CAPÍTULO 12: ¿JUSTICIA?
Había muchas cosas que Héctor no había aprendido a lo largo de su vida,
y otras que sí aprendió pero que poco a poco fue olvidando. Por ejemplo, el
valor del trabajo. Sin ser un vago redomado, sí es cierto que se había
acostumbrado a tener dinero. A levantarse cuando le apeteciese, a tener las
cosas sólo con querer tenerlas… Lo único que evitaba que se volviera idiota por
completo en ese sentido era vivir con María. Ella trabajaba sin parar y él se
sentía mal no haciendo nada mientras ella se ocupaba de facilitar su vida.
Lo cierto es que Héctor tenía una buena colección de defectos. Era un
ligón, llevaba mal que le dieran un no por respuesta, se le podría considerar
egoísta, daba excesiva importancia a su cuerpo…. Pero su fondo era bueno. Era
un hombre compasivo y de buen corazón, y era mejor persona de lo que todos
creían que era. Después de todo, había
asumido la responsabilidad de dos niños que nada tenían que ver con él,
y estaba dispuesto a ocuparse de ellos por el resto de su vida.
De entre todas sus virtudes, tal vez lo que más resaltaba era su
sentido de la justicia. Era algo que todos sus empleados agradecían: Héctor
jamás era injusto con ellos, y si subía el sueldo a uno, se lo subía a los
demás. Si algo valioso le desaparecía, no acusaba a nadie de habérselo robado,
sino que hablaba en privado con cada miembro del personal, escuchando lo que
todos tenían que decir.
Ese mismo sentido de la justicia fue lo que le puso en un aprieto
aquella mañana que había empezado con un vaso de leche en el suelo y una niña
asustada. Héctor era consciente de que le iba a costar mucho justificarse si
castigaba a Tizziano, cuando no lo había hecho con Clitzia. Mientras abrazaba a
la niña, miraba a su hermano preguntándose qué iba a hacer con él.
Por de pronto parecía que Tizziano estaba un poco celoso, como si él
también quisiera participar de aquél abrazo que ya se estaba prolongando. Héctor estiró la mano derecha, como
llamándole, y el chico se acercó a pasitos cortos. Le estrechó contra él, y le
acarició la espalda.
-
¿Os he
dicho ya que no tengo ni idea de cómo cuidar de vosotros? – se confesó, y besó
a Clitzia en la cabeza.
Poco a poco se fue separando de ellos, y como no sabía muy bien qué
hacer o decir, se limitó a colocar la cadena que Clitzia llevaba al cuello, que
se había dado la vuelta. Vio que Tizziano tenía una igual.
-
¿Qué es?
– les preguntó.
-
Santa
María Novella. Es la virgen de Florencia. Mamá era de allí – explicó Tizziano.
Héctor trató de contener una mueca, pero tal vez soltó el colgante con
demasiada brusquedad, manifestando su asco con ese gesto. Los niños le miraron
con curiosidad.
-
No soy
muy amigo de la religión – trató de explicarse – María quiso llenarme la casa de cruces una
vez y….agh….
-
Eso no es
cierto, sólo quería poner un crucifijo en el salón - se defendió la aludida, que hasta entonces
había permanecido al margen. – Y a mí sí me gusta. Me parece una imagen
preciosa – añadió, acercándose para ver el colgante.
-
Mamá dijo
que nos protegería cuando ella no estuviera…. ¿nos la podemos quedar? –
preguntó Clitzia con ojos brillantes.
-
Por
supuesto que sí. No tendría ningún derecho a prohibíroslo. – respondió Héctor, algo asombrado por la
pregunta. – Y más sabiendo que es un regalo de vuestra madre.
-
Gracias –
susurró Tizziano, y le volvió a abrazar.
Héctor suspiró y luego le miró con cariño, derrotado por la ternura de
aquellos dos hermanos.
-
Tienes
que recoger el vaso que tiraste ¿eh?
Tizziano asintió.
- ...¿y me vas a pegar?
- ...¿y me vas a pegar?
-
No
vuelvas a tirar las cosas, ni a insultar a tu hermana. – dijo Héctor, por
respuesta, y al igual que había hecho con Clitzia tomó su mano y dio dos golpes
de intensidad media.
PLAF PLAF
-
No
vuelvas a hacer daño a tu hermana – insistió, pensando que era un punto
importante. Tizziano se frotó un poco la mano y le miró con algo de tristeza,
pero no lloró, ya que lo extraño de hecho había sido que Clitzia llorara por
algo así. - ¿Por qué esas palabras la afectaron tanto?
-
¡No,
Tizz, no le digas! – intervino Clitzia, pero Héctor giró la cabeza del chico
para que le mirara.
-
¿Por qué?
– repitió.
-
No te lo
puedo decir.
-
Creo que
es algo que necesito saber, píccolo.
Cli, deja que me lo cuente…
-
Aunque
ella me deje, no te lo diré. – gruñó Tizziano.
-
¿Por qué
no?
-
No lo
entenderías.
-
Eso no lo
sabes.
-
Sí lo sé.
Fin del tema.
Algo dentro de él, le dijo a Héctor que no debía obligarles a decirlo.
Se limitó a dar un beso a cada uno.
-
Recoge
eso y vámonos a vaciar alguna tienda. – pidió, con una sonrisa.
En ese momento, la puerta principal se abrió, y la casa se empezó a
llenar de gente. Era la hora a la que entraban a trabajar todos los empleados
que no eran internos. Héctor pensó en que ahora tendría que presentarles a
todos, pero jamás pudo imaginarse la reacción que esa gente provocó en los
niños.
- ¡Lo sabía, sabía que no se podía confiar en ti! – gritó Tizziano, y
le dio una patada. Probablemente Héctor tuviera un moretón del día anterior,
porque le dolió bastante. Antes de poder agarrarle, Tizziano salió corriendo y
arrastró a Clitzia consigo. Atravesaron la puerta principal antes de que Héctor
pudiera parpadear.
Que que? Eso no se vale lo dejaste en lo mas interesante jejeje xq Tizz y Cli reaccionaron así? Aaaa mis instintos curiosos tienen muchas preguntas XD
ResponderBorrarMujer que te has lucido con esta historia :3 me da tanta ternura hector y los niños y su forma de castigarlos asi tan suave y que para los niños no lo es tanto también me encanta :D
Esperaré con ansias la siguiente actualización jeje
Saludos
He quedado PLOP como diría Condorito quiero poder entender porque...
ResponderBorrarAy si por fa cuenta que pasa?????????????
ResponderBorrarYO TAMBIEN TENGO UN PLOP DE CONDORITO, REBOBINA QUE PASOOOOOOOOO, A QUE SALIO TODO ESTO? BUAAAAAAAAAA
ResponderBorrarDREAM, NO TE HAGS ROGAR, TIENES QUE ACTUALZIAR A MIS ITALIANITOS PRONTOOOOOOOOOOOOOO
Si por fa cuenta cuenta que paso?????????
ResponderBorrarHanna