Era pasadas las dos de la mañana en la casa de la familia Cullen y solo
uno de sus habitantes estaba despierto, era el jefe de esa familia, Carlisle
Cullen, quién daba vueltas en su cama sin poder dormir, los recuerdos lo
asaltaron justo aquella noche, y no era de extrañarse pues ese día era un
aniversario, y no del alegré día en el que se casó con su esposa, ni en los
días de cuando adoptó a sus hijos, este aniversario era el más triste, en
realidad nadie sabía que se celebraba.
Un día como ese en el año 1663 en un viejo pueblo de las afueras de
londres, un joven de apenas 23 años se
aventuró en una búsqueda organizada por su fanático padre en busca de
licántropos, brujas o vampiros, el no estaba convencido de que estas criaturas
existieran, había visto a muchos inocentes ser asesinados por sospechas
infundadas, pero al ser el hijo del pastor tenía que ser parte de ellas, poco
sabía él que ese día su vida cambiaría y sus sospechas se disiparían. Era
pasadas las 10 de la noche y el pequeño grupo de hombres caminaba por las
cloacas de Londres, el olor en el ambiente era nauseabundo, y las antorchas
apenas alumbraban en la obscuridad, Carlisle empezaba a desesperarse se suponía
que ese día cazaban a un clan de vampiros, peor hasta ahora solo había visto
ratas correr por los pasillos del drenaje, absolutamente nada que pareciera
remotamente sobrenatural, así que se volteó para decirle al grupo que la
expedición había acabado y que todos regresarán a casa con sus familias, cuando
de la oscuridad algo lo jalo hacia lo más remoto de aquellas asquerosas
cañerias, escuchó a los hombres correr abandonandolo con aquella misteriosa
criatura, solo la luna alumbraba aquel lugar, y con sus tenues rayos logro ver
un poco de la cara de su atacante.
Era pálida hasta un punto enfermizo, pero al mismo tiempo las facciones
eran hermosas e hipnotizaron al joven, de repente una voz sedosa se escuchó
salir de aquella creatura “Dile al pastor Cullen que esta es mi venganza, ahora
su hijo se convertirá en la creatura que más odia” y con una malévola sonrisa
el vampiro mordió el cuello del joven rubio, luego se echó a correr tras los
hombres que habían escapado dejando al joven desangrándose entre heces y
orines.
Carlisle se paró de su cama, esos definitivamente no eran buenos
recuerdos, después de ese día no volvió a ver a su padre, sabía lo que esté se
vería obligado a hacer y quería evitarle ese dolor a ambos, optó por
sobrevivir, así que encerado en un almacén de papas podridas durante sus días
de transformación, milagrosamente logro pasar esos tres agonizantes días de
dolor en completo silencia para no ser descubierto, en cuanto el dolor ardiente
se desvaneció el salió corriendo a lo más profundo de los bosques de Londres
alejándose lo más posible de las poblaciones humanas aún con su mente
ensombrecida por el ardor que provocaba la sed y el deseo de sangre humana el
no quería lastimar a nadie así que pasó sus peores meses como neófito
resistiendo el impulso de obtener lo que más deseaba, un día cuando su voluntad
flaqueaba peligrosamente una desafortunada manada de ciervos cruzó el camino
del vampiro recién nacido, sin pensarlo se lanzó contra ellos y después de
desangrar a tres de estos magníficos animales noto que el ardor disminuía hasta
casi desaparecer, en ese momento descubrió lo que sería su dieta el resto de su
vida.
Carlisle vago solo por Inglaterra hasta que decidió que en ese lugar ya
no había nada para el así que salió de aquella isla nadando hasta las costas de
Francia, pasando por varias universidades nocturnas en diferentes ramos desde
música hasta ciencias, pero fue en la medicina donde encontró su vocación, una
vez controlada su antiedad de sangre lo demás fue sencillo, poco más de un
siglo después Carlisle oyó rumores de vampiros en Italia que en realidad eran
civilizados o cultos entre las sombras de la burocracia italiana, llego con
ellos y fue recibido como un bien amigo Carlisle vivió con ellos unas cuantas
décadas pero su estilo de vida no era muy compatible con las creencias de
Carlisle así que los abandonó y se aventuró a América en busca de vampiros
igual a el, era el final del siglo IXX así que los vampiros licántropos y
brujas no eran más que mitos y cuentos paganos nadie sospecharía de un hermoso
médico que únicamente trabajaba en las noches.
Carlisle pasó los siguientes treinta años buscando, pero cuando no
encontró nada decido establecerse en la ciudad de Chicago, poco tiempo después
de su llegada una epidemia de gripe española azotó la ciudad dejando tras de sí
miles de muertos.
Una tierna sonrisa iluminó la cara de Carlisle, talvez era egoísta pero
él no hubiera deseado que fuera diferente, porque en esa ala de hospital con el
gran letrero de enfermos infecciosos fue donde encontró a su hijo, su lindo,
berrinchudo y consentido Edward.
Los recuerdos de Carlisle se vieron interrumpidos por una voz somnolienta
que salió al porche con el
“Papá, no puedo dormir, tus pensamientos son muy intensos” era el mismo
Edward que fue despertado inconscientemente por su padre al ori su nombre
tantas veces repetido en su cabeza.
“Ven aquí” dijo el tierno padre abriendo sus brazos invitando a su hijo a
sentarse en su regazo y arrullarlo con el movimiento de la mecedora “Solo
recordaba unas cosas”
“¿Cosas malas?, Sonabas triste” dijo el joven vampiro empezando a
quedarse dormido nuevamente.
“No, definitivamente no” dijo Carlisle sonriendo a la figura dormida de
su hijo, el vampiro más grande sabía que su hijo no se congelaría con el frío
aire del bosque pero instintivamente tomó la frazada del respaldo de la silla y
lo colocó sobre su hijo envolviendolo con amor.
No definitivamente ese día no perdió su vida, sino que empezó a vivirla,
si tuviera frente a él a aquel desconocido y viejo vampiro le agradecería por
la vida que le regaló, porque si él no fuera un vampiro, Edward hubiera muerto
junto con sus padres en aquella epidemia, Esme hubiera muerto sola en aquel
acantilado, Emmett hubiera sido la cena de un oso y Jasper seguiría en el
ejercicio de María.
Carlisle se paró de la silla y llevo a su hijo menor en sus brazos hasta
su cama y de repente se sintió muy cansado así que solo se quitó sus zapatos y
se acostó a lado de su hijo envolviendolo en un amoroso abrazo y aspirando el
olor de sus cabellos bronce, si definitivamente no cambiaría esto por nada.
“Yo también te amo papi” dijo más dormido que despierto Edward
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Hmmm… tal vez debí poner esto al principio pero ya que.
No soy dueña de Crepúsculo o sus personajes, esta historia está
ambientada en mi serie de historias de crepúsculo, así que no Rosalie y Alice
no están en esta historia (todavía), y como muchos saben me encanta hacer a
Edward más tierno y meloso de lo que es pero bueno así soy… qué más?, qué más?
Creo que es todo espero les guste, perdón por la demora.
Los amo a tod@s, besos
Hay Tali, decir que fue tierno, precioso, tristón a la vez, melancólico pero divino!!!! Y QUIERO MÁSSSSSS. Quiero a ese berrinchudo meloso en problemas con papá Carlile porfis!!!!!!
ResponderBorrarGrace
aaawww que lindo fue leer esto!!
ResponderBorrarQue cool volver a leer de los vampiros!!
Espero estés bien y pronto nos regales más capis con ese niño metido en problemas!!