Sí pudiera ser así...
Disclaimer: Los personajes de Hyouka no me pertenecen, son propiedad de Honobu Yonezawa
N/A: Bueno queridos lectores, espero que les guste este regalito de San Valentín, (un poco atrasado, al final la edición se me hizo un lío aunque no lo crean) no sé si se le puede llamar Songfic a este OneShot, pero es mi primer relato basado en una canción que me encanta, así que sugiero que busquen la canción y la escuchen mientras leen, se llama Be like That de 3doorsdown (tampoco me pertenece XD) en español sería: Sí pudiera ser así…, y acá les hago la mención, que la letra en cursiva son extractos de la canción traducida, mi intención no fue hacer plagio, solo usé esas líneas como base de la narración cuando esta lo requería. También están en cursiva las frases de Houtarou y Satoshi, pero a diferencia de la canción las puse entre comillas para que no se confundan y porque son la mayoría frases exclusivas de cada personaje.
Por cierto, desde hace tiempo quería escribir algo de esta serie japonesa que me vi el año pasado y la cual me gustó mucho, me enamoré del argumento y sus personajes en especial del coprotagonista Satoshi Fukube, así que se las recomiendo 100% además es super corta y vale la pena verla, sin más disfruten de la lectura.
Advertencia: SIN DIÁLOGOS, NI SPANKING, si como leyeron, no hay castigo corporal y es puro estilo narrativo, así que si quiere leer, será bajo su propio riesgo XD.
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Había trabajado tanto para resolver ese caso, que juraba que está vez sería él quien por fin lo conseguiría, tenía tanta motivación y probabilidades sobre sí mismo como no las tuvo antes, atrás habían quedado esos días de inseguridad, en los cuales se consideraba un hombre que no tenía talentos y que prefería mantener las expectativas en su mejor amigo porque era impensable competir con alguien con un talento descomunal como el que tenía Houtarou. ¿Por qué no soy ese yo? A sus oídos llegó el sonido de esa pregunta, la de aquella canción, la cual ya había escuchado antes, no sabiendo en ese momento de dónde provenía la misma, pero era esa la pregunta que se había hecho varias veces desde que estaba en la secundaria y ahora volvía a calar en su mente justo antes de intentar borrar de sus pensamientos lo decepcionado que se sintió consigo mismo después del caso Juumanji; tan duro fue aquello, que siendo tan joven había renunciado a muchas cosas en su vida entre ellas dejar de ser competitivo, aquel fracasó fue demasiado para alguien que solo era una caja de información, frente a alguien que era una caja de conclusión y creyó que jamás podría volver a recobrar la confianza, pero la vida siempre da a todos una segunda oportunidad y eso lo tenía claro Fukube, que se le presentaba una más, así que cambió su pesimismo por optimismo y dejó aquel trago amargo en dónde siempre debió estar, en el pasado. Ahora le tocaba demostrar que también él podía ser bueno en el razonamiento deductivo, tan bueno como lo era Houtarou y esta vez con suerte sí le ganaría.
Y a pesar de que para Satoshi la palabra suerte podría representar cierta duda sobre sus capacidades, se mostraba más emocionado que de costumbre con el esfuerzo que estuvo realizando durante varias semanas, ya que lo que tenía frente a él era más complejo de lo que le pareció en un principio, mucho más que el caso del festival, pero estaba dispuesto a hallar la respuesta exacta; porque sabía que entre más difícil era el problema, más gratificante sería su solución y esta vez se llevaría ese premio, así que estudiando todo lo que podía e investigando hasta en los lugares más recónditos, recopiló la mayor cantidad de datos posibles, algo en lo que era un experto, debido a su prodigiosa capacidad de memorizar todo, él se definía como una base de datos, y aunque siempre se había negado a hacer cualquier tipo de conclusión, está vez las daría todas porque quería ganar el reto que se propuso, vencer a Houtarou, esa sería su mayor satisfacción.
Y Llegó el día más esperado, fue un lunes catorce de febrero, Fukube fue el primero en entrar al salón dónde se reunían casi siempre los del club de clásicos, ubicándose en una esquina de la mesa, sacó todos sus apuntes y los puso bien ordenados frente de él, luego se levantó de su asiento, caminando de un lado a otro, se acercó a la ventana para ver si alguno de sus colegas estaba próximo a llegar, pero no había rastro de nadie, empezó a preocuparse, ¿sería posible que Houtarou ya tenía el caso resuelto y no fue capaz de decirle?, ¿por qué nadie le aviso nada?, ¿entonces lo dejaron que perdiera el tiempo de biblioteca en biblioteca? Tembló en su sitio con esas preguntas, moviendo su cabeza de un lado a otro en señal de negación con una combinación de miedo y enfado y terminó deprimiéndose por unos instantes, ¿cuándo sería el día que él pudiera resolver un miserable caso y tener un reconocimiento por encima de Houtarou? Y sin esperarlo a su mente regresó aquella melodía, si pudiera ser así…, daría cualquier cosa, solo por vivir un día, en esos zapatos. Si pudiera ser así… ¿qué haría yo? ¿Qué haría yo? Y mientras luchaba por desaparecer las inseguridades de su cabeza y evitaba que nuevas aparecieran, entró Oreki cogido de la mano de Chitanda, se sentó frente a Satoshi y Eru en la otra silla al lado de su callado, tranquilo e indiferente Oreki-san como todavía lo llamaba, aun no se atrevía a llamarlo por su nombre de pila, cinco minutos más tarde entró Mayaka al tiempo que decía disculpas por la tardanza, pero después de esas cuatro palabras, de su boca no salió una sola más, se mantuvo en mutismo absoluto, quizás esperando que lo que tenía que suceder, sucediera pronto y que al final nadie se viera lastimado de ninguna manera, suspiró con desánimo, su semblante reflejaba decaimiento y cansancio como si no hubiera dormido la noche anterior, algo que notó Fukube, pero no le dio mayor importancia mientras Chitanda Eru, la miraba preocupada, curiosa e inocente tal como solía ser ella la mayor parte del tiempo.
El día era hermoso como la mayoría de los catorce de febrero en Tokio, los rayos de sol y el viento suave se colaban por la ventana iluminando el sitio y entre tanto acariciando el rostro de los presentes, y ahí en su puesto Satoshi cada vez más impaciente esperaba su momento, el preciso momento para tomar la palabra, ya lo tenía todo preparado, este sería su día. Se había dedicado tanto, fueron horas de estudio exhaustivo para conseguir la verdad de los hechos, nada se interpondría en sus planes, nada, eso creyó él, nada podría entrometerse excepto… Sí, excepto Chitanda, una vez más ella, ¿por qué tenía que ser tan inoportuna? ¿Por qué siempre tenía que intervenir con su incansable curiosidad? Antes hubiera sonreído divertido con su manera tan peculiar de abordar a su mejor amigo, acosándolo con interminables preguntas; tal como había dicho ella en alguna ocasión, que quería abrirle la cabeza y sacarle toda la información que contenía esa ingeniosa mente, sin embargo aquello ahora estaba muy lejos de sus pensamientos, no quería que convenciera a Houtarou a participar, no, no en este caso, no en esta oportunidad, la única y probablemente la última que tendría en su vida, pero la pelinegra era insistente y demasiado invasiva con el espacio personal de Houtarou, a quien de lejos se le veía el nulo interés que tenía por el caso o al menos era la idea que Satoshi se quería comprar.
Chitanda siguió hasta que logró su cometido; como siempre mirándolo con sus grandes y brillantes ojos color púrpura, al tiempo que le decía, que no podía dejar de pensar en ello, y Houtarou no podía simplemente decirle que no a Chitanda, tal vez lo podría considerar con otra persona, pero a ella no le podía negar ni lo negable, eso lo tenía claro Satoshi que medio cerró los ojos, botó el aire y bajo la cabeza decepcionado una vez más porque ya no tenía mucho que hacer y prácticamente de manera instantánea Oreki empezó a analizar todo y no le tomó mucho tiempo cuando ya tenía el noventa y cinco por ciento del asunto resuelto y ahora la frustración mezclada con enojo por parte de Fukube no se hizo esperar. “Maldita sea” ¿Por qué ese no soy yo? Y ahí iba la pregunta de aquella canción que su mente se empecinaba en repetir a modo de eco con él tragándose su molestia, la cual se estaba empezando a notar, rompiéndose la cabeza tratando de entender, cómo es que un vago amable e incurable de poca energía podía ser tan inteligente y deductivo mientras él, que se esforzaba tanto, haciendo un montón de actividades a la vez, no llegaba lejos en ninguna, la vida no podía ser más injusta con su persona, la juventud colorida que Houtarou no había deseado, ni buscado, finalmente la tenía, nunca la pidió, no le interesó, había vivido y vivía sus días sin emoción, no le tocó luchar por nada, nació talentoso y triunfaba en todos los ámbitos, haciendo el mínimo esfuerzo sus calificaciones siempre fueron mejores que las de él, su personalidad apática era admirada por profesores y estudiantes incluyendo a Mayaka que había suavizado su trato hacía él y recientemente lo elogiaba más de lo normal, haciendo comparaciones odiosas que rayaban en la estupidez, tenía que soportar escucharla hablar de lo maravilloso que sería tener a Oreki las veinticuatro horas del día, las pocas veces que se decidió estar con ella; le sacaba en cara lo genial que le parecía ese chico, que sí debería aprender de la paciencia, buen talante y personalidad tranquila de Oreki, que sí gracias a él, el grupo de clásicos había superado todos los misterios por los cuales habían pasado desde que se formó el mismo, que sí Oreki era excelente en esto y en lo otro; siempre lanzándole flores a Houtarou, que no se daba cuenta que él se estaba muriendo de celos con tales afirmaciones. Al parecer sí, pero disfrutaba verlo sufrir, y él, él a ella la amaba con todas sus fuerzas, pero no quería comprometerse, no quería obsesionarse con ella, hasta en el amor su mejor amigo lo había superado, sonrió irónico; y quien diría que su escasa energía le permitiera soportar las acciones demandantes a las que Chitanda lo arrastraba, era algo increíble, aunque lo más obvio era que le encantaba complacerla en todo, vivía por y para ella, que era la única que le sacaba el desánimo y le daba sentido a su aburrida vida y la verdad es que ambos eran felices mientras él se mantenía distanciado de Mayaka, quien se desvivía por él desde que estaban en secundaria, pero Satoshi seguía determinado en su idea, por ello decidió hacer a un lado sus sentimientos.
Oreki había cambiado, ya no era tan aburrido como solía ser, su cara reflejaba alegría y un brillo en sus ojos, ese que tienen los enamorados, aquellos que no dejan de pensar en esa persona especial, la que ha entrado en su corazón, Houtarou se veía y se sentía pleno, y pensar que fue Fukube quien apoyó a esa chica a que prácticamente obligará a su mejor amigo a resolver el primer misterio, aquella vez supo que Chitanda jamás escaparía de su mente y ahora gracias a eso y la mayoría de sus intervenciones para que la muchacha lo terminara de convencer a hacer algo por su vida, instándolo a investigar e indagar, haciendo uso de su ingenio para resolver todos los problemas que se presentaran en el grupo de clásicos mientras Satoshi, él siempre tuvo la esperanza que Oreki fallara en algún caso aunque fuera una sola maldita vez en su vida, su intención siempre fue esa aunque a veces lo hiciera a manera de broma, sentía envidia de Houtarou, y lo peor para él fue que sus bajos deseos jamás fueron una realidad, lo único que consiguió fue que esa chica abriera la puerta de su corazón para quedarse dentro y no salir más. Su mejor amigo, compañero y confidente era todo lo que él siempre quiso ser.
Satoshi se llenó de ira, frustración y depresión; todo a la vez. Mandó mentalmente todo a la mierda mientras volvía a preguntarse: ¿Por qué ese no soy yo? En su vida siempre tuvo las mejores intenciones, apartando sus vicios mentales lo más que podía y enfocándose en ser una persona positiva y bromista aunque solo fuera de apariencia, pero todo lo que había hecho resultó en vano, y en aquellos escasos minutos la oportunidad de ganarle a Houtarou se había esfumado junto con las pruebas que creyó convincentes, las cuales nunca mostró y para que hacerlo ya, sí una vez más, su amigo resolvió sin problemas el caso; el más complicado de todos y le dio una catedra más en deducción, descubrió lo que tenía, sin dar tantas vueltas, sin tener que matarse de investigación en investigación, leyendo libros absurdos y novelas de Sherlock Homes para llenarse de información. No, Houtarou no necesitaba de esa basura, con su deslumbrante genialidad que muchas veces tildó de suerte, le bastaba y sobraba, y como bien decía él, “No hago nada que no tenga que hacer, y lo que tenga que hacer lo hago rápido”. Y así fue tal cual, así había sido siempre y está vez no fue diferente; encontró a los culpables del robo de la chocolatería que se ubicaba a dos cuadras de la preparatoria Kamiyama, y una vez que salieron los cuatro del salón, todos los que estaban en el resto de las instalaciones lo felicitaron, el llamado a la policía no se hizo esperar y cuando les dieron noticias sobre la captura de los delincuentes, Chitanda Eru lo besó sorpresivamente en los labios haciendo que el chico se pusiera más rojo que un tomate maduro y al separarse de él, le deseó contenta y enamorada un feliz día del amor y la amistad. Un catorce de febrero en dónde el único que lo había pasado por alto fue Satoshi Fukube, pero tampoco era como si tuviera deseos de celebrar algo, el pobre muchacho no tenía ganas de nada, sus aspiraciones, sus sueños, todo lo que alguna vez quiso alcanzar estaba enterrado en lo más profundo de su alma, de manera que huyó dejando a todos atónitos, repitiéndose en medio del camino y de su nuevo fracaso, que se quedaran con Houtarou, total había sido el héroe, siempre lo era, lo sería y jamás sería de otra manera, los créditos le pertenecían, y no soportaría ver otro reconocimiento que no fuera para él, no en el estado en el que se encontraba. Estaba harto de fingir ser la persona que no era, así que corrió, corrió muchísimo hasta llegar al parque más alejado de la preparatoria Kamiyama, en donde se quedó analizando su vida llena de desaciertos, ahora sentado en una banca, y mientras veía pasar parejas de enamorados agarrados de la mano, recordaba lo bien que se veían Houtarou y Chitanda Eru juntos, y mientras lo pensaba deseaba al menos un pedacito de esa felicidad en algo en su vida. Si pudiera ser así…, daría cualquier cosa, solo por vivir un día, en esos zapatos… No podía sacarse la letra de la cabeza mientras el rostro se le inundaba de lágrimas incontrolables.
Por su parte Oreki, Chitanda y Makaya decidieron buscarlo, pero no lo encontraron en ningún sitio que él solía frecuentar, fueron a su casa a ver si algún familiar sabía de su paradero, pero nadie tenía una respuesta concreta.
Ibara estaba dolida y preocupada, como podía ser tan infantil ese chico, no le importaba con los sentimientos de ella, ni de nadie, solo pensaba en él, estaba harta de lo mismo y cansada ya de insistir en encontrarlo y más harta de insistirle a él, les dijo a sus amigos que se marchaba a casa, que no habría más Fuku-chan que la volvería a tener al borde de los nervios, y así lo hizo tan decidida como era y con todo el dolor de su alma y corazón y reteniendo las ganas de quebrarse en llanto cerró ese capítulo.
Houtarou le hizo saber a su chica que buscaría a Satoshi, que recordó dónde podría estar, lo traería y lo haría disculpase con todos en especial con Ibara, que siempre había estado ahí para él, aguantándole todos sus desplantes y no tenía ninguna justificación para portarse como un malagradecido y menos en San Valentín, no tenía explicación lógica y se acordó del pasado día de los enamorados, que Satoshi robó y destruyó el chocolate en forma de corazón que ella hizo con tanto esmero, así que Oreki iba dispuesto, pero Eru lo detuvo, le dijo que por esta vez no, que eso era un asunto que tendrían que resolver ellos dos solos, y que no se podía obligar a amar a nadie, que ese era un sentimiento puro y natural, pero jamás forzado, y con esas palabras tuvo Houtarou para hacer caso y terminar su día de la mano de su novia.
Mientras tanto dentro de su habitación Satoshi Fukube, acostado en su cama acompañado de sus expectativas, aquellas que como él mismo afirmaba, nacían de la desesperación entre la diferencia de talento, “no puedes decir que estás seguro de ti mismo y usar la palabra expectativa en la misma oración” muchas veces se lo dijo a su mejor amigo, sin embargo siempre supo que esa frase le quedaba mejor a él. Justo antes que él de las buenas noches… Él mira hacia mí con una sonrisa y dice… Si pudiera ser así… daría cualquier cosa, solo por vivir un día, en esos zapatos ¿Qué haría yo? ¿Qué haría yo? La música en su mente reflejaba su propia vida, y le era imposible o mejor dicho no quería sacarse esas líneas de su cabeza, y cuanto más las repetía, pensaba en la vida que deseaba, la que podría tener, lo que sería compartirla al lado de la persona amada, se imaginaba realizado, habiendo cumplido sus más grandes anhelos y junto a ese sueño creado en su mente, las lágrimas silenciosas que caían de su rostro y mojaban su almohada. Y así continuaba soñando despierto, aquellos sueños que en su realidad jamás iba a concretizar y se perdió en esos sueños hasta quedarse dormido justo cuando el reloj marcaba las tres y media de la madrugada.
Fin.
N/A: Satoshi Fubuke o Fuku-chan como lo llama cariñosamente Mayaka, es un personaje que me gusta mucho, me parece muy interesante y por él fue que me terminé la serie hasta el final, quise plasmar sus emociones, sentimientos y su personalidad con la canción Be like that de 3 Doors Down, creo que encaja perfecto con el personaje, espero les haya gustado este capítulo único y me hagan saber sus opiniones en los comentarios.
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