lunes, 22 de junio de 2020

CAPÍTULO 105: La competición (parte 3) - Rescate




CAPÍTULO 105: La competición (parte 3) - Rescate

Fue el ruido lo que me hizo reaccionar. El sonido de un plástico en semitensión siendo golpeado por dos cuerpos precipitados con violencia. Sean y la chica cayeron sobre la lona y casi al mismo tiempo comenzaron a hundirse, pues la lona no podía soportar su peso y las fijaciones se soltaron, provocando que se plegara.
No me quedé a ver lo que sucedía después, porque ya lo sabía: el plástico se enredaría alrededor de sus cuerpos, dificultándoles la ascensión para tomar aire. Se pondrían nerviosos, agitarían los brazos y las piernas y así solo empeorarían su trampa, ya que el plástico mojado les sería muy difícil de retirar. Todo ello sin contar con que deberían luchar también contra la fuerza de la succión. Con suerte, el plástico se interpondría entre ellos y el orificio.
Corrí hacia la piscina, pisé mi deportiva izquierda con la derecha y viceversa para descalzarme y me lancé al agua. La lona ya había comenzado a arrugarse y a envolverles como un papel a un caramelo.
Era peor de lo que había imaginado: Sean y Danielle seguían forcejeando. Ella había puesto una mano sobre la cara de su adversario, como para apartarle. Él intentaba quitarle un móvil que seguramente no tuviera ya ningún valor. Igual que el mío, mierda. No me lo había sacado antes de tirarme, pero eso carecía de importancia en aquel momento.
Fue Danielle, por su entrenamiento en natación, la primera en darse cuenta de que estaban en peligro. Soltó a Sean y comenzó a emplear sus fuerzas en intentar liberarse de la lona. Sean se interponía en su camino, pero no a propósito, sino porque se estaba quedando sin aire. Ninguno de los dos había estado preparado para sumergirse, así que no habían llenado sus pulmones.
Logré acercarme a ellos y tiré de Sean para sacarle de su prisión de PVC. Me aseguré de que su cabeza quedara totalmente fuera del agua para que pudiera respirar bien, pero aún tenía que llevarle hasta el bordillo. En seguida me di cuenta de que no solo no sabía nadar, sino que estaba aterrado, como si le tuviera pánico al agua.
“¿Y no podías haber pensado en eso antes de hacer una embestida kamikaze?” pensé, para mí, pero no era el momento para los reproches. Su madre ya se encargaría de eso.
-         Tranquilo, Sean. Cálmate, ya te tengo, pero necesito que estés quieto.
Es muy diferente arrastrar un cuerpo inerte que un amasijo de manotazos histéricos.
Sentí que alguien más se zambullía en el agua a mi derecha. Aaron se había lanzado a por la chica, Danielle, que estaba ya casi atrapada en el plástico por completo.
-         ¡Sácale de aquí! – me pidió.
“Eso intento
Me hubiera molestado que me diera una orden tan obvia de no ser por la enorme preocupación que destilaba su expresión. Aaron quería dejar a la chica y venir a ayudarme con Sean, pero eso no era lo correcto y su sentido de la moralidad entraba en conflicto con sus ganas de proteger a su sobrino.
Le vi desenredar a Danielle y me concentré en tirar de Sean, que no me lo estaba poniendo fácil. Ya casi habíamos llegado al bordillo, estaba más cerca que las escaleras. Le empujé para ayudarle a subir y solo entonces respiré hondo, repentinamente agotado por el esfuerzo. Escuché un burbujeo extraño detrás de mí. La succión era de pronto mucho más fuerte, formando un amplio remolino, como si aquello fuera un váter y alguien acabara de tirar de la cadena.
-         ¡Aaron! – avisé, porque no sabía si se había percatado.

-         ¡Sal del agua! – me gritó.

Me agarré al bordillo, pero miré hacia atrás. ¿Podrían salir ellos?

Entonces, algo se enredó en mi pie. Una de las cuerdas con las que la lona había estado enganchada a las endebles fijaciones rodeó mi tobillo y por más que pataleé no conseguí librarme de ella.
Tomé una bocanada de aire, consciente de que si no me soltaba el plástico me arrastraría. Así, estuve preparado cuando una fuerza mayor que yo me obligó a sumergirme. Me contorsioné para agarrar la cuerda. ¿Por qué rayos era tan difícil separarla de mi pie?
“Porque estás nervioso. Cálmate. Concéntrate” me exigí.
El agua era mi lugar seguro. No estaba dispuesto a dejar que nada malo me pasase dentro de ella.
Podía oír voces que me llamaban a lo lejos.
“Ya voy” quise decirles.
Cuanto más me movía, más se me hincaba la cuerda en la carne.
De pronto noté una presión bajo mis axilas y un cuerpo que se pegaba al mío. Me sacaron a la superficie, donde pude volver a tomar aire.
-         ¿Estás bien? – susurró Aaron, a mi espalda.

-         SÍ… Mi pie… Está enredado - le expliqué. Busqué a Danielle con la mirada y vi que ya estaba sentada en el bordillo.
Buceó para tirar de la cuerda. Sus dedos se interpusieron entre ella y mi tobillo, aliviando un poco la presión. Consiguió rasgarla ligeramente, pero no romperla del todo. Aún así, la estiró lo bastante como para poder liberarme.
-         Gracias – murmuré.

-         ¿Has tragado agua? – preguntó.

-         No.

-         ¿Seguro?

Asentí, y traté de nadar hasta el borde, pero él no me soltó y me llevó mientras se impulsaba con un solo brazo. Solo en ese momento pude ver lo que estaba sucediendo fuera. Papá intentaba venir hasta mí, pero Sam y Holly le sujetaban, intentando convencerle de que Aaron me tenía.

Sam debía de tener mucha fuerza, o quizá es que Aidan no les quería hacer daño, porque lograban retenerle.

-         ¡Ted!

-         Estoy bien, papá – le aseguré.

Le dejaron libre para que me diera la mano y me ayudara a salir. Apenas me permitió erguirme y me asfixió en un abrazo, sin importarle que le empapara.

-         Madre mía, Ted… Qué susto me has dado…  ¿Cómo te lanzas así, caramba?

-         La lona les iba a atrapar…

-         ¡Te atrapó a ti! – me reprochó y pasó a examinarme, como si quisiera comprobar que le había dicho la verdad con respecto a mi estado. Vi en sus ojos que quería continuar con el regaño, pero en lugar de eso volvió a abrazarme, cuando concluyó que estaba entero y respirando.

Aaron rechazó la mano de Sam y salió solo. Su pelo rizado, aplastado por el agua, goteaba furiosamente. Su mirada era tan fiera que podría matar a alguien, probablemente a Sean, pero entonces papá me soltó y le abrazó a él, descolocándole por completo.

-         Siempre estaré en deuda contigo – le susurró.

Aaron no se resistió al abrazo, pero tampoco se puede decir que lo recibiera. Más bien lo soportó con manifiesta incredulidad. Miró a Holly como pidiéndole ayuda. “Socorro, tu novio se ha vuelto loco” parecía decir.


-         AIDAN’S POV –
Pensar que me asusté cuando Ted se lanzó a la piscina detrás de Sean y de la chica es quedarse corto. Prácticamente entré en pánico, pero sabía que no podía bloquearme: aquellos segundos eran muy valiosos. Le llamé y él ni siquiera me escuchó. Me preparé para seguirle, pero una mano me lo impidió, agarrándome del hombro.
-         Voy yo – dijo Aaron.

-         Deja que vaya – me pidió Holly, antes de que le pudiera mandar a la porra. – Es un nadador semiprofesional.
Aaron echó a correr sin esperar mi respuesta y yo no supe qué hacer. Sabía nadar, pero lo básico, y con aquel enorme trozo de plástico y demasiadas personas en el agua podía ser un estorbo más que una ayuda. Me dije que mi niño estaría bien. Ted estaba en su elemento. Ya casi había sacado a Sean…
-         Aaron es campeón estatal. Él enseñó a nadar a Blaine – me dijo Holly, buscando tranquilizarme. Me apretó el brazo y supe que estaba tan preocupada como yo.
Ted sacó a Sean y Holly corrió hacia su hijo, para ver si estaba bien. Yo quería ir con ella, pero no podía apartar la mirada de Ted. ¿Por qué no salía?
Aaron estaba rescatando a la muchacha e intentaba esquivar el remolino que se había formado.
-         ¡Ted! – gritó Cole, acercándose peligrosamente. Le sujeté.

-         Ni se te ocurra – le advertí, leyendo sus intenciones, que no eran muy diferentes a las mías. - ¡Michael, quédate con él! – exclamé. Ted me necesitaba.

Mi hijo se había enredado a la lona y no podía salir del agua. Busqué algo que pudiera servir para cortar la cuerda, pero allí no había nada. Daba igual, le arrastraría con el plástico incluido.

Una mano me aferró por la muñeca.

-         ¡Suéltame! – exigí, girándome para descubrir que se trataba de Sam.

-         Espera a que salga – dijo solamente. – Aaron va a por él.

Me fijé en que ya había sacado a la chica y entonces iba a por mi hijo. Le sostuvo y después buceó y soltó sus ataduras. No sé si yo hubiera pido contener el aire tanto tiempo.

-         ¡Ted! – llamé, como si escuchar su nombre fuera a servir de algo.

Sam y Holly me sujetaron para que no hiciera ninguna tontería. Aaron le tenía. Mi niño iba a estar bien…
Los escasos segundos hasta que alcanzó el bordillo se me hicieron eternos. Solo cuando le tuve entre mis brazos sentí que podía respirar de nuevo. Mocosito imprudente y heroico…
¿Cómo me las iba a apañar para seguir detestando a Aaron cuando le debía la vida de mi hijo? No le quería cerca, le consideraba una persona oscura y muy agresiva. Sin embargo, le abracé a él también, porque el agradecimiento era demasiado grande. Al hacerlo, le sentí pequeño entre mis brazos. Más allá del sentido literal (yo medía casi dos metros y él era más bien bajito), había algo más. La forma en la que se tensó ante el contacto era la misma en la que yo me tensaba cuando me abrazaban personas con las que no tenía la suficiente confianza. Sus brazos rígidos junto a su cuerpo eran los míos durante mi adolescencia, como si necesitara protección.
Holly ocupó mi lugar con movimientos sutiles, apartándome sin que apenas me diera cuenta para estrechar a su hermano. Aaron pareció más cómodo entonces, y al mismo tiempo adoptó una actitud más segura.
-         No ha pasado nada – susurró él, a modo de consuelo. Aprendía muchas cosas de su relación viéndolos interactuar.  – Todos estamos bien.
Casi parecía una súplica. “Por favor, no entres en pánico, no hay motivos”. Holly me había dicho alguna vez que vivía esperando la siguiente desgracia, por eso a veces no estaba convencida de que pudiéramos tener una relación sin complicaciones. Y complicaciones era seguro que íbamos a tener, pero merecían la pena.
Me las arreglé para frotar la espalda de Ted y de Sean a la vez.
-         Vais a coger una pulmonía… - murmuré.

-         ¡Grr! Tu hermano es un animal, Pickman – protestó la chica culpable de todo el conflicto, apretándose los brazos porque también estaba empapada y debía tener frío.

-         Te sugiero que te calles – le espetó Ted, en un tono áspero y rudo que no era habitual en él. – Ya has causado suficientes problemas.

-         Debería hacer que me pagaras el móvil – refunfuñó Blaine. Tenía en la mano el aparato, que Aaron había sacado junto con Danielle, pero ya no servía de nada, totalmente estropeado por la inmersión.
Sorpresivamente, la chica dio muestras de culpabilidad entonces. El reproche de Blaine le importaba más que el de cualquier otro.
-         No pretendía que se cayera al agua… Fue tu hermano…

-         Sean, me parece que le debes una disculpa – intervino Aaron, apretando los dientes como si se estuviera conteniendo para no explotar.

-         … Siento haberla tirado, pero se lo merecía. Le quitó la ropa a Blaine en el vestuario y le cogió el móvil. Un remojón es lo mínimo que merece y aún así fue involuntario. No pensé que nos fuéramos a caer, solo quería quitarle el teléfono.
Para tratarse de Sean, aquello me pareció una respuesta bastante razonable. No estaba del todo arrepentido, pero tenía su punto de razón. Era necesario que comprendiera que aquellas no eran las formas, pero estaba manteniendo una conversación calmada y madura. Holly me había dicho que no solía tener buenas reacciones a los regaños, especialmente cuando se producían cerca del evento reprensible en cuestión. Se mostró entre aliviada y sorprendida y abrió la boca para decirle algo, pero Aaron se le adelantó:
-         ¿ES QUE NO ENTIENDES QUE PODÍA HABEROS PASADO ALGO SERIO? ¡A TI, A LA NIÑA Y A TED, QUE SE LANZÓ PARA SALVARTE EL CULO! ¿TODO LO QUE SABES HACER ES LIARTE A PUÑETAZOS Y A EMPUJONES CON LA GENTE? ¡Y NO SE ME OLVIDA LO QUE LA LLAMASTE! Estás acumulando tantas cosas que si yo fuera tú no tendría prisa por volver a casa.
El breve sentimiento de conexión que había experimentado hacia Aaron se esfumó de golpe. Sus bramidos incontrolados resonaban en el pabellón semivacío, haciendo que Sean se fuera encogiendo, como el ratón que busca desaparecer en presencia de un gato cuando le tiene acorralado contra la pared. Aaron se había ido acercando a él y Sean intentaba retroceder, pero yo le tenía agarrado de la cintura. Acabó por esconder la cara en mi brazo, como si así su tío fuera a desaparecer.
Esa cohibición no duró mucho, sin embargo. Juntar a Sean y a Aaron era como tener la leña y soltar una chispa. El fuego era inmediato.
-         ¡SI POR MÍ FUERA NO VOLVERÍA! ¡NO TENGO NINGÚN INTERÉS EN VIVIR CONTIGO, GILIPOLLAS! – le chilló de vuelta.
Como ya había hecho anteriormente en una ocasión, sujeté la mano de Aaron en el aire justo a tiempo para impedir que le diera un tortazo.
-         La rabia no es el sentimiento adecuado para hablar con tu sobrino – le gruñí. Casi todas las veces que Aaron se enfadaba tenía motivos para hacerlo, casi todas sus llamadas de atención estaban fundamentadas en malos comportamientos por parte de sus sobrinos, pero siempre lo llevaba demasiado lejos, empezando por sus expresiones faciales y continuando por sus palabras, a menudo crueles y desafortunadas.

-         ¿Qué está pasando aquí? – nos interrumpió un hombre desde la puerta. Era el entrenador de Blaine, creo, regresando en ese momento de donde sea que hubiera ido. Tal vez, a dar parte del problema con la piscina o a despedir a los padres.

-         ¡Entrenador Collins! – saludó Blaine. – Mi… mi hermano se cayó al agua…

-         ¿Es usted su entrenador? – preguntó Michael, a pesar de que era evidente. Fue una pregunta retórica para introducir sus siguientes palabras. Me sorprendió su intervención, pero él dio un paso al frente con rostro de determinación. – Esa chica robó la ropa y el móvil de Blaine de los vestuarios. Pudimos recuperar su ropa, pero no el teléfono. Ella lo utilizó para invadir su privacidad y Sean, al intentar recuperarlo, hizo que ambos cayeran la agua.

El entrenador miró hacia la piscina y luego hacia los que estaban mojados, deteniéndose en Ted, supongo que porque no le conocía ni siquiera de vista.

-         ¿Es cierto eso, Pickman? – le preguntó a Blaine.

-         Sí, señor.
El hombre asintió y frunció el ceño.
-         ¿Weber? – inquirió, mirando a la chica. Weber debía de ser su apellido.

-         No lo robé… Solo era una broma – se defendió.

-         Si un chico coge la ropa de una mujer sería expulsión directa – repuso Leah. Había permanecido hasta entonces mirando su propio teléfono con una actitud indiferente, como si el hecho de que su hermano casi se ahogue fuera algo que sucediera todos los días. Sin embargo, había estado más presente de lo que parecía.

-         Y hasta igual le acusan de algún delito sexual, teniendo en cuenta que le quitó también la ropa interior – apoyó Michael. Blaine se ruborizó.

-         ¡No me pueden expulsar! – exclamó Danielle, asustada, y tembló un poco, aunque eso último era seguramente por la pequeña corriente de aire que se había formado. Ted también se estremeció, y froté su brazo intentando hacerle entrar en calor.

-         ¿Tiene alguna toalla que pueda prestarnos? - pregunté.

-         Mejor que eso: tengo ropa seca en el armario. El colegio dispone de algunos uniformes deportivos para familias necesitadas – explicó. Miró de reojo a Holly y supe que la suya era una de esas familias. – Pueden devolverlos el lunes. Me gustaría concertar una cita para hablar de lo sucedido.

-         Por supuesto – accedió Holly. – Muchas gracias.
El entrenador nos guio hacia un viejo armario metálico que abrió con una llave. Sacó cuatro sudaderas y cuatro pantalones idénticos y los fue repartiendo entre Danielle, Sean, Aaron y Ted. Antes de entregarle el suyo a mi hijo, decidió saciar su curiosidad:
-         ¿Y tú quién eres, chico?

-         Ehm… pues yo… soy… esto… vengo con Blaine – respondió Ted, con dificultades para describir su relación.

-         Es el hijo del novio de mi madre – replicó el aludido, con naturalidad.
Recogimos la ropa y ellos se fueron a cambiar. Danielle terminó la primera y salió del vestuario femenino arrastrando los pies.
-         Mis padres me estarán buscando – murmuró.

-         El lunes les espero a primera hora, señorita Weber – dijo el entrenador, en tono de advertencia y de despedida a mismo tiempo.
La chica prácticamente huyó corriendo de allí.
El hombre intercambió un par de palabras corteses con Holly y después se marchó también, con la promesa de que lo que le había pasado a Blaine no quedaría impune.
Sean, Aaron y Ted salieron del vestuario poco después. La ropa no le quedaba del todo bien a ninguno, pues a Sean le estaba muy grande, a Ted muy pequeña y en el caso de Aaron, aunque era de su talla, desentonaba; tal vez porque no tenía pinta de vestir nunca de ese estilo tan informal.
- ¡Mi móvil está vivo! - anunció Ted, con una sonrisa. Andrew le había regalado un Iphone resistente al agua. 
-         Tengo los calzoncillos empapados, no veáis qué sensación tan extraña – murmuró Sean, cuando llegó junto a nosotros. Varios de sus hermanos y de mis hijos se rieron, pero Aaron le dio una colleja. Al menos no fue fuerte, aunque a mí me pareció totalmente innecesaria.

-         ¡Au!

-         Finge que tienes modales. Hay mujeres delante.

-         Sabemos lo que es un calzoncillo, gracias – replicó Leah.
Aaron le lanzó una mirada de advertencia, pero no dijo nada.
-         Necesitamos una bolsa para la ropa mojada – dijo Ted. – Blaine, ¿nos prestas tu mochila?

-         Claro, a ver si cabe todo. Vamos.

Iban a regresar a los vestuarios cargando con la bolsa de baño de Blaine, pero Holly retuvo a Ted suavemente. Le abrazó, pillando a mi hijo completamente desprevenido.

-         Gracias por ayudar a Sean – susurró. – Se me olvidó decírtelo antes.

Ted sonrió con algo de vergüenza.

-         No ha sido nada.

-         Si ha sido, tío. Salvaste a mi hermano – le recordó Blaine y le ofreció su puño para que lo chocara. Después, se giró para mirarme a mí. – Ni se te ocurra regañarle, ¿eh?

Alcé una ceja, divertido por su tono recriminatorio.

-         Fue imprudente y temerario – respondí.

Ted fijó en mí sus ojos castaños y sentí que le podía leer el pensamiento: “¿estás enfadado conmigo?”, me estaba diciendo. Como si alguien pudiera enfadarse con él, alguna vez, bajo alguna circunstancia.

-         Fue una buena acción – insistió Blaine. - Y lo que hice yo antes al tirarme a por Danielle también, mamá. Está claro que esa chica hoy tenía una cita con el peligro, ¡si han sido dos las veces que hemos tenido que rescatarla!
Noté como Holly se mordía los labios para no sonreír. Le revolvió el pelo, totalmente embelesada por ese chiquillo descarado y encantador.
-         Al menos no te tiraste esta segunda vez – le felicitó.

-         Ted se me adelantó y luego vi al tío Aaron y sabía que estarían bien.

Me extrañó que, pese a todo, le tuviera tanta confianza a su tío, como si su presencia fuera garantía de seguridad. Como si ninguna piscina ni ninguna otra amenaza en el mundo pudieran hacerle frente. Era una percepción infantil, propia de los niños con sus padres, al pensar que son superhéroes invencibles.

-         Yo arriesgo el pellejo por tu móvil y tú no te preocupas de que no me ahogue – gruñó Sean, repentinamente molesto con su hermano.

-         No es eso, ¡claro que me preocupé! – protestó Blaine. – Y te agradezco que me defendieras, aunque no tenías que hacerlo así. Al final no ha servido de nada, me he quedado sin teléfono.

-         ¡Oh, pobrecito! – replicó Sean, con sarcasmo. - ¡Y yo me voy a quedar sin culo!

Sin poderlo evitar, Ted soltó una risita. En cierto modo, la situación era cómica, aunque creo que fue más bien una reacción nerviosa, porque intuía que la expresión que había utilizado Sean era más literal que metafórica.
-         TED’S POV –
Supe que reírme había sido un error en cuanto sentí dos ojos como ascuas intentando desintegrarme. No había sido a propósito, es que no me podía creer que lo hubiera soltado así, sin tapujos. Esa clase de comentarios las reservaba para mis hermanos y en realidad ni eso.
-         ¿Y tú de qué te ríes, gilipollas? – me acusó Sean.

-         No... no me río… Perdona.

-         ¡Eh, no la pagues con él! – me defendió Blaine. – Si te la vas a cargar no es culpa de nadie, si acaso de Danielle.

-         No creo que estés en líos – traté de animarle y miré a Holly, buscando convencerla. Me sentía de pronto como si estuviera abogando por Zach o Harry o incluso por Hannah y Kurt después de alguna de sus travesuras mal ejecutadas. – Si acaso en uno pequeñito, pero solo querías proteger a tu hermano.

-         Nadie te preguntó, negro de mierda – me espetó.

Abrí la boca y luego la cerré. Me estaba bien empleado por meterme donde no me llamaban.

-         ¡Sean! – le regañó Holly. – Discúlpate ahora mismo. ¿Has oído lo que acabas de decir? Deberías estar dándole las gracias, no insultándole.
Sean guardó silencio y dio un pisotón en el suelo. Si en vez de catorce años me hubieran dicho que tenía nueve y que por alguna razón era extraordinariamente alto para su edad, me lo habría creído.
Le observé respirar hondo varias veces seguidas.
-         Esto es lo que consigues “a tu manera”, Holly - bufó Aaron. – Es un niñato malcriado y ahora encima racista.

-         Bueno, ya basta – declaró Sam. Estaba agachado, jugando con los trillizos y con Alice, pero en ese momento se puso de pie cuan alto era, y era más alto que yo y casi tanto como papá. – Si tu método funcionara, Aaron, a estas alturas Sean tendría que ser un santo. Pero los trapos sucios se lavan en casa, porque si abrimos el cajón de mierda no lo cerramos – añadió y luego se giró hacia mí. - Disculpa a mi hermano, por favor. La cosa no es contigo. Te aseguro que no tienen ningún problema con tu color de piel.

-         Eh… vale – respondí, un tanto incómodo, sin saber bien qué decir. No solo por la escena en sí, sino por la tranquilidad y el aplomo con el que hablaba Sam, como si se tratara de un monje budista.

-         No entiendo por qué te has puesto así, hijo. ¿Estás enfadado porque Blaine no se metiera en la piscina a por ti? – planteó Holly, su tono revelando lo absurdo que le parecía.

-         ¡Se metió a por la imbécil esa! ¡Una idiota narcisista le importa más que su propio hermano! – chilló Sean, profundamente dolido. Había algo de tierno en sus arrebatos, como los de un gatito que se enfada porque alejas un manojo de lana de sus patitas y entonces decide arañarte a ti.

-         No se me ocurre por qué alguien podría no preferirte a ti… - bufó Alejandro, rodando los ojos. Estaba sentado en el banquito con Kurt sobre sus piernas.

Sean se lanzó a por él de forma similar a cómo lo había hecho con Danielle. No había piscinas cerca de Alejandro, pero tampoco quería que se llevara un placaje, especialmente con el enano encima. Por puro instinto, cogí a Sean del brazo.

-         Tú le importas a Blaine más que esa chica – le aseguré.

Hizo un movimiento brusco para liberarse. No puedo decir si voluntariamente o por accidente, me dio un codazo en la nariz. Lo que sí puedo decir es que enseguida empecé a notar un líquido caliente cayendo por mi boca y mis manos, ya que las llevé ahí en un intento infructuoso de aliviar el dolor. Un sabor metálico tocó mi lengua y el olor de la sangre me impresionó todavía más que el intenso color escarlata de mis dedos manchados.
Papá estuvo a mi lado en cuestión de segundos. Me hizo echar la cabeza hacia atrás y acabó por tumbarme en el suelo. Se me antojó una medida un tanto exagerada, pero me dejé hacer porque mi mente estaba en blanco.
-         No parece que esté rota – me tranquilizó papá. - ¿Estás mareado? ¿Te duele la cabeza?
Ahí entendí un poco mejor por qué me había tumbado como si acabaran de dispararme: los golpes en la cara le hacían temer por un nuevo hematoma subdural. Los médicos nos habían advertido de la posibilidad de que volviera a salirme uno. Aún tenía que seguir tomando algunas medicinas como prevención y me habían repetido varias veces lo afortunado que había sido por salir relativamente indemne del primero.
-         Solo me duele la nariz – le aclaré.
Papá me limpió con mucho cuidado, con un pañuelo sacado de no sé dónde. Intenté centrarme solo en él, pero a nuestro alrededor había mucho ruido y fue imposible no escuchar el enfrentamiento que se produjo a escasos metros de dónde estaba.
-         ¡No, Aaron, suéltale! – chilló Holly.

-         ¡UN GUANTAZO LE VOY A SOLTAR! ¿Has visto lo que ha hecho?

-         ¡Créeme que voy a hablar muy seriamente con él, pero no aquí y no así!
Oí un golpe seco y casi al mismo tiempo un gritito seguido de un llanto débil. Aunque desde mi posición no podía verlo, intuía que Aaron había cumplido su amenaza y le había pegado una torta. Después, sentí pasos que se alejaban corriendo, mientras Holly le llamaba:
-         ¡Sean! ¡Sean, vuelve aquí, cariño, espera! ¡AARON QUÉ RAYOS PASA CONTIGO! ¿CUÁNDO TE HE TRATADO YO ASÍ? ¿POR QUÉ HAS OLVIDADO TODO LO QUE TE ENSEÑÉ?
Me encogí y me giré sobre el costado. Llevé mis manos a las orejas para aislarme de los sonidos. Se me habían erizado los escasos pelos que tenía en el cuerpo y me odié a mí mismo por ello. Me había sentido útil al rescatar a Sean de la piscina. Por un segundo, me había sentido valiente. Pero nada quedaba ya de ese sentimiento. Quería desaparecer de aquel escenario tenso y violento.
El viernes habían sido cuatro contra mí. ¿Cuál era mi excusa en ese momento, si nadie me estaba atacando? Pensé que con el tiempo iría superando esas crisis de terror injustificado, pero no iban a mejor sino a peor.
Papá consiguió destapar mis oídos y me miró con preocupación, pero también con comprensión y cariño.
-         Tranquilo, Teddy. Todo está bien. Estás bien. Vamos al baño a que te limpies la cara.
Asentí y accedí a incorporarme, sumándole la vergüenza a mi cóctel de emociones. Todos habían presenciado el numerito. Sorprendentemente, no vi ninguna cara de burla, pero no me quedé a comprobarlo. Agaché la cabeza y seguí a papá hasta los baños.

-         AIDAN’s POV –

Cuando tienes el brazo roto todos los golpes parecen ir ahí y cuando te has recuperado de un hematoma subdural potencialmente mortal, también. Quizá las lesiones tengan un secreto y maligno poder de atracción.

El rostro de mi hijo se llenó de sangre tras el codazo de Sean y yo me llené de una ira que a duras penas pude contener, porque atender a Ted era lo principal. Le examiné el golpe y le tumbé en el suelo, intentando evaluar cómo de fuerte había sido. ¿Era un loco paranoico si le llevaba al hospital? No parecía mareado ni desorientado…

Entonces Aaron la tomó con Sean y por una fracción de segundo decidí que no era mi problema y que el chico se había buscado cualquier cosa que se le viniera encima. Eso fue hasta que vi que le agarraba del cuello de la sudadera y recordé que se trataba de un mocoso de catorce años.

Holly se enfrentó a su hermano, pero aún así Aaron le dio una bofetada al niño, que se echó a llorar llevándose la mano a la mejilla y después salió corriendo, escurriéndose un par de veces por el camino.

-         ¡Sean! ¡Sean, vuelve aquí, cariño, espera! – gritó Holly. Se debatió entre seguirle o asesinar a su hermano. - ¡AARON QUÉ RAYOS PASA CONTIGO! ¿CUÁNDO TE HE TRATADO YO ASÍ? ¿POR QUÉ HAS OLVIDADO TODO LO QUE TE ENSEÑÉ?

-         ¡Tú me enseñaste a tratar bien a la gente! – replicó Aaron. - ¡Eso que tienes no es un hijo, es un monstruo!

Creo que Holly sintió dolor físico ante aquellas palabras, y quise participar para apoyarla, pero Ted se había encogido sobre sí mismo, tapándose los oídos, y yo me centré en tratar de que se calmara. Seguí escuchando su discusión, sin embargo, y por eso pude ver como Sam se ponía junto a su madre en el papel que yo quería adoptar.
-         El único monstruo que hay aquí eres tú, Aaron, y te vas a quedar completamente solo, porque ni siquiera una madre puede perdonar el que unos hijos sufran a manos de otro – le dijo. 
Solo en ese momento lo entendí, aunque hacía tiempo que lo sabía: Holly veía a Aaron como a su hijo, puesto que ella le había cuidado desde los doce años y tal vez desde antes. Detestarle a él es como si yo detestara a Michael o a Ted. Era algo que simplemente no iba a pasar nunca. Si por alguna razón empezaran a lastimar a sus hermanos, mi corazón se rompería en mil pedazos mientras yo observaba los cachitos cayéndose lentamente, incapaz de efectuar una elección permanente que dejara fuera de mi vida a alguno de ellos. Siempre tendría la esperanza de que podría hacerles cambiar. Jamás me rendiría con ellos, de la misma manera en la que Holly no podía rendirse con Aaron.
-         No les hago sufrir, les pongo límites – respondió mi cuñado, ante las acusaciones de Sam.

-         Deberías ser su refugio. Su lugar de calma hasta que vuelvan a sentir que el mundo es un lugar seguro, si es que alguna vez vuelven a sentirlo así. Y sé que no tienes fuerzas para ser el refugio de nadie, pero entonces deja que nosotros seamos el tuyo – continuó Sam.
Me impresionaba su madurez, su profundidad filosófica. Los papeles en aquella familia no estaban tan claros. Era difícil saber quién cuidaba de quién y la conclusión a la que uno podía llegar era que todos necesitaban ser cuidados.
Aquello me dio mucho en qué pensar, pero debía ocuparme de mi niño primero. Estaba muy asustado y todavía manchado de sangre. Luché contra sus manos para separarlas de su cabeza.
-         Tranquilo, Teddy. Todo está bien. Estás bien. Vamos al baño a que te limpies la cara – le dije.
Logré que se levantara y vino conmigo al cuarto de baño. Tuve que contenerme para no llevarle de la mano. Le pedí a Michael con un gesto que vigilara a los pequeños.
Holly nos siguió porque esa era la dirección en la que se había ido Sean. Cuando entramos a los servicios, se hizo evidente que el chico estaba ahí, porque se le escuchaba llorar. Holly y yo suspiramos al unísono.
Como no quedaba nadie ya, ella entró al baño masculino y abrazó a su hijo, que estaba sentado en un rinconcito del suelo. Ted y yo fuimos a uno de los lavabos y él se limpió la cara. Su nariz ya había dejado de sangrar.
-         ¿Estás bien, pollito? – escuché decir a Holly. Sean enterró el rostro en el hombro de su madre.

-         ¿Del uno al diez, cómo de jodido estoy? – susurró él.

-         Mmm. Yo diría que en torno al cinco, pero puede cambiar si te disculpas y convertirse en un cuatro – respondió Holly. – Hablaremos en casa de todo lo que ha pasado, cariño, pero necesito que entiendas que no puedes perder así los papeles solo porque escuches algo que no te guste. Lo que le has hecho a Ted es lo que más me molesta de todo – prosiguió y su tono se fue volviendo más duro. - Que sea la última vez que le llamas “negro de mierda”, ¿me has escuchado? No vas a referirte así a ninguna persona y menos a un chico que solo ha intentado ayudarte en el día de hoy. Y tienes que dejar de empujar y golpear a los demás, no importa lo enfadado que te sientas. Hemos estado trabajando en esto.

-         Lo siento… - murmuró.

-         No es conmigo con quien te tienes que disculpar – le recordó Holly. Le ayudó a levantarse y le impulsó hacia nosotros con una palmadita.

PLAS

-         ¡Ay!

-         Ni te dolió, teatrero.

-         Mami, que están delante – protestó.

-         Pero si tú le pediste a Aidan que te castigara.
Sean abrió mucho los ojos y se escondió detrás de Holly.
-         ¿Y lo va a hacer? – preguntó.

-         No, porque aún tenemos que ir a comer y quiero pasar un buen día, lo que queda de él – replicó ella, ahorrándome el buscar la respuesta adecuada. – Ahora vamos, a disculparse.
Sean se asomó y dio un paso vacilante hacia nosotros. Tomó mucho aire y habló de corrido, haciendo que fuera muy difícil entenderle:
-         Siento haberte insultado y haberte golpeado en la nariz, aunque eso fue un accidente porque me agarraste, nunca me agarres del brazo, ah, y-gracias-por-sacarme-de-la-piscina – concluyó, juntando las palabras. Instantes después se marchó, rápido como el viento y bastante ruborizado.

-         Por favor, Ted, discúlpale – pidió Holly. Tomó la mano de mi hijo entre las suyas. – No quiero justificarle, pero Sean lo ha pasado realmente mal. Ese que has visto ahora, tierno y aniñado, es como es en realidad. Lo demás son mecanismos de defensa que escapan a su control.

-         No estoy enfadado – respondió mi hijo. – Pero definitivamente me gusta más cuando está en plan tierno y aniñado.

Holly sonrió y le acarició el brazo. Ted nos miró alternativamente a uno y a otro y luego asintió, como para sí mismo.

-         Voy a haber si cabe toda la ropa en la mochila de Blaine. Luego podemos ir yendo al restaurante, me muero de hambre. Estoy bien, papá, no te preocupes – barbotó y, antes de que pudiera contestarle, salió casi tan rápido como Sean.

-         Parece que nos han dejado solos - murmuró Holly -. Creo que querías hablar de Aaron.

-         Sí, pero dudo que todo lo que quiero saber lo puedas responder en un par de minutos. Solo dime una cosa… ¿el permiso para regañar a tus hijos se extiende a tu hermano? Porque no sabes las ganas que tengo…
Holly parpadeó impactada durante un par de segundos, hasta que comprendió que la última parte la había dicho en broma y entonces se rio. La risa no le duró mucho, sin embargo.
-         Coge en una botella todo lo que un ser humano puede soportar, añádele dos litros más, y tendrás un vistazo a lo que ha sido la vida de Aaron – me dijo y suspiró. Sacudió la cabeza, como para librarse de alguna imagen triste.  - Me preocupa que Blaine se ha encariñado contigo… y no solo él, Sean también está empezando, se le nota… Y tus hijos conmigo…

-         Pues a mí no me preocupa – declaré. – A mí me llena de alegría. Están a salvo conmigo, Holls. Nunca voy a lastimarles. Ya se han robado un pedacito de mí y no voy a tener más remedio que quedarme cerca para recuperarlo.




1 comentario:

  1. Qué historia!!! Por Díos que escribes súper profesionalmente!!! Es muy profundo y caótico por momentos lo que pasa por la mente de los personajes y lo sabes transmitir clarito. Esta familia, la de Holly ya es nuestra, hasta Aaron también. Por favor síguela en seguida. Haa y no vendría mal un Aidan estrenando su rol de papá con Sean o Blaine.
    Grace

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