Nuevas reglas, nuevos castigos
Capítulo 42
Llego a casa y me dirijo al salón. Mi padre me recibe con
un abrazo y un beso.
Carlos: Hola
campeón, ¿qué tal tu día?
Adrián: Muy bien,
por la mañana he ido con Natalia a buscar los libros del colegio y hemos
comprado algunos cuadernos y el material que me faltaba. Después he ido con mis
amigos a la playa y, por la tarde, después de la clase de piano, he quedado con
Martina, Nico y Shaila para dar una vuelta. ¿Y el tuyo?
Carlos: Trabajando,
hemos acabado el rodaje y estamos en fase de montaje de la película, por lo que
a partir de mañana llegaré más temprano. ¿Tienes planes para mañana por la
tarde?
Adrián: No, he
quedado por la mañana con mis amigos para jugar a fútbol y después queríamos ir
a la playa. ¿Por qué?
Carlos: Los padres
de Natalia quieren conocerte y nos han invitado a pasar la tarde y a cenar en
su casa.
Adrián: ¿Los padres
de Natalia? ¿Por qué quieren conocerme?
Carlos: Natalia les
ha hablado mucho de ti. Y ella y yo, como sabes, estamos saliendo, es normal
que quieran conocerte, ¿no crees?
Adrián: Pero a
quien deberían querer conocer es a ti, ¿no?
Carlos: A mí ya me
conocen, Natalia organizó una cena cuando tú estabas en el campeonato de tenis
y nos presentó. Desde entonces nos hemos visto algunas veces. Pero si no te
sientes cómodo no pasa nada, podemos dejarlo para otro momento.
No sé si me siento cómodo o no, es muy raro, nunca había
pensado en la familia de Natalia, ahora me doy cuenta de que no sé casi nada de
ella.
Adrián: ¿Cómo son
sus padres? ¿Son muy mayores?
Carlos: Son
bastante jóvenes, más que tus abuelos maternos. Natalia es un poco más joven
que yo y cuando nació sus padres no habían cumplido los veinticinco.
Mis abuelos maternos, hace mucho que no sé nada de ellos.
En realidad los he visto unas pocas veces cada año desde donde yo recuerdo. Mi
madre no se sentía muy unida a ellos, sus padres no querían que fuera actriz
sino que siguiera con la empresa familiar, y se distanciaron por ello. Tenían
una empresa textil que, aunque era pequeña, les hizo acumular una pequeña
fortuna, la vendieron cuando se jubilaron y ahora se pasan casi todo el año
viajando. Cuando mi madre tuvo el accidente mi padre consiguió localizarlos
pero no vinieron al funeral, y tardaron casi un mes en venir a vernos y a
visitar su tumba, mi padre se enfadó mucho y no los ha perdonado.
Adrián: ¿Sabes algo
de los abuelos?
Carlos: No mucho,
sé que están por Sudamérica. Después de la visita que nos hicieron en Navidad,
llamaron una sola vez hace un par de meses y hablamos muy poco.
Adrián: ¿Natalia
tiene hermanos? Es que, ahora que lo pienso, no sé casi nada de ella, y menos
de su familia.
Carlos: Tiene una
hermana dos años menor que ella. Está casada y tiene dos hijos, también estarán
en la cena.
Adrián: ¿Y cómo se
lleva Natalia con su familia?
Carlos: Muy bien,
en realidad están muy unidos. Viven todos en el centro, Natalia y su hermana
viven en el mismo bloque de pisos y sus padres viven en una antigua casa
adosada muy cerca de ellas. ¿Qué hago? ¿Les digo que iremos o prefieres
esperar?
Me encojo de hombros, me ha pillado completamente por
sorpresa, no sé si quiero conocerlos o no.
Adrián: No sé papá.
Si digo que sí y en el último momento cambio de opinión, ¿te vas a enfadar?
Carlos: Si me dices
que no te sientes cómodo y me pides que lo anule no me enfadaré y lo haré. De
la misma manera que si vamos y durante la cena me pides que nos vayamos también
lo haremos. Pero si no te sientes cómodo y en lugar de decírmelo te pones de
mal humor, nos hablas mal, o nos faltas al respeto o nos insultas a Natalia o a
mí o a quien sea, entonces sí me enfadaré. Conozco tus reacciones demasiado
bien.
Noto como me sonrojo. Mi padre me sonríe.
Carlos: Tranquilo,
los padres de Natalia te caerán bien y tú a ellos también, estoy seguro. Son
muy agradables y cariñosos, y Natalia les ha hablado mucho de ti.
Adrián: Esto último
no me tranquiliza en absoluto, Natalia les puede haber contado algunas cosas de
las que no estoy demasiado orgulloso y que prefiero que no sepan.
Carlos: No te
preocupes, por lo que me dijeron sé que les ha hablado muy bien de ti, les ha
explicado tus cualidades y se ha guardado tus defectos y las metidas de pata
del último año. Y no me ha dejado que yo les cuente mi versión.
Adrián: De momento
diles que iremos, pero me lo pienso hasta mañana, ¿vale?
Carlos: Bien, no
hay problema.
Adrián: ¿A qué hora
quieres ir?
Carlos: Cuando
llegue del trabajo, por lo que quiero que estés en casa a las cinco como muy
tarde para que te dé tiempo de ducharte y cambiarte antes de irnos.
Carlos: Preferiría
que llevaras ropa un poco más formal, ponte una camisa en lugar de una
camiseta, y pantalones largos en lugar de bermudas. El conjunto que compraste
con Martina me parece perfecto.
Adrián: Entendido,
a las cinco en casa.
El viernes por la mañana salgo con mis amigos y después
del almuerzo quedo un rato con Martina. Me anima a conocer a la familia de
Natalia, y me tranquiliza cuando le confieso que me da miedo no caerles bien.
Martina: Sé tú
mismo, cuando quieres eres encantador, ¿por qué crees que me enamoré de ti?
Me acerco a ella y me despido con un beso apasionado, son
casi las cinco y tengo que irme, no quiero llegar tarde.
Adrián: Hola
Natalia, he llegado.
Natalia me recibe con un abrazo.
Natalia: Hola
peque, ¿cómo estás?
Adrián: Estoy bien,
sólo un poco nervioso.
Natalia: ¿Sigues
queriendo ir a conocer a mi familia?
Adrián: Supongo que
sí, espero caerles bien.
Natalia: Les caerás
bien, estoy segura. Sé tú mismo, eres encantador cuando estás tranquilo y te
sientes seguro.
Adrián: Eso mismo
me ha dicho Martina, ¿os habéis puesto de acuerdo?
Natalia se ríe. Me voy a mi habitación para ducharme y
cambiarme. Le hago caso a mi padre y me pongo el conjunto que me compré con
Martina, la verdad es que me gusta mucho.
Cuando salgo de mi habitación me encuentro con mi padre,
que acaba de llegar. Me da un beso y un abrazo.
Carlos: Me ducho
rápido y nos vamos, ¿vale? Tardo cinco minutos, ¿me esperas en el salón?
Asiento con la cabeza, mi padre entra en su habitación y
yo voy al salón y enciendo la tele. No tarda nada en bajar, ya duchado y
cambiado, es mucho más rápido que yo.
Carlos: Se ha ido a
su casa cuando he llegado, hemos quedado en encontrarnos directamente en casa
de sus padres.
Subimos al coche, hasta el centro tardamos unos diez
minutos. Mi padre me explica que los padres de Natalia se llaman Juan y Ana. Su
hermana se llama Amelia, su marido Enrique y sus hijos son Marcos de 7 años y
Bruno de 12. ¡Uf! No sé si me acordaré de todos los nombres. Dejamos el coche
en un aparcamiento subterráneo y vamos caminando hasta la casa, un adosado de
tres plantas que hace esquina, parece un edificio bastante antiguo y lujoso. Mi
padre llama y nos abre una mujer que debe tener poco más de sesenta años, nos
sonríe, parece muy agradable.
Ana: Bienvenidos,
pasad por favor.
Le da dos besos a mi padre y se dirige a mí.
Ana: Hola, tú eres
Adrián, ¿verdad? Natalia me enseñó algunas fotos tuyas jugando a tenis, me dijo
que eres muy bueno.
Me sonrojo, me fue bien en el campeonato, pero de aquí a
decir que soy muy bueno, Natalia ha exagerado bastante.
Adrián: Hola,
encantado de conocerla.
Ana: Puedes
tutearme, no soy tan mayor.
Me guiña el ojo y nos acompaña a un gran salón, bastante
más moderno de cómo me lo había imaginado viendo el edificio por fuera.
Ana: Natalia aún no
ha llegado, no tardará.
En ese momento entra un señor que aparenta la misma edad
que Ana, supongo que es el padre de Natalia.
Ana: Juan, mira, ya
han llegado. Este chico es Adrián, el hijo de Carlos.
Juan le da la mano a mi padre y una palmada cariñosa en
el brazo. Después se dirige a mí y me abraza.
Juan: Hola Adrián,
ya tenía ganas de conocerte, Natalia habla mucho de ti.
Nos sentamos en el sofá, yo al lado de mi padre, Ana en
otro que está al lado y Juan en un sillón que queda delante. Oímos la puerta y
enseguida Natalia entra en el salón.
Mi padre se levanta y le da un beso. Natalia viene hacia
mí, me levanto y la abrazo. Me habla al oído.
Natalia: Hola
peque, ¿todo bien?
Después saluda a sus padres con un abrazo y se sienta al
lado de su madre.
Ana: Adrián, ¿has
merendado? ¿Tienes hambre?
Adrián: No, estoy
bien, gracias.
Ana se levanta y se va, vuelve enseguida con una bandeja
de galletas y la pone en la mesilla. Vuelve a salir y Natalia se va con ella,
vuelve con unas tazas y dos jarras que parece que contienen café y leche, Ana
vuelve unos minutos después con un zumo de naranja recién exprimido y me lo
alcanza.
Ana: Natalia me ha
dicho que sueles tomar zumo de naranja.
Todos se sirven café, Ana añade leche al suyo, los demás
lo toman solo. Comemos galletas y hablamos. Al principio estoy bastante cortado
pero son muy amables y me incluyen en la conversación preguntándome algunas
cosas. El padre de Natalia es muy gracioso, no para de bromear y cuenta algunos
chistes y anécdotas de cuando era joven, parece que fue bastante tremendo. Su
madre es una mujer muy afable y cariñosa, me sonríe todo el rato, habla muy
suavemente y se preocupa porque todos nos sintamos a gusto.
Ana: Adrián, ¿sabes
que Bruno comenzará secundaria en el mismo colegio al que vas tú?
Adrián: No lo
sabía, ¿Bruno es su nieto mayor?
Ana: Hasta ahora
sí, pero, si tú quieres, empezaré a verle como el del medio.
Me guiña el ojo y me sonríe. No sé si he entendido bien
qué ha querido decir, Natalia no es ni será nunca mi madre, aunque se case con
mi padre, pero sí me gustaría tenerlos a ellos como abuelos. Noto como me
sonrojo. Mi padre me pone su mano encima de la pierna para llamar mi atención,
lo miro y veo que me sonríe de forma bastante tranquilizadora, le devuelvo la
sonrisa. Natalia llama la atención de su madre y le dice algo en voz baja. Ana
me mira de nuevo y me sonríe.
Ana: Lo siento, no
quería incomodarte, ¿estás bien?
En ese momento entra corriendo un niño que se tira a los
brazos primero de Ana y después de Juan. Detrás suyo una mujer que se parece un
montón a Natalia, está claro que es su hermana, un chico algo más pequeño que
yo con ojos llorosos y un hombre con cara seria. El chico se abraza a Ana.
Ana: ¿Qué pasa,
tesoro? ¿Por qué tienes esta cara tan triste?
Ana: ¿Y cómo es eso
posible si tú eres el chico más bueno que conozco?
Bruno: Es que me he
enfadado y le he insultado un poquito.
Bruno: Le he dicho
que es idiota.
Ana: ¿Y crees que
está bien que le llames así a tu papá?
Bruno: Sí abuela, y
dice que me perdona, pero yo creo que sigue enfadado.
Ana: Vamos Enrique,
cambia esa cara, Bruno está arrepentido y tenemos visitas.
Enrique se acerca a su hijo, lo separa de su abuela y lo
abraza.
Enrique: Todo está
bien Bruno, ¿vale?
Amelia se acerca a su madre, la saluda y la abraza.
Amelia: Mamá, lo
consientes demasiado. Bruno ha cambiado la cara cuando ha cruzado la puerta, ya
habían hablado y sabe muy bien porque Enrique lo ha castigado.
Amelia: Hola,
¿Adrián, verdad? Ya tenía ganas de conocerte, Natalia habla más de ti que de tu
padre.
Dirige una mirada de burla a mi padre y me abraza.
Amelia: Soy Amelia,
la hermana de Natalia.
Adrián: Encantado,
os parecéis un montón.
Amelia: Sí, aunque
yo soy más joven y divertida.
Le echa una mirada burlona a Natalia.
Amelia: Él es
Enrique, mi marido, y mis hijos Marcos y Bruno. Chicos, venid a saludar a
Adrián.
Después de saludar y abrazar a Natalia se acercan a mí,
nos saludamos y nos damos la mano. No sé el porqué, pero enseguida me caen
bien, sobretodo Bruno, ¡vaya manera de manipular a Ana para lograr que regañara
a su padre!
Adrián: Hola,
encantado. Bruno, tu abuela me ha dicho que empezarás secundaria en el mismo
colegio que yo.
Bruno: Sí, empiezo
primero este curso, ¿en qué curso estás tú?
Adrián: Este curso
haré cuarto. Si necesitas cualquier cosa sólo dímelo y, si quieres, cuando
sepas que profes tienes te puedo contar sobre ellos. Pero mejor no les digas
que me conoces, no tienen muy buena imagen de mí después del último curso.
Bruno: Gracias
Adrián. Natalia dice que eres muy inteligente y que te va bien en el cole.
Miro a Natalia, que me sonríe. Ruedo los ojos.
Adrián: Creo que
Natalia sólo os ha contado cosas buenas de mí y ha omitido mi último año. Pero
los profes que no me dieron clase en tercero seguro que tienen buena opinión de
mí.
Bruno abre mucho los ojos con mi comentario y luego se
ríe, no sé si me cree. Enrique me saluda y me abraza, sigue muy serio, ¿será
así siempre? Marcos y Bruno saludan a mi padre y lo abrazan, supongo que ya se
conocían, me sorprende oír que Marcos lo llama tío.
Ana: ¿Por qué no
pasamos al comedor? La mesa es grande y estaremos más cómodos.
Pasamos a un gran comedor, también con una decoración
sorprendentemente moderna. Me siento al lado de mi padre y, rápidamente, Bruno
se sienta a mi lado, creo que yo también le he caído bien. Ana y Amelia sirven
la cena. Mientras comemos hablamos de muchas cosas. Juan y Ana hace un par de
años que se jubilaron, él era médico y ella enfermera, Amelia trabaja en
publicidad y Enrique es ingeniero y trabaja en una empresa que se dedican a
hacer casas energéticamente sostenibles, no entiendo muy bien lo que hace,
algún día le pediré que me lo explique más detalladamente, parece interesante.
Después de la cena hacemos un poco de sobremesa, Bruno me
dice si quiero jugar con él y con Marcos, nos vamos al salón y saca algunos
juegos de mesa. Nos divertimos bastante.
Los adultos salen del comedor, Amelia dice que ya es
tarde y que ellos se van. Me despido de Marcos y Bruno, y también de Amelia y
Enrique, la verdad es que los cuatro me han caído muy bien. Después Ana me
abraza y me pregunta si querré volver otro día, le sonrío y le digo que sí, me
despido de ella y de Juan. Mi padre, Natalia y yo salimos, Natalia nos acompaña
al coche.
Natalia: ¿Qué tal?
¿Cómo te has sentido?
Adrián: Muy bien
Natalia, tu familia es maravillosa.
Natalia: Ahora
también es tu familia, y ya te digo que les has encantado. Antes te has
preocupado por nada. Nos vemos mañana, ¿vale?
Me da un abrazo y se despide de mi padre con un beso.
Subimos al coche y nos vamos.
Carlos: ¿Te lo has
pasado bien?
Adrián: Sí papá,
muy bien. Me he dado cuenta de que, aunque físicamente se parecen mucho,
Natalia y Amelia tienen un carácter completamente diferente. Natalia es como su
madre, aunque algo más seria, pero Amelia es exactamente igual que su padre. Y
Enrique estaba muy serio, aunque es amable y me ha interesado mucho lo que ha
contado de su trabajo, ¿siempre es así?
Carlos: Sí, Enrique
siempre parece muy serio, aunque es su expresión, pero también es amable y
cariñoso.
Adrián: Y Bruno me
ha caído muy bien. He oído a Marcos llamarte tío, ¿lo hace siempre?
Carlos: Sí, Natalia
es su tía y él me ha llamado tío desde el primer día, igual que tú llamas tía a
Alicia.
Adrián: Ya, pero
¿eso significa que él me considera su primo?
Carlos: No lo sé,
eso deberás preguntárselo a él.
Adrián: Y Ana, ¿me
considera su nieto? Pero yo no soy hijo de Natalia, ella no es ni nunca será mi
madre. No te enfades, porfa, no lo digo porque tenga nada en contra de vuestra
relación, sólo es que es así. Aunque últimamente me estoy encariñando con ella,
no puedo sentir que sea mi madre.
Carlos: No me voy a
enfadar por lo que sientes. Sé que Natalia no es tu madre, y no pretendo que lo
sientas así, nadie puede decirte cómo debes sentirte, ni siquiera tú mismo
puedes.
Adrián: Pero sí me
gustaría tener unos abuelos como Ana y Juan, y creo que a ellos sí podría llegar
a llamarlos abuelos, pero eso no tiene sentido si no llamo mamá a Natalia.
Igual que no puedo llamar tíos a Amelia y a Enrique, ni primos a Marcos y a
Bruno, aunque pueda llegar a sentir que lo son.
Llegamos a casa, mi padre aparca el coche, nos bajamos y
me atrae hacia él para abrazarme. Vamos al salón y nos sentamos.
Carlos: Si te sale
llamar abuela a Ana la harás la mujer más feliz del mundo pero ella te va a
considerar un nieto más la llames como la llames, y no le importará. Puedes
llamarlos como tú quieras o sientas, y todos entenderán que no le digas mamá a
Natalia. No te preocupes por eso y no le des más vueltas, simplemente cuando
hables con ellos los llamas lo que te salga en ese momento, ¿vale? Lo
importante es que te hayas sentido a gusto.
Carlos: Gracias a
ti por hacerlo fácil. Me alegra que hayas estado a gusto con ellos, para
Natalia su familia es tan importante como lo es para mí la mía. Por eso, igual
que a mí me preocupaba que Natalia se llevara bien con tus tíos y primos, a
ella le preocupaba que tú y yo nos lleváramos bien con su familia.
Me vuelve a abrazar y me besa.
Carlos: Venga es
tarde, ¿nos vamos a dormir?
Adrián: Sí, la
verdad es que estoy cansado. Me lo he pasado bien y me apetece volver a verlos.
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