los labios para decir algo, pero antes de poder
hacerlo Michael subió las escaleras haciendo más ruido del necesario, y escuché
un portazo cuando llegó a su cuarto.
La habitación se
quedó en completo silencio por unos instantes y mi mente casi estaba en blanco,
aún asimilando lo que acababa de suceder. Finalmente reuní fuerzas para mirar a
Ted con seriedad, dispuesto a tratarle como siempre porque si percibía algo de
lástima o compasión en mí sólo le haría más daño.
-
¿Sabías
lo de Olivia cuando le dijiste eso? – le interrogué. Era raro mirarle de arriba
abajo. Ted era más bajo que yo, pero al
estar sentado en la silla la distancia entre nosotros había aumentado.
-
No… Si
apenas sabía que estaban juntos…. Es decir… Alejandro me comentó algo,
pero no es como si Mike compartiera su
vida amorosa conmigo…
Le miré a los ojos
y le creí. Después de todo él acababa de llegar y yo tampoco había sabido de la
reciente desilusión amorosa de mi hijo, así que Ted no podía haber sabido que
sus palabras fueron realmente un golpe bajo.
-
Aún así
no debiste decir eso. Sé que él tampoco estuvo bien, pero no debes combatir el
fuego con fuego - le regañé. Era la primera vez que le regañaba en siete
días y no dejé de sentirme mal por hacerlo.
-
¡Pues que
él no se hubiera metido con mi novia!
Me sorprendió un
poco la seguridad con la que dijo “novia”, comparado con sus anteriores
titubeos. Era evidente que en aquella semana habían progresado mucho.
-
Eso en
realidad lo hice yo…. – intervino Alejandro – No lo hice por molestarte, y ella
en verdad me cae bien... solo quiero que estés preparado por si…
-
¡Por si
nada! ¡Métete en tus asuntos!
-
Ted,
cálmate – le insté.
-
¡No me
digas que me calme, empezaron ellos!
-
No me
repliques y no me levantes la voz,
Theodore. Tus hermanos escogieron mal sus palabras y ahora voy a hablar
seriamente con Michael, pero la solución no es que tu les respondas igual,
¿estamos?
Ted me fulminó con
la mirada durante veinte segundos, pero aguanté sin bajar los ojos y al final
los bajó él.
-
Sí,
papá….
-
Está
bien, campeón. Ya sé que lo que ellos dijeron no estuvo bien. No les escuches:
a mí Agustina me parece estupenda.
Ted sonrió un poco,
aunque algo triste, porque en el fondo se creía lo que habían dicho sus
hermanos. Eso me recordó que tenía que ir a matar a Michael.
- MICHAEL´S POV-
Volver de la
comisaría y ver un montón de críos corriendo por la casa era algo a lo que ya
estaba acostumbrado, pero volver y ver a Olivia era como un regalo de los
dioses. Ella me había entrado por los ojos desde el primer momento. Es decir, ¿quién
no se sentiría atraído por alguien así? Era hermosa, y esa era una expresión que yo no solía
utilizar. Solía decir “está buena”, “es un pivón”, “es guapa”, pero nunca
“hermosa”. Pero a Olivia no había otra forma de describirla.
Me asustaba la forma
en la que se había ido introduciendo en mis pensamientos, casi furtivamente,
sin que yo me diera cuenta. Cada vez que intentaba pensar en otra cosa su
imagen volvía e invadía mi cerebro. Me descubrí intentando saber cosas sobre
ella, algo que nunca me había pasado con una chica. Generalmente me interesaban
únicamente sus gustos en la cama, pero con ella era diferente.
Quizá se debía a
que forzosamente tenía que pasar tiempo con ella mientras cuidaba de mis
hermanos. Pasábamos muchas horas juntos, y era normal que quisiera saber cosas
de la persona que compartía mis tardes. Sí, eso debía ser…
-
Tienes
algo en la nariz- me dijo Olivia, con una sonrisa pícara, y me manchó con un
poco de helado. Eso me sacó de mis reflexiones y me hizo sonreír.
Aquella tarde
estaba particularmente contento porque Ted iba a volver del hospital. Atrapé a
Olivia por la cintura y restregué la nariz manchada por su cuello. Ella se
revolvió y se rió, bastante sorprendida porque no se esperaba ese contraataque.
-
Shh,
shhh. Nos verán tus hermanos - protestó
entre risas. La ignoré, metí el dedo en la tarrina de helado que estábamos
comiendo y la pringué toda. - ¡Michael!
-
¡Di que
te rindes! – exigí.
-
Me rindo,
jajaja, me rindo.
-
Di que
soy el tío más bueno con el que has estado. – demandé. Como tardó en responder,
la hice cosquillas.
-
Jaja,
¡vale, vale, sí! – dijo al final, y la solté. - De todas formas no es difícil.
Eres el único tío con el que he estado.
Pensé que seguíamos
de broma, pero luego me di cuenta de que ella había hablado en serio. La miré
sorprendido.
-
¿De
verdad? Pero… eres mayor que yo… Es
decir….yo sí he estado con…. Y tú…¡me dijiste que besaba mejor que tu ex,
mentirosa! ¡Sí has estado con alguien!
- Con alguien sí,
pero nunca dije que fuera un chico.
Tardé unos segundos en comprender lo que eso implicaba.
-
¿Eres
bollera?
-
Bueno, es
complicado… Es decir…. No estoy segura.
-
¿Lo eres
o no? – inquirí. ¿Cómo rayos podía no estar segura? ¿Acaso no estaba conmigo?
¿Cómo podía no saber entonces si le gustaban los chicos o las chicas?
-
Pensaba
que sí…Pero hace un año… bueno, empecé a sentir que no. Tal vez soy bi. Yo que
sé. Lo único que sé es que ahora mismo me gustas tú – respondió, y trató de
ponerse cariñosa nuevamente, pero yo la aparté.
Me sentí traicionado, como si me hubiera usado para experimentar. Como
si me hubiese escogido a mí para probar a ver si le iban los chicos. El día
anterior habíamos estado a punto de… pero ella no quiso. En ese momento supe el
por qué.
-
Me das
asco – la solté.
-
¿Qué?
-
¡Que me
das asco! Tendría que haber sabido lo
que eras.
-
¿”Lo que
soy”? Lo dices como si fuera
extraterrestre. ¿Asco? Pero ¿a ti que leches te pasa? – se indignó. Se alejó de
mí bruscamente y la vi coger su bolso.
-
¿Adónde
vas?
-
¡A donde
me dé la gana! Mi horario ya ha terminado y tu padre vendrá en cualquier
momento. Me alegro de que tu hermano esté de vuelta porque lo que es yo ¡no
pienso volver!
-
Olivia,
espera…
-
¡Espera
una leche! ¡Homófobo de mierda!
La vi marcharse como un huracán, dando un portazo, y me quedé
congelado. Estaba enfadado y no había medido mis palabras. No había querido
decir que me diera asco por ser lesbiana, sino por jugar conmigo. Aunque
supongo que me daba asco por las dos cosas. Me la imaginé con otra chica y casi
tuve arcadas.
Para colmo de males, los enanos empezaron a preguntarme dónde estaba
Olivia, ya que ni siquiera se había despedido de ellos. Les dije que ya había
llegado su hora de irse y que no podía quedarse más tiempo porque tenía cosas
que hacer. Ellos se lo tragaron y empezaron a prepararlo todo para la venida de
Ted.
Se suponía que aquél iba a ser un gran día, y Aidan nos había dicho que
teníamos que animar a Ted, pero yo en esos momentos no estaba para animar a
nadie. Estaba en una fase parecida a “todas las mujeres son unas putas” y “las
relaciones duraderas solo se dan en las películas”. Aunque tal vez el problema
era yo, que solo atraía a chicas fáciles o a lesbianas en proceso de
transformación… Las palabras de Ted dieron justo en el blanco ya que lo mío con
Olivia había durado solo una semana.
Me enfadé más allá de lo que pensé que uno pudiera enfadarse con
alguien de su familia, y por unos momentos me olvidé de que Ted acababa de
salir del hospital. Estaba dispuesto a machacarle, pero Aidan me lo impidió. Se
puso de su lado, por supuesto. Después de todo yo solo era el acoplado en su
familia perfecta y San Ted nunca hacía nada malo…
Subí a mi cuarto sabiendo que todos seguían abajo y que podría estar
solo por un rato. Me tumbé en la cama y me olvidé del mundo, pero eso solo
funcionó hasta que escuché los pasos de Aidan subiendo la escalera. Analicé su
expresión cuando entró en el cuarto. Solo le había visto tan enfadado aquél
primer día en el que descubrió que había amenazado a Cole. Bueno, se había
enfadado más cuando Ted y yo nos fuimos a por esos matones, o cuando creyó que
había roto la insulina, pero esas veces
estaba más asustado que enfadado y creo que eso de alguna manera me benefició…
Algo -un sexto sentido sobre “padres cabreados” que estaba desarrollando recientemente-
me indicó que aquella vez estaba bien
jodido.
-
Michael,
tenemos que hablar….
-
Hablar…
qué bonito eufemismo – murmuré.
-
Te
sugiero que por esta vez te guardes tus réplicas ingeniosas, y las no
ingeniosas también. No te conviene
pasarte de listo.
-
¡Señor,
sí, señor! – respondí con sarcasmo. Mi bocaza me perderá algún día…
-
Michael,
basta. Estoy hablando muy en serio. Estos días te he dejado pasar varias cosas,
pero esto no voy a…
-
¿Qué me
has dejado pasar cosas? Sí, ya. Debí
suponer que siempre se trata de ti. No es que yo no haya dado problemas sino
que tú eres “manánimo” ¿no?
-
Magnánimo,
Michael. Y no. No es eso. Pero sé que falsificaste las copias de Harry, que
saliste de casa sin permiso y que cogiste dinero del tarro de las emergencias.
Lo primero lo ignoré porque me alegra que arreglarais
las cosas. Y lo segundo y lo tercero, sé que lo hiciste para comprarle algo a
Olivia, y no me enfadé porque puedo entender que para ti comprarle un regalo a
tu chica puede considerarse “una emergencia”, aunque me hubiera gustado que al
menos me lo dijeras. Es como si no confiaras en mí y eso fue lo que me molestó,
pero tampoco dije nada.
Le miré sorprendido, porque no sabía que se hubiera enterado de ninguna
de las tres cosas. Lo del dinero tarde o temprano acabaría descubriéndolo pero
¿cómo rayos sabía lo de Harry?
Tampoco sabía cómo se había enterado de que usé el dinero para
comprarle un regalo a Olivia, pero supongo que alguno de los enanos lo vio y se
lo dijo, o tal vez sumó dos más dos, al
ver que Olivia de pronto llevaba una pulsera en la que ponía “Michael”. Seguro
que después de nuestra discusión se la había quitado… Me entristecí y miré al
suelo, pero Aidan me levantó la barbilla, malinterpretando mi reacción.
-
No estoy
enfadado por ninguna de esas cosas, es más, me parecen bastante tiernas. Estoy
enfadado porque atacaste a tu hermano y faltó poco para que le golpearas. Quiero saber por qué lo hiciste. Y no me
vengas con que “él también te atacó” porque eso ya lo sé y lo hablé con él,
pero tú empezaste. Tú y Alejandro, con
vuestra negatividad.
-
¡No dije
nada que no fuera cierto! Sólo el prevenía, porque no se puede confiar en las
mujeres.
Pensé que Aidan se enfadaría, porque eso no fue exactamente una muestra
de arrepentimiento, pero en lugar de eso me acarició el pelo.
-
¿Qué pasó
con Olivia, campeón? ¿Me quieres contar?
-
¡No!
-
¿Por qué
no? - preguntó, sentándose a mi lado.
Casi le prefería enfadado a cariñoso. No era justo que me hablara así, era
imposible enfadarse con alguien mientras te está mimando.
-
Mmmggg. –
protesté, débilmente. Aidan se rió y me dio un beso.
-
No me
cuentes si no quieres, canijo, pero no pienses que nadie puede aguantar contigo
por más de una semana, porque no es cierto.
Yo he aguantado más de un mes. – me chinchó. Le saqué la lengua y él me
dio un abrazo. Era cierto, llevaba allí
ya varias semanas. Me había acostumbrado a esa vida. Se sentía como si fuera
mía, a pesar de que yo sabía que mi tiempo allí era prestado.
-
Ted no
debió haber dicho eso – me quejé.
-
Es
cierto, no debió. Pero a él también le dolió lo que tú dijiste. Está muy
asustado por todo lo que le ha venido encima y lo que menos necesita es pensar
que su novia va a dejarle si no se cura pronto. Además, no creo que Agustina
sea capaz de eso…
-
Es que eres
demasiado confiado, y piensas bien de todo el mundo.
-
Puede ser
– admitió, y me dio un beso en la frente. Esa fue mi señal para separarme un
poco de él. Cuando nuestros ojos se encontraron, descubrí que ya no estaba tan
enfadado como antes. Era una suerte para mí que los enfados de Aidan durasen
menos que una chuchería en manos de Kurt.
-
Siento
haber tratado de pegar a Ted….
-
Si no
llego a pararte le das, Michael. Acaba de volver del hospital. ¡Está en una silla de ruedas! ¿Y tú ibas a
golpearle? Tienes que tener más autocontrol.
-
Lo sé…
-
Estuve
pensando en lo que me dijiste, acerca de que sabes hablar sin llegar a las
manos, y sé que es cierto. Te he visto hacerlo, te he visto ser civilizado y te
he visto ser un gran hermano mayor, capaz de controlar al resto cuando se
equivocan o se dejan llevar por la ira. Por
eso mismo, porque sabes hacerlo, quiero que lo hagas siempre ¿estamos? Y
que esto no vuelva a pasar.
-
Y supongo
que sería mucho pedir que lo dejes pasar por esta vez…
-
No es la
primera vez que recurres a las agresiones con tus hermanos, Michael. Entiendo
que estuvieras mal por lo de Olivia pero no debiste pagarlo con Ted.
No sabía qué responder por que básicamente él tenía razón, así que me
mordí el labio y miré al suelo. Nuevamente él me obligó a alzar la mirada.
-
Quiero
que te disculpes con él, y luego ya veré qué hago contigo – me dijo, y eso me
sonó a que me estaba dando una oportunidad de oro, así que sonreí, asentí y fui
a buscar a Ted antes de que se lo pensara dos veces.
Ted había dejado la silla para sentarse en el sofá. Parecía estar muy
cansado y con mucho sueño, y estaba a punto de quedarse dormido. Estuve tentado
de dar media vuelta y decirle a Aidan que ya me había disculpado, pero entonces
le sentí detrás de mí y supe que tenía que hacerlo de verdad, porque él iba a
estar observando.
-
Ted – le
llamé. Me dedicó una mirada con el ceño fruncido – Lo de antes….yo…pues lo
siento. Sigo pensando todo lo que dije pero lamento que te molestara.
-
¿Qué
clase de disculpa es esa? ¿”Lo siento pero tengo razón”? – replicó Ted.
-
¡Tengo
derecho a tener opinión propia!
-
Chicos…sin
pelear… - intervino Aidan.
-
Yo siento
lo que dije también. – bufó Ted. Me pareció que no sonaba sincero y eso me
molestó. Aunque tal vez fueran imaginaciones mías.
-
Ah, sí,
deberías, porque yo no te hice nada.
-
¿Qué no
me hiciste nada? ¡Intentaste pegarme! – protestó Ted.
-
¡Eso fue
después! ¡Y créeme que quería hacer algo más que intentarlo! – le dije, furioso
de nuevo porque Ted no solía ser tan orgulloso para aceptar las disculpas de los demás. Tal vez
todo fuera porque se trataba de su novia, y le había molestado de veras.
-
Michael,
basta. Tal vez quieras intentarlo de nuevo, porque como disculpa deja bastante
que desear. – dijo Aidan.
-
¡Nadie te
preguntó!
Craso error. Mi pequeña oportunidad para salir bien parado de aquella
se estaba esfumando.
-
A mí no
me hables así. Pídele perdón a tu hermano, y pídeselo en condiciones.
-
¡Para eso
tendría que sentirlo! - le bufé.
-
Bueno, me
cansé. No sabes dónde está la línea. No se puede ir de buenas contigo, está
claro. Sube a tu cuarto – me ordenó.
Lleno de rabia, caminé furiosamente hacia las escaleras y por el camino
pateé la silla de Ted. Se sintió bien hacer eso así que la pateé de nuevo. Y
luego otra y otra vez, tirándola al suelo ya que no había nadie sentado encima
y haciendo contrapeso.
Instantes después experimenté la fuerza de la gravedad, cuando Aidan me
agarró y me inclinó sobre el sofá. Antes de poder hacer o decir nada sentí res
golpes secos sobre el pantalón.
PLAS PLAS PLAS
No dolieron demasiado, pero tres de mis hermanos estaban presentes y yo
quise morirme. Jamás podría volver a mirar a Ted, a Alejandro o a Barie a la
cara.
Aidan me mantuvo en aquella posición y casi lo agradecí porque así no
tenía que mirar a nadie.
-
¿Te
calmaste ya? Las cosas no se patean, caramba.
-
Mike…
¿estás bien? – preguntó Ted, dubitativo.
No sé si preguntaba por mí en general, o por mi pie después de patear
una silla de metal. Solo estaba siendo amable y de veras parecía preocupado,
pero a mí me hizo sentir humillado porque me recordó que él había visto cómo me
castigaban.
-
¡NO, NO
ESTOY BIEN, MARICÓN DE MIERDA! ¡EL IDIOTA DE TU PADRE YA SE HA ENCARGADO DE
ESO!
La expresiva cara de Barie fue un indicador de cómo de muerto estaba
después de aquello. Tuve el instinto de protegerme los órganos vitales, como
cuando en la cárcel había alguna pelea. Había aprendido esa lección por la
fuerza, cuando una patada casi me rompe las costillas.
Sin embargo lo único que hizo Aidan fue sacar a todos del salón. Les
dijo que fueran a la cocina, a elegir qué íbamos a cenar, y cerró
estratégicamente la puerta que comunicaba la cocina con el salón. Después de eso subió las escaleras y yo me
quedé allí sin saber qué hacer, sorprendido de verle tan tranquilo y casi más
asustado por eso. No podía ser buena señal.
No tardó mucho en bajar, y no lo hizo con las manos vacías. Traía con
él un saco enorme, de colores llamativos, y en ese momento no pude identificar
qué era. Luego entendí que era una especie de saco de boxeo de esos que se
sostienen de pie, y que cuando los
golpeas rebotan contra ti. El monigote aquél era grande, casi tan alto
como yo, y Aidan traía también unos guantes.
Aquello no tuvo ningún sentido hasta que me lanzó los guantes para que
los atrapara.
-
Tuviste
un mal día ¿no? ¿Estás de mal genio?
Desfógate con esto, no con nosotros.
-
¿De dónde
lo has sacado? – pregunté, aún sorprendido.
-
Lo tenía
muerto de risa en mi armario. Solía ir al gimnasio, pero dejé de tener tiempo
así que compré esto para ejercitarme en
casa de vez en cuando. Al final se quedó solo en buenos propósitos.
Miré el artefacto con una mezcla de curiosidad y deseo. Siempre había
querido tener uno de esos, aunque en mi mente era de los que se colgaban en el
techo.
-
Pero…
-
Vamos,
ponte los guantes. ¿Sabes cómo van? Ajústalos bien.
Lo hice, como hipnotizado, respondiendo mecánicamente a sus órdenes.
-
Golpea
aquí. - me instó, y di un golpecito en
el centro del saco. - ¡Fuerte!
Puse algo más de energía.
-
Vamos,
Michael, fuerte. Esto es blando, no duele. Golpea. Golpea igual de fuerte que a
esa silla.
Doblé el codo y clavé el puño en el plástico. Lo hice de nuevo con el
otro brazo, y empecé a repetir cada vez más fuerte.
-
¿Te duele
no haber acabado bien con Olivia? ¿Te
molesta que tu hermano sea más ingenuo que tú, que vea las cosas de otra
manera?…. ¿Te molesta que esté en una maldita silla de ruedas? -
decía Aidan, animándome a golpear más y más fuerte, hasta que al final,
tras unos pocos golpes quedé exhausto. ¿Quién me iba a decir que esa cosa
cansara tanto?
Estaba tan cansado que no me aparté lo bastante rápido cuando el saco
retrocedió hacia mí, pero Aidan lo sujetó antes de que me golpeara. Me quedé
mirando el objeto que había quedado a pocos centímetros de mi cara.
- La rabia siempre nos vuelve, Michael. Si vuelve en forma de plástico
y un poco de relleno está bien, no duele. Pero cuando lastimamos a alguien
suele devolvernos un golpe mucho peor.
Aquello me había dejado sin energías y sin fuerzas, y por algún motivo
tenía ganas de llorar.
-
No debes
confundir las personas que te rodean con uno de estos objetos. Estamos para
ayudarte en tus malos momentos, no para que nos agredas cuando te enfrentas a
ellos. ¿Estabas enfadado con Olivia, con
Ted, o con la silla de ruedas?
-
¡Con las
tres cosas! – chillé, y los ojos me escocieron. Al segundo siguiente Aidan me
estaba abrazando, al parecer sin importarle que hubiera comenzado a sudar como
un esquimal en verano.
-
Shhh,
shh… Calma…¿te sientes mejor? ¿Estás más tranquilo?
Asentí. Estaba tan reventado como si en vez de machacar un monigote me
hubieran machacado a mí.
-
Gracias
por esto – murmuré, restregando la cara contra él y sacándome uno de los
guantes. Aidan me ayudó a sacarlos y me hizo estirar los dedos para comprobar
que no me hubiera hecho daño.
-
De nada,
campeón. El saco es tuyo, si lo quieres.
-
¿De
verdad? – pregunté, ilusionado.
-
Sí. Tal
vez te pida alguna vez que se lo prestes a Alejandro. No sé por qué no se me
había ocurrido esto antes.
Le miré con agradecimiento y esta vez fui yo quién le dio un abrazo. Al
separarnos Aidan me sonrió, pero noté que la sonrisa no le llegaba a los ojos.
Suspiré, porque ya sabía lo que iba a decirme.
-
Estaba
claro que necesitabas dejar salir la rabia…. Tan solo me hubiera gustado que no
la dejaras salir sobre nosotros primero.
-
Yo….
siento…haber pateado la silla.
-
Y no solo
hiciste eso, Mike. Me hablaste mal, y también a tu hermano. Se suponía que
bajabas a disculparte y a darme un motivo para ser blando contigo.
-
Es que…
yo….¡hum! ¡Tú también estuviste mal! ¡Me pegaste delante de ellos!
-
Necesitaba
que pararas de algún modo… Esa silla no
es nuestra, es un préstamo del hospital, y tengo que devolverla en buen estado.
-
Lo
siento…
-
Lo sé,
campeón, lo sé… Yo también siento tener que hacer esto, pero… - dijo, y se
sentó en el sillón -….creo que ya sabes lo que viene ahora.
Estuve tentado de suplicarle que no lo hiciera, que ya no lo haría más,
que me diera otra oportunidad… pero sabía que me diría algo así como “ya te he
dado muchas oportunidades”. Y sabía que era cierto. Aidan solía tener más
paciencia conmigo que con el resto, porque no me había criado con ellos ni
según sus normas.
-
…Dejaré
que lo hagas, porque sé que me pasé, pero no pienso quitarme la ropa. – le dije,
y Aidan alzó una ceja ante mi tono autoritario, seguramente pensando que no
estaba en posición de hablarle así. Decidí arreglarlo un poco – Por favor. Ya
soy… ya tengo dieciocho años. Si no vas a tratarme como un adulto al menos
concédeme eso…
Como siempre que alguno de nosotros le pedía algo, Aidan dedicó unos segundos a pensarlo, y finalmente
asintió. Antes de poder asimilar esa victoria tiró de mi brazo y me guió para
que me tumbara encima suyo.
-
¡Espera,
espera! ¿Puede ser…mmm…encima de la mesa?
-
No
estires tu suerte, hijo.
-
En
serioooo.
-
Me temo
que eso no es negociable, Michael.
Me comí las ganas de protestar y esperé, conteniendo un gruñido.
-
Llevas
algo en los bolsillos. Sácalo, anda, te puede hacer daño.
Recordé que aún tenía las llaves y las saqué. Luego estiré el brazo
para dejarlas en una mesita. Antes de
acabar el movimiento, Aidan agarró mi mano con suavidad y la puso detrás de mi
espalda, e hizo lo mismo con la otra, para que no interfiriera. Cerré los ojos
odiando aquellos malditos segundos de espera, porque eran los peores.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Aidan no solía hablar mientras nos castigaba y eso volvía todo mucho
más tétrico… y permitía pensar mucho mejor. Te obligaba, de una forma u otra,
en pensar por qué te estaba castigando. No es como si no lo tuviera claro, la
verdad. Yo me habría dado de leches
desde el momento en el que intenté pegar a Ted….
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Au… PLAS PLAS
Tener los pantalones no suponía ninguna protección. Las palmadas eran
más fuertes que cuando solo tenía el calzoncillo.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS… aiiii… PLAS PLAS PLAS… auuu… PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS… ya no lo haré más ¿vale?…. PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS…
snif… PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS… snif…. PLAS PLAS PLAS… ya no lo haré más Aidan… papá…
snif… PLAS PLAS PLAS PLAS
Había intentado no llorar, pero tanto abrazo, tanto saco de boxeo y
tanta mariconada me habían dejado sensible. Odiaba llorar delante de alguien,
pero Aidan ya era una excepción a esa regla. Él nunca me hacía sentir culpable
o débil por llorar, y aquella vez tampoco lo hizo. Puso una mano en mi espalda
y empezó a hacerme caricias.
-
Ya está,
campeón. ¿Me das un abrazo?
Me levanté y me colé en el hueco que él había formado con sus brazos.
Aidan me había demostrado que sí había personas en el mundo capaces de quererme
durante más de una semana. Tal vez él fuera a quererme para siempre.
-
AIDAN´s POV –
Desde luego, Michael sabía cómo ponerse difícil. Me mataba ver cómo
estaba sufriendo pero era incapaz de expresarlo más allá de las agresiones…
creo que traer ese saco de boxeo realmente le ayudó. Me alegré de que se me
ocurriera y pensé que podía ahorrarnos muchos problemas en el futuro.
Después de ajustar cuentas con él, estuvo mimoso por un buen rato. Me
cuestioné si hacía bien en reprenderle de esa manera a su edad, pero nadie lo
había hecho antes con él y con todos mis chicos parecía funcionar.
Tras los mimos, llamé a los demás para ver cómo iba la votación sobre
la cena. Inexplicablemente, todos habían elegido tortilla francesa de atún, que
era odiada por muchos de ellos pero uno de los platos favoritos de Ted. Lo
habían hecho por su hermano y el gesto me hizo sonreír.
Lo pasamos bien en la cena. Los enanos le contaron a Ted algunas de sus
trastadas en aquellos días, muchas de las cuales yo desconocía. Ya decía yo que
no podían haber sido unos perfectos angelitos por toda una semana…
-
Cof cof…
Kurt… ¿cómo es eso de esconder el secador de tu hermana?
-
¡Es que
no salía del baño, papi!
Negué con la cabeza y me limité a escuchar, aliviado por no oír nada
realmente serio.
Cuando acabamos de cenar vino un momento algo tenso, y fue el de subir
a Ted a su habitación. Él no podía hacerlo por sí mismo y estaba seguro de que
se iba a sentir avergonzado si le llevaba yo. Esperé a que subieran todos y
luego le alcé en brazos mientras Alejandro subía su silla.
-
¿Estás
seguro de que puedes con él? – preguntó Michael - ¿Te ayudo?
Me faltaba un poco el aliento, pero podía cargar con mi hijo si él lo
necesitaba, y esperaba poder aún durante mucho tiempo. Quería hablar un poco con él antes de que se
acostara, pero entonces recibió una llamada de su novia y básicamente nos echó
a todos de la habitación.
Fui a mi cuarto mientras
esperaba a que dejara de hablar y justo en ese momento, como sincronizada con
Agustina, Holly me llamó.
-
¿Sí?
-
¡Hola,
Aidan! ¿Cómo está Ted?
Ella sabía que aquél día le llevaría a casa.
-
Bien,
bueno, mejor que en el hospital, creo.
-
Me alegra
oír eso. ¿Sabes ya cuándo tiene la rehabilitación?
-
Todos los
días a partir de mañana.
-
Si
necesitas cualquier cosa, solo dímelo –se ofreció – Tengo experiencia en
rehabilitaciones. Puede ser… difícil. Los chicos se impacientan si no consiguen
resultados inmediatos.
-
¿Le paso
algo…a tus hijos? – pregunté, casi con miedo.
-
Tuvimos
un accidente de coche hace tiempo
Caí en la cuenta de la cantidad de cosas que aún no sabía sobre esa
mujer. Ella ya debía saber prácticamente cualquier detalle de la vida de mis
hijos, pero yo de los suyos no.
-
Nunca
llegué a preguntarte… como se solucionó lo de tu hermano…y tu hijo…el que echó
de casa…
-
No se
solucionó – suspiró, con agotamiento -
Volvió a casa, por supuesto, pero no se hablan.
-
Vaya…
cuánto lo siento… Si hay algo que pueda hacer….
-
¿Puedes
adelantar el tiempo hasta que pase la adolescencia de mi hijo? – bromeó.
Sonreí, identificado con el sentimiento – No pasa nada. Somos muchos en un
espacio pequeño, y algunos con
caracteres muy intensos. Los roces son inevitables.
Guardamos unos instantes de silencio, en los cuales la escuchaba
respirar. Oía también mis propias pulsaciones y el golpeteo rítmico me
taladraba para que dijera algo, para no caer el riesgo de caer en una
conversación vacía.
Juro que lo que dije lo dije sin pensar, pero tal vez lo dije
sintiendo.
- Holly… quiero verte otra vez… y no en un hospital o en una
entrevista. Quiero salir contigo.
Que buena que hayas continuado con la historia me encanta espero que Ted se recupere pronto, continúala rápido por favor.
ResponderBorrarHola me encanta Ted Hahaha
ResponderBorrarEspero me tomen en cuenta quiero escribir
Una historia a donde la mando o que hago plissss ayudenme :'(
Es de noche y son mas de las dos de la madrugada y juro que me aguanto el grito porque despertare a todos en mi casa, pero me encanto!! y conste que yo tambien quiero uno de esos sacos de boxeo! estan buenisimo PD: casa a aidan con holly pero ya!!! y lo de la cita ufff quiero leeerlo, no mas que querer me muero por leerlo!!!! asi que ya sabes actualiza esto y a mis gemelos adorados!!!
ResponderBorrarHola Dream felicota de leerte... Si acabo de hacerlo son las 3 y media de la madrugada pero no pude con la tentación
ResponderBorrarLa historia esta super intensa, así que no te tardes mucho por favor
Adoro esta familia de verdas
Marambra
DreamGir excelente actualización ;) y encantada con estos chicos, aunque Michel me da dolor de cabeza :( jejeje me encantan todos tus chicos son muchos pero todas hermosos... sobretodo el papá ;)
ResponderBorrarDreaamm!!! Porque no me habías dicho que ya habías mandado!!!
ResponderBorrarMe gusto mucho el capi y todos tus personajes son increíbles!!!
Espero que Ted se recupere pronto, no me gusta verlo sufrir!!!
Espero pronto ver otra actualización tuya!!!