martes, 21 de marzo de 2017

CAPÍTULO 19: SOBRENATURAL



CAPÍTULO 19: SOBRENATURAL


  • ¿Lo habéis pasado bien hoy? – les preguntó Héctor, mientras los arropaba. Aquella noche los niños volvían a dormir juntos. Héctor sabía que tenían que aclarar qué iban a hacer con eso, pero decidió dejarlo para otro día. Primero tenían que acostumbrarse a él y a la casa y ya después tomarían decisiones permanentes.

  • Mmm.

  • ¿No? –se extrañó Héctor. A él le había parecido una tarde increíble y se había sentido muy feliz. - ¿Tizziano? – insistió, al ver que el niño no respondía. Clitzia estaba medio dormida.

  • Por la tarde no estuvo mal. – murmuró el adolescente.

Héctor le observó un momento en silencio y luego no pudo resistirse a acariciarle el pelo, espeso como lo tenía.

  • Pero por la mañana fui muy duro contigo ¿no? – aventuró Héctor, tratando de adivinar lo que el niño se callaba.

  • Hoy me castigaste tres veces – protestó Tizziano.

  • Tienes razón, Tiz. Aún estoy aprendiendo cómo cuidar de vosotros. Tú tampoco me lo pones fácil ¿eh?

  • No soy tan malo…

  • No, claro que no eres malo, píccolo. Solo tienes facilidad para meterte en líos. – le dijo Héctor, y se agachó para darle un beso de buenas noches en la frente. Besó también a Clitzia y Tizziano le siguió con la mirada mientras lo hacía.

  • También la pegaste a ella – le acusó.

  • Sí… Me di cuenta de que eso fue un error. Yo no sabía… Tu hermana vivió momentos muy difíciles. Cuando fui a recogeros no me dijeron nada de esto…

  • Eso es porque nadie lo sabe. -  confesó Tizziano. – Si a ti te lo contó fue porque realmente empieza a confiar en ti.

  • Me alegro de eso. ¿Y tú? ¿Confías en mí?

Tizziano guardó silencio unos momentos, y luego le miró con toda la intensidad de sus ojos marrones.

  • Apenas te conozco… Pero pareces un buen tipo. Es como si nos quisieras de verdad.

  • Os quiero de verdad – le aseguró. – Cuando os perdí de vista en el centro comercial… Me asusté. No sabía que fuera a asustarme tanto. No volváis a alejaros así ¿eh?

  • No…

  • Bueno. Que duermas bien, Tiz.

  • ¿Qué haremos mañana? – preguntó el niño. Héctor no tuvo claro si de verdad sentía curiosidad o solo no quería que se fuera.

  • ¿Qué te apetece hacer?

  • Mmm.

  • En serio lo pregunto. No sé qué cosas os interesan. Pero di algo y lo haremos.

  • Mmm… Me… me gustaría ver una peli – susurró el niño.

  • ¿En el cine? – indagó Hector.

Tizziano asintió con timidez. Le daba vergüenza pedir cosas que sabía que costaban dinero. Pero hacía tanto que no iba al cine…. Clitzia y él solo habían ido una vez en su vida, en realidad.

  • Eso es una gran idea – sonrió Héctor. – Al cine, pues. Mañana elegiremos la película, con tu hermana.

Héctor se levantó como para irse, pero Tizziano le agarró de la mano.

  • ¿Héctor?

  • ¿Sí?

  • Gra…Gracias por lo que nos compraste hoy.

  • De nada. Pero si de verdad te gustó, me haría feliz que sacaras el móvil y el ordenador de la caja. Lo compré para que lo usaras.

Tizziano se ruborizó y asintió tímidamente.

  • Ciao, Héctor.

  • Ciao, píccolo.

Héctor les echó un último vistazo y salió de la habitación. Le sorprendía lo rápido que se había encariñado con ellos. Tizziano por su parte estaba sorprendido también, pero por otra cosa. A simple vista, Héctor era un ricachón superficial y sin embargo el niño empezaba a darse cuenta que era mejor persona que la mayoría de la gente con la que se había cruzado.

Héctor se cambió y se metió en su cama, sintiendo que le pesaba todo el cuerpo. ¿Cómo podía estar tan cansado? Esos niños de veras le chupaban la energía. Cerró los ojos, disfrutando del frescor de la almohada, y se estiró para apagar la luz. Detuvo el movimiento en el aire. Por tercera vez en ese mismo día, creyó ver una sombra deslizándose entre la corporeidad y la incorporeidad. Demasiado para su mente incrédula. ¿Acaso se estaba volviendo loco? Era muy joven para perder la cabeza. No quería terminar internado en un psiquiátrico.

Decidido a llegar al fondo de aquél asunto, se levantó, se puso las zapatillas y siguió a la sombra, que se movía lentamente hacia el pasillo. Creyó escuchar una risa de mujer.

  • ¿Quién eres? ¿Es alguna clase de broma? ¿Quién anda ahí?

“Prendersi cura dei miei figli, Hector. Cuida de ellos” dijo una voz, pero Héctor estuvo bastante seguro de que nadie había hablado y esas palabras se habían pronunciado únicamente en su cabeza.

La sombra flotó hasta una ventana y atravesó el cristal como si no fuera un material impenetrable. Héctor se asomó con la idea de descubrir cuál era el engaño pero, bajo la luz de una farola, tuvo que aceptar que allí no había nada.







El hombre se estremeció, reconociendo que se encontraba ante algo sobrenatural que no podía explicar. Héctor no creía en fantasmas. Héctor no creía en nada que sus ojos no pudieran ver.

Pero aquello lo había visto perfectamente.


***

N.A.: Sé que es cortísimo. Lo sé. Ha sido más bien para recordarme a mí misma que tengo que continuar la historia. Y para desearon un Feliz Día del Padre

2 comentarios:

  1. Estuvo cortito pero agradable de leer, nos sigues dejando en suspenso.

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  2. Uuuyy eso de lo sobrenatural me llama la atención!!
    Que bueno que vaya mejorando la relación de ellos!!

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