sábado, 25 de septiembre de 2021

Nuevas reglas, nuevos castigos Capitulo 41


Nuevas reglas, nuevos castigos

 

Capítulo 41

 

Después de pasar la tarde en la playa con Martina y mis amigos llego a casa, me ducho y me pongo ropa algo más elegante que la que suelo usar. Bajo al salón, ya está allí mi padre esperándome.

Carlos: Pórtate bien, nada de tonterías, ¿vale?

Adrián: Sí papá, claro, ¿tú crees que con el entrenador allí se me ocurrirá hacer alguna?

El próximo martes acaban las actividades de verano en el club y esta noche han organizado una fiesta en un pequeño local al lado de la playa. Habrá música, comida de picoteo y refrescos, y estarán con nosotros los monitores de las actividades de verano y los entrenadores. Mi padre me ha dado permiso, él mismo me acompañará y vendrá a buscarme. A Nico y a Víctor también les han dado permiso.

Llegamos al local sobre las ocho, la fiesta durará hasta la medianoche, mi padre saluda a mi entrenador que le dice que no se preocupe, ellos estarán todo el tiempo con nosotros y, como es una fiesta privada, solo se permitirá la entrada a los miembros del club. El sitio está muy chulo, hay un salón tipo discoteca donde ponen música, y un patio con mesas y sofás que han decorado con luces de colores. Mi padre me da un abrazo, me vuelve a repetir por milésima vez que me porte bien y se va. Me encuentro con mis compañeros, comemos, pedimos un refresco y bailamos. Víctor está todo el rato pendiente de Ángela, una chica del club que le gusta.

Adrián: Vamos Víctor, pídele bailar.

Le doy un empujoncito hacia ella, ella se ríe y empiezan a bailar. En el patio también hay una pequeña zona de karaoke, Nico se anima a cantar algunas canciones con los compañeros de fútbol. Me estoy riendo y divirtiendo mucho.

Miguel, uno de los chicos del equipo de tenis me dice que quieren ir a la playa y que tiene una sorpresa, que si me animo a ir con ellos podemos celebrar mi tercer puesto en el torneo.

Adrián: Pero no nos dejarán salir.

Miguel: Claro, pero fíjate, los monitores y los entrenadores están charlando en la zona de sofás, no nos será difícil salir sin que se den cuenta, ¡vamos Adrián! Volveremos en una hora y nadie se va a enterar.

Adrián: Bien, pero será más fácil si no salimos a la vez, ¿dónde nos encontramos?

Quedamos fuera del local, delante de la playa, en diez minutos. Sigo bailando un rato más y me voy hacia la entrada disimuladamente, nadie está mirando, salgo fuera y voy al punto de encuentro. Ya están allí cuatro de los chicos del equipo, sólo falta Miguel. Llega cinco minutos después y trae una bolsa que parece pesada.

Marcos: ¿Qué llevas ahí?

Miguel: Os dije que tenía una sorpresa, vamos a la playa y os lo muestro.

Entramos a la playa y nos vamos a una zona rocosa, nos sentamos y Miguel saca de la bolsa una docena de cervezas.

Miguel: Vamos a brindar por lo bien que nos lo pasamos en el torneo y por la medalla de Adrián. Y para que haya muchos más, yo me lo pasé súper, ¿vosotros no?

Adrián: Sí, fue fantástico, me apetece repetir.

Javier: Sí, vamos a brindar.

Cada uno cogemos una cerveza, la abrimos y brindamos. Me la llevo a la boca, es la primera vez que pruebo la cerveza, ¡puaj! ¡Está malísima! Pero no soy el único que hace una mueca. Empezamos a reír y probamos otro sorbo, no es tan malo como el primero. Vamos bebiendo sorbos de cerveza, hablando, recordando algunas anécdotas del torneo y riendo un montón. Después de la primera cerveza abrimos la segunda y seguimos riendo. Cuando la terminamos Miguel nos dice que puede ir a por más y le decimos que sí. Mientras le esperamos decidimos meternos en el agua, es de noche pero es muy agradable bañarse de noche. Nos quitamos la ropa, nos quedamos en ropa interior y nos metemos. Vuelve Miguel y se apunta rápido. Nos trae las cervezas dentro del agua, las abrimos y brindamos.

Seguimos bebiendo, riendo y jugando cuando de repente Marcos empieza a vomitar, no parece que se aguante de pie y se cae dentro del agua, rápidamente entre Miguel y yo lo sacamos hacia las rocas. Él se tumba y sigue vomitando, no sabemos qué hacer.

Entonces vemos un par de luces que se acercan a nosotros y oigo una voz conocida.

Entrenador: Están ahí.

Se acerca el entrenador con un monitor. Enseguida se dan cuenta de que Marcos no está bien y lo ayudan a levantarse. El monitor lo ayuda a sentarse y se queda a su lado, él sigue vomitando.

Miguel: Hola, estamos celebrando el tercer puesto de Adrián en el torneo, ¿te apuntas?

Adrián: Sí, vamos, ya que no lo celebramos en el club.

Javier: El agua está buenísima, ¿no os queréis meter?

Nos empezamos a reír. El entrenador nos mira pero no dice nada, se ve muy serio, coge el móvil y envía un mensaje.

Entrenador: ¡Pero se puede saber qué habéis tomado!

Miguel: Cervezas, aún nos quedan, ¿quieres una?

Entrenador: ¿Cervezas? ¿De dónde las habéis sacado?

Miguel: Me las ha comprado mi primo.

El entrenador empieza a gritarnos.

Entrenador: ¡Pero cómo se os ocurre! Os habéis escapado de la fiesta y nos habéis preocupado, cuando han llegado vuestros padres nadie sabía dónde estabais. ¿Y os habéis metido en el agua de noche y habiendo bebido? ¿Qué coño tenéis en la cabeza?

Todos bajamos la cabeza pero no decimos nada, ¿estamos en un lío? Y ¿cuándo han llegado nuestros padres? ¿Pero qué hora es? No me había dado cuenta de que había pasado tanto tiempo, si cuando hemos salido eran como las diez y media, ¿ha pasado ya una hora y media? Llegan otros dos monitores y traen unas toallas.

Entrenador: ¡Secaos, vestíos y recogedlo todo, ahora!

El entrenador sigue gritando, no lo había visto nunca enfadado. A veces durante los entrenamientos, si no le hacemos caso, es seco, pero no suele enfadarse. Hacemos lo que nos dice y van llegando nuestros padres. Veo al mío, por su cara parece que está molesto. Se acerca a mí y me da un corto abrazo.

Carlos: ¿Estás bien?

Adrián: Sí papá, ¿estás enfadado?

Carlos: Hablaremos en casa, vamos.

Mi padre habla un momento con el entrenador y nos vamos a casa. Cuando llegamos me dice que vaya a mi habitación, que me duche y me ponga el pijama. Le hago caso, me meto en la ducha, me noto un poco mareado. Cuando salgo está mi padre sentado en mi cama.

Carlos: Ven Adrián.

Voy hacia él y me siento a su lado, creo que sigue molesto. Me mira y frunce el ceño.

Carlos: ¿Te encuentras mal?

Adrián: No papá, sólo estoy un poco mareado.

Carlos: ¿Tienes que vomitar?

Adrián: No, creo que no.

Carlos: ¿Has tomado alcohol?

Adrián: Sí, ¿es por eso que estás enfadado?

Mi padre me mira con una ceja levantada.

Carlos: ¿Cuánto has bebido?

Adrián: Tres cervezas.

Carlos: ¿Recuerdas que tienes una norma que dice que no puedes tomar alcohol?

¡Ups! Es verdad, me he saltado una norma, creo que estoy en problemas.

Adrián: Pero sólo queríamos celebrar mi tercer puesto en el torneo, no te enfades porfa.

Carlos: Me he preocupado mucho, habéis salido de la fiesta sin avisar y ninguno contestabais a las llamadas al móvil. Y cuando os hemos encontrado estabais tomando alcohol y además os habéis metido en el agua estando ebrios.

Adrián: No estoy borracho papá.

Carlos (irónicamente): No, qué va, estás tan cuerdo que ni entiendes por qué me he enfadado.

Mi padre me acaricia la cara y niega con la cabeza.

Carlos: Que no te haya sentado tan mal como para que estés vomitando no significa que estés bien. Vamos, es muy tarde, ahora métete en la cama y a dormir, ya hablaremos mañana cuando estés más despejado.

Adrián: ¿Qué hora es?

Carlos: Casi la una, nos ha costado media hora encontraros.

Me meto en la cama, mi padre me arropa y se queda a mi lado acariciándome hasta que me duermo.

Suena el despertador, ¿yo lo puse? No lo creo, supongo que fue mi padre. Me despierto con dolor de cabeza, ¡uf! creo que tengo resaca. Me levanto, me visto y voy al comedor. Mi padre está allí, hoy es sábado pero no está en su despacho trabajando.

Adrián: Buenos días, papá.

Me acerco a él y lo abrazo, me lo devuelve y me besa en la cabeza.

Carlos: Buenos días. Me alegra que le hayas hecho caso al despertador y no haya tenido que venir yo. ¿Cómo te encuentras?

Adrián: Me duele la cabeza, supongo que tengo resaca.

Carlos: Es la consecuencia de pasarse con el alcohol.

Se va a la cocina y yo me siento ahora que puedo hacerlo. No soy tonto, sé que mi padre me va a castigar, sólo espero que no sea demasiado duro, al menos ayer no me gritó, ni hoy lo está haciendo. Vuelve con un zumo de naranja y unas tostadas con queso y jamón. Me lo alcanza junto a una pastilla.

Carlos: Es un analgésico, tómalo, te ayudará con el dolor de cabeza.

Adrián: Gracias papá.

Desayuno, mi padre se queda unos minutos en el comedor. Después me dice que cuando termine lo recoja todo, lo lleve a la cocina y que vaya a mi habitación.

Hace ya como media hora que estoy en mi habitación esperando, tumbado en la cama. Estoy muy nervioso, ya me di cuenta de que con el tema del alcohol mi padre es muy estricto, sé que me va a castigar y me temo que utilizará la regla. Oigo la puerta, giro la cabeza y veo que mi padre entra, con la regla, me estremezco. La deja sobre mi escritorio y se acerca a la cama, me siento y él se sienta a mi lado.

Adrián: Lo siento papá, sé que no quieres que beba alcohol. Pero esta vez no fue idea mía ni fui yo quien lo compró.

Carlos: Pero tú pudiste no beber, no creo que te obligaran a hacerlo. Además os escapasteis de la fiesta, nadie sabía dónde estabais. Nico y Víctor me dijeron que hacía más de una hora que no te veían, incluso te habían llamado al móvil y no respondiste. Nos llevamos un buen susto, no os podíamos localizar, ninguno de los seis respondíais a nuestras llamadas. Nos organizamos para buscaros, y estábamos a punto de llamar a la policía cuando el entrenador os encontró.

Adrián: Lo siento papá.

Carlos: No, aún no lo sientes. ¿Y meteros en el agua habiendo bebido? Ya sé que otras veces te has bañado de noche, y normalmente no es peligroso, pero ayer ninguno de los seis estabais bien y os podríais haber ahogado. Uno de los chicos estaba vomitando cuando llegamos.

Adrián: Papá, no me castigues con la regla. He pasado un mes sin meterme en líos, estoy mejorando, porfa.

Carlos: Lo sé, y estoy muy contento por ello. Pero hoy será con la regla, 30 azotes con pantalones y 10 sin nada, has hecho muchas cosas mal y te has puesto en peligro, no puede volver a pasar nada parecido.

Se separa de mí, se levanta y pone un par de cojines en mi cama.

Carlos: Ya sabes lo que tienes que hacer.

Adrián: No, papá, por favor.

Carlos: Vamos Adrián.

Su voz suena muy seca, suspiro y me tumbo sobre ellos, estoy muy nervioso, la regla duele mucho. Mi padre va a buscarla, se sienta a mi lado y me acaricia.

Carlos: ¿Por qué te voy a castigar?

Adrián: Por escaparme de la fiesta, no estar localizable con el móvil, tomar alcohol y meterme en el agua estando ebrio.

Mi padre se levanta y comienza con el castigo. Me agarro con fuerza a la almohada y la muerdo para intentar no gritar.

PLACK, PLACK, PLACK, PLACK, PLACK, ai, PLACK, PLACK, au, PLACK, PLACK, au, PLACK, papá,

PLACK, duele, PLACK, ai, PLACK, PLACK, ai, PLACK, PLACK, para, PLACK, PLACK, porfa, PLACK, PLACK, ai,

PLACK, PLACK, au, PLACK, PLACK, snif, PLACK, PLACK, ai, snif, PLACK, PLACK, buaaa, PLACK, au, PLACK, buaaa.

Carlos: Levántate y quítate los pantalones.

Me cuesta pero lo hago y me vuelvo a tumbar. Mi padre me baja el bóxer. Las lágrimas ya hace un rato que están resbalando por mis mejillas. ¡Cómo odio esa regla!

PLACK, PLACK, buaaa, PLACK, ai, PLACK, au, PLACK, buaaa, PLACK, PLACK, buaaa, PLACK, au, PLACK, buaaa, PLACK, buaaa, buaaa.

Mi padre me sube el bóxer y me acaricia otra vez. No puedo dejar de llorar, me duele mucho, me froto con las manos pero el dolor no pasa. Mi padre tira de mí, me levanto y me abrazo a él. Estoy un rato así mientras él me acaricia y me va hablando en voz baja para que me tranquilice.

Carlos: Shh, ya está campeón, shh, ya pasó. Vamos, ya no llores, todo perdonado, ¿vale?

Asiento con la cabeza y me voy calmando, aunque el trasero me sigue doliendo, hoy no voy a poder sentarme más.

Carlos: Te quiero mucho cariño, y no me gusta castigarte.

Adrián: Yo también te quiero, y no me gusta que me castigues, no lo hagas más, ¿vale?

Le pongo un puchero y mi padre me sonríe. Se separa de mí, quita los cojines de la cama, me ayuda a tumbarme bocabajo y me arropa.

Carlos: Duerme un rato, seguro que tienes sueño.

Se sienta a mi lado y me acaricia, noto los ojos pesados, se me van cerrando.

Me despierto y me levanto. Aún me duele bastante el trasero. Veo sobre mi mesilla un botecito, es la pomada que me dio Natalia después de mi fiesta, ¿la habrá dejado mi padre ahí? La cojo y me pongo un poco. Después me visto y bajo al salón, me encuentro a mi padre leyendo.

Carlos: ¿Ya estás despierto? ¿Cómo te encuentras?

Adrián: Te has pasado papá, la regla duele mucho.

Mi padre se acerca a mí y me abraza, me acompaña al sofá y se sienta. Yo me tumbo de lado con la cabeza apoyada sobre sus piernas. Mi padre me da un beso y me acaricia la cabeza.

Carlos: Sé que duele cariño, pero pasará, mañana ya no notarás nada. Espero que te haya quedado claro qué pienso sobre que bebas alcohol sin tener la edad.

Adrián: No digas que sabes que duele, no es cierto.

Mi padre se ríe, ¿por qué?

Carlos: Sí lo sé, probé la regla muchas veces a tu edad, mi padre incluso me castigó con el cinturón.

¿Qué? ¿El abuelo lo castigaba con la regla y el cinturón? ¡No puede ser!

Adrián: ¿De verdad? Pero si el abuelo era muy dulce, nunca gritaba y siempre me estaba achuchando, mimando y dándome besos. No me lo imagino enfadado ni castigándote.

Carlos: Porque tú lo conociste como abuelo y no como padre. Era muy severo y estricto, y tu tío y yo tuvimos una época muy rebelde, nos metíamos en muchos líos y tu abuelo no nos dejaba pasar ni una.

Adrián: ¿Y a la abuela le parecía bien?

Carlos: Muchas veces quien nos pillaba era la abuela, y ella se lo decía al abuelo para que nos castigara.

¡Wow! De verdad que no me lo puedo creer. Yo conocí bien a los abuelos, ellos, mi padre y mi tío estaban muy unidos y nos veíamos muy a menudo, fue muy triste cuando fallecieron. Mi abuelo tuvo una enfermedad que lo tuvo en cama los últimos meses de su vida, mi abuela, mis padres y mis tíos pasaron mucho tiempo junto a él, cuidándolo y haciéndole compañía. Mis primos y yo también lo visitábamos a menudo, yo tenía diez años. Dos meses después de su muerte mi abuela tuvo un infarto fulminante, ni siquiera nos pudimos despedir de ella. Todo pasó muy rápido, a mi padre y a mi tío les afectó mucho, pero lo superaron. Mis abuelos eran bastante mayores, tuvieron a mi padre con casi cuarenta años, y cuando fallecieron rondaban los ochenta.

Adrián: ¿Y qué hiciste para que te castigara con el cinturón?

Mi padre se ríe de nuevo.

Carlos: Mejor no te lo cuento, no quiero darte más ideas de las que ya tienes tú solo.

Me guiña el ojo. Le pongo un puchero e insisto.

Adrián: Papá, vamos.

Carlos: Solo te diré que a mí también se me ocurrió probar el alcohol cuando aún no tenía la edad y llegué a casa tarde y borracho, ¿te suena de algo?

Adrián: Pero si tú también lo hiciste, ¿por qué me castigas a mí? ¿Es porque el abuelo te castigó a ti?

Carlos: Es porque aprendí por qué no hice bien y quiero que tú también lo aprendas.

Lo miro con cara de enfadado. Mi padre me sonríe y me da otro beso. Estamos un rato así hasta que entra Natalia y nos dice que la comida está lista. ¿Qué hace aquí Natalia? Pensaba que hoy no había venido, por lo menos yo no la había visto. Me levanto de mala gana y hago una mueca cuando mi trasero se apoya en el sofá, me levanto rápido. Mi padre se va al comedor y Natalia se acerca a mí, me sonríe y me abraza.

Natalia: ¿Cómo estás peque? ¿Te duele mucho?

Adrián: Bastante.

Natalia: Te he dejado la pomada sobre tu mesilla, ponte un poco, ¿vale?

Adrián: Lo he hecho antes de bajar, gracias Natalia.

Me coge por los hombros en un medio abrazo para acompañarme al comedor, veo que ha puesto un cojín en mi silla. Me he dado cuenta de que Natalia me mima mucho después de los castigos, e intenta minimizarlos cuando puede, creo que a ella no le gusta que mi padre me castigue así.

Después del almuerzo vuelvo a mi habitación y me tumbo bocabajo en la cama. Natalia viene conmigo y se queda un rato, hablamos mientras me hace mimos, eso me gusta, se siente bien. Le cuento como fue la fiesta y hablamos un rato. Cuando se va cojo mi móvil y veo un montón de llamadas perdidas, tengo algunas de ayer de Nico, de Víctor y de mi padre. Víctor también me ha llamado esta mañana y Nico me ha mandado un mensaje de voz, está preocupado porque ayer no me encontraban y no sabe nada de mí. Llamo a Nico y hablamos un rato, le cuento lo que pasó, está algo enfadado conmigo por no decirle que iba a salir de la fiesta. Después llamo a Víctor, él ya sabe que me encontraron y lo que hice porque mi padre llamó al suyo para decirle que ya estaba en casa. Me pregunta cómo estoy, ya se imagina que el castigo habrá sido de los gordos. Después llamo a Martina y charlamos un rato, le cuento lo sucedido. Supone que yo estoy castigado y, aunque no es así, no me apetece salir y no le digo lo contrario. Me dice que vendrá a verme, pero le digo que no es necesario.

Una media hora más tarde alguien llama a la puerta de mi habitación, serán mi padre o Natalia. No entran, cosa muy rara, normalmente ellos llaman y entran, no esperan que yo diga nada.

Adrián: Adelante.

Miro hacia la puerta y veo que es Martina, ¿qué? ¡Pero si le he dicho que no viniera! Bueno, no, en realidad sólo le he dicho que no era necesario.

Martina: Hola amor, ¿estás aburrido?

Me siento en la cama y no puedo evitar hacer una mueca, me levanto y me acerco a ella para abrazarla y darle un beso.

Martina: ¿Qué te pasa? Has hecho una mueca de dolor, ¿te hiciste daño ayer? No me has dicho nada.

Noto como me ruborizo, las mejillas me arden, no puedo contarle a Martina que mi padre me ha dado una paliza, me moriría de vergüenza.

Martina: Adrián, ¿qué pasa?

La miro y me muerdo el labio.

Martina: Me estás asustando, ¿qué pasó?

Adrián: Nada Martina, estoy bien.

La abrazo y le doy un beso, ella me lo devuelve, me acaricia la espalda y va bajando su mano hasta mi trasero.

PLAS, ¡ai!

Me separo de ella y me froto el trasero, no me ha pegado nada fuerte pero aún me duele por los reglazos de mi padre.

Adrián: Au Martina, ¿qué haces?

Martina: No te he dado tan fuerte, ¿qué pasa Adrián? ¿Te ha pegado tu padre?

Me vuelvo a ruborizar y asiento con la cabeza.

Martina: ¿Por qué no querías decírmelo?

Adrián: Me da vergüenza que mi padre me castigue como si fuera un niño pequeño. Ni siquiera Nico lo sabe. ¿Cómo lo has adivinado?

Martina: Ya hace un tiempo que lo sospechaba. A mi hermano hubo una temporada que mi padre lo castigaba casi a diario, con 16 y 17 años se metía en líos muy a menudo y lo castigaba con el cinturón.

Martina tiene un hermano cinco años mayor que ella. Estudia en una universidad de la ciudad en la que vivían antes por lo que no se trasladó con ellos, aunque viene algunos fines de semana. Yo lo conocí en la fiesta de cumpleaños de Martina.

Adrián: A mí me castiga con la mano o con una regla de madera, hoy ha sido con la regla y duele un montón.

Martina me vuelve a abrazar y me besa.

Martina: No tienes por qué avergonzarte, lo que debes hacer es no meterte en líos. Entonces, ¿no estás castigado sin salir?

Adrián: No.

Martina: Prefiero este castigo a que te deje sin salir, ¿vamos mañana a la playa?

¿Qué? ¿Lo dice en serio? Aunque es cierto que las veces que mi padre me ha castigado sin salir ella se ha enfadado conmigo pues también se ha sentido castigada sin haber hecho nada malo. Me sonrojo pero asiento con la cabeza.

Martina: ¿Tienes algo para aliviar el dolor?

Adrián: Una pomada, me la he puesto hace un rato.

Martina: ¿Quieres que yo te ponga un poco?

Adrián: ¿Qué? No.

Martina: Vamos, ¿por qué no? No te haré daño, te frotaré muy suave, te lo prometo. Desabróchate el pantalón y túmbate bocabajo.

Me mira y me sonríe pícaramente. Le devuelvo la sonrisa y hago lo que me ha dicho. Ella se sienta a mi lado, me acaricia la espalda y me baja primero el pantalón y después el bóxer, justo por debajo de las nalgas.

Martina: Sigue bastante rojo.

Coge la pomada, me pone un poco y me empieza a frotar, lo hace muy suave y se siente bien.

Adrián: Gracias Martina.

Martina sigue frotando y cuando termina me da un beso en cada nalga. ¡Ups! Creo que una parte de mí se está excitando demasiado.

Adrián: Ya Martina.

Me subo el bóxer y el pantalón, me levanto y me acabo de vestir dándole la espalda para que no note mi erección. Me giro y la beso.

Adrián: Gracias bella, te quiero.

Martina: Yo también, amor.

Adrián: Te echo una partida a la consola, ¿te apetece?

Martina se echa a reír. Espero que diga que sí, necesito distraerme.

Martina: Pues claro, ¿preparado para que te dé una paliza?

 

 




1 comentario:

  1. Cuando empecé a leerla me gustó porque creía que tendría algún argumento, después cada vez que pasa veo al papá muy seco as inclumplido una regla y te castigo veo también que el padre es muy severo y sin corazón 40 reglazos es demasiado con pantalón o sin el, ya va por el capítulo 41 y sigo leyendo creyendo que está historia iba a cambiar que iba a tener algún cometido algún algumento pero es solo que se mete en un problema y un castigo y nada más no hay cambios todos los capítulos tienen el mismo argumento, si te das cuenta esa sequedad de poner las almohadas darle reglazos ordenarle que se levante se baje el pantalón y seguir pegándole ,veo como un ejército no como un padre y un hijo

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